Indice General

Escuela de Cuadros

2

  Colección Inéditos de Nahuel Moreno

(Argentina 1984)

 

Nahuel Moreno

 

Secretariado Centroamericano —SECA—

Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo —CITO—

http ://www.geocities.com/obreros.geo/

mail : [email protected]

Edición electrónica Diciembre 2001

(Tomado de Ediciones Crux, Buenos Aires, 1992)



SUMARIO

Parte II: Teoría de la revolución

Segunda charla: El régimen de democracia obrera. La secuencia de la Revolución Cubana. Cómo se llegó a la dictadura del proletariado en las revoluciones de posguerra. La política de Trotsky frente a la contrarrevolución burguesa. El error de Trotsky en China. La hipótesis de la dictadura reformista del proletariado. Los diferentes “modelos” de revoluciones, desde el ángulo de las etapas de la lucha de clases.

 

Apéndice: Argentina, una revolución democrática triunfante

I. Una revolución democrática triunfante: Introducción. Las diferencias con otras etapas democráticas. La elección de Perón. Del golpe de 1955 al Cordobazo, 165. De los regímenes reaccionarios a uno contrarrevolucionario, 166. El actual gobierno es producto de una revolución democrática. ¿Por qué una revolución y no una reforma democrática? La revolución democrática y el bismarckismo senil. El diferente contenido histórico de las revoluciones democráticas. Revolución democrática y revolución socialista. Un cambio en las consignas. Las revoluciones de febrero y octubre. El problema de la contrarrevolución. Nuestra primera definición de la situación como contrarrevolucionaria. La situación revolucionaria. Un avance en la definición de situación revolucionaria. La crisis y el estallido revolucionario: la derrota de las Fuerzas Armadas del régimen. El problema de los órganos de poder. Algunas analogías. La posición de Trotsky. Críticas formales. Un cambio radical de política y consigna. Un método peligroso.

II. Las etapas de la revolución argentina: La etapa del Cordobazo y la actual etapa. La crisis del gobierno y del sistema. Una situación revolucionaria. Crisis y triunfo revolucionario. El carácter del gobierno Bignone. Una nueva situación revolucionaria. La contraofensiva burguesa e imperialista. Cuidado con un falso optimismo. Hacia el estallido de la losa política y sindical peronista. El gobierno de Perón y el movimiento obrero. Una grave contradicción. El peronismo en la oposición. El gobierno de Isabel. El peronismo en crisis.

III. Nuestro partido y su política: La Guerra de las Malvinas. Una confusión peligrosa. Se agrava la confusión. Los locales, el periódico y la definición de la situación como revolucionaria. La consigna de gobierno. El problema del gobierno. Qué partido queremos. La variante socialista. Sólo nuestro partido. La lucha contra la Multipartidaria. La segunda independencia. Se supera la crisis. Un grave error de método.

 

Bibliografía

SEGUNDA CHARLA

–La escuela es muy superestructural y teórica y no da importancia a la lucha de clases y nuestra intervención en ella.

–Es que ese no es el objetivo. El objetivo es ver si convencemos a la gente de qué es el trotskismo en forma bien clarita. El curso parece muy difícil, pero es para llegar a una conclusión sencillísima. No sólo ahora, sino también en la discusión con Mandel, con todos. Por eso para nosotros esto es teóricamente muy profundo, estemos o no en lo correcto. Porque todo el objetivo del curso es: ¿Saben qué es trotskismo? Trotsky se equivocó muchísimo. ¿Y saben lo que es la LIT?: la única organización que está por un régimen de democracia obrera. Por eso: régimen, régimen, régimen. Régimen de la democracia obrera.

–¿Dónde?

–En los sindicatos.

–¿Por qué es tan colosal?

–Ellos están a favor de un régimen unipartidista y nosotros estamos en contra. ¿Usted está a favor del unipartidismo?

–No.

–Venga al trotskismo. ¿Usted está a favor de que haya democracia en Cuba, derecho a que haya muchos partidos, a que el que sea obrero diga lo que quiera, a hacer partidos, fracciones? Si está a favor, usted es trotskista. Entonces opte: acá o allá.

Régimen de la democracia obrera, con la palabra “obrera”. El régimen cubano es antidemocrático.

Ese es todo el objetivo. Opinamos que tenemos que hacer un curso a fondo teórico, insistiendo con lo del régimen. Así, cuando lleguemos al final podremos preguntar cuál es la esencia del trotskismo, se haya o no equivocado Trotsky sobre si [las direcciones pequeñoburguesas] podían expropiar, etcétera. Y nos podrán contestar todo los que les explicamos antes. Nosotros somos los que más criticamos a Trotsky, pero somos los que más a favor estamos. También podremos preguntar: “¿Saben lo que es la LIT?” Y nos podrán contestar: “Es esto. Somos quinientos, mil, dos mil, trece en el mundo. Pero había que crearla porque los que pelean por un régimen tienen que unirse”.

Y hoy en día nosotros hemos llegado a la conclusión de que la traición, el peso de los aparatos contrarrevolucionarios, etcétera, han hecho que Mandel, Lambert, Barnes y todo el mundo –a excepción de los anarquistas, que tampoco están por romper [con la burguesía], pero están por la anarquía, es decir, por que no exista ningún régimen–... [Llegamos a la conclusión de que] hay sólo una organización en el mundo que está por el régimen de la democracia obrera.

Todo este curso, aparentemente tan teórico, es para esa conclusión política. Y nosotros creemos que si los convencemos de que somos los únicos que estamos por la revolución obrera, dentro de cincuenta años –a no ser que nos tiren una bomba atómica– siguen siendo nuestros.

–El partido tiene dos puntos: lucha por la revolución permanente mundial y por la democracia obrera.

–Claro, sí. Y el internacionalismo.

–Eso ya está en la revolución mundial.

No sólo eso: ya en este mismo momento estamos por la [revolución mundial aquí]. Tomamos el poder en la Argentina y decimos: “Estamos dispuestos a regalárselo a Brasil; que nos hundan en Argentina y se salve Brasil”. Eso no es lo que ocurre en Centroamérica. Entonces nosotros creemos que si logramos convencerlos de eso, se aclaran las polémicas más oscuras con Mandel, Lambert o quien sea. Porque, por ejemplo, ¿qué les decimos nosotros ahora al SWP, a Mandel y a Lambert?

–Discúlpennos, ¿nos explican qué pasó en Grenada?

–Y, se pelearon las esposas...

–¿Y les parece marxista decir que se mataron porque se pelearon las dos señoras? Nosotros les vamos a dar una [explicación] distinta. ¿Saben por qué pasó? Porque no existió un régimen de libertades democráticas . Porque entonces nadie se hubiera matado. El matrimonio tal y el matrimonio tal hubieran ido a una asamblea, hubieran hablado. Ahí se habría votado que al que sacaba un revólver lo mataban entre todos, porque hay democracia, sin que fuera un Estado obrero.

Bueno, lo mismo hoy en día en Nicaragua. ¿Dónde se discute si se aprueban o no los pactos de Contadora? Si Lambert, Mandel y Barnes están acá les digo:

–¿Me permiten? Yo quiero ir dos o tres meses a Nicaragua a que me den la radio y la televisión todos los días para decir que Contadora es lo último, nada más. Y después, que me digan dónde se va a votar, porque yo también quiero estar presente cuando se vote. ¿Ustedes están a favor o no?

Van a decir:

–No.

–Querido Lambert, no tenemos nada más que hablar. Estamos por regímenes distintos, que es lo más grave que puede haber, aunque sea lo más abstracto y lo más general.

Si el curso sirve para eso, sirve; si no, no sirve.

–Para eso sí sirve.

–¿Qué otra cosa querés darles a los compañeros? Lo último que podemos hacer es explicarles táctica o estrategia, porque entonces les terminamos de confundir todo. Yo lo veo así, no sé. Ese es, por un lado, el objetivo.

Y el otro gran objetivo es cómo funciona el partido en base a la democracia. Cómo el régimen es centralista pero también profundamente democrático. Y es crítico.

Entonces, nosotros creemos que la esencia de la teoría de la revolución permanente son esos tres o cuatro puntos. Y en el resto, Trotsky se equivocó en todo. Eso es lo que creo, que tuvo errores espantosos. Es mi opinión, pero a lo mejor estoy confundido.

Por eso nosotros creemos que es un curso lindo para preparar los próximos cinco, diez o veinte años de la discusión que se va a abrir, y que es ultrateórica, porque va a ser alrededor de régimen. Por ejemplo, yo opino que nosotros ya podemos definir que el régimen de Lenin y Trotsky fue lo opuesto del régimen stalinista. Es muy bueno que nosotros salgamos a decir que es lo opuesto, que los kadetes tuvieron democracia, que Martov intervino en 1920. Incluso empezar a hacer la historia. Nosotros opinamos que es antagónico al régimen stalinista. Son dos regímenes. Nosotros estamos por el régimen de Lenin y Trotsky. Cuando se suprime la democracia en los soviets –relativamente, pero se la suprime: barren en la guerra civil a todos los partidos que no estén a favor de los soviets– eso ya es lo extemporáneo, lo raro, lo coyuntural. La tendencia de ellos es la opuesta. Es la democracia en el Partido Bolchevique y la democracia en los soviets. Era así de sencillo.

Entonces todo esto de régimen, etcétera, etcétera, tiene ese objetivo: explicar cómo surgió el régimen de Lenin y Trotsky, que es el de la Comuna de París, que es el que se iba imponiendo en la Revolución Alemana. Los soviets alemanes tenían una democracia extraordinaria: estaban los socialistas de derecha, los socialistas centristas y los de Rosa Luxemburgo y Liebcknecht; pronunciaban sus discursos, votaban, era un caos viviente. Salían a tirar tiros en Berlín, en toda Alemania, había sectores en Alemania en los que el proletariado había tomado el poder. La más grande revolución que ha dado el movimiento obrero mundial es la alemana, no la rusa, sólo que se perdió. Fue increíble, muy superior a la española –y esa era también así.

–Cuanta más movilización, más democracia obrera, y cuanta más democracia, más movilización.

–Nosotros creemos lo mismo. En perspectiva, sí, pero no es signo igual. No descartamos que sectores reformistas tomen la conducción del movimiento obrero. No descartamos que la clase obrera en un momento esté cansada; vengan los reformistas y digan: “No les den más bola a estos revolucionarios y déjennos tomar el poder, que los llevamos por vías reformistas”. En eso nosotros estamos de acuerdo.

–Para que haya movilización permanente tiene que haber democracia obrera.

–Claro. Si hay democracia nos da la perspectiva de volver a discutir. Entonces es lindo. Nosotros tomamos, como Lenin y Trotsky, la posibilidad de dictadura del proletariado con otras direcciones. Es decir, con [organismos de la] clase obrera, [pero] con otro partido.

Al que convencemos de eso no se mueve del trotskismo, si está de acuerdo; si no, no. Pero al que se convence de que está por la democracia le pasa lo mismo que al que se convence de que el fascismo es lo peor que puede haber. Cualquiera puede ser fascista, pero el que se convenció de que es barbarismo, algo monstruoso, ya no puede ser fascista. Ni bien nosotros convencemos [a un compañero de] que un régimen unipersonal en el que meten preso a alguien por pensar, es un régimen monstruoso, [aunque] sea obrero, haya expropiado o no, es trosko. Si no [lo convencemos], es un agente del imperialismo.

Eso es la esencia del curso; junto con las consecuencias en nuestro partido mismo. Que sepan que para poder dirigir eso tienen que empezar a ser democráticos, dar iniciativas, tener crisis, tener una gran base para la crítica, etcétera, etcétera. Lo que a mí me preocupa es si el curso se puede dar y entender o no, si les va a gustar o no, si podemos llegar a esas conclusiones fáciles que yo digo...

–Usted habló de gobierno obrero y campesino que no expropia.

–Claro. Antes de expropiar. Si no, no es gobierno obrero y campesino, es dictadura del proletariado.

–Dictadura burocrática, como Cuba.

–Claro. No [es] dictadura revolucionaria. Pero eso es después de que se expropió. La teoría tiene que trabajar los fenómenos reales. ¿Qué pasó en Cuba? Hubo una guerrilla, una guerra civil de un año o dos. Reventaron al ejército de Batista. Se quedaron sin ejército, sin empleados públicos, sin nada, ninguna institución burguesa. Destruyeron el Estado burgués, y vino un gobierno basado en el Ejército Rebelde de Castro: pequeñoburgués, con una disciplina política militar, es decir una disciplina total, militar, jodidísima. [El gobierno ordena:] “Usted apoya al burgués, no lo expropia”. Y nadie puede decir: “No, yo quiero ver si se lo expropia porque estoy a favor de la expropiación”. [Si lo hace, el gobierno contesta:] “No señor. Es una orden militar”.

Entonces, por este carácter militar, es un gobierno fuerte, no débil como el kerenskista, que gobierna con la burguesía. Porque su plan es una etapa. Son pequeñoburgueses o stalinistas que dicen: “Una vez que volteamos al régimen fascista, hacemos un régimen democrático burgués, y este régimen democrático burgués dura diez o veinte años”.

–¿Sin los partidos burgueses en el gobierno?

–No. Con el partido burgués en el gobierno. El presidente de Cuba es el más grande burgués de Cuba. El capo, superior a Fidel Castro, es Urrutia, el presidente de Cuba. Lo llevan ellos. Es el hombre del imperialismo, el hombre de confianza de ellos. Es un gran burgués, como Martínez de Hoz. Suponé que los Tupamaros toman el poder y llevan de presidente [al equivalente uruguayo de] Martínez de Hoz. Nosotros nos negamos, estamos totalmente en contra de llamar a ese gobierno “gobierno obrero y campesino”. Todavía no. Esa es nuestra diferencia con Barnes, y hoy en día con todos.

¿Cuándo es gobierno obrero y campesino? Cuando lo echan a Urrutia y rompen. No hay acuerdo con el imperialismo. Urrutia es quien tiene el acuerdo con el imperialismo. Los traiciona, el imperialismo los quiere reventar, se defienden y lo echan.

Entonces; primero destruyen el Estado burgués, pero tratan de reconstruirlo. Todavía no lo han reconstruido, porque la base del nuevo Estado es un ejército que es pequeñoburgués. Es una etapa crítica del Estado burgués, tremenda, porque se ha destruido el anterior y no se ha logrado hacer uno nuevo. ¿Y quién gobierna? La pequeñoburguesía. Pero la pequeñoburguesía no puede tener Estado, porque no hay economía pequeñoburguesa dominante. Entonces es un gobierno fuerte, bonapartista, parecido a los jacobinos.

No sé si ustedes conocen la que se considera una definición genial de George Sand sobre Robespierre. Se la considera de máxima profundidad científica, a pesar de ser una metáfora literaria. George Sand dijo: Napoleón es Robespierre a caballo. Robespierre también reventaba, perseguía, aunque era pequeñoburgués, lo opuesto de Napoleón, que era [la] burguesía. [Los partidos-ejército guerrilleros] tienen elementos de jacobinismo: son pequeñoburgueses y no pueden estabilizar. De ahí su carácter bonapartista, por dos razones; una: el Estado burgués desaparece, y lo único que queda dominando la sociedad, casi siendo un Estado, es el partido-ejército fuerte, centralizado; la segunda razón es que es un partido-ejército que no puede dotarse de un Estado pequeñoburgués aunque quiera, porque el Estado va a ser burgués u [obrero]. [Bajo] los jacobinos sólo podía ser burgués. Pero en esta época la pequeñoburguesía tiene dos alternativas, en vez de [sólo] una como en la época de los jacobinos: es obrero o burgués. Incluso en el proceso económico. El futuro de todo pequeñoburgués artesano es convertirse o en obrero –entrar a los servicios o a lo que sea– o algunos transformarse en burgueses, o medio burgueses. Entonces esa es la perspectiva. A esa perspectiva se niegan. Pero cuando echan a Urrutia, ya por lo menos dicen: “Rompí con la burguesía agente del imperialismo y vamos a adoptar medidas para esa ruptura”. Y llega un momento en que las medidas que empiezan a adoptar llegan a la expropiación de la amplia mayoría de la burguesía, del imperialismo; llevan al monopolio del comercio exterior y a la planificación de la economía. [Son] las medidas que se adoptan a partir de que hacen un gobierno obrero y campesino.

–Esas medidas los llevan a transformarse en un Estado obrero.

–Claro. Y al ser Estado obrero, [es] dictadura burocrática. Ya antes era burocrática, bien bonapartista. Sigue siendo un régimen bonapartista. El régimen no cambia; sigue siendo el [régimen del] ejército... Cambia el Estado: de un Estado burgués totalmente en crisis, a un Estado obrero.

–¿Gobierno obrero y campesino es la transición política de un Estado burgués a un Estado obrero?

–Eso es peligroso. Eso es lo que dice Barnes –que puede ser que sea así, lo tenemos que buscar–. Sí es una transición política de ruptura con la burguesía, pero del partido pequeñoburgués, el partido que quiere ser burgués y no puede. Eso es muy importante. Es distinto a la Revolución de Octubre, que rompe el Estado burgués como parte de su política de ir a un Estado obrero. Es un interregno.

–Octubre va a Estado obrero en forma consciente.

–No sólo consciente, sino en sus medidas prácticas. En cambio, este gobierno obrero y campesino sigue en duda sobre si va al Estado obrero o vuelve incluso para atrás, como volvió en Argelia. Si el imperialismo afloja, vuelve para atrás. Hasta ahora no se ha visto nunca que avancen si el imperialismo [no] los jode. Como se está revelando ahora con China o Yugoslavia. Para nosotros China y Yugoslavia eran lo mismo. Lo que está ocurriendo con China es uno de los más grandes triunfos teóricos de nuestro partido. ¿Por qué? Parecía lo opuesto. Los chinos puteaban contra el imperialismo, y el imperialismo contra los chinos. Y Yugoslavia, en cambio, decía “¡Qué grande el imperialismo!”, y el imperialismo [contestaba] “¡Qué grande Yugoslavia!”, “¡Qué grande Tito!”, “¡Qué maravilla!”, y comerciaba con Yugoslavia. Nosotros decíamos que eran iguales. El problema es que el imperialismo ha acertado... ha reventado, ha tendido a reventar a China, y en cambio abrió todas sus puertas –las finanzas, el comercio, todo– a Yugoslavia. Y como son burócratas, ni bien el imperialismo les cedió, se fueron para allá. Yugoslavia ha avanzado tremendamente hacia ser un país semicolonial, aunque no lo es, sigue siendo Estado obrero. Pero ha avanzado mucho. En Yugoslavia hay elementos capitalistas de todo tipo. Y China ahora está alabando a Yugoslavia. Lo que se está viendo en China ni bien el imperialismo dijo “Bueno, empecemos a comerciar”, es más todavía que Yugoslavia. Porque están autorizando a la colectividad china de todo el sur de Asia, que es muy rica, a que vuelva y que ponga negocios, que tenga derecho a girar las ganancias, les firman las garantías que quieran, todo. Hoy China es el destape en cuanto a desarrollo burgués en China.

–¿Dictadura es una definición de Estado y también de régimen?

–Siempre, si es un Estado, tiene un régimen. Porque no puede ser un Estado en el que cambie la clase y sigan las mismas instituciones. ¿Se va de un Estado burgués a un Estado obrero y no van a cambiar las instituciones? Es de locos.

–¿Gobierno obrero y campesino es definición en relación al régimen?

–Claro, no respecto al Estado.

–¿Al régimen y al gobierno?

–Sí, al régimen y al gobierno.

–¿Es más correcto llamar dictadura del proletariado a lo que llamábamos gobierno obrero y campesino en Rusia antes de la expropiación?

–Para mí, sí. Pero igualmente no discutamos por nombres; entendamos el fenómeno.

–Para ser dictadura tiene que expropiar a la otra clase.

–Pero no desde el punto de vista del Estado. Tiene que ver con que una clase tome el Estado. El problema que hay para que no podamos llamar dictadura del proletariado [a la toma del poder por los partidos-ejército guerrilleros], y sí gobierno obrero y campesino, es que de verdad la clase obrera no toma el Estado. Entonces para nosotros eso es cualitativo. No opinamos que es igual, como Barnes. Yo no creo que con Fidel Castro tomaba el poder la clase obrera. Queremos señalar eso. Después pongámosle el nombre que quieran. Si quieren llamarlo gobierno obrero y campesino obrero y revolucionario, perfecto. Pero para nosotros la diferencia es cualitativa. Que tome el poder un sindicato y que lo tome un grupo de pequeñoburgueses completos, es para mí diametralmente opuesto. Incluso si lo toma la COB, yo estoy dispuesto a llamarla también dictadura del proletariado, reformista, no dirigida por nosotros. pero si lo toman instituciones obreras.

Entonces hago esa diferencia cualitativa. Cuando son de verdad los obreros los que toman el poder, para mí es dictadura del proletariado. Cuando de verdad no son los obreros los que toman el poder, primero no es ni siquiera gobierno obrero y campesino, porque a veces lo toman con la burguesía. Cuando rompen con la burguesía es gobierno obrero y campesino, y por una vía indirecta: no porque el proletariado toma el poder a través de sus organismos sino porque eliminan a la burguesía, que es distinto a eliminar sus instituciones e imponer las instituciones obreras, porque siguen con instituciones burguesas, el ejército y la policía burguesa. Es un ejemplo de desarrollo desigual y combinado.

–¿El aparato de Estado es burgués?

–Burgués.

–Aunque haya expropiado, ¿por qué es dictadura del proletariado si no hay poder obrero?

–Porque hay dos variantes para definir. Esa pregunta es muy linda. Una cosa es que la clase obrera con sus instituciones tome el poder, el Estado; destruye el otro Estado y lo toma. Pero hay otra cosa tan o más grande que las instituciones, que es que cambie el país. Si el país se transforma de burgués en obrero, no burgués –dé las vueltas que quiera, pero si define sólo por la institución es un sectario– ahí se produjo el cambio de los cambios. Un cambio veinte veces más grande que derrotar a la institución Estado burgués.

Primero, el Estado burgués ya está derrotado, hecho moco. Ese es el secreto que explica que ellos pueden ir por vía reformista, primero a romper con la burguesía y después, también por vía reformista, a expropiar a la burguesía. Porque el Estado burgués queda reducido a un montoncito [de escombros], ni siquiera un montoncito, es polvo. Pero cuando expropian a la burguesía se produjo el cambio de los cambios. Ya no es una institución que derrota a otra y la echa. Desapareció una clase del mapa. Entonces cambia todo. Entonces ese poder bonapartista se transforma en un poder bonapartista de un país obrero que sólo puede tener un Estado obrero. Un Estado obrero con órganos burgueses, con todo lo que se quiera, pero no puede ser otra cosa que una dictadura del proletariado. Una dictadura del proletariado dirigida por una casta o la pequeñoburguesía –hay que precisar bien, porque yo tengo dudas de si casta no es medio... [26]

–¿Eso no puede comprobarse por la negativa? Si se expropió, la única forma de retroceder es por la guerra civil.

–Claro. Perfecto. Sin ninguna duda.

–¿Gobierno obrero y campesino es régimen y gobierno?

–Para mí gobierno obrero y campesino es régimen, como el kerenskismo. “Gobierno” es nombrar qué tipo de gobierno hay.

–Castro antes de expropiar es régimen bonapartista dentro de gobierno obrero y campesino, y cuando expropia se hace dictadura burocrática del proletariado y el régimen sigue siendo bonapartista.

–Claro.

–En relación al régimen no hubo cambio.

