Indice General

Escuela de Cuadros Colección Inéditos de Nahuel Moreno

(Venezuela 1982)

 

Nahuel Moreno

 

Secretariado Centroamericano —SECA—

Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo —CITO—

http ://www.geocities.com/obreros.geo/

mail : [email protected]

Edición electrónica Diciembre 2001

(Tomado de Cruz Ediciones, Buenos Aires, 1991)



Indice

I.- INTRODUCCIÓN. El revisionismo: principios y política

El frente popular

Sobre la revolución política en los Estados Obreros

Apéndice Nuestra experiencia con el lambertismo  1986

Introducción

La concepción trotskista de la Internacional

El “nacional‑trotskismo”

Nuestra corriente

La crisis del nacional‑trotskismo

Lo determinante: la lucha de clases mundial

I.- La revolución nicaragüense golpea sobre el trotskismo

La expulsión de la Brigada Simón Bolívar

La ruptura del SU

El lambertismo y la revolución nicaragüense

II.- La formación de la CI(CI)

El programa de la CI(CI)

Corrigiendo desviaciones graves

La CI(CI) comienza a desarrollarse

El centralismo democrático

III.- El revisionismo programático político de Lambert

Caracterizaciones opuestas

La teoría de los “campos”

Pronósticos opuestos, políticas opuestas

La política sindical de Lambert

Capitulación al imperialismo

Capitulación en todo terreno

El revisionismo total: capitulación al sandinismo

Una concepción revisionista acabada

IV.- La ruptura de la CI(CI): Métodos burocráticos y ataques morales

Maniobras para impedir la discusión

Las expulsiones

La ruptura de Cambadelis

Los ataques morales: Napurí y Just

Nuestra trayectoria moral

V.- Conclusiones

La importancia decisiva del programa y los métodos organizativos

Nuestros avances

Bibliografía I

Textos en discusión en la escuela de cuadros

Sobre Polonia:

Sobre el Frente Popular en Francia:

Artículos sobre el Tribunal que se constituyó para juzgar a Ricar do Napurí

Bibliografía II

 


Aclaración: los párrafos en negritas y cursivas corresponden a las preguntas de los participantes, el resto del texto corresponde a las intervenciones de Nahuel Moreno.

 

I.- INTRODUCCIÓN . El revisionismo: principios y política

Antes que nada, quiero aclarar que tenemos distintas costumbres de país a país, y distintas tradiciones. El Cono Sur, sobre todo Argentina, Chile, Bolivia y Perú se caracteriza desde los años 1940‑45 por la agudeza de las polémicas marxistas. Francia también, ya desde el año 1930. Eso provoca ciertos hábitos y costumbres distintas. Por ejemplo, donde las polémicas han sido fuertes, se utilizan calificaciones muy fuertes, como ocurría entre los exiliados rusos. Los rusos eran peor todavía, porque estaban fuera de Rusia. Eso amarga más las broncas políticas.

Con Mandel hace 30 años que no hago otra cosa que polemizar y decirle que traicionó, que es uno de los cinco grandes traidores que ha dado el movimiento obrero en este siglo porque traicionó la revolución boliviana ‑-y no me rectifico-‑. Quiero aclarar entonces con respecto a Mandel, como respecto a Lambert, que sepan que estamos criticando a dos figuras, a dos monumentos del trotskismo. Y que no tiene nada que ver un juzgamiento con otro. Respecto a Mandel lo he aclarado varias veces. Lo aclaré respecto a Santucho en una reunión del Comité Ejecutivo del Secretariado Unificado en el año 1972. No es el caso de Pablo, de quien sí creo que es un hombre que ya se pasó definitivamente para el otro lado.

Cuando murió Bujarin, Trotsky dijo que era una extraordinaria personalidad, una figura inmensa. Pero del año 1924 a 1936, le dijo que no conocía derechista, agente de la burguesía, etcétera, como él.

Hay compañeros que, por falta de experiencia, no pescan esta dialéctica. Por ejemplo, Trotsky quería, apreciaba, admiraba, consideraba parte entrañable de él a Nin; sin embargo le decía todos los días traidor. Pero era un calificativo político.

Los dos íntimos amigos de Trotsky no eran trotskistas, o si eran trotskistas lo eran entre comillas. Tenía una opinión horrible de ellos y, si había polémica, se decían de todo. Lo mismo en las polémicas entre Lenin y Rosa Luxemburgo, donde había un altísimo concepto entre ambos.

[Me han comentado que Felipe [1] dijo que era un triunfo de ellos, los lambertistas, que el Tribunal Moral de Perú haya señalado que no se deben juzgar las expresiones que ellos utilizaron, como la de que Napurí se pasó al campo de la burguesía. Pero eso fue una línea nuestra, de la LIT Yo fui uno de los que habló por teléfono desde Bogotá diciendo que la LIT rompía con el Tribunal si se juzgaba esa frase del lambertismo. Es exactamente lo opuesto de lo que dice Felipe. Fue un triunfo nuestro. Exigimos que el Tribunal se limitara sólo a juzgar los cargos morales que el lambertismo le hacía a Napurí, y no sus denuncias políticas.]

Ustedes leerán en el último Correo lo que ha dicho Hugo Blanco sobre que sí hay que hacer el Tribunal, que el método de Lambert [de hacer ataques morales] es horrible, etcétera; y cómo nosotros siempre hemos actuado distinto. Con Hugo Blanco nos hemos dicho de todo, pero nunca ataques morales de ese tipo, personales.

Martov y Lenin se dijeron de todo. Pero en pleno año 1917, cuando lo meten preso a Lenin, el campeón de la defensa de Lenin en el Soviet es Martov, diciendo: No señor, nunca fue agente de los alemanes; salgo yo de garante; es más decente que yo; es más honesto que yo.

Quiero aclarar eso, porque sé que hay compañeros a quienes les preocupan los calificativos políticos. Lo digo, entonces, para ubicar bien la polémica. Tengo admiración por Mandel.

Y en el caso de Mandel, de Lambert, mío y de Stéphane Just, agrego una cosa más: tienen que tenernos lástima a todos nosotros. Somos la generación perdida del marxismo revolucionario. Somos muy poquitos. Los que eran mayores que nosotros, eran cantidades astronómicas; por uno de nosotros había diez o veinte viejitos. Y por uno de nosotros había diez, veinte o cincuenta más jóvenes. La generación nuestra es la que se llama la generación perdida, la del boom económico. Sumándole la crisis de la dirección, que es una tragedia para todos, el trotskismo se disgregaba. Mandel sería una fiera si el trotskismo se hubiera mantenido unido, con una dirección correcta. Entonces, ubiquemos bien el contexto. Lo digo porque van a oír muchos adjetivos fuertes, a los que reivindico porque creo que son científicos, pero que no tienen nada que ver con la valoración personal.

Mandel es muy pequeño burgués. Recuerdo cuando recién entré al trotskismo, y años después era un dirigente muy importante del trotskismo. Sin embargo, ahora visto para atrás ‑-y lo he contado muchas veces-‑ ¡qué pequeño burgués que era!. Por venir del estudiantado. Yo quería ser honesto, un marxista honesto hasta decir basta, y buscar la verdad. Pero recuerdo que, cada vez que me discutían una posición y me ganaban, me ponía colorado, por dentro sufría porque me habían derrotado una posición. Les confieso eso.

Después me di cuenta de que es una característica de la pequeño burguesía, que confunde la personalidad con los hechos y con las opiniones. No es así. La personalidad es un fenómeno que va más allá de las opiniones, o más acá. Puede haber una personalidad jodida que de golpe dé una opinión extraordinaria, acertada. Puede ser lo opuesto: que tenga una opinión totalmente equivocada y, como personalidad, tomando la vida en su conjunto, ser una vida positiva.

Felizmente, el Chueco Britos, mi íntimo amigo de toda la vida, un gran dirigente de los frigoríficos con quien luchábamos mucho juntos, me dio la gran enseñanza, me hizo pegar el salto cualitativo a volverme bolche. Estábamos discutiendo muy fuerte un problema para la fábrica. Hacía media hora que discutíamos. El tenía una táctica y yo otra. Y de golpe el Chueco Britos sonrió, una sonrisa grande, contentísimo, y me dijo ‑-se los voy a decir en argentino-‑: ¡Qué boludo que soy!, tenés razón. Y estaba contentísimo.

Yo me quedé sorprendido: ¿Cómo me dice que tengo razón?; después de media hora de discusión me dice que es un boludo, y además con una sonrisa así de grande. Pensé y me di cuenta. Claro, el Chueco Britos lo que más quería era derrotar a la patronal, al frigorífico. Se había dado cuenta de que lo que yo decía era una herramienta mucho más útil para derrotar a la patronal que lo que él decía. Se dio cuenta de que él iba a meter la pata. Y estaba contento; más alegría imposible.

Entonces dije: este hombre es la famosa autocrítica de Lenin, pero viva. Por eso la alegría de él de haberse dado cuenta de que estaba equivocado, de que iba a meter la pata; la alegría de haber encontrado una herramienta mejor para barrer a la patronal en su sector.

Entonces, compañeros, juzgamos actos. Como Trotsky, que a Nin, al hombre que él adoraba, de quien tenía un concepto extraordinario, quizás el más grande concepto entre los contemporáneos de su época, le dijo: Traidor, hundió la revolución española, máximo traidor no he visto.

Hecha esta aclaración previa, vamos a trabajar como dijimos, bien en equipo, sin compromisos, sin ver si vamos a ganar una discusión o no. El objetivo es esencialmente que aprendamos. No es una reunión para resolver. Es para ver si precisamos bien los conceptos, de estudio, de elaboración. Después, si quieren, sacamos conclusiones; si no, tampoco. ¿Quieren empezar haciéndome algunas preguntas?

¿Es posible, en sólo quince días, caracterizar como revisionista a una organización con cuarenta años de tradición trotskista, como es la de Lambert ?

Moreno : Para mí esta primera pregunta es la fundamental, aunque parece la más anecdótica. Si se puede precisar o no depende de los acontecimientos de la lucha de clases. Por ejemplo, Lenin opinaba que Kautsky no era revisionista ni de derecha; que era el más grande marxista revolucionario. Tanto lo opinaba que, cuando le dijeron que el Partido Socialdemócrata Alemán había votado los créditos de guerra, no lo creyó. Pero ni bien le confirmaron que sí los votó, resolvió en veinticuatro horas, no en quince días.

En cierta medida, esta pregunta me permite responder varias o casi todas las preguntas que siguen. Porque toca el problema de los principios, la estrategia y la táctica. Eso es fundamental; es la clave de todo el marxismo.

