EL LIBRO DE LAS CARTAS es una obra del año 2005, que ha sido publicada en 2008 en Ediciones Vitruvio. En él se combina la correspondencia de dos amantes a lo largo de más de veinte años. Es un libro extraño en su forma (ya que no es lineal y en primer lugar aparece fechada la correspondencia de Ayala y posteriormente, sin fecha que la identifique, las cartas de Karen), y en la pretensión de narrar una historia. Influido, sin duda, por el sentido de la ternura cortaziano, la pretensión de situar al hombre como centro y, a la vez, reivindicar la poesía amorosa y el lenguaje directo y próximo a la sensibilidad "común" de los seres comunes.

El pintor Paco Ibáñez ha realizado la ilustración para este libro, algunas de cuyas imágenes pueden verse en esta y otras páginas del sitio. Todas las ilustraciones pueden visitarse en su propio enlace.

 

 

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El libro
de las cartas

 

 


 

 

I

 

CUADERNO

DE LAS CANCIONES

 

 

Eres lo que busco siempre que te alejas, 

dejándome vacío a tus espaldas. 

En esta vieja cama 

de habitación de hotel barato. 

Temblando, como un perro viejo... 

 

                                            MANOLO GARCÍA

 

 

 

 

No creo en más infierno que tu ausencia,
paraíso sin ti yo lo rechazo,

que ningún juez declare mi inocencia.

Porque en este proceso a largo plazo,
buscaré solamente la sentencia 

a cadena perpetua de tu abrazo.

 

                                            ANTONIO VEGA


I.-CANCIÓN PARA UN NAUFRAGIO

 

Febrero.

Por más señas

finales de febrero entre tus ojos.

El quicio de las puertas,

la luz,

siempre la luz,

esa luz que nos deja

a caballo de inviernos sin palacios

y reverberaciones del sol

                 (del duro sol de invierno

                 sobre tus manos frías.)

 

¿Qué me quieres, amor?

 

Hay un náufrago de labios y sostenes

                 y la boca de todas las fieras

                 viene a posarse

                 sobre su barba imaginaria.

 

¿A qué tanto dolor?

¿Se debe a que quizás nos escondamos

de los ojos terribles de la noche?

 

¿Te conté que hubo un náufrago

en el banco de un parque?

                  Yo lo vi.

                  Y tú también lo viste.

Es por eso.

Seguro que es por eso

que viniste a salvarlo.

 

 


V.-CANCIÓN DE LAS PALABRAS

Y DE LAS MENTIRAS

 

Escóndeme en las cuencas de tus ojos

o en la insolente gruta de tu boca.

Cobíjame si aún puedes, pero nunca

me indultes de tu verbo estremecido.

 

Dame la mano, finge que me adoras,

arráncame la piel, que se deshaga

en el hueco imposible de tu mano

como un fino papel entre las brasas.

 

Agárrate a mi pecho como a un mundo

de imposibles presencias presentidas,

o arrójame al vacío, pero nunca

me indultes de tu verbo estremecido.

 

Que tu mentira sea, en fin, un bálsamo,

una deuda de amor correspondida:

ahógame en tu sudor, en tu saliva,

que me sangren los labios de besarte,

 

de abrasarme en el fuego de tus muslos.

Miénteme, amor, y di que me deseas

fundido en ti, infinito, pero nunca

me indultes de tu verbo estremecido.    

 

 


 

II

 

CUADERNO

DE LAS CARTAS
DE AYALA

 

 

Si he de vivir sin ti,

que sea duro y cruento: 

la sopa fría, los zapatos rotos.

 

                        JULIO CORTÁZAR

 

 

Quien lee deja de vivir. Haced ahora
por hacerlo. Dejad de vivir, y leed.
¿Qué es la vida?


 

                             FERNANDO PESSOA


 

Carta 1, 1978

 

Yo no te pido
que me bajes una estrella azul.

 

PABLO MILANÉS

 

 

No pido mucho, sólo

un pedazo de suelo rodeado de aire,

zapatos de colores al lado de los míos,

el ruido de tus pasos por los parques,

la furtiva presencia que me encoge

el yo más mío cuando estás callada.

 

Si acaso (pero sólo si acaso,

no vayas a decirme que pido demasiado)

un rato de silencio entre cuatro paredes,

el metal de tu boca cuando me haces reproches,

el brillo de tus labios,

los huesos de tus manos,

tal vez ese sapito del que hablaba Cortázar,

tenerlo, así, dormido

dentro de mi deseo.

 

Y acariciarlo siempre

que me asalten las ganas,

pasándole mis manos por el hueco

redondo que divide

la cabeza  y la espalda.

 

Y que no se despierte

hasta que no me ames.

 

 


 

 

 

 

Carta 6, 1980

 

Fueron creadas por mí estas palabras
con sangre mía, con dolores míos,
fueron creadas!

 

PABLO NERUDA

 

 

Porque tu amor ha sido

un poco más que humo,

una pequeña nube

densa, sí,

pero pequeña e imposible,

tan lejana de mi,

de ti,

y de todo.

 

Tan sólo una nostalgia de palabras

que nunca te dijeron,

que no honraron más labios

que los míos.

 

Patria de las palabras,

fueron para tu boca

un tulipán de marzo

rodeado de nieves.

 

 

Carta 12, 1984

 

Pajarillo errante

que bebe el agua de los estanques
y de mi mano jamás comió.

 

JOAN MANUEL SERRAT

 

 

Pájaros en el parque.

