JUNIO, 2007. A Paris Hilton, la heredera que permanecerá tres semanas en una celda de California, la podemos equiparar, en odio, al que se le tiene a las canciones de Heavy Metal y a George W. Bush. A las primeras porque, al igual que la socialité más célebre de esta década, se dedicaron a grabar música estruendosa carente de sustancia y con letras que nada tenían que ver con las posturas políticas de los críticos. Y al segundo porque nadie lo baja de estúpido, alguien que sólo necesitó nacer en una  familia acomodada para llegar a donde se encuentra hoy.

Pero detrás de esa aparente estupidez valdría acotar algunas cosillas: pese a su agresividad, las muertes por suicidios, sobredosis y escopetazos dentro del Heavy Metal han sido mucho menos que las habidas en otros géneros, como el grunge. En menos de una década fallecieron mínimo 15 de sus exponentes más importantes, desde Kurt Cobain a Shannon Hoon mientras que un estúpido como George W. Bush logró la reelección, algo que ni el supuestamente más listo Jimmy Carter --ganador del Premio Nóbel, además-- pudo soñar cuando terminaba su gestión.

(Esto no incluye, claro, que un "embrutecido" Ozzy Osbourne se embolsara millones de dólares con un reality show, muchos de ellos provenientes de quienes se burlaban de él cuando aún militaba en Black Sabbath).

Como que, si tratamos de ser parejos, los estúpidos proliferan en otro lado. Algo similar podríamos sacar de quien heredará la cadena de hoteles Hilton, cuyos activos ascienden a 6 mil millones de dólares, cantidad superior al PIB de un país como El Salvador.

Paris Hilton es odiada por millones de personas, sin duda. Nos produce una mezcla de deleite, envidia y repugnancia ver cómo una chica que nació en el lujo y que jamás ha tenido que trabajar dilapide en un día una parte de su fortuna que para ella es infinitesimal pero que para la mayoría de nosotros vendría a ser el salario de un año, y que ese dinero lo tire en cosas superfluas como fiestas, autos deportivos, yates y demás bobadas.

Nos sulfura que, en menos de un lustro, la chica cuya ignorancia es explícita, no pueda localizar en un mapa la ciudad europea a la que debe su nombre. Nos repatea, asimismo, su vida hueca --como una canción de Heavy Metal, ya lo decíamos--, sus banalidades y su tosudez en hacer válido el concepto aquél de "rubia tonta".

Nos choca París Hilton porque, a diferencia de nosotros, carece de preocupaciones económicas sin haber hecho esfuerzo alguno.

¿Pero a cuánto llega la supuesta estupidez de Paris Hilton? ¿Será capaz de soportar el estar al frente de una cadena que apenas y sufrió abolladuras durante la Gran Depresión de 1929?

Si hay algo impredecible en el mundo de los negocios son los herederos. Henry Ford II llevó a la empresa a un callejón tras varios años de asombrosos índices de productividad en los años de su padre. Al asumir el poder en Telesistema Mexicano, Emilio Azcárraga Milmo era considerado un "junior tonto" pero terminó convirtiendo a Televisa en un monstruo de la comunicación, cuadruplicando sus activos en menos de una década. Asimismo, hay otros, como la familia del coronel Sanders, que optó por vender Kentucky Fried Chicken al ver que las ventas se iban a pique, esto apenas un lustro después de muerto su fundador.

Uno de los herederos Hilton, el que se casó con Elizabeth Taylor, la que luego lo acusaría de alcohólico y golpeador, nunca llegó a estar totalmente al frente del emporio; de hecho, los temores que existían entonces son similares a los actuales en torno a Paris. Pero si hacemos un recuento somero nos toparemos que las mujeres, como administradoras, lo han hecho bastante bien pese a sus previas vidas desordenadas. Fue el caso de Cocó Chanel y de Esthee Lauder. Paris no es la primera, ni es la última, que deberá enfrentar semejante responsabilidad.

Ya podemos ver un atisbo de ello. Estúpida y todo lo que se quiera, la Hilton se ha embolsado más de cinco millones de dólares anuales producto de su línea de ropa, su perfume, su reality show y todos los productos imaginables. Millones la odian y millones le aumentan su cuenta bancaria porque quieren ser como ella.

Con tales antecedentes, de esta etapa en prisión (donde la imaginamos aislada del resto, con cobijas afelpadas y demás comodidades) saldrán dos cosas en la vida de Paris Hilton. Una, un libro de su "experiencia" que no tardará en convertirse en best-seller. Otra, el espaldarazo que necesitaba para madurar y prepararse para el puesto que alguna vez habrá de ocupar donde habrá de tomar, aun contra su voluntad, algunas clasecitas de geografía.