| |
|
|
«Y hablando así, de aquéllos
apóstoles del pasado, vuelvo
a repetir lo que en tiempo ya
repetí: Están sobre la tierra, y
ahora son los llamados Apóstoles de los Últimos Tiempos.»
|
|
Mensaje
de Resurrección, 30.3.1997
|
Mensaje
de la Stma. Virgen María,
recibido en Talavera de la Reina,
a través de José-Luis Manzano García
- el 30 de Marzo, de
1997.
(A las 7h., mañana de Resurrección.)
El
Maestro: ¡SHALOM!
La Paz del Señor es con todos vosotros.
PUBLICO: Y con tu Espíritu Maestro.
El
Maestro: Ave
María Purísima.
PUBLICO: Sin pecado Concebida.
El
Maestro:
Después de las grandes tormentas llega la calma, pero una calma que
vuelve a recrear una nueva tormenta. Ante Tí, Divina Madre, llego con
todo mi amor, ya que Tú, en tu tristeza, me has acompañado en mi
agonía.
A Tí, todo mi amor..., porque has llorado conmigo las penas de los
hombres. A Tí, todo mi amor..., porque tu corazón se ha herido como
el mío, por tanta injusticia sobre nuestros hijos.
A tí
Madre, mis palabras de Gloria. Pues sobre aquél camino
dejaste plasmado tu amor sobre Mí, y en esta mañana de Gloria yo
lo dejo sobre tí. Te he entregado como Madre del mundo, de todos los
hombres. Y Tú me has entregado todo tu amor.
Solamente Tú, desde lo lejos, respondiste a mi soledad, pues ellos
se acobardaron y sintieron el miedo de la carne y me abandonaron,
aunque su amor les hacía seguirme..., a lo lejos. Pero el miedo de la
carne les mantenía así, muy lejos de mí. ¡Qué tristeza...!, aquélla que ya pasó.
¡Qué dolor...!, aquél que ya
pasó. También acudo a tí:
En este
día de Gloria puedes verme, ya no como me viste, sino con Gloria.
¡Aquí me tienes! Ya no tienes porqué
sufrir. Tu Gran Amigo ha vuelto para darte toda mi comprensión...,
todo mi amor. Y para que tú no te sientas solo, porque Yo también he
vivido la soledad de la que tantas veces me hablas.
Aquí estoy
también para tí. Tú, que cada noche has
acompañado a mi Madre que tanto ha necesitado el amor de sus hijos.
Tú, que la tristeza ha cubierto tu rostro por mí. ¡Aquí me tienes!
No has de sentir tristeza,
aunque sé que difícilmente podrá ser. ¡Aquí me tienes hijo mío! Sabes tú
que no te voy a abandonar, porque tú no me has abandonado. Sabes bien
de que tú has estado cuando Yo te he necesitado, y que Yo estaré
contigo cuando tú me necesites, y cuando no me necesites sabrás que
también estoy junto a tí.
Aquel dolor de aquella agonía ya queda atrás. Hoy es un día de
alegría para todos, en especial para aquéllos que amáis a mi Padre,
pues bien en ello les aceptó en la voluntad.
También vengo hasta
vosotros, porque como cada año habéis acudido a este lugar a
encontraros conmigo. ¡Aquí estoy!,
no tengáis miedo. Refugiaos en Mí.
No tengáis temor, vivid en Mí. Sentid este amor que Yo siento por vosotros.
Sé mucho de vosotros
hijos míos, pues sé que me habéis acompañado muchos en mi
AGONÍA,
en mi
PASIÓN,
en mi
DOLOR. También sé de muchos, que como en aquélla noche mis amados
Apóstoles, durmieron.
También vosotros durmísteis en el mundo, y pude
sentir la soledad de la que él tantas veces me habla y de la que
vosotros también habéis sentido. No
creáis que os veréis solos, pues por mi parte no dejaré jamás a mis
hijos, pues soy fiel a mi palabra y fiel permanezco: No abandonaré a
mis hijos. Pero fíjate hijo mío:
¡Mira mis manos!