Nosotros los marxistas tenemos principios. ¿Qué son los principios? Lo mismo que en cualquier ciencia. Por ejemplo, la aritmética tiene determinados principios, que son las leyes de la adición, las leyes de la sustracción, una serie de leyes que son fundamentales. Todo lo que se hace después son combinaciones de esas leyes, pero ya circunstanciales, aunque sean muy importantes.

El marxismo tiene tres cuerpos, llamémoslos así. Uno son los principios, otro la estrategia y otro la táctica.

En esto hay que ser estrictos. Por eso, ante grandes acontecimientos de la lucha de clases, [caracterizamos] no sólo en quince días: en veinticuatro horas, en cinco minutos, nada más que al enterarse uno de los hechos.

[A veces no somos genios como Lenin, Trotsky o Marx. Entonces tardamos años. En el PST argentino, ha sido mi característica personal ser el último que se daba cuenta cuando había tendencias revisionistas. En este caso, en relación al lambertismo, también fui el último. Hubo compañeros que desde el principio del año pasado, durante la campaña electoral en Francia, ya decían que la política de la OCI era la máxima mugre. Yo fui el último. En el partido argentino, Bengoechea, por ejemplo, era mucho más sensible que yo. Así como señalo un aspecto muy negativo mío, me parece que después de llegar a una caracterización soy más consecuente, más duro. Pero soy lerdo.]

[En el PST argentino, donde hay enorme libertad, y se discute todo, hay un grupo de compañeros que está investigando a fondo para reventarme a mí, para demostrar que, en Chile, aconsejamos apoyar medidas del gobierno de Allende. Y nosotros los estamos ayudando, mandándoles material de archivo al cual ellos no tienen acceso, para que hagan una historia de las posiciones del partido y nos demuestren que tuvimos posiciones parecidas a las de Lambert. Los ayudamos para ver si logran hacernos un entierro de primera, porque de verdad así se construye un partido revolucionario. Como parte de la degeneración de la Cuarta, en verdad perdemos los reflejos de saber qué son los principios. Por eso la dirección está ayudando con todo a estos compañeros para que demuestren que el PST argentino ha tenido una etapa furiosamente revisionista y repugnante. Apenas ellos nos manden la prueba, sólo la prueba de que apoyamos tal o cual medida de Allende, en ese mismo minuto Nahuel Moreno va a decir: Pocas veces he visto una porquería política más grande que Nahuel Moreno. Estoy esperando con curiosidad. Estoy jugado, porque yo no voy a emplear un método para Lambert y otro distinto para mí. ¿Era yo un repugnante podrido revisionista que apoyó medidas de Allende, o no? Quiero saberlo. No soy un genio; he vivido toda mi vida equivocándome. Y si los compañeros tienen razón, en mi historia política diré: Fíjense qué imbécil era yo, que durante treinta años apoyaba medidas de gobiernos frentepopulistas, y recién por la discusión sobre Francia me di cuenta, estudiando a Lenin y a Trotsky, de que apoyar medidas es el máximo crimen político a los principios. Porque eso, bien a fondo, lo descubrimos recién ahora.]

Hay un conjunto de principios que no se pueden dejar de expresar ni defender ni por un solo minuto. Son principios: por eso es lo Más importante. Porque siempre, cuando se hace toda discusión, se discute la táctica, la situación concreta. Pero si hay un trotskista que dice que un gobierno burgués es bueno y puede adoptar medidas positivas para la clase obrera, para nosotros es un problema de principios. Eso es lo primero que hay que discutir, todo lo otro es secundario.

Usted escribió : “La primera tarea del partido ante la aparición de un gobierno de frente popular es denunciarlo, y a los partidos que lo conforman, como enemigos de las masas, agentes de la burguesía y el imperialismo ”. Si nosotros, al día siguiente de las elecciones, decíamos que Mitterrand era un gobierno contrarrevolucionario, agente de la burguesía y el imperialismo, ¿no se desprendería de allí una política ultra izquierdista? ¿No era mejor decir: Nuestro enemigo principal es la burguesía y Mitterrand, con toda su política, es su cómplice?

Moreno : La compañera planteó, y a lo mejor tiene razón, que tenemos desviaciones ultra izquierdistas. Es secundario. Es muy posible que tenga razón, que no dominemos bien la realidad francesa.

Trotsky desconocía la realidad española. Machacó como un año con que había que plantear soviets, y después se dio cuenta de que era un error táctico: soviets sonaba equivocado a los oídos de las masas españolas. Y planteó que había que adecuar la terminología a España. Trotsky cambiaba las tácticas. Lo pueden criticar de ultra izquierdista, pero nadie va a venir a decirle a Trotsky que es un traidor al trotskismo porque planteaba soviets.

Lástima que no podemos hacer un curso de método. Nosotros los marxistas, cuando se discute, estamos por la lógica formal. La lógica formal exige mantenerse en el tema que se está discutiendo. La negación de la lógica formal es muy común, ocurre todos los días. Tenemos, por ejemplo, una reunión de célula a la cual llegaron tarde dos compañeras. Supongamos que llegaron tarde en forma injustificada y Alberto les plantea: Llegaron tarde, pido que se discuta. Entonces ellas dicen: Un momentito, vamos a discutir también por qué vos, Alberto, llegaste tarde hace un mes a otra reunión. La lógica formal exige que se discuta eso, la llegada tarde de las dos compañeras, y lo otro, la llegada tarde de Alberto, veremos cuándo lo discutimos.

Esto [de discutir tácticas sin discutir primero los principios] lo hacen todos los días las corrientes pequeño burguesas y que son revisionistas. Que tenemos una desviación ultra izquierdista, que entendemos poco la situación francesa, son todas discusiones que podemos hacer. Pero no nos vayamos de lo que queremos discutir: los principios.

Los principios son pocos, no muchos. Los podemos enumerar, y es revisionista todo aquel que va en líneas generales contra todos los principios. Porque nosotros no somos una religión, podemos cambiar los principios. Trotsky y Lenin, a partir de 1905, por el imperialismo, cambiaron principios fundamentales del marxismo. Cambiaron algunos, pero mantuvieron casi todo el edificio. Los principios son los pilotes, la base de sustentación del marxismo. Eso no quiere decir que de vez en cuando no sacarnos un pilote. Pero para sacar un pilote se tiene que hacer una discusión muy seria.

Igual que en la ciencia. Está Newton. Para ir a la relatividad de Einstein, que supera a Newton e instala nuevos principios, se tiene que discutir décadas, se tienen que hacer pruebas de todo tipo, porque si movemos los principios se viene abajo el edificio.

Lo que no quiere decir que no los podemos modificar. Por ejemplo, si Lambert hace la discusión [en forma honesta, como hace Mandel, que sostiene que Lenin y Trotsky se equivocaron ‑-y en Colombia lo ha dicho ante toda la dirección colombiana-‑. Un día lo invité a Mandel a mi casa y dijo: Soy revisionista, Lenin y Trotsky se equivocaron, son un desastre. Que Lambert haga lo mismo y diga: Yo opino que Trotsky ha sido sectario y Lenin también.]

En la discusión sobre frente único obrero, por ejemplo, hay que ser honesto. Si el frente único obrero es un principio, y es tan fundamental corno dice la OCI, Lambert tiene que decir que la Tercera y la Cuarta fueron fundadas por dos imbéciles, porque la revolución rusa se hizo contra la táctica de frente único. Hemos aportado multitud de citas; tengo el borrador de un libro, que no lo publicado por lo aburrido que es, con citas y citas contra el frente único durante todo el año 1917.

La pregunta del compañero [sobre si se puede caracterizar a una organización corno revisionista en sólo quince días] es fundamental porque me permite responder a todo el resto. Sí se puede precisar inmediatamente, si dominamos bien los principios. La degeneración de la Cuarta, la crisis de la Cuarta ha hecho que no dominemos bien los principios. Ya he señalado mi caso. Es muy factible que los compañeros jóvenes que están estudiando nuestro pasado en la Argentina escriban un formidable artículo mostrando que yo fui revisionista. Y yo voy a decir que sí. Porque el principio es claro; ahora para mí es clarito. Y están todos los otros principios.

Por ejemplo, para mí un trotskista que un día deja de atacar a los partidos oportunistas viola un principio. Cómo lo hacemos es táctico. Pero el principio es que un trotskista no deja ni por medio minuto de atacar a los que considera aparatos contrarrevolucionarios. Es un principio que nunca un trotskista deja de atacar al poder burgués.

El problema es si son esos los principios o no. No discutamos táctica, ni si la política nuestra es ultra izquierdista; es secundario.

Cuando Nicaragua, nosotros en Bogotá dijimos: Vamos a unirnos con todos los sectarios y todos los ultra izquierdistas, vamos a llamar a todos a unirnos. ¿Por qué? Porque con los ultra izquierdistas y los sectarios nos unen los principios y, en Nicaragua, Mandel está violando los principios. A un preso obrero se lo defiende, y si es trotskista no sólo se lo defiende, se da la vida por él. ¡Y los del SU nos están diciendo que está muy bien que nos metan presos! Eso ya es de principio . Es un principio del movimiento obrero.

Alguien me puede venir a decir [que los de la Brigada Simón Bolívar] son ultra izquierdistas. Supongamos que sí. ¿Y qué? ¿Porque somos ultra izquierdistas tienen derecho a torturarnos? Es de principios la lucha contra la tortura. Después discutimos si fuimos ultra izquierdistas, si lo que hicimos sirvió o no.

Thornett opina que éramos derechistas, y Mandel que éramos ultra izquierdistas. Esa es otra discusión, son distintos niveles según la lógica formal. Todo lo que tiene que ver con revisionismo va en la primera parte: los principios. No va con la segunda, ni con la tercera. Y eso es lo que permite a los compañeros más lúcidos, que tienen más reflejos, más experiencia, precisar, a veces en un día, si alguien es revisionista o no.

Pruebas al canto. Había compañeros a quienes a principios del año pasado, hace ya un año, había que frenarlos porque opinaban que la política de la OCI ya era revisionista, y que había que romper a la carrera con Lambert, porque era una vergüenza una campaña electoral sin un sólo ataque al Partido Socialista, nada más que por eso. Y me dijeron: Hugo, está equivocado, va a ver cuando suba al gobierno Mitterrand. Y yo les decía, al revés: No, no. Y yo me autocritico; tenían razón los compañeros. Por ese principio sacaron la conclusión de que era revisionista.

Yo opino que el lambertismo falla a todos los principios, igual que Mandel. Esos principios los respetamos como si fueran los mandamientos de la Biblia: a los gobiernos burgueses se los ataca siempre y no se colabora nunca con ellos, a los partidos obreros contrarrevolucionarios se los ataca todos los días... Si es el principal blanco de ataque [o] no, cómo hacemos el ataque, a través de qué palabras, eso sí lo debemos discutir. Pero eso ya entra en estrategia, táctica, consignas, en otro problema.

