EL MAESTRO.- Amado Hijo, la
Paz contigo. Ave María Purísima.
EL MAESTRO.-
Las responsabilidades son enormes y si todos mis hijos lo supieran,
temblarían de miedo. Necesito confiarte una misión especial: Quiero
que despiertes a la responsabilidad a mis hijos.
¿Hasta cuándo tendré que esperar que verdaderamente se pongan a
trabajar?
Yo doy las gracias, pero a quien no sabe
recibirlas se las quito.
Sé que todos tienen sus responsabilidades. Unos más que otros. Pero
a
ninguno le faltan unas horas para hablar de mi Amor y mi
Misericordia
para con los hombres. Y así dejan pasar el tiempo, y cada vez son más
las almas que se pierden. Yo suplico, reclamo.
Vosotros oráis, pedís perdón y volvéis a caer en la
misma falta: dejar pasar
el tiempo y dejar pasar de largo mis palabras.
Hay muchas, millones de
personas que quisieran recibir algo de lo que
vosotros tuvisteis.
Entre ellas, cientos de almas virtuosas, caritativas,
con un apostolado fuerte.
Yo no voy a volver a reclamar, porque espero que
seáis lo suficientemente
honestos para decir: "lo que hago..."
Ese grano de sinceridad tendrá la
fuerza de suavizar mi dolor, mi decepción.
¡No sabéis cuántos regalos estáis perdiendo por vuestra ceguera, por
la
dureza de vuestros corazones que no sensibilizan ante tanta
generosidad!
Mis mensajes son amor, quien los recibe es amor.
Pero hablo de recibirlos y cumplirlos, no de
recibirlos sin aceptarlos con
el corazón y el alma comprometida. Cada uno en su oficio, pero todos
estáis obligados a amarme y hacerme amar. ¡Cuánto amor necesito para
compensarme de la perdición de tantas almas!.
Hijos míos, con humildad pero con firmeza, os digo solemnemente que
si
no estáis dispuestos a beber el Cáliz, lo
dejéis para que otras almas más
sedientas que vosotras lo beban y lo disfruten.
Os quejáis de la frialdad en vuestras familias. Quien desea la
verdadera
conversión de los suyos, no hable; evangelice en silencio con su
propia
conversión.
¡Ay, hijo mío, estoy tan cansado, tan lastimado por la
indiferencia del
mundo...! Ámame, repara, necesito tu
consuelo, no hagas planes quiero
descansar en tu deseo de almas.
Trátalo con misericordia, como Yo lo
hice contigo. Todos deben ser
tratados con misericordia. Ayuda, colabora, pero Yo tengo mis
propios
planes para ti. Paz a ti, hijo mío.
Ave María Purísima. Adiós, hijo mío.
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«Habla a las almas de
esta gran misericordia Mía, porque está
cercano el día terrible, el día de Mi justicia.» -Diario
965.
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