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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Internacional

El invierno de Castro

La escena es ya ineludible: Cuba está a muy poco tiempo de ver el final de Fidel Castro. El desenlace inmediato aún es incógnita: ¿se mantendrá la dinastía totalitaria como ocurrió en Corea del Sur, o llegará la transición democrática?

NOVIEMBRE, 2005. Como sucede con el PRI mexicano, cuando se quiere defender a Fidel Castro resulta inevitable caer en escandalosas incongruencias: los apologistas de ese régimen que exigen desaparezca el "bloqueo" norteamericano para que Cuba pueda comerciar libremente, al día siguiente asisten a una manifestación en contra del libre comercio, denuncian la "flagrante violación a los derechos humanos" hacia los talibán en Guantánamo pero fingieron locura cuando la dictadura castrista mandó encerrar a los principales promotores del Proyecto Varela.

Asimismo, quienes se quejan que los países capitalistas "coartan" los derechos de las minorías, guardan silencio cuando vemos que desde que  tomó el poder, el gabinete de Fidel Castro se compone casi en exclusiva por blancos de origen criollo, y que ningún funcionario de color ha destacado gran cosa. Y quizá la incongruencia mayor: que quienes exigen democracia y pluralismo en sus países en lo absoluto objetan que en Cuba no existan los partidos de oposición y que en las "elecciones" todos los "candidatos" pertenezcan al Partido Comunista.

Hugo Chávez, el little brother de Castro, ha reiterado que la "democracia cubana no es como la conciben los imperialistas", situación que ciertamente no le incomodó cuando ganó las elecciones a la usanza occidental en Venezuela. Con igual desfachatez ha dicho que el régimen cubano no tiene porqué abrirse a corrientes distintas de opinión ni de artistas que no simpaticen con la revolución". Durante la dictadura pinochetista, cantantes de posturas abiertamente contrarias, como Sting, Joan Baez y Joan Manuel Serrat visitaron Chile. Sin embargo mientras Castro viva difícilmente veremos actuar en La Habana a Gloria Stefan.

El porqué de semejante cinismo se lo debemos al régimen estalinista, del cual Fidel tomó varios de sus ladrillos para usarlos en beneficio propio. En tiempos del dictador de Georgia, cada vez que surgía una acusación hacia Stalin (las hambrunas, la reforma agraria que produjo una miseria aterradora, las "purgas") la maquinaria propagandística cuestionaba la reputación del acusador y con es alharaca ahogaba todo argumento. Así, cuando comenzó a circular información en torno al asesinato de miles de ciudadanos de las repúblicas centrales que se rehúsaron a ser reubicados, el régimen denunció todo aquello como "una campaña de desprestigio" azuzada por "elementos de derecha".

Así, y pese a compartir todos los elementos que conforman una dictadura 
(ausencia de partidos políticos opositores, cárcel a los disidentes, prensa maniatada, colectivismo, etc.) orondamente las agencias informativas llaman "presidente" a Castro, o más pomposamente aún, "comandante". Por lo visto, si se es de izquierda, no hay incoveniente en ser militar y tener tintes totalitarios. Pero si no se es, como --dictador, sin duda alguna-- Augusto Pinochet, es lo más ominoso que pueda concebirse en la política latinoamericana.

Sin embargo nos encontramos en la recta final en relación a todos estos argumentos pues de un momento a otro la noticia sobre la muerte de Fidel Castro recorrerá el mundo. No son meros deseos ni afanes nostradámicos: El dictador isleño ya tiene 75 años y su salud es cada vez más un secreto de Estado, situación que de ninguna manera avizora albricias para el régimen. Y a diferencia de otros autócratas, como Francisco Franco, quien fue soltando la rienda conforme se deterioraba su estado físico, Castro las ha apretado aún más, como si su intención fuera dejar bien marcada supresencia en la historia cuando él ya no esté aquí.

Los dictadores ostentan esa pésima costumbre de alcanzar edades longevas aunque Castro ya se está aproximando al límite. En este momento al mundo ya no deben interesar tanto las críticas contra el "bloqueo"; lo que hay que ver es cuál será el destino de Cuba, el cual comenzará a dar sus primeros pataleos aun antes que sea inhumado el cuerpo del dictador. ¿Llegara por fin la transición democrática, serán liberados los presos políticos, se reinstalarán los postulados del Proyecto Varela? ¿O por el contrario sucederá lo que en Corea del Norte donde la muerte de un autócrata trajo consigo la sucesión directa a su hijo sin que nunca se atisbara el fin de la tiranía?

                          La excepción del continente


El actor y comediante Larry Miller señala que la culpa de que Castro se 
haya convertido en dictador de Cuba no se debe a Washington sino a las Ligas Mayores de beisbol que lo rechazaron cuando deseaba convertirse en jugador profesional; "la mayor jaqueca hoy lo tendrían quienes enviaran su cheque de retiro a Cuba pues ya les habría costado hoy miles de dólares", dijo Miller.

Castro difiere de otros autócratas en la forma en que seduce a sus invitados yanquis. El cineasta Oliver Stone afirmó que Castro poseía una "personalidad encantadora" tras su visita a la isla y filmar Comandante, un documental increíblemente servil cuya supuesta "postura crítica" era muy semejante a aquellas entrevistas que se le hacían el Señor Presidente durante los años del priísmo. Por supuesto que cuando Comandante estaba a punto de ser proyectada por el canal HBO, el "encantador" Castro mandó encarcelar a los activistas del Proyecto Varela poco después que, arteramente, el régimen les ofreció expresar sus puntos de vista. Por supuesto que a Stone no se le ha ocurrido filmar una película que denuncie este atropello.

