El día de la instalación de la Asamblea Nacional
Constituyente, el 3 de agosto, la presidenta de la Corte, Cecilia Sosa Gómez,
reiteraba que la misma era originaria "en el sentido de que la designó libre y
democráticamente el pueblo venezolano. Debemos entender el discurso, las
palabras del presidente de la Asamblea (Luis Miquilena) en toda su integridad".
Tres días más tarde, el 6 de agosto, Sosa reiteraba en un
boletín de prensa enviado a todos los medios, que la crisis del poder judicial
la había decretado la Corte dos años atrás y que el documento al respecto podía
ser consultado en la página web de la institución. "El punto de partida
es la disciplina, la racionalización de la burocracia administrativa y la
asignación de recursos que permitan acelerar tanto el proceso de depuración como
la efectividad de las medidas que se adopten, a fin de combatir la
incompetencia, la corrupción, la lentitud y la politización. Si bien es cierto
que el Poder Judicial está lleno de vicios, también lo es que siempre ha sido un
abandonado del Poder Legislativo y del Ejecutivo".
Ya con el decreto de emergencia aprobado, el segundo
vicepresidente de la Asamblea, Aristóbulo Istúriz, escribía un artículo llamado
La reorganización del Poder Judicial, en el que llamaba "a la participación
activa y a la actitud vigilante de la población, fundamentalmente a los
venezolanos más conocedores de la materia... ¡Bienvenidos al debate! Vamos todos
a reorganizar el Poder Judicial, para ello la Asamblea Nacional Constituyente,
al mismo tiempo que discute las bases sobre lo que será la justicia en la nueva
República, decreta la reorganización del Poder Judicial" (El Universal,
20/08/1999). El proyecto había sido discutido con Chávez y la directiva de
la Asamblea en La Casona la noche del 16 de agosto y uno de los puntos clave
considerado era si descabezaban a los magistrados de la Corte o los ratificaban
en sus cargos.
El decreto salió buscando la ratificación, pero era necesario
un acuerdo de convivencia. Manuel Quijada, presidente de la recién creada
Comisión de Emergencia Judicial, planteó: "tenemos que conversar con la Corte
porque la intención no es que se creen problemas. El acercamiento evitaría
problemas como el tener que disolver la Corte si ésta desconoce los poderes de
la Asamblea Constituyente".
— ¿No lo hizo ya su presidente? –le increpó la periodista
Taynem Hernández.
— De palabra, pero no de hecho - respondió Quijada.
La tesis que prevalecía en la Corte era que podían respaldar
una emergencia judicial, "pero ajustada a derecho". Se reconocía la creación de
la Comisión de Emergencia Judicial presidida por Quijada, pero que la depuración
garantizara el derecho a la defensa, la racionalidad y la proporcionalidad de
las decisiones a tomar.
La comisión había quedado integrada, además de Quijada, por
Elio Gómez Grillo, quien había reclamado airadamente su inclusión (a cambio de
la exclusión de Manuel Vadell); Elías López Portillo, Antonio García, Carlos
Tablante, William Ojeda, el representante de la Corte como inspector de
Tribunales, Alirio Abreu Burelli, y la representante de la Magistratura, Nelly
Morillo. En la primera reunión, Quijada le dejó ver a Abreu Burelli,
representante de la Corte, que "la idea es que la sustitución de magistrados
(había cinco con el período vencido) se resuelva pacíficamente, pero si la Corte
no acata la autoridad de la Asamblea procederemos de otra manera" (El
Universal, 24/08/1999). "No vamos a ganar nada con eso, sobre todo cuando la
Corte manifestó estar dispuesta a dialogar", le ripostó Abreu Burelli.
