I Gran Gymkhana sobre Juegos Populares de Andalucía

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Andalucía

 

Comunidad autónoma española situada en el sur de la península Ibérica. Limita, de oeste a este, con Portugal y las comunidades de Extremadura, Castilla-La Mancha y la Región de Murcia. El sur de la comunidad lo constituyen 910 km de costa atlántica y mediterránea. Su denominación procede de al-Andalus, nombre con el que en el siglo VIII los conquistadores musulmanes denominaron a toda la península Ibérica. Se trata de la segunda comunidad autónoma española en cuanto a su extensión, con 87.268 km2, y la primera en cuanto a población.

 

Territorio y recursos

La configuración fisiográfica de Andalucía se caracteriza por la diversidad de las formas de relieve; de norte a sur, se distinguen tres zonas: sierra Morena, la llanura Bética y las dos cordilleras Béticas (Subbética y Penibética), separadas por una depresión central.

Sierra Morena puede considerarse el escalón sur de la meseta que se extiende 600 km de oeste a este. Sus montañas son poco elevadas, ya que ninguna cumbre rebasa los 1.400 m de altitud. Los conjuntos más destacados son la sierra de Aracena, la sierra de Alcudia y la sierra Madrona.

La depresión Bética forma un triángulo delimitado al norte por sierra Morena y al sur por el sistema Bético. Se abre por el suroeste al océano Atlántico (golfo de Cádiz) en una larga y arenosa fachada marítima. Se trata de la llanura más extensa de toda España.

Las cordilleras Béticas son dos cadenas alpinas que forman sendos arcos casi paralelos. La más cercana al valle del Guadalquivir, llamada cordillera Subbética, está integrada por las sierras de Priego, Cazorla —donde nace el río Guadalquivir—, Segura y Sagra. La cordillera Penibética contiene las mayores altitudes de la península. Su corazón lo constituye sierra Nevada, con los picos de Mulhacén (3.481 m), Veleta (3.392 m) y la Alcazaba (3.366 m). Por el este y sur se extienden las sierras de los Filabres, Gádor y Lújar, y por el oeste, la sierra de Tejada y, más alejadas, la serranía de Ronda y las sierras de Algodonales y Grazalema. Entre las dos cordilleras Béticas se encuentra una depresión —surco Intrabético— constituida por valles y altiplanicies donde se hallan las cuencas de Antequera, la Vega de Granada, y las hoyas de Guadix y Baza.

Hidrografía

La red hidrográfica está totalmente condicionada por la estructura del relieve. El río más importante es el Guadalquivir (657 km), que sigue una dirección este suroeste, siendo la gran arteria del valle de su mismo nombre. Transcurre durante gran parte de su recorrido encajonado entre los relieves de sierra Morena, que provocan la gran pendiente de sus afluentes por la margen derecha (Jándula, Yeguas, Guadalmellato, Guadiato y Bembézar). Por su margen izquierda se extiende una gran planicie que surcan tributarios poco caudalosos, entre los cuales destaca el río Genil. El curso bajo del río recorre una amplia llanura con marismas y zonas pantanosas, hasta desembocar junto a la población de Sanlúcar de Barrameda. Otros ríos de la vertiente atlántica son el Odiel, el Tinto y el Guadalete, que desemboca en la bahía de Cádiz. La vertiente mediterránea presenta ríos muy cortos e irregulares; sus cursos se caracterizan por un gran desnivel y estiajes muy acusados (incluso alguno de ellos se seca totalmente durante el verano). Los más destacados son el Guadiaro, el Guadalhorce, el Guadalfeo, el Almería y el Almanzora.