En ellas puedes ver las consecuencias de los
pecados de los hombres.
¡Mira mis pies!
En ellos puedes ver las consecuencias de los
pecados de los hombres.
Aún puedes ver mi costado. Sé que tú no necesitas adentrar tus
dedos en mis llagas, pero mira: ¡También sus pecados han taladrado mi
pecho...! Pero nada ha detenido la Gloria de Dios, por eso hoy estoy
con vosotros, pues como bien dicho está: "Al
tercer día llegará con Gloria."
¡Aquí estoy!
No me escondo de mis
hijos, como vosotros muchas veces os escondéis de Mí. Yo
no persigo a mis hijos, solamente llamo a cada puerta de cada corazón;
y aquél que me ama me abre, para
que Yo entre a vivir en su morada. Aquél
que no me conoce, no me abre.
Pero hay quien siente miedo y
pregunta que quién es el que llama. También hay los que duermen y no
abren a la llamada.
Sé de tus penas hijo mío, sé de tus penas. Sé cuanto te angustia
el recuerdo del pasado; sé cuanto te angustia el recuerdo del
presente. Sé de todas tus penas y sé de todo cuanto haces por Mí.
Desde lo más profundo de mi sepulcro pude escuchar anoche tus
palabras. ¡Qué palabras hijo mío! ¡Qué
palabras...! En sí, a cuantos te aman,
demostraste bien quién eres, pues tú no te sirves de hacer prodigios
sino de dar palabras. También sé de vuestras penas hijos míos.
Si os abandonárais en Mí, vuestras penas no os angustiarían. Si os
abandonárais en Mí..., vuestras penas no os derrumbarían. Por eso os
pido que os abandonéis en Mí, y que confiéis plenamente en Mí, pues
Yo no os voy a abandonar. ¡No os abandonaré!
Cuando Yo sufría en el Huerto de
los Olivos, ¿dónde estábais hijos
míos? Os puedo preguntar porque
sólo me sentí, y solo vi a unos pocos de mis hijos que me acompañaban.
Cuando llegó mi hora..., ¿dónde estábais?
Puedo preguntar, pues solo vi a unos pocos de mis hijos.
Cuando mi Madre más os ha necesitado, ¿dónde
estábais? También puedo preguntar, pues solo
vi a unos pocos de mis hijos.
Y vosotros
podréis preguntar en cada acto de vuestra vida que dónde estaba Yo.
Ni siquiera podréis preguntar, porque siempre he estado presente, y no
os he dado el abandono. Pero tanto os he necesitado..., que he vivido la soledad de
la que él tantas veces me habla.
¡Cuántos..., cuántos solo habéis
acudido a escuchar! ¡No hijos míos!, no penséis en una riña de mi
parte, simplemente es una corrección.
Yo
he visto a cuantos no han podido estar sobre este lugar, que han
estado donde han estado y me han acompañado en oración; pero cuántos,
¡cuántos habéis usado los días de mi Pasión como diversión sobre el
mundo!
¡Recordad bien
este día! Os repito de nuevo que recordéis bien este día:
TREINTA de Marzo. ¡Recordadlo!
Y recordad también de que será el
último Domingo de Resurrección que escucharéis mi voz sobre este
lugar.
No creáis que os voy a abandonar, siempre estaré con vosotros. Y Yo sé de muchos de mis hijos,
que aunque bien he dicho que será el último Domingo de Resurrección
que escucharéis mi voz, sé de muchos que se acercarán sobre este
lugar en recuerdo de los años pasados.
Mi
GLORIA
está sobre vosotros y mi amor está sobre vosotros. Debéis de
saber valorar todo cuanto Dios os ofrece, pues Dios todo os lo da. Y
os vuelvo a decir que conozco vuestras penas, conozco vuestras
debilidades, y conozco vuestras angustias. ¡Abandonaos en
Mí!
