La candidatura de Henrique Salas Römer, anidada en torno a la
agrupación Proyecto Venezuela y luego con el apoyo de última hora de AD y Copei,
sostenía en la plataforma programática, Mi proyecto para Venezuela, que
"la crisis que viene azotando a Venezuela desde hace más de 20 años ha sumido a
densos sectores de la población en la ansiedad, la angustia y la desesperanza.
La situación es cada día más difícil, las demandas de la población cada día más
dramáticas, la situación económica y social cada día más comprometida. Ha
llegado el momento de provocar un cambio radical".
El ex gobernador de Carabobo por dos períodos se presentaba
como "un hijo del 27 de febrero, integrante de esa generación de líderes
regionales que nació de las reformas políticas surgidas de la revuelta
espontánea que estremeció la conciencia nacional a inicios de 1989".
Los rasgos para el cambio se ofrecían al electorado bajo los
principios de participación, responsabilidad recíproca, libertad individual,
compromiso colectivo y bien común.
Una primera línea programática maestra era la seguridad, que
no sólo abarcaba el resguardo de vidas y propiedades contra el hampa y el crimen
organizado, sino también "tener reglas claras y permanentes", además de "respeto
a la legalidad y garantía de una recta administración de justicia".
La segunda era ofrecer "un gobierno honrado, centrado y
eficiente" que, como ejemplo, procurara "la transparencia de los procedimientos
y la sanción moral y judicial. El día en el que el venezolano común se sienta
orgulloso del gobierno que tiene, habremos logrado un cambio de incalculable
magnitud. Un cambio radical".
Se impone una ética pública
rigurosa para el funcionamiento gubernamental, que además de exigirle
una conducta intachable con respecto a los bienes públicos, le exija una
entrega completa al compromiso de realizar una gestión responsable, sin
ceder al soborno, al clientelismo o al enriquecimiento ilícito.
Mi compromiso y el de todos los
que me acompañarán en la gestión de gobierno, es con la eficiencia, con
la pulcritud, con la transparencia y con el ciudadano.
Despojaremos a toda la
administración pública y a toda gestión de gobierno de servidumbre a
intereses de grupo o partido.
Cualquiera que partidice, por
poco que sea, su gestión, será destituido sin contemplaciones.
El Estado estudiará cada
proyecto de acuerdo con sus prioridades y supervisará de cerca la
actuación y rendimiento de todas aquellas organizaciones que manejen
dineros públicos como es su obligación.
Asumiré la orientación del
proceso de reforma del Poder Judicial en el marco de una propuesta para
impulsar la modernización del estado de derecho. Transformar el Poder
Judicial es una exigencia estructural de la democracia y, al mismo
tiempo, condición para la dinámica de una sociedad contemporánea y
productiva.
"Los estudios de opinión revelan que el ciudadano
responsabiliza con preferencia a los políticos y a la corrupción por los males
que le aquejan y la incertidumbre que lo rodea" –decía el programa de gobierno-.
"No está lejos de la verdad. Venezuela es, por analogía, una empresa de gran
capital que, por falta de gerencia, en este caso atribuible al liderazgo
colectivo de la Nación, no logra remunerar adecuadamente ni al trabajo ni al
capital".
Al fuerte discurso chavista a favor del proceso
constituyente, Salas Römer le oponía el de la descentralización, "aunque muchos
de los defectos que se le atribuyen... tienen su origen en la partidización de
las distintas instancias del poder público. La burocratización que se observa en
algunos municipios y entidades federales ha sido y sigue siendo auspiciada por
las cúpulas partidistas como fórmula para mantener una clientela y fuentes de
financiamiento de algunas organizaciones políticas".