Clima

El clima andaluz se distingue por su diversidad dentro del tipo mediterráneo templado, debido a la gran extensión de la región y a las peculiaridades del relieve. El golfo de Cádiz tiene un clima mediterráneo oceánico con temperaturas poco extremas y promedios muy templados. El valle medio del Guadalquivir presenta un clima mediterráneo continental; se producen elevadas temperaturas en verano (28,5 ºC) e inviernos relativamente fríos (9 ºC); las precipitaciones oscilan entre los 500 y 700 mm anuales, según años y áreas. El surco Intrabético registra temperaturas más extremas en invierno (6 ºC) y escasas precipitaciones (en torno 450 mm anuales). La costa mediterránea, en su sector malagueño y granadino, conocida como la Costa del Sol, goza de un clima mediterráneo subtropical, con precipitaciones superiores a los 520 mm anuales y temperaturas cálidas en verano y muy templadas en invierno. El sector almeriense es la zona más árida de toda Europa, pues las precipitaciones anuales no superan los 250 mm y sus inviernos son los más cálidos de la península Ibérica (12 ºC). Por último, en las sierras más altas del sistema Bético encontramos un clima mediterráneo de montaña, con inviernos muy fríos (0 ºC), precipitaciones abundantes (1.000 mm), gran parte de éstas en forma de nieve, y veranos cortos y secos.

Flora y fauna

La vegetación natural varía según los dominios climáticos descritos. El bosque más autóctono es el de encinares y alcornocales. Las zonas menos arbóreas incluyen garrigas, jarales y otros tipos de matorral. En la fachada atlántica predomina el pino piñonero (véase Pináceas), mientras que en las cordilleras Béticas la vegetación varía con la altitud: en las zonas más bajas predominan los alcornoques y pinos carrascos, en las zonas altas diversas especies de coníferas y robledales, y en las partes más elevadas podemos encontrar algún área de tundra. La cornisa mediterránea está muy poblada de especies xerófilas y termófilas, sobre todo por el palmito.

En Andalucía se encuentran la mitad de las especies animales de España: ciervos y muflones (especie de cabra salvaje) en las sierras de Cazorla y Segura; en el Parque nacional de Doñana, la reserva faunística más importante de Europa, linces, diversas especies de reptiles y numerosas aves, como patos, flamencos, espátulas y águilas; y en el resto de la península Ibérica abundan los conejos, perdices, tordos y codornices, entre otros.

Recursos naturales

Andalucía es rica en recursos naturales. La minería tiene una gran tradición y variedad. En sierra Morena se encuentran depósitos carboníferos (Belmez, Peñarroya-Pueblonuevo) y las minas de plomo más importantes de España (Linares y La Carolina), mientras que las minas de cobre de las tierras altas de Huelva (Riotinto, Nerva y Zalamea la Real) producen la casi totalidad de este mineral. En la cordillera Penibética hay minas de hierro en los yacimientos de la sierra de los Filabres (Almería) y en los de sierra Nevada y Alquife (Granada). También en esta zona existen minas de cuarzo, plata, plomo y depósitos de mármol. También cabe mencionar la explotación de las salinas de San Fernando (Cádiz) y de Isla Cristina (Huelva).

La riqueza forestal andaluza es escasa, pese a contar con extensas zonas arbóreas (1.821.913 ha). La poca espesura de los bosques y la baja calidad de las especies hacen de este recurso un sector poco rentable (un 1,7% de la producción agraria). La explotación se centra en las sierras de Ronda y Tejeda (encinas y alcornoques), en el conjunto integrado por las sierras de La Sagra-Cazorla-Segura (pinares) y en el sector occidental de sierra Morena (Huelva), que es el de mayor producción.

Los recursos pesqueros de las aguas circundantes casi se han agotado y sólo se obtienen cantidades reducidas de boquerones, sardinas, jureles, lenguados y crustáceos destinados al consumo fresco. La importante flota pesquera ha tenido que buscar caladeros atlánticos alejados de la península Ibérica, lo que ha provocado en los últimos años graves problemas con algunos de los países ribereños del océano Atlántico, en especial con Marruecos.

