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Y DEMÁS/Historia
Chernobyl,
lo que hasta hoy se va sabiendo
Una de las más
grandes paradojas es que se sepa tan poco y exista una asombrosa
impunidad en torno al más terrible desastre ambiental de la
historia. A tres décadas de los hechos y gracias a un peculiar
turismo radioactivo, Chernobyl revela más secretos
tenebrosos que, por razones políticas, se habían ocultado al
mundo
Versión impresa
JULIO, 2016. "Dado que el comunismo era un sistema basado en
mentiras, respondía a la realidad con más mentiras", escribió
hace años Jean Francois Revel. La frase se ajusta perfectamente
el desastre nuclear de Chenobyl, en la ex república soviética de
Kiev y que el pasado abril cumplió tres décadas de haber
ocurrido (y los ecologistas, tan desmemoriados en lo que no les
conviene, evitaron toda conmemoración). Alrededor de 135
personas murieron en los momentos inmediatos al accidente en la
planta llamada (¿iba a ser de otro modo?) V. Ilich Lenin. La
cifra parece baja, pero lo grave fueron, y serán las secuelas:
se estima que de aquí al 2030 habrán muerto 20 mil residentes de
Chernobyl a consecuencia de la radiación recibida en las
primeras horas de la debacle.
Primeras horas, por cierto, en las cuales el gobierno soviético,
con una mezcla de torpeza y mala fe, trató de ocultar la
realidad, como bien lo decía Revel, con una mentira cuyo fin era
querer modificar lo que realmente pasaba. Solo hasta mediados de
junio, es decir, casi dos meses después, el mundo y los
habitantes de Chernobyl supieron lo que realmente estaba
ocurriendo. A diferencia del accidente de Three Mile Island en
Pennsylvania ocurrido seis años antes y al cual los ecologistas
echaron en cara que se había escondido a la opinión pública por
casi 48 horas, por más de 60 días el pueblo ni idea tenía de lo
que estaba ocurriendo.
Como muestra que sonaría a chiste de no haber sido por las
alteraciones y mutaciones genéticas que ocurrieron
posteriormente (hubo ganado vacuno que nació con dos cabezas así
como niños con brazos desproporcionadamente pequeños en
comparación con sus cuerpos, etcétera) desde Moscú se ordenó
construir, en apenas unas horas, un pequeño parque de
diversiones con rueda de la fortuna, volantines, columpios y
autos chocones, con acceso gratuito para todos. La razón, según
se supo años después, es que el gobierno soviético entonces
encabezado por Mijail Gorbachov, era para "distraer" a los
habitantes sobre la fuga del reactor. ¡Y éste es el mismo hombre
al que se le otorgó el Premio Nóbel de la Paz!
Sin embargo el parquecito de diversiones jamás entró en
operación y hoy se ha convertido en chatarra radioactiva. La
autoridad ordenó desalojar a los habitantes prometiéndoles que
en tres días podrían regresar. No se les permitió llevarse
ninguna pertenencia; las escuelas fueron evacuadas a mitad de
clase lo mismo que los jardines de niños, las oficinas
gubernamentales (no había de otras), todas ellas tapizadas con
lemas marxistas y murales que exaltaban el patriotismo
soviético, por cierto idénticos a los que por acá pintaban
Siqueiros y Diego Rivera. De nuevo la promesa fue una mentira:
nunca se permitió regresar a los residentes de Chernobyl; la
ciudad fue acordonada y a los infractores eran arrestados. Aún
así, en los primeros días hubo saqueos aunque mucho de quienes
cometieron el pillaje murieron poco después a consecuencia de
los niveles de radiación, equivalentes, según el ingeniero
químico Joaquín Almeda, "a estar expuesto cinco horas continuas
a una sesión de rayos X".
Durante varios días la agencia oficial de noticias Tass negó
retadoramente la preocupación de los físicos en Noruega, Suecia
y Alemania Federal que registraban "niveles anormales" de
actividad radioactiva en el área de Kiev. La agencia reconoció
que había habido "un pequeño accidente" en la planta Lenin pero
rápido agregó que "los sistemas de seguridad son mayores a los
de plantas como la de Three Mile Island y nuestro personal está
mucho mejor capacitado".