–En un sentido tiene razón y en otro no. Es un bonapartismo, pero de un Estado obrero. Entonces hay diferencias, porque cambió el país. cambian determinadas relaciones. Por ejemplo, antes los órganos patronales tenían una influencia pequeña en el bonapartismo; pequeña, pero existían. ¿Fidel los consultaba? Sí, consultaba, negociaba con ellos. Si de golpe desaparece la burguesía, eso ya no figura más en el régimen. Los organismos patronales de terratenientes no figuran más.

–En cuanto a la forma, al estar apoyado en la burocracia, este régimen plantea la necesidad de la revolución política.

–Sin ninguna duda. Es bonapartista, como dijo recién la compañera.

–¿Podemos definir al gobierno obrero y campesino como Estado de transición?

–Yo lo defino como Estado capitalista en crisis total porque no se expropió a la burguesía. Si la expropian [crean] un Estado obrero.

–¿El gobierno obrero y campesino puede reorganizar el Estado burgués sin contrarrevolución?

–Claro.

–Yo digo que es en transición porque pueden reorganizar el Estado burgués sin contrarrevolución.

–¿Qué transición? En crisis total y en transición, pero es capitalista . Si no, es nada, es hermafrodita...

–¿Qué diferencia hay entre situación y crisis revolucionaria?

–Crisis sólo es cuatro días, cinco días, un mes, no más. Se tiene que resolver enseguida, porque cuando hay crisis, el Estado, el gobierno, el régimen entero está suspendido en el aire. La burguesía no lo puede [permitir]. Puede ser veinte días, pero tiene que haber una salida.

–La crisis es una situación más explosiva.

–Claro, de pocos días. Una situación [revolucionaria dura] años.

–En el documento de cinco puntos que usted escribió en 1981 define distinto a la situación.

–¿Por qué? Etapa habla de cuales son las relaciones entre las clases, dice cómo están esas relaciones, si una [clase] está a la ofensiva o no. El régimen [son] las instituciones. Son categorías completamente distintas. Etapa y situación no lo son.

–La definición de situación que usted hace en el documento de los cinco puntos de 1981 es diferente. Allí usted definía la situación por las premisas objetivas, y acá no estamos definiendo sobre premisas objetivas sino en otro sentido.

–¿Por qué en otro sentido?

–Porque definimos a la situación como un momento dentro de la etapa.

–Sí, pero el momento en que se acerca al triunfo de la revolución. Es lo mismo: estamos dando la situación objetiva que puede permitir que la revolución triunfe, nada más, así de sencillo.

–Entonces, la definición de situación es nada más que de tiempo.

–No, las situaciones provocan la inflexión: son las que permiten pasar de una etapa contrarrevolucionaria a otra [revolucionaria].

–Pero tienen que ver con el tiempo.

–Ah, claro. Siempre la situación es una parte mucho más pequeña de la etapa. Se está en el punto del cambio. Por eso es muy importante la definición de ella.

–¿Régimen se define por la superestructura?

–Siempre está presente la lucha de clases.

–La definición de régimen por las libertades no es mala.

–Es muy buena, pero tiene que ver con las instituciones, no es abstracta. La primera libertad es si los sindicatos [y] los partidos tienen libertad.

–Hay viejas definiciones que son muy útiles para las nuevas.

–Es que en esto hemos trabajado años. No hay sorpresas. Pero [las viejas definiciones] no tienen la estructura que tenemos ahora nosotros. Están llenas de errores y de aciertos. Es un camino de retrocesos, de idas y venidas. Hace veinte años –a partir de Cuba– que nosotros venimos trabajando que la situación revolucionaria no es como decía Trotsky.

–Trotsky no niega que pueda haber revoluciones sin partido; sólo pone al partido como condición para que triunfen.

–Pero para mí ese es el sectarismo. Para él la caída de Chiang Kai-shek no es una revolución, [aunque afecta] nada menos que a la tercera parte de la humanidad. Entonces ya no [sólo] es un error. Trotsky le dice a Chen Tu-hsiu que no debe apoyar [a Mao], que es un loco, que cómo cree que la caída de Chiang Kai-shek es importante si Mao es igual a Chiang Kai-shek. Y resulta que Chiang Kai-shek cayó y cuatro, cinco o seis años después, expropiaron. Entonces, una de dos: o Chiang Kai-shek iba a expropiar a la burguesía, o el error de Trotsky ya no es un error: es un monumento como para que se ría un chico que recién entra al trotskismo.

Ese tipo de sectarios existe. Hay una discusión con Stephan Just y Lambert que está grabada. Stephan Just –que es un trotskista fanático que opina que Trotsky siempre acertó– opina que, después de la derrota de Hitler y hasta 1953, el proceso revolucionario mundial fue de mal en peor, la contrarrevolución avanzó mucho más. Está escrito: propusieron un proyecto [de resolución]. Yo grité hasta quedar afónico. Lambert es más vivo y se abstuvo. Sthepan Just no aceptaba; opinaba que hasta 1953 había avanzado cada vez más la contrarrevolución. ¿Por qué? ¿Por boludo? Era trosko fanático, y Trotsky había dicho que si Mao triunfaba era tan malo o peor que Chiang Kai-shek. Entonces, si triunfó Mao, es el triunfo más grande de la contrarrevolución en el mundo porque es el país más grande del mundo. Su criterio era: “Triunfaron Stalin en la URSS y Mao en China; entonces despidámonos”. Para él, el ascenso comienza entonces en 1953 y no en 1949. ¿Por qué? Porque [entonces se produce la insurrección de] Berlín.

–Pero es justo al revés, porque Europa se estabilizó.

–Claro. A partir de 1949-1950. La guerra fría comienza en 1947. Entonces yo sigo creyendo que, para mí –puede ser que me equivoque–, él no ve la importancia de ese hecho; no ve las revoluciones de febrero, sólo la de octubre. El no nos prepara a nosotros para lo siguiente: “Vean muchachos, prepárense porque para tirar abajo a los regímenes fascistas va a haber grandes revoluciones, con miles de muertos, que van a destruir a los ejércitos. Y eso es muy grande; ustedes tienen que apoyarlas, aunque las van a dirigir hijos de puta...”. Trotsky apuntaba a fondo [hacia allí]; pero no sacó la conclusión, la gran conclusión teórica de conjunto. Pero nunca apuntó que había revoluciones de febrero.

–Cuando habla de la de Francia dice que es obrera.

–Pero ahí sí tiene razón. Por eso nosotros decimos que “de febrero” es cuando es inconsciente. Ahí sí. No hay en la revolución francesa ninguna revolución previa que prepare la socialista, que se anude con la socialista como la de febrero a la de octubre [en Rusia]. Pero en España sí. En los países fascistas sí. Puede ser que el día de mañana no sea así, y estalle una revolución de octubre. Nosotros queremos eso. Estamos en contra del criterio stalinista de las revoluciones por etapas. Estamos en contra del criterio stalinista de que la revolución es democrática y sólo democrática. Opinamos que es combinada. No renegamos de nada de lo que dice Trotsky en ese sentido. Pero, debido al peso del stalinismo y a nuestra nula influencia, han sido doblemente democráticas: han sido democráticas porque el gran objetivo era tirar abajo a un régimen fascista, y han sido democráticas porque el stalinismo las frenó llevándolas a un nuevo régimen democrático burgués. ¿Se entiende el rol del stalinismo?

–¿Esa es la conclusión para la Argentina?

–Sí. Pero esencialmente lo que ahora se plantea es directamente la lucha contra la burguesía y el gobierno burgués, no contra un régimen. O mejor dicho, sí contra un régimen político, pero también contra un régimen social. Contra todo. El eje de nuestra política ahora es tirar abajo el capitalismo económico, político, cultural, de todo. Y además yo opino que esto ahora se le puede explicar muy claramente a todo el mundo, porque le planteamos: “¿Cuál es tu gran problema? Vos, ¿por qué cosa más querés luchar ahora?”. El hambre, o la casa, todos los problemas que plantea son anticapitalistas. O contra la ley de Alfonsín de que los militares juzguen a los militares: también es anticapitalista.

–¿Hay una contradicción entre optimismo revolucionario y la alternativa “socialismo u holocausto”?

–Naville dice que si tiran la bomba atómica, no pasa nada. Yo sigo creyendo que sí pasa. Naville dice que asustan con el holocausto: es una maniobra del imperialismo.

–¿Naville dice que no la van a tirar?

–No, no; dice que aunque la tiren no pasa nada. Me recuerda un poco a Posadas. ¿Ustedes conocen el chiste de Hansen contra Posadas? Posadas decía que la Tercera Guerra Mundial era inevitable, y que Rusia tenía que apresurarse y tirar rápidamente una bomba sobre Nueva York. Entonces mataban a doce o catorce millones de yanquis y ganaban. Y se terminaban todos los problemas: entrábamos en el socialismo. Y Hansen –los yanquis e ingleses tienen un alto sentido del humor– dijo que discrepaba completamente, pero que las posiciones de Posadas eran muy interesantes. Para comprobarlas, le sugería que fuera a Nueva York a hacer una gira para hablar explicándoles a los yanquis lo progresivo que era que les cayera una bomba atómica; que quería ver el resultado de esos discursos internacionalistas.

–¿Usted es optimista respecto del proletariado yanqui?

–Por un lado soy de un optimismo terrible. Yo opino que ya estamos al borde de la caída del imperialismo yanqui por El Salvador. Creo que se ha hecho uno de los engaños más terribles. Este número de nuestro periódico es histórico porque plantea a fondo esa cuestión. Todo lo que pasa es que El Salvador está por ganar. Ya es un Vietnam, nada más que al lado de Norteamérica. Lo que están haciendo [las direcciones y también] todas las corrientes de la Cuarta es algo terrorífico. Le están entregando el triunfo a la burguesía superreaccionaria del área, que está aterrorizada porque la revolución avanza. Es decir, está mejor que en España. Está mil veces mejor que en China. En El Salvador están dándole una paliza espantosa al imperialismo. Entonces hay una cortina de humo: Que ya el imperialismo invade, que se traga todo, que hay que cederle.

Si el imperialismo invade es un lío. En tres, cinco, ocho o diez años es el fin del imperialismo. Esa es la verdad. Ya está cobrando una paliza monstruosa. Si invade Nicaragua recibe otra paliza terrible. Puede ocupar la mitad, puede terminar de liquidar a toda Nicaragua, pero van a morir veinte, treinta, cuarenta mil [yanquis]. Y se arma lío en toda Centroamérica. En este sentido soy muy optimista.

En el sentido de la solución de la crisis de dirección revolucionaria de la clase obrera, veo muy chica a la LIT, la veo muy sola . Y veo problemas. Por ejemplo, la respuesta del Partido Obrero (PO) a la carta que les enviamos es una cosa terrorífica. Es gente a la que la revolución le importa un carajo . [Para ellos] somos lo último. Entonces eso crea cierto pesimismo, porque [en Argentina] hay una situación extraordinaria... Supongamos que creen que somos una mugre; ¿cómo no prima [la situación] y dicen: “Bueno, son una mugre, pero vamos a ver si somos un poquito más fuertes”?

Entonces es preocupante. Estamos en el momento más crítico de la historia de la Cuarta, porque la contradicción entre lo objetivo y lo subjetivo es más grande que nunca. Pero a lo mejor no; dicen que en El Salvador hay un ala guerrillera que no quiere aflojar y que es la más fuerte. Entonces vamos a ver si se abre [otra posibilidad].

Además, todavía no entraron en acción ni la clase obrera rusa ni la yanqui, que son los gigantes. Vamos a ver si entran. Desde el punto de vista objetivo el proceso está mejor que nunca. El imperialismo está perdiendo, está cobrando una paliza espectacular al borde de los Estados Unidos. Entonces es para ser muy optimistas .

Pero vemos el polo subjetivo y es triste. Nosotros somos los únicos que crecemos, y mucho. Nuestro partido en Brasil anda muy bien; en Colombia, bien; en España tienen una crisis pero tienen cantidad de buenos militantes, están muy bien para intervenir en el proceso; Perú, que yo creía que estaba muy mal, está relativamente muy bien si tomamos las etapas: por fin tienen un magnífico trabajo estudiantil, tienen militantes estudiantiles muy buenos, tienen dirigentes en intelectuales muy buenos, tienen muy buen trabajo en el interior, no tienen nada en el proletariado de Lima pero comienzan a surgir dirigentes.

Desde el punto de vista de lo que es la Cuarta y la LIT estamos, entonces, muy bien. Pero uno ve la situación y se pregunta: ¿Qué hacemos en El Salvador para impedir que lo entreguen? Porque hasta ahora lo único que impide que se entregue la revolución es la situación objetiva. Objetiva y subjetiva. O el imperialismo, que vive metiendo la pata.

Yo tengo mucha confianza en llegar a ser un partido mundial [con influencia de masas]. Me lo demuestra la intervención de la Brigada Simón Bolívar en Nicaragua. Me da la impresión de que es cualitativo; es decir, en cualquier momento nos da una ventaja tremenda sobre cualquier cosa que aparezca. Y además creo que el stalinismo... El PC italiano ya empezó a perder muchos votos; el PC francés ya está en las diez de última; ahora el español... ¡Uf!, es una catástrofe. Entonces, si se saca el tapón stalinista se nos pone fenómeno. Como en Argentina: si salta el PC, ¡Dios me libre!, quedamos sólo nosotros y el Partido Intransigente. Y desde el punto de vista político, el Partido Intransigente no es nada; no puede hacer nada en la clase obrera, ni dirigir sindicatos. [Tal vez puedan hacerlo] militantes del Partido Intransigente, pero no el Partido Intransigente. No es un partido obrero; es un carnaval. Es decir, no lo veo un rival político como dirección del movimiento obrero. Nos puede sacar votos; ellos pueden sacar muchos y nosotros nada; pero no lo veo como un partido que dirija al movimiento obrero.

–Al kerenskismo a veces lo llamamos gobierno.

–Sí, como tipo de gobierno, que significa régimen. No hay ninguna duda. Y la mejor prueba de que kerenskismo [es un régimen] es que define un fenómeno en el que hubo cuatro o cinco tipos de gobiernos distintos: sólo al final gobierna Kerensky. Pero todo es kerenskismo.

–Desde el Príncipe Lvov en adelante.

–Sí, o inmediatamente después.

–¿Fue correcta la política de Trotsky contra el fascismo?

–Sí, fue correctísima, colosalmente correcta. Lo que nosotros atacamos es que no fue consecuente, [porque] su política contra el fascismo cuando va a ascender, que es genial, no la repite después de que sube. ¿Qué dice Trotsky?: “No hay tarea más importante que evitar, por métodos de guerra civil, que el fascismo suba al poder”. No sé si sabían que hasta llega a proponer que la URSS entre en Alemania. El dice: “Si Hitler toma el poder, la URSS debe invadir Alemania, porque no se puede permitir esta expresión del barbarismo”. Trotsky es un genio fuera de serie. Había que impedir que subiera Hitler. Inclusive la URSS, ni bien subiera Hitler, tenía que hacer entrar al Ejército Rojo. Y además lo tiene que decir, y tiene que llamar a las organizaciones obreras –a la socialdemocracia, todas– y darles las armas. El Ejército Rojo tiene que entrar y copar Alemania para destruir a Hitler. Después darles el poder a los socialistas o a quien sea, para que no se crea que se quiere invadir. Pero había que derrotar al fascismo.

Y Trotsky también dice: “Voltear al gobierno burgués es secundario; la gran tarea es impedir que suba Hitler”. Y dice más todavía: “Es secundario si, para impedir que suba Hitler, hacemos sobrevivir a la democracia burguesa”. Dice de todo: “Hay que unirse contra el fascismo, es extraordinario unirse contra el fascismo”, etcétera, etcétera. Si se unían los socialistas y los comunistas en Alemania, o si el Partido Socialista austriaco comenzaba una guerra civil contra el nazismo, Trotsky se desmayaba de un síncope, porque era lo que él decía.

Ya preocupa que no tenga esa política respecto de Chiang Kai-shek. Es algo muy raro. Uno no entiende por qué, en [relación a] China, dice que no tiene ninguna importancia que Mao pelee contra Chiang Kai-shek, que son lo mismo. Ahí comienza una contradicción terrible, la segunda grave contradicción: después de que triunfa el nazismo, ¿por qué no es fundamental voltearlo? No es un eje, el eje esencial de su política. Si el eje esencial era que no subiera, ¿por qué, una vez que subió, no es el eje esencial voltearlo? Voltearlo también a través del frente único, de la unidad de acción. Hay una contradicción, y creo que es siempre debido al mismo fenómeno: octubre. Y siempre debido a un análisis perfecto de Trotsky: si existieran partidos comunistas revolucionarios de masas, cambiaría toda su política. Pero el problema es que no existen, entonces a la realidad hay que aceptarla como es.

Yo no veo que Trotsky diga: “La gran tarea es voltear a Hitler, y esa es una revolución, y se tiene que hacer por métodos de guerra civil, etcétera, etcétera”. Al revés. Lo veo obrerista. Lo de China es trágico. Chen Tu-hsiu le dice que había desaparecido la clase obrera, que no había más clase obrera (eso es algo que se dio en toda la década). Y Trotsky entonces dice que sólo puede haber una revolución triunfante cuando los japoneses, al invadir –invaden Manchuria–, van a desarrollar la industria, y al desarrollar la industria va a haber más obreros que antes, y cuando haya más obreros que antes va a haber una revolución que voltee a los japoneses.

Perfecto, es una hipótesis. Pero, ¿y mientras tanto, qué? ¿Los campesinos, la clase media, se aguantan o no a Chiang Kai-shek y a los japoneses? Ahí hay un esquema: el esquema de octubre.

Bueno, compañeros, quiero explicarles tres esquemas o modelos que van a venir con los materiales del curso.

Modelo I : la Revolución Rusa y su régimen.

Uno: febrero. Dos: poder dual. Tres: Kornilov. Cuatro: gobierno obrero y campesino. Cinco: revolución de octubre. Seis: expropiación. Siete: guerra civil.

–¿De qué gobierno obrero y campesino habla el punto cuatro?

–Del planteo de Lenin, que no se dio.

–Pero esa consigna es anterior a Kornilov.

–Sí, pero se plantea en el mismo momento y continúa después, cuando por diez o quince días Lenin dice que se abre de nuevo una posibilidad de que tomen el poder [los partidos reformistas].

–Como táctica.

–No [como] táctica, como planteo de régimen. No se dio, pero igual [lo ponemos, porque] es hipotético. Es una categoría. Estamos tocando las categorías que se plantean. Estas siete categorías surgen en la Revolución Rusa de 1917. Las siete son categorías muy importantes que después vamos a ver cómo se desarrollan.







CUADRO II -2

Modelo I: Etapa revolucionaria 1917-1923

I -a: Revolución Rusa

Revolución de febrero

Poder dual

Golpe de Kornilov

Gobierno obrero y campesino

Revolución de Octubre

Expropiación de la burguesía

Guerra civil

Socialista

inconsciente:

hecha por los

obreros,

campesinos

y soldados.

Democrática:

derrota a un

régimen

feudal-

burgués.

El Estado

sigue siendo

burgués, pero

en profunda

crisis. Hay dos

poderes.

Hay un

gobierno

burgués muy

débil,

suspendido

entre los dos

poderes.

Contrarre-

volución

capitalista,

no feudal.

Los

bolcheviques

plantean la

hipótesis de

que los soviets

dirigidos por

los partidos

oportunistas

tomen el

gobierno por

una vía

reformista.

Esto

originaría una

dictadura no

revolucionaria

del

proletariado.

Destruye el

Estado

burgués y

origina una

dictadura

revolucionaria

del

proletariado.

 

Territorial y

con ejércitos.

l-b: Revoluciones abortadas:

Comienzan con una revolución de febrero similar a la rusa, pero abortan porque los partidos que dirigen a las masas impiden que se transformen en revoluciones socialistas triunfantes (Alemania 1919, China 1921, etcétera).

 

Modelo II: Etapa contrarrevolucionaria 1923-1943

ll-a: Revolución política en los Estados obreros (Trotsky)

II-b: Revoluciones contra los regímenes contrarrevolucionarios en los países capitalistas

 

ll-b-1: Revolución española de 1931

Es producto de una gran crisis de la burguesía; es pacífica, sin enfrentamientos en las calles, y no afecta al ejército.

ll-b-2: Guerras civiles

España 1936 (para impedir el triunfo de un régimen contrarrevolucionario). China 1928 (después del triunfo de la contrarrevolución).

 

Modelo III: Etapa revolucionaria a partir de 1943

III-a: Revoluciones dirigidas por la guerrilla que expropian a la burguesía

Guerra civil

Triunfo de la guerra civil

Gobierno frentepopulista

Gobierno obrero y campesino

Expropiación de la burguesía

Contra los regímenes contrarrevoluciona rios o fascistas.

Destrucción total del Estado burgués e instauración de un régimen bonapartista fuerte basado en el partido-ejército guerrillero.

El partido-ejército domina, pero gobierna junto a sectores de la burguesía.

El partido-ejército rompe con la burguesía y el imperialismo. El Estado sigue siendo burgués.

El país se transforma en Estado obrero. Se origina una Dictadura burocrática del proletariado.

Ill-b: Revolución boliviana

De tipo insurreccional, urbana y obrera, que destruye al ejército burgués.

 

Febrero : Primero, ustedes ya saben por qué es inconsciente, porque de hecho es una revolución hecha por los obreros y los campesinos. Son obreros, campesinos, pueblo y soldados. Es decir, no [es hecha] por la burguesía. [Segundo,] derrota a un régimen que es feudal-burgués , el del zarismo en esa etapa. Entonces, por el carácter de clase del que hace la revolución, y por la tarea que cumple –que en gran medida es antiburguesa, porque derrota a un régimen burgués–, es una revolución socialista, aunque sus objetivos sean democrático burgueses. Tarea democrático burguesa.

Pero ni la dirección de las masas ni las masas son conscientes de que es una revolución socialista; creen que es una revolución democrático burguesa. Por eso es inconsciente. Es decir, las masas son inconscientes de lo que hacen. Eso siempre es así, porque, según Trotsky, la mentalidad, los pensamientos, es la cosa más difícil de cambiar. Es mucho más fácil que cambie la conducta (cosa con la que la psicología moderna está de acuerdo). Trotsky dice que en octubre se nivela la conciencia de las masas con lo que hacen.

Entonces febrero, como revolución, se caracteriza por dos fenómenos: es inconsciente y es democrática. Son dos características, no una sola. No cambia el carácter del Estado, que sigue siendo [burgués]. La otra característica, que después vamos a ver en poder dual, es lo del gobierno kerenskista.

Poder dual : Surge un poder dual y un gobierno muy débil, entre otras razones por el poder dual. El Estado sigue siendo burgués, pero en una profunda crisis porque surgen enormes elementos de poder obrero. Existe un poder obrero en el país, no sólo [un poder burgués]; es decir, existe un poder dual: sectores que domina el poder burgués y sectores que domina el poder obrero, campesino. Por ejemplo, el poder burgués dice “No repartan tierras” y los campesinos se agarran todas las tierras. Eso es poder dual. En otros momentos, sí, el poder [burgués] dice “Vamos a hacer una ofensiva militar”, y se hace. Pero se vuelve un desastre, entonces los soldados dicen “Desertemos”, y desertan. Es decir, se vive en un despelote permanente que es característico del poder dual.

Eso lleva a que surja un gobierno extremadamente débil, que llamamos kerenskista, que está suspendido entre los dos poderes [en una situación] que no se resuelve. Es decir, el poder dual es una característica del Estado: es un Estado en crisis. Pero, al revés del Estado que surge de [las revoluciones hechas por] la guerrilla, no desaparece del todo; por eso es [poder] dual. Y, en líneas generales, sigue siendo burgués. A veces muy débil, suspendido en el aire, pero sigue siendo burgués porque la dirección del movimiento de masas y el propio poder obrero están a favor de que sea burgués. Entonces es el elemento principal.