Vuestras penas, debilidades y angustias serán más llevaderas. Hijos míos, llega este día de Gloria y os pido alegría... ¡
Alegraos...! Yo también estoy alegre, tú también hijo mío, y mi amada
Madre...
Padre Eterno: ...Y
el Cielo entero.
El
Maestro: Pero no paséis por alto el día que se aproxima:
"Ese
día CUATRO de Abril, no lo paséis por alto. Quiero que cuanto
oigáis lo guardéis como un gran tesoro para
vosotros. Quiero que lo
guardéis para vosotros, porque os servirá
de mucho en las batallas
que os sucedan, que serán muchas."
No quiero
tristezas en este día, hágase la alegría sobre todos aquéllos que
amáis en verdad a mi Padre. Hijo mío: ¿Dónde están...?, ¿dónde están
hijo mío, aquéllos que tantas veces dijeron amarme y no abandonarme?
¡No les veo! ¡No!, no te culpes hijo mío, pues
bien sabes que cada cual elije el camino. Tú solamente limítate a
enseñar. Cada cual elije el camino, pero
sé que esto también te apena y no debes de apenarte.
Sé que tu
corazón es muy dulce hijo mío, pero a veces tienes que hacerlo
adverso. Esto no significa contrario,
solamente duro, muy duro.
Conozco de tí, hijo mío, todo: conozco la dulzura con que premias a
aquéllos que confían en tí. Conozco de tí todo porque Yo te he hecho
así, pero aún deberás de ser muy fuerte. Ya sé que lo eres hijo mío,
pero aún queda mucho más.
Y como bien tú dijiste: «Cada
prueba que Dios te da, te hace ser más fuerte.» Es cierto hijo
mío, pero aún quedan muchas pruebas más.
En esta Mañana de Gloria estoy entre vosotros. He llegado hasta
este lugar y juntos, en esta mañana, compartimos la luz de un nuevo
día. No quiero tristeza sobre mis hijos. Quiero que este día sea un
día grande, muy especial.
No quiero sentir en vosotros la tristeza. Pensad que ya he vuelto entre vosotros, y que no os reprocho nada. No hijos míos, no os reprocho nada, simplemente os entrego todo mi
Amor. Simplemente quiero que veáis de que no os he abandonado.
Pero
también quiero que recordéis que se acerca un día especial y muy
triste, pero también en ese día quiero que exista la alegría. Sé
que para muchos va a ser muy difícil, pero quiero que exista la alegría.
Quiero
que recordéis a aquéllos
APÓSTOLES que durante mucho tiempo vivieron al compás de mis palabras. La
muerte no me separó de ellos, ni de vosotros. Pero Yo tuve que marchar
junto al Padre y Ellos enseñar mis Palabras. Así será a partir de ese
día:
Nuestra voz se apagará;
permaneceremos con aquéllos que confían en Nosotros. Tú no nos verás,
pero sabrás que estamos contigo. Tú ya sabes cómo, tú lo sabrás. Hijos míos, ¡tan poco es ya lo que os puedo decir!
Como tú
bien dijiste, hoy Yo repito, y tantas veces he dicho: "Quiero
de que todos seáis una gran familia FAMILIA". Mirad que vienen tiempos de
adversidad, tiempos muy difíciles, que las torres más altas van a caer
desplomándose.
Mirad, pero no temáis. Si confiáis en Mí, no deberéis
de temer..., ni habrá lugar hacia la duda, ni habrá lugar a la
tentación. Hay algo que aún hoy me apena. Es lo que tantas veces, hijo mío,
daño me ha hecho: Vuestra cabeza dice entender todo cuanto Yo
hablo. Pero, ¿y vuestro corazón, lo entiende?
¿Y porqué tantas veces no
habéis puesto en práctica lo que habéis oido?
¿Y porqué tantas veces la
tentación os ha vencido, teniendo así recursos
para vencer esa tentación? Os podría hacer
infinidad de preguntas que no
tendrían respuesta.