A principios de junio el gobierno de Finlandia anunció la
detección de una "nube radioactiva que claramente procedía de la
provincia soviética de Kiev" y Moscú finalmente reconoció que el
"pequeño accidente" que se había prohibido reportarlo a la
prensa había sido mucho mayor al de Three Mile Island en Estados
Unidos. Increíblemente, muchos ecologistas y científicos seguían
hablando de una "campaña de desprestigio" contra Moscú. De
acuerdo a las hemerotecas, todavía el 9 de uno hubo una
manifestación en Bonn no contra la ineptitud del gobierno
soviético sino contra quienes sostenían que la fuga del reactor
realmente había ocurrido. Sin embargo cuando Moscú aceptó el
hecho los manifestantes súbitamente desaparecieron de escena.
De acuerdo al historiador Michael Prenzer de la página
americanthinker.com, el silencio de Moscú se debió a que a menos
de 30 kilómetros de Chernobyl había una base militar
ultrasecreta que ni siquiera aparecía en los mapas, "una base
desde donde se podía controlar el manejo de ojivas nucleares que
apuntaban a Estados Unidos y las principales capitales de
Occidente. Finalmente se tomó la decisión de abandonar esas
bases pero el sofisticado equipo electrónico fue destruido.
Ningún civil sabía de la existencia de esa base y quienes
trabajana ahí tenían estrictamente prohibido, bajo pena de ser
arrestados, revelar el sitio a sus familiares más cercanos".
Prenzer pregunta: "¿Qué habría ocurrido si el gobierno
norteamericano hubiera ocultado por semanas la fuga radioactiva
de Three Mile Island porque en los alrededores había una base
ultrasecreta? Los responsable habrían ido a prisión. Pero en el
caso de la URSS no hubo cargo alguno, ni contra las autoridades
civiles ni contra las del ejército".
Ese factor ha hecho de Chernobyl no solo el deaastre ecológico
más devastador de la historia sino uno donde una ideología
caduca (aunque existen claras intenciones se revivirla) puso un
manto criminal que los ecologistas del mundo han respetado, aun
cuando su salud estaba en peligro.
Extra
Chernobyl, el ámbar radioactivo de
una sociedad totalitaria
AGOSTO, 2016. Como ocurrió con Pompeya, cubierta con
una lava destructora que paradójicamente la preservó
por muchos siglos, la radiación en Chernobyl dejó
atrapada en el tiempo una fotografía impecable de lo
que era vivir en la sociedad soviética de mediados
de los ochenta. Y aunque el gobierno ruso actual
mantiene en propiedad lo que fue esa ciudad, es
posible visitar el área que durante los últimos dos
lustros ha atraído a cientos de visitantes ansiosos
por realizar un curioso turismo ecológico.
Dado que el Estado soviético ordenó evacuar la
ciudad ipso facto poco antes del mediodía,
todas las actividades que se ejercían quedaron a
medias. Se repartieron máscaras antigás a los
ciudadanos, inútiles para casos de radiación, se
abrió un pequeño parque de diversiones para
"distraer" a la gente (nunca entró en funciones) y
se ordenó a todos salir únicamente con la ropa que
llevaban puesta.
Las escuelas aún tienen en pizarras el anuncio de
festivales y actividades culturales; los libros
sobre los pupitres aún están abiertos, incluso la
lección escrita en gis sobre los pintarrones. Los
salones incluían pequeñas bibliotecas llenas de
libros revolucionarios y literatura marxista. Los
jardines de niños al mismo tiempo servían de
guarderías. Algunas camas literas, ya oxidadas y con
mucho de los colchones convertidos en alambre,
tienen encima muñecas y juguetes así como frazadas y
zapatos sin su otro par.
En Chernobyl quienes vivían en los multifamiliares
se dividían entre burócratas y empleados, también
públicos, de la megaplanta que había abierto apenas
en 1982. En algunos departamentos incluso quedan
rastros de comida sobre las mesas y las estufas y la
cual se han convertido en negras y duras masas
pegadas e imposible de separar de los platos. Y como
toda ciudad comunista, Chernobyl contaba con su
complejo cultural y deportivo. Un enorme mural
socialista --o lo que queda de él; un visitante
mexicano se sentiría familiarizado con esos murales
multitemáticos-- recibía a los visitantes y solían
ser edificios lujosos que incluían todas
instalaciones deportivas para practicar basquetbol,
natación y boxeo, entre otros. A menos de quienes
padecieran alguna enfermedad, todos los ciudadanos
soviéticos estaban obligados a dedicar determinado
número de horas al deporte de su preferencia.
