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Capítulo 2/La corrupción en tiempo de Chávez  

 

 

 

Más vieja que matusalén

Mientras más controles hay, mayor es la corrupción (foto: Transparencia Internacional).

Desde un punto de vista más bien histórico-anecdótico, el periodista Oscar Yanes, en un artículo publicado en El Universal en 1997, tituló: En Cubagua nació la corrupción, en la serie Así son las cosas.

"La corrupción en Venezuela" –escribió Yánes- "no es nueva y tiene oscuras historias en Cubagua y entre los indios caribes. Un gran escritor venezolano, el filósofo Gabriel Espinoza, columnista por los años treinta, sostenía que los caribes eran la expresión típica de la viveza criolla. La picardía caribe no vino de España, escribió Espinoza, era tan nuestra como la hamaca y el cambur".

Pero tal vez lo más interesante del artículo de Oscar Yanes sea cuando afirma que "el ana carina rote (sólo nosotros somos gente) no es una fanfarronada de unos aborígenes a quienes no se les aguaba el ojo a la hora de echar una vaina. Es una realidad que se mantiene aún latente en la Venezuela de hoy, en la conciencia y subconciencia de los dirigentes de las organizaciones políticas. Cuando alguien sostiene que puede hacer lo que le de la gana porque ‘es gente’ está levantando el gran escenario para la representación de todos los vicios y se nutre de la consigna caribe. Pues, dentro de ese funesto ana carina rote si tú ‘eres gente’ tienes derecho a robar, tener tres o cuatro mujeres, explotar, esclavizar a quienes ‘no son gentes’, incendiar ranchos ajenos, destruir cosechas y hasta cortarles las manos a los ladrones siempre que ‘no sean gentes’, en otras palabras que no sean caribes, que no sean del mismo partido".

Agrega Yanes que " la perla llevó a Cubagua todos los vicios. Un espejo para vernos nosotros mismos y conocer cómo empezó la corrupción en Venezuela, con la complicidad del sexo, pues siempre había alguna barragana, como caimán en boca de caño".

Un discípulo de Francisco Herrera Luque, el historiador Cristian Camacho, publicó en agosto de 2000 en la página web de Venezuela Analítica ( http://www.analitica.com ) un estudio en tres partes, denominado La corrupción en Venezuela.

Su aporte trata de estudiar el asunto de la corrupción como conducta, como fenómeno social del presente y como hecho constante en el proceso histórico venezolano".

La tesis central está soportada en el concepto de sobrecarga delictiva, es decir, que "por razones de orden histórico, existe una sobrecarga delictiva en el funcionario público y en la sociedad venezolana actual. Esta sobrecarga se caracteriza por tener un arraigo importante en la mentalidad de mucha gente, y por ser además, un factor explicativo fundamental cuyo estudio ayudaría a entender el carácter excesivo de la corrupción administrativa, así como la bulimia existente en muchos ciudadanos cuando administran bienes y recursos públicos, o se les facilita algún tipo de acceso a ellos" – directamente o bien a través de redes informales.

Camacho revisa la doctrina establecida internacionalmente y luego complementa una definición local basada, a su vez, en los lineamientos fijados por la especialista Zaida Estrada Díaz, cuando analizó la Ley Orgánica de Salvaguarda del Patrimonio Público de 1982. "En el caso de Venezuela y en términos amplios, la corrupción podría ser definida como el conjunto de acciones cometidas por funcionarios públicos, solos o en connivencia con otros ciudadanos, representantes de organizaciones públicas o privadas, con el objeto de apropiarse ilícitamente de dineros, recursos y otros bienes, u obtener cualquier tipo de ventaja patrimonial, por acto de hacer u omitir, o bien, incumpliendo la ley que regula sus actuaciones".

En cuanto a la "sobrecarga delictiva", se le define "como la arraigada tendencia (activa o potencial), existente en muchos venezolanos, favorable a delinquir contra la hacienda pública nacional, y a hurtar y destruir aquel conjunto de bienes materiales al servicio de las personas, pero erróneamente se perciben como propiedad de una institución adversa a la ciudadanía y disociada de los objetivos de ésta".