Economía

Andalucía cuenta con las mayores superficies dedicadas a olivares y a la producción de arroz, leguminosas, hortalizas, frutas tempranas y plantas industriales, así como de pastos para la ganadería. La zona olivarera, después de la crisis de la década de 1970, se ha convertido en un sector de gran rentabilidad, que produce en torno al 70% del aceite de oliva español; ocupa la cuarta parte de las tierras labradas y se extiende, sobre todo, por las provincias de Jaén y Córdoba. Los cereales se cultivan fundamentalmente en el valle del Guadalquivir, donde se obtiene la cuarta parte del trigo nacional. Los viñedos los encontramos en la comarca de Moriles y Montilla (Córdoba), en torno a la ciudad de Jerez de la Frontera, en la comarca del Condado (Huelva) y en Almería. Destacan por su prestigio internacional los vinos finos de Jerez, que son de extraordinaria calidad. Los cultivos de regadío han alcanzado una importante expansión en las últimas décadas. Además de los tradicionales (caña de azúcar, arroz, algodón, remolacha o betabel, tabaco y maíz), se ha desarrollado una rentable agricultura intensiva en Almería que, en invernaderos y con un avanzado sistema de riego, produce hortalizas y frutas tropicales de gran valor en el mercado nacional y europeo. Asimismo, se ha extendido en el valle bajo del Guadalquivir el cultivo de hortalizas, fresas, cítricos y otros frutales.

La ganadería andaluza es importante por el número de cabezas y por la calidad de algunos de sus productos. De los casi dos millones de cabezas de ganado porcino sacrificados a comienzos de la década de 1990, un porcentaje significativo era de razas denominadas ibéricas, que producen los derivados (jamones y embutidos) más valorados por los mercados. Aunque el número de ovejas (borregos) ha descendido, sigue siendo la cabaña española con mayor número de cabezas (4.000.000), de las que más de 800.000 se crían en la provincia de Córdoba.        El ganado vacuno cuenta con medio millón de reses, una pequeña parte de las cuales están destinadas a la lidia; el ganado bravo se cría en las dehesas de Cádiz y en la zona de marismas del Guadalquivir. En los últimos años se ha producido también una gran expansión de la avicultura.

La industria es un sector poco desarrollado pese a que supone el 14,4% del producto interior bruto (PIB) regional. Una tercera parte de los obreros industriales trabajan en el sector agroalimentario (aceites, vinos y conservas). Las grandes empresas siderúrgicas, textiles o de construcción naval han desaparecido o se han reducido mucho. Se mantienen empresas públicas de construcción aeronáutica y de vehículos y material militares. La industria mecánica (automóviles y maquinaria agrícola) está en crisis. Se mantienen las actividades industriales relacionadas con la petroquímica, los abonos y los derivados de los productos mineros.

Los servicios ocupan a la mayor parte de la población activa andaluza y representan un 67% del PIB. Un 20% de los trabajadores andaluces se dedican al comercio, un 15% son funcionarios públicos y otro 15% a la hostelería y otros servicios. La actividad turística, sobre todo en la Costa del Sol, constituye un sector muy rentable y en expansión que ha estimulado la ocupación y la construcción de viviendas y obras públicas.

La economía andaluza está en una situación de relativo atraso. El porcentaje de su PIB, en el contexto español, es varios puntos inferior al que le podría corresponder por su población y superficie, y mantiene una importante tasa de desempleo, bastante superior a la media española.

Comunicaciones y comercio

Las comunicaciones de la región con el resto de España y entre las distintas zonas interiores han sido tradicionalmente muy deficientes. Los puertos de Cádiz y Málaga eran, en la primera mitad del siglo XX, las dos puertas principales para el comercio exterior. Sin embargo, en la década de 1990 se ha producido un trascendental cambio, tanto en la mejora de las carreteras entre las distintas regiones de la comunidad, como con la construcción de carreteras que la unen con el resto de España. Nuevas autovías discurren por el valle del Guadalquivir, por la depresión intrabética y por intermitentes tramos de la costa mediterránea.

La construcción de una línea ferroviaria de alta velocidad (AVE) sitúa la Andalucía occidental a pocas horas del centro peninsular, con la perspectiva de quedar definitivamente enlazada con Europa cuando la alta velocidad española se integre en la red continental.

Los transportes aéreos mueven más de nueve millones de viajeros anualmente; destaca el aeropuerto de Málaga, que canaliza gran parte del turismo a la Costa del Sol, y el de Jerez de la Frontera; entre ambos suman casi el 70% del tráfico aéreo.

De los puertos marítimos sobresale por su gran actividad el de Algeciras, que se ha convertido en el nexo de unión de España con el norte de África; por sus muelles pasan cada año 31 millones de toneladas de mercancías y unos 3 millones de viajeros. Los puertos de Málaga, Huelva, Sevilla y Cádiz siguen conservando una gran actividad comercial, aunque han perdido la importancia que tuvieron en épocas anteriores.

