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INTERNACIONAL

Líbano, un país que no logra tocar fondo

Miles de jóvenes millenials se quejan de que viven en el peor de los mundos donde no hay esperanza para su futuro. Ni idea tienen de que existen otros lugares donde realmente vivir cada día es una proeza. Sería bueno que algún día supieran que hay países con los que el destino parece haberse ensañado, como Líbano

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FEBRERO, 2021. Una queja frecuente entre muchos habitantes de Europa, Estados Unidos y América latina es que viven en la peor de las sociedades y que las cosas no podrían empeorar más, cuando lo cierto es que su condición es mucho mejor, y en el caso norteamericano, enormemente privilegiada, si se le compara con la suerte de otros países, especialmente uno cuya mala suerte parece no tener fin: Líbano.

Como se sabe, el pasado 4 de agosto se registró una monstruosa explosión en la bahía de Beirut que, aparte de no dejar un vidrio sano en por lo menos cinco kilómetros a la redonda, destruyó unos enormes silos donde se almacenaban millones de toneladas de granos, el equivalente en seis meses para alimentar a la capital y a otras comunidades.

El diario en inglés Beirut Star estima que ese estallido aumentó la deuda interna del país en 15 mil millones de dólares, adicionales a los 95 mil millones de dólares ya existentes.

Hasta antes de ese día, lo que menos requería Líbano era una megatragedia. La población se encontraba ya en un punto máximo de irritación ante los interminables casos de corrupción al interior del gobierno, esto en un país que hasta hace poco se distinguía por los gobernantes que trataban de cuidar su reputación.

Esta desestabilización trajo consigo un deterioro económico ante el cual el gobierno respondió con un "corralito total", esto es, la confiscación de los ahorros que millones de libaneses mantenían en los bancos (algo similar a lo ocurrido, por cierto, durante la crisis de 1982 en México). Quienes tenían sus ahorros en dólares podrían retirarlos en libras libanesas pero a la paridad oficial, lo que representaba una auténtica burla cuando la paridad oficial es de 45 libras por dólar, en el mercado negro alcanza hasta las 125 libras. Todo un atraco.

Desde el pasado junio la inflación comenzó a dispararse de modo que hasta enero de este año había rebasado ya el 600 por ciento pero se estima que, ante la caída libre de la economía y la explosión, los índices lleguen a rebasar el mil por ciento antes de mediados de año. Todo es sin olvidar, claro, los casos de Covid, entre los más altos de la región.

Luego de la brutal explosión --tan intensa que incluso se sintió en Chipre, a 125 kilómetros de distancia-- la producción de alimentos también se ha desplomado. Los mercados locales, muy parecidos a los mexicanos y que hasta principios del 2020 se distinguían por ofrecer fruta, verdura, carne y pescado en buena cantidad, hoy se encuentran a menos de la mitad de su capacidad.

Paradójicamente, conforme arrecia la crisis económica, el Estado libanés ha hecho todo lo que está de su parte para asfixiar al debilitado sector privado con más burocracia, requisitos y presiones fiscales y que incluye a los inversores extranjeros: cansada de meter dinero por años sin obtener ganancias, la multinacional Pepsico, productora de la Pepsi y de varias frituras, cerró operaciones en el país.

Ante una tasa de desempleo cercana al 50 por ciento, lo único que queda a millones de libaneses es la posibilidad de tomar la misma decisión de la célebre gaseosa: emigrar. Naturalmente, este deseo es mayor entre los menores de 30 años quienes sienten que el Líbano ha caído en un pozo del que quizá nunca logre salir. "Hasta hace dos años aún había esperanzas pero hoy resulta muy difícil ser optimistas ante el futuro del Líbano", dijo uno de los guías del vloguero conocido como indigotraveller. "Es doloroso pensar en la posibilidad de irte del país en el que has vivido toda tu vida".

Historia de desbalances

La situación geográfica del Líbano ha sido al mismo tiempo su mayor suerte y su maldición: es prácticamente el primer país continental con que se topa todo viajero que llega a Medio Oriente, y hasta antes de la creación del Estado de Israel, su capital Beirut era el puerto más activo en la región oriental del Mediterráneo. Pero esta ubicación lo ha hecho igualmente susceptible a los ataques de vecinos como Siria, que no cuentan con esa privilegiada salida al Mediterráneo.

Aunque el país es pequeño (10 mil 400 km cuadrados, casi dos veces el estado mexicano de Colima) cuenta con impresionantes atractivos naturales, como la cascada Baatala Gorge y una inmejorable vista del Mediterráneo a lo largo de sus costas.

Siglos y siglos de mezcla racial de quienes se asentaron ahí han resultado, entre otras cosas, que Líbano cuente proporcionalmente con un elevado número de mujeres que sobresalen por su belleza. Y a diferencia de otros países musulmanes, se les permite vestir a la usanza occidental y no están obligadas a llevar chador, o velo.

Finalizada la presencia romana que dejó importantes construcciones aun en mejor condición que las ruinas existentes en la bota italiana, el Líbano pasó otro tanto de siglos bajo otra bota, la del Imperio Otomano. Cuando éste comenzó a desintegrarse en los meses previos a la Primera Guerra Mundial, miles de libaneses decidieron probar suerte en el lejano occidente americano, incluido México y, específicamente, el área de La Laguna (ver recuadro)

Concluida la Primera Guerra Mundial, Francia asumió al Líbano como protectorado hasta que obtuvo su independencia en 1943. Desde entonces Líbano no ha dejado de ser un deseado manjar por sus vecinos, situación a la que se agregó tensión cuando la ONU quitó territorios al nuevo país, a Jordania y Palestina para crear el Estado de Israel.

