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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Internacional

Arde La France

 

El multiculturalismo europeo acaba de tener su primera gran fisura con los disturbios en París. La incógnita que sigue: ¿persistirán sus gobiernos en esta errada postura o, finalmente, optarán por asimilarlos y así evitar un conflicto racial mayor?

NOVIEMBRE, 2005. Hace poco más de mes y medio la prensa europea, en especial la francesa, se regocijaba por los desórdenes ocurridos a los pocos días que el huracán Katrina dejó a Nueva Orleáns en situación caótica yenfatizaban la "opresión y el racismo" del gobierno norteamericano hacia las minorías de color e incluso sugirieron que desde "altas esferas del gobierno" se habían dinamitado los diques para que la ciudad quedara inundada.

Pero ahora ha tocado el turno a Francia, y parte de Alemania, de enfrentar una situación similar, no producto de un huracán sino de la denunciada "brutalidad policiaca", esa misma que, como mantra, los medios europeos achacan a Estados Unidos. Nada parecía presagiar los disturbios en Francia; supuestamente estaba "exenta" de cualquier acto terrorista o protestas de la comunidad musulmana cuando el presidente Chirac negó todo apoyo a la invasión norteamericana a Irak, y si bien los desmanes provienen de otra fuente, no deja de ser irónico cómo se han desarrollado las cosas en un país que, hasta hace poco, parecía ser donde la comunidad musulmana había encontrado mejor acogida entre la Comunidad Europea.

Aquí cabe recordar un antecedente que, lamentablemente, se desoyó rápidamente: hace algunos meses el gobierno francés aplicó al ley al no permitir que las mujeres musulmanas llevaran chador, esa tela que les cubre el rostro. Para varios clérigos musulmanes ello representaba una afrenta aunque, entonces, el gobierno francés argumentó que en un país con un gobierno laico no se podía dar preferencia a ninguna costumbre religiosa. Ese fue el primer aviso de lo que estalló recientemente.

Como se sabe, los disturbios iniciaron cuando dos jóvenes huían de la policía parisina y se electrocutaron al esconder en una central de abastecimiento. Los muchachos pertenecían a la comunidad musulmana que en Francia alcanza ya un 6 por ciento de la población total. Este hecho terminó por reventar la tensión que se había acumulado por años de modo que pronto se llegó a la violencia; decenas de autos fueron incendiados, varios centros comerciales saqueados y medio centenar de heridos. A diferencia de 

Nueva Orleáns, donde los desmanes duraron tres días, los de Francia se prolongaron por 17 días e incluso se propagaron a Berlín y colonia, aunque en menor escala.

Previsiblemente, la prensa francesa ha medido con distinta vara lo ocurrido en Francia a como lo hizo con Katrina. Nadie ha sugerido que los desmanes sean producto de una política equivocada tanto en lo social como en lo económico ni se ha criticado el sistema de pensiones, carga que, de no atenderse,colapsará a la economía francesa el siguiente decenio, ni tampoco se ha atacado con tanta fierza al presidente Chirac como ocurrió con Bush.

Pero en conclusión, ¿qué había pasado con ese país que por años se había autoproclamado como campeón de la tolerancia en Europa?

Una razón importante: la asombrosa incapacidad 

del gobierno francés para promover nuevos 

empleos; con la ley 

laboral actual, es difícil contratar a alguien 

y doblemente difícil despedirlo.

Una razón importante radica en el multiculturalismo, parte de la plataforma del gobierno francés y que estipula el "amplio respeto" a las creencias, forma de vida y costumbres de los emigrantes. El multiculturalismo tomó carta oficial durante los setenta y desde entonces se ha propagado por el resto de Europa y aun Latinoamérica, como en Chiapas, donde muchos activistas han sugerido que los indígenas mantengan sus "usos y costumbres" como parte del multiculturalismo.

El proceso de multiculturalización ha traído una separación entre los franceses de origen y los hijos de inmigrantes, en especial de los países musulmanes. Al permitir que mantengan sus "usos y costumbres" se les ha marginado de la sociedad en vez de asimilarlos para que se integren a la actividad productiva. Muchos de estos jóvenes nacieron en Francia y hablan francés pero no se sienten orgullosos ni identificados con su país. Hay quienes sí lo han conseguido, como el futbolista Sinedine Zidane, pero dentro de la "tolerante y multiculturalista" sociedad francesa son casi excepcionales.

                                ¿El efecto Oriana?

Luego de los disturbios, por fin, ya ha habido analistas galos quienes sugieren la conveniencia de mantener el multiculturalismo o de iniciar un proceso de integración. Es difícil que triunfe esta última iniciativa, máxime si Francia fue uno de los países donde hubo más oposición a la integración política con el resto de Europa y, recordémoslo, votó mayoritariamente en contra de la nueva Constitución de la Unión Europea el pasado mayo con lo cual dejó en la lona todo avance en torno a una integración más formal.

Pero se debe hacer algo y nadie parece dispuesto a hacer nada, como afirmó hace poco la periodista italiana Oriana Fallaci, quien al igual que el catedrático estadounidense Samuel Huntington, han señalado un futuro e inminente choque entre la civilización occidental y el mundo islámico. ¿Acaso la furia que incendió París recientemente son los primeros indicios?

No parece ser el caso, por el momento. Según dijo a la prensa un rijoso identificado como Mohamed, los disturbios se originaron "porque la policía nos trata como ganado y con racismo", situación que orillaría a pensar que, lo que desea la comunidad musulmana es integrarse, y no alienarse, del resto de la población.

La medida inmediata que debe poner en marcha el gobierno francés es una política de estímulo al empleo privado. Suena sencillo aunque debe recordarse que este país por décadas ha estimulado políticas socialistas que han vuelto a la creación de empleo en una marañaa la que sólo los más osados se atreven a cruzar. En una población que en el 2020 dependerá mayoritariamente del fondo de desempleo y donde existen tantas restricciones al sector productivo, el mantener esquemas que desestimulan la creación de empleo debido a componendas políticas pone en riesgo el futuro de una nación.

Pero para esto Francia debe reducir los ominosos efectos de la llamada multiculturalización, profundamente hermanada con el Estado benefactor. Es parte de la paradoja: que un país que tan celosamente defiende su legado histórico y cultural esté en riesgo de perderlo por una miope política económica.