El comercio interior, sobre todo en las ciudades, se ha modernizado durante los últimos años, superando, en parte, su tradicional atomización. La exportación de productos agrícolas (vinos, frutas, hortalizas, cereales) a Europa y al resto de España ocupa, cada vez más, un lugar destacado en la economía andaluza. Se exportan también materias primas minerales (cobre) y otras materias no elaboradas. Por otro lado, Andalucía importa la mayoría de los productos industriales.

Población

Según datos oficiales de población para 1995, la comunidad andaluza tenía 7.314.644 habitantes. En la Andalucía occidental se dan las mayores concentraciones de población, sobre todo en el eje que va de Córdoba a Cádiz. La Andalucía oriental está poco poblada, si exceptuamos la costa malagueña, que presenta una fuerte concentración de habitantes en el tramo Málaga-Marbella. La natalidad ha descendido mucho en las últimas décadas; pese a todo, sus provincias tienen unas tasas de natalidad que superan el 10‰, lo que hace de Andalucía la región española con la tasa más elevada de nacimientos.

Andalucía ha sido, desde finales del siglo XIX, una región exportadora de mano de obra. En los primeros setenta y cinco años del siglo XX la abandonaron casi dos millones de emigrantes, la mayoría de los cuales procedía de las provincias orientales. Casi un tercio de los habitantes de la provincia de Jaén emigraron en el periodo comprendido entre 1940 y 1970. Las principales zonas receptoras de estos desplazamientos han sido Cataluña, Madrid y algunos países europeos. La emigración interior hacia las capitales de provincia ha sido también importante. En los últimos diez años este flujo se ha detenido e, incluso, se está produciendo un reducido pero significativo retorno de andaluces, a los que las últimas crisis económicas han expulsado de sus lugares de residencia.  

División administrativa y principales ciudades

La variedad regional de Andalucía configura cuatro zonas con características homogéneas: el valle del Guadalquivir, las comarcas mediterráneas, las altiplanicies interiores y las comarcas de sierra Morena. Desde el punto de vista administrativo, está dividida en ocho provincias; cuatro pertenecen a lo que se denomina la Andalucía oriental (Jaén, Granada, Almería y Málaga) y otras cuatro a la occidental o bética (Huelva, Sevilla, Cádiz y Córdoba).

Las poblaciones andaluzas son, por lo general, grandes y numerosas: sesenta y tres ciudades tienen más de 20.000 habitantes. Las mayores por su población son: Sevilla (719.588 habitantes, la cuarta capital española), Málaga (532.425 habitantes, la sexta en importancia), Córdoba (318.030 habitantes), Granada (272.738 habitantes), Jerez de la Frontera (191.394 habitantes), Almería (169.509 habitantes), Cádiz (154.511 habitantes), Huelva (145.712 habitantes), Jaén (113.141 habitantes), Algeciras (104.216 habitantes), San Fernando (88.212 habitantes), Marbella (87.679 habitantes) y Dos Hermanas (84.948 habitantes).

  Manifestaciones culturales y artísticas

  Andalucía cuenta con importantes centros culturales y siete universidades.

Folclore

Andalucía posee un folclore que hunde sus raíces en la historia, destacando entre las diversas manifestaciones el cante y el baile flamenco, que tienen su origen en el triángulo Lucena-Sevilla-Cádiz. Existen cuatro grandes grupos de cante flamenco: la siguiriya, la soleá, la toná y el tango. De estos sones se deriva una rica variedad de cantes emparentados entre sí.

Las fiestas tienen en Andalucía una gran participación popular. Destacan las procesiones de Semana Santa, la famosa Feria de Abril en Sevilla, las romerías que se realizan en todas las provincias —siendo la de la Virgen del Rocío la más conocida y multitudinaria—, y otras ferias, de origen agropecuario, que se celebran en casi todas las ciudades, en las que la música y los bailes típicos, como las sevillanas, están siempre presentes. El particular Carnaval de Cádiz se celebra en esta ciudad desde principios del siglo XIX; el pueblo gaditano, organizado en coros, comparsas y chirigotas, realiza una crítica humorística de la actualidad, componiendo para ello letrillas y canciones. También se mantienen en vigor las antiguas fiestas de la vendimia (Jerez de la Frontera y Palma del Condado), las de la primavera (Córdoba) o las que conmemoran hechos históricos (Granada, Huelva o La Rábida).

