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Y DEMÁS/Controversias
Los mismos aludidos
opinan
Una abrumadora mayoría de los indígenas norteamericanos no encuentran nada de objetable con que un equipo deportivo se llame los Pieles Rojas de Washington. Esta respuesta, sin duda inesperada
para quienes aplicaron la encuesta, nos deja varias lecciones interesantes
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MAYO,
2016. Hace unos días el
Washington Post publicó algo insólito, una encuesta a los
indígenas norteamericanos para pedir su opinión sobre la exigencia de
que los Pieles Rojas de Washington cambien de nombre y retiren su logo
por considerarlo "denigrante" y "racista". Y decimos
insólito porque hasta hoy esa demanda ha provenido de académicos,
activistas y gente sinquehacer que se le pasa todo el día conectada a
twitter buscando a ver quién fastidian. Hasta hoy, que se recuerde,
nadie había preguntado a los aludidos y supuestamente discriminados en
torno a esta controversia.
¿Y cuál fue el resultado? ¿Los indígenas norteamericanos ven ese
nombre como una afrenta a su memoria, pidieron la inmediata remoción
del logo y exigieron una disculpa pública al dueño del este equipo de
la NFL? No precisamente: el 90 por ciento de ellos manifestaron
"que no les molestaba en absoluto", un 8 por ciento
"encontraba ofensivo" el nombre y el logo --aunque más
adelante estuvieron en desacuerdo en tomar medidas correctivas-- y dos
por ciento prefirió no contestar.
Este desenmascaramiento ocurrió, por cierto, un día después que una
investigación dejó en claro que los transgénicos no representan
ningún peligro para su consumo, lo cual también cuestiona a los
activistas que por años han exigido prohibir su uso.
Los indígenas norteamericanos siempre han sido utilizados por la
comunidad "progre" desde tiempos de Stalin para asumirlos como
víctimas del imperialismo norteamericano. Allá en los años treinta el
tirano de Georgia invitó a una decena de ellos a Moscú y los invitó a
promover la "revolución proletaria" desde sus reservaciones,
asimismo ordenó reeditar
Stagecoach, el clásico western de John Wayne, donde los
indígenas eran los ganadores e incluso en los sesenta los "progres"
consiguieron que varios de nativoamericanos proclamaran infructuosamente
"territorio libre", y por ende un nuevo país, a la isla de
Alcatraz.
Ciertamente los indígenas norteamericanos, como sus similares en otras
partes del continente, la han pasado mal. Eran millones de ellos cuando
llegaron los primeros inmigrantes europeos (casi en su totalidad
holandeses, no ingleses, por cierto) pero para finales del siglo XIX
muchas tribus habían desaparecido y solo quedaba un puñado de ellas.
Eso dice la historia. Pero también ésta nos enseña algo que los
"progres" olvidan mencionar, esto es, que no se redujo su
población mediante el genocidio directo sino con la gradual
eliminación del búfalo norteamericano que les representaba su
principal fuente de alimento. Bien lo dice al respecto el columnista
Rich Hayes, del sitio americanthinker: "¿Cómo hablar de la
'exterminación total' de los indígenas si todavía quedaron miles de
ellos?" (Y a diferencia del mestizaje que ocurrió en México,
agregamos nosotros, la mayoría de estos sobrevivientes han evitado en
lo posible mezclar su sangre con otras etnias).
Pero también es innegable que hoy buena parte de los indígenas
norteamericanos vive mejor, muchísimo mejor, que sus ancestros: en sus
reservaciones aplica lo que por acá los activistas llaman "usos y
costumbres", esto, es la aplicación de sus propias leyes para
elegir a sus jefes, a sus autoridades y sus concejales sin por ello
perder sus derechos como ciudadanos norteamericanos, incluido el voto.
Asimismo ellos manejan sus propias políticas fiscales mientras estén
viviendo de la reservación las cuales prácticamente son
"paraísos fiscales" Los "progres" rara vez reparan
en este hecho.
