Aunque su trabajo consistía en forrajear, cocinar y cuidar a los heridos se lanzaban al combate si así lo deseaban. Si el esposo era muerto, ya podían ya sea unirse a otro hombre o tomar el uniforme y el arma del difunto. Casi todas las tropas tenían una coronela o una capitana famosa, una robusta joven con aretes, armada hasta los dientes y que entre los soldados temerarios era de las primeras en entrar en acción.

La Revolución Mexicana, iniciada en 1910, es uno de los acontecimientos más importantes de principios del Siglo XX en nuestro país; puede ser considerada como un movimiento agrario, político, ideológico o social; como sea, sigue siendo parte importante de nuestra historia y sus principales protagonistas se han convertido en verdaderos ídolos populares, ya sea esto causa de la llamada Historia Oficial o del hambre de héroes del pueblo mexicano.

El cine mexicano desde sus inicios supo aprovechar esta situación para su beneficio. En plena revolución se dedicó a filmar las batallas 3 y, terminado el movimiento, se propone reproducirlo con fines lucrativos. Así, la revolución aporta héroes para la historia oficial y para las pantallas cinematográficas. Pedro Armendáriz, Pedro Infante, Emilio Fernández y hasta Eulalio González Piporro, llegan a ser parte del movimiento revolucionario mediante la ilusión del cine. Se revive a Zapata y a Pancho Villa, junto con todos aquellos varones que pelearon en la bola, sin embargo, la industria cinematográfica se encarga de realzar a un personaje que, aún siendo importante, era relegado puesto que la figura masculina la opacaba. Se trata de la Soldadera.

Cómo surge y qué fue la soldadera:

Según la opinión de Ana María Fernández Poncela, para la sociedad mexicana:

El periodo revolucionario abrió puertas a la participación de las mujeres más que otras épocas históricas, o en todo caso, el imaginario social adquirió una nueva mirada hacia el sexo femenino [...] esta etapa significó una apertura para la participación femenina creciente y activa en la sociedad 4

Con ello entendemos el cambio social que se vivió en nuestro país a causa del movimiento armado. No sólo se rompió con las estructuras políticas, sino también con las sociales y con ello se derrumbaron muchas de las costumbres sociales que limitaban a las mujeres, encajonándolas en las llamadas tareas femeninas. La mujer de la época, va tomando conciencia de sus capacidades y empieza a tener una participación más activa en la vida política, cultural y social de nuestro país; se expresa en la prensa, funda movimientos y organizaciones a favor de los diversos candidatos, al mismo tiempo que inicia una lucha con el fin de que se le reconozca como persona y exige sus derechos.5 Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, es un ejemplo digno de la nueva mujer naciente en esa época, colaboradora de El hijo del Ahuizote y fundadora del semanario Vésper, dedicó su vida a denunciar por medio de la prensa los errores del gobierno porfirista, maderista y carrancista.6

Mientras las mujeres de la clase “educada y letrada”, pelean por los ideales en una forma más diplomática, las mujeres de la clase baja, responden a esos cambios sociales a su manera: peleando al lado de su pareja, en el campo de batalla. Las soldadera es el reflejo de la emergente mujer mexicana, mitad tradicionalista -sigue sirviendo a su hombre- y mitad moderna –exige sus derechos-.

Pero, ¿por qué la mujer se va a la guerra, dejando todo, e incluso arriesgando a sus hijos al llevárselos al campo de batalla? Se pueden obtener muchas explicaciones: la primera es el amor que siente por su pareja y que no le permite dejarlo solo a su suerte, así que decide acompañarlo. La segunda es la dependencia de la mujer hacía el varón, recordemos que el varón era el que proveía de alimentos a la familia, entonces cuando éste partía con la bola, la mujer prefiere seguirlo a quedarse sola y sin sostenimiento económico y alimenticio; algunas eran obligadas por sus esposos a seguirlos; otras opciones suponen que cuando los revolucionarios llegaban a los pueblos, se “robaban” a las jóvenes que más les agradaban para que los acompañaran en el campo de batalla; por último, los más románticos proponen a unas mujeres idealistas que solas se unen al movimiento armado, muchas de ellas llegando a ser mejores soldados que los varones,7  pero muchos argumentan que son sólo mujeres que simplemente se dejan llevar por la corriente revolucionaria.