Gastronomía

La gastronomía andaluza proviene de la tradición árabe que estableció el orden en servir los platos: sopas, carnes y dulces. Los platos más conocidos son el gazpacho, los fritos y una rica variedad de dulces, que tienen como ingredientes básicos la miel, las almendras y los piñones.

Literatura

Andalucía ha sido una de las comunidades autónomas que más gloria ha dado a las letras españolas. Ya en la Hispania romana surgieron nombres como Séneca, hombre de amplia cultura y cuya literatura de carácter estoico influyó mucho en otros escritores españoles a partir del humanismo del siglo XV, o Lucano. Hay que destacar, de igual modo, la figura de san Isidoro de Sevilla, erudito hispanorromano de la España visigoda considerado como uno de los máximos representantes de la cultura europea medieval. Su libro Etimologías fue un texto pedagógico no sólo en su época, sino hasta bien entrado el siglo XVIII. Con la llegada del islam, la cultura andalusí crece y supera la europea. A través de al-Andalus entrará en España y en Europa la cultura y la ciencia oriental, desde Las mil y una noches hasta tratados de astronomía y traducciones griegas. Algunos nombres importantes son Ibn Hazm, autor de El collar de la paloma, Averroes, introductor del pensamiento aristotélico en Occidente, o Álvaro de Córdoba (véase Literatura árabe: Literatura arábigo-andaluza). Maimónides, figura emblemática de la filosofía judía medieval, o Salomón ben Gabirol son ejemplos significativos de literatura hispanohebrea.

En el siglo XV, las letras no decaen a pesar del alto nivel dejado por las figuras antes citadas. En este periodo cabe mencionar al cordobés Juan de Mena y al sevillano Antonio de Nebrija, que marcan el apogeo del humanismo y la entrada del renacimiento, en el que destacarán nombres como fray Luis de Granada, Gutierre de Cetina, Juan de Mal Lara, Fernando Herrera y sus continuadores de la escuela sevillana. Mención especial merece la figura del poeta cordobés Luis de Góngora. La novela picaresca parece un género creado y hecho para Andalucía, pues hasta los autores no andaluces mandaron a sus pícaros a recorrerla; entre los escritores andaluces que cultivaron este género se encuentran Mateo Alemán y Vicente Espinel.

El siglo XVIII dio importantes ilustrados andaluces, como Luis Cadalso, filósofo humanista y autor de las Cartas marruecas y Noches lúgubres, Alfonso Lista y el poeta José María Blanco-White. El romanticismo tuvo una fuerza especial en Andalucía porque su pasado atrajo a románticos europeos y porque el espíritu revolucionario de las Cortes de Cádiz contagió la tierra. Los máximos representantes de este movimiento literario fueron el dramaturgo Ángel Saavedra, duque de Rivas, el político y escritor Francisco Martínez de la Rosa y el gran poeta Gustavo Adolfo Bécquer.

La generación del 98 se nutrió también de escritores andaluces, como el granadino Ángel Ganivet y el sevillano Antonio Machado. Coetáneo con este movimiento fue el modernismo, ligado a figuras como Manuel Machado, Francisco Villaespesa y el poeta y premio Nobel Juan Ramón Jiménez. Además, es preciso citar al precursor del modernismo, Salvador Rueda, y a José Moreno Villa, que se inició como modernista pero que derivó estilísticamente hacia el simbolismo y el surrealismo.

De los muchos poetas que formaron la generación del 27, la mayoría de ellos eran andaluces y de diferentes estilos: Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Luis Cernuda y Federico García Lorca. Entre los poetas andaluces posteriores a la Guerra Civil española se encuentran Luis Rosales, Carlos Edmundo de Ory, Ángel García López, José Caballero Bonald y Elena Martín Vivaldi, entre otros. Entre los novelistas es obligado citar, al menos, a Arturo Reyes, Salvador González Amaya, Rafael Cansinos-Assens, Francisco Ayala, Alfonso Grosso, Manuel Andújar y Antonio Muñoz Molina.