–¿El régimen es kerenskista?

–El régimen es el kerenskismo. Es un gobierno, un tipo de gobierno debilísimo, suspendido en el aire debido al poder dual. Entonces, respecto del Estado es poder dual, y respecto del régimen [es] kerenskismo.

–¿Las instituciones del poder dual forman parte del régimen?

–Claro. [Las instituciones] del poder obrero sí. Esa es la contradicción: que es un poder enemigo [del poder burgués] que, por la dirección, apoya al otro poder. Por eso digo que es un Estado burgués. Si no, diría que es un Estado hermafrodita, que es la caracterización que han querido hacer los socialdemócratas de izquierda: que es un Estado muy bueno, que tiene que existir un gobierno burgués y del otro lado los soviets. Ese cuento nos lo hicieron en España, y en gran forma, a fondo; sobre todo ese viejo que murió hace poco, [Diego] Abad de Santillán, que era un gran teórico.

–¿Lo del Estado combinado?

–No, él no lo llamaba Estado combinado. Y los anarcos eran peores. Decían: “¿Qué me interesa que la burguesía tenga el poder, si yo tengo las armas?”.

Entonces, el régimen es kerenskista, y la situación del Estado es: burgués, pero en crisis total porque hay poder dual.

Kornilov : Gran acierto de Trotsky, que no generalizó. Trotsky polemizó mucho con los que opinaban que Kornilov era un golpe pro zarista y pro feudal, diciendo que no tenía un milímetro de feudal, que era totalmente capitalista, que era una contrarrevolución capitalista, no como la del Rey en Francia. Yo a esto lo considero una de las grandes genialidades de Trotsky. Trotsky le pone signo capitalista a la contrarrevolución, es decir, prevé el fascismo. Es decir, Kornilov es la contrarrevolución capitalista, no feudal.

Gobierno obrero y campesino : Lenin y Trotsky barajan la posibilidad de que, por una vía reformista, los soviets dirigidos por los partidos oportunistas tomen el poder sin hacer ninguna revolución. Y a eso lo llaman gobierno obrero y campesino. Pero esta fórmula de ellos combinaba dos elementos. Después vamos a ver que Trotsky cambió, y no combinaba los dos elementos, los implicaba. Tiene que ver con la época, cambia con la época. Trotsky dice por ahí que [su planteo de] gobierno obrero y campesino es igual a lo que Lenin y él plantearon en 1917, y que es lo que él plantea en el Programa [de Transición]. Y eso es falso, equivocado, o correcto dentro de la confusión entre régimen y Estado. ¿Qué plantean [ellos]?: que los soviets dirigidos por partidos oportunistas tomen el poder. Son dos problemas institucionales. Que los soviets tomen el poder significa una dictadura del proletariado. Y qué dirección tiene es un problema de carácter secundario. En ese momento el elemento determinante de la consigna es que los soviets tomen en poder.

Ojo, porque para nosotros esta posibilidad hipotética tiene una importancia tremenda. Para nosotros no es la táctica de gobierno obrero y campesino, sino que es la táctica de una dictadura del proletariado democrática. Y nosotros creemos que, ni bien entre en acción el proletariado ruso o el yanqui, vamos a ver muchas, pero muchas [oportunidades de aplicarla]. A lo mejor va a ser la gran consigna del trotskismo, y tremenda, obligando a los Solidaridad de todo el mundo a que tomen el poder, y ellos negándose. [Puede ser] una bomba.

–¿Esa dictadura del proletariado sería reformista?

–Sí. Puede ser centrista o de partidos trotskizantes. No nuestra, pero bien democrática.

–¿No es dictadura revolucionaria del proletariado?

–No, pero es dictadura del proletariado porque las instituciones son obreras . Toman [el poder] los sindicatos, los soviets, y con democracia. Incluso nos dan mucha democracia a nosotros, porque ellos tienen la amplia mayoría. Se quedan lo más tranquilos y empiezan a discutir si pactan con el imperialismo, le piden préstamos y barbaridades por el estilo. Si Walesa terminaba tomando el poder–obligado a patadas por el proletariado; tantas patadas le daban que al final tomaba el poder– iba a hacer todo eso. Pero iba a ser dictadura del proletariado, [y] mucho mejor que la de Fidel Castro (eso es lo que discutimos con Barnes).

Nosotros no descartamos esa variante. Opinamos que es una genialidad de Lenin y Trotsky, [aunque] mal formulada, porque lo que de verdad se puede llamar gobierno obrero y campesino es cuando nosotros les exigimos a los partidos que tomen el poder. Pero no apoyados en los órganos de la clase obrera sino por el solo hecho de que son ampliamente mayoritarios y tienen una audiencia de masas. Entonces nosotros les exigimos que rompan con la burguesía y tomen el poder, sin instituciones y sin nada, o apoyándose en ellas, pero [de manera] secundaria. El factor determinante que después plantea el trotskismo es el partido. No plantea como punto esencial el organismo. Confunde, o combina, partido con organismo. Después se separan, porque, si toman [el poder] los partidos es un régimen, pero si lo toman las instituciones es un Estado, cambia el Estado.

Revolución de octubre : La revolución de octubre es quien que destruye el Estado burgués, fundamentalmente las fuerzas armadas –elemento esencial–, y cambia completamente el Estado. Surge un Estado obrero, una dictadura revolucionaria del proletariado dirigida por un partido revolucionario.

Expropiación : Una vez destruido el aparato del Estado burgués y que surge un nuevo Estado, se expropia a la burguesía. Y entonces surge [lo que llamamos un país obrero], en vez de Estado [obrero]. Creo que es un error decir Estado porque en esa palabra se confunden dos categorías. Un Estado es el país y el otro [Estado] es Estado en el sentido de quién gobierna: el aparato, la policía, el ejército. Todo eso se confunde; entonces, para evitar [las confusiones] sobre todo en compañeros nuevos [...]

Guerra civil : Es una lucha de clases territorial y con ejércitos. Se enfrentan ejércitos. Esa es la definición de guerra civil. Esto es lo último, lo que garantiza: después que triunfa en la guerra civil, [la clase obrera] queda en el poder en toda Rusia, toda Rusia se transforma en obrera.

Hasta 1923 todas las revoluciones que se dan –la alemana, la húngara, la china, que son las grandes revoluciones– son como ésta, se dan siguiendo estas pautas. Pero con una diferencia. Acá tendríamos que poner otro modelo, que es el de las revoluciones abortadas. Entonces, [la Revolución Rusa] es el modelo I-a , porque es la única triunfante. Y el modelo I-b son las revoluciones abortadas. Sobre todo la alemana, que es bien socialista . El Kaiser es un instrumento bien capitalista. Es el proletariado quien la hace. Es profundamente socialista, y la abortan los partidos que dirigen a las masas, que impiden que se transforme en una revolución socialista triunfante, aunque es socialista. Sobre todo la Alemana, pero las otras también. Tienen revoluciones democráticas –por ejemplo, la China, que empieza en 1921, o [mejor dicho] en 1910 y sigue– y [socialistas] abortadas. La cita de Trotsky que aportó la compañera llama abortadas a estas revoluciones; [abortadas] por las direcciones.

–¿En todas estas revoluciones se da un febrero, un poder dual, un Kornilov...?

–Sí.

–Menos un octubre.

–Claro, debido a la dirección.

–No llega a haber gobierno obrero y campesino.

–No. [En la Revolución Rusa] tampoco hubo gobierno obrero y campesino. Fue una posibilidad teórica que no se dio ni en la Revolución Rusa ni en las otras. [En las otras se da] el fracaso de la revolución.

El modelo II es el [que se da en el] período de 1923 a 1943.

Se da la contrarrevolución . Surge un régimen capitalista bárbaro, totalitario, fascista, con métodos de guerra civil . Esto es lo nuevo. Es decir, se tortura, se mata, se persigue. Es el comienzo de la próxima etapa del capitalismo. Es donde se dan elementos fundamentales del barbarismo, de lo que va a venir después del capitalismo. Hay elementos profundos de esclavitud, es decir que comienza a imponerse una nueva esclavitud igual que la de los comienzos del capitalismo, igual que la época mediterránea. Por ejemplo, son millones y millones de hombres los que van a los campos de trabajo alemanes. Ya no es un pequeño fenómeno en una cárcel en la que trabajan unos pocos.

Este es entonces un régimen totalitario, unipartidario, que triunfa y se impone a la clase obrera con métodos de guerra civil. Es, entonces, un régimen dentro de un Estado burgués ; el Estado sigue siendo burgués.

El mismo proceso contrarrevolucionario [se da en Rusia]; se da exactamente lo mismo: métodos de guerra civil, sistema unipartidario, totalitarismo, ninguna libertad. Es el stalinismo. Pero son Estados obreros burocratizados, o como queramos ponerle. Es todo igual, o casi igual, menos [el carácter de clase del Estado]: son dos Estados antagónicos, opuestos.

Acá Trotsky descubre una categoría, o reactualiza una categoría, que es revolución política [modelo II-a ]. Es decir, [una revolución] para cambiar el régimen y no el Estado, aunque el Estado también se modifica a fondo porque deja de ser burocrático, la casta burocrática no lo controla más. Es decir, cambia el tipo de Estado. Tipo de Estado quiere decir: qué sector de una clase domina al Estado. En general domina la burguesía, pero hay Estados que fueron del capital financiero, [o del] comercial. Por ejemplo, en Francia se define cada etapa de los gobiernos burgueses por el sector de la burguesía que dominó: la burguesía comercial, la financiera, la industrial. Eso es tradicional en el marxismo.

Trotsky descubre la revolución política, pero sólo para Rusia. Para el caso del stalinismo, él dice: “Hay regímenes distintos”. No lo dice respecto del régimen totalitario [en general]. No dice: “Tiene que haber una revolución política de tipo democrático, y socialista”.

En esta etapa vemos el surgimiento de guerras civiles para enfrentar a estos [regímenes (modelo II-b )], como en China y en la Guerra Civil Española, que son los dos hechos más trascendentes en relación a estos regímenes. Es un fenómeno nuevo, tampoco previsto por Trotsky, aunque él aconsejó métodos de guerra civil.

Pero se da otro fenómeno –que podríamos haber puesto antes–, que es la revolución española de 1931 [modelo II-b-1 ], que es totalmente novedosa. Es totalmente novedosa porque, aunque cumpla los mismos objetivos que la de febrero [en Rusia], no es igual a la de febrero en el sentido de que [en febrero] hay enfrentamiento en las calles, movilizaciones de masas, etcétera, etcétera. [La revolución española de 1931] es producto de una gran crisis de la monarquía y del régimen burgués, y de una votación masiva. Con el ejército no pasa nada, ni se lo araña. En cambio, la de febrero origina un poder dual, hay crisis en el ejército, etcétera, etcétera. [La revolución española de 1931] no emplea métodos de guerra civil, no hay un enfrentamiento de las masas. La consigna de Trotsky de los soviets obreros y del poder dual fracasa. Es, en sus inicios, una revolución mucho más lenta, más pacífica y con menos movilización que las otras grandes revoluciones de febrero. En ese aspecto no tiene nada que ver con la alemana, la húngara y la rusa.

–¿Cuándo se dan las guerras civiles para enfrentar a esos regímenes totalitarios?

–[En el caso de] la Revolución Española, [la guerra civil] es posterior, pero la de China no; por eso yo involucro a todas. En China la guerra de guerrillas contra Chiang Kai-shek comienza en 1928. Es un fenómeno nuevo, de resistencia a los regímenes totalitarios burgueses. La guerra civil española va a ser una guerra civil para impedir que triunfe un régimen totalitario. Incluso podemos dividir [este modelo en dos]: uno es [la Revolución Española, donde la guerra civil es] antes de que triunfe el régimen totalitario fascista, y otro es [la Revolución China, donde la guerra civil es] después de que triunfó. Pero los dos originan una guerra civil.

Bueno, yo ya les dije que no entendemos por qué Trotsky, que vio tan bien la necesidad de las guerras civiles antes de que suba [el fascismo], que vio tan bien el problema de la Revolución Española –que había que apoyar a la República–, no tuvo una política parecida respecto de Mao. Era muy progresivo que Mao triunfara, porque, al tratarse de un régimen colonial, el problema era más claro todavía.

El modelo III son todos los triunfos revolucionarios después de 1943: los triunfos revolucionarios que llevaron a la expropiación de la burguesía, no otros triunfos revolucionarios.

Se caracteriza por una secuencia completamente distinta. La guerra civil es lo primero en vez de ser lo último. Ya es directamente una guerra civil contra los regímenes totalitarios fascistas o semifascistas. Se generaliza el método de China, que empleó el método de guerra civil a la defensiva, a partir de que triunfó Chiang Kai-shek –no antes–, como método, [como] estrategia fundamental. Y la estrategia fundamental era tirar abajo el régimen de Chiang Kai-shek.

Entonces, primero : en la nueva etapa revolucionaria abierta a partir de 1943, el método es la guerra civil. China ya empieza en 1928, pero en esta nueva etapa revolucionaria todos toman este método, se va a generalizar.

Segundo , la guerra civil triunfa, lo que significa un colosal triunfo revolucionario: es una revolución lo que triunfa. Es decir, [el triunfo de] esta guerra civil significa el triunfo de una revolución, que es de una profundidad enorme porque su resultado es la destrucción total del Estado burgués; total: no queda nada.

Tercero , [surge] un régimen muy fuerte. Fíjense en esta grave contradicción: se destruyó el aparato del Estado, pero no surge un nuevo aparato de clase; de hecho sigue el Estado burgués destruido, porque sigue dominando la burguesía. Pero, al revés del kerenskista, surge un fuerte régimen bonapartista. Debido a que viene de la guerra civil, es [el régimen de] un partido-ejército; por eso es tan fuerte. Es decir, el que toma el poder es un ejército con disciplina política, no [sólo] militar. Sin ninguna [institución] de la clase obrera. No toman el poder los organismos de la clase obrera ni la clase obrera; a lo sumo pueden ayudar. El poder lo toma un organismo, una institución pequeñoburguesa, que es el ejército guerrillero, generalmente apoyado esencialmente en sectores pequeñoburgueses urbanos o campesinos. Europa Central, China, Vietnam, Corea, Cuba: todas tienen las mismas [características]. Por eso es un modelo.

–Usted dice que este modelo se da a partir de 1943, pero se confunde con China, que empezó en 1928.

–Pero yo dije que China es el antecedente de lo que va a ocurrir en la posguerra. China gana después [de 1943]. Yo estoy hablando del modelo. Hasta ahora esto es lo que se dio.

Además, el régimen es bonapartista, no sólo por las instituciones, sino también por la política.

Cuarto : Es un régimen de contradicciones terribles, pero como todo régimen bonapartista –en este caso fuerte–, se hace más fuerte para ver si las soluciona. ¿Cuál es la contradicción terrible? Que la pequeñoburguesía no puede tener un Estado pequeñoburgués, porque no hay economía dominante pequeñoburguesa. Hoy en día la economía dominante es la de las grandes industrias, los grandes monopolios, los grandes bancos. Esto significa que, o es burguesa y monopolista, o es obrera. No puede ser pequeñoburguesa, no puede ser artesanal, un Estado de los pequeños campesinos. Entonces es un bonapartismo basado en instituciones pequeñoburguesas, que, inevitablemente, o va a la burguesía... [o va a una economía obrera]. La burguesía en esta etapa, en este siglo, origina burgueses u obreros, tanto en el terreno económico como político. Es la época.

Es muy parecido al jacobinismo, pero con la diferencia de que el jacobinismo sólo tenía una alternativa, el Estado burgués, porque no tenía en su tierra al proletariado, y la burguesía misma en esa época no era monopolista, ultracentralizada.

Es bonapartista, entonces, por la institución, que es un ejército ultradisciplinado, políticamente disciplinado, y es bonapartista por el rol que cumple: tratar de evitar esa contradicción.

El Estado sigue siendo un Estado burgués, totalmente en crisis: burgués inexistente, una sombra de Estado burgués. Es Estado burgués porque este régimen bonapartista apuesta al Estado burgués. Digo “apuesta” a un Estado burgués porque lo han liquidado. Es la contradicción de la guerra civil: ellos quieren ir sólo contra el régimen fascista, pero destruyen al Estado burgués.

Quinto : gobierno obrero y campesino. No el que plantearon Lenin y Trotsky, porque no es basado en organismos obreros: es el partido-ejército que rompe con la burguesía.

Es decir, en la primera etapa es Estado burgués bonapartista, triunfa la revolución y se destruye el Estado. Por ejemplo, Cuba con Urrutia: [como] está Urrutia, no es gobierno obrero y campesino. Cuando rompen con Urrutia y lo echan, que es romper políticamente con el imperialismo, [ahí] es gobierno obrero y campesino. Pero todavía no es Estado obrero: no expropiaron a la burguesía. Todavía no se dio la revolución económico-social que es expropiar a la burguesía.

–¿Como Mao hasta 1954?

–Claro, hasta la guerra de Corea. No, pero es cuando expropia; ahí expropia, ahí es la revolución económico-social. No es asentado en los soviets y organizaciones obreras, sino asentado en un partido, tal cual dije.

Todo esto pareciera indicar –ya lo tocamos– que la clase campesina y la pequeñoburguesía en general cumple un rol de primera magnitud. Su rol no es aleatorio sino fundamental, aunque no puede llegar hasta el final porque no tiene la posibilidad de una economía pequeñoburguesa. Pero la pequeñoburguesía adquiere una importancia enorme, cumple gran cantidad de tareas obreras.

Inclusive hoy, charlando acerca de todo esto, Greco se preguntaba en qué medida se ha dado la perspectiva que planteó Trotsky en el Programa de Transición, porque la perspectiva de Trotsky era que se diera una revolución [donde tomaran el poder] los partidos [pequeñoburgueses] que dirigen a la clase obrera, y todo el proceso ha sido pequeñoburgués: la base y la dirección. Y Trotsky barajaba la clase obrera con sus organizaciones y su dirección pequeñoburguesa, no planteaba una base pequeñoburguesa.

¿Por qué decimos esto? Porque existe la posibilidad de que Trotsky haya acertado en la casi imposibilidad del gobierno obrero y campesino que él planteaba. El planteaba la clase obrera dirigida por pequeñoburgueses, y acá la clase obrera, hasta ahora, no ha intervenido como factor determinante. Entonces, en qué medida hay un problema profundo de clase: [la relación es] dirección pequeñoburguesa a base pequeñoburguesa.

[A todos estos procesos los podemos clasificar como el modelo III-a ]. El modelo III-b es el de la Revolución Boliviana, que es de tipo insurreccional pero destruye al ejército, destruye al Estado burgués, que se va reconstituyendo muy lentamente. Pero es de tipo clásico; es como si fuera la de febrero: origina un poder dual. Y [en ese punto] se corta por no tomar el poder y le dan un duro golpe.

Apéndice
Argentina: Una revolucion democratica triunfante

Informe presentado al CEI de la LIT-CI en marzo de 1983

I
Una revolucion democratica triunfante

Introducción

Este informe parte de un presupuesto básico: que la revolución democrática argentina ya triunfó con la caída de Galtieri y la asunción del mando por Bignone. El gobierno de este último significa la aceptación de su derrota por parte de las Fuerzas Armadas y la inauguración de la primera etapa democrática sin mayores cuestionamientos, amplia, que se ha abierto desde 1930. Esto significa, en cuanto al futuro, que la clase obrera tiene dos alternativas y sólo dos a partir de este momento: ser derrotada por un golpe contrarrevolucionario o hacer la revolución socialista. Dicho de otra forma: la revolución democrática ha dejado de estar planteada para la clase obrera como su principal tarea y como “su revolución” hasta que un nuevo putsch contrarrevolucionario haya triunfado. Recién entonces la gran tarea histórica que enfrentarán las masas será echar de nuevo a la dictadura de turno, es decir, hacer una nueva revolución democrática.

Nada de lo que venimos afirmando significa que las consignas democráticas pierdan importancia en la nueva etapa, sino solamente que se inscriben en un nuevo contexto: deja de ser el centro de nuestra política gubernamental el derrocar al gobierno por dictatorial, contrarrevolucionario. Dicho de otra manera, el nuevo contenido está marcado por la marcha desde la revolución “democrática” triunfante hasta la revolución socialista sin solución de continuidad. La próxima revolución socialista puede tener como eje una consigna democrática o ser preparada por una movilización contra un putsch contrarrevolucionario que vaya contra la etapa democrática conquistada; pero estas consignas o tareas –que son de enorme importancia porque van contra el intento de la burguesía de frenar nuevas conquistas democráticas–, serán sólo tácticas dentro de la gran tarea histórica de imponer una revolución socialista de tipo octubre en forma inmediata, aunque este inmediato signifiquen varios años.

Si nuestro presupuesto básico es cierto, entonces lo es este informe, aunque tenga errores en el análisis de algunos hechos y en la periodización del curso revolucionario. Por el contrario, si aquella premisa no fuera correcta, las tesis serían incurablemente falsas por más aciertos parciales que tuvieran.

1. Las diferencias con otras etapas “democráticas”

Muchos compañeros se preguntarán la razón por la cual hemos dado el nombre de revolución a un acontecimiento que aparentemente se parece a lo ocurrido repetidas veces en la historia argentina de los últimos cincuenta años: el paso de un gobierno no votado a otro que sí lo es. El primero fue el traspaso del gobierno de la dictadura de Uriburu al gobierno constitucional del general Justo: las Fuerzas Armadas obligaron a Uriburu a dar elecciones y a que rigiera de nuevo la Constitución que, por otra parte, no había sido derogada sino solamente aplicada en forma recortada. Pero ese paso al régimen constitucional fue condicionado por el ejército y la oligarquía a que las elecciones fueran fraudulentas para garantizar la continuidad del dominio oligárquico y de la influencia de las Fuerzas Armadas, lo que el propio régimen oligárquico denominó el “fraude patriótico”. La lucha por el derecho a votar y por liquidar el fraude fue el centro de la política argentina durante la “década infame”. Esto fue una demostración de que no se había producido una revolución democrática en el paso del gobierno del general Uriburu al del general Justo. Efectivamente, los gobiernos de la concordancia de la “década infame” son la continuación directa o indirecta del golpe de Estado del año 1930, que condicionó el nuevo gobierno constitucional a través del “fraude patriótico”.

2. La elección de Perón

En el año 1943 se da un golpe militar contra el régimen del fraude, inaugurando una férrea dictadura que impone un control totalitario del país pero que tampoco deroga la Constitución. Este régimen militar es reemplazado, a través de un proceso electoral, por el peronismo. Tanto el proceso electoral como el gobierno peronista fueron condicionados por el control estatal que impuso el sector del Ejército dominante que apoyó la candidatura del general Perón. No hubo una revolución democrática, sino solamente un reacomodamiento muy importante, con grandes cambios, del propio gobierno militar. Que la figura más destacada del mismo, el vicepresidente Perón, haya sido el nuevo presidente no es una casualidad; demuestra que en gran medida era la continuación de la dictadura militar adaptada a las nuevas circunstancias históricas. De ahí toda la legislación represiva y totalitaria del peronismo, como la promulgación de una nueva Constitución para garantizar la elección del general Perón y la continuidad del régimen represivo. No nos olvidemos que bajo Perón fueron totalitariamente controlados los sindicatos, la prensa, los partidos de izquierda.

