FIDELIDAD A

LA SANTA IGLESIA

 

 

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ÍNDICE DEL NÚMERO II

  • SAN BENITO DE NURSIA

  • SOMOS TRADICIONALISTAS, NO SOMOS CONSERVADORES

  • DECLARACIÓN

  • COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICIOS

SAN BENITO DE NURSIA

   Al cumplirse mil quinientos años del nacimiento de San Benito de Nursia, Padre de Occidente y Patrono de Europa, queremos tributar un alto homenaje a su santidad, a la vida espiritual que nos ha legado y a la magna obra religiosa que supo construir.

   Dos son los textos que más nos aproximan a San Benito de modo directo: su "Regia de monjes", redactada por el propio Patriarca y el Libro II de los "Diálogos" de San Gregorio Magno escritos pocos años después de la muerte de San Benito.

   Si bien la Regla escrita por San Benito carece de originalidad en la mayor parte de sus disposiciones, su lectura es, sin embargo, el mejor medio para conocer a su autor.

   En efecto, no hay línea que no tenga su fuente de inspiración en la Sagrada Escritura, en los Santos Padres o en reglas anteriores, muchas veces transcriptas literalmente.

   No obstante, la Regla está impregnada de un espíritu especial, ese espíritu benedictino que marcará la Europa inmediatamente posterior a San Benito.

   Los numerosos comentarios de la Santa Regla escritos hasta la fecha subrayan la delicadeza espiritual del Patriarca, su espíritu romano, su "nursina durities" (austeridad, virilidad), su energía, su discreción.

   A algunos autores les ha llamado la atención el gusto estético del Patriarca revelado en la disposición del oficio divino, con sus doxologías, himnos y cantos, al parecer inspirado directamente en la liturgia romana y milanesa.

   Nosotros entendemos que la trascendencia de San Benito radica en su acendrado amor al culto. La finalidad de su regla es establecer un ámbito para el culto, es decir, el ámbito adecuado para que el hombre pueda libremente alabar a Dios y rendirle el debido tributo. Es la "dominici schola servitii" como la llama San Benito, instituida para el hombre "que quiere la vida y desea vivir los días buenos" (Ps. 33, 13) y en la cual no hay nada áspero ni duro: "nihil asperum nihilque grave".

   En dicho ámbito todo, hasta los utensilios de trabajo, parecen destinados al culto. Todas las cosas deben cuidarse como si fueran vasos sagrados. Las horas del día, la posición del sol, la vestimenta del monje, los niños, los ancianos, los huéspedes, todo ello es símbolo de aquellos "días buenos".

   La consecuencia inmediata de tal perspectiva es, por supuesto, la sacralización del mundo circundante, característica principal de la "pietas" antigua.

   La difusión de la Regla de San Benito, adoptada de ahí en más por la inmensa mayoría de los monjes acarreará, casi impensadamente, la sacralización de la vida europea de los siglos siguientes. Es por ello que como la vida benedictina, la vida de esos siglos se centraba en el culto.

   La labor de San Benito consistió en ordenar a los discípulos que antepusieran el culto a toda otra obra ya sea intelectual o pastoral.

   Los "Diálogos" de San Gregorio están destinados, en nuestro concepto, a poner de relieve el poder de la oración de San Benito la enorme pureza espiritual del Patriarca. Entre los numerosos milagros que cuenta está aquel de unos monjes que, construyendo un monasterio, tropiezan con una piedra que inexplicablemente no pueden levantar. Lo cual "les dio a entender claramente que el mismo antiguo enemigo estaba sentado sobre ella".

   Prosigue San Gregorio: "Ante esa dificultad diose aviso al varón de Dios para que viniera y ahuyentase con la oración al enemigo, para poder levantar la piedra. Llegó él enseguida y haciendo oración impartió la bendición, y al punto levantaron la piedra con tanta rapidez cual si no hubiese tenido antes peso alguno".

   Impetremos nosotros a San Benito, ya que hay muchas piedras que no podemos levantar.

TOMÁS B. RICHARDS.

CORRESPONDENCIA

   Hemos recibido correspondencia con motivo de la publicación de nuestro N° XI: "Breves consideraciones doctrinarias sobre el Dios de los cristianos, los principios teológicos de Karol Wojtyla y la perspectiva religiosa actual". Además de las cartas que hemos publicado en el Nº XII, queremos hacer especial mención de las que, portadoras de importantes conceptos, nos han hecho llegar las siguientes personas:

• H. Heller, Director de la revista "Einscht", Postfach 610 D, Mün-chen, Alemania Federal.
• Rvdo. Padre Hervé Le Lay, Director de la revista "La Tradición", Uriburu 445, 5186 Alta Gracia, Pcia. de Córdoba, Argentina.
• Michel Mottet, Etang 68, 1210 Geneve, Suiza.
• G. de Boismenu, 11 Rué Philippine de Hainut, 62100 Calais, Francia.
• Abbé de Blingniers, del Priorato de Estudios Santo Tomás de Aquino, CCP 5.448.495, Marseille, Francia.
• Gloria Riestra, de la Unión Católica Tridentina, Av. Hidalgo 412, Tampico, México.
• Arai Daniele, Vía Campomarino 31, 00050 Fregene, Italia.
• Carlos Franco Martínez, Director de "El Enano del Tapanco", Ap. Postal 47-164, México 14 DF.
• Félix Sesma, del Ejército Blanco de María Madre, Paseo del Triunfo 72, 4° 2?, Barcelona 5, España.
• Jorge Brown, Director de "El Vecino", Casilla de Correo 13, 1878 Quilmes, Pcia. de Buenos Aires, Argentina.
• José María González Chaves, Paraguay 914, 9? C, Capital Federal.
• Víctor G. Garetto, Alto Verde, Pcia. de Córdoba, Argentina.

 

SOMOS TRADICIONALISTAS

NO SOMOS CONSERVADORES

   Los lectores y amigos de nuestra revista, personas sumamente interesadas en seguir el desarrollo de los movimientos e ideas tradicionalistas en el ámbito religioso, con frecuencia nos transmiten sus inquietudes e interrogantes sobre "como andan las cosas", que pasará con ésto o aquello, qué está ocurriendo en el "lefebvrismo", etcétera.

   Nosotros, por la índole de nuestra publicación, mantenemos correspondencia e intercambio con la gran mayoría de agrupaciones y publicaciones tradicionalistas de América y Europa. Tenemos, pues, un panorama bastante claro de lo que está ocurriendo.

   Queremos responder de una vez y en conjunto a todas las inquietudes que se nos hace llegar. Sin embargo, nuestro propósito no es lanzarnos a los ataques personales o las acusaciones emotivas. Más bien, preferimos intentar el esfuerzo de definir con la mayor claridad posible qué cosa está ocurriendo actualmente en el interior de muchos de los movimientos y grupos tradicionalistas en el orden de los principios.

   Uno de los efectos más interesantes y curiosos de la Revolución anticristiana moderna, que desde hace siglos padece occidente, es el que se produce en determinadas personas, las cuales a la vuelta de los años, casi sin darse cuenta, acaban por admitir usos y doctrinas que antes hubieran combatido abiertamente. De esta manera ellos vienen a convertirse, de hecho, en los colaboradores más eficaces de sus propios enemigos.

   Hoy en día, nos encontramos ante la paradoja de que los mismos conservadores religiosos que añoran los usos y doctrinas de las épocas de Pío XII, poco a poco e insensiblemente, están admitiendo y defendiendo los usos y doctrinas progresistas post-conciliares que con admirable inteligencia y habilidad está consolidando Juan Pablo II.

   Con el correr de los años, estos conservadores, exigen cada vez menos, sus planteos son cada vez más parciales, menos doctrinarios, más superficiales, cualquier bobería les parece una concesión en su favor y se alegran y festejan, hasta que, por fin, toda su inquietud se reduce a que les permitan un rincón, celebrar la vieja misa entre ellos, mantener sin problemas sus agrupaciones ...

   ¿A qué se debe esta actitud tan claudicante?

   A nuestro modo de ver, se debe a una profunda horfandad que está en la esencia misma de la mentalidad conservadora. Carece de potencia para avanzar sobre el porvenir, es incapaz de sustentar el más mínimo deseo por modificar el curso de la historia, porque ella es precisamente el residuo de lo que la historia ya ha destruido.

   El asunto es más grave y hondo de lo que parece. La historia, el tiempo, que alberga en su seno todo el acontecer humano, es implacable con los débiles de espíritu, los tibios y los mediocres. Cierto que los hombres son libres, pero sólo ejercen efectivamente su libertad cuando están animados por principios vigorosos, coherentes, vivos y operantes, entonces sí son capaces de insuflar en el tiempo la energía espiritual que pueda guiar el curso de la historia; de otro modo son esclavos de la historia, hoy en día esclavos de la Revolución que dirige la historia.

   Lo que decimos explica por qué, desde que la Revolución Moderna estalló en el mundo y fue construyendo su propia "civilización" sobre las ruinas de la cristiandad, los conservadores de todo signo han fracasado irremediablemente, no sólo en su afán de fomentar una contrarrevolución, sino incluso en cualquier tímido intento por edificar algo perdurable.

   La mentalidad conservadora es siempre defensiva e inconsecuente. Es, como dijimos, residual. Su anhelo se limita a promover un retorno, menos ilusorio que imposible, al tiempo pasado. Y por cierto, el tiempo pasado al que se quiere retornar es el de la juventud del propio conservador, razón por la cual la mentalidad conservadora sólo anhela conservar lo bueno y lo malo de su tiempo, por motivaciones principalmente sentimentales que, en definitiva, siempre le hacen caminar a la zaga del proceso revolucionario.

