Claustrofobia - Críticas

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Claustrofobia en Barcelona - Juan Bufill, El Noticiero Universal 20/12/83

Crítica de la presentación del disco colectivo "Barcelona Ciudad Abierta"

 

 

 

Barcelona, pese a contar con un importante y variado contingente de aguafiestas, aún puede ser una ciudad abierta a nuevas iniciativas relacionadas con la creatividad y la diversión. Eso, al menos, es lo que pretenden contribuir a demostrar Patrick Boissel y las gentes de "Wilde Rekords" con su disco "Barcelona, ciudad abierta", donde doce grupos de música "pop" y otros tantos ilustradores de la ciudad -coordinados estos últimos por Carlos Pazos y Manuel Rubiales-, se han aliado para completar un buen conjunto vinilo/carpeta, al que se añade además un texto a cargo de Ramón de España. La fiesta de presentación se celebró hace unos días en la sala Metro, de Poble Nou, y resultó concurridísima pese a que la noche exterior ofrecía una humedad más que portuaria y al mismo tiempo "La Edad de Oro" televisiva se presentaba como una alternativa tentadora y confortable.

 

La actuación de tres de los grupos incluidos se había presentado como muestrarío representativo. Los primeros fueron Relaciones Paralelas, un grupo casi adolescente integrado por gitanos del Vallès, que al parecer no habían tenido tiempo de poner a punto su sonido. Mucho más estimulante resulto la actuación de Claustrofobia, un inclasificable trío que enlaza directamente ciertos sonidos de los sensenta -Música Dispersa, por ejemplo-, con otros ya característicos de los ochenta. Su actitud coincide, pues, con la del sello inglés "Cherry Red", y de hecho la voz y los guitarrazos de su líder -Pedro de Claustrofobia, habría que llamarle- recuerdan gratamente a los de un grupo de ese sello, Eyeless in Gaza.

 

El broche final correspondió a Melodrama. El grupo de los hermanos Olivé deleitó con su "pop" clásico y su nuevo repertorio de canciones inteligentemente idiotas. Hay que decir que la imagen del grupo es ahora decididamente variopinta, destacando especialmente el juego de pantalones y tirantes del bajista Tony, en el más puro estilo Charlie Rivel, y el impecable aspecto de inquieto encorbatado de Joan Navarro, infatigable personaje que -muy en el espíritu de esta iniciativa gráfico-musical- compagina cotidianamente las teclas musicales con las viñetas de "Cairo" y otros tebeos.

 

También nos hubiera gustado escuchar a otros grupos incluidos en el álbum, como Patrick y la Marca Amarilla -otra vez el comic-. o Cacao pal Mono, quienes podrian habernos alegrado con aquello de "Luis Carlos siempre nos decía la verdad", cosa que es mentira, puesto que el tal Luis Carlos es un personaje aficionado a las charlas fanfarronas, que verdaderamente vive y bebe en Barcelona... La fiesta se acabo en la madrugada, pero vendran otras próximamente. En la discoteca Esser, por ejemplo, y en la Galería Ciento, donde se expondran los originales que conforman la portada. Algunos de ellos, por cierto, confirman a Barcelona como una ciudad, sobre todo, humeda. Tal es el caso de Cifré -una marina nocturna con botellas-faro y pez contemplativo- o de Peret -un sencillo acto carnal. En cuanto a la música, sin ser una antología de lo mejor de Barcelona, es francamente disfrutable. Como reflexión final, subrayemos que uno de los mejores grupos de esta nueva o proyectada Barcelona abierta se llama, precisamente, Claustrofobia.

 

 

 


 

 

 

Esperanza blanca - M.O., El Correo Catalán, 10/01/85

Crítica del disco "Arrebato".

 

 

 

Hará poco más de un año les definía como "la gran esperanza blanca" de la nueva ola barcelonesa (o el neo rock catalán, como prefieran) y sigo sin apearme del calificativo. Pese a unas actuaciones desastrosamente planificadas, el trío que comanda Pedro Burruezo (actualmente postrado en el lecho del dolor a causa del bacilo de Koch) sigue ostentando unos niveles de creatividad poco frecuentes por estos pagos, como cualquier poseedor de un oido mínimamente educado pudo percibir en su última gala de Zeleste, pese a la pútrida sonorización. Tras un retraso considerable nos llega su esperado primer plástico, con temas compuestos en el 83 ("La Espía que me amó") y una producción que juega a dos barajas: en la cara A me los han envuelto en un maremágnum de ruidos que apagan la excelente voz del señor Burruezo y logran, ay, banalizar la propuesta en aras de una mal entendida comercialidad. Por suerte, la cara B está casi íntegramente grabada en directo, con lo que el grupo expande sin problemas todo su lirismo a través de ideas tan astutas como la de reciclar los insultos del auditorio a guisa de fondo sonoro, en la más pura línea de "My life in the bush of ghosts" de Eno-Byrne. "Rapsodia bajo el Volga", "París Nostalgic" y "Lágrimas por un bolero" son tres temas harto hermosos que parecen crecer al borde de un abismo y que, sorprendentemente, no deben nada a nadie en cuanto a influencias.  