Dado que los libaneses se distinguen por ser hospitalarios, amables y de recibir con gusto a los refugiados, esta virtud ha sido objeto de abusos. En 1970 su vecina Jordania ordenó la expulsión de la Organización de Liberación Palestina (OLP) dirigida por un joven guerrillero llamado Yasser Arafat. El barbudo líder, quien llegó a expresar su admiración por Fidel Castro y que su intención era crear un estado palestino de tintes socialistas mezclado con virtudes islámicas, se estableció en Beirut junto con sus más cercanos allegados. El error de Líbano fue enorme: la OLP no tardó en manifestarse como un grupo terrorista entre cuyas atrocidades se cuenta el fallido secuestro y muerte de 11 atletas israelíes durante los Juegos Olímpicos de 1972 en Munich.

Y si bien hasta principios de los 70 la estabilidad del Líbano había convertido a Beirut en una ciudad moderna que ya comenzaba a atraer turismo europeo, a mediados de esa década se desató el infierno; fuerzas cristianas decidieron combatir y echar a la guerrilla palestina, la ciudad fue dividida en dos sectores, el cristiano y el musulmán (quienes profesaban la religión distinta en la región ocupada fueron sometidos a indescriptibles vejaciones, que incluyeron ejecuciones en ambos bandos).

La guerra civil duró 15 años y dejó a la ciudad completamente destruida y llena de minas terrestres en los alrededores de la capital. Todavía a principios de este siglo las minas seguían cobrando víctimas cuando empezaron a construirse nuevos asentamientos urbanos. Asombrosamente --aunque ya no tanto ante los recientes nombramientos-- Arafat recibiría años después el Nóbel de la Paz y murió sin haber sido juzgado por sus crímenes y atentados que cobraron la vida de más de 4 mil personas durante el "reinado" de la OLP.

Pese a su precaria situación económica, actualmente viven en Líbano alrededor de 200 mil refugiados sirios e iraquíes en condiciones de grave pobreza. Gran parte de la población local ha protestado y exige que primero se atiendan las necesidades de los ciudadanos libaneses que la de los refugiados. El asunto sigue creando fuertes fricciones sociales.

Los atentados continuaron en Líbano, incluida una bomba que voló en pedazos al presidente Bechir Gemayel, considerado un reformista. Las Fuerzas Multinacionales de Paz de la ONU se encargan de administrar la explosiva frontera con Israel.

La explosión de agosto orilló a la renuncia de todo el gabinete, pero está lejos de ser suficiente. No se han fincado responsabilidades y si bien hay organizaciones que proporcionan fondos para que decenas de residentes puedan remozar sus viviendas que resultaron dañadas, el área cercana a la tragedia, hasta entonces un sector comercial para consumidores de clase media-alta, se encuentra en ruinas. Como recuerdo de aquel día quedó la mitad del silo y un gigantesco agujero donde existía el depósito en el que se almacenaba el nitrato de amonio.

La tragedia de Líbano se da al mismo tiempo que cientos de jóvenes en Europa y Estados Unidos se quejan de vivir en una "sociedad opresora, "racista" y con un futuro económico "sin esperanzas". Ni idea tienen esos jóvenes, apapachados y consentidos por ese sistema económico que tanto repudian, quienes sin duda jamás han oído hablar del país cuyo símbolo es un árbol de cedro.

 

Extra

La Laguna, mini sucursal del Líbano

Se sabe sobradamente que la llamada "diáspora" libanesa que se expandió por el mundo sigue repercutiendo hasta hoy en varios países, especialmente México: el fallecido actor Mauricio Yazbek, popularmente conocido como Mauricio Garcés y la veracruzana Salma Hayek son producto de aquella emigración.

Sin embargo el auge económico de la Laguna en los primeros años del siglo XX trajo una considerable oleada libanesa, a los que se llamaba "turcos" pese a que éstos y otros inmigrantes árabes eran de origen jordano y palestino.

La mayoría de esos inmigrantes a quienes la paulatina desintegración del Imperio otomano los había lanzado a la aventura, dieron un notable empuje a la actividad comercial que súbitamente comenzó a verse inundada de negocios, tiendas de abarrotes e incluso centros de esparcimiento manejados por libaneses.

El auge se detuvo en seco con la revolución pero a principios de los años 40 la comunidad libanesa volvió a flexionar sus músculos y su olfato para los negocios de modo que obtuvo un repunte extraordinario al punto que hacia mediados de los 60 se había extendido a las agencias de viajes, de automóviles y, ya en los 80, la industria maquiladora.

En la actualidad, los comerciantes de origen libanés dominan buena parte de las zapaterías en la Laguna, sobre todo por parte de la familia Batarse, que también ha incursionado con éxito en establecimientos de venta de celulares y los "vales" para comprar calzado a crédito.

La comunidad libanesa de origen musulmán incluso erigió una mezquita, la segunda en territorio mexicano, la cual abre al público los viernes (ese día por la noche se ofrecen lecturas y pasajes del Corán a los que pueden acudir aun quienes no profesen la religión. Únicos requisitos: entrar sin calzado a la mezquita, mostrar respeto y hablar en voz baja).

Apellidos como Yasin, Chaúl, Mexsen, Charur, Serhan, Samia, Mansur, Sabag, Murra y Samir, entre otros, son comunes a los oídos laguneros.

¿Por qué esta preferencia por la Laguna? Quizá por un clima y un paisaje semidesértico similar al del Líbano y a las oportunidades de hacer comercio con las poblaciones cercanas y aun los estados vecinos. Como sea, el rostro único de la Laguna --perceptible de inmediato para todo aquel que visita por primera vez la región-- le debe mucho a los ciento y pico de años de presencia libanesa. (OFM).

 

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Todo esto pasó hace 40 años (1975) [Enero 2015]

 

 

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