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Más bloqueos para un país asfixiado 

Cada día se cuestiona más si la estrategia que el Ejecutivo planeó contra el crimen organizado fue prevista en todas sus consecuencias. También nos hace preguntar si antes no debieron haberse emprendido otras luchas, por ejemplo, contra el bloqueo sindical educativo

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ABRIL, 2010. ¿Qué fue lo que movió al presidente Calderón a declarar la guerra al crimen organizado? Se manejan varias versiones, algunas ciertamente rayanas en el rumor. ¿Es cierto que se trató de una condición del Departamento de Estado norteamericano para que Washington lo considerara el ganador de los disputados comicios del 2006? ¿Fue una decisión personal del mandatario que buscaba así fortalecer una presidencia que en términos de apoyo popular nació bastante débil?¿ O fue parte de un show mediático similar al que Salinas hizo al detener a la Quina o Zedillo al mandar detener a Raúl Salinas?

Dentro de la política mexicana, el presidente entrante necesita aplicar un golpe que resuene entre la población como manera de dar a entender que el cambio viene en serio y que en adelante no se permitirá más impunidad que tanto daño hace al desarrollo de un país. Hay quienes han sugerido incluso que Calderón quiso imitar lo que en Nueva York hizo el ex alcalde Rudi Giuliani quien declaró el combate al crimen organizado en esa urbe y en menos de cuatro años redujo los niveles de criminalidad en un 75 por ciento. De ser cierta esta afirmación pasaría por alto que en el 2003 el mismo Giuliani fue invitado por el entonces jefe de Gobierno Andrés López --quien cubrió todos sus gastos, así como los de su comitiva-- pero tras un análisis se concluyó que el plan de Giuliani no funcionaría en la capital si antes no se cambiaban las leyes, muchas de ellas diseñadas para proteger a los criminales. Cuando se sugirió enmendar la legislación al respecto varios asambleístas protestaron por la "injerencia", el gobierno perredista dio las gracias y echó tierra al asunto.

Lo que sí es cierto es que el error de logística de Calderón queda en evidencia. Al declarar el combate al crimen organizado a finales del 2006 supuso que los cuerpos policíacos del país lo apoyarían decididamente sin asumir que eran instituciones corruptas hasta el tuétano y que se encontraban profundamente infiltradas. Al no responder a sus expectativas exigió resultados a las policías estatales donde la situación era aun más grave y de ahí pasó al Ejército, actual encargado de la encomienda calderonista y que viene a ser la última baraja con que cuenta el gobierno ante la estrepitosa falla de las otras corporaciones a las que, sin embargo, no se puede depurar pues al hacerlo se estaría alimentando aun más a un monstruo que, para muchos críticos, ya se ha salido de control.

Al momento de iniciar este sexenio había otros temas urgentes que atender. Era cierto que el crimen organizado ya era un asunto serio pero al menos se mantenía dentro de ciertos límites, tácitos si se quiere, pero finalmente respetados. Estaban, como ejemplos, la reforma educativa, algo que ya desde los años ochenta se antojaba inaplazable y que queda claro no ocurrirá este sexenio, y quizá tampoco el siguiente dada la cercanía de su líder Elba Esther Gordillo con la presidencia --para muchos, figura indispensable en el triunfo en los comicios federales al aplicar el voto corporativo a favor del michoacano-- hacen que el coto del SNTE, el despilfarro y la corrupción magisterial se mantendrán intactos en lo que resta de esta década, con todo el daño que ello le representa a nuestro futuro. Cuando México obtiene el penúltimo lugar en aprovechamiento de matemáticas sería motivo suficiente para declarar la guerra a la ignorancia, empezando por deponer a una lideresa cuyo léxico es, lo menos, deplorable.

La falta de una reforma fiscal ha hecho que el país se atasque en su desarrollo y rebasado en competitividad por países supuestamente débiles como El Salvador y Panamá, cuyo PIB el año pasado fue proporcionalmehte superior al de México, ello sin contar a Brasil o a Chile que en este lustro nos dejaron atrás, muy atrás. La guerra contra la apatía legislativa obstinada en defender los privilegios de un sistema caduco habría sido más provechosa y seguramente en este momento ya estaría dando mejores resultados.

Calderón bien pudo haber declarado la guerra a los 200 diputados parásitos, comúnmente llamados plurinominales, herencia de los tiempos en que un gobierno autoritario quiso ponerse maquillaje democrático. Obviamente esto traería riesgos a los legisladores de su mismo partido pero sería un riesgo mucho menor grave que los bloqueos y el clima de inseguridad que se han multiplicado desde el 2007 en todo el país.

La guerra contra la pobreza --en mucho emparentada con el incremento del crimen organizado-- es una obligación que la Constitución impone al Estado lo cual merece total aprobación. Pero lo que debió haberse emprendido en tal respecto fue luchas contra la pobreza no a base de dádivas sino de pugnar por reglas del juego que estimulen la productividad del sector privado en vez de atosigarlo con impuestos sacados hasta por debajo de las solapas. Otra lucha que primero debió haberse instrumentado es contra la burocracia, a la que tanto Fox como Calderón han consentido por representar una supuesta fuente de votos. Pero así como resultaría riesgoso despedir a miles de burócratas, sin antes promover la creación de empleos para acogerlos, irse contra el crimen organizado sin antes combatir la corrupción dentro de los niveles de gobierno se antoja una medida insensata que explicaría el momento por el que hoy atraviesa el país.

Por supuesto que la lucha contra el crimen organizado debió haberse ejecutado, pero tal vez no cuando antes se evitó combatir otros tentáculos que le hacen sobrevivir, ya sean aduanales corruptos, agentes policíacos con precio por sus servicios, ínfimos niveles educativos, escasas oportunidades de empleo, burocracia atroz y funcionarios tan prescindibles como ineptos. A esta catarata de bloqueos se nos ha sumado otra, lo que en otras circunstancias hasta parecería asunto de cómicos relieves.

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