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CINE
De panzaso...
Recomendar
una película mexicana es algo tan insólito como contar
chascarrillos en un funeral. Sin embargo ése ha sido el caso de El
Estudiante y, se dice, su mensaje edificador. Es un intento
plausible que termina plagado de los lugares comunes y el drama
facilón, plagas sempiternas del cine nacional
El Estudiante
Jorge Lavat, Norma Lazareno, Jeannine Derbez José Carlos Ruiz
Dirigida por Roberto Girault
2009
DICIEMBRE,
2009. La década que está a punto de concluir fue productiva para
los cineastas mexicanos, tanto así que uno de ellos dirigió una de
las cintas de Harry Potter. Sin embargo del cine mexicano no
podemos darle puntos positivos dado su declive tras un breve
resurgimiento, reflejado en algunas cintas como Y Tu Mamá También
o El Crimen del Padre Amaro. Lo que se mantuvo fue el tema trágico,
salpicado de dramas débiles o comedias que apenas y logran prender.
Recomendar una película mexicana reciente era tan esporádico como
tomar tequila para curarse una resaca.
Así pasaba hasta hace unos meses. Seguramente el lector ha recibido
por Internet comentarios favorables que invitan a ver El
Estudiante para con ello favorecer en la pantalla la exhibición
de más temas constructivos, por décadas ausentes en el cine
nacional. Se trata, dicen los mails, de una película
"de mensaje" tan necesaria en los tiempos actuales. Más
increíble aún es que El Estudiante fue financiada no sólo
por fondos oficiales sino que hubo particulares que se jugaron la
aventura.
Sin embargo, las recomendaciones no nos advirtieron acerca de que se
trata de un tema manido (al menos en otros mercados) y que el
experimento pudo haber resultado mejor, algo de lo que abundamos más
adelante. El protagonista, llamado Chano (Lavat), recién enviudado,
se jubila tras varias décadas de trabajo y de repente se da cuenta,
primero, que le sobra el tiempo y, segundo, que sus logros económicos
difícilmente compensaban su falta de estudios pues desde muy joven
se vio obligado a trabajar. Finalmente se le presenta la oportunidad
de continuar lo que dejó incluso hace décadas y decide inscribirse
en la universidad. El director y los maestros --muchos de los cuales
podrían ser hijos suyos-- lo ven con recelo pero lo aceptan
mediante una oferta que resulta básica para la premisa de la
historia y que por ello no mencionaremos aquí.
Y aunque todo transcurre en Guanajuato, uno de los estados más
conservadores de México, Chano se topa con un mundo análogo que
jamás imaginó, el de los jóvenes que chatean, hombres y mujeres
que hablan abiertamente de sexo, toman fotos con sus celulares y las
suben a Facebook y los maestros son muy distintos a los que a él le
tocaron, unos sujetos estrictos que golpeaban a sus alumnos por
cualquier infracción. Pero al final, concluye Chano, el objetivo es
el mismo: aunque a él le quedan si mucho dos décadas de vida,
nuestro protagonista verá el futuro con la misma emoción que sus
compañeros de clase.
Pero Chano termina por ser caricaturizado, pues si tiene 70 años se
supone que en su juventud presenció el despertar del rock and roll,
el auge de las minifaldas y los efectos sexuales que ambos
acarreaban, y pudo ver cómo en 1968 los hijos prácticamente
enviaron a la basura las convicciones de sus padres. En contraste,
Chano parece haber crecido en los años del porfiriato pues
desconoce los audífonos y se le tiene que explicar que son los MP3s;
a manos que se la haya pasado en una cámara criogénica tipo Mel
Gibson, Chano es un personaje lleno de moralina ultraconservador. Y
es que si sus creencias son inamovibles ¿entonces para que entrar
entonces a la universidad?
El mensaje es tan obvio que huele a Juan Salvador Gaviota: nunca se
es demasiado viejo para dar un giro distinto a la vida, y eso es
algo que podría aplicarse a Lavat, un talentoso actor que emigró
al teatro y ahora al cine tras haber pasado muchos años en las
telenovelas, el averno de los actores que quieren ser asumidos en
serio. En tal sentido se refleja aquí una universidad más bien
perteneciente a esos planteles ficticios de Cachún Cachún o RBD
tipo Televisa, totalmente falsos y con varias actuaciones
abiertamente fingidas donde Lavat y Lazareno quedan como único
recurso salvable.
Otro problema es que El Estudiante deja muchas subtramas sin
llegar a su conclusión y que recordamos hasta horas después de
haber visto la película. Algo que no podía faltar, claro, es la
tragedia que termina por unir a todos (en este caso una chica que
resulta embarazada por uno de sus profesores) quizá uno de los
clichés más recurrentes del cine mexicano. La graduación es
implícitamente cursi: ¿Chano echándose un discurso frente a una
estatua de El Quijote? ¡Vuelve, Maestro, vuelve!
Paradójicamente, las recomendaciones que nadan en la red respecto a
esta película se deben a que el desarrollo de El Estudiante
es inédito para nuestro cine en los últimos años pues no hay
balaceras y los diálogos apenas y pasan del "güey", lo
cual es una extrañeza mayúscula. Pero en términos generales lo
que aquí tenemos es una película que pudo haber sido mejor pues no
se arriesga a marchar más allá de lo que termina como un relato
predecible de superación personal. En tal sentido su director y su
guionista han pasado de panzaso.
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