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Lo extrañaremos, Gene Wilder

Nacido en una familia de inmigrantes rusos, pasaría a convertirse en uno de los mejores comediantes norteamericanos de los setenta, en especial por su protagónico como un excéntrico chocolatero. Echaremos mucho de menos su presencia en la pantalla

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Hay qué decirlo: qué generación de cómicos la que tuvimos en los años setenta, mucho mas irreverentes de quienes los antecedieron pero procurando desarrollar un humor fino que no caía en la vulgaridad, sobre todo los cómicos que formaban parte activa cada vez que eran invocados por Mel Brooks. Quizá fuera de la pantalla Brooks fuera un tipo huraño, tal vez insoportable, pero basta ver cintas suyas como Silent Movie de 1976, para darnos cuenta que el tipo sabe cómo musicalizar, dirigir y manejar la comedia, retándote cada minuto a que no dejes de reír. Entre los alumnos de Brooks estaban cómicos de alto octanaje, ya desaparecidos, entre ellos Marty Feldman, Dom De Louise y Gene Wilder, el que llegó más alto de todos ellos y quien se convirtió en figura de culto gracias sobre todo a su papel como Willy Wonka; su desempeño fue tal que cuando Johnny Depp encarnó al legendario chocolatero, solo reflejó que el regimiento de Brooks era mucho, mucho más talentoso.

Muchos de nosotros conocimos a Wilder a través de las matinés domingueras. La verdad no recuerdo si la primera vez que vi a Willy Wonka fue en el cine --lo más probable-- o posteriormente en la TV por cable. El caso es que ese era un personaje que se te queda grabado por su excentricidad, por el misterio que le rodea y por el inmejorable carisma del actor que lo interpretó (esta fue, creo, una de las razones por las que el Wonka de Depp, más centrado en hacer una burla de Michael Jackson, fracasó con estrepito). Ya con los años se da cuenta uno que Willy Wonka no era precisamente una cinta infantil: yo no no recuerdo que en otra película para niños haya aparecido el póster de un criminal de guerra, por ejemplo.

Luego supimos que Wilder tuvo también un papel en Bonnie and Clyde,dirigida por Arthur Penn, aunque en algún momento se dio cuenta que lo suyo era la comedia. Y así fue: su mancuerna con Mel Brooks nos dio auténticas obras de risotada abierta entre las que destacan Young Frankenstein, Blazing Saddles y, ya como director, El Mejor Amante del Mundo, que coincidía con el 50 aniversario de la muerte de Rodolfo Valentino. También lo recuerdo en Silver Streak, un thriller a bordo de un tren donde Wilder haría la primera de muchas mancuernas con Richard Pryor.

Otras cintas de Wilder de las que ojalá no se hagan enfadosos remakes fueron las dos partes de Locos de Remate, igualmente al lado de Pryor (luego vendría, Uno no Habla, el Otro no Oye, aunque ésta sí era un poquito malita). Otra cinta que Wilder dirigió fue La Mujer de Rojo, donde encarna a un exitoso ejecutivo, casado, pero que se enamora de una bellísima Kelly LeBrock.

El enamoramiento en la vida real le vino a Wilder al conocer a Gilda Radner, comediante asidua del Saturday Night Live. Luego de trabajar juntos en Hanky Panky y hacerlo de nuevo en Luna de Miel Embrujada, a Radner le fue detectado un cáncer que terminó con su vida el 1989. A partir de entonces Wilder redujo su ritmo de trabajo.

En algunas de las entrevistas de Gene Wilder que hemos podido ver en TV vemos cómo este hijo de inmigrantes rusos quizá había perdido su rubia y crispada cabellera por mechones blancos, pero su rostro y su ingenio seguían siendo los mismos, si bien ya comenzaba a manifestar inicios del azheimer el cual, según su sobrino, se agudizó durante los últimos tres años.

Recordamos y extrañaremos a Gene Wilder, comediante inigualable. El sombrero de copa de Willy Wonka ha sido colgado en el perchero por última vez.

 

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