Si retomamos las dos primeras opciones, en las que la mujer decide irse tras su hombre, observamos que de una u otra forma, a muchas de las mujeres se le otorga el poder de decidir qué hacer con su vida, si deseaba quedarse en su casa o seguir a su esposo a la guerra; cuando el marido de alguna de las que andaban en campaña moría, ésta podía escoger entre regresar a su casa o quedarse en alguno de los pueblos a los que la bola llegaba; muchas de ellas decidieron seguir en el movimiento armando, viendo que no tenían ya nada más que perder.

Uno de los nuevos derechos que la mujer consigue estando en la bola, es el de elegir a su pareja, lo que le da más independencia. Estando en el campo de batalla, si el esposo moría, su mujer estaba en plena libertad de escoger a un varón para que éste la defendiera si alguien intentaba propasarse con ella; si ella no deseaba pareja, se le respetaba su derecho. Así, las mujeres de una u otra forma adaptaban la lucha revolucionaria a sus ideales para sentirse parte del movimiento: “la mujer [...] de madre-esposa-ama de casa que es su rol tradicional femenino, se pasa o se acepta el mujer-compañera de lucha y de lecho”.

El varón de la época, sobretodo el revolucionario, dejó de admirar a su compañera por ser abnegada y servil, sino que ahora la admira porque tiene mayor fuerza de carácter y vivacidad, porque se muestra valiente y porque puede estar dispuesta a morir apoyándolo en el campo de guerra. Los hombres de las tropas se ajustaban a este cambio; no sabemos si estaban conscientes o no de que las estructuras sociales que prevalecían en épocas pasadas estaban cayendo. Es por ello que como parte de la adaptación a esta nueva mujer, le venera admiración por medio de los corridos, que muchas veces se convirtieron en himnos de las tropas: cantos como La Adelita, Coronela, La Valentina, La Cucaracha y otros son ejemplos de ellos, en los que la mujer deja de ser la mujer bonita de la casa, para convertirse en la mujer bonita del campo de batalla, con nuevas virtudes y defectos.9

Las soldaderas eran enfermeras, cocineras, alimentaban de parque a las metralletas de sus hombres, y por supuesto eran “la cobija del soldao (sic)”10, es decir las amantes; pero si se le presentaba la oportunidad, tomaban las armas y entraban al campo de batalla. Varias destacaron por su gran dominio sobre la tropa, además de ser buenas estrategas militares; sus mayores reconocimientos eran ocupar un puesto militar de alto rango (Coronel o Teniente), aunque era por pocos meses. Su figura, aunque teóricamente era la de un soldado más, para muchos de los miembros de la tropa, era una verdadera figura de autoridad, que podía de un momento ser madre, hermana, esposa o hija.11 Así pues la mujer no se presenta como un miembro pasivo del movimiento revolucionario, sino que se muestra actor (mejor dicho actriz) que impone una figura no olvidada, pero si muy descuidada y relegada. Los nombres de María del Carmen Rubrán (a) La coronela, María del Refugio Salado Santoyo, Valentina Ramírez,12 Adelita Maldonado o Adela Velarde 13, entre muchísimas más soldaderas que combatieron en la revolución, no han obtenido el reconocimiento merecido. Despeinadas, sucias, amacharradas, olvidan por un momento el papel de doncellas para convertirse en heroínas sin monumento.

El cine y las soldaderas.

Como lo mencionamos al principio, el cine influenciado por la ideología nacionalista y en busca de un éxito comercial, retoma las figuras revolucionarias para que sean el eje de varias de sus películas. Para efecto de este trabajo se toman tres cintas que mencionan a las soldaderas. Las películas escogidas son: La Adelita, Enamorada y La cucaracha. Vale la pena recordar que el tema central de las cintas, más que la vida y obra de la soldadera en turno, es la historia de amor que gira en torno a ella. La constante en las tres cintas es la aparición de Pedro Armendáriz, (dos como protagonista) y de Gabriel Figueroa como fotógrafo. Es interesante además, hacer notar la imagen que se presenta en la pantalla de la soldadera, siempre limpia y bien arreglada, ya sea en el campo de batalla o en tiempos de paz.