3. Del golpe de 1955 al Cordobazo

A partir del golpe de 1955 todos los gobiernos son condicionados por la ilegalidad del peronismo, por las imposiciones de los militares y la oligarquía. No es casual que la única excepción se haya producido después del Cordobazo, que logró la legalidad para el peronismo, es decir amplias libertades democráticas y electorales. Con la semiinsurrección o semirrevolución que significó el Cordobazo se produjo la primera gran apertura democrática que hayamos conocido, con legalidad para todos los partidos de izquierda, para el peronismo, como así también con amplias libertades democráticas formales. De cualquier forma, el grado de crisis de las Fuerzas Armadas y del gobierno, así como el de la movilización popular y obrera fue más débil que el actual, menos multitudinario. Se vivía, por ejemplo, con una relativa buena situación económica que no se parece en nada a la devastadora crisis actual.

Lo mismo con respecto al gobierno militar. Este, desde el Cordobazo, se mantuvo mucho más sólido como gobierno y también como Fuerzas Armadas que el actual gobierno de Bignone. Esto se manifestó en el hecho que desde el Cordobazo hasta las elecciones tuvimos la caída de Onganía, la subida de Levingston y su caída, el gobierno de Lanusse y por fin las elecciones. En total casi cuatro años para llegar desde el Cordobazo hasta la elección de un nuevo gobierno. Las Fuerzas Armadas condicionaron las elecciones a un punto muy importante: los comandantes en jefe se elegirían entre los oficiales de mayor graduación en actividad.

Habrá que precisar si la caída de Levingston o la asunción de Cámpora no significó también un triunfo revolucionario, que estaría así relacionado con el que estamos presenciando, como la revolución de 1905 a la de 1917 en Rusia.

Lo que hace que no consideremos lo que vino después del Cordobazo como una revolución tan amplia y categórica como la que actualmente estamos viviendo, es el hecho de que los militares lograron dosificar la apertura democrática, la fueron otorgando paulatina y morosamente sin sufrir una crisis como la que actualmente están viviendo. Lo que mejor demuestra ese relativo control de la situación es el hecho de que impusieron al nuevo gobierno una Constitución que no fue elaborada con ninguna corriente política, aunque éstas puedan haber sido consultadas. El gobierno apoyó con todas sus fuerzas, y condicionó las elecciones y la Constitución, a su intento de imponer al partido radical en el gobierno. Fueron por lo tanto unas elecciones condicionadas aunque llevaron al triunfo de Cámpora y no del radicalismo.

4. De los regímenes reaccionarios a uno contrarrevolucionario

Nuestra definición de todos los anteriores procesos democráticos electorales como que no fueron producto de una revolución triunfante tiene que ver también con el carácter de los gobiernos. Todos los gobiernos que condicionaron o directamente abrogaron el derecho burgués a elegir los gobernantes fueron gobiernos reaccionarios, que no se atrevieron a eliminar la Constitución y sus derechos fundamentales y se limitaron a coartar estos derechos o a suspenderlos. Aun el régimen de Onganía es cualitativamente distinto al régimen inaugurado por el putsch de 1976. El régimen de Onganía es reaccionario, en cambio el inaugurado después del año 1976 es contrarrevolucionario. La diferencia está en que Onganía lleva a cabo una represión legal, dentro de ciertas normas constitucionales, promulgando decretos leyes dentro del derecho burgués, que son aplicados por las instituciones normales del régimen, es decir por la Justicia. Este régimen, como el de 1943, como el de Uriburu y su continuación justista, son profundamente reaccionarios, pero no son contrarrevolucionarios. Para nosotros un régimen contrarrevolucionario es aquél que cambia abruptamente los métodos de gobierno para imponer los de la guerra civil o represión total, selectiva o masiva, contra los movimientos de izquierda y contra el movimiento obrero y de masas. Ningún gobierno, a excepción formalmente del de Uriburu, utilizó métodos de guerra civil para reprimir al movimiento obrero y de masas, salvo el último régimen.

Esa es una de las razones por las cuales el régimen se negó sistemáticamente a autorizar libertades, de cualquier tipo que fueran, ya que eran incompatibles con su existencia. Sólo podía dar libertades retaceadas y elecciones a través de un plan condicionante que le garantizara su sobrevivencia y su herencia como régimen bonapartista contrarrevolucionario, como en España o Brasil.

5. El actual gobierno es producto de una revolución democrática

El actual proceso es muy distinto al posterior al Cordobazo. No es producto de una dosificación o condicionamiento del gobierno militar sino de un fenómeno abrupto, incontrolable, que se dio de repente sin que haya sido planeado ni deseado por ningún sector de la clase dominante. Nadie proyectaba, dentro del mundo oficial burgués o burocrático, que en el corto lapso de tres meses pasáramos del más terrible de los regímenes contrarrevolucionarios conocidos en el país a un régimen donde campearan más o menos todas las libertades democráticas formales, y de un gobierno fuerte como el de Galtieri a uno que se cae solo. De la falta absoluta de las más mínimas libertades pasamos a libertades democráticas muy amplias, también casi absolutas, e incluso a muchas libertades no formales, como las ocupaciones de casas y tierras, el no pago de impuestos, las huelgas policiales, los insultos a la alta oficialidad del ejército en actos oficiales. No ignoramos que todavía hay restos de importancia de la etapa anterior, como la censura a ciertos niveles, unos pocos secuestros y los parapoliciales (es una colosal tarea luchar más que nunca contra los aparatos parapoliciales), pero enmarcados en un contexto de libertades muy amplias.

En este caso, debido a la revolución, a este salto abrupto de la situación, las libertades llegaron de un día para otro y las elecciones vienen después. En eso también es distinto a la etapa de Lanusse en donde las libertades fueron otorgadas paulatinamente. La generalización y el reconocimiento de estas libertades, empezando por las políticas, se produjo con el advenimiento de Bignone al gobierno. Por eso creemos que con su subida se produjo una colosal revolución en cuanto a las libertades democráticas y en cuanto a la caída definitiva del gobierno militar. La revolución triunfante es objetiva, se palpa con los oídos y los ojos: legalidad para todos los partidos políticos, libertad de prensa, impotencia y crisis total del gobierno y crisis de las Fuerzas Armadas. Sea cual fuere el nombre que le pongamos a esta etapa, debemos reconocer que es totalmente distinta a todos los interregnos democráticos que hemos conocido anteriormente. Este es más profundo, amplio y casi sin condicionamientos; los militares prácticamente no han podido poner ningún cuestionamiento a esta irrupción de las libertades democráticas.

6. ¿Por qué una revolución y no una reforma democrática?

Hasta el momento nos hemos conformado con describir y precisar históricamente los cambios que se han producido en cuanto a las libertades democráticas y a las etapas de la reacción y la contrarrevolución. Ahora queremos definir científicamente a la revolución democrática. Así demostraremos que lo que hubo antes de ahora fueron reformas, y lo que se dio con la caída de Galtieri fue una revolución. Antes que nada debemos señalar que es una revolución política en cuanto a los objetivos históricos que logra y al carácter del gobierno que impone. Toda revolución política es un cambio abrupto, una caída de un régimen retrógrado y el surgimiento de un nuevo régimen más progresivo en cuanto a las libertades democráticas, así como la contrarrevolución es el surgimiento, por la derrota de un régimen más progresivo, de uno regresivo que barre todas las conquistas democráticas del régimen anterior. Las revoluciones pueden ser políticas (esto ya es bien conocido) cuando el poder no cambia de clase y pueden ser sociales cuando éste poder cambia de clase. Esta revolución social puede ser política o, por una ley del desarrollo desigual y combinado, puede ser solamente económica. Esta revolución social es política cuando la clase obrera a través de organismos democráticos y dirigida por un partido marxista revolucionario que ha ganado la mayoría de la clase obrera logra echar a la burguesía del gobierno y comienza a gobernar. En contraposición a esta revolución está la de los partidos pequeñoburgueses oportunistas que, desde el gobierno, en forma burocrática, dictatorial, sin ninguna democracia obrera, van más allá de lo que quieren, de lo que su programa les indica, y se ven obligados, como medida defensiva, a expropiar a la burguesía y originar un Estado obrero. Esta variante es la que se ha dado en toda esta posguerra. Hay, por último, otra variante, hipotética, teórica, que todavía no se ha dado: la de un gobierno de los partidos oportunistas pero asentados en organismos democráticos de la clase obrera como los soviets. Esta posibilidad es la que abrió Lenin al plantear que los oportunistas tomaran el poder en Rusia apoyándose en los soviets.

La caída de Galtieri y la asunción de Bignone la llamamos revolucionaria porque, al igual que toda otra revolución democrática, derrota a un régimen contrarrevolucionario o reaccionario para imponer una etapa de amplias libertades democráticas que abre la perspectiva de lograr la designación de los gobernantes por medio de las elecciones. Pero lo importante es la magnitud de las libertades democráticas obtenidas por el movimiento de masas en su enfrentamiento al régimen contrarrevolucionario. Una característica de todas las revoluciones democráticas no sólo es el cambio de régimen, sino el hecho de que quienes sostienen al gobierno “revolucionario” son partidos burgueses o pequeñoburgueses que controlan al movimiento de masas. Esto hace que sean gobiernos extremadamente débiles, kerenskistas. En cuanto a las tareas históricas que logra y en cuanto a los partidos que lleva al poder, se las puede denominar revoluciones democraticoburguesas porque su logro más importante es voltear un régimen antidemocrático para imponer un régimen democrático que lleva al poder a partidos burgueses o pequeñoburgueses representantes del movimiento de masas. La revolución argentina es democrática porque provocó la caída de un régimen contrarrevolucionario y logró imponer un régimen de amplias libertades y, lo que es más importante, la fuente de poder del general Bignone está dada por el apoyo que le dieron los dos partidos burgueses que controlan al movimiento de masas en la Argentina, el peronismo al proletariado y el radicalismo a la clase media, junto con la burocracia sindical peronista. No hablemos de su tremenda debilidad kerenskista.

7. La revolución democrática y el bismarkismo senil

Muchos compañeros se preguntarán si lo que nosotros llamamos revolución democrática no es lo mismo que lo que hemos llamado bismarkismo senil, es decir gobiernos como el de Franco y el del rey Juan Carlos o el de Geisel y Figueiredo en Brasil, que comienzan a otorgar cada vez mayores libertades democráticas para mantener incólume la solidez de las instituciones contrarrevolucionarias, sin tocar para nada de hecho la estructura del régimen contrarrevolucionario sino agregándole, sumándole, concesiones democráticas. Nosotros no creemos que lo que ocurrió con la caída de Galtieri y la subida de Bignone al poder sea una consecuencia de sumarle, agregarle al régimen militar concesiones democráticas para mantenerlo en el poder. Lo que nosotros hemos llamado bismarkismo senil es la política de un régimen contrarrevolucionario bonapartista de hacer concesiones democráticas, pero para mantener ese régimen, no para que éste caiga abruptamente. Por ejemplo, la Constitución española garantiza el control estatal por parte del rey. En ese sentido es muy distinto al proceso que se dio en Portugal donde, como consecuencia de la Revolución de los Claveles, cayó el régimen fascista abruptamente y se abrió una etapa de amplias libertades democráticas. En España se han hecho importantísimas concesiones democráticas, pero la estructura monárquica bonapartista planeada por Franco, subsiste. Concretamente, hay una monarquía, como lo quería Franco, con enorme peso y fuerza, heredera del bonapartismo franquista en una etapa de crisis.

Lo mismo ocurre en Brasil: el régimen sigue incólume dominando totalmente el Estado con su mismo personal y con una Constitución completamente reaccionaria que le garantiza al régimen militar su continuidad. Esto no quiere decir que este régimen militar, que domina las estructuras fundamentales de poder y que se apoya en una Constitución ultrarreaccionaria hecha a su imagen y semejanza para garantizarle su continuidad, no haya otorgado muchas libertades democráticas. Ni el monarca ha caído en España, ni las fuerzas militares brasileñas han sido expulsadas del gobierno, ni tampoco se han conseguido libertades democráticas amplias, fundamentalmente la de poder elegir a los gobernantes a través del voto directo. Nadie vota al rey en España. En ese sentido es lo opuesto a la revolución democrática argentina, que ha derrotado al régimen militar y abierto de un día para otro la posible elección de sus gobernantes y amplias libertades. El régimen militar no tenía planteado hace un año que caía a los dos o tres meses de iniciar la guerra de las Malvinas. Por eso no dosificó ni preparó nada para esta etapa democrática: ella le fue impuesta por su crisis y por el movimiento de masas, es decir por una revolución.

8. El diferente contenido histórico de las revoluciones democráticas

Las revoluciones democráticas que caracterizaron al siglo pasado o principios de este siglo, fueron denominadas por el marxismo como democráticas burguesas. Fueron revoluciones que derrocaron al régimen feudal o monárquico feudal, para imponer un régimen democrático que impulsara el desarrollo capitalista; el poder pasaba a manos de sectores de la burguesía o de la pequeña burguesía. Era no sólo una revolución política que inauguraba un nuevo régimen político, sino también una revolución social que arrancaba el poder a las monarquías feudales para entregárselo a la burguesía.

Este contenido histórico de las revoluciones democraticoburguesas ha cambiado radicalmente desde el triunfo del fascismo en Italia. A partir de ese momento surgen regímenes totalitarios, antidemocráticos, directamente contrarrevolucionarios, que emplean métodos de guerra civil contra el movimiento obrero, sus partidos y sus sindicatos. Estos regímenes no son la expresión del feudalismo sino del capitalismo más avanzado, el de los monopolios. La lucha del movimiento obrero adquiere un hondo significado democrático, parecido al de las revoluciones democráticas antifeudales del siglo pasado pero con un contenido totalmente diferente: de lucha contra la contrarrevolución burguesa y no feudal. Ya Trotsky señalaba a principios del año 1930 que las consignas democráticas, debido al surgimiento y triunfo del fascismo, adquirían una nueva magnitud, una enorme importancia. Nosotros diríamos más: que el surgimiento del fascismo y de los regímenes contrarrevolucionarios plantearon la necesidad de una verdadera revolución democrática efectuada por el proletariado acompañado por el pueblo. Esta revolución democrática, cuyo contenido es voltear al régimen contrarrevolucionario burgués, se transforma por lo tanto en una tarea de la clase obrera y del pueblo trabajador, aunque cuando se logre derrotar al régimen contrarrevolucionario sean los partidos burgueses, pequeñoburgueses o reformistas los que se encaramen al gobierno. Justamente por ello es una revolución política, porque no cambia el carácter de clase del gobierno a pesar del carácter obrero y popular de la revolución.

9. Revolución democrática y revolución socialista

El triunfo de la revolución democrática argentina abrió una etapa de contradicciones y luchas cada vez más agudas y explosivas. Esto se debe a una razón muy sencilla: que ese triunfo plantea una contradicción gravísima, no resuelta, que se va a agudizar cada vez más por la etapa postriunfo de la revolución democrática. Por su objetivo inmediato, aparentemente la revolución democrática no es anticapitalista, sino amplia, popular, democrática. Este hecho pareciera también confirmarse porque los partidos de clase que suben al poder como consecuencia de esta revolución son burgueses o pequeñoburgueses procapitalistas. Justamente la contradicción es que a pesar del carácter “popular”, amplio de la revolución y de los partidos que lleva al poder, es ya una revolución anticapitalista por dos razones: derrotó un régimen contrarrevolucionario capitalista y es llevada a cabo por el pueblo trabajador y no por la burguesía. No se conoce ningún régimen contrarrevolucionario capitalista que haya sido volteado por la acción de la burguesía, que nosotros sepamos. Sectores de la burguesía pueden haberlo criticado, incluso pueden haber tenido –en determinado momento– unidad de acción con el pueblo en su lucha contra estos regímenes contrarrevolucionarios. Pero la base social del enfrentamiento siempre ha sido el pueblo en general, y la clase obrera y sus aliados en particular. Por eso, todo triunfo de la revolución democrática, es un triunfo del pueblo trabajador y jamás de la burguesía, porque es aquél el que enfrentó decididamente, a muerte, al régimen burgués contrarrevolucionario.

La grave contradicción que se produce después del triunfo democrático es que se trata de un triunfo revolucionario obrero y popular que es monopolizado a nivel del gobierno por la burguesía y la pequeñoburguesía, que consideran, por otra parte, que con su subida al gobierno se terminó el proceso revolucionario. Para nosotros es todo lo contrario. El proceso revolucionario se amplía, ya que esta contradicción básica se transforma en motor de gravísimos conflictos que no tienen solución en la etapa abierta por el triunfo revolucionario, sino sólo si la clase obrera toma el poder.

La revolución democrática argentina demuestra que este análisis, que es el de la revolución permanente, es real, concreto. Quienes han luchado y odiado al gobierno militar, como también al imperialismo, han sido la clase obrera y el pueblo. La burguesía y la burocracia jamás enfrentaron al régimen; a lo sumo lo criticaron o presionaron, y la mayor parte colaboró con él. Sin embargo, el triunfo de la revolución democrática llevará inexorablemente al poder al peronismo, al radicalismo y a la burocracia sindical, que no son sólo burgueses o reformistas, sino amigos íntimos de los militares. Esta contradicción entre el gobierno de los partidos (expresado indirectamente a través del gobierno de Bignone ya en el momento actual) y la revolución obrera y popular ya ha comenzado a manifestarse: los trabajadores hoy día se plantean la solución inmediata de sus problemas, que son consecuencia del sistema capitalista, y no se conforman con que los militares se hayan ido del gobierno. Por ahora sólo luchan contra los efectos del sistema y no contra éste, por la falta de un partido marxista revolucionario que dirija al movimiento obrero. Pero la lucha es inmediata y fundamentalmente contra las lacras del sistema. Podemos decir que comienza a ser el eje fundamental de las nuevas luchas del movimiento obrero y popular.

Antes de la caída de la dictadura militar todo estaba atravesado por la lucha inmediata contra ella; pero después de su caída el eje de lucha de la clase obrera y el pueblo comienza a ser contra las lacras del régimen capitalista y semicolonial y no ya contra su mera expresión contrarrevolucionaria.

Hoy día, los problemas inmediatos y determinantes que enfrentan los trabajadores y la clase obrera son: la desocupación, las jornadas de doce y catorce horas, los salarios de hambre, el derecho a la vivienda y a la tierra, así como a la enseñanza, todos los cuales tienen que ver con el sistema capitalista. También están planteadas fundamentales tareas democráticas, como la de destruir el aparato represivo (los servicios secretos y las Fuerzas Armadas) que es consustancial al Estado burgués, y los derechos democráticos de los soldados, hasta la Asamblea Constituyente. Por supuesto, lo mismo ocurre con la lucha antiimperialista, que se reactualiza, se precisa, se vuelve inmediata a partir de la caída del régimen contrarrevolucionario, porque nos permite plantear la posibilidad de no pagar la deuda, de romper los pactos que nos atan al imperialismo, etcétera.

Casi todas estas consignas se planteaban en la etapa anterior, pero todos éramos conscientes de que era imposible plantearse en forma inmediata la lucha para lograr estas tareas si primero no se derrotaba al régimen, aunque se planteaban estas tareas también para derrotarlo. Pero una vez que se derrotó al régimen, se sacó una losa que nos permite salir al aire libre y plantear estas tareas como inmediatas y fundamentales. Esta importancia de primer plano, inmediata, que adquieren las tareas anticapitalistas y las otras tareas democráticas y antiimperialistas, como la lucha por la independencia nacional, hace que la etapa abierta después del triunfo sea la de la revolución socialista.

Pero no sólo es la etapa de la revolución socialista por las tareas que enfrenta, es decir porque adquieren mucho mayor peso las tareas anticapitalistas, sino fundamentalmente por el problema del poder y del gobierno. Es la etapa donde para solucionar los problemas ya no es suficiente la caída del régimen contrarrevolucionario, sino que es indispensable en el terreno económico y social voltear el sistema capitalista semicolonial y, lo que es fundamental, decisivo, y caracteriza la etapa, derrotar a los partidos burgueses y pequeñoburgueses que dominan el poder, para arrebatárselo para la clase obrera y el partido marxista revolucionario. Por eso es una revolución socialista, porque le saca el poder, no sólo ya político sino social, a la burguesía. Deja de ser un cambio de régimen político para ser un cambio de un régimen social a otro, una revolución socialista, como consecuencia de que la clase obrera y el partido revolucionario le arrebatan el poder a la burguesía.

Visto desde otro ángulo, esta revolución socialista supera la contradicción de una revolución obrera y popular que ha derrotado a la expresión más categórica y clara del sistema capitalista (que es el régimen político contrarrevolucionario) pero que llevó al poder a partidos burgueses y pequeñoburgueses, haciendo que la revolución democrática (que ya era socialista) se complete, transformando esta nueva revolución política en una revolución social.

10. Un cambio en las consignas

La gran tarea de la etapa abierta en la Argentina después del triunfo de la revolución democrática es derrotar a los gobiernos burgueses y pequeñoburgueses que suban y tratar de lograr el triunfo de la clase obrera y del partido marxista revolucionario. Por eso, si tomamos como determinante de una etapa nuestra política respecto a los gobiernos, tenemos que decir que se produce una inversión en el signo de nuestras consignas fundamentales de gobierno. En la etapa de la revolución democrática nuestra consigna fundamental –lo que no quiere decir que no planteemos todas las democráticas transicionales– es de signo negativo: ¡Abajo el zar, el rey, el kaiser, Somoza, Batista, la dictadura militar de Perú, Bolivia o Argentina! Queremos la caída, romper y superar el régimen contrarrevolucionario. Pero a partir del triunfo de la revolución democrática, las consignas de poder se vuelven positivas. Sin abandonar las negativas, como la de ¡Abajo el régimen capitalista! , ahora prima el plantear consignas como la de ¡Dictadura del proletariado! , o su concreción como ¡Poder a los soviets, los comités obreros, la COB! o ¡Por un gobierno obrero y popular que rompa con la burguesía! , también en su expresión concreta –es decir precisando a qué partidos con influencia de masas les exigimos que rompan con la burguesía.

En la Argentina hoy día esto significa concretamente que tenemos que levantar la consigna ¡Por una Argentina y un gobierno socialistas! , que también puede ser ¡Por un gobierno obrero y socialista! , porque todavía no hay partido pequeñoburgués, reformista con influencia en el movimiento obrero que nosotros podamos presionar planteándole la necesidad de un gobierno obrero y popular. Tampoco hay organismos de clase, institucionales, que tengan poder para permitirnos plantear que tomen el poder esos organismos. Por eso nuestra formulación es relativamente abstracta.

Esto tampoco quiere decir que liquidamos en la Argentina una lucha esencial a través de consignas democráticas o antiimperialistas, como es la lucha hasta lograr la liquidación definitiva de los parapoliciales o la consigna democrática de Todos contra el putsch contrarrevolucionario , si éste se produce, o la del No pago de la deuda externa.

11. Las revoluciones de febrero y octubre

Las experiencias de los triunfos revolucionarios en esta postguerra han confirmado más que nunca la teoría de la revolución permanente y al mismo tiempo la han completado y enriquecido. Entre las novedades teóricas que enriquecen nuestra concepción hay dos, que la revolución argentina ha confirmado.

Las viejas tesis sobre la revolución permanente insistían en que las revoluciones que se combinaban eran la democraticoburguesa antifeudal con la socialista nacional e internacional. El surgimiento de un nuevo tipo de régimen contrarrevolucionario de signo burgués, como los fascistas o semifascistas, y la pérdida de peso del feudalismo en los países atrasados, ha llevado al surgimiento de un nuevo tipo de revolución democrática, la anticapitalista y antiimperialista, no la antifeudal. Es una revolución contra un régimen político que socialmente es parte del sistema capitalista, y no que enfrenta otro sistema precapitalista, feudal.

Nosotros creemos más que nunca en la revolución permanente, en la combinación de esta nueva revolución democrática con la revolución socialista.

