La RevolucióN Francesa y sus Falsificaciones
II. Mito Sobre La Bastilla

Flavio Cocho Gil


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Publicado en Excélsior el 29 de mayo de 1999

"La Revolución Francesa y sus enseñanzas", hace algún tiempo Excélsior publicó esa serie de artículos en donde intenté desmitificar ese tremendo acontecimiento histórico galo pues si hemos de aprender del pasado tenemos que tratar de conocerlo como realmente fue. En fin, en aquella serie expliqué sus por qués... pero me parece que no fue suficiente pues, creo, ahí faltaba el aspecto humano de lo que ocurre todos los días como si nosotros fuéramos los actores, algo que cuando se cuenta la historia se suele olvidar. Por ello, ya lo dije en el primer artículo, pero lo reitero en esta nueva serie periodística... en fin, dejemos ya los proemios y vamos a nuestro asunto. Empieza el relato:

Toda revolución tiene mitos, expresados por el arte y la escritura, pues ello actúa sobre la sensibilidad humana y conforman las conciencias, que son las que nos impulsan a actuar en la vida. La fama sombría de La Bastilla y su toma por el pueblo parisino un 14 de julio de 1789 son ejemplo de ello. Complejo es esto porque el mito nunca emerge de la nada, es deformada interpretación, en ocasiones delirante, de realidades que existieron; lo que logra el mito es agrandar o disminuir los hechos y lugares, trastocar la personalidad a personajes y en otros omitirla, también retocar lugares y tiempos, pero se basa en la realidad... y es que también las sociedades necesitan engañarse a sí mismas, ¡para eso sirven las verdades a medias!, para justificarse.

Sublime y terrible, castillo gótico de sombras y secretos como esos que sólo nuestra mente imagina en pesadillas. Ocho torres inmensas unidas por monstruosos contrafuertes cortados a pico y de dimensiones y alturas babilónicas, las minúsculas figuras que se agitaban arriba de las torres observadas desde fuera mostraban las tremendas dimensiones de esa fortaleza digna de titanes. ¡La Bastilla! Así la representó Hubert Robert –pintor revolucionario que, a la postre, la misma Revolución devoró como a tantos otros– en su cuadro Demolición de La Bastilla, distorsionando la realidad hasta límites poco comunes impulsado por su sensibilidad romántica en clave revolucionaria. Pero este cuadro, y siguiendo su ejemplo otros similares, contribuyó y aún contribuye a forjar la leyenda siniestra de La Bastilla como emblema y corazón del "absolutismo de Luis XVI". ¿Y la verdad histórica a nivel arquitectónico cuál fue ya al margen del mito? Bueno, ninguna de las ocho torres redondas excedía en altura los 25 metros, no obstante que tenían muros de un metro y medio de espesor.

Era un arsenal y también una fortaleza, pero con un patio exterior abierto al público y en donde se asentaba un huerto y un jardín (permaneció obviamente cerrado durante los acontecimientos de julio de 1789). Era también una prisión, pero el día 14 de julio de 1789 sólo alojaba ya a siete huéspedes: dos lunáticos, cuatro falsificadores y un aristócrata del tipo del Marqués de Sade que también poco antes había sido su huésped ("se pasó" a la revolución a última hora cuando comprendió que la monarquía estaba perdida) pero con todos los lujos: ocupaba una habitación octagonal –como entonces ya casi todos los prisioneros– de unos 5 metros de diámetro. Además de la cama, mesa y sillas e incluso cocina que tenían esas habitaciones, Sade trajo un escritorio, un guardarropa, un nécessaire para su tocador, un juego completo de camisas, calzones de seda, batas, botas, "fragancias" como aguas de rosas y de azahar para refrescarse e incluso una pequeña biblioteca con 133 volúmenes... estar en una prisión para nadie es un plato de gusto pero ciertamente tampoco fue para él "la sombría y gótica prisión absolutista" que uno imagina al ver el cuadro de Hubert Robert. ¿Y los otros prisioneros cuando no eran aristócratas como Sade? Hay que empezar diciendo que La Bastilla había sido una prisión terrible durante el reinado de Luis XV pero no lo era ya durante Luis XVI. Sin embargo, los relatos de los sombríos tiempos carcelarios bajo Luis XV hicieron para la posteridad la leyenda de La Bastilla. El caso aquí de "Latude", un soldado llamado realmente Danry, que por diversos motivos pasó 28 años en prisión (no sólo en La Bastilla) es paradigmático: al finalmente ser liberado en 1777 publica unas Memorias de la venganza que son un relato tremendo, no exento de exageraciones, de lo que era aquella prisión bajo Luis XV... lo que le valió volver a prisión esta vez al Petit Chatelet y Bicetra (ésta sí una cárcel tenebrosa). Por fin es otra vez liberado en 1784... y se le "exilia" en París con una pensión real de 400 libras anuales, el aplauso de la Academia Francesa e incluso la protección de la reina María Antonieta. Pero su obra Memorias de la venganza creó en el pueblo de París la leyenda terrible de La Bastilla como escudo del absolutismo. En el mismo orden de ideas está la obra literaria de otro "huésped" de La Bastilla, Memorias de La Bastilla de Linguet publicada después de 1789; esta obra pesó como una losa en la elaboración del mito terrible de aquella prisión... basado en las penurias carcelarias que realmente sufrió Linguet, pero también en su imaginación literaria muy acorde con los tiempos prerrevolucionarios que corrían: más terrible que la descripción de la cárcel física era "la pérdida de la libertad y, por tanto, el aislamiento de otros seres humanos"; esto influyó definitivamente en la conciencia del pueblo de París... si bien, a decir verdad, alguna de nuestras cárceles actuales o incluso "reclusorios de readaptación social" es más siniestra que esa famosa Bastilla de los últimos tiempos del reinado de Luis XVI.

