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Capítulo 12/La corrupción en tiempo de Chávez  

 

 

 

Transparencia no es la única que nos mide

José Vicente Rangel no cree totalmente en lo que afirma Transparencia Internacional (foto: Fast Multimedia).

Existen otras organizaciones un tanto más desconocidas y hasta menos beligerantes públicamente si se quiere, pero distintas a Transparencia Internacional, que por razones incluso más amplias igualmente indagan sobre los grados de corrupción en los distintos países del planeta.

Lo hacen básicamente por razones de análisis de riesgo, de seguridad en las inversiones, para conocer los regímenes políticos y judiciales de las naciones, para indagar sobre el funcionamiento de la democracia, para apoyar créditos y desembolsos de los organismos bilaterales o multilaterales, para apoyar programas de asistencia o simplemente para atender el pedido de un cliente.

Una de ellas es Pricewaterhouse Coopers, la que produce otro índice denominado Índice de Opacidad, el cual indaga sobre los grados de honestidad y deshonestidad en los países a propósito de las transferencias y los altos costos del capital. Hasta mayo de 2001 estaba capitaneada por Jim Schiro, pero en esta fecha se divulgaron algunas desavenencias entre los socios de la firma radicada en New York (Financial Times, 12/05/2001).

En marzo de 2001 divulgaron la última edición del Índice de Opacidad de las Naciones, basados en un estudio soportado en encuestas, luego también es perceptivo, entre 35 países del mundo, de los cuales nueve son latinoamericanos y Venezuela figuró en la posición 22, con un grado de opacidad de 63 sobre 100 y una rata de 7,12% de castigo sobre las posibilidades de inversión (incremento del costo en la captación de financiamiento que provoca la falta de transparencia). Arribó en la ubicación 7 de los 9 latinoamericanos, aparte. Venezuela solamente superó a Guatemala y Ecuador y fue dejada atrás por Chile, México, Uruguay, Colombia, Argentina y Brasil. Por otra parte, delante de Venezuela figuraron 21 países y por debajo 13.

El primer lugar, o sea, la mejor percepción la logró Singapur que también figuró en las primeras cinco posiciones del IPC de TI, con 29 de opacidad y 0% de castigo sobre las posibilidades de inversión. En las últimas posiciones clasificaron: China, con 87 de opacidad, y Rusia con 84. Chile fue el país latinoamericano de mejor figuración, con un índice de opacidad de 36 sobre 100, es decir, 64% confiable, quedando en el segundo lugar junto con Estados Unidos en el listado completo.

A continuación el Índice de Opacidad 2001, por cierto divulgado parcial y únicamente por el periódico 2001 del 16 de marzo de 2001 por la vía de un editorial titulado: Venezuela, país poco transparente.

Posición

País

Opacidad

1

Singapur

29

2

Chile

36

3

Estados Unidos

36

4

Reino Unido

38

5

Hong Kong

45

6

Italia

48

7

México

48

8

Hungría

50

9

Israel

53

10

Uruguay

53

11

Grecia

57

12

Egipto

58

13

Lituania

58

14

Perú

58

15

Colombia

60

16

Japón

60

17

África del Sur

60

18

Argentina

61

19

Brasil

61

20

Taiwán

61

21

Pakistán

62

22

Venezuela

63

23

India

64

24

Polonia

64

25

Guatemala

65

26

Tailandia

67

27

Ecuador

68

28

Kenia

69

29

Checoslovaquia

71

30

Rumania

71

31

Corea del Sur

73

32

Turquía

74

33

Indonesia

75

34

Rusia

84

35

China

87

Fuente: Pricewaterhouse Coopers

Por otra parte, el Banco Mundial no hace comparaciones entre países desde el punto de vista de los niveles de corrupción existentes, pero sí ha definido 6 categorías que le permiten a la institución saber cuán lejos o cerca está un país afiliado de una situación considerada como idealmente sana.