¡No os culpo hijos míos!, simplemente quiero que
aprendáis, nunca es tarde.
En este Día de Gloria quiero que guardéis
el recuerdo de tantos Días de Gloria que habéis compartido Conmigo. Os vuelvo a decir que no quiero tristezas hijos míos. Quiero
alegrías en vosotros.
«Y
hablando así, hijo mío, de aquéllos APÓSTOLES del pasado, vuelvo
a
repetir lo que en tiempo ya repetí: Están sobre la tierra, y ahora son
los llamados Apóstoles de los Últimos Tiempos.»
(1)
¡Sí!, también está entre ellos, también. Su labor es la de
preparar el Camino para mi Segunda Venida,
que próxima está. Ellos
preparan el Camino, preparan a todos aquéllos que confían de verdad en
esta Segunda Venida y en Mí. ¡No hijo mío!, no todos están sobre
España.
Sobre España sólo hay
uno y los demás en otros lugares. Llegará el día en el que todos
ellos se reunirán, formarán un NUEVO PUEBLO, e irán donde Dios les
indique, para aguardar esa Segunda Venida.
Cuidado hijos míos, vendrán otros queriendo ponerse en sus
puestos, y con sus palabras avivadas intentarán daros el engaño. ¡Cuidado!, ya os aviso.
"Estos Apóstoles de los
ULTIMOS TIEMPOS tienen de muy lleno
y
cerca a cuantos les sirven. También ellos son llamados Apóstoles
de
los Últimos Tiempos, también ellos".
Por eso no quiero que en vosotros
entre la confusión. Por eso todo esto os lo digo: Porque lo
veréis. Y sobre este día os pido muchas
fuerzas hijos míos. ¡Fuerzas...,
muchas fuerzas! Esto significa que debéis de ser fuertes, y no
dejaros llevar por las palabras avivadas de los hombres.
"De no dejaros derropar por la crítica humana, de no
dejaros llevar por el viento del rumor. Dejaos llevar por mis palabras.
Ellas os darán la LUZ y la conformidad".
¡Mirad!, si tantas veces se os repite es porque tantas veces caéis
en el mismo error: Sois muy débiles hijos míos, y tened en cuenta que
el enemigo atacará vuestra debilidad. ¡Sed fuertes!
Como bien tu
dijiste anoche: «Poned un muro al enemigo, y si confiáis en Dios
ese muro no será derrumbado.» Y para conocer a Dios, hijos míos,
hay aprender a negarse a uno mismo. Entendedlo: ¡A negarse a uno mismo!
Sed fuertes, os repito. Si
confiáis en Dios le ofreceréis todo, todo. Y Dios os dará todo a
vosotros hijos míos. También pido muy poco: Que en esta
FAMILIA que
nacerá, en ella no exista la discordia, ni el rencor, ni los odios, ni
las envidias, ni los egoismos, ni el orgullo.
Sois humanos, como bien
se os dijo, puede pareceros así difícil, pero no lo es hijos míos: Si
ponéis de vuestra parte...
Padre Eterno:
Yo pondré de la mía...
El
Maestro:
...Y todo se conseguirá. Confiad
mucho en Dios, y no os dejéis vencer por las adversidades. Yo os
repito que vienen tiempos muy difíciles, pero confiad en Mí,
abandonaos en Mí. Hijo mío:
Veo tu corazón inmerso en tristeza. Sé de cuanto tú sufres y sé de tus penas.
¡Ven...!, ten mi mano hijo mío, y sé que siempre sabrás de que Yo soy
tu amigo. Sé que ahora tienes un momento de pena enorme hijo mío.
¡Apóyate en Mí! Yo soy tu
gran Amigo, tu pena es mi pena, como amigo tuyo que
soy. ¡Apóyate en Mí! Como amigo tuyo que soy, te ayudaré a vencer
esta tristeza. Sé que esta tristeza te viene por
el recuerdo del pasado y el recuerdo del presente.
No sufras
hijo mío; sabes que en Mí lo tienes todo:
Presente pasado y futuro.