1. La Adelita

Filmada en 1937, protagonizada por Esther Fernández y Pedro Armendáriz, el filme es dirigido por Guillermo Hernández Gómez, quien al inicio de la película presenta una leyenda que anuncia:

La versión que se ha realizado en esta película de la vida y hechos de la Adelita, la heroína del Norte no pretende ser de autenticidad histórica, es la interpretación bordada alrededor de su interesante figura, símbolo de la mujer mexicana hecha para [la] abnegación y el heroísmo 14

Con ello lógicamente, se quita de toda responsabilidad en cuanto a la veracidad de los hechos. La cinta nos cuenta cómo incidentalmente una jovencita llamada Adela, pasa a formar parte de las filas de la División del Norte, tomando como suya la lucha revolucionaria; pasó de ser una enfermera más de la tropa a ser su líder, con un poder tal que por ella se recobran las fuerzas para seguir en la pelea o se desobedecen las órdenes de un oficial de mayor rango.

-Escena clave: Adela tomando el caballo y animando a la tropa a seguir en la batalla; ese espíritu revolucionario nace en el  momento que atiende a uno de los heridos. Llama a las armas y levanta el ánimo de los combatientes.

Imagen - realidad: La llegada de Adela a la tropa fue circunstancial. Ella no seguía a su esposo o pareja, sin embargo al estar dentro del mundo de la bola revolucionaria, toma como suyos los ideales del movimiento. Su presencia llega a ser importante para esa tropa y es reconocida hasta por el comandante de la misma. Fue enfermera, cocinera, pero nunca amante de ninguno de los que con ella se encontraban, no eligió pareja. Sigue siendo femenina y en algunos aspectos tímida y sumisa (como queriendo recordar mujeres de antaño), pero ahora efectúa roles masculinos, llegando a poseer más autoridad que algunos de los oficiales de mayor jerarquía. Adela es acompañada por una mujer más involucrada en el movimiento y que podría representar mejor el carácter de la soldadera que la protagonista, puesto que es fuerte y aguerrida. La similitud entre ambas es que tuvieron en sus manos la elección de su estilo de vida y de su pareja.

Imagen – Ilusión: como el director lo advierte al inicio, es una interpretación muy personal sobre este personaje. En sí, como ya lo había mencionado es una historia de amor, contextualizada en la revolución y enfatizando en el corrido con el mismo nombre de la cinta. Los elementos que sobresalen de la protagonista es la perfección de su peinado, su vestuario y su rostro, que en medio de la batalla, salieron sin un rasguño.

2.Enamorada

Película de 1946 es una de las cintas clásicas del cine nacional, realizada en la Época de Oro del Cine mexicano. Dirigida por Emilio “Indio” Fernández, protagonizada por María Félix y Pedro Armendáriz; el argumento corre a cargo de Mauricio Magdaleno.

-Escena: María Félix (Beatriz) al lado de Armendáriz, él a caballo, ella a pie (después de mucho batallar, Armendáriz voltea a ver a la Félix con orgullo, pues ha domado a la fierecilla).

Imagen - Realidad: el carácter de Beatriz, el personaje de María Félix es agresivo, poco sumiso y envalentonado. Como mujer de la clase alta, sabe muy bien cuales son sus derechos, es culta y “letrada”. Está a punto de casarse y libremente escoge su pareja y también libremente escoge irse con él. Un dato interesante de la cinta es que en uno de los diálogos entre los protagonistas, Beatriz habla de una forma por demás despectiva sobre las soldaderas, tachándolas de prostitutas y de mujeres sin obligación; éste fue posiblemente el pensamiento de la alta sociedad acerca de las soldaderas. En la película se observan muy pocas escenas de las soldaderas en acción, pero se muestra el campamento y en una vista rápida, a las mujeres atendiendo a los heridos y cocinando. El hecho de que la mujer fuera a pie, y el hombre a caballo muestra el machismo presente en esa sociedad (y que perdura hasta nuestros días), en donde el derecho de andar a caballo era exclusivo del varón, cuando éste moría la mujer podía disponer del equino.

Imagen – Ilusión: el eje principal de la cinta es la historia de amor entre sus protagonistas; la revolución pasa a un plano secundario. Es muy poco probable que una mujer con amplias comodidades, además de ventajas económicas y sociales realmente haya dejado todo ello para unirse a la revolución, por mucha serenata que le llevaran, aunque no se pone en duda que pudieron existir esos casos, pero son mínimos, no representativos.

