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Las asombrosas (y predecibles) fantasías animadas de James Cameron

Sus efectos tridimensionales sin duda marcarán el rumbo del cine en los años venideros, y en tal sentido Avatar es una obra de arte. Pero su mensaje tan obvio como predecible nos hace temer que lo que vendrá más bien será una combinación de populismo hollywoodense con la descarada promoción de videojuegos

Avatar
Sam Worthington, Stephen Lang, Zoë Saldana, Sigourney Weaver
Dirigida por James Cameron
Twentieth Century Fox/2009


ENERO, 2010. Según James Cameron, el director de Avatar, hubo que esperar 12 años para que la tecnología de lo que tenía en mente pudiera llevarse a la pantalla. Cierto o no, quien también estuvo detrás de las cámaras en Titanic logra aquí una obra que en su versión 3-D el único adjetivo que puede recibir es espectacular, el contraste entre un mundo automatizado --se supone que es el 2135-- y que ha dominado la tecnología junto con otro mundo, llamado Pandora y donde habitan unos seres azules en contacto absoluto con la sabia naturaleza.

Ya desde Titanic  Cameron había marcado hacia dónde tiraba su tendencia política: ¿que acaso en la plataforma superior no estaban los ricachones y los pedantes y en la cubierta de abajo los pobres pero honrados que hallaban mil maneras de divertirse? Aquella película fue la desnuda versión Hollywood de la lucha de clases sólo que ahora la tenemos en otra versión, la del imperialismo, porque si Avatar apunta hacia dos enemigos son el imperialismo y su compinche, el corporativismo. Por supuesto que a nadie que participó en la película le pasó por la mente que cuando un estudio distribuye la misma película a más de 80 países ocurre lo que cualquier izquierdista llamaría imperialismo cultural. ¿Y desde cuándo la Twentieth Century Fox dejó de ser un ente corporativista? Ya lo sabemos: Cameron y muchos colegas suyos viven en otra dimensión, mucho más incongruente que la nuestra.

Seguramente el lector ya escuchó que la historia de Avatar es sumamente predecible y llena de clichés. Comencemos por algunos: al igual que Alien, los nuevos soldados que llegan al planeta Pandora viajaron criogenizados durante seis años. Entre ellos viajan Jake Sully, alguien que perdió ambas piernas en combate y quien reemplazó a su hermano gemelo que iba a participar en la misión y que murió en un asalto callejero. Gracias a la tecnología combinada con la genética, Sully se conecta con un avatar mediante ondas eléctricas, así, mientras su mente experimenta en otro cuerpo, cuando duerme en Pandora regresa y cuenta los avances de su misión. El avatar tiene las mismas características físicas de los Na'Vis, la tribu aborigen a la cual el complejo militar-corporativo quiere alejar del lugar. ¿La razón? Debajo de su suelo existen altas concentraciones de un mineral que lleva el ridículo nombre de unobtanium. ¿Qué utilidad tiene para los malvados humanos? Cameron jamás se molesta en mencionarlo.

Tras algunas reticencias, los miembros de la tribu pondrán a prueba al recién llegado; su maestra será la bella Neitiry (Saldana), quien aparentemente fue a su vez alumna de Al Gore pues al conocer a Sully tras matar a unos animales salvajes lo culpa "si no estuvieras aquí no habría tenido que hacerlo... eres como un bebé", le advierte. Poco faltó para que la muchacha nos soltara un discurso sobre los osos polares; quizá Cameron se abstuvo porque todo transcurre en la selva.

Y como ocurrió en Danza con Lobos, Sully irá identificándose más con su nuevo mundo y verá como ajeno, incluso agresivo, el lugar de donde él proviene, un mal representado en el coronel Quaritch (Lang): "Eso es, hay que aniquilarlos como cucarachas", dice sonriente el coronel cuando inicia el ataque contra los Na'Vis: si Cameron no puso como fondo aquí la ominosa música de Darth Vader se debió, ni dudarlo, a los derechos de autor que debería pagarle a George Lucas.

El mensaje del director canadiense es tan obvio que irrita que por una historia tan trillada haya cobrado millones de dólares: el mundo moderno es nocivo y cuya avaricia capitalista no se detendrá ante los valores milenarios de otras personas menos sofisticadas pero más inteligentes. El yuppie corporativista que ambiciona los campos de unobtanium es un cliché en si mismo lo mismo que la piloto de helicóptero, de claros rasgos latinos, quien deserta del ataque con el argumento de que "esta basura no es para mí", y quien más tarde ayuda a salir del calabozo a Sully y a sus compañeros. Si desobedeció las órdenes del coronel Quaritch, uno se pregunta porqué no la mandó encerrar, por insubordinación.

Sin embargo, la máxima incongruencia de Avatar es que critica la tecnología mediante los avances tecnológicos más vanguardistas que hoy existen en la industria del cine del mismo modo que los globalifóbicos atacan a Bill Gates utilizando el sistema operativo Windows. Si Cameron y su equipo de producción tanto admiran la sabiduría de las tribus que no conocen la civilización bien harían en irse a vivir a los árboles en vez de hacerlo en sus cómodas residencias de Bel Air, un ambiente donde el director no duraría vivo una semana; él también sería un "bebé" y difícilmente tendría a la mano los recursos para crear una cinta hipertecnológica que ataca inmisericordemente al progreso.

Lo inevitable aquí es que Avatar marcará el modo en que se hará cine la siguiente década. Por principio, veremos cómo las películas en 3-D irán ganando más terreno al punto que en un par de años se convertirán en modalidad obligatoria para todo megaestreno, algo que indudablemente cerrará el camino a películas de menor presupuesto o con historias que no requieran efectos especiales. Y es ahí donde tememos que Hollywood se vaya por la ruta que sacrifique guiones bien hechos en aras del videojuego y propaganda ideológica barata. En tal sentido y pese a los millones de dólares, Avatar se hundió tras chocar con un iceberg.

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1 comentarios

saul_moreno escribe 17.01.10

Avatar es una historia bastante convencional pero sus efectos especiales son impresionantes de modo que no extraña que haya tenido una taquilla impresionante, si algo no se le puede negar a James Cameron es que nunca falla el tiro es uno de los cineastas más costeables de Hollywood.

 

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