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Y
DEMÁS/Música
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Obra
Maestra: The Planets, de Gustav Holst
Escrita por un profesor
londinense de
música en las postrimerías de la Primera Guerra
Mundial, su estructura suena cada día más contemporánea;
era un llamado de su autor a asomarnos de nuevo hacia el
universo
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impresa
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aquí The Planets, de Gustav Holst
OCTUBRE, 2008. Resulta bastante significativo que
The Planets, de Gustav Holst, no incluya a Plutón, planeta que fue descubierto en 1930, tres lustros después de haber sido compuesta. Casi 80 años
más tarde, esta obra refrenda su concepto original luego que el año pasado la comunidad astronómica internacional "degradó" a ese planeta. Quizá ello nos indique cómo estas siete composiciones marcan una perfección reiterada décadas después, aun si esa no fue la intención directa de este músico inglés.
Constituye también una verdadera curiosidad que Gran Bretaña haya tenido tan poca presencia durante el auge de la música hoy llamada clásica (siglos XVII a XIX) y que sólo a partir de los primeros años post victorianos estalló en creatividad que luego llevaría a
monstruos de talento como los Beatles y Pink Floyd. La isla albión no tuvo el equivalente a Mozart, a Bach, a Beethoven a Wagner, a Tchaikovski o a Puccini. El boom de la música de cámara llegó pues demasiado tarde a Inglaterra. Sin embargo
The Planets representaba un acercamiento diferente a las partituras clásicas como lo hacía, apenas cruzando el Canal de la Mancha, el francés Francois Ravel y su famosísimo Bolero. Gustav Holst pasó la mayor parte de su tiempo dentro de las aulas donde impartía clases de música, pero cuando terminó esta obra tras cuatro años de esfuerzo --es
decir, un promedio de seis meses por planeta-- la recompensa fue enorme ya que se mantiene, a 90 años de su creación, como una obra maestra del siglo XX.
Gustav Holst era hijo de inmigrantes rusos. Desde la adolescencia se aficionó a la astrología por lo que ganó sus primeros peniques leyendo la suerte a sus compañeros de clase y a sus vecinos; también llegó a escribir cartas astrales y horóscopos que llegaron a aparecer en los periódicos. Poco después, y al leer un libro donde
afirmaba que el poder que tenía la música para despertar emociones diversas optó por tomar un instrumento, en este caso el trombón, que luego interpretaría casi a la perfección. No tardó en buscar el balance entre la música cue comenzó a surgir en su cabeza y la astrología, considerada una "superchería" por sus colegas del Conservatorio donde, por cierto, no destacó mucho. Al recibir su diploma obtuvo empleo como profesor lo cual le daba oportunidad de vivir de su pasión y de componer en sus ratos libres.
El principio de The Planets coincidió con el asesinato del archiduque Francisco José, atentado que desataría la Primera Guerra Mundial. Holst estaba convencido que el mundo había empezado a descomponerse cuando la humanidad dejó de voltear a las estrellas donde, decía, existían muchas de las respuestas. Fue así como decidió dar a cada uno de los movimientos de su obra el nombre de cada planeta, con la curiosa excepción de la Tierra. Cada movimiento llevaría su propia personalidad o, más específicamente, cada sentimiento de la humanidad representado por los dioses de la mitología y a quienes deben su denominación.
The Planets abre con "Mars the Bringer of War", una fuerza demoledora que se va acercando y al hacerlo deja caer una lluvia de fuego. Algunos historiadores han señalado que "Mars" semeja a los
blitzkrieg nazis, sólo que tres décadas antes que sucedieran. Dado a su evocación bélica esta obra ha sido utilizado innumerables veces en soundtracks de películas --una de las más conocidas es la de Mad Max--, del mismo modo en que John Williams, quien compuso los temas de
Star Wars, Indiana Jones y Superman, entre muchos otros, ha dicho de "Mars": "Es totalmente adelantada a su tiempo; cuando la escuchas imaginas una batalla en pleno espacio, lo que nos habla de la poderosa imaginación de Holst".
El contraste con "Venus, the Bringer of Peace", es absoluto. Empieza con una suave nota de trombón que da un relajado paso a un ensamble de flautas cada vez más intensos al que luego se acopla un acompasado violín a lo largo de lo que resta de la obra. La influencia de Debussy es bastante notoria en "Venus", misma que luego se vería reflejada en temas incluidos en "She's Leaving Home" del
Sargeant. Pepper, de los Beatles. Otro homenaje, quizá más notorio, lo podemos apreciar en los primeros acordes de la inmortal "Nights in White Satin" de The Moody Blues.
En "Jupiter, The Bringer of Jollity", el cuarto movimiento, la actividad se da desde la primer nota, tanto así que cualquiera podría pensar que se trata de un
soundtrack de dibujos animados. Pero las notas van asumiendo mayor potencia que nos dan una idea de la inmensidad del planeta más grande del sistema solar. Es aquí también evidente, como apuntábamos al principio, que Holst veía en cada planeta a un estado de ánimo, mismo que se va dividiendo varias ocasiones en los casi ocho minutos que dura esta obra; la segunda parte es una fanfarria que luego toma las notas de una marcha real. Con "Jupiter", Holst ya podía presumir de estar a la altura de aquellos que lo habían inspirado
"Saturn, the Bringer of Old Age" empieza con un despliegue a la vez lento e inexorable, de violín, flauta y trombón que parece conducirnos auditoriamente a un planeta tan
viejo como misterioso, y cuando parece que la secuencia se torna más pausada, cual dios mitológico, "Saturn" despierta de manera súbita y parece aproximarse a nosotros. Una secuencia hasta cierto punto minimalista (dirían los musicólogos expertos) pero no por ello menos apasionante, con la diferencia que la intensidad es mayor en cada movimiento.
Aunque el título de "Uranus, the Magician" pareciera acercanos a una historia sobre Merlín, la verdad es que este movimiento se ve desde la distancia. no sólo por ser relativamente corta sino por la cantidad de elementos que brotan, se van y reaparecen sin que por un solo momento se perciba la pompa que llegó a demeritar el trabajo de, entre otros maestros, Richard Wagner. La magia es, pues, más musical que de título. No por nada la leyenda indica que este movimiento fue de los que más tiempo tomó escribir a Holst, con un esfuerzo plenamente recompensado.
"Neptune, the Mystic", pese al título, es el corte más festivo de esta obra, tanto así que ya ha caído en lugar común en varios comerciales. Pero la segunda parte asoma la verdadera intención de Holst, que era sorprender al escucha algo que no podía predecir, y para ello incluye arreglos corales y apreggios que, para su época, suenan bastante revolucionarios y que hacen de
The Planets una obra inmortal; es aquí donde el misticismo del título queda ampliamente justificado, con un cierre espectacular, además.
"Los otros compositores veían al interior del planeta y lo interpretaban; Gustav Holst veía al exterior, es decir, al espacio. De esa manera fue capaz de interpretar el futuro", escribió el crítico inglés Richard Duncan en l956, al cumplirse los 20 años de su fallecimiento. Mejor dicho, imposible.
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