Mientras tanto, en la Corte –que había estado reunida en sala
plena hasta altas horas de la noche del 23 de agosto y con la renuncia de
Cecilia Sosa Gómez sobre la mesa- se discutía un proyecto de resolución frente
al Decreto de Emergencia Judicial dictado por la Asamblea. El mismo había sido
presentado por la magistrada Hildegard Rondón de Sansó y corredactado,
supuestamente, por el magistrado Iván Rincón Urdaneta, para el momento segundo
vicepresidente de la Corte.
El punto 5º de la resolución marcaba el final de la jornada:
"La Corte Suprema de Justicia" –decía el borrador- "reafirma como testimonio
ante la historia su sumisión al estado de derecho y a la colaboración entre los
poderes públicos. En base a ello, ofrece su contribución para el objetivo
fundamental perseguido por el Decreto de Emergencia Judicial. Como ejemplo de su
disposición en el sentido antes expresado, autoriza al magistrado Alirio Abreu
Burelli para que integre la Comisión de Emergencia Judicial, liberándolo
temporalmente del ejercicio de sus funciones mediante la concesión del permiso
solicitado por el mismo en la forma prevista en el artículo 13 de la Ley
Orgánica de la Corte Suprema de Justicia". En el resto del documento hacía
consideraciones sobre la evolución de la postura de la Corte frente al tema
constituyente y su legalidad.
En las minutas de la propia Corte se encuentra que frente al
punto antes citado estaban de acuerdo los magistrados: Iván Rincón Urdaneta,
Hildegard Rondón de Sansó, Alirio Abreu Burelli, Humberto La Roche, José Luis
Bonnemaison, José Erasmo Pérez España, Angel Edecio Cárdenas, Jorge Rosell
Senhenn y Antonio Ramírez Jiménez. Y declarados en contra: Cecilia Sosa Gómez,
Aníbal Rueda, Héctor Grisanti Luciani, Nelson Rodríguez García, Hermes Harting y
Héctor Paradisi León.
En la discusión interna, el principal argumento de Cecilia
Sosa Gómez era que "la Corte hizo varios pronunciamientos acerca de la
naturaleza de la Asamblea Constituyente y sobre las facultades que la mima
posee. Se mantenía firme en su convicción de que dicha Asamblea no nació de un
gobierno de facto, sino que surgió en un sistema de iure mediante
un procedimiento al cual ella misma ha dado su respaldo. Por lo tanto esta
declaratoria ( de la Corte) resulta a priori incoherente con el propósito
del acuerdo, cuyo efecto fundamental pretende convalidar el Decreto de la
Asamblea, el cual está dirigido directamente a desconocer el estado de derecho
en el cual ha nacido", decía la transcripción de la importante sesión interna".
"Es evidente" –decía Sosa Gómez- "que a la Asamblea Nacional
Constituyente se le autorizó para redactar un nuevo ordenamiento constitucional,
que sostendrá el nuevo esquema del Estado democrático elegido por el país; y no
para intervenir o sustituir los poderes constituidos, erigiéndose en una suerte
de superpoder donde se concentran todas las potestades públicas, como así lo ha
pretendido y desde luego, logrado, con el respaldo del acuerdo suscrito por la
mayoría del seno de esta Corte, cuyo contenido deploro".
El 24 de agosto Cecilia Sosa Gómez renunció al cargo de
presidenta de la Corte Suprema, señalando que ésta se había suicidado con una
mayoría de 8 votos contra 6, porque "violó el estado de derecho y avaló la
injerencia de la Asamblea Constituyente en la independencia del Poder
Judicial... Con profundo dolor tengo que pedirles a los venezolanos, y al mundo,
que me perdonen, pero formada en democracia, no puedo participar en lo que
considero atentatorio a élla".
Agregaba que "la Constituyente no fue habilitada para dictar
actos de gobierno, es un simple mandatario del pueblo, tiene una misión que
cumplir y un plazo para ejecutarla. El hecho de que sea originaria, cosa que
jamás he discutido y siempre he afirmado, no la faculta para actuar como poder
constituido, rompiendo el sacrosanto principio de la distinción entre poder
constituido y poder originario, y entre poder absoluto y poder originario".