Pero, ¿cuál fue la verdad histórica? Bueno, el director de La Bastilla ya en 1789 recibía en "su hotel" a diferentes tipos de "huéspedes" (como ya dijimos, el famoso 14 de julio de 1789 sólo restaban 7) y para su mantenimiento diferentes cantidades de dinero: 15 libras diarias para el caso de 'funcionarios', 9 libras para los 'burgueses', 3 para los 'plebeyos'... y, como ironía histórica, 19 libras para los 'hombres de letras' que, con sus escritos, habían satanizado La Bastilla, y así, a la monarquía (sin contar la forma de vida de los aristócratas como el Marqués de Sade). Pensando lo anterior "a la mexicana" debemos imaginar que parte de esas cantidades las escamoteaba el director "para allá por debajo de su tenaza"... pero aún así quedaba la cantidad suficiente para que las condiciones de vida del preso más humilde fueran superiores a los de la gran mayoría del pueblo francés.

¡Vamos ahora al 14 de julio de 1789! París vivía amotinado debido al desconocimiento de Luis XVI del Tercer Estado, el del pueblo, que apenas hacía poco se había autoproclamado verdadera representación de Francia (el famoso acto de "la Pista de Tenis"). Por diversos problemas en las guarniciones de París la autoridad real se deposita entonces en La Bastilla, a cargo de su director Bernard-René De Launay... el comandante de "los inválidos" envía a Launay 15,000 kilos de pólvora. Antes, el 7 de julio, habían llegado 32 hombres del regimiento suizo Salis-Samade, que así se unían a los 82 invalides pensionados en La Bastilla, una colección de vagos simpáticos del "Faubourg Saint-Antoine" decía el pueblo de París. Ese día, esa era toda la guarnición de La Bastilla para defender a la monarquía de Luis XVI... aun cuando Launay disponía de 15 cañones de cuatro kilos en las torres, 3 más en el patio interior, 12 en las murallas pudiendo disparar proyectiles de 3 kilos y hasta había improvisado un raro conjunto de "misiles" hechos de adoquines y hierros oxidados, ¡defensa "impotente"!, ¿impotente?, veamos qué pasó:

Primera hora de la mañana del 14 de julio
: Frente al patio externo de La Bastilla ya hay unos 900 parisinos de variada composición social: unos cuantos burgueses enriquecidos como Santerre dueño de la famosa cervecería "Hortensia", un número muy apreciable de soldados desertores y de gardes francaises (el equivalente, por decir algo, de la Guardia Civil española), un gran conjunto de ebanistas, fabricantes de gabinetes, sombrereros, cerrajeros, zapateros y sastres del "Faubourg Saint-Antoine", 21 dueños de tabernas y, en fin, en aquella algarabía también provincianos recién llegados... y como el precio de la hogaza de pan había llegado a cuatro libras, ¡inalcanzable!, sin duda pasaban hambre. Además, ¡buen caldo de cultivo para un amotinamiento!, corrían sin cesar los rumores de "tropas en la calle, realistas, ya listas para masacrar al pueblo"... y es que los rumores también desatan revueltas sociales. Empezaron las negociaciones con Launay, éxito nulo... pero esos 900 que estaban frente a La Bastilla no estaban solos. Los motines en París habían propiciado la formación de milicias populares, como las del distrito de Saint-Louis-la Culture... y de allí llega un delegado, Thuriot de la Rosiére, para pedirle a Launay la entrega de los cañones y la pólvora y que permitiera que una unidad de la milicia entrara en La Bastilla. Launay se niega en tanto no recibiera órdenes de Versalles pero permite a Thuriot inspeccionar la retirada de los cañones de las murallas... Launay no quería, a ningún precio, un enfrentamiento sangriento. ¡Muy tarde, sin embargo, para "concertacesiones" cuando una revolución ya está en marcha!