3. La Cucaracha

Película de 1958, dirige Ismael Rodríguez, estelarizan María Félix, Dolores del Río, Emilio Fernández, con una participación especial de Pedro Armendáriz.15 

-Escena: En el campamento, una mujer da a luz, mientras La Cucaracha (Félix), da su concepto de soldadera y profetiza desgracia a la criatura por ser hija de un soldado. Manda traer marihuana y licor para animar a la tropa.

Imagen – Realidad La tropa se embriaga o “enyerba”, para pasar el frío y el miedo. Las mujeres animan a sus maridos, se atienden y apoyan entre ellas; cocinan y dan placer sexual: “se acostumbra tener a una mujer en esto” dice Ignacio López Tarso en la cinta. La pareja deberá proteger en cierta forma a su mujer. El carácter de la mujer se muestra al momento de estar dispuesta a apoyar a su hombre y a su tropa. La cinta fue novedosa en su tiempo, pues permite que las mujeres se expresen en la pantalla con un lenguaje entonces llamado masculino, es decir compuesto de albures y “malas palabras”16 . La ventaja de ello, fue que le dio más realismo a la cinta, puesto que es casi seguro que la mujer revolucionaria hablara así, con un lenguaje coloquial, puramente pueblerino. La Cucaracha es mandona y altanera, más inclinada a las diversiones y el placer que a la causa misma, que quizá fue la actitud de varias de las mujeres de la bola. En la cinta, la Cucaracha más que tener don de mando sobre la tropa por sus cualidades militares, lo tiene por su belleza, alegría y fuerza; más que mando, tiene un magnetismo sólo opacado por el Coronel Zeta, interpretado por Emilio Fernández. La contraparte de la Cucaracha es una mujer que pierde a su marido en la Revolución y al no tener a dónde ir sigue a la bola, llegando a formar parte integral de ella.

Imagen – Ilusión: Una historia de amor, pero ahora más concentrado en la soldadera. De hecho, se puede decir que la historia tiene más escenas veraces que las otras dos cintas, claro que con sus inconvenientes y defectos de la misma adaptación al cine.

Por qué el cine mexicano muestra así a sus personajes

Concluida la revolución a la que ahora se le reconocen sus méritos y defectos, es necesario entender que para la sociedad mexicana de la época en las que fueron elaboradas las cintas, la revolución, aunque virtuosa, no dejaba de ser cruenta para ellos. Según Monsiváis, al régimen no le convenía un acercamiento verdadero a la revolución “cuya violencia les resulta intraducible”.17 Además posiblemente el pueblo no quería recordar lo dolorosa que fue para él, al mismo tiempo, idealizan a Villa y a Zapata a tal grado que no se le podían representar desarrapados, sucios o ensangrentados; era una sociedad “hambrienta de genealogía” que prefiere recordar (cinematográficamente) la época porfirista por su esplendor, que a la revolución por lo sangrienta.18 

La primer cinta fue hecha a casi 20 años de haber concluido la revolución, así que lo que importaban en el momento era exaltarla, tanto con personajes netamente heroicos y mexicanos. La narración, no trata de mostrar una realidad histórica, como bien lo advierte el director al inicio, pero en la forma de mostrar los hechos, su intención más que exaltar la revolución por su ideología y consecuencias, es la de honrar a sus participantes al mostrarlos como seres perfectos, cuya virtud es creer en los ideales revolucionarios y que por ello no les afecta ni el viento, ni la tierra, ni las balas.

Se debe acreditar el esplendor (comercial) del cine de Revolución a Emilio Fernández y su equipo de trabajo: Gabriel Figueroa y Mauricio Magdaleno, junto con las grandes estrellas de ese momento: Armendáriz, Félix, Del Río y más. Tres de sus películas cumbres sobre el tema y que además la trama gira en torno a la mujer revolucionaria son Flor Silvestre, Las abandonadas y Enamorada.19 El sentimiento nacionalista lo impone el “Indio” Fernández, quien afirmaba haber participado en la revolución siendo aún un niño, por lo que al presentarlo en la pantalla, mostraba una idealización personal de la revolución. Gabriel Figueroa aportaba la expresión plástica a la cinta; con una marcada influencia del muralismo mexicano, a su vez nacionalista e indigenista, Figueroa es el que presenta la imagen perfecta de la visión del “Indio” y muestra la belleza de nuestro país mediante los paisajes rurales. Mauricio Magdaleno, aguascalentense de adopción, es quien materializa en diálogos las otras dos propuestas, él aseguraba ser enemigo de los discursos patriotistas que se escuchan en varias de las cintas, pero al ver que Emilio Fernández los quería improvisar y que según él eran malísimos, Magdaleno se daba a la tarea de escribirlos para que no se oyeran tan mal.20