Igual ha ocurrido con otras personalidades, como el actor Danny Glover (Arma Letal), el cantante Harry Belafonte, la canadiense Alanis Morrissette, Jack Nicholson y el expresidente Jimmy Carter, esto sin incluir a la élite intectual y artística de América Latina que ha manifestado sus simpatías con el castrismo y que, contradictoriamente, ha exigido más espacios democráticos en sus países de origen.

Pero cuando ya no esté aquí el "encantador" Fidel Castro la historia deberá tomar un rumbo que en este momento se encuentra en disyuntiva. Aunque desde hace rato Washington he dejado en claro que dejará que la dictadura castrista "se consuma por sí misma", todavía son frecuentes esos "ejercicios de adiestramiento" a los cuales todos deben someterse con el pretexto de una invasión yanqui que ya lleva más de 40 años de demora (y que es, claro, el mismo petate con que Chávez azuza a los suyos).

Una razón por la cual se mantiene la incertidumbre es si realmente Estados Unidos está a favor de una reforma democrática que, han repetido incesantemente los principales miembros y firmantes del Proyecto Varela, bajo ninguna circunstancia debe implicar la presencia en Cuba de tropas de otros países. Entre otras razones se alega que ni siquiera los republicanos (incluso varios legisladores la firmaron) han mostrado mayor oposición a un acuerdo con la isla donde los refugiados encontrados en alta mar serán regresados a las autoridades cubanos y sólo se les dará asilo si tocan tierra firme, con ayuda únicamente de sus propias uñas. "¿Cómo es posible que un país que dice desear nuestra libertad llega a ser cómplice de nuestro gobierno?", se preguntan algunos líderes opositores.

Por supuesto que otro caso que dudan de un futuro post Castro distinto 
se debe a lo ocurrido con Elián González, un niño que fue regresado a Cuba y que hoy es un títere del castrismo. "Se entregó un niño de acuerdo a las leyes norteramericanas, pero se le entregó a un gobierno para el cual las leyes no tienen valor alguno y son violadas sistemáticamente", apuntaba el Wall Street Journal, "¿qué habría pasado si una situación similar se hubiera dado con Somoza, Pinochet y las demás dictaduras sudamericanas de los setenta? ¿Se habría aplaudido la medida, como se hizo con Elián?

Por supuesto que la doble moral que se aplica en torno al castrismo hace dudar a la población sí será posible una transición democrática. Dentro de la isla se sabe bien, como apuntaba la revista mexicana Letras Libres, que lo que se considera ominoso para un un país si ocurre en Cuba es visto con beneplácito o, lo menos, un silencio cómplice.

En México, por ejemplo, el PRD lanzó gritos de indignación durante muchos años debido a la práctica del "dedazo" priísta y también denunció que el presidente insinuara un "foxiato" con la postulación de su esposa a la presidencia pero sus dirigentes han mantenido la boca cerrada en lo que abiertamente se sabe en Cuba, que Raúl Castro asumirá el poder una vez que muera su hermano. Tampoco los periodistas que se quejan del "acoso" y "represión" hacia sus medios y que cada día enarbolan la libertad de expresión muestran preocupación porque los periódicos cubanos estén sujetos a la censura oficial y que no exista un solo columnista discrepante en ellos.

"¿Cómo es posible que un país que dice desear nuestra libertad llega a ser cómplice de nuestro gobierno?", se preguntan algunos líderes opositores.

Los ejemplos son infinitos, y no sólo del exterior a Cuba sino de Cuba al exterior: la prensa cubana con frecuencia publica reportajes que hablan sobre los "escandalosos" índices de prostitución en México y Colombia sin inmutarse que las "jineteras" en La Habana han aumentado, proporcionalmente, más del triple que en cualquier otro país latinoamericano o que vocifere contra "la flagrante violación de los derechos humanos en Guantánamo" sin acordarse de las prisiones cubanas, "auténticos gúlags tropicales llenos de insectos, ratas y podredumbre", en palabras de Armando Valladares, "que ni siquiera deseo a quienes me mantuvieron encerrado ahí por años".

Durante el estalinismo se creía que, al morir el líder, Estados Unidos se movería para provocar una apertura democrática en la URSS, y no lo hizo: la dictadura de Moscú y sus satélites se prolongó hasta 1989 sin que, con excepción de los ocho años de Ronald Reagan, Washington moviera un dedo; sólo la fuerza moral y religiosa del Papa Juan Pablo II y la organización lenta pero sistemática de sus habitantes terminó por derrocar a esos gobiernos comunistas. Dicho de otro modo: si los cubanos anhelan la libertad post Castro, lograrán conseguirla mediante ellos mismos; si se atienen a Estados Unidos podría pasarles lo mismo que en Corea del Norte donde se pensaba lo mismo cuando Kim Il Sung agonizaba yen su sitio quedó su hijo, un playboy inepto y insensible.

Como sea, las cartas empiezan a ser colocadas sobre una mesa donde Castro ya no exista físicamente. Del pueblo cubano depende si aparece un as que consiga sus propósitos de libertad.

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