Sabes que en mí lo tienes todo: Amor, cariño y comprensión. Sabes que en Mí lo tienes todo: Amistad..., una gran amistad. ¡Ven!, apóyate en Mí...,
no sientas pena. La pena se hace más grande
cuando se piensa en ella.
¡Ven apóyate en Mí! Guárdate
de tus angustias y compártelas conmigo. ¡Sí, hijo mío!, ya sé que daño
no quieres hacerme. ¡No me haces ningún daño! Sé de tus penas,
sé de tus angustias, pero Yo sobre la tierra te daré el consuelo:
Un alma habrá en la tierra que te comprenda, ya la hay. Que
te dará comprensión, ya la hay. ¡El pasado queda atrás hijo mío!
Vive conmigo hoy esta alegría, ¡y
alégrate hijo mío! Yo, tu Señor, he vuelto hasta tí, ¡sonríe y
refugiate en Mí!
Toma de Mí todo mi amor y comparte conmigo la
pena que tanto te angustia, así será para tí más amena.
Y no sufras en
este día.
Los grandes amigos, hijos míos,
no se abandonan en los momentos difíciles. Los grandes amigos
permanecen fieles a su amistad y no abandonan. ¿Dónde están los grandes amigos? ¿Dónde hijos míos?
¡Escuchad las aves!, proclaman su alegría porque su
Señor ha vuelto. Alabado sea el Señor, Dios Todopoderoso, porque hace
que sus criaturas sientan la alegría de este día de Gloria. ¡Escuchad cómo sienten la alegría! También sienten la tristeza de su
Dios.
Y vosotros, ¿sentís la tristeza de vuestro Dios? ¡Qué pregunta
hijos míos para una respuesta que a veces hallo y otras veces no
encuentro!
También quiero que sepáis
vosotros de que Yo soy vuestro gran amigo, de que hay una gran amistad
entre vosotros y Yo; y de que nunca os veréis abandonados por la parte que a
Mí me corresponde. Quisiera saber lo mismo de vosotros, pero a veces no lo sé.
Veo
muchos corazones también sumergidos en un mundo de tristeza. No tiene
porqué haberla, ¡no en este día! Compartid también con vosotros,
entre vosotros, como hermanos, vuestra tristeza. También compartidla
conmigo y vuestra pena se hará más pequeña y será más llevadera. Esto os ofrezco:
- ”Que os apoyéis en Mí y que no sintáis
tristeza”.
Yo sé que muchos sentís tristeza
porque que éste será el último Domingo de Resurrección que
escuharéis mi voz. ¡No os apene! La Voluntad de Dios así lo quiere, y así será.
Sé que
muchos se entristecen por el día que se aproxima. No sintáis pena
hijos míos. Se ha de cumplir la Voluntad de Dios; todo se cumple
según su Palabra. ¿Recuerdas hijo mío? "¡Te verás muy solo!"
¡Creiste que no sería así! ¡Ya..., ya sé hijo mío! Sé que esperabas que eso ocurriese, pero no
esperabas la otra parte. ¡Ten cuidado hijo mío!, porque aún quedan
partes que tú no conoces, y que están por llegar: Hay muchos que
parecen estar cerca, y están muy lejos ya.
Hijos míos, en este día Yo os entrego toda mi
alegría, os entrego todo mi amor. Quiero que como Yo, en este día
seáis felices, pues la muerte no detiene al Hijo de Dios; por eso hoy estoy entre vosotros.
Entre vosotros, hijos míos, dándoos todo mi amor porque no guardo
repudio sobre vosotros, aunque vuestras penas también se clavan una y
otra vez sobre Mí. Os amo hijos míos y esto los hombres no podrán cambiarlo. ¡Os amo y nadie lo cambiará! Pedidme hijos míos.
PUBLICO: Gracias Divino Maestro, por tanto amor. ¡Ayúdanos a no
abandonarte nunca!