Los grandes problemas entran dentro de los principios. Por ejemplo, un principio sagrado era que no se votaba nunca con ningún gobierno burgués. ¿Por qué se dividió la Segunda Internacional?. Lenin dijo: Es lo último. Porque votaron un presupuesto. Iba contra los principios. Ese fue todo el lío, pero miren qué lío: fundación de la Tercera, revolución rusa de 1917, liquidación de los partidos socialdemócratas; sólo porque votaron. [Haberlo votado] se consideró un grave error de Liebknecht, que parece que acató la disciplina [de su partido, el socialdemócrata]. Después el mismo Liebkneckt se dio cuenta de que era un principio, de que eso era revisionismo, y después rompió la disciplina y todo y llamó a destruir al Partido Socialista.

La consigna de Gobierno Obrero y Campesino se expresa ahora en Francia como la consigna de gobierno del Partido Socialista y el Partido Comunista sin ministros capitalistas. Pero no se la puede reducir sólo a eso: hay que liquidar todas las estructuras de la Quinta República ¿A través de qué consigna de poder podemos concretar esto?

Moreno : Acá también podemos discutir mucho. Lo importante es si al gobierno obrero y campesino tenemos que acompañarlo con un programa y un llamado a la movilización de la clase obrera. Nosotros no podemos decirles al PS o al PC solamente: Rompan con la burguesía. Eso no es gobierno obrero y campesino; es una buena propaganda. Tenemos que llamar a que rompan y a que adopten medidas que de verdad revienten a la burguesía. Las dos cosas. Y si de verdad revientan a la burguesía, comienzan a romper con ella.

Reventar a la burguesía es expropiar sin pago, imponer el control obrero, tirar abajo, como dice el compañero y yo lo considero muy correcto, la estructura de la Quinta República. Pero poner, en lugar de eso, no un gobierno del PS como aparato, sino aparatos obreros. Eso es de principio. Nosotros planteamos que a los gerentes en las fábricas, en todas las empresas, los nombren y los revoquen los obreros, que el plan económico de producción lo hagan los obreros, porque eso es de principio. Estamos imponiendo nuestro Poder y nuestras instituciones. Que a los burócratas del Estado la clase obrera los saque cuando quiera, es de principio. Todo lo otro es táctico.

¿Qué provoca la degeneración de la URSS: la política de Stalin o el problema material? ¿Hay bases materiales para el revisionismo de Lambert?

Moreno: [Si estamos haciendo una historia política, señalando la dinámica de las ideas políticas, no sé si tiene razón o no la compañera al insistir en el aspecto social de la degeneración.] Tiene completa razón en que la verdadera base de la degeneración es social, pero esta razón la podemos generalizar a todo. Toda corriente revisionista responde a fuerzas sociales, porque alguien que no es revisionista puede discrepar con uno, dos o tres principios, pero no con casi todos. Si es con casi todos, si se trata de un fenómeno total, entonces es una corriente que tiende a irse del trotskismo. Siempre hay fuerzas sociales: los intelectuales, la aristocracia obrera, etcétera.

En ese sentido, nosotros, respecto al lambertismo, hemos cumplido con ese método marxista. Nosotros opinamos que el lambertismo ha perdido su contacto con el movimiento obrero. Que cuando tenían cien militantes en el año 1951, eran más o menos de cincuenta a cien veces más fuertes que ahora en el proletariado industrial. No conocíamos bien la historia del lambertismo. A partir de diciembre, al romperse la OCI, se vino un obrero de la Renault con nosotros. Y resulta que descubrimos que en Renault, después de cuarenta años de militancia, tenían tres obreros, y uno se vino con nosotros. Nos dimos cuenta de que es una organización esencialmente profesional --lo que estábamos denunciando‑- y ligada a la socialdemocracia --creemos que hay vínculos-‑. Estoy dando una interpretación total, que a lo mejor es incorrecta pero es total. Así que, no sólo Stalin sino toda corriente revisionista siempre tiene bases materiales.

Aclare qué quiere decir con partidos trotskizantes .

Moreno: Nosotros creemos que no va a haber grandes partidos trotskistas de masas rápido, porque creemos que no hay ninguna posibilidad de que se logren partidos sumando, sin combinación y sin rupturas. Estamos en contra de que los partidos se hacen sólo con rupturas. Estamos en contra de que los partidos se hacen en forma lineal: somos cien o ciento cincuenta en Venezuela; dentro de un año vamos a ser trescientos; después con paciencia quinientos; después tenemos una división fraccional y bajarnos a cuatrocientos después con paciencia seiscientos; etcétera. Y nuestros tatarabuelos entonces van a hacer una historia genealógica familiar y van a demostrar cómo acá aumentan los hijos y el trotskismo creció una barbaridad. No creemos en eso. Creemos en procesos también dialécticos, en saltos bruscos. Del propio movimiento obrero, de las grandes organizaciones de masas van a surgir corrientes centristas. ¿Qué es una corriente centrista? Aquella que da los puntos fundamentales del proceso revolucionario nacional.

En Polonia, por ejemplo, nosotros opinamos que el lambertismo y el SU tuvieron una política revisionista criminal, y que eran mucho más trotskistas aquellos sectores que estaban peleando contra Walesa y que sostenían que Solidaridad debía tomar el poder y hacer una insurrección, y prepararse para una lucha armada contra el golpe militar. Se podía decir “yo estoy con la revolución política». Pero el problema es que Mandel decía que el problema de los soviets “ya lo vamos a estudiar”, y levantaba la cogestión. Y Lambert, en la polémica conmigo ‑tenemos un intercambio de cartas[sostenía que el poder no lo debía tomar] Solidaridad, sino los soviets, que no existían. Nosotros opinamos que eso es revisionismo. En cambio, esa corriente sindical real, que tenía el quince o el veinte por ciento de Solidaridad ‑es decir entre un millón quinientos mil y dos millones de obreros‑ que estaban diciendo: Solidaridad tiene que tomar el poder; cuidado, hay que armarse porque viene el golpe... Eso era trotskismo puro, inconsciente. Estaban por la revolución política.

Mandel y Lambert no. Ellos “estaban por la revolución política” pero decían: Que tomen el poder los soviets. Y no existían los soviets. Y entonces, lógicamente, no están por la revolución política. En cambio, los otros sí: existe Solidaridad; tiene diez millones; que se arme Solidaridad; hagamos Solidaridad en el ejército porque viene la gran paliza del ejército contra nosotros si nosotros no nos armamos. Esos son trotskistas totales, inconscientes. Como en la famosa metáfora literaria del que hablaba en prosa y no sabía que hablaba en prosa, ellos hablan en trotskismo sin saberlo.

A eso lo llamamos trotskizante. Dan en la tecla, en la esencia, en el punto nodal de la política trotskista en una situación altamente revolucionaria. Como los amigos de Durruti en Barcelona, que estaban en contra de la dictadura del proletariado, y sin embargo Trotsky decía: Hay que unirse, hay que hacer el frente con ellos. Nin estaba por la dictadura del proletariado y el POUM tenía treinta mil militantes, pero Trotsky, por los principios, les decía a los diez trotskistas españoles: Rompan con el POUM; váyanse por que no critica duro al Frente Popular (cuando ya Nin había entrado de ministro), y únanse a los anarquistas. ¿Pero cómo, si los anarquistas están en contra de la dictadura del proletariado y Nin a favor de la dictadura del proletariado? Mentira. Nin estaba a favor en las palabras, pero odiaba a la dictadura del proletariado; y sin embargo, sus discípulos, sus amigos eran trotskistas. Los anarquistas, ¿qué decían?: Abajo la dictadura del proletariado; Revolución; Mucho tiro contra el gobierno burgués; Matar a todos los burgueses; Imponer el gobierno de las comunas obreras y los sindicatos. Trotsky dijo: Están con nosotros, aunque no quieran la dictadura del proletariado. Trotsky insistió. Hubo carteles firmados por la Juventud Anarquista ‑-los amigos de Durruti-‑ y los trotskistas. Esto es trotskizante.

¿Lambert es un revisionista consciente o no?

Moreno: Es una discusión viciosa porque es hipotética; nos podernos pasar toda la vida discutiendo. Todo análisis político, todo análisis científico es hipotético. Tiene elementos hipotéticos y otros reales.

Yo opino que Lambert es consciente. Tengo motivos para creerlo. El, Felipe ‑-y no sé si Stéphane Just-‑ son perfectamente conscientes de que son revisionistas. Pero es una hipótesis; otros pueden tener la hipótesis de que no.

Como se dice ahora en ciencia burguesa y también en televisión, cada cual tiene sus vivencias. Lambert y Felipe siempre me consideraron a mí un oportunista terrible. Cuando yo empecé a hacer las primeras críticas, me llamaron y me dijeron: Hugo, no hagas esas críticas porque lo ayudan a Stéphane Just, que es un sectario; nosotros somos discípulos tuyos, somos oportunistas y revisionistas; discípulos del PST argentino, que es oportunista y revisionista. Eso me quedó grabado. Entonces, yo tengo derecho a dar mi hipótesis de que son conscientes; y ustedes derecho a decir que no. Opinaban que nosotros éramos los maestros de ellos en el revisionismo y el oportunismo; y siempre opinaron que éramos revisionistas y oportunistas. Con toda franqueza me dijeron: No pongas esta frase porque va contra tu trayectoria; toda la vida fuiste traidor; ahora nosotros nos pasamos al lado tuyo, somos traidores como vos, y vos nos abandonas; ¿en qué quedamos?

Fueron un poco más elípticos que Mandel. Mandel, esa vez, delante de toda la dirección del partido colombiano, me ayudó muchísimo, porque había varios mandelistas que decían: ¡Qué bueno que es Mande! Mandel, con una honestidad bárbara ‑‑como siempre-‑, dijo: Soy revisionista.

Yo creo entonces que tengo derecho a tener esa hipótesis. Es una vivencia. Yo ni la cuento, porque ellos me pueden decir: No es verdad. Pero tenemos derecho a decir: Creemos que se pasaron [al revisionismo]. Yo opino que Lambert cree que una corriente del Partido Socialista va a hacer la revolución socialista, que son honestos. Es también una hipótesis que lanzo. No tengo pruebas, pero tengo casi la certeza; y la voy a escribir como hipótesis.

No es un insulto, es una hipótesis científica. Los marxistas tenemos que ser tranquilos. Por ejemplo, toda la vida la OCI dijo que yo era revisionista, Thornett hasta hace muy poquito también lo decía ‑-no sabemos si sigue diciendo que somos revisionistas, y yo el más grande oportunista‑-, y yo no me enojo para nada. El tiempo pondrá las cosas en su lugar. Yo creo en la práctica. Creo en la segunda tesis [de las Tesis sobre Fuerbach de Marx]. Es sencillísimo: veremos para dónde va Lambert, y si nos equivocamos.

