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El síndrome postraumático

Lunes 30 de julio de 2001 – La Nación

 La crisis de seguridad: los trastornos psicológicos que deja un robo

El 40% de las víctimas no se recupera

 Se lo llama síndrome postraumático y en el hospital Alvear se atienden 30 casos nuevos cada mes; cifras en aumento. 

Eran personas normales, pero un robo violento les cambió la vida.
Sufren de insomnio y se vuelven apáticos a irascibles.
En casi la mitad de los casos se tornan crónicos.

 Por Evangelina Himitian

De la Redacción de LA NACION

El asalto fue violento. Duró sólo unos minutos. Acabó, pero algo cambió para la víctima: constantemente revive el hecho, tiene pesadillas, no puede volver al lugar. Tiene insomnio. Sus familiares reconocen que el protagonista de la historia se volvió apático, irascible. Los psicólogos explicarán que la persona no se reconoce a sí misma y por más que quiera no puede volver a ser el que era.

 Historias similares

Aunque no lo sepan, ellos no están solos. Hay cientos de historias similares en la gran ciudad. Tantas, que hasta la Policía Federal tiene un centro de ayuda a la víctima. Tantos, que en el Hospital de Urgencias Psiquiátricas Torcuato de Alvear se suceden los encuentros de grupos de autoayuda.

Las secuelas que puede dejar un hecho violento no son menores y el 40% de las víctimas jamás podrá superarlas. La psicología lo denomina síndrome de stress postraumático y aparece unas semanas más tarde de haber sido involuntarios protagonistas de un robo o un asalto.

Es que, aunque lo intenten, ya no pueden comportarse como personas normales. Pueden realizar todo tipo de rituales antes de ingresar en sus domicilios. Y si ven una persona desconocida o sospechosa cerca de la puerta, pueden pasar horas dando vueltas.

“Algunas personas se sienten desbordadas, angustiadas, tienen miedo a todo, hasta la decisión más cotidiana se vuelve un conflicto”, explicó el subcomisario Sebastián Seggio, que coordina el programa de asistencia psicológica de la Policía Federal.

Otros de los efectos son la aparición de alergias, anorexia, abulia, irritabilidad. También, el recuerdo constante de los hechos como si fueran una película y no como una vivencia. Como si la acción transcurriera ajena a la víctima.

“Son respuestas del aparato psiquico que trata de entender y adueñarse de eso que se adueñó de uno. El estado de vulnerabilidad en el que queda la persona es extremo. Es como un chico y los miedos le parecen gigantes”, aseguró Rodolfo Espinosa, miembro titular de la Sociedad Psicológica de Buenos Aires.

Según precisó Daniel Mosca, coordinador del área de Stress Postraumático del Hospital de Emergencias psiquiátricas Torcuato de Alvear, cada mes el servicio recibe unos 30 casos nuevos y más de la mitad están vinculados con el problema de la inseguridad. La cifra creció en los últimos cuatro años.

 Tratamientos grupales

En el hospital Alvear, Warnes 630, de lunes a viernes, de 12 a 17, la Secretaría de Salud porteña ofrece tratamientos individuales o grupales a víctimas de un atraco. Se los puede consultar al 4521-0273.

Mosca también coordina el equipo de Factores Humanos del Servicio de atención Médica de Emergencia SAME), que brinda asistencia a víctimas. “En la mayoría de los casos, el shock es inicial. Se los asiste para que puedan superarlo”, explicó.

Según precisó, cerca del 40% de los casos de stress postraumático se vuelve crónico e invalidante y requiere tratamiento psicológico.

La Policía Federal tiene su propio programa de asistencia psicológica. En el Comando Radioeléctrico, cuyo número es 101, un equipo de profesionales asiste a la víctima . “Nuestro trabajo es de contención, para que la persona pueda hablar de lo que le pasó y supere la conmoción inicial. La primera reacción, en general, es no poder creer lo que sucedió” explicó Susana Bossia, del gabinete psicológico del 101.

Seis casos pór día

En las comisarías de la Capital hay equipos psicológicos. María Luján Echeverría, que coordina el gabinete de la circunscripción sexta, aseguró que, por día, cada una de las ocho circunscripciones atiende seis casos, en promedio. “La sensación de extrema vulnerabilidad, de sentir que otro se apoderaba de su voluntad es muy grande y es importante que la persona pueda verbalizar lo que le ocurrió y resignificarlo positivamente para que no haya un trauma”, dijo.

"La sensación de inseguridad no es sólo lo que se llevan en términos monetarios -aseguró Espinosa-. Es la sensación de que la vida no vale nada, de que lo matan por una moneda. Antes, entre el delincuente y el asaltado existían ciertos códigos... la bolsa o la vida. Ahora, la víctima sabe que quizá le da todo y no es garantía de nada. Como si ahora fuera la bolsa y la vida.”

A todos ellos, la inseguridad les impuso un nuevo ritmo de vida.

LA NACION los entrevistó, pero ninguno quiso ser fotografiado

 


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