El
Maestro:
El abandono solamente depende de vosotros. Si
vosotros sois débiles, el enemigo atacará vuestra debilidad y las
torres más altas se desplomarán, pero si sois fuertes y os refugiáis
en Mí, no llegaréis al abandono. ¡Cuidado! Recordad a Pedro:
- ”¡Aunque
todos te negaren, yo nunca te negaré!”
¡Cuidado hijos míos!
No digáis de que nunca abandonaréis.
Vivid
también con esa pena. Pero vosotros deberéis de poner el remedio. Si
se acerca el momento y sois débiles os veréis vencidos, y estaréis
lejos de Mí. Yo muy cerca de vosotros, pero vosotros muy lejos de
Mí.
¡Seguid pidiendo, hijos míos!
PUBLICO: ¡Maestro!
El
Maestro:
¡Díme!
PUBLICO:
Yo te quiero pedir que se cumpla el Plan Divino y que se
haga la Voluntad de Dios,como lo tiene previsto Señor, porque sé que
así será y que nosotros podamos ayudarte... (Piden varios a la
vez, hay confusión; no se entiende.)
El
Maestro:
A todos mis hijos escucho por igual, y a todos mis
hijos les doy cuanto tengo: Mi AMOR. ¡Seguid pidiendo hijos
míos!
PUBLICO: Divino Maestro, por las almas jóvenes, no las dejes que
se aparten de Tí. ¡Ayúdales y acógelas bajo tu manto!
El
Maestro:
¿Qué hacen sus padres, por esas almas jóvenes? ¿Qué hacen...? No
hallo ninguna respuesta. Si a la semilla, cuando se siembra, se la
quita la mala hierba que la rodea, se la quitan las piedras, se la da
el agua, y si puede se le refugia del viento o a veces incluso del
Sol, esa semilla brotará con gran fuerza y esa semilla crecerá
sanamente y dará grandes frutos.
Si esas almas jóvenes desde niños no se les enseña, no se les
aparta de los malos caminos, si no se les da el agua, que es la fé
viva, no crecerán sanamente y no podrán dar frutos, y tristemente la
raiz llegará a secarse, a ser conquistada por otros insectos que
comerán su interior y acabará por pudrirse.
Entendedlo así hijos
míos: Desde niños hay que dar corrección y aún así sobres sus vidas,
desde niños hay que dar enseñanza. Si no se hace desde niños, luego
será demasiado tarde, y ellos no serán responsables, sino sus padres.
¡Seguid pidiendo hijos míos!
PUBLICO: ¡Maestro!
El
Maestro: ¡Díme!
PUBLICO:
¡Mándanos un poquito de agua Señor, que nos hace mucha
falta...!
El
Maestro:
A Mí me hace mucha falta el amor de mis hijos, y no lo tengo. A Mí
me hace mucha falta que mis hijos comprendan todo cuanto digo, y no lo
tengo. Me hace mucha falta que los hombres se amen, y no lo tengo.
Me hace mucha falta de que el mundo ame a Dios, y no lo tengo. ¿Habrá alguna vez, hijos míos, que estéis de acuerdo con lo que Dios
os manda?
Cuando Dios os manda el agua os quejáis porque es mucha, cuando no
os la manda os quejáis porque no hay. ¿Habrá alguna vez que estéis de
acuerdo hijos míos?
¡Débiles sois y solamente escucháis la carne, al
músculo que rodea vuestro corazón! Si escuchárais más dentro,
comprenderíais de todo cuanto se os dice. Edificad vuestras almas
hijos míos..., ¡sed
fuertes!
Os repito de
nuevo que llegan momentos muy débiles. Os repito de nuevo que habrá
muchos que abandonéis. ¡Muchos! A partir de ese día señalado habrá
muchos que ya no os vea sobre este lugar.
Hay otros que aunque estéis
ya no estáis. Por eso os pido que seáis fuertes. ¡Que no escuchéis
al hombre! Que toméis de todo cuanto habéis aprendido, todo. Y que
obréis..., para con Dios y para con vuestros hermanos.