Como soporte a la definición Cristian Camacho estima que "el fenómeno de sobrecarga ocurre en medio de una mezcla donde convergen tres situaciones: extensión y masificación de la corrupción administrativa por todo el cuerpo público y social; existencia de complicidad social frente al problema; y pervivencia y desarrollo de una plataforma ideológica históricamente elaborada sobre la cual se sustenta".

Camacho llega a la conclusión de que la corrupción en Venezuela es más vieja que Matusalén. "Esas tres particularidades existen en Venezuela desde hace más de 400 años. Y sólo ha sido en los últimos años cuando hemos estado plenamente conscientes de su desafortunada existencia", escribe.

El historiador, además, expone que "es frecuente también que las conductas ilícitas se orienten conforme a la aplicación (consciente o inconsciente) de ciertos criterios que tienden a reforzar el comportamiento". Se explica: "la acción puede fundamentarse en una sustracción que se haga al carácter delictivo de la misma: ‘el robo al Estado no constituye delito’; o en negar y excluir de manera sustancial aquello que normalmente debiera ser el sustento del procedimiento ético: ‘en Venezuela no existen razones para no robar’, por consiguiente, ‘lo robado, bien robado se queda’".

El investigador va levantando unas premisas referidas al fenómeno de la corrupción en Venezuela, de las cuales las siguientes nos parecieron las más importantes:

En Venezuela existe un sistema judicial menos confiable: delitos sin delincuentes. También una reafirmada complicidad social que absuelve las responsabilidades a través de la legitimación electoral (directa o indirecta) obtenida por algunos dirigentes y organizaciones políticas.

En Venezuela existe un deficiente mecanismo de seguridad social y un Estado poco sensible al drama vivido por muchos venezolanos. Esto estimula la corrupción y coloca a Venezuela como uno de los países con una tasa delictual que rebasa los límites de tolerabilidad social.

Los venezolanos conocen bien el caso de individuos que, luego de ejercer el poder y haberse beneficiado ilícitamente, son admitidos y readmitidos sin protesta en nuevas responsabilidades, incluso, son electos para ejercer cargos de igual o superior envergadura.

En Venezuela no existe una mentalidad que valora el temor al castigo o a ser repudiado por la familia, los amigos y la sociedad".

Para Cristian Camacho están equivocados todos aquellos que piensan que la corrupción masiva en Venezuela está dada como expresión de un fenómeno coyuntural muy dependiente de la bonanza petrolera. Al respecto señala varios argumentos en favor de su idea:

"La línea histórica de la sobrecarga delictiva nunca ha sido rota. Aún cuando la sociedad y sus estructuras han sido modificadas, en el fondo se conserva el mismo sentido lógico en sus esquemas de conductas y respuestas.

Tiende a confundirse la realidad y a no entenderse que cualquier manifestación cultural del presente, no es radicalmente divorciable de su pasado y, aunque sean admisibles las influencias e innovaciones de la actualidad, ésta siempre guardará en un su interior el flujo aluvial depositado en la mentalidad colectiva en forma de experiencias y respuestas.

No puede afirmarse con seriedad que la corrupción administrativa actual, como proceso, permanezca históricamente desconectada de aquella acontecida durante la Colonia y el siglo XIX.

La corrupción en Venezuela es la manifestación histórica de cuatro factores deficitarios en el funcionamiento del Estado: limitaciones para garantizar la seguridad social y los servicios, presencia significativa de instituciones delictivamente sobrecargadas, injusta distribución de la riqueza y excesiva concentración del poder. Estos elementos anuncian y explican la ruptura existente entre los objetivos del ciudadano y los del Estado. De esta ruptura y desequilibrio ha surgido una predisposición del individuo a cometer delitos contra el patrimonio del Estado, solo o asociado con grupos políticos y empresariales".

En su más reciente libro: Un sueño para Venezuela, el ex ministro del Fondo de Inversiones de Venezuela, Gerver Torres, se refiere a la intensidad de la corrupción, con la misma preocupación antes señalada por Robert Klitgaard, sólo que referida al caso venezolano.