Doce y media del día
: Más intentos vanos de negociación hasta que, repentinamente, empieza a oírse el grito popular de "¡Dadnos La Bastilla!"... los 900 irrumpen en su patio externo, que no estaba defendido... Launay no quería una batalla. El caso es que un grupo, acaudillado por un antiguo soldado fabricante de carros, logra entonces cortar las cadenas del puente levadizo pasando después centenares al patio interior... y, hasta ese momento, hay sólo un muerto aplastado por la caída del puente levadizo. Los soldados que defienden La Bastilla amenazan con disparar si la multitud sigue adelante, se intercambian los primeros disparos y, aun así, Launay intenta negociar una tregua... todo inútil, la furia popular no admite retroceso y el combate adquiere gravedad al ser los atacantes reforzados, a eso de las tres y media de la tarde, por compañías de gardes francaises y soldados desertores que llegan. Siguen los combates, bandera blanca de los sitiados a eso de las cinco de la tarde pidiendo la capitulación... Rechazada. Iba a haber masacre, ¡masacre, el rasgo característico de todas las guerras civiles y las revoluciones, lo es por definición en esas rupturas históricas! En fin, lector, te ahorro detalles desagradables... el caso es que ahí perecieron, de los atacantes, 98 personas y de los sitiados uno solo y tres heridos. ¡Vaya ofensa para el pueblo esta desproporción!, era pues preciso "equilibrar la cuenta"... los sitiados, ya rendidos, fueron sacrificados. Launay grita: "¡Quiero morir!", faltaría más, deseo cumplido, en menos tiempo que se cuenta fue descuartizado y rematado a pistola. ¡Había caído La Bastilla! Las cabezas de los sitiados se pasean por París... cuando más tarde se habló de la dureza de aquellas ejecuciones Barnave, miembro de la Asamblea Nacional, sólo dijo: "¿Y qué?, ¿acaso su sangre era tan pura?" ¡Tiempos de Revolución!

Los presos liberados, empieza la leyenda
: Los presos liberados de La Bastilla, había sólo 7, son paseados en triunfo por París... hay un cuadro impresionante de esos días, La primera hora de la libertad, en donde llevan en triunfo por París a un prisionero ya libre, anciano y de larga barba, como si fuera una mezcla de un sufrido abate Farias y Moisés, un pobre lunático que en realidad no sabía en dónde se encontraba ni entendía nada. Otra pintura de entonces, más impresionante, es la de Hardener, La liberación de un prisionero durante la toma de La Bastilla: ahí se muestra la fantasía gótica del pintor, montones de esqueletos de prisioneros encadenados... pura imaginación de un gran artista, pero una ficción que se fue transformando en "realidad histórica", y es que es el vencedor el que la escribe. Por ejemplo, el primer número de las Revolutions de Paris, del 17 de julio de 1789, creó literariamente una epopeya de aquellos acontecimientos exaltando el heroico comportamiento de los niños... que no participaron en la toma de La Bastilla.

En fin, lector, me temo que te ha sido un tanto insólita como también en algo traumática la lectura de lo anterior... pero prometí no mentir con monsergas imaginadas que aun si han sido sacralizadas nunca aprenderemos. A ti, ahora, de reflexionar... sólo añadiré lo siguiente: las revoluciones están en parte hechas de mitos, porque esto es la sustancia que, mezclada con el pensamiento racional, da la mística que hace al ser humano cambiar la historia contra viento y marea.

Y, ahora, como será en adelante en estos artículos, una bibliografía de apoyo... no vaya a ser que algún necio diga que inventé la historia. Va pues:

I. Mémoires de Linguet et de Latude, reproducción histórica de J. F. Barriere, París, 1884.

II. La Bastille à prendre, Monique Cottret, París, 1986.

III. La Bastille dans e'imagnaire social de la France à la fin du XVIIIe siecle, H. J. Lüsebrink, "Revue d'histoire moderne et contemporaine", París, 1983.

IV. De l'nsurrection parisienne et de la prise de La Bastille, Godechot, París, 1970.

V. Le démolisseur de La Bastille, H. Lemoine, París, 1929.

VI. Le livre de raison du patriote Palloy, Romi, París, 1956.

Y hasta aquí, lector, ahora seguiremos con "David, Rousseau y los Antiguos", ¡el tremendo peso de las ideas en una Revolución!



oximoron, agosto 2005
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