Pero veo que ese proceso es cada vez más embromado. Los lambertistas nos han criticado en su periódico brasileño porque no formamos parte de la Multipartidaria en la Argentina. La Multipartidaria es un poquito más allá del frentepopulismo, y nos critican por no formar parte de ella. En Francia, los lambertistas han dicho teóricamente: Estamos en el campo de Mitterrand. Y ya en la Argentina dicen, no que hay que estar [en el campo], sino que hay que ingresar con todo en la Multipartidaria. Ahí está todo un artículo en el periódico de la OCI brasileña. Mientras el Partido Obrero nos ataca por revisionistas y oportunistas por haber ido a pedir que la Multipartidaria pelee contra los asesinatos y los secuestros, ellos nos atacan de ultra izquierdistas porque no formamos parte de algo mucho peor que el frente popular. Imagínense ustedes en Venezuela un frente de los siguientes partidos: Acción Democrática, URD, etcétera [2] , y que hoy día los lambertistas escriban que somos ultra izquierdistas porque no formamos parte de eso.

Algo más grave todavía. La Liga Comunista Revolucionaria [sección francesa del SU] tiene la misma política que Lambert ‑-tengo una carpeta llena de citas que lo prueban‑-. Pero Mandel es más vivo, y de vez en cuando hace algunas cositas para engañar a sus bases. Es lo mismo que Lambert: apoyo a las medidas de Mitterrand, todo lo mismo; pero es más vivo, más culto políticamente. Sabe que hay que mantener a la clientela. Entonces, de vez en cuando, saca un producto para la clientela. Y sacó el siguiente producto: Que se retiren las tropas francesas de África. ¿Saben ustedes que, en la UNEF [el sindicato estudiantil francés], la OCI se opuso, y votó junto con los socialistas en contra de que se retiren las tropas? Eso es traición, ni siquiera revisionismo. Para que ustedes sepan cómo nos movemos políticamente, si ahí la LIT fuera fuerte, peleamos, sacamos las cachiporras y matamos a esa canalla . ¡¿Cómo se puede estar en contra de que se retiren las tropas del ejército francés?! Eso es para llegar a los tiros. Son dos barricadas. No puede haber ningún trotskista que vote en contra de que se retiren las tropas imperialistas de las colonias negras. Y eso también es de principios.

Los lambertistas, al revés de Mandel, quisieron vender otra mercancía. ¡Y qué mercancía! Comenzaron a gritar por el derecho a la autodeterminación de los pueblos negros. Pero el derecho a la autodeterminación de los pueblos negros empieza por sacar a las tropas imperialistas. Esto está probado. Lo ha denunciado la LCR. Con el dolor de su alma, porque la LCR opina que somos ultra izquierdistas, que el lambertismo es extraordinario aunque está un poquito más a la derecha que ellos, y que el lambertismo y ellos tienen que unirse para destruirnos a nosotros, los ultra izquierdistas. Es lo que están dele escribir: ¡Qué grande que es Lambert, viene para acá.

¿La OCI, al centrar su política en las ilusiones de las masas y en que debemos acompañarlas para que hagan la experiencia, no ignora el papel de vanguardia del partido revolucionario?

Moreno : El problema de las ilusiones que planteó la compañera es una cuestión fundamental. Es también un problema de principios. ¿Nuestros principios y nuestra política los basamos sólo en las ilusiones? ¿O primero es el principio y después tomamos esas ilusiones para ver cómo lo planteamos?

Bajemos a tierra: estas discusiones teóricas siempre se reflejan en la práctica. Por ejemplo, las masas creen que Mitterrand va a solucionar todos los problemas. Echan a mil obreros de tal fábrica. ¿Qué hace la OCI, o qué hacía? Va la OCI a la fábrica y vota junto con los socialistas y comunistas que hay que darle tiempo al gobierno, y que se nombre una delegación que vaya a ver al Ministro, después al Primer Ministro y después a Mitterrand. Esa es la política de la OCI; nosotros hemos dado citas exhaustivas.

Nosotros hemos dado aportes tremendos. Nosotros decimos: fantástico, está muy bien, hay que tomar las ilusiones. La gente cree que no hay que hacer huelga y que hay que negociar con Mitterrand. Nosotros lo tenemos que tomar, pero tomarlo para desarrollar el principio de que Mitterrand [está contra los trabajadores]. Es la célebre combinación del método trotskista del desarrollo desigual y combinado. Lo primero es cómo demostramos el principio de que Mitterrand está con los burgueses. Los trabajadores tienen la ilusión de que Mitterrand está con ellos. Nosotros tenemos la certeza, por principio, de que Mitterrand está con los burgueses y no con los obreros. ¿Cómo combinamos las dos cuestiones, pero sin abandonar el principio, para ver cómo aplicamos el principio?

Supongamos que una persona tiene una enfermedad infecciosa y que hay que inocularle un antibiótico. ¿Cuál es el principio?: esta enfermedad infecciosa se cura con un antibiótico. Después viene cómo se da ese antibiótico. A lo mejor esa persona tiene alergia, no tolera ese tipo de antibiótico, o es una persona que tiene la ilusión de que se cura sin inyecciones. Está lleno de gente así. Yo tenía una tía española que opinaba que la inyección era un mal mandado por Dios, una cosa horrible. No se ponía nunca inyecciones. Era la ilusión de ella, era una ideología: No quiero inyecciones. El arte del médico es cómo le mete el antibiótico, tomando en cuenta las ilusiones, diciéndole: Date vuelta que te voy a pasar un algodoncito, hasta que se da vuelta y le mete la inyección.

Este es todo el arte del marxista. ¿Cómo le metemos a los obreros el principio de que Mitterrand sirve a la burguesía? Igual que el que tiene que meter la inyección a una persona que le dice: No quiero, las inyecciones hacen mal. Son las ilusiones. No quiero luchar contra Mitterrand porque Mitterrand es bueno, dicen los obreros. El arte nuestro es cómo les decimos: Mitterrand es malo, es un desastre. Ese es el principio. Si nosotros no lo decimos, ya empezamos a ser traidores, servimos a Mitterrand. Mitterrand dice: Espérenme porque soy bueno. Si nosotros les decimos a los trabajadores: Espérenlo porque ésas son sus ilusiones, es la misma política.

La verdadera política marxista es llamar siempre a la movilización. ¿Qué hacemos entonces? Los obreros dicen: Creemos en Mitterrand. Nosotros no creemos, pero somos respetuosos. Los queremos mucho, somos compañeros de fábrica. Pongámonos de acuerdo: Vamos a hacer las negociaciones que ustedes dicen. Para nosotros, es una ilusión de ustedes, pero la respetamos. Además, ustedes son mayoría; nosotros minoría. Los apoyamos a muerte. No somos ultra izquierdistas. Ojalá tengan razón. Vamos a negociar. Lo que no decimos es: Vamos a darle tiempo. Porque ahí empieza la traición, es lo que quiere Mitterrand. Les decimos a los obreros cosas sencillas, que cualquier obrero entiende: Ustedes saben que, como trotskistas, opinamos que el PS es una inmundicia, un aparato contrarrevolucionario, que Mitterrand sirve a la burguesía. Pero ni discutamos eso. Como ustedes se van a morir de hambre mientras negocian con Mitterrand, ocupemos la fábrica para exigir a Mitterrand, si no acepta las negociaciones, por la fuerza. Apelemos a los obreros del barrio, de la ciudad. Pidámosles que sean solidarios y que amenacen a Mitterrand con que, si no acepta negociar con nosotros para reintegrar a los desocupados, van a parar todos los obreros. Es sencillo. Y opino que puede haber muchos sectores que digan: Sí, ocupemos la fábrica mientras negociamos. Empezamos a meter la línea trotskista. Hicimos un programa combinado.

Pero ellos no. Lambert va allá y todavía se ufana y publica en su periódico: Gran triunfo, nosotros, los comunistas y los socialistas hemos sacado una resolución conjunta que dice así... Yo quiero que los compañeros me digan si eso es correcto. ¿Está bien eso? Es como si aquí, donde los obreros son de Acción Democrática y algunos de COPEI, echan a trescientos obreros y ustedes votan con los de AD, con la burocracia sindical: Vamos a ver al ministro de Trabajo ‑-no sé si hay‑‑, después al Primer Ministro ‑-no sé si hay‑-, después al presidente Herrera Campins (para nosotros es lo mismo que si estuviera de presidente Carlos Andrés Pérez). ¿Y nada más? Nosotros opinamos que, si es nada más, es traición. No es trotskismo. No está el principio.

Nosotros opinamos que, si echan, un trotskista va y comienza el programa de transición:

¿Ustedes quieren negociar?

Sí.

Combinemos negociación con ocupación. ¿Y qué tiene de malo?

Aceptamos las ilusiones, pero el eje de nuestra política no son las ilusiones. Lenin decía que nuestro gran adversario, contra quien damos nuestro gran combate es la mentalidad de la clase obrera. Saberse quedar solo, no capitular a esa mentalidad. Ese pretexto de las ilusiones es el argumento revisionista. Cuando hubo guerra mundial, todas las masas iban a la calle, iban a la guerra, había ilusiones. En cambio, los marxistas se quedaban solitos. Díganme, compañeros, cuál es la política ni bien echan a doscientos o trescientos:

¿Ustedes creen en el gobierno burgués?

Sí.

Entonces no ocupen ni hagan nada; démosle tiempo, cinco o seis meses hasta ver qué dice mientras negociamos; mientras tanto muéranse de hambre.

Esto es lo que dice la OCI. Mandel es más vivo, porque hace la misma política que la OCI, pero dice: Ocupemos, hagamos cogestión, revisemos los libros. Siempre algo que no se puede hacer, pero por lo menos es ultra izquierdista.

La inyección es el principio. El antibiótico mata a los microbios: ése es el principio. Cómo lo ponemos es el problema táctico que torna en cuenta las ilusiones.

¿Por qué son tan deficientes las Tesis de la CI‑CI en relación al problema de frente popular?

Moreno: No éramos conscientes. Nunca creímos que llegaríamos a tener diferencias con Lambert respecto a esto. Muchos nos están atacando por eso. Había un libro de Stéphane Just [que atacaba al frentepopulismo]. Combatieron toda la vida el “frente popular de combate”. Nunca pasó por nuestra cabeza y por eso no lo escribimos.