Arte

Las distintas culturas que se establecieron en el territorio andaluz han dejado un importante legado artístico. Los restos púnicos, iberos y romanos tienen un gran valor. Los monumentos más destacados son, no obstante, los de la época musulmana. Entre ellos sobresalen la mezquita de Córdoba, el palacio de Medinat al-Zahara, las alcazabas de Málaga y Almería, la torre sevillana de La Giralda y el palacio de la Alhambra granadina. La dominación cristiana ha dejado también interesantes manifestaciones artísticas en forma de castillos e impresionantes catedrales, como la de Sevilla, y las que empezaron a construirse durante el siglo XVI en Granada, Málaga, Jaén, Baeza y Guadix. El relevante papel de Andalucía en el comercio con las colonias de América indujo la construcción de grandes y bellos edificios renacentistas y barrocos, como la Casa de Pilatos, el Ayuntamiento, la Casa de Contratación (hoy Archivo General de Indias) y el palacio de San Telmo en Sevilla; el Hospital de los Reyes Católicos y el palacio de Carlos V en Granada; y otros en Cádiz, Córdoba, Úbeda y Baeza.

Andalucía ha sido también cuna de magníficos pintores y escultores de renombre internacional, como los sevillanos Velázquez, Murillo y Valdés Leal; Zurbarán, que aunque nació en la provincia de Badajoz se formó en la escuela sevillana; y el granadino Alonso Cano. Sus obras se pueden contemplar en las fachadas de edificios (portada de San Telmo), en sillerías (catedral de Málaga), en retablos (capilla Real de Granada) y en museos de las ciudades andaluzas.

Instituciones de gobierno

     Andalucía se constituyó como comunidad autónoma en 1982. En su Estatuto de Autonomía se establecen dos instituciones de gobierno: la Junta de Andalucía y el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. La Junta está integrada por el Parlamento, que consta de cien diputados, el Consejo de Gobierno, que es el órgano ejecutivo, y el presidente de la Junta, que preside el mencionado Consejo.

El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía tiene, entre otras competencias, la de resolver los conflictos entre los órganos de la comunidad. La bandera de la región esta compuesta por tres franjas horizontales: verde, blanca y verde.

  Historia

  Andalucía es una de las regiones peninsulares con mayor riqueza prehistórica. Existen numerosas construcciones megalíticas y célebres pinturas rupestres, como las de las cuevas de la Pileta, Cala (Málaga) y Maravillas (Nerja). Se conservan vestigios de varias culturas de la edad del bronce, como la de El Argar, y del cobre, como la de Los Millares. En el I milenio floreció la cultura o civilización llamada de Tartessos, que abarcaba un amplio territorio que se extendía desde la actual Cartagena hasta el océano Atlántico. Esta sociedad explotaba las minas metálicas, practicaba la agricultura y desarrollaba una importante actividad pesquera. Fue incorporada a la órbita cartaginesa en el siglo VI a.C., desapareciendo como unidad política.

En las actuales tierras andaluzas se establecieron diversos pueblos colonizadores. Tuvieron una notable influencia los fenicios, que crearon diversas factorías y núcleos comerciales de importancia en el desarrollo económico y en el intercambio cultural con los tartesios. Fundaron, entre otras, Malaka (Málaga), Sexi (Almuñécar), Abdera (Adra) y Gadir (Cádiz). La influencia fenicia fue sustituida por la cartaginesa, que pasó a dominar, por la fuerza de las armas, todo el territorio. La colonización griega fue menos importante que la fenicia, aunque ha dejado huellas en algunos lugares como Mainake, cerca de Málaga.

Roma acabó con el Imperio cartaginés a finales del siglo III a.C., anexionándose sus dominios territoriales. De esta manera, gran parte del valle del Guadalquivir pasó a constituir la provincia romana llamada Bética, y la actual Andalucía oriental y el alto Guadalquivir quedaron integrados en la Cartaginense, aunque en tiempos de Diocleciano formaron parte de la provincia Tarraconense. La romanización fue intensa y rápida, especialmente en la Bética. Proliferaron los centros urbanos, como Corduba (Córdoba), Hispalis (Sevilla) y Astigi (Écija). Se produjo la expansión de la agricultura mediante la construcción de canales para regadíos. Los puertos se convirtieron en importantes factorías de garum y tenían un intenso tráfico comercial con la península Itálica y otros puntos del Mediterráneo, exportando cereales, minerales y otros productos.

