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A veces el tiempo del vinil fue mejor

Aunque una parte estuviera dañada, era posible escuchar discos y cassettes sin preocuparse por virus cibernéticos ni enojosas congelaciones. ¿Qué extrañaremos de los CDs cuando desaparezcan, dentro de unos poco años?

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ENERO, 2008. Para muchos de nosotros, la aparición del procesador de datos en la computadora representó una magnámina bendición. Hasta entonces habían sido innumerables las ocasiones en que teníamos que comenzar de nuevo una cuartilla debido a un inesperado teclazo en los últimos renglones, o simplemente para acomodar un párrafo originalmente redactado en un sitio que no correspondía. Hasta entonces la única opción era hacer el trabajo "en sucio", como se le llamaba en las redacciones de los diarios y de ahí a teclear impecablemente, técnica que aún muchos de nosotros no logramos dominar. El procesador de word, por ejemplo, nos quitó de encima esa loza de Pípila.

Sin embargo también es indiscutible que las tecnología digital (ante lo cual surge una duda gramatical: ¿que la tecnología de antes no implicaba el uso de los dedos?) tiene muchos imponderables asegunes. Empecemos por el lado positivo de los IPods, los MP3s, los DVD y los CDs, estos últimos, asegura un amigo, se encuentran a unos pasos del camposanto tecnológico: con ellos es posible saltar de un track a otro, repetirlo, escoger el orden y programarlo, todo con una imagen y sonido impecables, además del espacio, pues una memoria virtual de 500 canciones es difícil de imaginar llevándola para todos lados con un equivalente a 500 discos sencillos.

Con todo, ello no indica necesariamente que la tecnología desplazada fuera peor, simplemente era diferente, con las buenas y malas que ello conlleva.

Veamos un caso específico. Tengo una caja repleta de cassettes con lo que fue una afición por varios años, el grabar estaciones de radio, con todo y comerciales, algunos de ellos son de 1981, e incluso hay otros, que yo no grabé, pero que contienen antiquísimos anuncios comerciales de 1974 transmitidos por una emisora de AM. Su sonido ciertamente es distorsionado pero cuando es el caso, la estereofonía se aprecia bastante bien. Del mismo modo tengo un par de CDs quemados que ya no puedo consultar porque se rayaron, ya fuera por un descuido o por el tiempo y que se remontan apenas a los tiempos que Ozzy Osbourne tenía su show en MTV ¿hace cuánto de eso? ¿cinco años? El caso es que mi reproductor de DVD ya no los lee, y cuando los pongo en la computadora la pantalla se queda en blanco, congelada. Ese sí que se ha convertido en archivo muerto.

En cambio, con los cassettes bastaba con eliminar la parte "masticada" y pegar con cinta adhesiva los dos extremos para rescatar el 99 por ciento del contenido. De haber tenido esa información quemada en CDs en aquel tiempo difícilmente habrían sobrevivido hasta hoy, o las tendría como cofres llenos de información que no puedo abrir porque me falta la llave, y para los CDs no hay cerrajero fiable. Lo mismo sucede con los videocassettes. Cierto, el pedazo "machacado" era irrecuperable, pero también era posible abrir el cartucho, pegar la cinta, rebobinarla y listo. En cambio, tengo por ahí un DVD que me regalaron y que nunca he podido abrir porque se traba el arranque.

Tampoco y que yo sepa, nadie en aquellos tiempos expresó su malestar porque le había entrado un virus a su tocadiscos, grabadora o tocacintas; con alguna solución especial y algo de alcohol cuando no había para más era suficiente para limpiar las cabezas. Y es que cómo antes se trataba únicamente de hardware --es decir, lo que podíamos percibir al tacto-- la bronca era mínima. Por supuesto que la calidad era inferior, pero al menos el contenido ahí estaba... a menos, claro, que por imprudencia acercáramos un imán a las cintas, el verdadero virus de esos artilugios de otrora.

Veamos otro caso, el de los discos LP. Sus desventajas eran muchas, que duda nos cabría: ese molesto scratch o el tick tick inevitable al principio o el final de cada canción, o cualquier exposición al sol dejaba los acetatos más pandeados que un chicharrón. Pero lo que nadie discuta es su durabilidad. Mi fallecido señor padre adquirió una enorme colección de discos de 78 revoluciones con música clásica allá por los 40. Hace unos años, y con ayuda de un viejo tocadiscos pude escuchar buena parte de éstos, con una calidad bastante notable para su tiempo y sin un solo chasquido en el audio. En cambio tengo por ahí un par de CDs --de los primeros, aparecidos allá por 1983-- y su sonido ya es bastante opaco pese a que nomás los he sacado de sus cajas plásticas para tocarlos y luego ponerlos de vuelta en el estante.

Pero qué se le va a hacer. Lo que nos sorprende en esta era dentro de una década o década y lustro será obsoleto. Pero no por ello vale despreciar las ventajas que tuvieron --y tienen-- los cassettes, poseedores de una marca de reinado que se prolongó por casi tres décadas, algo que viene a ser un relativo consuelo ahora que están a punto de entonarle "Las Golondrinas" a los CDs, eso si hemos de creer en mi amigo. Por el momento mi apuesta es a su favor.



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1  comentarios

rayna_rosales escribe 26.1.09

Me hizo reíor mucho este artículo, es verdad que con los discos y los cassettes no existia el peligro que se te infectaran con un virus pero de todos modos yo prefiero a los MP3 y los IPods pues son más prácticos y suenan mucho mejor

 

 

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