 

 

 


 

 

Crítica del disco "Un Chien Andaluz" - L.C., El Correo de Andalucia, 26/01/90

 

 

 

La pasada temporada pudimos contemplar por Sevilla el directo de este dúo barcelonés, comprobando el giro -con vientos sureños- que ha tomado su música. Después de ocho años y cuatro elepés, Pedro Burruezo y María José Peña se vienen a decantar por  sonidos andalusíes, ya que (pienso) no viene al caso introducir el término "flamenco" en la posible descripción de los abiertos sonidos "claustrofóbicos" (:una contradicción más para sumar al desarrollo del pop aflamencado): los roces con la rumba catalana, algún deje latino y las constantes referencias a la música marroquí, unidas a su particular visión de la balada, no hacen que este "perro andaluz" quede como un disco pretencioso, en absoluto, sino que logra recrearse con personalidad en un sonido poco explorado con melodías sedosas e instrumentación precisa (aunque algo recargada de coros, si se nos permite la apreciación).

 

Un homenaje a los tremendos "Muluk el Hwa" y un par de músicos sevillanos invitados, el Tacita y Juanjo Pizarro. Muy recomendable -por lo menos su escucha, para que saques tu opinión-. Debería haber algún grupo como Claustrofobia por este sur.

 

 

 

 


 

 

Crítica del disco "Encadenados" - Román F.Añanos, ?/?/92

 

 

 

Entre los grupos supervivientes de la llamada "Edad de Oror del Pop Español" que pueden presumir de una trayectoria ejemplar (aunque un tanto sorprendente) se encuentra, sin duda, Claustrofobia. Sin embargo, han pasado ya los tiempos en que se dejaba sentir la influencia de Golpes Bajos en su música, porque lo que entonces eran meros apuntes de música española (algunos giros aflamencados en la voz y las guitarras) se han convertido ahora en canciones completas que remiten con claridad a sonoridades y ritmos que evocan prácticamente a la radio de postguerra. Esto es, canciones pop anteriores a que el término existiera, suaves ritmos de baile y melodias agradables.

 

Si el riesgo en el que incurrían los discos anteriores de Claustrofobia era la pretenciosidad (que, en general, ha desaparecido, dando paso a letras sin apenas términos cultistas), ahora es la sensibleria lo que amenaza con asomar tras el sentimiento indudable que transmite la bonita voz de Pedro Burruezo; aunque en general, esto no llega a ocurrir. Los arreglos austeros, de guitarra "de palo" y poco más, dejan al descubierto las melodias: en esta situación, sólo una interpretación sentida puede sacar adelante temas del impacto emocional de "Canción de cuna" o "Anfitriona de silencios". En lo que uno quisiera ver como un testimonio de sus raíces, Claustrofobia incluyen en este disco su versión del excelente tema de La Mode "Cita en Hawai", en un arreglo acústico que abandona la estructura un tanto lineal del original para enfatizar el estribillo, en detrimento del clímax final que el Zurdo bordaba años ha. Un nuevo paso hacia la introspección de un grupo poco dispuesto  a hacer concesiones a la ligera.

 

 


 

 

 

Recuerdos y contrasentidos - Luís Hidalgo, El País 19/04/99

Crítica de la presentación del disco "Les Tresors"; Sala Apolo, Barcelona, 15 de Abril.

 

 

Fue un grupo de culto, una banda que mostró caminos que entonces, cuando era de culto, apenas se insinuaban en el panorama musical español. Estos músicos eran un poco raros, y siempre basculaban entre lo sublime y lo ridículo, incapaces de hallar un término medio. En consonancia con ello, en sus conciertos había dos tipos de público, el que los abucheaba y el que los admiraba capturado por el pasmo originado por los riesgos artísticos que el grupo asumía. Eso pasaba en la Barcelona de los ochenta, hace ya más de 10 años, toda una eternidad en el calendario de la música de consumo.

 

La otra noche aquellos recuerdos se hicieron presentes en la sala Apolo, lugar escogido por Claustrofobia para recuperar aquellas canciones que tanta emoción, del signo que fuera, provocaron tiempo atrás. Con un nuevo disco -titulado Les Tresors. 1982-1999- recien nacido que reúne sus canciones clásicas y la intención de volverlas a tocar junto a los músicos que las defendieron en directo tiempo atrás, Pedro Burrueza y María José Peña, la célula motriz de Claustrofobia, volvieron a ponerse en el punto de mira del público. Lo hicieron en compañia de músicos como Tony Baltar y Ragnampiza, viejos compañeros de correrías, así como con nuevos cómplices: Jovic Sagristà al piano, Zslot en las cuerdas, Jordi Satorra en las percusiones y Paula Veiga en las segundas voces.

 

Y al igual que años atrás, del escenario brotó una música que antaño adelantó lo que hoy es pauta. Se maridaron instrumentos acústicos y electrónica, música de aires flamencos y boleros heterodoxos, ragamuffin y tangos, charamgo, laúd y  bases programadas... en fin, un poco de aquí y un poco de allá.

 

Con canciones memorables de pop delicado como el norte y letras pasionales como el sur, Claustrofobia viró el sepia de la nostalgia al colorido de la actualidad... Y una vez más quedó claro que los recuerdos tienen sentido si no son actualizados. Lo contrario es un contrasentido.

 

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