Estos factores son: control de la corrupción, imperio de la ley, marco regulatorio, efectividad gubernamental, estabilidad política y ausencia de violencia, rendición de cuentas. El siguiente dibujo muestra la posición de Venezuela desde el punto de vista de las 6 categorías de estudio y la distancia que media entre una situación normal y la real que tenía el país el 3 de noviembre de 2000.

 

 

 

Los gráficos anteriores revelan que sólo 25% de los países analizados están por debajo de Venezuela en el control de la corrupción, es decir que 75% de las naciones nos superan en el control del flagelo.

Según el Banco Mundial, los indicadores anteriores son producto de la recopilación de estadísticas y percepciones de organizaciones oficiales y no gubernamentales y no reflejan la posición oficial y definitiva del multilateral

En el texto El Desafío Latinoamericano escrito por el investigador del Iesa, José Luis Cordeiro, nos explica que "es realmente difícil comparar los niveles de corrupción alrededor del mundo. No hay manera segura y sencilla de ‘medir’ la corrupción. Sin embargo, sí existen algunas instituciones internacionales que tratan de clasificar los países en grupos según los niveles percibidos de corrupción oficial. Una de esas instituciones es Business Environment Risk Intelligence (Beri) que clasifica a los países en tres grandes clases: mucha corrupción (Nigeria y Venezuela), mediana corrupción (Brasil y China) y poca corrupción (Alemania y Singapur)". Los paréntesis no son nuestros sino corresponden a los ejemplos dados por Beri en su clasificación y Venezuela aparece mencionada en la categoría de mucha corrupción.

Según la clasificación Beri citada por Cordeiro, "básicamente es posible dividir a los países de acuerdo con la magnitud de la corrupción, los niveles de responsabilidad involucrados y los castigos aplicados a la corrupción".

"En primer lugar, se encuentran los países con menor corrupción ya que la castigan duramente y suelen tener sus corruptos principalmente en los niveles más altos donde los hombres ‘ordinarios’ a veces no resisten las tentaciones ‘extraordinarias’. Aquí se encuentran países con reconocidos bajos niveles de corrupción como Alemania, Reino Unido, Singapur y Suiza".

"En segundo lugar, se encuentran países con niveles medios de corrupción y donde los corruptos se encuentran en niveles altos y medios. Estados Unidos, Canadá, Corea del Sur y Japón son ejemplos típicos de este nivel".

"En tercer lugar, se encuentra la mayor parte de los países del mundo. En esos países que van desde Argentina hasta Venezuela, desde Argelia a Zimbabwe, existen formas de corrupción sistemática, penetrante y omnipresente. La corrupción no sólo es generalizada, sino que también aparece a todos los niveles: alto, medio y bajo. La corrupción es tan generalizada en muchos de esos países que a veces es considerada una forma de ingreso adicional para los mal pagados funcionarios públicos. En muchos de esos países pobres los corruptos van desde el Presidente, o dictador de turno, hasta el director de una escuela u hospital".

Otra clasificación mencionada es la de The Economist Intelligence Unit (EIU) que clasifica particularmente "la corrupción en América Latina desde ‘poca’ en Chile hasta ‘agobiante’ en Perú y Venezuela. Los resultados del análisis de la EIU representan, de hecho, un progreso para Latinoamérica pues Argentina había dejado de ser un país con corrupción agobiante, como era clasificado al comienzo de la década de 1990, y la situación en Perú estaba mejorando. De forma que Venezuela permanece como la ‘oveja negra’ de la hipercorrupción entre los mayores países de la región".

Estima Cordeiro que "la ventaja de las clasificaciones como la de EIU es que éstas son organizaciones autónomas, independientes y libres de compromisos políticos. De manera que sus clasificaciones imparciales son respetadas por los observadores y analistas externos aunque los líderes nacionales de países con malos resultados siempre encuentran excusas y errores en tales clasificaciones. ¿Quién se equivoca, los evaluados o los evaluadores? La experiencia internacional indica que los malos líderes son los errados, pero al final son los pueblos los que en verdad llevan las de perder".

