Tal vez uno de los casos más destacados de supuesta
corrupción asociada al quinquenio 1994-1999 haya sido el pago, vía fax con
transferencia, que se hizo el 23 de enero de 1995 desde el ministerio de
Hacienda de 9 millones 479 mil 880 dólares a la empresa Oto Melara, contra una
cuenta bancaria identificada con el número 337006450 del Republic Bank of New
York a nombre de la compañía Samana International Inc. Previamente con otro fax
se había pedido la cancelación contra una cuenta cuya dirección era el Chase
Manhattan Bank of New York.
En realidad era una porción de un monto de 25 millones 279
mil 680 dólares que el Estado había suscrito mediante contrato en 1988 con la
empresa ya citada, para la compra, suministro, transporte, entrega de
materiales, revisión posterior, mantenimiento y modernización del sistema de
armamento y electrónica de un grupo de lanchas patrulleras y cañoneras de la
Armada Venezolana.
Pero el punto clave era que la compañía Oto Melara, luego
absorbida por la firma Armamenti Aerospazi, en junio del mismo año 1995 reclamó
al Ministerio de Hacienda el pago pendiente por los mismos 9,5 millones de
dólares, previamente cancelados. ¿Qué pasó? El asunto había sido reventado a la
opinión por los periodistas Alfredo Peña y José Vicente Rangel, luego ministros
de Secretaría de la Presidencia y Relaciones Exteriores, respectivamente, del
gobierno entrante de Hugo Chávez Frías. De hecho, la juez Milena Noguera del
Tribunal 29 Penal, ofició a los nuevos funcionarios en los primeros días de
febrero de 1999, luego del cambio de gobierno, solicitando que la ayudaran a
obtener los resultados de varios recursos rogatorios en Estados Unidos, pues el
caso podía prescribir (El Universal, 21/02/1999).
Armamenti Aerospazi demandó ante un tribunal de Génova,
Italia, al Estado venezolano por incumplimiento de pago y por secuestro de 18
pagarés consecutivos (del 31 al 48) por la misma cantidad de 9,5 millones de
dólares. Pero previamente, el 21 de diciembre de 1994, la Dirección General
Sectorial de Crédito Público de Hacienda había enviado a la Contraloría la
información referida a una orden de pago numerada con el 27.354 para cancelar
idéntico monto de 9,5 millones de dólares. ¿Doble pago? Allí comenzó todo.
Eduardo Roche Lander había calificado el caso de
"sorprendente, puesto que se había cometido un fraude a la Nación al cancelar
nueve millones y medio de dólares con un documento falso, sin que fueran
presentados al gobierno los pagarés respectivos" (El Universal, 23/03/1999).
El gobierno de Estados Unidos, por intermedio de una División
Criminal, envió la documentación a Venezuela a fines de marzo y mientras tanto
aquí en Caracas preparaban la interpelación del Ministro de Hacienda, Luis Raúl
Matos Azócar. En ese momento se desempeñaba como funcionario ante el Banco
Interamericano de Desarrollo en Washington. Luis Alfonso Dávila, presidente del
Congreso presidía una comisión bicameral de investigación.
El procurador Juan Nepomuceno Garrido ya había sido
interpelado y declaró que "Venezuela pagó bien mientras se demuestre lo
contrario" (El Universal, 09/04/1999).
El diputado David Paravisini, insatisfecho con los argumentos
del Procurador, dijo que "Garrido demostró la hipocresía y la falsedad de
Caldera y su gabinete en la lucha contra la corrupción... Mintió e impide que se
demuestre quién estafó a la nación y quién permitió que los 9,5 millones de
dólares se incluyeran en un crédito adicional, elaborado por el ministro de
Hacienda de la época" (El Universal, 09/04/1999).
A todas estas Matos Azócar había sido liberado de
responsabilidad por el Contralor al comprobarse que no era el ministro para el
momento del primer pago. El ministro era Julio Sosa Rodríguez, luego fallecido,
a quien por poco el contralor Roche Lander le amella su integridad y reputación,
además de la amistad de toda una vida con Rafael Caldera.
— Una vez que la empresa intentó cobrar por segunda vez –dijo
Matos Azócar en la interpelación del Congreso- el ministerio de Hacienda se negó
a pagar y recomendó analizar alguna salida al problema legal que no sea
negociada y que la empresa demuestre en los tribunales, como lo señala el
contrato respectivo, que tiene derecho a ese pago (EL Universal, 16/04/1999).
Para abril de 1999 la juez Milena Noguera había dictado auto
de detención en contra de Judith de La Hoz, ex directora de Crédito Público de
Hacienda; Ramón Guillén, ex asistente de Crédito Público; y Luis Natera,
encargado de la división de presupuesto y pago de Hacienda, "por la ordenación
de pagos de servicios no realizados".