En la propia Conferencia donde se aprobaron, notamos reticencias de ellos al agregado sobre el Partido Socialista. El compañero Brunello hizo más agregados sobre el partido socialdemócrata (no sobre frente popular), y se los aceptaron. A Brunello le llamaba la atención, él sí estaba muy preocupado. Pero fue el único. Tampoco entraba en nuestra cabeza que estaban capitulando por ese lado. Nosotros nunca creímos en chismes. En estas cuestiones, si no se prueban, hay que ser lento, tranquilo.

Pero no me justifico para nada. Fue un grave error, fundamentalmente mío. Vuelvo a insistir, sin falsas modestias, en que fui autor principal de las tesis. Y no pasó por mi cabeza.

El frente popular

Vamos a hacer un curso sobre frente popular. Estamos tocando, según Trotsky, un problema fundamental.

Ustedes deben plantear las dudas, las sospechas, si somos sectarios o fraccionalistas. Mandel siempre me ha atacado de fraccionalista, así que tómenlo en cuenta. Puede ser que sea así. Me he hecho casi solo, abandonado de la mano de Dios y a través de múltiples errores. Puede ser que ya esté tan acostumbrado a andar solo que me moleste andar con otra gente. Y que me haya inventado una ideología de que mejor solo que mal acompañado. Que crea que son malas compañías y, a lo mejor, resulta que son buenas compañías.

El problema del frente popular es decisivo. Sin embargo se han dado relativamente pocos gobiernos de frente popular antes del año 1940. Clásicos hubo dos: Francia y España. ¿Por qué es tan importante? Porque yo creo que va a haber cada vez más gobiernos frentepopulistas. Ya en la postguerra de 1944 hubo muchos, como característica. El problema es decisivo. En eso, acostumbrémonos a ser serios, aunque perdamos un mes o dos meses. Primero voy a precisar los principios y después el problema del frente popular. Lleno de dudas. La duda es un gran método marxista. Lleno de dudas hacia mí, lleno de dudas hacia todo el mundo, hasta afirmarse sobre roca firme: éstos son los principios y se aplican de tal manera; y esto es el frente popular.

La OCI también pensaba que la época que viene es frentepopulista.

Moreno : Claro. No creo [que] directamente, porque creo mucho en gobiernos bonapartistas y fascistas.

Creo que el frentepopulismo va a ser uno de los gobiernos típicos, junto con los bonapartistas duros. Lo que creo que hace cortocircuito, que ya ha hecho cortocircuito, como decía Trotsky, es la democracia burguesa. Hoy en día todas las democracias burguesas son casi bonapartistas; son formas democrático burguesas. Mi discusión con Forgue [3] es aparentemente erudita, si se quiere hasta aburrida. No se entiende bien qué se está discutiendo porque, como es pública, nos tiramos pataditas simulando que nos tiramos besos. yo Creo que es una discusión bastante importante.

Forgue le contesta a usted que cómo puede comparar gobiernos tan disímiles como los de Perón, Rossevelt y la socialdemocracia alemana. A mí me confunde que en un artículo usted habla de gobiernos de tipo bonapartista sui generis, pero en Correspondencia Internacional # 13, usted dice que el frente popular es un tipo de gobierno y el bonapartismo es un régimen, pero además habla del frente popular en forma de partido, como los casos de Cárdenas o Perón.

Moreno: Yo ahí no veo una contradicción, pero entre ese artículo mío y el anterior sí. El que más reivindico es el de Correspondencia Internacional # 13. Creo, sí, que hay una contradicción entre ese artículo y lo que escribí después. Pero no es la que usted ve, sino la que hay entre kerenskismo y frente popular. Le voy a decir cómo veo el problema hoy. Creo que hemos avanzado en el análisis, pero que no nos contradecimos.

Primero, la cita que yo doy de Trotsky donde dice que el gobierno de Cárdenas es frentepopulismo. No incluyamos a Perón ni a Nasser porque Trotsky ya no vivía, aunque yo opino que sí se parecen. Basémonos en Trotsky. Trotsky dijo que el de Cárdenas era un partido frentepopulista y que el gobierno de Chiang Kai‑shek era un gobierno de frente popular. Para mí no hay en ese sentido contradicción: el gobierno puede ser bonapartista y frentepopulista. Esto tiene que ver con lo que discutimos con Forgue, que es muy interesante, para precisar bien. Después ustedes se pronuncian y hay cambios, incluso de mi parte. Veamos las definiciones de parte de Forgue contra casi todo Trotsky, y de mi parte contra Lenin y Trotsky. Para aclarar las cosas, en vez de ocultarlas. Vamos a ver si precisamos en forma bien esquemática para que sea de verdad un curso, qué es lo que se discute en este problema aparentemente secundario, o muy importante pero erudito.

¿Como se define un gobierno?

La Tercera Internacional hizo en su época tres definiciones de gobiernos en los cuales intervenían partidos obreros.

Uno : el kerenskismo.

(Después vienen lo que nosotros vamos a llamar gobiernos obrero‑burgueses, que la Tercera Internacional los divide en dos tipos:)

Dos : gobiernos como el laborista que es obrero liberal porque su programa no es marxista; está a favor del liberalismo, de la libre empresa. Vamos a llamarlo obrero liberal, aunque no es exactamente el nombre que le pone la Tercera.

Tres: el gobierno socialdemócrata burgués.

Como siempre, Lenin, Trotsky y todos ellos definían fenómenos reales. El dos eran los gobiernos laboristas en Australia y en Inglaterra. Y el tres era el gobierno socialdemócrata en Alemania.

La Tercera no precisó bien la diferencia entre el kerenskismo y los otros dos tipos de gobierno. Por eso yo en el artículo sobre Portugal [4] me confundo. Y también por la influencia de Hansen. Yo era muy amigo de Hansen, y Hansen muchas cosas las decía por influencia de Trotsky. Y acertaba justamente cuando reflejaba la influencia de Trotsky. También erraba un poco.

La Tercera no precisó bien qué era el gobierno kerenskista. Definieron como kerenskistas muchos gobiernos parlamentarios, donde no pasaba nada [en la lucha de clases]. Definían uno casi igual a dos y a tres , como si fueran sinónimos. [Pero estos últimos gobiernos] no se parecían a los gobiernos kerenskistas rusos: no había poder dual.

En el tipo de gobiernos kerenskistas eran confusos: lo definían porque había poder dual, doble poder, o un gobierno normal, parlamentario, si entraban los partidos obreros, con burgueses o sin burgueses. Por un lado, entraba [en la definición de kerenskismo] el doble poder, y por el otro lado entraban gobiernos “relativamente normales”, por elecciones. Si [participaban los partidos obreros] lo llamaban kerenskista, aunque fuera normal.

Llamaban kerenskista, por ejemplo, al gobierno de centroizquierda francés. Llamaban kerenskista al gobierno laborista, al dos . Trotsky también tiene mucho de eso: Viene el kerenskismo, vienen gobiernos como éstos. Y en la célebre resolución de la Tercera sobre los gobiernos (porque hay dos resoluciones o comentarios del Comité Ejecutivo), se hacen cuatro o cinco definiciones, sin nombrar al kerenskismo. Yo les cito esto para que vean que la Tercera no era la Biblia. A pesar de que lo que hizo es extraordinario, había cosas confusas. En el problema nacional es un lío bárbaro entre el Segundo y el Cuarto congresos, con contradicciones muy graves sobre qué es un movimiento nacionalista revolucionario. En el Cuarto Congreso varía la cosa. Es un problema sobre el cual todavía no nos hemos puesto de acuerdo.

Pero viene la década del 30 y vienen los gobiernos frentepopulistas. Hansen me decía que Trotsky, a partir de los gobiernos frentepopulistas, no empleó más el término kerenskismo. Y yo acepté porque es verdad. A partir del año 1934‑35 ‑-me parece que desde antes‑‑, Trotsky no habla más de kerenskismo. Hansen me dijo que era debido a que Trotsky consideraba que el frente popular era el kerenskismo moderno, que es lo que yo escribo en el artículo sobre Portugal.

¿Qué dice Forgue y qué decimos nosotros sobre este problema, aparentemente formal, que es la definición? Forgue dice: El gobierno frentepopulista es primero un gobierno de colaboración de clases, pero que tiene una característica especial. Hay muchos gobiernos de colaboración de clases que no son frentepopulistas: como mínimo los gobiernos obrero‑capitalitas, que son de colaboración de clases y no son frentepopulistas. Porque él opina que el gobierno frentepopulista es gobierno de colaboración de clases, pero eso no lo caracteriza, no es la característica fundamental. En términos aristotélicos, no es la diferencia específica, es el género próximo. Lo que los caracteriza es que son gobiernos [que se dan] cuando hay una crisis sin salida del régimen burgués. Sin salida significa que a corto plazo tiene que producirse una explosión, una guerra civil, algo. Son gobiernos de crisis revolucionaria. Crisis sin salida y revolucionaria, o al borde [de ella]. No pueden ser estables, no pueden durar. Tienen que ser por poco tiempo, donde hay poder dual o va a venir el poder dual, o viene inexorablemente.

¿Crisis sin salida significa que el frente popular es el último recurso de la burguesía?

Moreno: Sí, junto con el fascismo. O el anteúltimo. Felipe sólo da la cita que dice “el último” y no la cita que dice que puede ser el anteúltimo. No sé si ustedes saben que hay dos: último o anteúltimo.

Es decir, es un gobierno que no puede ser tolerado por la burguesía, igual que el poder dual, etcétera. En cambio, hay otro gobierno de colaboración de clases, como el laborista de Inglaterra, como el del Partido Socialdemócrata en Alemania ‑-que gobierna con el Partido Liberal-‑, que no son frentepopulistas, no son parte de una crisis sino de una estabilidad, no tienen poder dual ni van hacia el poder dual, duran, no son incompatibles con el régimen burgués. Eso es lo que dice Forgue.

Y Forgue dice más: que puede haber gobiernos de crisis sin salida que no sean frentepopulistas. También pueden ser gobiernos sólo de un partido laborista. Para Forgue puede haber gobiernos de crisis sin salida y revolucionarios [de crisis revolucionaria] que no sean frentepopulistas. Por ejemplo, viene el poder dual como en Bolivia y puede haber un gobierno burgués como el del MNR que tiene todo el gobierno (supongamos que, en un momento, el MNR no tuvo la colaboración de los obreros o pudo no haberla tenido). Puede ser sólo el gobierno obrero: por ejemplo, en Alemania en 1919 quien toma el poder es el Partido Socialdemócrata solo, sin colaboración con la burguesía. Es decir, no siempre una crisis revolucionaria origina un gobierno frentepopulista, no es ninguna obligación, puede haber otros tipos de gobiernos de crisis revolucionaria.