Refiere una serie de casos emblemáticos de "líderes corruptos, populistas o, simplemente incompetentes" que escapan "de sus propias naciones y se establecen en otros países, muchas veces en la misma región":

Juan Domingo Perón, de Argentina a España.

Luis García Meza, de Bolivia a Argentina.

Paulo César Farías, de Brasil a Tailandia.

Jean-Claude Duvalier, de Haití a Francia.

Anastasio Somoza, de Nicaragua a Paraguay.

Alfredo Stroessner, de Paraguay a Brasil.

José López Portillo, de México a España.

Alan García, de Perú a Colombia.

Jaime Lusinchi, de Venezuela a Costa Rica.

Y la lista es absolutamente incompleta, apenas destaca los casos de presidentes o dictadores que le parecieron más importantes para el momento, sin mencionar a Alberto Fujimori (de Perú a Japón), Abdalá Bucaram (de Ecuador a Panamá), Carlos Andrés Pérez (de Venezuela a Miami y República Dominicana) Fernando Collor de Melo (de Brasil a Argentina), entre otros más recientes.

Por cierto que el ex presidente Jaime Lusinchi, según un escrito difundido por The Washington Post el 5 de enero de 2000 en la página A21 y bajo la firma de David Ignatius; figura en la lista de "los bucaneros del Siglo 21" que incluye personas jurídicas y naturales:

Empresa Elf-Acquitaine, de Francia y Alemania (sobornos).

Citibank, de Estados Unidos (lavado de dinero).

Raúl Salinas, hermano del ex presidente Carlos Salinas, de México (corrupción y asesinato).

Azif Zardari, esposo de Benazir Bhutto, primera ministra de Pakistán (cobro compulsivo de comisiones).

Bongo de Omar, presidente de la República Africana de Gabón (sobornos).

Sani Abacha, ex presidente de Nigeria (corrupción y soborno).

Jaime Lusinchi, ex presidente de Venezuela (malversación de fondos).

Las hijas del presidente de Indonesia, Suharto, y la familia Suharto (robo y corrupción)

— ¿Cuáles son los efectos y las consecuencias externas para un país como Venezuela, cuando aparece en los últimos lugares de los índices de corrupción? -formulamos la interrogante al profesor Herbert Koeneke.

— De terror –respondió-. Estamos con países africanos y con algunos de la ex Unión Soviética que están muy corrompidos por el desmontaje súbito del sistema de controles del Estado centralizado. Esto es sumamente negativo, porque estamos muy mal en el juicio que hacen los inversionistas. Simplemente tratas de no correr riesgos innecesarios si eres inversionista, existiendo tantas oportunidades de inversión.

— Internamente ¿cuál es el efecto inmediato?

— La gobernabilidad. Allí hay dos dimensiones: la técnica y el acatamiento de la opinión pública. En cuanto a lo primero, puedes estudiar la eficiencia y la eficacia en el diseño y ejecución de las políticas públicas, es decir, tener la suficiente capacidad de asesoría para vislumbrar cuáles son los grandes problemas y cómo enfrentarlos. Capacidad gerencial, eficiencia y eficacia con transparencia. Puedes tener un equipo muy bueno de tecnócratas al lado tuyo y buscarte a los mejores gerentes. Pero si sigue existiendo irresponsabilidad en los altos cargos públicos y unas instancias contraloras incapaces o plegadas a los deseos del mandatario, anulas las bondades de la tecnocracia y tu problema de corrupción generalizada permanece intacto, sujeto al grado de aceptación de las acciones del gobierno por parte de la opinión pública.

— ¿Qué más puede decirnos?