A partir del siglo V d.C., se establecieron en la Bética los vándalos, pueblo de origen germánico que posteriormente se trasladaría a África. Durante la época de Justiniano, los bizantinos dominaron las zonas costeras entre el Guadalquivir y el Júcar y entre el Guadiana y el cabo San Vicente. La conquista de la península por los visigodos trajo un periodo de relativa estabilidad, a pesar de que fueron constantes las rebeliones encabezadas por los hispanorromanos contra el nuevo poder, o las luchas entre las distintas familias nobiliarias visigodas. Con motivo de una lucha entre los hijos de Witiza y el rey Rodrigo se solicitó, por parte de los seguidores de los primeros, ayuda a los musulmanes, que ya dominaban el norte de África. Se inició así, en el año 711, un periodo de casi ocho siglos de presencia musulmana en gran parte del territorio andaluz, que ha dejado huellas en la población y en la cultura.

La época musulmana tuvo varias etapas: en primer lugar, se estableció un emirato dependiente de Damasco, gobernado por un emir que fijó su residencia en Córdoba. Pocos años después, en el 756, Abd al-Rahman I, un miembro de la familia califal destronada (los Omeya), se independizó y constituyó un emirato independiente. El emirato extendió sus fronteras hasta la cordillera Cantábrica y las primeras estribaciones pirenaicas. En el año 929, Abd al-Rahman III se proclamó máxima autoridad religiosa y política de todo el mundo islámico, emancipándose de la tutela religiosa del califa de Bagdad: fue el origen del califato independiente. El periodo califal se considera el de mayor esplendor político, cultural y social de la España musulmana; se sometieron prácticamente todos los territorios peninsulares y se construyó un Estado fuerte que mantenía relaciones con el Sacro Imperio Romano Germánico y con Bizancio. La agricultura era próspera, pues se llegó a la máxima extensión cultivable hasta la época, produciendo cereales, vid, hortalizas y frutales; se introdujeron nuevos cultivos, como la caña de azúcar y el arroz, mientras que el regadío se extendió incorporando nuevas técnicas de riego procedentes de Oriente. La industria conoció un auge sin precedentes, elaborándose productos muy variados para el consumo interno y para el comercio exterior; existía una floreciente construcción naval y se fabricaban tejidos, cerámicas, vidrio, cueros labrados (cordobanes) y papel. Córdoba era el centro político y la ciudad industrial más importante, y Almería alcanzó un importante desarrollo al ser el puerto de mayor tráfico, ya que canalizaba gran parte del comercio con el Oriente, principal zona de exportación e importación.

A mediados del siglo XI, se produjo el desmoronamiento del califato de Córdoba. En los siglos siguientes tuvieron lugar sucesivas invasiones norteafricanas (almorávides, almohades y bereberes) que unificaron temporalmente el antiguo territorio califal, aunque poco después se disgregaron y fragmentaron en numerosos reinos independientes denominados taifas. La debilidad política y militar de estos reinos provocó una larga y paulatina anexión de los distintos territorios por parte de la coronas de Castilla, Aragón y Portugal. La actual Andalucía fue progresivamente conquistada por los reyes castellanos. Durante el siglo XIII, fue anexionado todo el valle del Guadalquivir. El último bastión musulmán fue el reino de Granada, fundado por la familia Nazarí en 1238 y que se mantuvo 250 años resistiendo la presión castellana. El reino granadino comprendía gran parte de las actuales provincias de Cádiz y Jaén, así como la totalidad de las de Granada, Málaga y Almería. Los Reyes Católicos pusieron fin a este reino musulmán en 1492, al conquistar su capital, Granada.

El siglo XVI supuso para parte de las tierras andaluzas un periodo de expansión, motivado por la influencia y las consecuencias de la colonización americana. Sevilla tenía el monopolio del comercio colonial gracias al establecimiento de la Casa de Contratación, por lo que se convirtió en el núcleo mercantil más importante de Europa. Este esplendor se irradió por gran parte del territorio, en especial por las ciudades y puertos del suroeste, mientras que la zona oriental quedó marginada de la expansión económica.

