Expectativas
anticorrupción |
La rotunda victoria de Chávez, apuntalada en un persistente
discurso anticorrupción, inmediatamente levantó expectativas de todo tipo.
Adversarios y partidarios las expresaron los días, semanas y meses sucesivos al
triunfo electoral.
El entonces senador por Aragua y miembro de la coalición Polo
Patriótico por el MAS, Carlos Tablante, por ejemplo, escribió que "con la
transparencia de la sabiduría popular, el mensaje de los electores del 6 de
diciembre fue categórico: cambio. El 95% de la votación se concentró en las
fuerzas y opciones que impulsan la transformación radical de las instituciones
del país, y más allá, en el establecimiento de un ambiente de honestidad en el
manejo de los recursos públicos. El pueblo esperó el momento preciso, venció
obstáculos y llegó la hora de lavarle el rostro a la democracia" (El
Universal, 14/12/1998).
Gustavo Márquez Marín, otra ficha del MAS, planteaba días más
tarde, el 18 de diciembre, que "la expresión más acabada de la debilidad
estructural del Estado venezolano en la función de garante del bien común es su
incapacidad para hacer cumplir las normas que él mismo establece para regular
los diversos aspectos de la vida social, no sólo como consecuencia de la
incompetencia crónica y la corrupción que han minado el Poder Judicial, sino
también por la carencia de una verdadera capacidad reguladora que se traduzca en
control efectivo de los excesos que puedan cometer las empresas o los
particulares en diversos órdenes de la vida social y económica".
En tal sentido concluía –al referirse al orden institucional
que fenecía- que "la existencia de un propietario permisivo y poco exigente
facilitó la formación de una gerencia pública corrupta e ineficiente, la cual
con el correr del tiempo mimetizó la cultura populista clientelar" (El
Universal).
Francisco Nieto Guerrero, profesor universitario y miembro
del consejo superior del ya citado Centro Multidisciplinario de Reflexión sobre
la Corrupción, exponía a comienzos de 1999 que "nuevamente la lucha contra la
corrupción fue la gran protagonista. En esta campaña (electoral) se oyeron otra
vez promesas del más variado calibre. Y de nuevo, al final del análisis, se votó
por aquel a quien la percepción popular identificó como el más idóneo para
remover ese terrible mal" (El Universal, 04/01/1999).
Sugería Nieto Guerrero al gobierno entrante que los mejores
momentos para evaluar la situación de corrupción de un país, justamente se dan
cuando ocurren transiciones entre gobiernos o propósitos de transformación
nacional producto de rupturas históricas. "Para ello deben dotar a las
comisiones de enlace de instrucciones claras y mecanismos bien diseñados, que
permitan levantar lo más objetivamente un mapa donde se visualice la verdadera
profundidad de la corrupción en Venezuela y donde sea posible distinguir: las
áreas más afectadas, los factores que más inciden en su incremento y los que más
repercuten en la población".
Luis Piñerúa Ordaz cuestionaba las intenciones
constituyentes. "Mentira que para corregir los vicios e imperfecciones que, tras
40 años de experiencia acusa el gobierno democrático, sea necesario derogar la
Constitución de 1961. Modernizar el sistema educativo, hacer eficiente el
servicio de salud pública, combatir la corrupción, extirpar los males del
clientelismo, reducir la burocracia, profundizar la descentralización, organizar
un régimen moderno de seguridad social, poner a raya a la delincuencia, evitar
el despilfarro invirtiendo los dineros en función del interés colectivo y otras;
son medidas ciertamente anheladas por el pueblo, cuya realización depende
exclusivamente de que exista una fuerte voluntad política para impulsarlas"
(El Universal, 26 /12/1998).
Gustavo Coronel, ya mencionado, planteaba que cualquier
estrategia a emprender tenía, necesariamente, que propender a cerrar
paralelamente tres brechas clave: la de la Venezuela pobre y rica, es decir, la
necesidad urgente de tener menos pobres enseñando a otros connacionales a
generar riqueza. La de la Venezuela corrupta y honesta, brecha ética "que nos
mantiene en el más profundo atraso y que sólo podrá cerrarse en la medida en la
cual exista voluntad política para combatirla y que exige una mayor
participación ciudadana para presionar por transparencia y honestidad en la
función pública". Y la brecha de la Venezuela dividida entre "quienes ven en el
Estado la solución a todos los problemas, y quienes pensamos que la sociedad
civil debe ser la gran protagonista del cambio social venezolano" (El
Universal, 02/02/1999).
El historiador Manuel Caballero decía que el problema de la
corrupción en Venezuela no podía ser corregido por decreto, "ni cambiando
políticos corruptos por otros incorruptibles que, indefectiblemente, se
corrompan después".
Su principal argumento era que "la corrupción no puede ser
controlada ni por una sola persona ni por un solo grupo, ni con el más brillante
conjunto de leyes y de constituciones del mundo. La única manera de hacerlo es
plantearse el todo como un problema de fuerza: a la de la corrupción hay que
oponer otra fuerza del mismo calibre" (El Universal, 14/02/1999).
En mayo de 1999 y ya con la Constituyente encima, Luis
Piñerúa Ordaz insistió en el tema, preguntándose: ¿será lícito atribuir al
malllamado puntofijismo la primogenitura y el desarrollo de la corrupción en
Venezuela? "Sólo a ignorantes enconosos puede ocurrírseles tan perversa
simplificación. Ciertamente nuestra imperfecta democracia... está muy lejos de
presentar resultados resonantes en la empresa de ponerle freno a la corrupción.
¿Pero acaso garantizan sus detractores un éxito mayor en tal sentido? Ni los
hombres del presidente son capaces de exhibir méritos propicios al milagro, ni
la forma desordenada e improvisada de sus primeras acciones, que amenazan con
eternizarse, parecieran prometerlo así. El Plan Bolívar 2000, si es que alguna
vez llega a auditársele, seguramente arrojará luz en ese sentido" (El
Universal, 22/05/1999).
Una última referencia sobre el debate, la mayoría de las
veces, escenificado en las páginas de opinión de El Universal. Otro asiduo
colaborador, Salomón Baum, planteó (29/12/1998) que durante 40 años la
democracia puntofijista manejó ingresos cercanos a los 500 mil millones de
dólares (promedio de 12,5 millardos por año).
"Cálculos conservadores estiman que cerca de 20%, es decir,
unos 100 millardos de dólares, fueron robados, es decir, que fueron a parar
directamente a los bolsillos de funcionarios de distintos niveles y sus
testaferros. Pero, además de ese robo directo, ha habido malversaciones y
manejos que entre comisiones, contratos pagados pero no ejecutados, obras mal
hechas, intereses por colocaciones oficiales en los bancos, fundaciones, compras
innecesarias y créditos del Estado condonados, también representan al menos otro
20% de esa gran torta".
¿Puede un país –también se preguntaba- levantar cabeza bajo
esas condiciones? "No, imposible. Y si aumentan los ingresos... también se
incrementan paralelamente el robo y la malversación. Esa es la triste realidad
de nuestro país, y si esa situación no se enfrenta con total inflexibilidad
desde la Presidencia de la República, dando además un ejemplo aleccionador e
inobjetable, no lograremos salir del inmenso agujero en que nos encontramos".