"La juez se abstuvo de emitir pronunciamiento en relación con
la participación o no de los ex ministros de Hacienda, Julio Sosa Rodríguez y
Luis Raúl Matos Azócar por cuanto este juzgado es incompetente. Sosa Rodríguez
falleció y su mención en la decisión provocó la indignación de familiares y
amigos por ofender su memoria. La Contraloría absolvió a Sosa Rodríguez y a
Ismenia Morales por no haberles encontrado responsabilidad administrativa. A
Matos Azócar no le dictó cargos. Fuentes consultadas manifestaron que durante la
semana hubo movimientos porque desde el Congreso se intentó presionar a la juez
para que se incluyeran los nombres del ex procurador Juan Nepomuceno Garrido, al
ex secretario de la Presidencia, Andrés Caldera y a Matos Azócar", se leía en El
Universal del 24 de abril.
Los otros mencionados en el caso, varios de los cuales
también fueron interpelados, fueron: el ex procurador Jesús Petit Da Costa; el
ex ministro de Hacienda, Freddy Rojas Parra; Ana Drossos, ex directora de
Finanzas Públicas de Hacienda; el Vicealmirante Gonzalo Gómez Jaén, Inspector
General de las Fuerzas Armadas; y Luis Xavier Grisanti, ex viceministro de
Hacienda.
La juez Noguera también decretó la detención de los
particulares Adrián Kupferschmied, Eduardo Berlín Brinner y Erick Daniel Chummer
Gutt, por haber supuestamente cobrado en algún lugar de una intrincada cadena de
relaciones vía fax, los 9,5 millones de dólares.
Judith de La Hoz, Luis Natera y Eduardo Berlín obtuvieron un
beneficio procesal y la juez les concedió la libertad condicional, teniendo
Berlín que pagar una fianza superior a los 10 millones de bolívares.
Posteriormente, la Sala 10 de la Corte de Apelaciones revocó
los autos de detención a Ismenia Morales Henríquez y a Luis Natera, "por no
tener nada que ver con el pago apresurado que efectuó el ministerio de Hacienda
a la empresa Samana", declaró el magistrado Pedro Osman Maldonado (El
Universal, 15/09/1999). Pero a su vez le ratificaron las medidas a Judith de
La Hoz, por ordenar un pago sin contraprestación de servicio; le cambiaron la
calificación del delito a Ramón Guillén por la de cooperador inmediato; a
Eduardo Berlín se le cambio la falta de estafa por la de aprovechamiento de cosa
proveniente del delito. Pero la sala no se pronunció en los casos de Adrián
Kupferschmied y Erick Daniel Chummer Gutt, porque ninguno de los dos se había
puesto a derecho y estaban señalados por estafa agravada.
A finales de junio de 2000, el Ministerio Público por
intermedio de los fiscales Raiza Rodríguez y Theresly Malavé, presentó acusación
formal contra los imputados ante el Tribunal 33 de Control, a cargo de María
Cristina Reverón. Ésta "consideró que Eduardo Berlín incurrió en aprovechamiento
de cosas provenientes del delito, después de estudiar la acusación de la
Fiscalía. Pero tuvo que declarar sobreseída la causa ‘por extinción penal’ ya
que transcurrieron más de 5 años desde que se cometió el ilícito que afectó al
Estado, en enero de 1995" (El Universal, 13/07/2000).
Inmediatamente el caso se quedó un tiempo sin jueces, porque
ninguno quería asumirlo en tiempos de reforma judicial y, aparte, otros fueron
recusados por los abogados de los imputados. La fiscal Raiza Rodríguez había
denunciado que la esposa de Berlín (Mañanita Osuna) había hecho contactos con
diversos jueces y escabinos del jurado.
La juez 21 de Juicio, Elsa Gómez, "consideró imprudente la
denuncia efectuada por la fiscal Raiza Rodríguez... pues la fiscal no debió
comentar que la esposa de uno de los imputados se le acercó para dejarle
entrever que había contactado el tribunal, si no tenía las pruebas para
sustentar lo dicho" (El Universal, 31/10/2000). Así este caso, como
muchos otros, dejó de tener incidencias reflejadas por los medios de
comunicación social, en la medida en que tampoco ocurrieron nuevos episodios que
revelar.
Pero quedaba pendiente la figura de Adrián Kupferschmied.
Había logrado salir del país a tiempo. Este personaje es el mismo que
entrevistamos el 20 de abril de 1989, cuando disponíamos de la información de
que era conocido como El Rey de Recadi, es decir, el supuesto gestor de
los gestores en la obtención de divisas preferenciales.
Ocho años más tarde, en marzo de 1997 la periodista
Jacqueline Goldberg, de la revista Exceso, en un reportaje titulado
Adrián Kupferschmied, sombras nada más, escribió que " la tirria que
Kupferschmied le profesa a la prensa tiene como instante genealógico la
entrevista que le hiciera el periodista Agustín Beroes... Se comenta que esa
entrevista causó serios daños a la imagen del empresario –punta de lanza de sus
movimientos financieros- y propició el derrumbe de promisorios negocios
hoteleros en la isla de Cuba".
La misma colega indicó que "desde la época de Jaime Lusinchi
–cuando lo bautizaron Rey de Recadi- Adrián Kupferschmied ha venido observando
cómo su nombre brota espasmódico de los diarios nacionales enmarañado en muy
diferentes y nada lustrosos acontecimientos" (Exceso, marzo 1997, número 55).
Señalamientos públicos contra el
empresario Adrián