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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Internacional

Si Evo Morales habla en serio, pobre Bolivia

El "imperialismo yanqui" será el menos afectado en caso que Evo Morales ponga en marcha su programa de "reivindicación indígena". Los perjudicados serán, primero, las empresas europeas y, luego, el pueblo boliviano

DICIEMBRE, 2005. El lunes 19 de diciembre, horas después que Evo Morales ganara la presidencia de Bolivia, el locutor de una cadena radiofónica española se hizo pasar por el primer ministro José Rodríguez Zapatero y lo felicitó por su triunfo y además prometió "trabajar juntos con el hermano Fidel y el hermano Chávez". Morales cayó en la broma, algo que estuvo cerca de convertirse en conflicto diplomático.

Aunque se trataba de un chascarrillo, esto puede marcar un indicio de que las relaciones hispano-bolivianas podrían tener conflictos mucho más serios en caso que Morales lleve a cabo lo que había prometido como candidato y luego refrendó ya como virtual triunfador, esto es, la "nacionalización" de la industria energética pues, alega Morales, los contratos "se efectuaron ilegalmente". Pese a que el ex líder cocalero aseguró que "no sería una expropiación total", es predecible que buscará cualquier pretexto, por nimio que sea, para llevarla a cabo.

Más increíble aún es que gente cercana a Morales afirme que el nuevo presidente planea una expropiación similar a la que realizó Lázaro Cárdenas en 1938 y que dio nacimiento a Pemex. Si cualquier boliviano bienpensante repasara la historia de esta pareaestatal tendría razones de sobra para asustarse pues Pemex, lejos de ser del pueblo, está en poder de un sindicato corrupto y es manejada únicamente para acarrearles beneficios personales y políticos.

La Central General de Trabajadores de Bolivia también premetió que "presionaría" a Morales y le daría un plazo de 90 días "para que cumpla su palabra y "no nos salga como Lula", esto en referencia al mandatario brasileño, quien se ha manejado con más sensatez que su vecino Hugo Chávez desde que asumió el poder. 

El discurso antiimperialista ha menudeado tanto en los discursos de Morales como de los líderes sindicales y burócratas de Bolivia. Sin embargo, y en caso de llevarse a cabo la expropiación de la industria energética --que apenas en 1997 fue abierta al sector privado-- las empresas más perjudicadas no serían las norteamericanas sino las españolas, francesas e inglesas. Eso sin duda podría crear conflictos diplomáticos con estos tres países, máxime que los líderes sindicales exigen que se ejecute la expropiación "sin indemnización", lo cual, claro, viene a ser una aberración en derecho internacional.

Más triste aún es que la victoria de Morales ocurre cuando Bolivia va encaminada hacia la recuperación económica. Se espera que cierre en el año con un crecimiento del 3 por ciento, la inflación llegará a un 9 por ciento --esto en un país que por años soportó inflaciones de hasta el 500 mil por ciento anual es heroico--, lo cual ayudó a que el país soportar los recientes remesones políticos que llevaron a la renuncia de un presidente en funciones. 

Pero si la situación económica no es tan mala en Bolivia como se pudiera pensar ¿Cómo es que Morales ganó la presidencia en términos que podríamos llamar abrumadores?

El populismo equivale a que un paciente en recuperación abandone la medicina tradicional, lenta pero efectiva, y la cambie por remedios de efecto rápido que brindan bienestar momentáneo y a los que siguen periodos de resaca. El pueblo boliviano, desesperado por la lentitud de la recuperación económica, ha optado por un remedio que ofrece resultados inmediatos aunque sus repercusiones ulteriores traigan más pobreza y caída en el poder adquisitivo.

                                       Idilio improductivo

Mientras India, Irlanda y China (tres países que, de continuar su esquema económico serán protagonistas dentro de 20 años) planean su futuro con base en inversiones tanto en electrónica como en informática, Bolivia y buena parte de América latina se obstinan en querer regresar al pasado, ya sea Chávez con Bolívar, López Obrador con el santoclosismo echeverrista y Castro con, bueno, con él mismo. Si no fuera porque se trata de alguien que acaba de ganar una presidencia, la amenaza de Morales de "terminar con los últimos vestigios del virreinato" en Bolivia provocarían hilaridad.

Desde hace rato se sabe que el discurso indigenista viene a ser un instrumento político que de poco sirve a los mismosaludidos. Y más improductivo será si Morales lo enarbola como parte de su plataforma. Hay ejemplos de sobra de ello.

Como acotación final, pero bastante significativa, es que el nuevo presidente boliviano planea "enfrentar" a Chile en torno al diferendo territorial que ambos países sostienen desde 1856, cuando Bolivia se quedó sin salida al mar. La confrontación con el que aparementemente es el único país del área con una visión de socialismo contemporáneo, alejado de la paranoia e inmadurez de nuestra izquierda criolla --a la cual, lamentablemente, Evo Morales ya ha dado ejemplos de ser miembro distinguido-- representa una mala noticia para las perspectivas a futuro del continente.

El camino que Morales quiere tomar para Bolivia ya fue recorrido en el pasado, y los resultados fueron abominablemente desastrosos. Hoy, como entonces, tampoco existen elementos que nos hagan creer que las cosas serán distintas esta vez.

 

 

 


 

 

 

 

 

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