— En el mediano y largo plazo lo que se produce es una desconsolidación del régimen. No puedes consolidar una democracia donde no hay gobernabilidad. Y la corrupción tiene mucho que ver con este estado de cosas, tiene que ver mucho con la desconsolidación de la democracia en Venezuela donde siempre se ha tratado de colocar, antes y ahora, en una franja blanca anchísima muchos casos de corrupción propios que son reprobables o no aprobables en otras partes. Recuerdo una encuesta Gallup publicada por El Nacional que decía que el principal problema peor resuelto de la primera presidencia de Carlos Andrés era la corrupción. Allí estaba el caso Sierra Nevada. A él nunca se le llegó a juzgar. ¿Te acuerdas que eso terminó en el Congreso con un voto de José Vicente (Rangel) que lo salvó de considerarlo culpable administrativa y políticamente? Lo contrario hubiera significado la apertura de una investigación y el inicio de la sanción de la corrupción en la democracia venezolana.

Cuando José Vicente Rangel era ministro de Relaciones Exteriores participó en una conferencia internacional organizada por el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico (Cedice) en noviembre de 1999, denominada Seminario Internacional, Corrupción y Estado. Presentó una ponencia titulada: Aspectos internacionales de la lucha contra la corrupción.

—Tengo bastante conocimiento teórico y práctico sobre el tema de la corrupción. Modestia aparte, durante muchos años he luchado contra ese fenómeno, contra ese peligrosos fenómeno, contra ese asfixiante fenómeno, contra ese letal fenómeno, que para algunos es simplemente parte del discurso político, del discurso político tendente a descalificarse recíprocamente y que para mí es algo más que parte del debate político. Es algo que tiene que ver con el funcionamiento de nuestras sociedades, porque es indudable que existe una cultura o una anticultura, como ustedes lo quieran calificar, de la corrupción.

Rangel formuló la siguiente interrogante en la oportunidad que se comenta: "¿quién puede tirar la primera piedra en esa materia?"

— Ese tema de la corrupción, afortunadamente, ya no necesita escamoteo y ha descendido del nivel retórico al nivel práctico. ¿Ustedes saben por qué –dijo- ha descendido al nivel práctico? Porque el ciudadano común y corriente la ha interiorizado, ha establecido la relación que está entre la corrupción, la práctica corrupta y su situación particular. Cuando un ciudadano va a un hospital y no consigue algodón, porque se han robado el dinero los administradores públicos, entonces interioriza el fenómeno de la corrupción y ya deja de ser un discurso político para convertirse en algo vivencial que afecta directamente la salud de ese ciudadano. Y lo mismo ocurre con la educación y con los servicios públicos en general.

Al hacer un balance sobre el porqué la corrupción se desenfrenó en democracia argumentó:

— ¿Por qué hay corrupción en una democracia cuando hay mecanismos teóricamente de control? ¿Por qué si en una democracia funciona un Congreso que además de legislar tiene la atribución de investigar y existe una Contraloría General de la República y una Fiscalía General de la República, etc., etc., por qué funciona la corrupción? ¿Por qué nosotros tenemos la justicia más corrupta de la región en Venezuela después de 40 años de democracia? ¿Por qué después de haber gastado el equivalente a 20 planes Marshall en Venezuela, de haber invertido el equivalente a 20 planes Marshall en Venezuela, en treinta y pico de años, tenemos 80 por ciento de pobreza? ¿Dónde fue a parar el dinero? ¿Por qué caminos se despilfarró esa inmensa fortuna? ¿Por qué no funcionaron los organismos de control como el Congreso en 40 años, los tribunales, la Corte Suprema, la Contraloría General de la República? Eso nos remite directamente al problema de las complicidades que es otro factor determinante en la corrupción. Para mí incluso es peor que el acto corrupto, el acto de complicidad. La complicidad es el colchón en el cual se revuelca concupiscentemente la corrupción. Y nosotros hemos vivido esa dramática experiencia en Venezuela.

Según Rangel, "los venezolanos tienen en el exterior, en este momento, más de 100 mil millones de dólares, y esos 100 mil millones de dólares no se han conformado con los 100 mil o los 200 mil dólares que pueda haber sacado una familia para preservar ese capital en el exterior, sino con los grandes robos y latrocinios que han ocurrido, me refiero a estos últimos años".