Los tres juntos lograron imponer un estilo netamente mexicano y sobretodo revolucionario; es por ello que al realizar Enamorada, su intención es demostrar que la revolución es tan perfecta que la mujer más aguerrida y arrogante de la alta sociedad puede caer rendida ante un galante, bien parecido y bien vestido coronel revolucionario. Su intención de monumentalizar la revolución es clara en esta cinta al quererla presentar como movimiento unificador del pueblo mexicano contra los “malos” (Díaz y Huerta) que estaban perjudicando al país. José Juan, el personaje principal aparece vestido con los uniformes de las tres principales facciones revolucionarias: en una escena, aparece como zapatista, con sombrero y cananas cruzadas; en otra como villista, trayendo el característico sombrero, y por último, en una escena clásica, Armendáriz porta elegantemente un uniforme de gala carrancista mientras lleva serenata a la Doña.

Este juego de elementos se debe a que tal equipo de producción pertenece a la época de los cuarenta y parte de los cincuenta, en donde el partido oficial, el PRI, comenzaba a establecer su homogeneidad en la sociedad mexicana, argumentando ser un partido nacido y hecho de la misma revolución, y ésta fue la bandera que usaron para imponer su doctrina oficialista. Es por eso que en la Época de Oro del Cine mexicano se estimuló aquellas cintas con tintes revolucionarios, y más aún si glorificaban este hecho.21

De la última cinta, La Cucaracha, dirigida por Ismael Rodríguez, podemos mencionar que fue más esperada por el duelo histriónico de la Doña con Dolores del Río que por su contenido en sí. Última cinta en la que Dolores del Río tiene un papel estelar, puesto que se dedicaría al teatro.22 Ismael Rodríguez no tiene una intención particular por el cine de revolución más que el económico y el interés de honrar a los que le dieron su máximo realce; no tiene una visión particular y el argumento es poco más abierto que las cintas pasadas. Parte de la importancia de esta cinta se podría decir que es el inicio del fenómeno de la mujer “mal hablada” del cine, que aunque para nuestros días, esos albures y groserías que se oyen en la cinta son por demás inocentes.23

Es verdad que la mayoría de los papeles protagónicos en el cine de revolución están acaparados por los personajes masculinos, sin embargo, en la parte femenina sobresale María Félix como la soldadera perfecta, complaciendo así el gusto del pueblo al ver a sus revolucionarios como imágenes idealizadas del mexicano, tanto por el carácter indómito como por el físico, símbolo de perfección femenina según los cánones de la época, tal y como lo era Pedro Armendáriz en el plano masculino. Los revolucionarios son perfectos en el imaginario colectivo de la época, así como la revolución lo era para el imaginario oficial, “el cine fabrica un verdadero andamiaje de proyecciones e identificaciones que los individuos usan para construirse a sí mismos”,24 la sociedad mexicana de las primeras cinco décadas, planteó su proyección y con ella se identificó.

El cine de revolución, hablando específicamente del tema de la soldadera, más que falsificar una realidad, intentó mostrarla como una idealización, si con los corridos “se canta a su belleza y también se hace lo mismo a su valentía, a su trabajo, a su humildad y abnegación”25, el cine hace lo propio con este tipo de cintas: inmortaliza a las mujeres de la revolución con el rostro y el carácter indomable de María Félix, con la feminidad de Esther Fernández, hizo creer al pueblo que la revolución era la mostrada por Emilio Fernández, formó una imagen de un México revolucionario hermoso gracias a Figueroa y logró que los revolucionarios fueran unos excelsos oradores con los diálogos de Magdaleno, imaginándonos que no son inventados, pero sobre todo, este cine se basó en el imaginario colectivo de esa sociedad idealista, que tenía ansia de héroes y que era manejada por una historia oficialista. Es por eso que si acaso la presencia física de la soldadera en la pantalla no es 100% real, se intentaba respetar lo más que se pudiera el concepto, magnificando sus virtudes y labores.