Hay algo más. Todas las grandes revoluciones de este siglo, salvo la de Octubre, llevaron al poder a partidos burgueses o pequeñoburgueses. Estas revoluciones eran producto de una acción objetiva del movimiento obrero y popular que no era consciente de que podía y debía tomar el poder. La conciencia de las masas revolucionarias era mucho más atrasada que la revolución que habían efectuado, como lo demostraba el hecho de que habían entregado el poder a la clase enemiga.

En ese sentido, estas revoluciones han sido lo opuesto de la revolución de Octubre. Esta fue una revolución totalmente consciente, dirigida por un partido marxista revolucionario que se asentaba en el apoyo masivo de la clase obrera y los campesinos a través de los órganos democráticos de poder, los soviets.

Tenemos así una combinación y desarrollo de la revolución de febrero, inconsciente, con la revolución de octubre, consciente, que le da nueva claridad a la revolución permanente.

Muchos compañeros se preguntarán la diferencia que hay entre la revolución democrática y la de febrero. Nosotros creemos que hay una: toda revolución democrática es una revolución de febrero, inconsciente, pero no todas las revoluciones de febrero son democráticas. Toda revolución democrática lleva a un cambio abrupto de régimen político, pero no ocurre así con todas las revoluciones de febrero. ¿Pueden darse dentro de un mismo régimen democrático grandes revoluciones de febrero no dirigidas por partidos revolucionarios? Nosotros creemos que sí, que serán inevitables.

Esta concepción de la revolución de febrero como inconsciente ha sido intuida por Trotsky. El analiza la revolución de febrero y la de octubre rusas, la primera como inconsciente y la segunda como consciente. En este caso coincidía la revolución de febrero con la revolución democrática.

Por eso es mucho más significativo que el anterior ejemplo, el de la gran huelga general francesa de 1936. Trotsky la definió como la revolución de febrero. Esa gran huelga general no fue un cambio abrupto de régimen político sino directamente una etapa de la revolución socialista dentro del régimen político existente, el democraticoburgués.

12. El problema de la contrarrevolución

Otra forma de demostrar, pero por la negativa, que ha habido una revolución triunfante, es la política de la contrarrevolución, que no descansará hasta derrotar la nueva etapa democrática. Si no hubiera habido cambio de régimen no querrían derrotarlo. Como diría Perogrullo, un pinochetista no quiere la derrota de Pinochet. Al gobierno de Pinochet lo quiere echar el pueblo chileno, no los pinochetistas. Una vez que Pinochet caiga, como para nosotros cayó el régimen militar argentino, los pinochetistas de viejo y nuevo cuño tratarán de volver al poder; pero no podrán hacerlo si no logran aplastar por medio de métodos de guerra civil al nuevo régimen democrático que sustituyó al de Pinochet y que es incompatible con la contrarrevolución fascista o semifascista.

Esto no quiere decir que no exista una contrarrevolución democraticoburguesa, pero ésta dará un régimen extremadamente inestable, que no hará más que exasperar, en esta época revolucionaria, el enfrentamiento revolución-contrarrevolución. Un régimen democraticoburgués puede tener un rol permanentemente contrarrevolucionario, de canalización de las luchas obreras, en una etapa de estabilidad de la burguesía, de acumulación capitalista normal. En una situación de crisis, de intensificación de la lucha de clases, el régimen democraticoburgués es un interludio hacia la revolución socialista o hacia la contrarrevolución fascista. Esta contrarrevolución sería entonces una etapa del régimen democraticoburgués, que tiene que ser seguida por otra etapa que lleve a un régimen totalitario.

13. Nuestra primera definición de la situación como revolucionaria

Nosotros en un principio hicimos una definición de la situación como revolucionaria a partir de la guerra de Malvinas tomando como factor determinante el objetivo, en particular la tremenda crisis del régimen. Nos apoyábamos en la definición de Lenin de situación revolucionaria como aquella en la que “ los de arriba no pueden y los de abajo no quieren ”. Fue una definición objetivista. Poco tiempo después nos dimos cuenta de que habíamos ignorado un elemento que hacía todavía más profunda nuestra definición, que era la movilización de masas que se estaba dando en el país.

En un primer momento, como no había huelgas generales ni expresiones masivas sino solamente moleculares de lucha de la clase obrera, y lo mismo ocurría con el movimiento de masas, llegamos a la conclusión de que había un desarrollo desigual. La crisis del régimen militar, así como del sistema capitalista, eran infinitamente más avanzadas que la movilización obrera y popular. Después de profundizar en el estudio de la realidad argentina, vimos que esta caracterización era totalmente equivocada. A partir de la guerra de las Malvinas surgió un movimiento de masas multitudinario alrededor del apoyo a la guerra antiimperialista, y cuando terminó la guerra este movimiento había comenzado a cuestionar al gobierno militar, concretamente a Galtieri. ¿Cómo se impidió que ese mismo ascenso revolucionario se transformara en enfrentamientos sangrientos en la calle? Los militares aceptaron que habían sido derrotados y sacaron a Galtieri. Aceptaron el triunfo de la revolución democrática, pero tratando de controlarla y administrarla, junto con los partidos políticos y el nuevo mandato presidencial.

Esta comprobación de que existía un poderoso movimiento de masas, nos explica el proceso molecular que habíamos visto y que era una consecuencia de la relativa confusión que se produjo en el movimiento de masas, al encontrarse ante una nueva situación, la del triunfo revolucionario. Pero rápidamente esta movilización molecular (mucho más intensa, cualitativamente superior al proceso molecular previo a las Malvinas, ya que abarcaba a todo el país) dio lugar a las dos grandes huelgas generales, lo que reafirmó tanto que había una situación revolucionaria, como que la clase obrera se ponía al frente del movimiento de masas que había posibilitado ese triunfo. Al darnos cuenta de que la situación revolucionaria y el triunfo de la revolución democrática se había producido como consecuencia de la combinación de una crisis crónica y cada vez más profunda del régimen y de un colosal movimiento de masas, se completó nuestra primera definición basada solamente en la crisis del régimen.

14. La situación revolucionaria

Nosotros, creyendo seguir a Trotsky, quizá malinterpretándolo, hemos definido siempre una situación revolucionaria como aquella que, a diferencia de la prerrevolucionaria, se caracteriza por un eje fundamental que es la fuerza del partido revolucionario e inclusive, a veces, la existencia de órganos de poder obrero. Trotsky precisó las condiciones para el triunfo de la revolución proletaria como circunscriptas a cuatro: 1) la crisis del régimen capitalista, 2) el vuelco a la izquierda, hacia la salida revolucionaria de la pequeñoburguesía, 3) la disposición revolucionaria de la clase obrera y 4) la existencia de un partido revolucionario de masas y, a veces, de órganos de poder. Las tres primeras características originaban, según Trotsky, una situación prerrevolucionaria. Nosotros hemos creído que la definición de Trotsky no era sólo de las condiciones para el triunfo de la revolución obrera, sino de la propia situación; creímos que sólo se abre una situación revolucionaria cuando se dan las condiciones para que el partido revolucionario haga la revolución.

Durante mucho tiempo, nosotros tomamos la definición de Lenin sólo como una frase feliz, mucho más simple, con respecto a la situación revolucionaria: “ Los de arriba no pueden y los de abajo no quieren ”. Decimos todo esto refiriéndonos a nuestra definición concreta de situación revolucionaria por el peso del factor objetivo. Si bien Trotsky hizo esta definición en el año 1940, a principios de la década del ’30 había hecho una definición de situación revolucionaria muy parecida a la nuestra, por razones directamente objetivas, señalando que la crisis total del régimen burgués inglés, su tremenda crisis económica y el hecho de que esa crisis económica llevaba a una situación sin salida a la clase obrera y a los trabajadores, originaban una situación revolucionaria. En ese sentido se parecía a la que había formulado Lenin. Estas dos últimas definiciones, la de Lenin y la de Trotsky a principios del ’30, fueron las que nosotros tomamos para definir la situación actual como revolucionaria.

Sin embargo, ya desde el triunfo de la revolución cubana, nosotros habíamos teorizado sobre la situación revolucionaria, opinando que las cuatro condiciones para el triunfo de la revolución proletaria planteadas por Trotsky se habían revelado equivocadas en la revolución china, la cubana y las otras revoluciones coloniales, porque no se habían dado ni bajo la hegemonía clasista del proletariado, ni teniendo a su frente al partido marxista revolucionario. Llegamos entonces a la conclusión de que debíamos formular una nueva definición de situación revolucionaria y de condiciones del triunfo revolucionario que explicara estas nuevas situaciones. Así fue como señalamos que las condiciones para el triunfo revolucionario, para estas situaciones revolucionarias específicas, eran las dos primeras: la crisis del régimen y el vuelco de la pequeñoburguesía a la izquierda, hacia la revolución. Estos dos factores eran suficientes para originar una situación revolucionaria si se transformaban en crónicos, desesperantes, de un peso objetivo tremendo. Seguimos creyendo que la definición que hemos efectuado últimamente sobre situación revolucionaria antes de la caída de Galtieri también entraba y sigue entrando en la caracterización que formulamos nosotros después de la revolución cubana.

15. Un avance en la definición de situación revolucionaria

Si nuestra definición de situación revolucionaria es aceptada, lo mismo que la de Lenin, no por eso negamos la de Trotsky de las cuatro condiciones. Todo lo contrario. La definición de Lenin y la nuestra por un lado y la de Trotsky por el otro, son correctas en relación a dos situaciones diferentes. La definición de Lenin, igual que la nuestra después de la revolución cubana, tienen que ver directamente con las situaciones y las condiciones para el triunfo de la revolución democrática, de la revolución de febrero, de la revolución inconsciente. En cambio, hay una situación revolucionaria cualitativamente distinta y con condiciones [distintas] para triunfar que es la de la revolución socialista de octubre. Para el triunfo de esa revolución es indispensable la existencia de organismos democráticos de poder obrero y de un partido marxista revolucionario consciente de la situación y que dirija la revolución socialista.

Esta diferencia de fondo entre dos tipos claramente delimitados de condiciones para el triunfo de la revolución es de una gran importancia porque define con precisión una situación revolucionaria prefebrero, pre triunfo de la revolución de febrero, y otra situación revolucionaria cualitativamente distinta, mucho más rica, de posfebrero, o preoctubre.

16. La crisis y el estallido revolucionario: la derrota de las Fuerzas Armadas del régimen

Es lógico que algunos compañeros se planteen, en contra de todo lo que venimos diciendo, que nuestra definición de la revolución democrática no va acompañada de una definición precisa del estallido revolucionario, fundamentalmente de la crisis revolucionaria. Para estos compañeros no hay triunfo de ninguna revolución, ni democrática, ni de octubre exitosa, sin un enfrentamiento con las Fuerzas Armadas o un sector de las Fuerzas Armadas y el pueblo trabajador, si no hubo lucha armada y si esta lucha armada no llevó a una crisis profunda o directamente a la disolución de las Fuerzas Armadas del régimen.

Como siempre, tenemos que tratar de ponernos de acuerdo sobre lo que estamos discutiendo. Si las definiciones se hacen en relación a los regímenes políticos, a los sistemas sociales, en relación a los grandes objetivos históricos, sin importar estrictamente el mecanismo, las relaciones entre las clases y los partidos, y las luchas que logran esos objetivos históricos, nuestra definición es correcta. Si la referencia es a si hay enfrentamientos sangrientos o no en el logro de estos objetivos históricos, concretamente si se provoca un colapso de las Fuerzas Armadas y si hubo luchas físicas, como condición para definir como revolución a la derrota del régimen contrarrevolucionario y al surgimiento de un nuevo régimen democrático, entonces nuestra definición es incorrecta. Porque efectivamente la revolución democrática argentina no se produjo como consecuencia de un enfrentamiento físico con las Fuerzas Armadas del régimen. Lo mismo con respecto a la crisis revolucionaria o al estallido revolucionario. Para nosotros la crisis revolucionaria y el estallido revolucionario pueden no ser sangrientos. Insistimos que una revolución es cuando se logra un objetivo histórico, concretamente la derrota de un régimen contrarrevolucionario y el surgimiento de un nuevo régimen democrático. Si este nuevo régimen es producto de la crisis total del primero y de la oposición frontal del movimiento de masas, aunque ésta se exprese de distintas maneras y no en forma violenta con relación a las Fuerzas Armadas del régimen, entonces hay una crisis y un estallido de hecho revolucionarios.

No queremos hacer entonces una discusión sobre la etiqueta que le ponemos al fenómeno argentino, peruano o boliviano. Para nosotros lo que hay que señalar es cuál es el hecho decisivo: que no haya habido luchas sangrientas en unos pocos días o que se liquidó el régimen históricamente contrarrevolucionario y se abrió un nuevo régimen, dinámico, hasta concretar su forma definitiva en una lucha de clases que se intensifica. Si este segundo hecho es el eje de la definición, no por eso eliminamos los otros fenómenos, que son también esenciales y que se revelarán cada vez más esenciales a medida que se desarrolle el proceso.

Es muy importante si ha habido enfrentamientos violentos que han provocado el marasmo de las Fuerzas Armadas, o inclusive su derrota total como ocurrió en 1952 en Bolivia o en 1959 en Cuba. Son revoluciones democráticas que destruyen las Fuerzas Armadas, pilar fundamental de la estructura estatal de la burguesía. Es una revolución que podemos llamar doble, que al hacer la revolución democrática demuele las instituciones burguesas; no sólo al régimen contrarrevolucionario burgués, sino mucho más allá, todas las instituciones burguesas de dominio, fundamentalmente las Fuerzas Armadas. Lo contrario es también de enorme importancia: una revolución burguesa, democrática, que derrota un régimen contrarrevolucionario burgués, pero que deja intacto el pilar fundamental de la estructura estatal de la burguesía, las Fuerzas Armadas, pero con una crisis importante que no las lleva todavía al marasmo, a una crisis definitiva.

De acuerdo a cómo se dé la revolución democraticoburguesa, con enfrentamientos o sin enfrentamientos, con derrota o marasmo para las Fuerzas Armadas del régimen, para la estructura estatal, o salvaguardando esa estructura estatal, serán las tareas inmediatas que se le plantearán al curso de la revolución después del cambio del régimen. Pero no se anula el hecho de que ya se ha dado el cambio del régimen. Cuando se derrota al régimen pero sus Fuerzas Armadas subsisten, la gran tarea será tender hacia su destrucción. Si no existen, si se las ha conseguido destruir, la gran tarea es evitar por todos los medios que éstas sean reconstituidas por la burguesía, acelerando la toma del poder por el proletariado, que así institucionalizará sus propias Fuerzas Armadas.

17. El problema de los órganos de poder

Una posición parecida a la de la crisis y el estallido revolucionario y al combate en las calles para destruir a las Fuerzas Armadas como condición sine qua non para caracterizar un cambio de régimen como revolucionario, es la que señala la necesidad de que el proceso revolucionario sea canalizado categóricamente por organismos institucionales de poder obrero.

Nosotros también discrepamos con que esta condición sea indispensable para poder definir un cambio de régimen; o sea, aceptar como revolución una derrota de un régimen contrarrevolucionario y el surgimiento de un régimen democrático sólo cuando hay órganos institucionales de poder, es decir organizaciones obreras que ejercen el poder. Creemos que, al igual que el planteo de la destrucción de las Fuerzas Armadas, es una condición que sobredimensiona el carácter de triunfo, lo hace todavía mucho más poderoso; pero, al igual que la destrucción de las Fuerzas Armadas, se puede dar en el trayecto de la revolución democrática a la revolución socialista; no tiene por qué ser previo al triunfo de la revolución democrática. No concordamos entonces con ese carácter institucional y obrero de la revolución democrática.

18. Algunas analogías

Las analogías históricas y estas discusiones, tanto teóricas como políticas –no sólo sobre nuestro país–, tendrán consecuencias teóricas amplias e importantes. Para nosotros, el triunfo de la revolución “democrática” argentina es similar a escala histórica a la revolución de 1905 y a la de febrero rusa, a la alemana que derribó al Kaiser, a la española de 1931 cuando renunció el rey. En estos casos se mezclaba el contenido antiburgués con el combate contra restos feudales –sobre todo en el caso de Rusia– y monárquicos absolutos. En el caso del Kaiser y del rey español ya la tarea era anticapitalista, porque no eran monarquías esencialmente feudales, aunque arrastraban formas y restos de feudalismo de carácter totalmente secundario.

Pero la revolución democrática argentina en este momento histórico que estamos viviendo, tiene el mismo significado que la revolución sandinista que voltea a Somoza, que la que voltea a los generales peruanos, que de hecho liquidó al régimen militar, y que la huelga general que voltea definitivamente al régimen de García Meza en Bolivia. Todas éstas fueron revoluciones democráticas. De estas revoluciones, sólo la sandinista logró destruir a las Fuerzas Armadas. A escala mundial, el triunfo de la revolución democrática argentina, la revolución de febrero, se parece al año 1952 en Bolivia y a la revolución cubana, además de las que ya hemos nombrado. Aunque estas dos últimas se parecen a la nicaragüense en cuanto a la destrucción de las Fuerzas Armadas, la cubana ha sido la única que avanzó hacia la expropiación de la burguesía y el imperialismo; de ahí que podamos decir que es el único país libre de América. Queda entonces por precisar, a escala de nuestro continente, si en Ecuador y Santo Domingo no se dieron también, de hecho, triunfos de la revolución democrática, que en el caso de Santo Domingo fue aplastada por una contrarrevolución directamente imperialista. Aparentemente la invasión se explica por el triunfo de la revolución que tuvo que ser enfrentada por una contrarrevolución armada. Confirmamos así nuestra premisa de que a toda revolución democrática se la puede hacer retroceder sólo con un triunfo contrarrevolucionario por medios violentos.

Hay que precisar también que estos grandes triunfos revolucionarios latinoamericanos se inscriben en los grandes triunfos de la revolución colonial, como China, Vietnam, Corea, Guinea-Bissau y Mozambique, y también con ciertas analogías con la revolución portuguesa, a pesar de ser ésta metropolitana. Todas estas revoluciones tienen en común que son el producto de una crisis del régimen contrarrevolucionario y del sistema capitalista y de la movilización de las masas que derrumbaron los regímenes contrarrevolucionarios y abrieron un nuevo tipo de régimen.

19. La posición de Trotsky

De estas analogías surge claro que Trotsky tenía una concepción como mínimo parecida a la nuestra sobre el cambio de régimen. Incluso escribió que no se puede pasar de un régimen a otro sin una conmoción, sin darle el nombre de revolución. Hay un ejemplo clásico que orienta nuestra concepción.

Trotsky definió la caída del rey de España como una revolución democrática en el proceso hacia una revolución socialista, como parte de la revolución permanente, y sin embargo el rey de España cayó como consecuencia de una lucha electoral, de una derrota que lo llevó a la renuncia, sin que hubiera enfrentamientos en las calles entre las Fuerzas Armadas y el movimiento de masas. La crisis de la monarquía se combinó con un repudio general de todo el pueblo español y, justamente para salvar a las Fuerzas Armadas, el régimen monárquico se dio por derrotado y abrió así el triunfo de la revolución democrática. En ese sentido, la revolución española es la analogía histórica más adecuada a las revoluciones peruana, boliviana y argentina. Tanto en aquélla como en éstas no hubo verdaderos enfrentamientos, ni estallidos revolucionarios –en el sentido de luchas militares en las calles–, ni una crisis revolucionaria sangrienta y, sin embargo, la española fue considerada por Trotsky como una revolución democrática triunfante. En la revolución española no existieron organismos de poder obrero y popular previos a la toma del poder. El poder obrero y popular en un momento determinado existe, pero puede estar atomizado, ser molecular, no organizado ni institucional. Siempre, cuando entra en crisis el poder y el régimen existentes, queda una tierra de nadie y la existencia de hecho de dos poderes.

20. Críticas formales

En el caso argentino, se formula a nuestra definición de que ha habido una revolución triunfante dos objeciones de tipo formal, pero que pueden ser impactantes. Estas dos objciones son: en primer lugar, que un general nombrado por el Ejército, o mejor dicho por la cúpula del Ejército (porque no se sabe si tenía el apoyo general de la oficialidad), es el que ejerce el gobierno; la otra objeción es que este gobierno militar elegido por el Ejército recién dejará de existir como tal cuando se lleven a cabo las elecciones, un año y medio después de haber asumido el general Bignone.

La realidad se encarga de disipar esas dos objeciones de tipo formal. El que gobierne un general como Bignone, nombrado por una parte de las Fuerzas Armadas, no debe ocultarnos varios hechos: primero y fundamental, que la Junta militar que gobernaba cuando se eligió a Bignone, desapareció, entró en crisis, dejó de funcionar; segundo, que el verdadero sostén de Bignone dejó de ser la Junta militar en crisis total y pasaron a serlo todos los partidos políticos reconocidos en la Argentina, especialmente los de la Multipartidaria y los partidos mayoritarios, el peronismo y el radicalismo, junto con la burocracia sindical. Cambió la fuente del poder del gobierno, de los militares a los partidos políticos con influencia de masas. Este es un hecho trascendente.

La otra objeción, la de que este gobierno recién desaparece con las elecciones, ignora que estamos viviendo una etapa de increíbles libertades democráticas si las comparamos con la situación anterior a la guerra de las Malvinas y, por otro lado, que el propio gobierno puso fecha fija de su desaparición; lo que significa que ya se cayó, que lo que se está administrando es su caída, tratando de que sea en cámara lenta en acuerdo con toda la burguesía. Quien ha impedido que esa caída sea violenta son los partidos políticos burgueses y la burocracia que sostienen a este gobierno, no las fuerzas militares, que desaparecieron como Junta de Comandantes en el momento de su nombramiento. Que la burguesía le haya dado un período de gracia al actual gobierno para que no se estrelle contra el suelo, que haya logrado que caiga lentamente, no quiere decir que la caída no se haya producido. No interesa la velocidad de la caída; lo importante es que la caída ya se produjo y va derecho a estrellarse contra el suelo.

21. Un cambio radical de política y consigna

Nada demuestra mejor que estas dos objeciones formales, como todas las otras de contenido, son falsas y que sí hubo una revolución democrática, que la suerte corrida por nuestra consigna central durante todo el gobierno militar de ¡Abajo la dictadura! Aunque la hemos remozado y maquillado para actualizarla levantando la de ¡Gobierno elegido por el Congreso de 1976! y ¡Que se vayan ya! , ha dejado de hecho de ser central, de ser nuestra consigna fundamental para todo el movimiento de masas y para nuestro propio partido, que la ha transformado en consigna propagandista, de hecho de segundo plano.

22. U n método peligroso

Ha habido compañeros que, en base a una observación cuidadosa de la realidad, al comprobar la amplitud de las libertades democráticas conseguidas, señalaban que ya había habido un cambio de régimen de contrarrevolucionario a democraticoburgués. Como hoy día nosotros coincidimos con esta afirmación que en su momento combatimos, es necesario que nos detengamos en los motivos que nos llevaron a no aceptar, en su momento, esta definición.

Para nosotros la definición de que surgió un nuevo régimen democraticoburgués y de que fue derrotado el régimen contrarrevolucionario, es reformista –y, lo que es tanto o más grave que reformista, peligrosamente equivocada como método– si no va acompañada del planteo de que hubo una crisis revolucionaria, una derrota del régimen contrarrevolucionario y un triunfo de la revolución democrática. Si no decimos que la revolución democrática triunfó, todo intento de decir que el régimen militar se transformó en democraticoburgués es hacer reformismo; es creer que sin una revolución se puede transformar, se puede derrotar un régimen militar e ir a un régimen antagónico. Sería darle la razón en última instancia al Partido Comunista, que siempre apostó a los militares democráticos que nos iban a llevar a un régimen democrático que superara, por la acción de estos mismos generales y de la convergencia cívico-militar, al régimen contrarrevolucionario, sin necesidad de hacer una revolución para lograrlo.

