Un tubazo periodístico propinado por Ultimas Noticias el 6 de
mayo de 2001 dejó al descubierto lo que verdaderamente estaba pensando Chávez:
la eventual posibilidad de decretar un estado de excepción para combatir la
corrupción administrativa y otras situaciones consideradas críticas por el
gobierno. Al menos fue el eslabón que siguió como lógico a la preocupación
expresada por Chávez en el Congreso.
En efecto, en la edición se titulaba: "Habrá estado de
excepción". Y el vocero era el ex constituyente Hermann Escarrá. "El presidente
de la República estudia seriamente un decreto de estado de excepción en el país
para poder actuar con mayor rapidez en contra de la pobreza y la corrupción",
explicaba.
Se encargaba de aclarar Escarrá que se podía llegar a
decretar tal medida, siempre y cuando se respetase el resto del ordenamiento
legal establecido en la Constitución Bolivariana, en especial lo atinente a los
derechos políticos, civiles y la libertad de expresión. Además, en concordancia
con la Carta de la Naciones Unidas y la Convención Interamericana de Derechos
Humanos.
La información de Ultimas Noticias, absolutamente inesperada
para el gobierno, el oficialismo e, incluso, para la oposición en general, fue
solamente aprovechada –antes de que se convirtiera en un verdadero debate
nacional- por el concejal metropolitano Enrique Ochoa Antich, quien señaló al
día siguiente que "el Presidente está considerando...un estado de emergencia con
el propósito de ocultar la nueva corrupción que horada la credibilidad del
régimen" (El Universal 07/05/2001).
La posibilidad de tales medidas extraordinarias provocó
colateralmente un enfrentamiento que condujo al distanciamiento del presidente
Chávez con uno de sus principales aliados políticos: el Movimiento Al
Socialismo. "Estoy pensando seriamente y si me piden probabilidades de que yo
decrete el estado de excepción, les digo que la probabilidad, en la medida en
que estudio recomendaciones, diagnósticos sociales, etc., la probabilidad va
creciendo, voy a seguirlo pensando en el viaje" –expresó Chávez durante la
cadena presidencial del jueves 11 de mayo.
— No diré amén –precisó- ante la liberación de personas
acusadas de corrupción por parte de ciertos jueces. Yo respeto cualquier
decisión de cualquier juez, pero eso no indica que uno va a decir amén. A la
corrupción hay que darle en el hígado...Yo sí he pedido diversas opiniones. ¡Por
qué yo no voy a tomar una decisión! Y es que me sale: ¿Quién me va a decir a mí
que nó? Si eso está escrito aquí en la Constitución.
El nuevo ministro de la Secretaría de la Presidencia,
Diosdado Cabello, en una declaración aparentemente enfrentada a los comentarios
previos del Presidente o producto de un cambio de seña oficial, planteaba que no
creía que "sea el gobierno el que tenga que atacar el problema de esta manera.
La respuesta la deben dar el Poder Judicial, la Fiscalía y los organismos de
investigación. No es el Presidente de la República quien va a meter preso a la
gente." (El Nacional 16/05/2001). Daba a entender que un estado de
excepción no era necesario para combatir la corrupción. Al menos no lo
justificaba.
Mientras el Presidente viajaba a Asia, la DISIP creó una
brigada especial para reducir tanto a hampones calificados de amenaza pública
número uno, como a los jefes de las mafias anticorrupción. Estaban ofreciendo
una recompensa de 5 millones de bolívares por José Nelo, el ex golpista señalado
como supuesto jefe de la banda Los Blindados del Seniat. A esta iniciativa se
opuso el fiscal general, Isaías Rodríguez, por considerarla violatoria de la
Constitución Bolivariana y porque aún no existe una Ley de Protección a Testigos
(El Nacional 17/05/2001).
El comisario Enoé Vásquez se erigió como el jefe de la
brigada "cazacorruptos" que perseguía también a delincuentes "primium" como
Oswaldo Martínez Ojeda, capturado en el estado Portuguesa seis días antes que
Vladimiro Montesinos. Al regreso del largo periplo por Asia, Europa y Estados
Unidos; Chávez fue desinflando la idea del estado de excepción. En una
oportunidad habló de la "emergencia económica" (El Nacional, 26/05/2001),
en otra de la "emergencia social" (El Universal 03/06/2001), en una
tercera dejó entrever que se había "formado un alboroto" innecesario (El
Nacional, 29/05/2001), pero previamente desde Yakarta había descartado que
el país se encaminara hacia una situación de emergencia (El Universal,
31/05/2001). Sin embargo la mesa quedó servida y la mayoría de la Asamblea
Nacional y el Movimiento V República se quedaron esperando la decisión
presidencial.
En el camino quedaban tres temas colaterales de interés,
cuyas respuestas debían buscarse de inmediato: uno, el por qué la Asamblea
Nacional, hasta ése momento, no había considerado formalmente nunca el
Anteproyecto de Ley Anticorrupción encargado por el entonces vicepresidente
ejecutivo de la República, Isaías Rodríguez, al experto José Alejandro Arzola
desde noviembre de 2000. De esto hablaremos más adelante.
Dos, el planteamiento proveniente de cinco ex cancilleres de
la IV República: Ramón Escovar Salom, Miguel Angel Burelli Rivas, Simón Alberto
Consalvi, Fernando Ochoa Antich y Humberto Calderón Berti, sobre la posibilidad
de que el presidente Chávez fuese enjuiciado "por su gestión al frente de la
política exterior de dádivas sin contraprestación" como el Convenio Petrolero
con Cuba, el Plan Bolívar 2000 y las megaelecciones, en principio.
Y tres, una eventual reforma al Código Orgánico Procesal
Penal, pues la impunidad acumulada en el país desde su entrada en vigencia en
junio de 1999, ya no se toleraba desde el punto de vista de la criminalidad y la
corrupción.