Este tipo de cine es casi improbable en nuestros tiempos, ya nos topamos con una sociedad distinta, puesto que ahora más que héroes, el público exige verdades (lo más que se pueda), ya no le permite a un cineasta cometer ese tipo de libertades históricas, aunque esto no significa que un filme no glorifique o minimice ciertos aspectos de tal o cual país.

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Notas:

1 Ponencia presentada en el XXIII Encuentro de Estudiantes de Historia, en Guadalajara, Jalisco, del 13 al 18 de Noviembre de 2000.

2 Información obtenida en la página http://memorial.sandi.net/LESSONS/20.de.noviembre/Soldaderas.html tomado a su vez del libro Soldaderas, Mitos e Historias de Elizabeth Salas – se carece de referencia completa -

3 Ver más información en: De los Reyes, Aurelio, “El cine en México/1896-1930” en Aurelio de los Reyes y María Luisa Amador, et.al, 80 años de cine en México, UNAM, México, 1977, pp 9-92.

4 Fernández Poncela, Ana M., “Imágenes femeninas en la época revolucionaria” en Solo Historia. Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana. Año 2, No. 8 Abril-Junio del 2000. pág. 4

5 Ramos Escandón, Carmen, “Metiéndose en la bola: mujeres y política en la Revolución Mexicana, o el esfuerzo por tener voz ciudadana” en Solo Historia. Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana Año 2, No. 8 Abril-Junio del 2000. pp 4-8

6 Begoña Hernández y Lazo y Ricardo Rincón Huarota (Coordinadores), Las mujeres en la Revolución Mexicana. 1884-1920. Secretaría de Gobernación/Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana/Cámara de Diputados LVII Legislatura/Instituto de Investigaciones Legislativas. México, 1999, pp. 15-19

7 Isla, Carlos, La Valentina, Colección Caudillos Inmortales, Jorge Porrúa, S.A., México, 1985

8 Fernández Poncela, Ana M., op. cit. pág. 44

9 Según el estudio hecho por Ana M. Fernández, el corrido de La Adelita es anterior a la revolución, pero de todas formas es tomado como himno revolucionario, véase en “Imágenes femeninas...” op. cit, pp 41-43

10 Isla, Carlos, op. cit. pág. 55

11 Isla Carlos La Adelita, Colección Caudillos Inmortales, Jorge Porrúa, S.A., México, 1985

12 Begoña Hernández y Lazo y Ricardo Rincón Huarota (Coordinadores), Las mujeres en la Revolución..., op.cit. pp 37-114

13 Fernández Poncela, Ana M., op. cit. pág. 42

14 La Adelita, Dir. Guillermo Hernández Gómez. Esther Fernández, Pedro Armendáriz, 1937

15 Reyes Díaz, Evelia. “La década de oro del cine mexicano” en Conciencia. Revista de expresión de los estudiantes de Historia y Ciencias sociales de la UAA. Año 1, No. 2, Agosto del 2000, pp 17-18

16 De los Reyes, Aurelio, Medio siglo de Cine Mexicano (1886-1947), Colección Linterna Mágica 10, Ed. Trillas. México. 1988 reimpreso 1991, pág. 166

17 Monsiváis, Carlos, “Las mitologías del cine mexicano” en Cien años del cine Mexicano, 1896-1996. CD-ROM. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/IMCINE/Universidad de Colima, 1996

18 Monsiváis, Carlos, “Notas sobre la cultura mexicana en el siglo XX” en Historia General de México, El Colegio de México, México, 1999. Volumen 2, pp. 1513-1514

19 Reyes Díaz, Evelia. “La década de oro...” op. cit., pág. 17

20 México Siglo XX, Emilio “Indio” Fernández. Coordinador Enrique Krause

21 Mraz, John “Filmando el Pasado en México y Cuba” en Crisol. El acontecer de Agauscalientes desde la pluralidad, con inteligencia, Año X, Edición 146, Septiembre 2000, pp 39-45

22 Iconografía de Dolores del Río. Conferencia dictada por Aurelio de los Reyes el 20 de septiembre de 2000.

23 De los Reyes, Aurelio, Medio siglo de Cine Mexicano..., op. cit.

24 Tunón, Julia, “Sensibilidad y cine mexicano en la Época de Oro” en Cien años del cine Mexicano, 1896-1996. CD-ROM. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/IMCINE/Universidad de Colima, 1996

25 Fernández Poncela, Ana M. Op. cit., pág. 44

 

 

 

 

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