Como tampoco lo hacen, por cierto, con las tradiciones al interior de
estas reservaciones que condenan la homosexualidad, son eminentemente
patriarcales, que son sociedades donde el hombre tiene prioridad y donde
entre algunos miembros aún se realizan matrimonios arreglados. Si usted
no ha escuchado denuncias al respecto por parte de los amorosos
redentores del indígena norteamericano, no es el único.
La izquierda norteamericana y del mundo seguramente piensa que los
indígenas de Estados Unidos siguen viviendo como en épocas del general
Custer. Sin embargo lo cierto es que desde que en 1992 se autorizó la
apertura de casinos en varias de estas reservaciones, los indígenas
norteamericanos han experimentado una notable mejoría en sus niveles de
vida, muchas veces administrándolos y otras tantas arrendando sus
terrenos. La idea de los "progres" (y que de paso representa
un estereotipo fácilmente mezclable con su apenas disimulado racismo)
en el sentido de que los indígenas siguen viviendo en tipis y montan a
caballo, está en abierto contraste con su realidad actual; nunca antes
como los últimos 40 años los indígenas han tenido más acceso a la
educación y a las nuevas tecnologías aparte que, según un estudio
realizado por el ya mencionado Hayes, a esa comunidad le disgusta estar
"enganchada" al
Welfare o seguro de desempleo por lo que (¿coincidencias?) no
son tan políticamente manipulables a la hora de emitir su voto. Por
ello Hayes apunta que "en muchos sentidos, la comunidad indígena,
supuestamente explotada, se esta convirtiendo en uno de los últimos
baluartes de lo que por muchos años representaron fue la cultura del
progreso en los Estados Unidos".
Con su economía boyante, sus propias leyes y viviendo en territorios
exclusivos, el que se pregunte a los indígenas norteamericanos si es
"degradante" que un equipo de futbol americano utilice el
nombre de pieles rojas les debe parecer una idiotez. Por ello no
extraña el altísimo 90 por ciento de ellos quienes manifestaron estar
de acuerdo en la encuesta. Ese tipo de controversias están lejísimos
de sus prioridades y preocupaciones.
Sería bueno que el Washington Post realizara encuestas
similares preguntando directamente, por ejemplo, a la comunidad gay si
se siente totalmente representada por el Partido Demócrata, si los
estudiantes universitarios, ya fuera de sus "espacios seguros"
y demás necedades, dijeran lo que realmente piensan en torno a la
censura PC, si los habitantes de los suburbios están contentos con que
se les obligue a recibir nuevos vecinos con los que nada tienen en
común con el pretexto de una mayor "diversidad racial" --que
no se promueve por cierto, en el sentido de "diversificar"
étnicamente a áreas habitadas en su totalidad por afroamericanos-- si
la mayoría de los estadounidenses respaldan que los sanitarios "trásgeneros",
si aplauden los elevados índices de violencia que existen en el cine y
la televisión, si están ansiosos por darle prioridad s los refugiados
sirios en vez de los cristianos perseguidos en África y Medio Oriente.
Pero es poco probable que el Washington Post, o cualquier otro
medio llamado liberal, se atreva en lo futuro a realizar semejantes
encuestas. De hecho, el resultado de la que aplicaron a los indígenas
norteamericanos debió haberles representado una mayúscula sorpresa; si
la dirección del periódico utilizó su elaboración se debió, sin
duda, a que esperaban un respaldo abrumador para retirar el titulo de
Pieles Rojas a este equipo de futbol americano. En su sección de
deportes suelen referirse a esa escuadra como "el equipo local de
la NFL".
Sería igualmente aleccionador si ese periódico aplicara a sus lectores
otra encuesta una si están de acuerdo en que ya no se utilice el nombre
Redskins en las páginas del Washington Post.
Seguramente se llevarían otra sorpresa.
El asunto es sencillo: al igual que los afroamericanos y otras etnias,
el "racismo" del norteamericano blanco promedio solo existe en
las cabecitas de los activistas PC, los políticos que buscan emplearla
como excusa para ir suprimiendo las libertades individuales, los
académicos que se sienten superiores a los indígenas norteamericanos
al punto que llegan a opinar por ellos. Lo único que les interesa es
promover su agenda política utilizando de escalones asuntos como la
"discriminación" expresada en nombre de equipos deportivos.
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