   La mentalidad conservadora, pues, no es más que una variante de la Revolución Moderna, repetimos, un residuo de las etapas que la Revolución ha superado ya. Por otro lado, es una mentalidad que necesariamente conduce a la esterilidad espiritual, porque nadie puede pretender permanecer al margen de la historia, como si fuera una estatua de sal, sin que el curso del tiempo prosiga su camino.

   Los acontecimientos humanos, tanto civiles como culturales se suceden unos a otros, como la vida y las generaciones de los hombres que los protagonizan. Lo que verdaderamente importa determinar son los principios y energías espirituales que en un momento dado impulsan y conducen el curso de los acontecimientos. El tiempo, en su devenir, jamás se detiene, los ciclos del tiempo se suceden como los días y las noches, las civilizaciones y culturas de los hombres nacen, crecen y mueren, ascienden hacia lo superior y noble y descienden hacia lo inferior y vil, pero la vida no se detiene. Es imprescindible comprender esto.

   El proceso de la Revolución Moderna, desde el Renacimiento hasta hoy, se puede explicar como un curso de dirección de la historia en sentido opuesto a la que marcó en su momento la Cristiandad antigua y medieval.

Entonces el planteo del problema es muy fácil, lo cual no significa que sea fácil de resolver. Si el proceso histórico de la Revolución Moderna habrá de ser modificado, disuelto o aniquilado, será porque de alguna manera surgirán en la vida de los hombres y de los pueblos principios y energías espirituales capaces de imprimir al curso de los acontecimientos un rumbo diferente.

   Después del Concilio Vaticano II, la Iglesia Romana se encuentra ante la gravísima crisis de identidad, porque está generando una nueva religión y una nueva Iglesia que ha roto sus vínculos con la Tradición Apostólica, y por lo tanto, la crisis de identidad se plantea en relación a los vínculos actuales de la iglesia Romana con la Iglesia Celeste[1].

   Ahora bien, los conservadores, ingenuamente, pretenden oponerse a la nueva religión que se está elaborando, a través de un retorno puramente sentimental a las prácticas religiosas y piadosas que ellos conocieron y vivieron en los años de Pío XI o Pío XII. En este intento se sienten cómodos y felices, eluden sistemáticamente todo esfuerzo intelectual y espiritual por comprender qué cosa realmente está ocurriendo en el mundo y en la Iglesia.

   De más está decir que semejante actitud está destinada al fracaso. La nueva Iglesia post-conciliar no tiene inconvenientes en amagar algunos retornos aparentes al inmediato pasado pre-conciliar en tal o cual costumbre, a fin de proseguir sin tropiezos el camino emprendido. Así, tan sólo con algunas ambigüedades, fácilmente en estos momentos, la nueva Iglesia está absorbiendo la reacción conservadora que hace unos años parecía fortísima. Y más todavía: la nueva Iglesia implementa hábilmente en su favor la reacción conservadora, pues los conservadores, acuciados por concesiones inexistentes, enfermos por desorbitados escrúpulos de conciencia y por adhesiones emotivas a la jerarquía clerical, comienzan a convertirse en el reaseguro más sólido de la nueva religión.

   Nosotros queremos dejar bien en claro que en esta circunstancia religiosa NO SOMOS CONSERVADORES. La época de Pío XII, con sus virtudes y defectos, ha pasado y no volverá. Más aún: nos atrevemos a decir que, con sus virtudes y defectos, ha fenecido el ciclo religioso post-tridentino. El Vaticano II ha inaugurado un nuevo ciclo signado por la apostasía universal de la Iglesia Romana. La consecuencia de esto, sin duda, será la declinación definitiva del occidente cristiano.

   En armonía con las profecías de la Santísima Virgen en La Salette y Fátima[2], la Revolución Moderna se encamina hacia sus exacerbaciones supremas de las cuales bien puede derivar el fin de este ciclo histórico de decadencia. Por supuesto los conservadores no perciben esto. Ellos son los únicos en el mundo que creen que todo podrá seguir igual.

   En los tiempos durísimos que se aproximan nuestro espíritu sólo podrá mantenerse en la fe si es capaz de preservar los vínculos que le unen al tronco de la Tradición Católica y Apostólica. Dicha Tradición está en la doctrina y los principios de los Padres y Doctores, Concilios y Pontífices que definieron la fe y forjaron la manifestación histórica del cristianismo.