Con respecto a la gravedad mundial del problema de la corrupción, Rangel aportó la siguiente caracterización:

"Las cifras globales que se manejan en materia de lucha contra la corrupción son asombrosas, incalculables, son abrumadoras y muchas veces envuelven gran poder. Yo iría un poco más allá, yo estoy convencido de que el verdadero poder en los países de la región, es la corrupción. Si no queremos aceptar como válido el tema, podemos hablar entonces de un poder paralelo... muchas veces más eficaz que el poder constituido".

"Ese poder paralelo, ese poder que resume la corrupción y que además se organiza como el Estado, porque hay un poder judicial institucional y hay un poder corrupto judicial también; y hay un poder ejecutivo institucional y hay un poder ejecutivo de la corrupción también; y hay un poder legislativo institucional y hay un poder legislativo también de la corrupción. Eso lo hemos visto en infinidad de episodios, a través de la administración de justicia corrupta, increíblemente corrupta, que en el caso por ejemplo del narcotráfico, llega a situaciones verdaderamente demenciales".

"Yo estoy convencido y voy a hacer una reflexión polémica, profundamente polémica, el 4 de febrero tuvo esencialmente un carácter de tipo ético de respuesta a la corrupción, por allí reventó. Puede reventar en cualquier otra circunstancia por una explosión aún mayor de tipo social caótica, porque el ciudadano se cansa de que haya un discurso contra la corrupción, y una práctica blindada de la corrupción. Ese discurso se pierde totalmente en el tiempo y el espacio. Sin embargo, un cierto grado de conciencia ha sido alcanzado, sobre todo a nivel internacional".

"La lucha contra la corrupción plantea muchas otras interrogantes. ¿Cómo se mide la corrupción? ¿Cómo se consolida la idea de que un país es corrupto? ¿Qué elementos son tenidos en consideración y quién califica el grado de corrupción de un país? Porque también en esto puede haber muchas arbitrariedades e intereses políticos, como ocurre por ejemplo con la descertificación en materia de narcotráfico. El gran descertificador es el mercado mayor de la droga del mundo. Los grandes corruptos del mundo juzgan a los pequeños países por corruptos".

 

Con respecto a la actividad oficial, expresó que "el objetivo de erradicar la corrupción constituye el reto más importante que se ha planteado el nuevo gobierno y estamos decididos a enfrentarla en el plano nacional".

— Yo quiero decirles a ustedes una cosa, como miembro del gobierno. El gran riesgo que tiene este gobierno que es el mismo que encararon anteriores gobiernos, es no enfrentar decidida y audazmente el problema de la corrupción. La corrupción tiene la capacidad inmensa de reciclarse, tiene una continuidad histórica indudable, la vieja corrupción es reemplazada de inmediato por la nueva corrupción. El fenómeno de la corrupción está tan imbricado en el funcionamiento de la sociedad y en las instituciones venezolanas que soporta los cambios de gobierno y los supera fácilmente.

El ex ministro de Cordiplan Luis Carlos Palacios tiene otra apreciación en cuanto al fuerte discurso anticorrupción del gobierno de Hugo Chávez y la exteriorizó en un ensayo denominado La corrupción, publicado a página completa por Tal Cual el 14 de mayo de 2001.

"La acusación de corrupción generalizada fue una de las armas políticas para llegar al poder de la actual hegemonía. Según ese discurso, Venezuela es un país rico y sus dificultades se derivaban de que las élites, básicamente corruptas, impedían el flujo de la riqueza y su aplicación para un crecimiento sostenido y equitativo. Ergo, el problema consistía en reemplazar las élites corruptas por los honestos. Desde el punto de vista político, se ha producido un desplazamiento muy importante de las antiguas élites y sin embargo la corrupción no parece haber disminuido. Por el contrario, podría haber aumentado".

 

   

 

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