Junto a tu banco, pájaros.

Si estuvieras aquí

                         (canto I wish you were here

                         y cada nota se queda alrededor de mi,

                         esperando que llegues

                         para rozar tu oído,

                         para dormirse dentro)

seguro que vendrían a tu lado

como aquél, ¿no recuerdas,

en la cafetería, tomando el desayuno,

se subía a la mesa,

se acercaba a tu lado

y se llenaba el pico

de pan con mantequilla?

 

Aquel pequeño pájaro

seguro que te tuvo

más cerca de sus plumas

que lo que yo te tengo

esta tarde de otoño que amenaza

imposibles distancias

y corazones rotos,

de mis pasos, de mi voz,

de mi deseo, de esa manera

áspera y angustiada que tengo de quererte,

de dejar que me quieras

a tu modo.

 


 

Carta 17, 1987

 

Cada noche me libras
de la corona turbia
que amenaza las horas de mi felicidad
y llegas en puntillas lentamente
y me arrancas los ojos de humanista
susceptibles al sueño
de modo que la muerte no puede seducirme.

 

HEBERTO PADILLA

 

 

No tardes tanto, amor.

El filo de tu nombre está clavado

en mis pupilas, en mis ojos rojos

de tanto insomnio ausente,

y en mi lo único que duerme

es la razón esquiva,

ese ruido de abejas que me zumban

detrás de la consciencia,

junto al árbol caído donde voy

amarrando uno a uno mis naufragios.

 

Qué absurdo, amor,

tardarás lo que quieras,

pondrás alguna excusa,

habrás de demorarte como en todo,

igual que te detienes al besarme

cuando estás a mi lado y nada importa

que tu lengua se funda con la mía

apenas el segundo que dura

lo que tarda una estrella

en nacer y enfriarse.


Carta 20, 1989

 

Quién

de tu vida borrará

mi recuerdo y te hará olvidar

este amor, hecho de sangre y dolor.

Pobre amor...

 

 

Recuerdo hace mil años

(¿cuántos, amor, acaso veinte?)

recuerdo que dijiste te imaginas

tener una varita

para parar el mundo,

para que todo el mundo se quedara parado

en el lugar que ocupa,

solamente tú y yo

en medio de la gente

sin que nadie nos viera,

vivir en unos grandes almacenes

sin esperar factura,

y poder desgastarles todos los colchones

de muelles que tuvieran?

Tampoco mucho tiempo,

digamos que una vida.

 

¿Lo recuerdas, amor?

Yo sí, y también recuerdo,

paseando por el parque

al mediodía;

te quedaste mirando los almendros

y como un navajazo

me soltaste ojalá

que tuviera dos vidas

para darte una entera.

 

La primera, supongo,

aunque tú me lo escondas,

me la ha robado alguien.

 


Carta 21, 1990

 

Qué curioso

el orden de las letras del teclado,

su vida propia, ellas

que parecen inertes.

 

Me decido a escribirte,

dispongo las dos manos paralelas

y sólo lanzo un dedo

sobre la misma tecla.

 

Será por un extraño sortilegio

pero se van cambiando de lugar

cada vez más deprisa,

como si ya tuvieran decidido

el lugar de salida,

el papel que le toca a cada una.

 

Son siempre las vocales

las más activas, siempre

reclaman más y más apariciones.

Las vocales y algunas consonantes

como la eme y la erre.

 

Por eso amor te escribo tantas veces,

no es culpa mía,

será del alfabeto y del talante

juguetón y anarquista

de mi vieja Olivetti.


 

Carta 26, 1995

 

Indúltame, mi amor, tu dulce boca,

el temblor encendido de tus besos,

la seda de tu cuello y esa loca

manera de abrazarme hasta los huesos.

 

Dame tu verbo libre, la bendita

manera de callarte que me quieres

y ese rubor de gata que te habita,

pero déjame libre de tu cuerpo.

 


 

 

III

 

EL CUADERNO

DE LAS RESPUESTAS DE KAREN

 

 

Yo no sé lo que busco eternamente
en la tierra, en el aire y en el cielo;
yo no sé lo que busco; pero es algo
que perdí no sé cuándo y que no encuentro,
aun cuando sueñe que invisible habita
en todo cuanto toco y cuanto veo.

 

ROSALÍA DE CASTRO

 


 

 

Te daré mis palabras sólo para tu oído

y mis dedos de arcilla

recorrerán tu espalda.

 

No más habrá de ser, amor, que no es posible,

pues presiento el dolor, y está muy cerca;

las flores se marchitan, se ajan en cada página

del libro que escribimos anoche sin quererlo.

 

···························

  

 

 

Tampoco yo te engaño.

Tu piel, como un espejo,

me acoge y me desgrana,

me aventa por los aires,

me roza y me desgarra.

 

···························

 

  

 

 

Andarán los gorriones sometidos

a los vaivenes de las estaciones

igual que anda mi oído a tus canciones

abandonado, tibio, entretejido.

 

No han de buscar mis manos otro nido

que el que en mi vientre encuentran las pasiones.

Mis dedos hallarán, en mis rincones,

lo que hay después de ti cuando te has ido.

 

El hueco del sofá donde prendido

quedó mi olor a mar… Habitaciones

tan distantes de ti, de tu perdido

 

aliento, semen, piel, tacto… Oraciones

–como en invierno el pájaro aterido–

elevo ante mi falta de razones.

 

···························

  

  

 

 

 

 

 

                                                          

        

                                                          

   

                                                          

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