Y
os repito otra vez de que seáis fuertes. ¡Sed fuertes hijos míos, y no os
hagáis débiles! Pues si os
hacéis débiles, por ahí seréis vencidos, por vuestra debilidad. Sed
fuertes y poned esa gran muralla al enemigo que no os pueda vencer.
Si os vence perderéis todo cuanto conseguísteis y os alejaréis de Mí.
¡Diréis que no!, pero muchos ya
lo han hecho. Es más, aquéllos que
dijeron nunca abandonar, el último día será recordado.
En vuestras
palabras cometísteis el gran error de prometerle a vuestro Dios darle
todo y no abandonarle. Esa es vuestra gran pena, y
sus almas sentirán la pena eterna. Por eso muchas veces viviréis en
indecisiones. Y por eso Yo os pido de que seáis fuertes. Seguid
pidiendo hijos míos.
PUBLICO: Yo te pido Maestro por todos los familiares, por todas las almas
que no creen en Tí. Por nosotros mismos que a veces no somos buenos
Señor, ten piedad de nosotros.
El
Maestro: Sabed también hijos míos, de que también escucho vuestros corazones,
y aunque muchos, vuestra voz no se haya alzado..., Yo os he
escuchado. ¡Y no os preocupéis! No haya hoy entre vosotros
preocupación alguna, no debéis de tenerla.
Hijos míos, ¡sed
fuertes!, y cuidaos a vosotros mismos, y cuidad a los más débiles,
pues los más débiles también os necesitan. Y dad así la amistad del
Gran Amigo. No un amigo de conveniencia, sino un amigo leal, que por
su amigo sería capaz de morir, como Yo he hecho por vosotros.
Sed
amigos fieles, fieles hijos míos.
Vuelvo a decir de que ayer, desde lo más profundo de mi sepulcro
escuché tu voz. Una voz que no temía nada, una voz que confiaba en su
Dios.
Una voz que se iba abriendo paso en palabras por los muros y
obstáculos que a su paso encontraba. Una voz que encendió algunas luces; y una voz que no fué
comprendida en parte, pero la mayor parte sí fué comprendida por
aquéllos que escucharon con el corazón y no con los oidos.
Esa voz me
hizo alegrarme, esa voz me hizo sentir gran alegría:
«Este es mi
trabajo, igual que vosotros tenéis ocupación...
Esta es mi labor y
éste es mi trabajo...»
Entregándose
así como amigo y dando todo lo que es: El más pequeño de entre todos.
No queriendo ser nada, queriendo ser el último y no queriendo que se
confiase en él, sino en Dios.
Por eso Yo te doy lo que tú no pides,
por eso Yo te lo doy. No pides nada y de Mí todo hallas
porque Yo hallo todo de tí: Cuando ese
día mi voz se apague, ¡no temas! Tus padres, sobre este lugar van a
sentir mi gran compañía, y sentirán de que sigo con ellos dándoles esa
fuerza que durante doce años han tenido y dándoles también alegrías.
Y
también recibirán penas, pero también recibirán fuerza, ¡mucha
fuerza!, para superarlo todo. Por eso quiero que hoy sientas alegría. Y que con el tiempo...,
un alma te entenderá hijo mío, ya lo hace.
Cada cual que entienda
mis palabras a su manera, pero para entenderlas correctamente abrid
vuestros corazones. Aunque os privo de mucho,
hijos míos, os lo doy todo en mis palabras:
Os dejo a un joven
que es carne como vosotros, que será como vosotros, indistintamente a
vosotros. Pero que se entrega como amigo de todos, aunque una y otra
vez ha sido rechazado, ha sido odiado, ha sido repudiado, pero
sigue aún en pié, pues confía en Dios y nada ni nadie podrá derrumbar
su gran muralla, la que él junto a mí ha construido. ¡Y es fuerza para
vosotros!
Tus descendientes hablarán de tí como ya se dijo en tiempo, y tu
nombre no se borrará de sobre la tierra. Así será y así se cumplirá.
