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CRÓNICA DE UNA MUERTE DE MADRUGADA

Cuando Elvis Presley murió, el 16 de agosto de 1977, el mundo alrededor suyo se antojaba extraño, poco relacionado con lo que a él le había tocado vivir. En cartelera estaban Star Wars y Smokey and the Bandit mientras que la música disco arrasaba en las listas con "Car Wash" de Rolls Royce y "Don't Let me this Way", de Thelma Houston. De todos modos trabajo no le faltaba ni vivía en la miseria, como terminaron varios contemporáneos suyos: dos semanas antes acababa de firmar un contrato en Las Vegas donde habría de presentarse hasta 1980 para luego, dijo en una ocasión, "retirarme a una isla desierta". Para ese momento su fortuna se estimaba en 120 millones de dólares, aproximadamente unos 230 actuales.

La noche del 15 de agosto Elvis y su novia de turno vieron televisión hasta antes de medianoche. Extrañamente, a la hora de la cena Elvis no mostró mucho apetito; Hubo otro detalle: días antes había caído en una especie de "ansiedad interna" por su futuro, por lo que logrado hasta entonces y por lo que el destino le había deparado, el cantar noche tras noche ante un público de Las Vegas que lo veía con mezcla de animal de zoológico y reliquia de los años 50. Durante esa década había tenido por lo menos tres hits en el Top Ten, al menos cuatro programas de televisión con alto raiting así como un cuarto lleno de discos de oro. Elvis también había recordado a su hermano Jesse, nacido muerto durante el parto; el cantante había comentado anteriormente si el afortunado había sido él, o su hermano.

Pasada la medianoche Elvis y su novia subieron a la habitación. Poco después hicieron el amor tras lo cual "El Rey" ingirió un par de pastillas que tenía en la mesa de noche. Por casi una década Elvis había consumido cantidades enormes de medicamentos contra la ansiedad y la depresión aunque últimamente le había dado por tomar pastillas contra el sobrepeso. Paradójicamente, su adicción a los barbitúricos le produjo una desmesurada ansiedad por comer alimentos azucarados de modo que todo intento de dieta resultaba inútil.

Elvis ya pesaba 110 kilos, un contraste con su juventud cuando se le obligaba a pasar hambres con tal de mantenerse delgado. Esos siete años prácticamente había duplicado su peso, y pese a tener un gimnasio bien equipado en su mansión Graceland, ya eran años en los que Elvis no ponía un pie ahí. Le avergonzaba su figura por lo que odiaba verse en el espejo. Desde 1975 había declinado filmar más conciertos para la televisión mientras que en sus presentaciones en Las Vegas últimamente había optado por utilizar trajes oscuros que ocultaran su gordura aunque, irónicamente, siempre optaba por las ropas apretadas.

Cerca de las 3:40 de la mañana la novia de Elvis se volteó y movió su brazo para tocar al cantante. Pero el otro lado de la cama estaba vacío, frío incluso. Al fondo del cuarto una luz estaba encendida, era la de una pequeña biblioteca que llevaba al baño de Elvis. La chica se levantó y mediante un espejo del ropero vio el reflejo de los pantuflas y los pies de Elvis sobre la alfombra del baño. El cantante se encontraba con su pijama bajada hasta la rodilla, y había caído de frente al excusado de donde había estado sentado. Las manos tenían agarrada con fuerza la alfombra mientras que las mejillas de su rostro se habían tornado moradas por el abultamiento de sangre. La chica quiso mover el pesado cuerpo pero no pudo. Minutos más tarde habló a la policía de Memphis, que llegó a la mansión poco después de las cinco de la mañana.

Debido al rigor mortis, el cuerpo del cantante tuvo que ser enderezado con grandes esfuerzos para de ahí ser llevado a la morgue donde se dictaminó que Elvis había muerto entre las 1:30 y 3 de la mañana a causa de un ataque cardiaco; en su sangre se encontraron rastros de alcohol y un fuerte antidepresivo. Seguramente y poco después de lavantarse de la cama, Elvis tomó una imprudente sobredosis que terminó por matarlo. "Dondequiera que hoy se encuentre sé que no era su intención", dijo el cantante Carl Perkins poco después del funeral.

La noticia corrió por todo el planeta. Desde sitios tan insospechados como Filipinas y la entonces Checoslovaquia se supo de suicidios de quienes optaron por seguirlo en su destino. "Elvis deja un legado imposible de repetir en la cultura norteamericana", dijo el presidente Jimmy Carter, quien luego se declaro "fan" del cantante. Durante los días posteriores al funeral miles de visitantes atiborraron la hasta entonces tranquila mansión Graceland. En un principio se pensó en colocar los restos en la misma lápida de su madre, pero ante el temor que algún coleccionista o un chiflado secuestraran el cuerpo, Vernon, el padre del cantante, optó por poner ambos cuerpos en una lápida al lado de la piscina en Graceland (Dos años después Vernon falleció y hoy reposa al lado de su hijo).

Desde entonces la propiedad ha sido administrada, de acuerdo con el testamento, por Priscilla, su ex esposa, quien la convirtió en museo, el sitio turístico más importante no sólo de Memphis sino de todo el estado de Tennessee. Cada año recibe alrededor de 500 mil de visitantes, una tercera parte de ellos en las fechas cercanas al aniversario luctuoso del cantante.

 

 

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