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Atisbos de la Desunión Europea

Con cerca de dos décadas de vida, una Europa unificada ha arrojado claroscursos. El más reciente es el caso de Grecia --y un poco España-- donde la irresponsabilidad fiscal ya provocó la molestia de los otros países miembros. El riesgo mayor de la UE será cambiar esa mentalidad, algo que podría tomar décadas

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ABRIL, 2010. Tras varios siglos de guerras y conflictos, el primero de enero de 1992 se concretó lo que hasta hace u os años se veía improbable, esto es, la unión monetaria, política y comercial de la mayoría de los países de Europa. Se acababa la era de los marcos, de los francos, de las liras, de las pesetas y los florines para sustituirlas por una sola divisa, el euro; también se decía adiós a los pasaportes para cruzar de un país miembro a otro y se permitía el libre tránsito de trabajadores; así, si un español conseguía emplearse en Munich, o un francés deseaba abrir un negocio en Italia, ninguna ley le impediría hacerlo. Ese día nació oficialmente la Comunidad Europea de Naciones, o Unión Europea, convencida de que la mejor manera de evitar futuros conflictos bélicos en la región era unirlos comercialmente.

Pero saltar de las buenas intenciones a la realidad ha venido a ser el máximo escollo de la UE. Por supuesto que los sindicatos locales podrán todas las trabas posibles para que alguien de otro país miembro ocupe un puesto que ellos consideran exclusivo, y por supuesto que la burocracia hará lo mismo con ese empresario miembro que quiera expandir su mercado a su vecino. Nadie esperaba que la inercia de siglos cambiara tan rápido, mucho menos en los 18 años que tiene de vida la UE. Pero sí ha habido otros imprevistos, entre ellos esos países miembros que faltaron a su palabra y pensaron primero en su propio beneficio antes que el de los demás, y sin haber discutido sus propuesta en Luxemburgo, que es donde se encuentra la sede de la UE.

Hay dos miembros desobedientes que tienen irritada al resto de la UE. Uno es España, al frente de un jefe de Gobierno cuya inexperiencia detuvo bruscamente una ola de prosperidad que España no había experimentado en su etapa post franquista. José Luis Rodríguez Zapatero --quien debe su puesto a unos atentados terroristas que si no fuera un mandatario de izquierda alguien ya habría dicho que fueron una conspiración-- ha demostrado una ineptitud inusitada, aderezada con el keynesianismo, la peor de las recetas que puede aplicarse a una economía que se encontraba en franca expansión.

El otro caso, naturalmente, es Grecia, cuyo gobierno ganó las elecciones el pasado noviembre con alto margen y hoy padece de una impopularidad que contra lo que pudiera pensarse no se debe a la aplicación de políticas económicas irresponsables sino por acatar las exigencias que le llegaron desde Bruselas en en sentido de disminuir el gasto público y aumentar los impuestos. Al igual que sucede en nuestros países, en Grecia y España hay políticos irresponsables que achacan al exterior su propia ineptitud (¿no dijo un alto funcionario de Zapatero que la crisis en ese país se debía a la existencia de un "complot" ejecutado por gente a la que, sin embargo, olvidó mencionar?)

Cuando se decide formar una organización, sus miembros se comprometen a seguir reglas y lineamientos que consideran comunes, pero cuando uno o varios de sus miembros faltan al compromiso ponen en riesgo la estabilidad de toda la asociación, lo cual explica el enojo de la canciller alemana Angela Merkel: ¿por qué los contribuyentes germanos tienen que entrar al rescate de un país que no ha sabido hacer las cosas? La tendencia de la UE desde su nacimiento ha sido keynesiana, pero también ha procurado combatir los monopolios y estimular la libre empresa, y difícilmente se puede decir que en Grecia, y hasta cierto punto en España, se han hecho avances positivos al respecto.

¿Quiere esto decir que la Unión Europea se encuentra en camino a sufrir una revisión, o más aún, una virtual separación? Cuando comenzaron las pláticas en torno a la integración s sabía que el cambio de mentalidad de algunos miembros duraría por lo menos una generación de modo que lo ocurrido en Grecia fue algo claramente previsto y difícilmente cuestionará la existencia de la UE. De hecho hay países que sí han logrado prosperar como miembros de la Unión, en especial aquellos que alguna vez fueron parte del bloque oriental, quizá por estar ya vacunados contra los delirios de Andreas Papandreau o de Rodríguez Zapatero en torno a ver al Estado intervencionista como panacea para lograr el progreso. Como ejemplo, Polonia fue el miembro de la UE que mejor resistió los embates de la crisis desatada en el 2008, obviamente ahí nadie ha hablado de "complot".

Lo que queda ahora es el rescate de Grecia y asegurarse que su gobierno realmente se mantendrá dentro de los lineamientos del resto de sus miembros, tarea nada fácil si consideramos que hablamos de un país donde los sindicatos están acostumbrados a mantener sus prebendas y donde su burocracia, entre las más retrógradas y rebosantes de Europa hará lo posible rechazar cualquier cambio que le represente daño a sus intereses (fue ahí donde se realizaron fuertes protestas cuando se anunció la adhesión a la Unión Europea). A diferencia de España, Grecia careció de políticos visionarios como Eduardo Suárez o Felipe González, quienes se comprometieron a modernizar al Estado y a despojarlo de las ominosas lagañas ideológicas, lo que serviría para que la transición hacia la UE fuera menos dura, aunque requirió de muchísimos sacrificios, de manera que el desastre de Zapatero puede ser revertido más fácilmente.

La recuperación en aquél país adriático, ahora sí que está en griego. Es de esperarse que los políticos de ese país se actualicen y se den cuenta que si aceptaron unirse al bloque más poderoso del planeta, también había compromisos y responsabilidades de por medio.

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