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Para el experto investigador y docente Jorge F. Malem Seña,
autor de Globalización, comercio internacional y corrupción, son actos
corruptos aquellos que reúnen las siguientes características:
"Para que exista corrupción,
debe haber un sistema normativo que le sirva de referencia. La noción de
corrupción es parasitaria de un sistema normativo. Por esa razón, la
corrupción, incluso la de carácter internacional, puede tener una
naturaleza económica, política, jurídica o ética, o participar de estos
distintos niveles a la vez.
Un acto de corrupción no
siempre entraña una acción antijurídica. Que el acto de corrupción sea
legal o ilegal, desde un punto de vista penal, dependerá, por cierto,
del tratamiento que el sistema jurídico ofrezca a las reglas del sistema
normativo de referencia.
Los actos de corrupción están
siempre vinculados a la expectativa de obtener un beneficio
extraposicional.
Los actos de corrupción tienden
a realizarse en secreto o al menos en un marco de discreción. La noción
de secreto o de discreción se vincula aquí... con un cierto intento de
ocultar la acción corrupta, incluso en aquellos casos cuando el
apartamiento de las normas del sistema de referencia ‘se sabe que se
practican ampliamente y casi nunca se sancionan’.
Malem Seña clasifica los actos de corrupción con la siguiente
taxonomía general:
"La corrupción política
consiste en la violación de un deber posicional de carácter político,
el incumplimiento de una función de ese mismo tenor o se realiza
atendiendo a intereses políticos.
En el comercio internacional
los dos ejemplos más típicos de la corrupción son el soborno y la
extorsión. En ambos casos, corruptor y corrompido, están perfectamente
identificados y son identificables.
La corrupción puede ser
integradora o desintegradora, estable o inestable... La integradora
vincula a las personas y a los grupos en redes perdurables de
intercambios y de intereses compartidos. La desintegradora, en cambio,
produce divisiones entre quienes participan en el intercambio y
quienes quedan excluidos de él. Ambas clases pueden ser estables o
inestables...
Una clasificación de los
actos de corrupción que ha popularizado Arnold Heidenheimer (autor de
Perspectivas de la percepción de la corrupción), toma en cuenta
la percepción que las élites y la opinión pública de un país tienen de
ciertos actos de corrupción. Depende, pues, de una evaluación
normativa. Así, se distingue entre corrupción negra, gris y blanca".
Citando al experto mundial Heidenheimer, "cuando existe
consenso entre las élites y la opinión pública acerca de que un acto particular
es merecedor de reproche, y manifiestan su conformidad para que sea castigado,
se está en presencia de corrupción negra. Existe corrupción gris cuando algunos
elementos, usualmente de las élites, desearían ver la acción de la cual se trata
penalizada, aunque otros son de una opinión distinta, a la vez que la mayoría de
la población mantiene una posición ambigua. En la corrupción blanca, la mayoría
de las élites y de la opinión pública consideran ciertos actos de corrupción
como tolerables y, por lo tanto, no apoyan vigorosamente su criminalización",
explica Malem Seña la conocida teoría de Heidenheimer.
La tipificación: negra, gris y blanca, varía en función del
grado de civismo prevaleciente en una sociedad. En las culturas cívicas fuertes,
la evaluación "negra" predomina, en contraste con aquellas donde el civismo en
bajo, en cuyo caso tiende a prevalecer la evaluación "blanca". La anterior es la
razón por la que los niveles de tolerancia entre sociedades son diferentes
frente a actos de corrupción y otros delitos idénticos. Por ejemplo, la
malversación es más tolerada en Venezuela que en otros países, donde puede
ocasionar crisis políticas que conducen a la destitución y encarcelamiento de
ministros o de la propia figura del Presidente.
Los estudios de Malem Seña, clasifican los efectos de la
corrupción de la siguiente manera:
"Existe una vinculación
probada, tanto en sentido estadístico como económico, de que altos
índices de corrupción degradan las posibilidades de crecimiento
económico a largo plazo. Análisis de regresión muestran que un país
que mejora su nivel de corrupción de 6 a 8 (donde 0 indica el país más
corrupto y 10 el más honesto) experimentará una subida de 4 puntos en
su nivel de inversión y del 0,5% en su índice de desarrollo per
cápita.
Cuando la corrupción alcanza
los más altos niveles dirigentes de un país se produce un efecto
asociado al interior, y en algún sentido de más amplias proporciones,
que afecta el poder de toma de decisiones políticas, la productividad
y la calidad de la inversión.
La corrupción impone barreras
al comercio internacional. Ello es una consecuencia de que los pagos
de sobornos o extorsivos suelen hacerse con el fin de establecer
monopolios de hecho.
El aumento de los costes y de
los precios de los bienes y servicios son otros de los posibles
efectos perversos de la corrupción.
La corrupción transnacional
provoca en ocasiones crisis políticas internacionales.
La corrupción socava la
estructura social, el principio de la mayoría y las bases mismas de la
democracia.
Otro de los posibles efectos
negativos de ciertos actos de corrupción es que puede llegar a
afectar, de modos diversos, los derechos básicos de las personas y la
calidad de vida de la población.
La corrupción ha sido
mencionada siempre como una excusa para los diferentes golpes de
estado, en los países subdesarrollados.
Los efectos negativos de la
corrupción transnacional no sólo se manifiestan a nivel
macroeconómico, pueden afectar también a largo plazo a la economía y a
la estructura de la propia empresa que la practica".
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