Sólo si se acepta nuestro método, nuestra premisa de que ha habido una revolución democrática triunfante, podemos aceptar entonces la caracterización de que fue derrotado el viejo régimen y surgió uno nuevo.

II
Las etapas de la revolucion argentina

La Guerra de las Malvinas, la derrota militar y la caída de Galtieri, pero principalmente la asunción del gobierno por Bignone, dividieron en dos la historia de la dictadura militar y del país en el corto tiempo de unos tres meses. Es así como podemos precisar cuatro etapas en el proceso revolucionario y en sus antecedentes.

La primera etapa es la anterior a la Guerra de las Malvinas. Se caracteriza porque, aunque la situación sigue siendo contrarrevolucionaria y el gobierno relativamente sólido, comienza la crisis del gobierno militar y del sistema capitalista semicolonial, junto con la resistencia del movimiento de masas.

La segunda etapa se inicia con la Guerra de las Malvinas. En ella se transforma la situación de contrarrevolucionaria en directamente revolucionaria como consecuencia de la combinación de las movilizaciones de masas que apoyaron la reconquista de las islas con la agudización de la crisis.

La tercera etapa se abre con la derrota militar, continúa con la renuncia de Galtieri y culmina con el gobierno de Bignone que significa el triunfo de la revolución democrática. Esta etapa es la de la crisis revolucionaria y su culminación con el triunfo revolucionario.

La cuarta etapa es la que sigue a la asunción del mando por Bignone y que tenemos que definir como una nueva situación revolucionaria muy superior a la anterior a la subida de Bignone, porque la fuente de poder del gobierno dejan de ser esencialmente las Fuerzas Armadas para ser los partidos políticos burgueses y la burocracia sindical.

La etapa del Cordobazo y la actual etapa

En líneas generales, las secuencias que hemos señalado retoman las experiencias del movimiento obrero y de masas de la etapa anterior de ascenso, provocada por esa semiinsurrección del movimiento de masas que fue el Cordobazo y cuyas ondas se extendieron por todo el país, obligando al régimen militar a abrir una etapa democrática. Este ascenso revolucionario conmovió a la dictadura militar pero sin llegar a ser, según nuestra opinión, una verdadera revolución democrática, ya que las Fuerzas Armadas pudieron administrar su caída y estabilidad, es decir impidieron una crisis mucho mayor del régimen militar y su caída estrepitosa con características revolucionarias, como se dio ahora.

Lo que hemos presenciado a partir de la Guerra de las Malvinas es el famoso Argentinazo que nosotros veníamos pregonando.

La Guerra de las Malvinas originó un movimiento revolucionario de características nacionales, populares. En contraposición a esto, el Cordobazo llevó a una desviación muy grave de un sector importantísimo de la vanguardia, que se enfrentó a una guerra civil artificial, provocada por la guerrilla montonera y del ERP, cortando así la experiencia del movimiento obrero y de masas.

Hoy día pareciera que los hilos volvieran a unirse, que el movimiento obrero y popular retoma la experiencia de todas las luchas anteriores y las lleva a un plano más elevado.

La crisis que tuvo el régimen militar inaugurado por Onganía es cualitativamente distinta, en todos los aspectos, a la crisis que tuvo y tiene el régimen actual, empezando por el terreno económico y continuando por la propia crisis de las Fuerzas Armadas. Estas, en todo el período de Lanusse, se muestran monolíticas, muy fuertes, bien estructuradas, o sea, una situación totalmente distinta a la actual.

La etapa de Lanusse parece un débil ensayo general de la etapa en que hemos entrado ahora.

La crisis del gobierno y del sistema

Aunque no cambió el carácter del régimen y de la situación como contrarrevolucionaria, la etapa anterior a la Guerra de las Malvinas es la del comienzo, profundización y extensión de la crisis del gobierno militar y del sistema capitalista semicolonial. Empieza a principios de 1981 con la crisis económica más grave que ha tenido el país en esta posguerra. Más que de una crisis, habría que hablar de un derrumbe de la economía capitalista nacional, que culminaba así el proceso de degradación y decadencia de las últimas décadas. Comienzan, a partir de ahí, a cambiar las relaciones entre las clases y sus diferentes sectores entre sí, y de todas ellas con el gobierno.

De estos cambios, el más importante fue el de la clase media. Esta, que paseó como turista por todo el orbe, gracias a las migajas que le tiraba la patria financiera de la sobreexplotación de los trabajadores, rompió violentamente con la dictadura, dejando de ser así el apoyo popular de ésta. Se ubicó a partir de entonces, sin perder por ello su inestabilidad y cobardía, del lado de los trabajadores y la clase obrera que ya venían enfrentando al régimen desde su inicio. El resultado fue que todo el pueblo comenzó a enfrentar a la dictadura militar, a resistirla aunque fuera en forma molecular, no unido en un gigantesco movimiento, ya que no tenía un eje político claro. Las luchas, las resistencias, se daban desde problemas económicos en una fábrica y problemas regionales, al odio general contra la política económica de Martínez de Hoz y contra los otros ministros que lo siguieron. La resistencia era más bien por problemas inmediatos y no tenía un solo eje.

Las manifestaciones y el llamado a la huelga general de la CGT Brasil, así como las manifestaciones de las Madres, no fueron, durante 1981, más que débiles señales del profundo cambio en la mentalidad y actitud del movimiento de masas, que había comenzado su resistencia activa al régimen.

La crisis, que comenzó como económica, se extendió y se profundizó a todos los niveles: los partidos políticos burgueses, principalmente el radicalismo y el peronismo, comenzaron a dividirse en fracciones públicas; los distintos sectores patronales se enfrentaron con respecto a la respuesta a darle a la crisis económica y a sus relaciones con el gobierno; el movimiento sindical cristalizó su división en dos centrales y varias fracciones con disciplina propia.

Nada demuestra mejor la profundización de la crisis que lo que se dio a nivel del gobierno cuando se sustituyó a Viola por Galtieri. Viola había durado sólo seis meses como presidente contra cinco años de Videla, y su reemplazo fue traumático, lleno de dudas y crisis, que llevaron por fin al general Galtieri al gobierno.

Una situación revolucionaria

Con la Guerra de las Malvinas se produjo el salto de una situación contrarrevolucionaria a una revolucionaria. La iniciación de la guerra fue justamente una maniobra de diversión de los personeros más desclasados y reaccionarios encaramados al gobierno con Galtieri. Hay testimonios como para poder afirmar que el plan de Galtieri y la Junta de Comandantes era declarar una guerra patriotera, no antiimperialista, ya que estaban seguros de que la ganarían por el apoyo del imperialismo yanqui, su fraternal socio y aliado en la represión al movimiento de masas en la Argentina y Centroamérica. Gracias al hipotético triunfo pensaban permanecer como mínimo seis años más en el poder y, lo que era mucho más importante, creían así poder desviar contra Inglaterra el odio creciente de los trabajadores hacia el propio gobierno, haciéndoles olvidar la crisis económica y los crímenes del régimen. En lugar de conjurar la crisis, abrieron una clara situación revolucionaria.

Varios errores de cálculo fueron fatales para la dictadura. El primero fue con respecto al imperialismo yanqui: éste no sólo no secundó al régimen sino que apoyó con todo al imperialismo inglés, al igual que todos los otros países imperialistas. El segundo y decisivo error fue el intento de manipular al movimiento de masas para que apoyara “su guerra”. Este intento logró que estallara la primera movilización unitaria y revolucionaria antiimperialista del movimiento de masas argentino desde la asunción del gobierno por los militares. El movimiento de masas transformó esta demencial aventura guerrera iniciada por el gobierno dictatorial en una movilización revolucionaria a escala nacional y latinoamericana, que no sólo enfrentó al imperialismo inglés sino además a su socio yanqui y a todos los otros países imperialistas. La guerra y las movilizaciones que ésta originó lograron imponer un frente de la nación argentina con todos los movimientos antiimperialistas del mundo y los países latinoamericanos, sacudidos también por la agresión imperialista y la crisis económica. Y, más importante aún que esto, logró soldar, con una firme voluntad revolucionaria, a la clase obrera con todos los otros sectores explotados, en una única movilización de masas. Gracias a ello, los trabajadores superaron, por fin, la etapa de la lucha atomizada y defensiva que caracterizó todos los enfrentamientos de la clase obrera y del pueblo contra el régimen antes de la Guerra de las Malvinas.

Esta movilización de masas, comenzó contra el imperialismo inglés, continuó contra el yanqui, estrechó lazos con los trabajadores de los países latinoamericanos y, por último, terminó enfrentando al propio Galtieri y su gobierno, por inepto y traidor en la conducción de la guerra, como ocurrió cuando el movimiento de masas comenzó a abuchear a Galtieri en una concentración popular en la Plaza de Mayo.

Por último, el tercer gran error de cálculo de la dictadura militar fue creer que con la guerra superaba la crisis del gobierno. Por el contrario, la aventura guerrera hizo aflorar, como toda guerra, todas las lacras y contradicciones del régimen de la dictadura asesina y también las del propio sistema capitalista semicolonial. A partir de la guerra se aceleró hasta límites inauditos la crisis económica, social y política del país.

De todos los errores que cometió la dictadura militar, el decisivo va a ser el de haber llamado a las masas a que apoyen la Guerra de las Malvinas, porque permitió la irrupción revolucionaria antiimperialista de éstas. Galtieri mismo ha confesado que él quería pactar el fin de la guerra, pero tuvo que abandonar ese proyecto porque los otros comandantes le dijeron que era imposible porque chocarían con la movilización popular.

Esta situación totalmente nueva que se inaugura con la Guerra de las Malvinas ha sido definida por nosotros como una situación revolucionaria. Fue originada por la intensificación de la crisis, con la irrupción revolucionaria del movimiento obrero. Esta irrupción y unidad revolucionaria del pueblo trabajador para enfrentar al imperialismo fue lo opuesto por el vértice a la política general del conjunto de la burguesía argentina que, salvo minúsculos sectores, no quería romper y mucho menos enfrentar al imperialismo inglés y yanqui. La Guerra de las Malvinas no sólo originó una situación revolucionaria y un gran movimiento de masas sino que provocó una diferenciación radical entre el conjunto de la burguesía y el pueblo. Quien se movilizó para apoyar la guerra y le dio un carácter antiimperialista fue el pueblo y no la burguesía, que tuvo una posición derrotista.

El Papa vino al país para reforzar esta actitud derrotista de la burguesía. Es así como, el mismo día que el Papa llamaba a su misa, ya había empezado la lucha definitiva por parte de los ingleses para ocupar Puerto Argentino. Al Papa hay que verlo, en este caso, como el movilizador de las masas pequeñoburguesas y burguesas para imponer la capitulación al imperialismo británico. Dejando de lado si correspondía pactar o no el fin de las hostilidades por la correlación de fuerzas militar –lo que es un problema de otra índole y no político–, el Papa vino para servir a la política del imperialismo y de la burguesía argentina.

Crisis y triunfo revolucionario

La derrota en la guerra transformó la situación revolucionaria directamente en una crisis revolucionaria, si definimos como tal el hecho de que la crisis del sistema y el ascenso del movimiento de masas provoca una situación en la que el poder queda suspendido en el aire y las instituciones que nos gobernaban dejan de hacerlo.

La derrota en la guerra fue un nuevo salto en la crisis general del sistema y del gobierno militar, que la llevó hasta límites insospechados. Tenemos que insistir en que no fue sólo una crisis del gobierno militar sino de todo el capitalismo argentino. Es así que se destituye a Galtieri, como consecuencia de la derrota, con un golpe palaciego, sin que se pudiera durante días y días nombrar un reemplazante. Como consecuencia de la crisis revolucionaria el país queda sin instituciones que gobiernen, ya que se disuelve la Junta militar ante la imposibilidad de ponerse de acuerdo entre sí para nombrar un presidente las distintas armas que la conformaban. La crisis de la Junta de Comandantes es el punto fundamental de la crisis revolucionaria, porque ella era la institución fundamental de sostén del régimen militar. Cada fuerza armada quedó así gobernando un sector del gobierno por su propia cuenta y riesgo, sin tener que rendirle cuentas a ninguna institución de tipo central y nacional. Es lo que los comentaristas políticos llamaron con acierto el “feudalismo militar”. Al final, el Ejército intentó superar por su cuenta esta crisis total del régimen militar y del propio sistema capitalista, nombrando presidente a Bignone.

Lo importante no es que el Ejército haya nombrado a Bignone, sino cuándo y por qué circunstancias lo nombra. Bignone, antes de asumir y para hacerlo, pide el apoyo de todos los partidos políticos y de la burocracia sindical, fundamentalmente del peronismo y del partido radical. En la reunión con ellos, Bignone dice que no sabe si va a asumir y cuántos días va a durar si los partidos no lo apoyan. Y los partidos políticos que controlaban al movimiento de masas –fundamentalmente el peronismo y su burocracia sindical al movimiento obrero, y el radicalismo a la clase media– le dan un total apoyo para que suba al poder. Se transforman así en el apoyo institucional más sólido, porque las otras dos fuerzas armadas no lo hacen y posiblemente sectores importantes del Ejército tampoco.

Esta capitulación del Ejército, este pedido de auxilio a los partidos políticos, no es una actitud graciosa de la alta oficialidad del Ejército, sino que es provocada por la crisis total de poder existente en el país. Es decir, es provocada porque de hecho hay una revolución, o el temor a un estallido violento de una revolución, lo cual lleva al surgimiento de un gobierno que sube, no sólo por el apoyo de los partidos políticos, sino en base a un claro programa, que es la liquidación total desde el punto de vista institucional del gobierno militar; un gobierno que se compromete a dar amplias libertades políticas, democráticas y elecciones a plazo fijo; que surge no sólo apoyado por los partidos, sino gracias a que acepta que ya se abre inmediatamente una etapa absolutamente democrática para, por medio de elecciones, cambiar totalmente el régimen.

El carácter del gobierno Bignone

El gobierno Bignone, que nosotros definimos como producto de una revolución, también desde el punto de vista formal, estricto de las instituciones, puede ser definido como un cogobierno de las Fuerzas Armadas y la Multipartidaria, como un gobierno del Ejército apoyado por la Multipartidaria –por el peronismo y el radicalismo–. Y hoy día, al reconstituirse la Junta militar, [también podría ser definido] como el viejo gobierno de Videla o de Galtieri apoyado, sustentado y acordado por los partidos políticos. Nosotros creemos que no es así, aunque se podría aceptar la fórmula “cogobierno del Ejército con los partidos”. Nosotros creemos que una de las grandes tareas que se le da al gobierno Bignone es lograr la urgente unidad de las tres fuerzas armadas, pilar del Estado burgués. Ellos reconocen que hay una crisis total de tipo revolucionario que se prolonga, y que tienen que reestructurar la Junta. Pero esta reestructuración es totalmente formal; no logra una Junta militar sólida ni fuerte, ni logra fortalecer al gobierno de Bignone. Este, por el contrario, es un gobierno extremadamente débil, prácticamente sin ninguna fuerza, ya liquidado, que prolonga su agonía, tiene sobrevida pero ya es un muerto; tanto, que consideramos que es un gobierno kerenskista o semikerenskista.

UNA NUEVA SITUACION REVOLUCIONARIA

Justamente la extremada debilidad del gobierno es para nosotros un síntoma más de que es un gobierno pos triunfo de una revolución, lo que se refleja también en las organizaciones en las cuales se apoya, que son los partidos políticos y la burocracia sindical. Cuatro factores caracterizan la etapa que se abre después de Bignone. El primero es la ida inexorable a las elecciones nacionales. El segundo, la apertura democrática y legal extraordinariamente amplia, la más amplia que ha conocido el país. El tercero es la intensificación de la crisis del sistema capitalista semicolonial y, como parte de esta crisis, la del gobierno y las instituciones burguesas, que se vuelven extremadamente débiles. El cuarto es la extensión de la movilización de masas, principalmente la aparición de la clase obrera, con sus métodos tradicionales, las huelgas y movilizaciones, como principal caudillo indiscutido de los trabajadores. La expresión máxima de este fenómeno son las huelgas generales.

De estos cuatro factores, la burguesía trata de utilizar en su favor fundamentalmente los dos primeros, oponiéndolos a los otros dos, para frenar la crisis total del régimen burgués tanto económica como política y para frenar también la movilización revolucionaria del movimiento de masas. Concretamente, la burguesía quiere que las masas dejen de movilizarse y que las Fuerzas Armadas y el gobierno se fortifiquen a través del llamado a elecciones, con la apertura democrática legal. Estos intentos han fracasado hasta la fecha ya que, por el contrario, las libertades democráticas han servido para que las masas pierdan el miedo y se lancen en oleadas a la lucha. Esta política de la burguesía puede verse fortificada (y no negamos la posibilidad de que así suceda) e incluso concretada durante un corto interregno de uno o dos años, a través del juego de las instituciones democráticas burguesas: lo que hemos denominado contrarrevolución democraticoburguesa.

La etapa que se abre con Bignone se caracteriza porque la movilización de masas unitaria, revolucionaria, contra el imperialismo durante la Guerra de las Malvinas, se ha transformado en una gigantesca movilización contra las Fuerzas Armadas, contra las expresiones más terribles del gobierno militar y del sistema capitalista nacional. Esto se expresa con grandes movilizaciones contra los impuestos, contra los terratenientes –ocupando las tierras y luchando contra los desalojos y las indexaciones en las ciudades–, con la insubordinación y la protesta pública contra la alta oficialidad de las Fuerzas Armadas, con las movilizaciones regionales contra la política económica del gobierno que condena a las provincias a una crisis sin remedio, con las marchas de las Madres de Plaza de Mayo contra el genocidio y por las libertades democráticas, con las huelgas policiales en cadena por aumentos de sueldo con ollas populares, y fundamentalmente con cada vez más huelgas parciales del movimiento obrero y las dos huelgas generales que paralizaron el país. Este último hecho es el más importante, sin disminuir el carácter masivo y popular de la lucha contra el gobierno.

Paralela a esta movilización multitudinaria en ascenso se ha agudizado la crisis de todo el sistema. Es así como, a pesar de la reconstitución de la Junta militar, las distintas armas siguen enfrentándose públicamente, concordando solamente en la necesidad de efectuar las elecciones a plazo fijo. En las Fuerzas Armadas la expresión más aguda de esta crisis se manifiesta en los conflictos policiales, aunque tiene otras expresiones espectaculares como se puso de manifiesto en la ceremonia de homenaje a los caídos en la guerra [27] .

La contraofensiva burguesa e imperialista

La gran maniobra del gobierno, los partidos políticos y la burocracia sindical es desviar la movilización de masas hacia las elecciones internas de los grandes partidos primero, y después hacia la elección nacional, para desembocar por último en un régimen democraticoburgués que estabilice y supere la crisis del sistema burgués. Parte de este plan pasa por superar y reorganizar lo más rápidamente posible a los grandes partidos burgueses nacionales, que están también conmovidos y en crisis como consecuencia del triunfo de la revolución democrática.

Nada demuestra mejor esta política de tratar de superar la crisis con la marcha hacia un régimen democraticoburgués que la antinomia que se produjo entre la Multipartidaria y las dos grandes huelgas generales. La marcha y concentración de la Multipartidaria de fines del año pasado tuvo un objetivo preciso y esencial: evitar que la huelga general conmoviera al gobierno y a los partidos políticos burgueses. Con esa fúnebre marcha contrarrevolucionaria hacia la democracia burguesa, al mismo tiempo intentaba matar dos pájaros de un tiro, tratando de ganar prestigio y ubicarse en el centro de la escena como opositora al gobierno, arrancándole este lugar a la clase obrera y a las organizaciones sindicales.

Pero también es cierto que la marcha de la Multipartidaria tenía como objetivo remachar el acuerdo con el gobierno para que el curso hacia la democracia burguesa se hiciera sin condicionamientos por parte de éste, obligándolo a reconocer su derrota y su dependencia de los partidos de la Multipartidaria fundamentalmente. Esa marcha era para reforzar el rechazo generalizado a la concertación propuesta por las Fuerzas Armadas en su momento, y que fue rechazada por los partidos políticos porque era un intento de condicionar las futuras instituciones democráticas burguesas y el futuro margen de maniobra de los partidos burgueses para canalizar y controlar al movimiento de masas en ascenso en medio de una crisis total, económica e institucional de la burguesía. La Multipartidaria, con la marcha y el rechazo a la concertación que quería imponer el gobierno militar, demostraba que seguía siendo el factor fundamental de apoyo al gobierno, justamente porque el poder está en las calles y ya estaría en manos de la clase obrera y el pueblo si estos partidos no apoyaran al gobierno, si no le hubieran cedido el poder que tendría que ser de ellos a este gobierno inestable y débil.

La movilización de la Multipartidaria tuvo entonces también esa otra cara, que era recordarle al gobierno que tenía todo su apoyo, pero sólo si continuaba con el proyecto de suicidio del gobierno militar e instauración de un régimen democraticoburgués.

Este elemento cierto, pero parcial y unilateral, de la política de los partidos burgueses, especialmente de la marcha de la Multipartidaria, fue sacado del contexto de la política general de la Multipartidaria de enfrentamiento a la clase obrera y de acuerdo con el gobierno, para ser utilizado por el stalinismo y el centrismo oportunista para llamar a las masas a concurrir a la marcha de la Multipartidaria. Se olvidaban de que la Multipartidaria era, es y será, hasta que venga el nuevo gobierno democraticoburgués, el sostén principal del gobierno de Bignone, en la medida en que éste siga cumpliendo, como lo va haciendo, el plan elaborado en común de ir a una democracia burguesa.

Cuidado con un falso optimismo

Todo lo que venimos diciendo no debe llevarnos a una confusión: creer que el plan burgués ha caído en el vacío, que su maniobra de desviar la movilización revolucionaria al proceso electoral, a la reorganización de los partidos, no tiene ningún éxito. Por el contrario, ha logrado, en buena medida, postergar los grandes enfrentamientos contra el sistema capitalista. Ha conseguido hacer olvidar en cierto grado la explotación y la colosal crisis económica del régimen y del sistema. Ha podido aparentemente superar la crisis de los grandes partidos y alejar la posibilidad de una huelga general que enfrente al régimen en forma completa, total, hasta su caída. En la actual etapa la burguesía se conforma con superar esta crisis de los partidos políticos burgueses como paso previo a lograr una democracia burguesa sólida, fuertemente estructurada en la próxima etapa del gobierno constitucional.

Como todas las maniobras de la burguesía en esta etapa de crisis y de ascenso revolucionario, tiene vuelo corto; son éxitos efímeros, pero éxitos peligrosos si se siguen acumulando. Si bien ha logrado en apariencia superar la crisis de los partidos burgueses, el nivel de afiliación de éstos ha sido verdaderamente impresionante –el 30 por ciento de los votantes–, lo que ha despertado una pasión política entre los trabajadores como jamás habíamos observado a pesar de ser el pueblo argentino tan politizado. Esta inquietud política explica el número de afiliaciones y la intensidad con que se las llevó a cabo. Esto explica los éxitos del Partido Obrero (PO) y nuestro. Es necesario sacar conclusiones revolucionarias de este hecho, nuevo por su magnitud, que se hace más importante a tomar en cuenta en nuestra política inmediata.

