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Leni Riefenstahl y sus colegas aceptados

No todos los artistas que simpatizaron con el totalitarismo recibieron igual castigo. Esta cineasta amiga de Adolfo Hitler pagó hasta que murió con el merecido ostracismo. ¿Habría sido igual de haber filmado documentales desde el lado estalinista? 

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JULIO, 2008. Junto con la caída y destrucción del búnker de Adolfo Hitler se iba abajo la carrera de Leni Riefenstahl, la cineasta favorita del régimen nazi. Hasta entonces todo había sido brillante para la mujer cuya manera de hacer películas era y sigue siendo imitada en el mismo Hollywood. Ejemplo recordable: el reconocimiento a Luke Skywalker, Chewbacca y Han Solo en Star Wars es una copia de una escena de El Triunfo de la Libertad, documental que Riefenstahl filmó con motivo de los Juegos Olímpicos de Berlín.

La posguerra convirtió a la cineasta en una apestada. Sus viejos amigos negaron siquiera haberla conocido y los estudios repudiaron su obra. El Jurado de Nuremberg sólo la acusó de "propagandista"; el no estar registrada como miembro del partido nazi la salvó de la horca. Pero la libertad no le dio oportunidad de rehacer su vida aunque le dio oportunidad de "limpiar" su imagen mediante unos documentales que esta vez no exaltaban al hombre ario sino al originario de Africa. En ellos utilizó las mismas técnicas estéticas fímicas que habían sorprendido al mismo Stalin quien dijo tras ver Olympia "esa mujer sí que sabe manejar el culto a la personalidad", algo que los directores a su servicio jamás consiguieron pese al centenar de cintas que endiosaban al bigotón nacido en Georgia.

Nada de lo anterior tiene como fin excusar a Leni Riefestahl. La mujer pagó con el desprestigio el haber trabajado para un tirano y genocida. Pero es una excepción, no sólo porque las cineastas en los años cuarenta eran casi una excentricidad sino porque otros colegas suyos que trabajaron para gobiernos totalitarios son hoy recordados con respeto. El caso inmediato es el de de Sergei Eisenstein, invitado incluso a filmar en Hollywood. Eisenstein dirigió Acorazado Potmekin, cuyos elementos habrían de definir al cine como arma visual. Se trata de una obra de arte, sin duda.

Eisenstein nunca fue prohibido, no siquiera con la desestalinización decretada por Nikita Krushev. Acorazado Potemkin es incluida casi sin excepción entre las 100 mejores películas del siglo XX con todo y que sabemos que se trató de un director a sueldo de un régimen sanguinario.

Alguien podría decir que es una comparación tendenciosa, esto es, que lo artístico no debe interferir con las implicaciones artísticas que tocó vivir a Einsentein y sus colegas. Pero entonces debiera aplicarse igual razonamiento a Riefenstahl: si bien es verdad que los cineastas a las órdenes de Stalin o de cualquier otro sátrapa no tenían más alternativa si deseaban sobresalir más que apegarse a la línea del partido, igualmente Riefenstahl aprovechó la disyuntiva, más aún si Hollywood le había cerrado las puertas en las narices.

El juicio histórico ha sido extremadamente benévolo con los cineastas, poetas y pintores que militaron en el ala "progresista". El mundo se horrorizó cuando se supo que Heidegger tuvo simpatías por el nazismo pero le parece normal, quizá anecdótico, que Pablo Neruda proclamara su estalinismo. Bien lo dijo el analista Jonah Goldberg: "Leni Riefenstahl sería hoy recordada con honores si en vez de haberse acercado a Goebbels --a quien por cierto consideraba un misógino-- lo hubiera hecho con Beria, el jefe de la policía secreta soviética... aunque seguramente no habría sobrevivido tantos años como lo hizo".

Otro aspecto con frecuencia es despreciado en torno a Leni Riefenstahl es su contribución a la causa de las mujeres. Por lo general se le antepone la figura de Marlene Dietrich, quien emigró a Estados Unidos cuando el nazismo apenas se divisaba en el horizonte alemán. Sin embargo ya era una cineasta consumada en tiempos que las mujeres siquiera podrían imaginar dirigir una película en Hollywood. Pero, de nuevo, su decisión de apoyar a un brutal dictador fue una reacción que justifica su aislamiento de la comunidad cinematográfica mundial.

Pero, de nuevo, convocamos la pregunta. ¿por qué Leni Riefenstahl, el poeta D'Annunzio y Von Karajan sí pero no quienes trabajaron para Stalin? Quizá porque el segundo fue de los ganadores de la segunda guerra mundial, ante lo cual debería cuestionarse porqué, una vez caído Stalin, los artistas que aplaudieron y promovieron lo que hizo continúan siendo admirados. Cualquier exposición en honor a Frida Kahlo puede corroborarlo.

 

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1 comentarios

felipillovox escribe 16.07.08

Este artículo me puso a pensar y a hacer un recuento y es cierto ¿por qué a esta fotógrafa que sirvió al monstruo nazi se le relegó como si tuviera la peste y a Pablo Neruda, abierto simpatizante del monstruo estalinista aún hoy se le aplaude y se siguen publicando libros con su poesía. La verdad es que la política no debería interferir en la labor artística de escritores, pintores y músicos pero creo que es inevitable, recuerdo cómo hace unos años se le escamoteó el Premio Nóbel a Jorge Luis Borges porque se reunió con Pinochet pero se lo dieron a Neruda quien se reunió con otro dictador mil veces peor. Por ello concluyo que si Leni Riefenstahl hubiera trabajado en Moscú hoy tendría estatuas en su honor por toda Alemania.

 

 

 

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