Cierta
vez, alguien me preguntó qué encontraba más difícil en el trabajo de
escribir. No parpadeé al responder: "Los personajes y los diálogos".
Del diseño de personajes quizá hablemos en otro momento, pero hoy me
gustaría pediros unos minutos de vuestra atención para dedicarlos a lo difícil
que es construir un buen (o incluso un mal) diálogo.
A
menudo, y especialmente en los cuentos, donde no hay espacio para un
desarrollo en profundidad de la sicología de un personaje, la forma en que
éste habla puede bastar para definirlo. Un personaje que nos es presentado
hablando de determinada manera evocará en nuestra mente una concreta forma
de ser y, si el autor es lo suficientemente hábil, ni siquiera necesitará
describirlo física o mentalmente para que tengamos una imagen clara de cómo
es.
Claro
que ahí tropezamos con el meollo de la cuestión. Es frasecita sin
importancia de "si el autor es lo suficientemente hábil". De
hecho, es perfectamente posible que un cuento con una buena idea de partida,
bien desarrollada y que esté impecablemente escrito en sus partes
narrativas y descriptivas resulte luego un completo fiasco a causa de la
pobreza de sus diálogos. Ultimamente he tenido la oportunidad de leer
bastante material de autores noveles y precisamente uno de los lugares donde
estos parecen tener más dificultades es en ese tema. Cuentos que en general
no están mal escritos suelen tener unos diálogos que entorpecen el
desarrollo de la acción más que ayudarla a avanzar, que no resultan ni
fluidos ni naturales, dando al lector la impresión de que los personajes
hablan como si recitasen papeles aprendidos de memoria en una mala obra de
teatro.
¿Cómo
debería ser entonces un buen diálogo? En primer lugar y, posiblemente más
importante, debe sonar natural a nuestros oídos mentales de lector, que
parezca (aunque en el fondo no lo sea) un diálogo de verdad, de los que
puede oir por la calle o decir él mismo. Debe también aportar información,
no ser simplemente una pieza dialéctica vacía. Y, por último, y
peliagudo, está el tema de las acotaciones, de cómo introducirlos. Trataré
cada uno de estos temas por separado.
Rodolfo
Martínez
Rodolfo
Martínez es una de las jóvenes
realidades de la ciencia ficción española. Ha publicado novelas como La
sonrisa del gato (ganadora del Premio Ignotus 1996 a mejor novela de
ciencia ficción), Tierra de nadie: Jormungand y La sabiduría de
los muertos (Premio Dolores Medio) y la antología Las brujas y el
sobrino del cazador. También es conocido como autor de cuentos con los
que ha ganado en dos ocasiones el Premio Ignotus.
|