HACIA EL ESTALLIDO DE LA LOSA POLITICA Y SINDICAL PERONISTA

Nada será igual en nuestro país a partir del triunfo de la revolución democrática contra la dictadura. Todo será subvertido, cuestionado y superado. Todo lo viejo entrará en crisis. De esa crisis, la más importante, la que tendrá un valor histórico será la del peronismo. A pesar de su colosal afiliación, o debido justamente a ella, ha entrado en una nueva etapa en su agonía, aunque parezca lo contrario. Esta crisis provocará una verdadera revolución mental en todo el movimiento obrero y de masas, monopolizado en forma casi absoluta durante cuarenta años, política y sindicalmente, por el peronismo.

En lo que sigue trataremos de demostrar por qué el peronismo ha entrado en su crisis histórica, definitiva.

El gobierno de Perón y el movimiento obrero

Debido a las colosales traiciones del comunismo y del socialismo argentinos, que apoyaban la colonización yanqui del país al mismo tiempo que controlaban políticamente a la clase obrera, el peronismo pudo no sólo desplazar a esos partidos obreros traidores sino además, lo que fue una verdadera tragedia para el movimiento obrero, degenerar su ideología y conciencia de clase. Este, desde el peronismo, cree en un gobierno bueno, paternal, que le otorgue conquistas al movimiento obrero desde arriba.

No se nos oculta el trasfondo económico-social del surgimiento del peronismo. La Argentina era el país semicolonial más avanzado del mundo, el más rico, el que durante décadas había sido la Arabia Saudita del régimen imperialista: el quinto puesto en el comercio mundial durante más de cincuenta años. Además, esta semicolonia pudo, durante la Segunda Guerra Mundial, acumular grandes cantidades de divisas y una posición económica todavía más sólida, privilegiada. A esta situación de coyuntura se le sumaban una gran acumulación capitalista anterior y pautas europeas y norteamericanas de cultura y consumo. El gobierno de Perón, en su afán de resistir al imperialismo yanqui sin perder sus características reaccionarias, pudo hacerle tremendas concesiones al movimiento obrero gracias a las nuevas riquezas acumuladas por el capitalismo argentino, sumadas a las que ya heredaba.

Una grave contradicción

La otra cara de estas concesiones al movimiento obrero fue la organización sindical y de las comisiones internas y cuerpos de delegados de los establecimientos. Bajo el peronismo, los sindicatos argentinos han organizado a más del noventa por ciento de la clase obrera, que a su vez se organizó en comisiones internas y cuerpos de delegados. Esa organización sindical fue acompañada y producto, al mismo tiempo, de grandes luchas de los trabajadores y no sólo de la mera protección estatal del gobierno peronista. Las grandes huelgas gremiales, así como las generales, suman decenas y decenas en la Argentina. El movimiento sindical argentino por un lado tuvo el control ultrarreaccionario procapitalista de sus sindicatos por parte del Estado, y por otro lado, en contradicción con esto, tuvo una poderosa organización de base y también sindical.

Esta combatividad y organización sindical entró en contradicción, en la conciencia y combatividad del proletariado argentino, con su conciencia política. Las concesiones que había dado el gobierno de Perón llevaron al movimiento obrero a creer que toda su perspectiva política era tener un gobierno bueno, paternal, con un Estado que también le otorgara concesiones al movimiento obrero. Esta concepción profundamenta burguesa y bonapartista, retrógrada, de la clase obrera argentina, provocó esta contradicción insuperable durante cuarenta años. Lo curioso es que durante todos estos años la clase obrera no ha podido superar esta contradicción entre su conciencia ultracapitalista y, digámoslo con claridad, ultrarreaccionaria, que mira hacia atrás, hacia volver a un gobierno que le haga concesiones, paternalista y bonapartista, sin importarle si es reaccionario o no, y su tremenda combatividad y organización sindical. Esta contradicción es la que ahora se expresa en la crisis del peronismo y la que va a tener solución histórica.

El peronismo en la oposición

El peronismo fue un partido político y un movimiento sindical originado y protegido por el Estado burgués y su gobierno bonapartista. La caída del gobierno peronista, contra lo que pudiera creerse, no cambió su carácter de organización con características bonapartistas y que busca la protección estatal. El general Perón en el llano tuvo tanta o más fuerza que cuando estaba en el gobierno para imponer su voluntad a su partido y para seguir manteniendo el apoyo del movimiento obrero y de masas. Su tremenda fuerza le venía del horizonte político del movimiento obrero, que quería recuperar su gobierno paternal, retroceder al viejo gobierno y no avanzar hacia un gobierno obrero. Gracias a ello, Perón y su burocracia sindical pudieron manipular a los trabajadores directamente contra sus intereses históricos, haciendo que votaran a un gobierno proimperialista como el de Frondizi, o apoyar con todas sus fuerzas al golpe de Onganía, sin que la clase obrera entrara en crisis con el peronismo y su siniestra burocracia sindical. Sin un bonaparte que impusiera solución a los conflictos entre las distintas alas del movimiento y en general entre el movimiento obrero y la burocracia sindical, sin la perspectiva de un gobierno que protegiera a los sindicatos y a la burocracia desde el Estado burgués, el peronismo no hubiera podido subsistir, habría desaparecido.

La base económico-social de la sobrevivencia del peronismo tiene que ver también con la de su surgimiento: la Argentina, a pesar de su decadencia, arrancaba de una situación ultraprivilegiada, como el país semicolonial más rico que había dado el régimen imperialista. Esto permitió que continuara la sustitución de importaciones, el desarrollo industrial basado esencialmente en un poderoso mercado interno (si tomamos en cuenta los países coloniales y semicoloniales), seguir con las pautas de consumo europeas y norteamericanas y reforzar estas tendencias con un masivo ingreso de capitales imperialistas, principalmente a partir de los gobiernos de Aramburu y Frondizi. Esta decadencia relativamente lenta (aunque el gobierno peronista no estuviera en el poder), permitió que se mantuvieran las direcciones sindicales peronistas en el gobierno a través de una doble relación: de colaboración y de protección de cada uno de los gobiernos y de cada uno de los aparatos estatales, al mismo tiempo combinada con la protección política o las negociaciones con el movimiento peronista y con el propio general Perón.

El peronismo se mantiene esencialmente como estructura por la estructura sindical, que por un lado conserva una ideología peronista –lo que significa buscar el acuerdo con los militares y la protección del Estado, cualquiera sea quien esté en el Estado– y por otro lado se apoya políticamente en Perón para no romper con el movimiento de masas que era y sigue siendo peronista, buscando la vuelta del general Perón para que desde allá le otorgue concesiones. Esto hace que la burocracia tenga un rol tan pérfido, tan reaccionario, en toda esta etapa. Es quien pacta con Frondizi, negocia con Illia, posteriormente da el golpe de Estado junto con Onganía y últimamente negocia, colabora de lleno con el régimen militar, el mismo que había volteado al peronismo. Esta posibilidad de acuerdo de la burocracia peronista con los distintos gobiernos burgueses de turno ha sido la constante de su actuación, salvo algunas excepciones: el primer año o año y medio del gobierno de Aramburu y en cierta medida la etapa Illia. Pero la razón última de esta posibilidad, de que sobreviva la burocracia sindical y que a su vez sea defensora del peronismo, está dada también por la herencia de la enorme riqueza acumulada del capitalismo argentino, que permitió siempre que no haya desocupados, que se puedan negociar los salarios, es decir, que se pudiera llevar a cabo como mínimo, cuando ya no se podían arrancar nuevas concesiones, una política reformista de no ceder las conquistas sino negociarlas dando sólo pequeños retrocesos.

Pero este fenómeno cambia completamente cuando comienza la gran crisis económica del capitalismo y del imperialismo mundial y su reflejo en la Argentina, lo que significa un cambio cualitativo en la política de la burguesía en relación con el movimiento obrero y los propios sindicatos. Este fenómeno se da a partir de 1974-1975 como expresión nacional de la primera gran crisis del capitalismo [en la posguerra]. Esta situación va a impedir toda política reformista por parte de la burguesía en relación con el movimiento obrero y la va a obligar a llevar una ofensiva total contra él.

El gobierno de Isabel

El gobierno de Isabel, como el gobierno militar que la sustituye, refleja ya esa profunda contradicción del movimiento peronista: la imposibilidad de hacerle ninguna concesión, ni siquiera de respetar o recortar las conquistas del movimiento obrero, sino directamente tener que suprimírselas desde todo punto de vista. Esto provoca el enfrentamiento del movimiento obrero contra el gobierno de Isabel a través de la huelga general contra Rodrigo. La expulsión del país de López Rega se inscribe dentro de esta colosal huelga del proletariado argentino contra el gobierno peronista [28] . [Esta contradicción] se expresa [también] en la ruptura de los Montoneros con el gobierno.

Si este proceso no siguió adelante, si este esclarecimiento de la clase obrera con respecto al carácter profundamente reaccionario del peronismo no avanzó, se debió justamente a la política elitista, criminal, de los Montoneros, que llevaron a la vanguardia obrera y estudiantil a una lucha física con el régimen, haciendo una guerra civil de bolsillo contra éste, alejándola de su contacto con el movimiento de masas para terminar de llevarlo al rompimiento con el gobierno reaccionario de Isabel y con el peronismo.

Con el gobierno militar se agudiza toda la política aplicada por Isabel, se lleva hasta el final la ofensiva contra el movimiento obrero y los trabajadores, se le quitan todas las conquistas y concesiones que les había otorgado el peronismo –medidas que el gobierno de Isabel no había podido lograr–. Se corta así definitivamente la etapa económico-social que permitía dejar en manos de la clase obrera grandes conquistas. Nada demuestra mejor la crisis del peronismo que su división en dos centrales sindicales, y hoy en día dos “62 Organizaciones”. La corriente liderada por Triaca es la que acepta la nueva situación y quiere que surja un nuevo tipo de sindicalismo, que no se meta en política, que sea estrictamente profesional y de colaboración directa con las empresas, en contraposición con el sindicalismo de Miguel, que quiere un nuevo pacto con los militares para ver si logra algunas concesiones para el movimiento obrero y sobre todo para la burocracia sindical [29] .

El peronismo en crisis

El impacto del triunfo de la revolución democrática ya ha golpeado fuertemente al peronismo; es un golpe mucho más terrible que el que le había dado en su momento la contrarrevolución. La consecuencia de esta revolución democrática es que el carácter bonapartista, verticalista, del peronismo ha sido conmovido, al entrar en un proceso de reorganización partidaria democrática y no bonapartista. La existencia de varias decenas de fracciones en la provincia de Buenos Aires es una demostración contundente de esto. El verticalismo rabioso, el que hace una cuestión de principios que subsista la estructura bonapartista, no democrática, tendrá que luchar en las elecciones internas como cualquier otra corriente antiverticalista para ganarlas.

Creemos imposible que, aun ganando los ultraverticalistas, logren evitar el colapso definitivo. Veamos las razones. La etapa democrática abierta va a hacer que, a corto plazo, el verticalismo y el antiverticalismo, así como las distintas fracciones de cada una de esas grandes corrientes, no puedan convivir dentro de la misma organización, ya que todos ellos tienen proyectos políticos distintos, antagónicos: uno bonapartista, el verticalista; otro democraticoburgués, el de los antiverticalistas. Pero más grave que esta lucha entre proyectos políticos, es que los mismos están atravesados por la grave situación de la lucha de clases y por la crisis económica que no le permite al peronismo hacer ninguna concesión. Esto es así porque, si no, caeríamos en el formalismo, porque los dos proyectos pueden convivir en un partido con características de movimiento por un tiempo más o menos prolongado. Esta situación significará una rápida ruptura con el peronismo del movimiento de masas y obrero, después posiblemente de la asunción del gobierno constitucional, lo que provocará también una crisis profunda en el peronismo, que se combinará con los dos proyectos políticos para que salte todo el peronismo por los aires.

Si el peronismo gana las elecciones se verá obligado a ser la punta de lanza de una brutal ofensiva contra el nivel de vida de los trabajadores, en lugar de hacerles concesiones. La clase obrera verá entonces que el peronismo no es el viejo gobierno paternalista y bueno, que les concedía todo lo que pedían, sino todo lo contrario, un gobierno asesino, hambreador.

Pero aun no ganando las elecciones, no podrá evitar su crisis ya que el radicalismo en el poder negociará con un sector del peronismo, tanto político como sindical, para dividirlo, obligándolo a responder a la siguiente pregunta: ¿A favor o en oposición a la ofensiva contra el nivel de vida de las masas y contra el propio país para colonizarlo? Este planteo del radicalismo y de la burguesía inevitablemente va a dividir al peronismo, haciendo que la amplia mayoría de la burocracia sindical y del sector político se inclinen a apoyar a sectores del radicalismo en la política de ofensiva contra el movimiento de masas. Esto originará posiblemente corrientes de izquierda (no debemos hacernos muchas ilusiones sin observar el proceso) dentro del propio peronismo o, lo que es más posible, originará procesos moleculares hacia la izquierda que llevarán hacia su crisis definitiva.

El proceso electoral y el próximo gobierno constitucional pueden evitar, y hasta ahora han evitado, que a corto plazo estalle la crisis total, definitiva del peronismo. Decimos que “posiblemente” hasta el próximo gobierno constitucional no estallará esta crisis, porque todavía no está claro cuáles son las intenciones del bonaparte con faldas [Isabel Perón] con respecto al partido peronista: si intervenir con todo, inclusive hasta autoproponerse como candidata, o abstenerse de hacerlo. Cualquiera de las dos actitudes llevará a una crisis inevitable por las dos razones ya enunciadas: los distintos proyectos políticos que hay en su seno, y la crisis económica y la ofensiva burguesa e imperialista del futuro gobierno contra el movimiento de masas. Pero es evidente que el proceso electoral ha provocado un fenómeno centrípeto, de unidad de todas las tendencias peronistas para lograr el triunfo del peronismo, un triunfo categórico, absoluto, de sacar alrededor de un cincuenta por ciento de los votos y postergar las luchas de todas las tendencias para después de las elecciones. Esta política de frente único electoral para ganar las elecciones no puede ocultar, una vez que éstas se lleven a cabo, los profundos antagonismos de sectores de clase, fundamentalmente del proletariado que apoya al peronismo, con la dirección burocrática y burguesa que lo dirige, pero también de los distintos proyectos que hay en su seno.

Por el contrario, después de las elecciones, la existencia de la Cámara de Diputados y de Senadores, los cuerpos elegidos, hará que salten a la luz del día ya en los propios cuerpos colegiados las profundas diferencias dentro del peronismo. Y, lo que es más importante todavía, estas diferencias se expresarán en las calles, en todas las movilizaciones que haya del movimiento obrero: contra el gobierno peronista si sale elegido, o contra el gobierno radical con alianza de sectores peronistas si gana el radicalismo.

El peronismo ya está en crisis; sus fracciones públicas así lo demuestran. Lo único que aún no se ha producido es el estallido de la misma. Que ya existe esa crisis en relación con el movimiento obrero y popular se refleja en la falta de militancia, en el escepticismo de los trabajadores, en la desconfianza en la dirección, principalmente en Isabel y en la burocracia sindical. La gran afiliación por peso de inercia no debe hacernos olvidar estos fenómenos profundos, porque son los que van a salir a la superficie, sorprendiendo a los que hagan un análisis electoral y superficial de la situación del peronismo. El peronismo está, posiblemente, a pocos meses de asumir de nuevo el poder. Pero esto significará el último chisporroteo de esta siniestra organización política enterradora de todas las luchas del proletariado argentino, socia de todos los gobiernos reaccionarios que hemos padecido en los últimos cuarenta años.

Recién cuando estalle esta etapa de crisis abierta y no oculta del peronismo, se abrirá la etapa de transformación de nuestro partido en un partido con influencia, mayoritaria o minoritaria muy importante, en el movimiento obrero. Entonces adquirirá toda su importancia histórica la apertura en las barriadas obreras de quinientos o más locales partidarios. No se necesita mucha imaginación para barruntar qué ocurrirá en esas barriadas, con sus fábricas y talleres, cuando los trabajadores dejen de ser peronistas. Una parte sustancial de ellos puede ser ganada, creemos que será ganada, inevitablemente, por nosotros. Se trata de saber si ganaremos la mayoría o una importante minoría, pero es inevitable que los ganemos.

Esta crisis política del peronismo no tiene por qué ser acompañada mecánicamente por la crisis del movimiento sindical peronista. Con esto queremos decir que no tienen por qué seguir el mismo ritmo o una secuencia inevitable que comience por la crisis política y después la sindical. Ya hay una crisis entre la CGT de Brasil y la de Azopardo muy grande; pero hay otra crisis mucho más profunda, que es la crisis de la base sindical con su dirección. No hay ninguna dirección que sea seguida con entusiasmo por la base obrera y sindical. Todas son repudiadas por la base. Aun cuando se diera un proceso parecido al electoral nacional, de que, por falta de dirección o de alternativa nueva, de vanguardia, clasista, se vuelva a votar por tal o cual burócrata en las elecciones sindicales, será una elección que ocultará el repudio generalizado. Pero no sabemos en qué momento se reflejará la revolución democrática triunfante en el seno del movimiento obrero y específicamente en el movimiento sindical. Puede ser después de la crisis política del peronismo, durante esa crisis o, no lo descartamos, antes de esta crisis abierta, como consecuencia de las elecciones internas sindicales o de grandes luchas, que harán que surja a nivel de delegados y comisiones internas una nueva dirección del movimiento obrero y sindical argentino. Por eso es tan importante comprobar, a nivel de la base obrera, si la apertura de las elecciones en los sindicatos se refleja por abajo y puede ser utilizada para promover una nueva dirección a ese nivel. Este proceso de base tendrá una influencia decisiva en la liquidación de la burocracia sindical, lo que significaría la crisis política total del peronismo. Esta liquidación de la burocracia sindical en forma masiva en todo el país, sería una ampliación y una continuación del heroico Sitrac-Sitram.

III
Nuestro partido y su política

Nuestro partido tuvo una política correcta durante todos los años previos a la Guerra de las Malvinas, que era consecuencia de sus análisis correctos. La base del análisis del partido era que éste era un régimen que a corto plazo iba inevitablemente a una crisis total y también revolucionaria. Para nosotros la clase obrera estaba derrotada, pero no había sufrido una derrota histórica: a los pocos años la clase obrera iba a volver a iniciar su contraofensiva. La consigna esencial de toda esta etapa es ¡Abajo el gobierno militar! ; esa es la base de la agitación central de nuestro partido y ligamos todas las consignas a esta tarea histórica.

La crisis que se inicia con el año 1981 hace que llevemos a un plano más agitativo que nunca la necesidad de voltear al régimen militar. Todos los conflictos los orientamos a denunciar al gobierno y a plantear la necesidad histórica de voltearlo. En esto tuvimos una política diametralmente opuesta al PO, que se limitaba a una línea economista, de desarrollar las luchas parciales, y a una política democratista, sin centrarla en el problema del gobierno, en que había que luchar por voltear al gobierno y por denunciarlo en todas las actividades, en apuntar todas las baterías al logro de esta tarea fundamental, inmediata, de liquidar al régimen militar. Esta corrección de la línea del partido nos permitió enfrentar la etapa que se abrió con la Guerra de las Malvinas con una política correcta, que fue un verdadero éxito.

La Guerra de las Malvinas

El partido captó con rapidez, aunque demoró unos días, quizás una semana, el significado de la Guerra de las Malvinas. El partido comprendió que en la nueva etapa la tarea principal había dejado de ser denunciar al gobierno, y que pasaba a ser el apoyo total a la guerra, el enfrentamiento al imperialismo inglés y el insertarnos en el inevitable ascenso de masas antiimperialista y revolucionario que originaría, según nuestro criterio, la Guerra de las Malvinas. La denuncia del gobierno seguía siendo una tarea esencial del partido, pero cambiando su carácter, reconociendo que el eje pasaba por la guerra y el enfrentamiento al imperialismo inglés y a su socio, el imperialismo yanqui. Se combinó la consigna de defensa del nivel de vida de los obreros y de defensa de los sectores oprimidos y represaliados por el gobierno militar con el ataque al gobierno por su incapacidad de llevar la guerra hasta el fin, por su incapacidad de atacar al imperialismo en forma total. Es decir, denunciamos al gobierno por incapaz de ser antiimperialista consecuente y llamamos a reemplazarlo para imponer un gobierno que llevara la guerra contra el imperialismo en todos los terrenos, apoyándose en la movilización del pueblo.

Creemos que esto fue un acierto histórico hecho por el partido y que fue acompañado por toda la LIT, aunque, como toda línea, con algunas dificultades en la aplicación por demorar en la comprensión del nuevo fenómeno. Lo concreto es que el partido cambia toda la estructura de su programa y su política para hacerla girar alrededor de la Guerra de las Malvinas. Este acierto se reflejó inmediatamente en la situación del partido, que se ligó al movimiento de masas, comenzó a intervenir en la legalidad que se abrió con la guerra, comenzó a meterse de lleno en grupos y organizaciones de masas que apoyaban la guerra, y esto le permitió, en uno o dos meses, ampliar su militancia al doble aproximadamente, y abrirse a la perspectiva de seguir ganando cada vez más y más, de lograr un crecimiento muy grande ampliando enormemente su esfera de influencia. Esto fue así hasta que terminó la guerra y se abrió la crisis revolucionaria.

Uno de los grandes aciertos del partido durante esta etapa –aunque táctico, decisivo– fue denunciar la visita del Papa y llamar a no concurrir a la misa de éste, contra todos los partidos oportunistas, inclusive el PO, que junto con toda la ultrarreacción, la Iglesia y todos los sectores burgueses que estaban en contra de combatir al imperialismo, llamaron a concurrir en masa a la misa que tenía como objetivo prepararnos para la derrota. El nuestro fue el único partido que, en base a un análisis correcto de la Guerra de las Malvinas, se opuso a esa movilización contrarrevolucionaria de masas llamada por la Iglesia y el Papa para servir al triunfo del imperialismo.

Una confusión peligrosa

Terminada la Guerra de las Malvinas, se fue incapaz de hacer un análisis de la etapa abierta con la guerra y de la situación que se atravesaba a partir de la derrota, la caída de Galtieri y la subida al gobierno de Bignone.

A medida que fueron pasando los días esta confusión se fue incrementando. El partido no comprendió que se había abierto una crisis revolucionaria en la que el poder estaba en el aire y al alcance del movimiento obrero y de masas. No se supo hacer un análisis correcto de las consecuencias de la derrota y fundamentalmente de la caída de Galtieri y la subida de Bignone. No se comprendió que, al estar el poder suspendido en el aire, teníamos que hacer un planteo de poder inmediato, urgente, como solución a la crisis. En la realidad era imposible de lograr, pero sí en la conciencia del movimiento obrero, era necesario un planteo de poder claro ante la crisis de poder. Seguimos con un planteo abstracto de ¡Abajo la dictadura! o algo por el estilo, sin decir en forma precisa que no había ningún poder y que nosotros proponíamos uno. Creemos que en ese momento hubiera sido lo adecuado –decimos esto como una enseñanza para el futuro– levantar Todo el poder para el Congreso de 1976. En forma más precisa, debimos haber levantado la consigna de ¡Abajo Galtieri! y ¡Gobierno del Congreso de 1976! ni bien se perdió la guerra. Creemos que este fue un grave error político que tuvo consecuencias bastante importantes sobre el futuro del partido.