Si quieren vuelvo un poco atrás. La forma de todo gobierno frentepopulista es que es un gobierno donde están partidos o dirigentes burgueses y partidos obreros. Esa es la forma. En eso estamos de acuerdo Forgue, Mandel, Hansen, Trotsky y yo. Es el frente sin principios más espectacular que se haya visto: estamos totalmente de acuerdo en que la forma es ésa.

Las diferencias vienen a partir de ahí. Ahora van a ver cuál es la importancia de esta discusión.

Forgue dice que, aunque sea un gobierno de obreros y burgueses, de partidos obreros y burgueses, no es frentepopulista si es de una época normal, si no hay crisis revolucionaria. Sólo es frente popular si, además de tener la forma de un gobierno donde están los burgueses y los obreros, es un gobierno que viene porque hay una crisis revolucionaria.

Esta discusión no es una discusión erudita, gratuita. Ellos, los lambertistas, dicen que el gobierno de Mitterrand es de frente popular. Y nosotros aceptarnos: sí, es de frente popular. Y Forgue dice: si son verdaderos trotskistas, eso significa que vamos al poder dual, que Mitterrand va a tener una guerra contra la burguesía, y que es inevitable un levantamiento de la burguesía contra Mitterrand porque es un gobierno en medio de una crisis revolucionaria o al borde de una crisis revolucionaria. [Por el contrario], si es normal, si es un gobierno que va a admitir la Quinta República, no es de frente popular aunque sea un gobierno entre partidos burgueses y obreros. Forgue da una teoría, una definición ultrateórica de qué es gobierno de frente popular, útil a la política de la OCI. De ahí todo lo que van a decir ellos: que la guerra la está preparando la burguesía contra Mitterrand, que ya viene la guerra civil.

Eso es lo que dice Forgue. No está mal. Es una línea de razonamiento interesante teóricamente que, a lo mejor, tiene en algunos aspectos más razón que yo. Lo malo de él es que diga que es la trotskista. No es la trotskista. Lo que no es grave, porque ahora yo voy a decir cómo discrepo con la definición de kerenskismo de Lenin y Trotsky.

Nuestra [definición], la de la LIT‑CI ‑-vamos a hacerla impersonal‑-, es distinta. Para nosotros lo que Forgue plantea es muy interesante, pero hay que solucionarlo de otra manera. Hay que distinguir entre el contenido y la forma. Formas distintas tienen contenidos también distintos. No hay una unidad mecánica entre el contenido y la forma. Forgue, muy inteligente como efectivamente es, mete un golazo cuando trata de dividir a los gobiernos en dos tipos:

a) gobiernos de crisis revolucionaria o prerrevolucionaria, y

b) gobiernos sin crisis revolucionaria.

Eso es un acierto suyo. El error viene después, cuando dice cuáles son los de crisis revolucionaria.

Para nosotros los gobiernos se dividen por su contenido, por la relación entre las clases: burgués de crisis revolucionaria y burgués sin crisis revolucionaria, estables. Antes de ver si son burgueses [o qué son, hay que precisar lo anterior]. Porque si hay poder dual son incompatibles con el dominio de la burguesía, sólo pueden durar poco tiempo. Estas son las características porque, de contenido, el régimen burgués no puede vivir con poder dual, en medio de una semi‑guerra civil, se tiene que definir rápido. Y sin crisis revolucionaria son lo opuesto, son estables, son compatibles y pueden durar mucho tiempo. No hay ningún motivo para que no duren. Eso depende de los avatares o accidentes políticos. Estructuralmente, ésta es la definición.

Empezamos por atacar a Forgue por no hacerla así. Porque lo primero que hay que definir es el contenido: las relaciones entre las clases y las características generales que adquiere el gobierno cuando hay este lío entre las clases y cuando no hay líos entre las clases. Cuando no hay líos entre las clases, los gobiernos son estables. Y cuando hay líos entre las clases los gobiernos son inestables.

Al gobierno de crisis nosotros lo llamamos kerenskismo, contra Lenin y Trotsky, que llamaban kerenskismo a todos [aquellos en que intervenían partidos obreros]. Sólo llamamos kerenskismo a los de crisis porque el gobierno de Kerensky fue el gobierno de la más grande crisis revolucionaria del mundo. Nosotros decimos: éste es el gobierno típico [de las crisis revolucionarias], de poder dual, etcétera.

Hecha esta definición, hay que pasar a definir los gobiernos por su forma. Nosotros encontramos que, sacando los gobiernos fascistas o producto de golpes contrarrevolucionarios, cualquier tipo de gobierno ‑-incluso de régimen‑- se puede dar en cualquiera de las dos formas.

[Al no señalar esto], el pensamiento de Forgue es mecánico, opuesto al trotskismo. Forgue dice: Si hay crisis es frente popular. Es decir, para él siempre el contenido es igual a la forma. Va en contra de la dialéctica marxista. Nosotros creemos que la realidad es una combinación de formaciones desiguales.

Sean de crisis o estables, puede haber gobiernos:

·         de frente popular , donde están partidos obreros más partidos burgueses.

·         obreros‑liberales , como el del Partido Laborista australiano y hoy día, en cierta medida, el del Partido Socialdemócrata alemán ‑-porque ha cambiado el programa de Erfurt y, cedió al programa liberal--.

·         socialdemócratas‑burgueses (o capitalistas).

·         directamente burgueses, donde no intervienen partidos  obreros.

¿Dónde entra el gobierno sueco? No lo conozco. Si no colaboran con la burguesía es social demócrata‑burgués en principio. Pero no conozco su programa.

Nadie puede decir cómo se combinan estos cuatro tipos de gobiernos, que se definen por la forma, como fenómeno superestructural. Puede haber estos cuatro gobiernos con la crisis y puede haberlos con situación de estabilidad, porque esto es superestructural. Puede haber estos cuatro gobiernos con la crisis y puede haberlos con situación de estabilidad, porque esto es superestructural, esto define combinaciones gubernamentales.

Atención: lo único que quiero es que tengan claro lo que digo, no que, estén de acuerdo. No estoy rebatiendo. Quiero que por lo menos lo tengamos claro, para pensarlo.

¿El kerenskismo sería un tipo de frentepopulismo?

Moreno: Claro, el de crisis. Es un frente popular kerenskista. Pero puede haber kerenskismo obrero‑liberal, kerenskismo socialdemócrata‑burgués, kerenskismo como gobierno burgués. Pero si es de crisis es kerenskismo. [En cambio], Trotsky y Lenin llamaban kerenskistas a todos los gobiernos donde estaban los partidos obreros. Yo opino que no. Hay que volver a la época de Lenin. Pero a la época empírica. Porque él nunca lo definió [como] gobierno kerenskista. A veces dijo bonapartista o semibonapartista, otras veces democrático o semidemocrático.

En la primera clasificación, entre gobiernos de crisis revolucionaria o estables, aparece la cuestión de que los primeros son incompatibles con el régimen burgués. ¿Es porque no pueden controlar a las masas?

Moreno: Sobre todo por el poder dual. El poder dual es incompatible con el régimen burgués. Todo gobierno que se asienta, que surge como consecuencia del poder dual es kerenskista. Hay que romper el mecanicismo para empezar a pensar dialécticamente. Cada país verá qué es lo que pasa. Por ejemplo, acá en Venezuela, no está descartada dentro de cuatro o cinco años una huelga general. Se abre un período revolucionario y supongamos que sigue Herrera Campins. No tenemos que decir que no puede seguir Herrera Campins. Puede haber todo tipo de combinaciones.

Esta discusión también tiene que ver con los regímenes. Estos tipos de gobiernos se pueden dar en regímenes bonapartistas, de bonapartismo semiparlamentario, parlamentarios, sin parlamento, etcétera. Siempre que haya garantías democráticas para los partidos obreros.

Acá no entran, como ya dije, los regímenes fascistas, porque eso es la máxima estabilidad, es una piedra, es bonapartismo a martillo puro. No entran el fascismo ni los golpes bonapartistas.

Los lambertistas dicen que Mitterrand es producto del triunfo electoral y que los problemas los crean los funcionarios giscardianos que representan a la burguesía defensora de la Quinta República. Para ellos, como el PS es incompatible con la Quinta República, la burguesía tratará de desalojarlo del poder. Por eso habrá elementos de guerra civil. Las masas lucharán en defensa del gobierno de Mitterrand y se radicalizarán sectores de izquierda dentro del Partido Socialista. En Portugal, el socialdemócrata Soares gobernó durante cuatro años con mucha inestabilidad. Fue una solución transitoria para el imperialismo, que después lo echó a patadas. ¿Es incompatible el Partido Socialista con el régimen burgués?

Moreno : No. Al revés, yo creo que sí [es compatible]. De la misma forma en que no hay ningún problema en que haya gobiernos de frente popular, ya sea en crisis o estables.

Yo creo que sí [es compatible], en primer lugar por el grado de corrupción del Partido Socialista. En nuestro trabajo ponemos esa cita que muestra cómo el PS según Trotsky fue preparado por toda la burguesía. A partir de 1918, la Tercera sostiene que los partidos socialistas europeos son agentes directos del imperialismo yanqui, que viven de los capitales yanquis. Eso ya en los años 1918, 1920, 1924, en época de Lenin y Trotsky. Después, han sido los sectores más reaccionarios del movimiento obrero mundial. Incondicionales del imperialismo y hechos por el imperialismo.

Y en esta postguerra, los partidos socialistas son producto directo de los mass managers de la alta burguesía. Es una cosa consciente. Tanto que, como siempre en política, surgen los aforismos, la fórmula fantástica, increíble de Alfonso Guerra, el segundo de Felipe González.

Nosotros hicimos entrismo en el PSOE español. Y de golpe nos dimos cuenta de que era entrismo en el vacío. El PSOE en Madrid tendrá unos doscientos o trescientos militantes, nada más. Son locales vacíos, que se llenan un poco en la época electoral y después quedan totalmente vacíos. A Guerra le cuestionaban por qué echaba gente del PSOE, por qué no trataba de que hubiera muchos militantes. Y él dio la definición de todos los partidos socialdemócratas del mundo: “Prefiero diez minutos en televisión a diez mil militantes”. Es genial.

Yo opino que lo que dice Trotsky es verdad: que la policía, los ejércitos, la burguesía, todos le dan todos los medios a los socialistas. Los partidos socialistas no existen cinco minutos si les cortan la televisión y no tienen la protección de los gobiernos burgueses. Eso ya ha llegado al colmo. Ha habido todo un proceso degenerativo.

Ya en la década del 30, incluso en la del 20, eran perfectamente compatibles con todo tipo de gobierno. No sólo eso, sino que hubo un gobierno, un Partido Socialista que se convirtió en un partido semifascista. Fueron los alemanes, los que mataron a Rosa Luxemburgo los que apelaron al estado mayor del ejército [contra los obreros]. De allí era ese famoso dirigente socialdemócrata, capo de la policía. Trotsky lo cita cuando propone unirse con el diablo [contra los nazis]. Y el stalinismo le dice: ¿Cómo vamos a unirnos con ese asesino, represor del movimiento obrero?