Se despedía acusando: "¿Ahora quién va a legitimar los actos
de gobierno de la Asamblea, cuando lo que vamos a votar es una Constitución?.
Con la actuación de la Asamblea y la sumisión de la Corte a sus designios
desaparece el último control de la constitucionalidad y legalidad que había en
Venezuela... Sencillamente la Corte Suprema de Justicia de Venezuela se suicidó
para evitar ser asesinada. El resultado es el mismo: está muerta".
Según Sosa Gómez, la posibilidad de realizar una
constituyente había sido analizada por la Sala Político Administrativa de la
Corte Suprema, llegándose a la conclusión de que para emprenderla no era
necesario modificar la Constitución del 61, cosa que Chávez le agradeció en la
juramentación como Presidente el 2 de febrero de 1999 en el Congreso. Bastaba
con lo que decía la Ley del Sufragio y Participación Política.
— Cuando se instala la Asamblea Constituyente –nos explicó
Cecilia Sosa Gómez- resulta que no era una Constituyente lo que se quería. Pero
tampoco se quería hacer una constitución. Lo que se quería era acabar con todo
lo que había y se acabó: se acabó con el Congreso, se quería acabar con la Corte
y sus cosas positivas. Se quería acabar con la corrupción en el Poder Judicial,
idea muy válida. Pero no se podía esperar políticamente, había cierto desespero
porque todo se diera muy fácil y en muy poco tiempo. Yo sostuve que la
Constituyente ha debido hacer una constitución, pero se creó una comisión
encabezada por el señor Quijada y se infiltró la Corte y se infiltraron sus
magistrados... (13/02/2001 en entrevista con el periodista).
— ¿Qué quiere decir exactamente con esto, doctora?
— Que los tocaron, para decirles que había que permitir la
entrada de la Comisión a la Corte. Cosa con la que yo estaba en desacuerdo,
porque la Comisión no era para eso. Yo no me estaba oponiendo a que investigaran
lo que quisieran. Pero que no se tomara la Corte Suprema y a todos los
magistrados que dictaron aquel célebre acuerdo, del cual yo disentí y que fue
motivo de mi salida, como una fiesta de bienvenida. El doctor Abreu Burelli fue
el primero que salió con las tablas en la cabeza, como primer inspector de
Tribunales. Y así fue con cada uno de los que tocaron por la puerta de la
cocina, cuando nombraron a los nuevos magistrados, habiéndoles ofrecido
seguramente villas y castillos o por lo menos concientizado sobre el proyecto
revolucionario.
La Sala Plena de la Corte, tras la renuncia de Sosa, designó
a Iván Rincón Urdaneta como presidente encargado y luego ratificado del máximo
tribunal de justicia. Para el momento era el segundo vicepresidente del órgano y
presidente de la Sala de Casación Penal. "La Corte no es un presidente, es un
órgano administrativo. La Corte son los magistrados", sentenció Rincón Urdaneta
(El Universal, 27/08/1999).
A todas éstas, el Decreto de la Emergencia Judicial había
sido impugnado ante la propia Corte por los abogados Gerardo Blyde y Gerardo
Fernández. El basamento de la acción estuvo soportado en la idea de que "ni la
democracia ni los tratados internacionales permiten la concentración de poderes
en un solo órgano y, al haber decretado la intervención del Poder Judicial, a
través de la creación de la Comisión de Emergencia Judicial, se concentró al
Poder Judicial en el poder originario que tiene la Asamblea Constituyente. Esto
viola específicamente la base comicial número 8", especificó Blyde (El
Universal, 27(08/1999). Mientras tanto, Fernández argumentaba que no era que
estaban en desacuerdo con la purga del Poder Judicial: "el recurso interpuesto
sólo obedece a la necesidad de que los cambios se efectúen conforme al estado de
derecho".