Se agrava la confusión

Después de subir al gobierno Bignone y a medida que fueron pasando las semanas, esta confusión inicial se fue incrementando. Es así como no se dio una definición clara y categórica de la etapa, ni se sacaron conclusiones políticas ni organizativas relacionadas con esa definición. Había dudas sobre cómo definir la situación, e incluso si se había abierto una etapa de libertades democráticas y de actividad política legal. Debido a la carencia de una clara definición teórica y política de la etapa abierta, había amplios sectores del partido que habían entrado en una etapa de legalidad prácticamente total, pedían dinero para el partido timbreando casa por casa; contradictoriamente, otros sectores del partido y fundamentalmente la dirección consideraban que la etapa de la Guerra de las Malvinas, de ascenso revolucionario de masas y de otorgamiento por parte de la dictadura de libertades democráticas, se había cerrado por la culminación de la guerra y se entraba de nuevo en una etapa contrarrevolucionaria, de clandestinidad total, o en una etapa de transición, muy corta, a un inevitable golpe contrarrevolucionario, y que la clase obrera sería derrotada si este golpe se daba. Como vemos, mayor confusión no podía haber entre lo que en general la base obrera llevaba a cabo y lo que pensaba y hacía la dirección. Esta confusión y falta de claridad tuvo consecuencias funestas porque comenzó a lesionar las conquistas obtenidas y llevó al partido al borde de una crisis muy grave.

Una de las expresiones tragicómicas de esta desorientación estaba dada porque la dirección había extremado sus medidas de clandestinidad en el momento en que hacían eclosión en el país las libertades democráticas.

Los locales, el periódico y la definición de la situación como revolucionaria

La confusión se comienza a superar cuando, para dar mayor claridad a la discusión, al análisis teórico-político y fundamentalmente a la orientación del partido, se formula una conclusión categórica: inevitablemente se va a elecciones y al otorgamiento de libertades democráticas que se ampliarán cada vez más.

De esta conclusión categórica surge una nueva política: había que prepararse para intervenir con todo en la legalidad y, utilizando las libertades democráticas crecientes que se estaban consiguiendo, orientarnos a intervenir en las elecciones. Estas conclusiones teóricas y políticas nos llevaron a precisar aún más las tareas y consignas que teníamos que cumplir en el terreno organizativo, pero que adquirían un profundo contenido político. Se lanzó la consigna de abrir doscientos locales públicos en ciento ochenta días y de publicar un periódico legal para lograr una venta de miles y miles de ejemplares.

Este nuevo análisis y orientación partidaria fue resistido, o mirado con escepticismo, por importantes sectores del partido; no así por la dirección partidaria que rápidamente consideró que efectivamente se estaba al borde de una grave crisis por la confusión anterior y que este análisis sencillo y categórico, aunque unilateral, nos permitía comenzar a revertir la crisis.

Por otra parte, los locales y los periódicos estaban ligados como actividades, ya que para nosotros el local se transformaba en el principal centro partidario para la principal tarea que era distribuir el periódico. Junto con este análisis, llamémoslo así, unilateral y exageradamente inmediatista de las perspectivas políticas y de las tareas del partido, se comenzó a discutir la situación, la definición de la etapa que estábamos atravesando. Llegamos a la conclusión de que era una etapa revolucionaria por la crisis objetiva del régimen y no porque hubiera un fabuloso ascenso revolucionario de masas; por el contrario, opinábamos en un primer momento que la situación revolucionaria estaba caracterizada solamente por la crisis, que se combinaba con una movilización molecular.

Esta caracterización rápidamente fue superada cuando nos dimos cuenta de que, a partir de la Guerra de las Malvinas, se había iniciado una movilización de masas, unitaria, revolucionaria, y que la etapa molecular que nosotros habíamos visto es la etapa típica después de un gran pico de ascenso, que era lo que había seguido en el pos Malvinas, pero que era inevitable la entrada de la clase obrera y que las luchas se generalizaran cada vez más. Llegamos así a una segunda definición de la situación revolucionaria argentina. Con eso comenzó a redondearse nuestra política y nuestro análisis de conjunto de la realidad argentina.

La consigna de gobierno

Con respecto a la consigna de gobierno, en esta etapa hubo también por parte del partido un proceso de aproximación que, al revés de la respuesta dada con respecto a las perspectivas y a la política concreta y con respecto a la definición de la situación, no fue resuelta por el partido en forma correcta.

La dirección y el partido comenzaron a tratar de adecuar la consigna de gobierno a la nueva situación revolucionaria. Se fue consciente de que la consigna ¡Abajo la dictadura! había perdido actualidad agitativa, que no era la central, la que sentía el movimiento de masas, que no respondía, entonces, a la fuerza del movimiento de masas.

Poco después, con mucho atraso (porque para nosotros era correcta para la etapa anterior) lanzamos la consigna ¡Que se vayan ya! y ¡Que el gobierno lo tome el Congreso de 1976! , asimilando, pero adecuándola al país, la gran experiencia de la Revolución Boliviana.

Hoy en día, haciendo el análisis de acuerdo a este documento, llegamos a la conclusión de que no dimos una respuesta correcta a este problema. Opinamos que entregar el poder al Congreso era una consigna que podíamos haber levantado cuando se produjo la crisis revolucionaria. Pero después que sube Bignone, se da la perspectiva electoral y se señala que se va a mantener la Constitución de 1853, no hemos denunciado el carácter de contrarrevolución democrática que significa, hoy en día, la vieja Constitución. La otra cara de la no denuncia de la maniobra del gobierno ha sido que no hemos levantado como gran consigna de poder para contraponerla a la Constitución de 1853, la de Asamblea Constituyente (creemos que estamos en mora respecto de este problema, con un tremendo atraso de un año) como la principal consigna de poder del partido para oponer a la contrarrevolución democrática, contra la elección presidencial, basada en una Constitución reaccionaria con un Senado omnipotente, elegido en su amplia mayoría por las provincias menos habitadas, menos proletarias. Frente al intento de la burguesía y los militares de recomponer el poder burgués, de superar la crisis del aparato militar a través de la Constitución de 1853, nosotros le oponemos la consigna de Asamblea Constituyente. Esperamos que este Comité Central discuta a fondo este problema fundamental, que tiene que ver con nuestras perspectivas inmediatas.

Algunos compañeros se sorprenderán de nuestro actual ataque frontal a la Constitución de 1853, cuando [antes] oponíamos sus libertades a los gobiernos de Isabel y principalmente de los militares. Esa sorpresa es consecuencia de no comprender justamente el cambio revolucionario que hemos vivido. Las libertades de la Constitución, las únicas que reivindicábamos, eran muy progresivas en relación a las Actas Institucionales de la dictadura, que las abrogaban. Hoy en día la Constitución se ha vuelto la consigna fundamental de la contrarrevolución democrática, y no como antes una consigna antidictatorial.

El problema del gobierno

Como ya hemos visto, logramos precisar las tareas inmediatas del partido, orientarlo, ubicarlo y al mismo tiempo definimos la situación como revolucionaria. Si se acepta la conclusión de este informe sobre la importancia que tiene para toda la etapa como consigna fundamental la de Asamblea Constituyente , habremos redondeado nuestro programa para enfrentar al gobierno Bignone.

Algo parecido nos ocurrió con la consigna de gobierno. Hoy en día, al precisar la consigna de Asamblea Constituyente , no debemos echar por la borda todo lo que avanzamos respecto de este problema. Todo comenzó con la discusión de para qué perspectiva política abríamos los locales. Abrir los locales no podía ser una perspectiva en sí misma. Tuvimos que hacer un análisis de las perspectivas electorales y partidarias en forma hipotética, llegando a la conclusión de que nuestras consignas hipotéticas eran tres: un partido obrero, o un partido socialista con influencia de masas, o la formación legal de un partido que fuera directamente el nuestro, en otra etapa.

Estas hipótesis nos llevaron a ciertas conclusiones prácticas, pero esencialmente nos plantearon la necesidad de discutir qué tipo de república y de gobierno queríamos nosotros en esta etapa.

La discusión de las perspectivas políticas y de nuestras consignas nos llevó a la conclusión de que en esta etapa no vemos otra alternativa de gobierno y de república que los socialistas. La realidad actual no nos da ninguna perspectiva concreta de plantear una república o un gobierno obrero y popular. Podemos levantar esta consigna como variante táctica de la de República o Gobierno socialista. Pero lo que no podemos levantar o decir como real [es el gobierno obrero y popular], porque no vemos ningún partido reformista ni movimiento sindical de masas independiente de la burguesía, aunque sea reformista, que nos permita plantear un gobierno obrero y popular de ellos. Por ejemplo, “gobierno de la CGT” o variantes por el estilo, con una CGT peronista que no existe legalmente, que está intervenida y dividida en dos. Creemos que, justamente por la losa peronista y el bajo nivel de la clase obrera, contradictoriamente, lo que hay que hacer propagandísticamente es señalar la necesidad del socialismo y de un gobierno socialista. Ahora le hemos agregado lo de Asamblea Constituyente.

Qué partido queremos

No vimos y no vemos en esta etapa electoral la posibilidad de que se dé un partido obrero con cierta influencia de masas, ni siquiera que logre expresar un núcleo importante de activistas del movimiento sindical. Tampoco vemos que haya un sector de la dirigencia sindical, aunque sea burocrático, que se incline hacia la formación de un partido obrero como se dio en Brasil. No debemos olvidar que la política del partido en las elecciones anteriores, la del Polo obrero y socialista , tenía como objetivo ganar durante las elecciones, como candidatos, a la numerosa vanguardia originada por el Cordobazo y que en líneas generales seguía al Sitrac-Sitram. En esta etapa no existe en forma inmediata esa posibilidad, aunque no nos cerramos a que, dentro del propio proceso de apertura legal y de las elecciones o de luchas obreras, llegue un punto en que se abra esa posibilidad, que se dé una nueva vanguardia sindical, más o menos masiva, o el triunfo de dirigentes sindicales independientes, inclusive hasta reformistas, que acepten estas perspectivas. Pero no creemos que esta sea la situación ni la perspectiva hoy en día. Por eso no vemos –para las elecciones, entiéndase bien– la posibilidad de construir un partido con estas características.

Justamente porque es propagandística no hay ninguna razón para que abandonemos al PO la consigna de Partido Obrero , es decir, que la clase obrera necesita su propio partido e ir al gobierno.

Aunque Partido Obrero es mucho más propagandístico, porque ni siquiera roza a una vanguardia de cierta importancia, de cualquier manera no tenemos por qué abandonar la vieja consigna nuestra de Polo obrero y socialista o Partido obrero y socialista , es decir que somos el partido obrero y socialista. Decimos que debemos utilizar esta fórmula algebraica justamente porque no sabemos a través de qué canales se expresará la tendencia inevitable a la independencia y al gobierno de clase. Esto no quiere decir que concordemos con el análisis evolutivo del PO de que la clase obrera argentina inevitablemente debe pasar por un estadio, la etapa del partido obrero, para después llegar al partido socialista.

La variante socialista

La inviabilidad del partido obrero en la etapa inmediata nos llevó a barajar las otras dos posibilidades, que no se contradecían: llamar a la formación de un partido socialista. Una de las posibilidades de esta consigna era que algunos sectores mínimos de la juventud estudiantil y del movimiento obrero, y grupos que se reclamaban del socialismo, aceptaran levantar junto con nosotros listas y una candidatura presidencial socialista independiente. Nosotros considerábamos y seguimos considerando que, si esta variante se daba, era un gran progreso porque podía tener un eco muy importante que sería capitalizado en su amplia mayoría por nosotros. Seguimos creyendo que esta perspectiva tenía alguna probabilidad y que, si se hubiera dado, habría sido un gran avance para nuestro partido, para el desarrollo de un partido revolucionario en el país. No interesaba que eso significara el acuerdo con corrientes centristas u oportunistas: la campaña por una Argentina socialista y por la independencia de clase, socialista, era por sí sola progresiva.

Varios hechos demuestran que era una hipótesis probable. En contraposición a individuos o sectores inexistentes que apoyaran un partido obrero, todas las corrientes socialistas se han venido fortificando. Este proceso no es lo suficientemente fuerte y multitudinario como para que haya triunfado nuestra línea de listas unitarias socialistas, pero existe. El eje de nuestra campaña comenzó a ser la consigna Por una Argentina Socialista. Esta consigna era tácticamente útil para ver si se formaba un Frente Socialista para las elecciones, y señalaba una perspectiva débil pero real –al revés de la irreal de partido obrero– que no obviaba la línea estratégica de construcción de nuestro partido, sino más bien la concretaba. Nuestro partido era el más consecuentemente socialista porque planteaba una lista socialista en oposición a todos los partidos burgueses, y que la Argentina sólo superaba su crisis si tenía un gobierno socialista y comenzaba a construir el socialismo, y éste era el punto estratégico fundamental nuestro para toda la etapa que se abrió después de la Guerra de las Malvinas.

Sólo nuestro partido

La tercera variante, la de que sólo quedaba nuestro partido, no chocaba con la táctica de llamar a un frente por la unidad socialista. Esa tercera variante era la de construir una organización socialista legal que le permitiera intervenir en las elecciones a nuestro partido, unido a aquellos sectores que estaban de acuerdo en la táctica electoral de un frente socialista separado de todas las variantes burguesas y populistas. Hay que tener en cuenta que, en el momento en que se lanzó la idea de este frente, de este partido legal, no se sabía bien cuál iba a ser la actitud del gobierno y de la justicia controlada por el gobierno en relación al reconocimiento legal de los partidos. El planteo de unidad socialista, esa táctica electoral, nos era útil, entonces, para un problema más profundo: la intervención legal electoral directa de nuestro partido.

La lucha contra la Multipartidaria

Una tercera cuestión decisiva, en la que el partido tuvo una certera política de clase, ha sido nuestra política de denuncia sistemática de la Multipartidaria, así como de la contrarrevolución democrática que se trata de consumar con el llamado a elecciones para imponer un fuerte gobierno constitucional asentado en la Constitución democrática burguesa. Es así como denunciamos la marcha de la Multipartidaria y todos los acuerdos de ésta con el gobierno, subrayando que la Multipartidaria de hecho cogobernaba. Hoy en día hemos profundizado este análisis, que creemos fue un acierto, al integrarlo a la caracterización de que hubo una revolución triunfante. Como consecuencia de esa revoución triunfante la Multipartidaria es el verdadero sostén del gobierno. Nada lo demuestra mejor que la declaración oficiosa de un dirigente de la CGT Azopardo de que no vale la pena hacer ninguna huelga general más porque, al no apoyar la Multipartidaria, no tiene ninguna posibilidad de triunfo.

Esta crítica sistemática y esta denuncia de la Multipartidaria las concretamos en el llamado a no concurrir a la marcha de ésta, pues tenía como objetivo quitarle al movimiento obrero la bandera de la lucha contra la dictadura, pero afirmando el plan que habían elaborado juntas de dar elecciones para fin de año. El intento era salvar de nuevo al gobierno del embate de la huelga general, desviando al movimiento de masas hacia su marcha, que tenía como objetivo confirmar el acuerdo logrado con el gobierno de hacer elecciones a fin de año y, al mismo tiempo, fortificar a los partidos políticos burgueses ante el movimiento obrero y de masas.

La segunda independencia

Este planteo de Argentina Socialista , de denunciar a la Multipartidaria, al oportunismo y a los partidos que se reclaman de la clase obrera, fundamentalmente el PC, provocó una grave desviación de tipo obrerista, de centrar nuestra denuncia fundamentalmente en la burguesía nacional.

Esta desviación se daba dentro de una estructura de consignas en la cual entraba una de carácter antiimperialista que era el No pago de la deuda , que fue una gran conquista teórico-política del partido. Pero los actos nos permitieron corroborar la existencia de esta desviación y superarla con la aprobación del documento que señala los trazos generales de la revolución argentina, la combinación de sus tareas y consignas fundamentales, que tienen que arrancar de la lucha contra el imperialismo, concretada en la lucha por una segunda independencia. El grado de endeudamiento del país y de dominio del mismo por parte del imperialismo, ha llevado a un primer plano teórico y político la tarea de lograr la independencia nacional.

Este nuevo análisis ha logrado darle un eje preciso y claro a todo nuestro programa y nuestra política.

Se supera la crisis

Tuvimos un éxito verdaderamente importante, tanto con los locales como con el periódico. En referencia a los locales, logramos trescientos y no doscientos en los seis primeros meses de existencia del nuevo partido. El periódico rápidamente logró vender entre veinticinco y treinta mil ejemplares en forma sistemática con los padrones.

Estos dos grandes éxitos fueron acompañados por otro de enorme importancia, que fue el de haber logrado cincuenta y tres mil afiliaciones, posiblemente a la fecha unas cincuenta y cinco mil o algo más. Estas afiliaciones, al revés del año 1973, son profundamente políticas: son obreros, trabajadores, mujeres y jóvenes que están por nuestro partido, por el socialismo.

Estos grandes éxitos han planteado serios problemas de orientación –hacia qué sectores trabajamos– y organizativos –cómo logramos abarcar y llegar a esta pequeña franja, grande para nosotros, que se nos abre en el movimiento obrero y popular–. Creemos que el éxito de las afiliaciones, la venta del periódico y los locales se debe a que existe una poderosa franja de vanguardia política que se inclina a ser captada por nosotros, por dos razones: porque repudian a los partidos políticos burgueses y a la burocracia sindical, o porque simpatizan con el socialismo, o por ambas razones. El partido en este momento está saltando a otra etapa donde se tendrán que solucionar estos graves problemas para ir al logro de los seiscientos locales y de los cuarenta mil periódicos como mínimo, lo que significará una atención concentrada de los afiliados y del padrón de periódicos vendidos. En este problema entran multitud de factores que hacen muy complicado darle una solución.

Cuando nosotros abrimos los locales, una de las objeciones más fuertes que se nos hizo fue la de que abandonábamos la vieja trayectoria sindical y obrera del partido. Nosotros, por el contrario, opinábamos que la apertura de los locales cambiaba cualitativa y cuantitivamente nuestra ligazón con el movimiento obrero. Nos permitía ampliar en cincuenta o cien veces nuestra ligazón con la clase obrera. Y eso iba a significar mayor ligazón sindical, no menor, como sostenían los compañeros. Los locales nos permitían establecer un vínculo político en la clase obrera, en su barrio, que nos iban a llevar inevitablemente al movimiento sindical, a través de nuestros militantes, de nuevos militantes y nuevos simpatizantes sumados a los viejos. Esta concepción dialéctica de la penetración en el movimiento sindical se ha visto totalmente confirmada por los hechos. El partido está barajando la posibilidad de lograr imponer alrededor de mil quinientos dirigentes sindicales (una consigna propuesta es la de dos mil) en las próximas elecciones a nivel de delegados, comisiones internas y dirigentes de los cuerpos directivos de los sindicatos. Hoy en día no hay sindicato donde no tengamos decenas y decenas de militantes o simpatizantes, en vez de unidades como anteriormente, si exceptuamos bancarios y algunos otros gremios de clase media. Pero lo que es más importante no sólo es que vemos decenas y decenas de militantes sino que muchos de ellos los captamos en los barrios y ya son dirigentes sindicales. Dejando de lado que al publicar un periódico sistemático ya su propia venta penetra en los lugares de trabajo.

El partido hoy día maneja dos padrones, uno de barrio y otro de lugares de trabajo, llevados por la propia realidad de nuestro trabajo. Tiene que elaborar un tercero, de los lugares de trabajo en su zona.

Un grave error de método

Los grandes éxitos del partido, el hecho de que hoy día tengamos entre mil y dos mil cuadros medios (hay discrepancias en el análisis de los compañeros de dirección respecto de las cifras, pero estos son los extremos que todos aceptan), pueden ocultar un grave error de método que ha tenido nuestro partido en toda esta etapa de aciertos –no hablamos de las etapas críticas y de confusión–. Todos los aciertos se hicieron por una vía aproximativa, de tipo empírica y analítica. El partido no ha tenido el método correcto, marxista, de comenzar por discutir exhaustivamente las etapas, sus consignas fundamentales y, a partir de ahí, derivar todas sus otras conclusiones. Por el contrario, ha tenido un método que, dada la gravedad de la crisis, ha sido muy útil porque nos permitió ir dando respuestas más o menos correctas a casi todos los problemas, pero con un retraso considerable, consecuencia de no haber sido capaces de hacer análisis de conjunto en el momento oportuno que nos dieran respuestas generales con respecto al carácter de la etapa. Hemos tenido reflejos muy lentos, pero lo que es más grave es el método empírico. Es así como no se empezó por definir la etapa como situación revolucionaria ni tampoco precisar la consigna de gobierno central para la etapa. Se empezó por definir un aspecto de la etapa: que íbamos a elecciones e iba a haber cada vez más democracia, y un aspecto esencial, fundamental, de la etapa abierta, como era que se iban a conquistar libertades democráticas, para orientarnos a abrir locales y periódico. Fuimos capaces de darnos una política correcta, de tipo organizativo, pero fuimos totalmente incapaces de dotarnos de la consigna de Asamblea Constituyente para combatir la contrarrevolución democrática, que va avanzando paulatinamente a medida que se acerca el cumplimiento de la Constitución de 1853. Fuimos incapaces de comprender esta marcha, este curso contrarrevolucionario para oponerle una consigna adecuada. De hecho hemos capitulado al curso contrarrevolucionario al no desenmascararlo. Lo mismo ocurre con todos los otros aciertos. Y estos errores empíricos explican también la profunda desviación obrerista que se dio. Decimos todo esto porque lo más grave que podría surgir de este informe, que culmina con el logro de tan colosales éxitos, es que la dirección en cualquiera de las etapas haya estado a la altura de los acontecimientos.

BIBLIOGRAFIA

Los materiales que detallamos a continuación son trabajos de Nahuel Moreno que contienen referencias a los temas tratados en la escuela de cuadros que publicamos.

Las revoluciones china e indochina (1967); Ediciones La Verdad, Buenos Aires.

El partido y la revolución (1973); Ediciones Antídoto, Buenos Aires, 1989.

La dictadura revolucionaria del proletariado (1979), Editorial Kappa, Buenos Aires, 1986.

Actualización del Programa de Transición (1980), Ediciones Antídoto, Buenos Aires, 1990.

Proyecto de tesis para la reorganización (reconstrucción) de la IV Internacional (1980); Correspondencia Internacional-La Verdad, Bogotá, enero 1981.

Escuela de cuadros, Venezuela 1982 (1982); Ediciones Crux, Buenos Aires, 1991.

1982: Empieza la revolución (1983); Cuadernos de Solidaridad, Buenos Aires, 1988.

Las revoluciones del siglo XX (1984); Cuadernos de Solidaridad, Buenos Aires, 1988.

Problemas de organización (1984); Cuadernos de Solidaridad, Buenos Aires, 1988.

Conversaciones con Nahuel Moreno (1986); Ediciones Antídoto, Buenos Aires, 1987.

 


[26] Esta frase inconclusa de Moreno insinúa que la definición de la burocracia como una casta es correcta –en tanto obtiene sus privilegios de su dominio de las organizaciones obreras y no de ser propietaria de los medios de producción–, pero insuficiente, ya que para el autor, “La burocracia no trabaja en las empresaas capitalistas, no es parte estructural de la clase obrera sino de la moderna clase media de acuerdo con la definición de Trotsky (...) [Pero] lo más importante no es esto, sino señalar el papel de la burocracia, su función en la sociedad contemporánea (...) La burocracia es el agente de la contrarrevolución dentro de una institución obrera, de la cual se hace dueña para tener una vida privilegiada, separada de la base obrera” . ( Actualización del Programa de Transición , pág. 58). (N. de los E.)

[27] Allí fueron insultados los altos mandos militares.(N. de los E.)

[28] Celestino Rodrigo fue ministro de Economía y José López Rega (el jefe del ala fascista del gobierno y fundador de las bandas de ultraderecha –Alianza Anticomunista Argentina–) fue ministro de Bienestar Social del gobierno de Isabel Perón. (N. de los E.)

[29] Jorge Triaca y Lorenzo Miguel: dirigentes de los sindicatos del plástico y metalúrgico respectivamente. (N. de los E.)

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