No hay ninguna incompatibilidad. Pero es más grave el problema. Lambert, igual que Mandel, desgraciadamente son eurocentristas. Desgraciadamente viven en países imperialistas. Ustedes no se dan cuenta de lo que eso significa. Son imperialistas hasta la médula de los huesos, ¡porque discutir si los partidos socialistas son o no compatibles ... !

Los partidos socialistas de América Latina y de los países atrasados en general han hecho de todo. Han colaborado con gobiernos de ocupación, como los socialistas de Marruecos. Han colaborado con el imperialismo.

En la Argentina eran de extrema derecha. Eran una corriente aristocrática del movimiento obrero. El Partido Socialista argentino ha vivido matando obreros. Fue agente de la dictadura de Aramburu. Ahora fueron la extrema derecha del gobierno de Videla. Ellos, los grandes dirigentes socialdemócratas, los grandes amigos de Kautsky, los que habían conocido a Trotsky (yo he visto fotos de ellos). Como por ejemplo Américo, Ghioldi, que fue embajador de la dictadura de Videla en Portugal.

Cuando se dio el golpe de estado de junio de 1955 contra Perón en la Argentina, el editorial del periódico del PS decía: “ Se acabó la leche de la clemencia [5] Para ellos había que matar dos o tres mil obreros, y atacaban al gobierno militar por haber fusilado tan pocos. Ese es el partido socialdemócrata que yo conozco.

En Francia, Trotsky ya había definido que el régimen de la tercera República era un régimen bonapartista, que se había vaciado de su contenido parlamentario. Y sin embargo es a ese régimen al que después entra Blum, junto con los radicales, y hace el Primer gobierno frentepopulista a fondo.

La socialdemocracia no es incompatible con nada. Sólo es incompatible con que no haya elecciones, porque en todo el mundo es un partido electoral. En la Argentina por ejemplo, la socialdemocracia hoy en día está dele pedir elecciones, junto con decir: ¡Qué grande que es el gobierno militar! Sólo con eso es incompatible.

En ese sentido, Lambert y también nosotros hemos señalado que los partidos comunistas sí pueden ser colaboradores de gobiernos no parlamentarios, que no tengan democracia formal. Porque Moscú les dice: Apoyen a Hitler. Y apoyan a Hitler. Sacaron un periódico legal; Le Humanité salió legal cuando entraron las tropas nazis en Francia. Pretendieron hacer lo mismo bajo Pétain y la Gestapo, y en París también. El stalinismo ya ha llegado al colmo en ese sentido.

Podemos decir que los socialdemócratas [no pueden vivir] si no hay alguna eleccioncita, aunque sea bajo un régimen bonapartista.

Por otra parte, no hay [hoy] otro tipo de régimen que no sea bonapartista en líneas generales. Terminemos con esa discusión. El bonapartismo es el régimen típico. llene más o menos democracia, es más o menos totalitario, pero la tendencia general es hacia los regímenes bonapartistas, por un lado por la influencia del imperialismo, y por otro lado por la influencia de los estados, que hoy en día son inmensos, con una burocracia que controla todo.

El grado de degeneración de los partidos socialdemócratas es el summum. El mejor ejemplo es Mitterrand, que crea este Partido Socialista como una operación de la burguesía, igual que Felipe González. Está todo pensado por el capitalismo mundial. A Felipe González lo hicieron ellos, entre el stalinismo y el imperialismo mundial. [A la corriente histórica del PSOE], por si acaso tenía algún elementito de clase, para que haya absoluta seguridad Felipe le ha respondido en gran forma. El es un hombre de estado hasta la manija. La socialdemocracia francesa es mucho peor, porque Mitterrand es un viejo dirigente burgués, como si fuera Betancourt [6] muy parecido a él. Era burgués, era la gran figura de la burguesía. ¿Ustedes leyeron lo que escribía Stéphane Just en el año 1974‑1975 sobre que el PS es parte fundamental, una garantía de la Quinta República? Tenemos la cita de la vieja etapa, dándole con todo a Mitterrand.

¿El PS es entonces compatible con todos estos tipos de gobiernos?

Moreno: Yo quiero decir más. Los partidos socialistas son ahora producto directo de la burguesía. En Portugal, Soares, si no tiene el apoyo del imperialismo y de toda la burguesía, no llega a tener nada. Si sólo eran, creo, cincuenta o cien militantes. Dicen que el lambertismo era más fuerte, y si no era más fuerte, estaba parejo.

¿Quieres decir que no se cumple más la ley de que, cuando comienza el ascenso, las masas van primero hacia sus organizaciones tradicionales?

Moreno : [La ley se cumple]. Pero en Portugal, el Partido Socialista no era la organización tradicional. La gran organización tradicional, la que dirige, era el PC. Después venían el maoísmo y después los trotskistas.

Lo de que el PS francés, el español, etcétera, sacan su fuerza de la televisión, está bien. Pero eso les da muy buen resultado.

Moreno : Esa ley [de que la socialdemocracia es un aparato electoral creado por la burguesía] no niega la otra, la de que las masas van hacia los partidos obreros tradicionales. Esta ley, la burguesía también la sabe, y a través de la televisión y todos los otros medios trata de que vayan para allá.

Los Partidos comunistas tienen una característica que es su gran ventaja frente a los partidos socialistas, aunque felizmente la están perdiendo. Los partidos comunistas tienen una característica cualitativa heredada del bolchevismo, que es fatal, terrible para nosotros: el problema de la lucha cotidiana. Mientras el socialismo siempre fue electoral, los partidos comunistas han heredado [la estructura] de la célula de empresa, de la célula sindical para la pelea y la respuesta día a día. Eso los vuelve un fenómeno peligrosísimo, porque el obrero dice: Son los que están a nuestro lado en toda pelea. Felizmente, también están entrando por la vía electoral y están perdiendo eso. Ese es un campo que por primera vez se nos está abriendo: el de los activistas sindicales. Ya los partidos comunistas son tan traidores, se han aburguesado tanto, que han perdido ese reflejo. Se ve en Argentina, donde eso ya es colosal: hace treinta o treinta y cinco años, el Partido Comunista ya veneraba a los que juntan mucho dinero: es todo un aparato con plata.

Ahora quisiera hacerles algunas preguntas a ustedes. Siempre en toda discusión hay muchos puntos, y cada cual pega en el punto más débil del otro. Es como una pelea de box: si uno cree que el enemigo tiene débil el mentón, trata de pegarle en el mentón; si el otro cree que es el hígado, trata de sacudirle con todo al hígado. Toda polémica es así . Trotsky ha dicho que cada polemista pega en el punto que considera más débil. Y que toda polémica tiene una dinámica propia, a veces impensable. Van surgiendo distintos temas que al principio no estaban planteados y van perdiendo importancia otros temas. Por eso querría que, del estudio o las impresiones que tienen, me precisen la siguiente cuestión: ¿Cuáles son, según ustedes, los puntos principales que están en discusión y que provocaron la división de la CI‑Cl desde el punto de vista político?

Sin discutir si soy el gran culpable de la ruptura de la CI‑CI o no. Ni si hay gente maléfica, como Aldo y yo, que dividimos las organizaciones marxistas revolucionarias o algo por el estilo. Ni si nos apresuramos, hicimos una aventura, abortamos un proceso --que es lícito sostenerlo, es posible que sea así, aunque sin mala intención‑-. Dejando de lado esto ‑-lo cual no quiere decir que nos salvemos de culpa, pero si la ruptura fue apresurada o no es táctico.‑, precisemos. Por ahora, no discutamos por qué se rompió la CI-CI en los hechos, sino qué diferencias hubo con respecto al frente popular. No me toquen frente único antiimperialista, ni problemas organizativos ‑-que los hubo-‑; sólo lo que tiene que ver con el frente popular. Dentro del frente popular, ¿cuáles creen ustedes que son los grandes temas en discusión entre la OCI y nosotros?

En primer lugar, el apoyo de la OCI al gobierno de Mitterrand.

Primero, los campos policlasistas.

Moreno: Vamos a escribir en el orden que me dicen, pero yo los voy a poner en el orden que yo creo. Para mí, lo primero es lo de los campos .

Vamos a ser en lo posible, honestos en la discusión, para ver si tenemos divergencias. Vos decís que la OCI dio apoyo a Mitterrand. Te tengo que corregir. La OCI ha insistido e insiste en que no da ni apoyo ni apoyo crítico. Lo que vos decís, que da apoyo, es un abuso. Es posible que sea apoyo, pero apoyo a medidas o pasos de Mitterrand. Lo concreto son las frases. Ellos dicen: Nosotros no apoyarnos al gobierno, pero sí apoyamos los pasos ‑-ni siquiera las medidas-‑. Este es un gran problema, pero es el segundo: Apoyo a las medidas . Para mí el primero es el que planteó la compañera: “Estar políticamente con campos policlasistas”. ¿Qué más?

La adaptación a los partidos socialista y comunista.

El papel del partido.

El programa.

Moreno: Bueno, ya acertaron. Para mí el tercero es: La política de ruptura con la burguesía. Allí hay una diferencia total. Lo que ellos llaman romper con la burguesía es algo totalmente opuesto a lo que decimos nosotros.

El cuarto es: El programa.

El quinto es: No denuncia al gobierno y a los partidos obreros traidores o No denuncia a los partidos contrarrevolucionarios y su gobierno.

Está el problema de las ilusiones.

Moreno: Eso ya lo tocamos antes. Es el problema decisivo, el problema metodológico que pasa por todo esto, pero ya lo hemos estudiado.

La definición de la etapa.

Moreno: Eso es táctico. Que vos digas que ellos hacen una interpretación de la etapa al servicio del revisionismo, eso puede ser. Pero si uno dice que es una etapa contrarrevolucionaria y otro dice que es revolucionaria, eso no es revisionismo.

Los felicito porque no erró nadie y han estudiado mucho. Estos cinco puntos son los que vamos a trabajar.

Uno: Tenemos diferencias respecto a los campos policlasistas. ¿Qué política hay que tener respecto al frente popular u otra variante?

Dos: Tenemos diferencias respecto al apoyo a las medidas.

Tres: Tenemos diferencias respecto a la política trotskista tradicional de ruptura con la burguesía y cómo se aplica. Nosotros opinamos que ellos la aplican en forma antitrotskista y ellos opinan que están aplicando la línea trotskista de ruptura con la burguesía.

Cuatro: Tenemos diferencias respecto nada menos que al programa.

Cinco : El problema de la denuncia a los partidos contrarrevolucionarios, al gobierno, etcétera.