Durante el siglo XVII, con la decadencia del comercio americano, la emigración de población hacia América y la crisis de la agricultura se produjo un periodo de decadencia y crisis demográfica. En el siglo XVIII, como en el resto de España, se inició una lenta pero constante recuperación que se vio favorecida, a mediados de la centuria, por las repoblaciones de sierra Morena. Cádiz recuperó la actividad comercial con el establecimiento en esta ciudad de un influyente grupo burgués de ideas preliberales. Ya iniciada la guerra de la Independencia, Cádiz se convirtió en sede de las Cortes, que aprobaron en 1812 la primera Constitución española.

El siglo XIX supuso en Andalucía la ampliación y consolidación del latifundio rural, especialmente después de las desamortizaciones de Mendizábal y de Madoz. En un primer momento, este hecho originó un crecimiento de las producciones de cereales, olivo y vid, pero la concentración de la propiedad de la tierra y la transformación de sus poseedores en un grupo social absentista y, en la mayor parte de los casos, parasitario y poco emprendedor fue causa de un estancamiento económico y el germen de graves injusticias y de conflictos sociales.

La industrialización española dio en Andalucía sus primeros pasos en los sectores siderúrgico y textil. En la segunda mitad del siglo XIX existían establecimientos textiles en Málaga, Cádiz, Algeciras y Sevilla, la industria naval de Cádiz era una de las más avanzadas y se habían construido altos hornos en El Pedroso. Si a todo ello se une la rentable explotación de los diversos yacimientos mineros, podría pensarse que esta región hubiera podido convertirse en una zona industrial con futuro, pero tanto el textil como la siderurgia decayeron en el último tercio del siglo XIX. Por el contrario, la elaboración de vinos alcanzó un gran auge en Jerez de la Frontera, Málaga y en El Puerto de Santa María. Se producían caldos para la exportación, fundamentalmente para el mercado británico. Fue en esta época cuando varias familias británicas se instalaron en estas poblaciones y fundaron importantes bodegas.

Durante el final del siglo XIX y el primer tercio del XX, Andalucía vivió un periodo de graves conflictos sociales, especialmente en las zonas rurales, donde los jornaleros sin tierra venían sufriendo una clara explotación por parte de los terratenientes, muchos de ellos pertenecientes a la nobleza. La ideología anarquista arraigó con fuerza en sectores del campesinado pobre. Se produjeron muchos motines y ocupación de tierras y cortijos que se saldaban, casi siempre, con una dura represión. La cuestión de la propiedad de la tierra, base del problema social, fue abordada en tiempos de la II República a través de la Ley de Reforma Agraria. En ella se establecía la expropiación de los latifundios no cultivados directamente por sus propietarios y de las tierras no cultivadas. La reforma no se pudo llevar a cabo por la paralización que sufrió con la llegada de la derecha al gobierno republicano y, poco después, con el triunfo de las tropas dirigidas por el general Franco durante la Guerra Civil española (1936-1939).              

 

Córdoba, España

 

La tradición morisca de Córdoba, en España, data del siglo VIII, cuando esta ciudad pasó a pertenecer al califato musulmán, cuya influencia puede apreciarse en gran parte de su arquitectura, como por ejemplo, en su célebre catedral, antigua e impresionante mezquita árabe.

 

 

 

 

 

Jara  

La jara, arbusto muy común en toda la zona mediterránea occidental, dentro de la cual se integra Andalucía, tiene preferencia por los suelos silíceos. Las hojas de esta especie están impregnadas de una resina pegajosa, el ládano, al que se le atribuyen propiedades medicinales.

 

Águila imperial ibérica

Descrita hoy como especie independiente del águila imperial, esta especie autóctona de España se encuentra en peligro de extinción. Andalucía es una de las comunidades autónomas en las que se puede disfrutar de su presencia.

 

 

 

    Todos los datos aquí consignados han sido extraídos de la Enciclopedia Microsoft Encarta 1999  
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Página Diseñada por Jacinto Juan Quiroga Cantero, con ilustraciones de Coke Orozco, para el C. P. Juan de la Cueva de Sevilla.

 

 

 

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