   ESTO ES EL VERDADERO Y AUTENTICO TRADICIONALISMO[3]. Es un esfuerzo supremo del espíritu, en medio de las convulsiones de la Revolución, para preservar, restaurar y recuperar los vínculos profundos con la Tradición Apostólica, para reconocer las energías seminales que alguna vez inspiraron las Cristiandad en el mundo, y exaltar los principios y postulados perdurables de la cultura y la civilización humana.

   No se trata, entonces, de resucitar lo que ya ha muerto, no se trata de promover un apego a las formas antiguas por el recuerdo sentimental que ellas producen. Mucho menos se trata de salvar a la Iglesia, pues Ella ya está salva desde que Jesucristo ha resucitado. Se trata simplemente de cómo guardar la fe y salvar la vida del espíritu en una circunstancia histórica como la presente que es de extrema oscuridad.

   Ciertamente, es un desafío heroico y sublime. Nosotros intentamos afrontarlo sobre la base de una fidelidad absoluta e incondicional a la Tradición Católica y Apostólica, sin ambigüedades ni compromisos, sin reservas mentales, sin incoherencias ni claudicaciones.

   Con el auxilio de Dios y María Santísima confiamos proseguir irreductibles en esta línea.

DECLARACIÓN

   Ante la insistente difusión de noticias y versiones periodísticas sobre la posibilidad de un "ACUERDO" entre Mons. Mareel Lefebvre y las actuales autoridades vaticanas sobre la base de la autorización de la "experiencia de la Tradición" y el ensayo de una "interpretación tradicional" del Concilio Vaticano II —a fin de deslindar claramente nuestra postura doctrinaria— nos vemos obligados a manifestar públicamente los motivos por los cuales JAMÁS podríamos formar parte de un "acuerdo" semejante;

1º) El Concilio Vaticano II, en sus constituciones "Lumen Gentium" y Gaudium et Spes", ha elaborado una DOCTRINA HETERODOXA SOBRE LA NATURALEZA DE LA IGLESIA. De dicha doctrina se derivan otros gravísimos errores, por ejemplo, los relativos al ecumenismo y a la libertad religiosa. 

   La pretensión de ensayar una "interpretación tradicional" del Concilio Vaticano II es una ilusión dialéctica. El Concilio Vaticano II no puede interpretarse conforme a la Tradición porque en sus textos y en su contexto, en su letra y en su espíritu, es un Concilio ANTITRADICIONAL.

   2º) TODAS las transformaciones de los ritos sacramentales habidas después del Concilio Vaticano II, especialmente el llamado "Novus Ordo Missae" de Paulo VI, tienen un sentido y un contenido DESACRALIZANTE Y DESMITIFICANTE que es profundamente incompatible con la Tradición Apostólica.

   3º) Los principios religiosos y teológicos enseñados por Paulo VI y por Juan Pablo II, en plena concordancia con el Concilio, importan una doctrina integral sobre Dios, el hombre, el mundo y la historia, que NO ES la doctrina de la FE CATÓLICA proclamada por el Credo de los Sagrados Concilios de Nicea y Constantinopla. Por el contrario, se trata de una doctrina intra-histórica e intra-mundana que se va definiendo paulatinamente hacia el culto y la adoración del hombre.

   4º) De acuerdo a lo expuesto, nos parece evidente que se está conformando una NUEVA IGLESIA y una NUEVA RELIGIÓN con las cuales nosotros simplemente NO COMULGAMOS.

   5º) Las actuales "autoridades" episcopales que se encuentran reunidas en la comunión del Concilio Vaticano II y de la nueva religión están VICIADAS DE ILEGITIMIDAD, pues de acuerdo con la Tradición la dignidad eclesiástica es incompatible radicalmente con la herejía. De hecho, ellos ocupan físicamente las sedes episcopales, incluida la Sede Romana, pero su autoridad nunca podría ser reconocida por nosotros como legítima porque públicamente profesan doctrinas heréticas.

CONCLUSIÓN

   Por todos estos motivos nosotros jamás formaríamos parte de un "acuerdo" como el que anuncian los cables periodísticos. Para nosotros existen gravísimas cuestiones de Fe que la Iglesia Romana debe resolver:

  • a) La condena y abjuración universal del Concilio Vaticano II por todos quienes se encuentran en comunión con él;    

  • b) La condena y abolición de todas las transformaciones postconciliares de los ritos sacramentales;   

  • c) La condena de las doctrinas heterodoxas enseñadas por Juan XXIII, Paulo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II y su inclusión en la lista de los antipapas.

   Firmamos esta declaración el día 8 de diciembre de 1980, fiesta de la INMACULADA CONCEPCIÓN de María Santísima, Madre de Dios, Reina de los cielos y Señora de todo lo creado.

PBRO. HERVE LE LAY

Director de la Revista "La Tradición"

ÁLVARO RAMIREZ ARANDIGOYEN

Director de la revista "Fidelidad a la Santa Iglesia"

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