Oremos hijos míos, dando gracias así al Padre Celestial porque todo se
cumple según su Voluntad Santa:
Doy gracias a mis hijos por haber acudido a éste, mi encuentro con
vosotros, con la vida..., con mi Madre, contigo..., con vosotros de
nuevo, dando gracias así al Padre Todopoderoso que por encima está de
todo, porque ha sido Él quien ha hecho posible este nuevo día:
"Padre
Celestial, Tú que escuchas todos los corazones de tus hijos
afligidos
en la miseria de este mundo, dales así
conformidad, amor
y comprensión,
para que seas Tú para ellos la LUZ que ilumina el
Camino hacia donde han de llegar en un futuro: Hacia Tí.
Que sus
debilidades sobre la carne y sobre el mundo no les hagan
perecer sobre un abismo de
indecisión, y sobre sus debilidades
seas Tú la gran ayuda que ellos
necesitan. Que así sea."
Hijos míos:
Siempre estaré entre vosotros. (Público:
Gracias Divino Maestro, ¡gracias!...)
Digo entre vosotros.
¡No sintáis
pena! Yo volveré sobre este día una y otra vez. ¡Volveré!
Sentid
alegría, mucha alegría. ¡Hoy es un día de fiesta...
Padre Eterno: Alegraos pues!
El
Maestro:
No
sintáis pena hijos míos, no sintáis dolor. Dejad atrás vuestras
tristezas, el Hijo de DIOS está entre vosotros. ¡Sed fuertes!, y
aunque lleguen días difíciles confiad siempre en Mí. Volveré. ¡Adiós
hijos míos!
PUBLICO: Adiós Maestro.
Padre Eterno:
Adiós hijos.
PUBLICO: Adiós Padre.
La Madre: Ave
María Purísima.
PUBLICO: Sin pecado Concebida.
La Madre: La
Paz del Señor es con todos vosotros.
PUBLICO: Y con tu Espíritu Madre.
La Madre:
Hijo
mío, ha llegado la alegría para tí, para Mí y para ellos. Aún así
muchos corazones sentirán tristeza, pero confortaos así en Nosotros y
no tengáis miedo a nada. Ya ha pasado el dolor hijo mío. Ya ha pasado
el dolor.
Tú has sido mi compañía, Yo he sido tu compañía y entre tú y
Yo ha estado EL. Ya nuestro dolor ha pasado hijo mío, para sentir alegría, aunque
más tarde vuelva el dolor. ¡Siente alegría como Yo! Ya lo haces.
Y
sentid alegría hijos míos. Después de la GRAN TORMENTA ha llegado la calma, después del sufrimiento llegan
tiempos alegres. Dios nunca abandona a sus hijos. ¡Adiós hijos
míos!
PUBLICO: Adiós Madre.
El
Hermano: Que
la Paz del Señor Yahvé quede así con todos vosotros.
PUBLICO: Y con Tu Espíritu Hermano.
El
Hermano: El Señor Cristo Jesús ha vencido a la muerte y ha llegado así para
estar con sus hijos. Alegraos, ¡alegraos
pues!
- ¡No le busquéis entre muertos porque vive..., vive y está con
vosotros!
- ¡No!, no le miréis sobre aquel madero... ya no está.
- Ahora vive con
GLORIA y camina en
vuestro mundo.
- ¡No!, no le busquéis en aquella columna... ya no está.
- ¡No!, no le miréis con aquella
corona su corona... ya no está.
¡Miradle con GLORIA! Ha vuelto y ahora está con vosotros.
Ha
vuelto, y ésta es la BUENA NUEVA de este gran día. ¡Alegraos!
¡Ave María Purísima!
PUBLICO: Sin pecado concebida.
El
Hermano: Adiós
hermanos.
PUBLICO: Adiós Hermano.____
(1) C.f.
Mt. 17, 10-13; Mt. 11, 13-15; Mc. 9, 10-13.
|
|