Solemos verla "como un problema, en tanto y en cuanto se distraen recursos públicos para provecho particular. Esa es sin duda una dimensión de la corrupción, pero no es la más importante. La consecuencia más grave... no es la apropiación indebida de una riqueza que ya fue creada, sino más bien el obstáculo que ella representa para la generación de nueva riqueza".

Torres, basado en tres razones básicas: los venezolanos sienten que se ha incrementado mucho en los últimos años, la participación del Estado en actividades comerciales la incrementa, y su falta de sanción genera impunidad; además, tomando también como base un estudio del Banco Mundial aplicado a 39 países industriales y en desarrollo durante 1997, establece dos observaciones que consideramos fundamentales:

Los países con mayor corrupción tienen un nivel de inversión más bajo que los países con menor corrupción.

La corrupción nos empobrece, pero no tanto porque nos quita lo que suponemos que ya existe y nos pertenece, sino más bien porque no permite que se expanda el crecimiento y se desarrollen nuevas oportunidades de inversión y empleo.

A su juicio los cuatros factores que determinan la corrupción en nuestro país son los siguientes: la elevada discrecionalidad de los funcionarios públicos, la operación del estado en ámbitos que no le corresponden, la falta de sanciones y la debilidad ética de la sociedad.

Ya más en el plano económico, Francisco Vivancos planteó en un par de artículos publicados en marzo del 99 en el diario El Universal, otros dos aspectos cruciales sobre el tema. En primer término que "la existencia de episodios de corrupción en el sector privado, en adición a las asociaciones más tradicionales que éste mantiene con grupos del Estado, es una evidencia indirecta de que ésta (la corrupción) depende más que de cualquier otro factor, de la presencia de arreglos institucionales que le proveen un incentivo fuerte al privatizar rentas".

En el otro artículo, observa que "en una sociedad donde la corrupción es generalizada, se debilita la lealtad ciudadana hacia el régimen político, disminuye la cohesión social y, muy probablemente, se desperdicia o desestimula el esfuerzo productivo individual". Advierte que la corrupción "disminuye el crecimiento por dos vías fundamentales: provoca una mala asignación de los recursos productivos y debilita los flujos de inversión y la selección de los proyectos más rentables".

Otro economista, José Toro Hardy, citado por José Luis Cordeiro en El desafío latinoamericano, plantea unos principios de la corrupción "que fueron olvidados en nuestro país":

La corrupción crece en proporción directa al número y la complejidad de los controles impuestos por el Estado.

Mientras mayor sea el control ejercido sobre quienes deben ejercer algún control, mayores serán también sus exigencias para conceder ventajas o beneficios derivados de la existencia misma del control a su cargo.

Mientras mayores sean las exigencias de quienes pueden conceder discrecionalmente beneficios derivados de los controles del Estado, más poderoso será el grupo de quienes logran aprovechar en beneficio propio las ventajas derivadas de la existencia de tales controles.

Mientras más poderoso sea el grupo que aprovecha en beneficio propio las ventajas que se derivan de la existencia de controles, más difícil será desmontar el aparataje de regulaciones del Estado.

Desde un ángulo menos económico, más bien tecnocrático y político, el también ex ministro pero de Justicia, Juan Martín Echeverría, observa adicionalmente tres aspectos dignos de destacar, recogidos en otro artículo llamado La corrupción política (El Universal, 30/01/2000):

La crisis económica potencia la corrupción, pero a su vez hace descender el umbral de lo que antes impunemente se permitía, por eso hay tanta indignación de la gente cuando estalla un escándalo donde un funcionario gasta innecesariamente cientos o miles de millones, para apropiarse de un porcentaje mínimo de tales cantidades. ¿Quién no conoce el caso concreto de una obra sin terminar, cuyo estimado se duplicó o triplicó?

El tema de la corrupción es característico de los cambios de régimen político y ella sirve para cuestionar a las administraciones anteriores y también para que la oposición sostenga que todo empleado gubernamental es un presunto delincuente.

 

   

 

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