El centro cultural cuenta también con un auditorio
donde aún es posible ver una enorme imagen de Mijail
Gorbachov encima del escenario. Asimismo, las
paredes del complejo están saturadas de lemas
revolucionarios con cosas como "PERSEVERANCIA Y
LEALTAD", "¡A LA CONQUISTA DEL FUTURO!", "LUCHA HOY
POR EL MAÑANA" y decenas más las cuales confirman
aquello que escribió el analista Lawrence Elliot:
"La dirigencia soviética pasó siete décadas
prometiendo un futuro que a la postre nunca llegó".
El guía muestra la portada de un libro de texto cuyo
título se traduce como "Un asomo al futuro". La gran
ironía es que tiene la imagen de Vladimir I. Lenín
(el escritor colombiano Plinio Apuleyo señala que el
apellido lleva tilde), alguien que murió en 1924.
El guía también lleva a los visitantes a un
supermercado, muy distinto a los que se conocen en
occidente. Ya solo quedan los esqueletos de los
frigoríficos y de algunos carritos. En la era
soviética, el racionamiento hacía que se formaran
largas colas a las afueras de estos supermercados;
era obligatorio llevar una especie de tarjetón donde
se registraban los productos que compraba el
consumidor.
En el supermercado de Chernobyl hay chatarras de lo
que alguna vez fueron unas máquinas expendedoras de
agua de frutas y refresco sin gas las cuales se
encontraban en todos los sitios públicos. A
diferencia de las máquinas occidentales con envases
desechables, en éstas se llenaba un vaso de vidrio
con el líquido y habría que limpiarlo para que lo
utilizara alguien más. Algunas de estas máquinas aún
tienen los vasos colocados en su sitio.
El hospital local también fue abandonado. Hay
frascos con medicamentos, algunos aún abiertos al
tiempo que una mesa de operación aparentemente
estaba en uso al momento del desalojo pues el
material quirúrgico se encuentra esparcido en el
piso. Los expedientes, identificaciones de los
doctores, incluso cuadros con sus títulos, están
esparcidos por el piso sin faltar, claro, los lemas
marxistas y revolucionarios que saturaban la vida
del ciudadano soviético.
A unas tres cuadras está el cine local. Esta sala no
presentaba los últimos estrenos de Hollywood, los
cuales estaban prohibidos en la URSS, sino cintas
exclusivamente de cineastas rusos con temas
revolucionarios. El cine siempre fue considerado por
el Kremlin un importante elemento de propaganda y
adoctrinamiento por lo que los escolares y los
universitarios eran obligados a asistir al cine los
fines de semana como tarea y entregar ensayos el
lunes siguiente sobre lo que habían visto, algo muy
diferente a la costumbre de ir al cine en los países
occidentales.
Varios edificios aún tienen al frente de la fachada
la hoz y el martillo.
El tour continúa por una construcción en forma de
óvalo que conduce a unas gradas de madera. Es el
único indicativo que allí existía una cancha de
futbol, hoy convertida en un pequeño bosquecillo.
Chernobyl está casi en su totalidad cubierta por
árboles, como si hubiera sido edificada a mitad del
bosque. Por el contrario, antes del desastre
radioactivo los árboles únicamente adornaban las
amplias avenidas y bulevares donde el tráfico, a
excepción del servicio público y los autos
designados a altos burócratas, era muy escaso. Entre
decenas de estos árboles se distingue un monumento
que simboliza la unión de todas las repúblicas
soviéticas. Hasta 1986 el monumento se encontraba a
la mitad de una enorme plaza totalmente despejada.
Debido a la radiación, los árboles han adquirido
alturas asombrosas: muchos de ellos son más altos
que los edificios multifamiliares de 20 pisos.
Algunos árboles presentan características amorfas,
entre ellos unos cuyo tallo es mucho más delgado que
las gruesas ramas y a los que, refiere el guía, la
gente les llama "fortachones", como si hubieran
consumido alguna especie de anabólico.
A unos metros de la planta central está a punto de
concluir un gigantesco domo, financiado por varios
países. La idea es que ese domo cubra en su
totalidad el reactor dañado para evitar que siga
emitiendo radiaciones. Se espera conseguirlo en el
2017.
Buena parte de esta información se basa en la serie
de videos del vlogger Exploring With Josh,
disponible
en este link. |
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