Todos estos puntos los vamos a desarrollar como capítulos. Sigo preguntando. ¿Qué diferencias tenemos en el punto sobre la definición y la política en relación a los campos policlasistas o al frente popular?

Ellos se apoyan en el pronóstico de que Mitterrand resistiría a la burguesía y nosotros deberíamos apoyarlo, y se sitúan en el campo político del gobierno y en un eventual campo militar.

Hacen demasiado hincapié en las divisiones que hay en la burguesía.

Moreno : Bien, se van complementando.

Dicen que hay un sector progresivo de la burguesía y otro que no lo es.

Moreno : Eso es un poquito un abuso. Está muy bien cuando decís que le dan mucha importancia a la división de la burguesía. Pero es un abuso cuando decís que dicen que hay un sector progresivo de la burguesía. Es distinto un campo policlasista [progresivo] y un sector de la burguesía [progresivo].

El campo no es policlasista, es clasista, es burgués. Es el campo en que están. No pueden estar en dos campos a la vez.

Moreno: Es una unidad policlasista de partidos obreros y burgueses. Se ponen al lado de un sector burgués. Si el gobierno y la política son burgueses, sin duda es burgués. Lo que yo no quiero que digan es que no hay un frente, que ellos están votando por un sector burgués contra otro sector burgués, porque lo llevamos demasiado al extremo. Aunque en el fondo sea correcto, es un abuso. Ellos están apoyando un frente donde están los partidos obreros y burgueses del gobierno burgués.

Voy a incorporar lo que dijo Alberto de que hubo un triunfo electoral, pero [que el gobierno Mitterrand no es un triunfo]. Hay una unidad increíble. Creo que Alberto lo agarró porque es consecuente con su análisis de que la OCI en su conjunto ha ido elaborando todo un sistema revisionista en todos los terrenos. En mi trabajo lo trato de demostrar, y Alberto ha avanzado hasta el análisis de ellos de lo que significó el triunfo electoral y la derrota de Giscard. Lo hayan transformado en una teoría coherente o no, ellos opinan que el triunfo [de los trabajadores] es el gobierno de Mitterrand, y no que Mitterrand es una maniobra con la cual la burguesía les arrebató el triunfo [a los trabajadores].

Apoyar desde afuera es peor, porque crea la ilusión de que es una política independiente .

Moreno : Eso es. Desde afuera sirve más; como traición es peor.

Para mí hay tres aspectos fundamentales en esta cuestión de los frentes:

Primero: Que lo consideran un frente relativamente progresivo en relación al otro frente burgués, lo creen capaz de adoptar medidas contra la burguesía, mientras que el otro frente, en cambio, todo lo que hace es a favor de la burguesía. Esto como caracterización.

Segundo : Como lógica consecuencia de esta caracterización de que es un frente progresivo, consideran que hay que formar parte de él Políticamente, no sólo por las ilusiones de las masas. Atención, que ellos no dicen: Es una porquería, no sirve para nada, Mitterrand es un desastre, va contra el movimiento obrero, pero como las masas creen en él... No es así. Tal cual señaló Alberto, ellos sistemáticamente buscan elementos progresivos en el propio Mitterrand. Hay dos caras del problema. Una es la de las ilusiones. Y la otra, más grave, es que ellos pintan a Mitterrand y al frente como relativamente progresivos. Consideran que hay que formar parte de él Políticamente. Cuando ellos dicen “tenemos que formar parte”, no dicen “porque las masas creen en ellos”, sino “porque adoptan medidas contra la burguesía”. No hablan de un fenómeno, subjetivo sino de un fenómeno objetivo, de acciones. Atención con eso, que es el primer punto: lo caracterizan como objetivamente progresivo. Esa es la contradicción. Por un lado toman lo subjetivo que son las ilusiones, y por otro lado lo objetivo. Todo lleva a la capitulación. Ahora estamos tocando específicamente el punto segundo: hay que formar parte políticamente del frente.

Tercero: Es una propaganda indirecta, subliminal, es muy grave, lo más abyecto de todo: que hay que hacer lo mismo que en España [contra Franco], en China [contra los japoneses] y en Rusia contra Kornilov. ¿Qué significa eso? Que hay que pelear al frente, ser la vanguardia del frente. Es de una gravedad extrema. Porque ellos, para cuidar las palabras, dicen que hay que estar al frente, Es mucho menos grave hablar claro. Ya aprendimos de Mandel cómo, sobre todo el revisionismo, habla a través de vueltas. Si ellos dijeran claro qué significa esta comparación... Ellos dicen: la misma política que para España, la misma política que para China, la misma política que para Rusia. ¿Qué significa eso? Es mucho más que estar en el frente; tenemos que ser la vanguardia y los que luchamos en primera fila en favor del gobierno frentepopulista de Mitterrand. Esta comparación es más grave todavía que el segundo punto.

Estos son, para mí, los tres puntos clave.

No me queda claro. Me parece que tú haces una exageración pedagógica en este temer punto.

Moreno : ¿Cuál fue la política bolchevique frente a Kornilov? Los bolches son los que más luchan y pelean contra Kornilov. Los lambertistas no sólo dicen que hay que estar, lo cual ya es una traición porque ni aun en la guerra civil nosotros estamos políticamente en el campo del frente popular; somos enemigos mortales y nos tiramos a romperlo. Ellos dicen más: que tenemos que ser la vanguardia de ese campo. Nos están diciendo que tenemos que ser los campeones en los roces y en las campañas políticas que hay entre la burguesía y el frente popular. Pero no se atreven a decirlo en forma abierta.

¿Pero acaso nosotros no estuvimos en el campo do Kerensky?

Moreno : Políticamente no, militarmente sí.

¿Como formuló su política el Partido Bolchevique?

Moreno: No apoyaban para nada a Kerensky y seguían la lucha mortal contra él, pero peleaban al lado de las masas que creían en Kerensky contra el golpe de Kornilov. Por ejemplo, Trotsky ha dicho que, en la guerra civil española, la primera obligación de un trotskista es ser el mejor soldado [en el bando de la República].

Pero ellos dicen: “Los bolcheviques se pronunciaron contra el gobierno de Kerensky, pero estuvieron en primera fila del campo de Kerensky contra Kornilov”.

Moreno : Utilizar la misma expresión, “el campo”, tiene su objetivo. Por eso es subliminal. Meten “campo” para decir: el campo de Mitterrand.

Nuestros puntos de vista son directamente opuestos. Primero como análisis: para nosotros el gobierno de Mitterrand, y [en general] los frentes populares en el gobierno, no son un fenómeno relativamente progresivo. Esa es la cuestión fundamental. Son una maniobra de la burguesía y los partidos contrarrevolucionarios para frenar la revolución, aplastarla. Es siempre una maniobra, por cómo viene la lucha de clases, pero responde a eso. Esa es la esencia de la definición. La esencia de la definición de ellos es que es relativamente progresivo, objetivamente progresivo. La definición nuestra es lo opuesto. Como dice Trotsky, el proletariado sufrió una derrota en Francia y en España, porque tuvo una confusión horrible: creyó que quienes eran sus principales enemigos eran sus amigos. Porque, cuando el movimiento obrero asciende, sube un gobierno para ver cómo liquida la revolución, la frena, la desvía. Es un gobierno contrarrevolucionario que no tiene absolutamente nada de progresivo, si tenemos en cuenta que el proletariado es el que está ascendiendo, y este gobierno sube para desviarlo y ver si después lo derrota.

Para mí, no hay un campo Kerensky y un campo Kornilov. Según Lenin el propio Kerensky es el organizador del golpe contrarrevolucionario. Kornilov es una pata peluda metida en el campo de Kerensky .

Moreno: Disculpame, pero creo que sos poco dialéctico, porque hay una ruptura a partir de que se produce el golpe. Que Kerensky es la preparación de Kornilov es un hecho, ni lo discutamos. Kerensky apoya a Kornilov, hace que venga. Allende también. El que dice “qué grande es Pinochet” es Allende, porque no quiere el poder dual en Chile. Pero cree que Pinochet le va a responder a él; y Pinochet terminó dando el golpe. Me parece que no aceptás que hay un cambio cualitativo cuando el golpe se produce. Y ellos saben que ese golpe los va a ahorcar a todos ellos. Trotsky dice que es por eso que [en esas circunstancias] se plantea el frente único obrero. Hay un momento en que se produce la unidad: los socialistas revolucionarios y el partido menchevique luchan contra Kornilov. Ese hecho no lo podés negar.

¿Entonces hay tres campos?

Moreno: Es una discusión para mordernos la cola. Durante toda una etapa, los socialistas revolucionarios y los mencheviques están con Kornilov. Y en un momento determinado, la situación se les escapa y los mencheviques y socialistas revolucionarios se ven obligados a luchar contra Kornilov.

Justamente ahora tenemos esa discusión con la dirección argentina. La Multipartidaria y la dirección sindical peronista han trabajado todos estos años íntimamente ligadas al gobierno militar. Ahora hay un cambio: lo ven débil y tratan de ver si logran mejores condiciones para ellos; lo que no quiere decir que estén en otro campo, es el campo de la contrarrevolución. Vos tenés razón: acá también hay tres campos. Ellos son adversarios políticos del gobierno, tenues pero adversarios. Es peligroso si todo lo vemos igual, sin diferencias.

Ni en ese momento apoyamos a Kerensky, ni en ese momento estamos de hecho en su campo. Pero se puede decir que sí hay un campo de frente único en un momento determinado, una cierta coincidencia dentro de las diferencias de fondo.

Como siempre, los ejemplos más sencillos los daban Lenin o Trotsky, que eran genios, al revés de nosotros que no tenemos esa capacidad de dirigir a la clase obrera. Para explicar estos fenómenos, Lenin tomó algo que le pasó a él de verdad cuando era presidente de la URSS y lo asaltaron, armados, en la calle, y él entregó su billetera. Fue un acuerdo ‑,-dijo-‑ yo les entregué todo y ellos me perdonaron la vida. Un bolche hace acuerdos con cualquiera si las circunstancias lo obligan. Lenin combatía a los ultra izquierdistas que decían: Nunca hay que hacer ningún acuerdo.

En este caso es parecido. Aparece Kornilov, que amenaza con matarnos a ellos y a nosotros. Franco mató a anarquistas, socialistas, stalinistas y trotskistas; hizo un frente único que era la tumba para todos. Entonces tenemos que hacer frente único, por ejemplo para que nos ayuden a salvar a los presos, con la consigna “paremos los fusilamientos de Franco”. Era una consigna que tomaba toda la izquierda mundial, porque no había ningún partido de izquierda al que no le mataban su gente.

Pero sin perder la línea de principios: nunca jamás nos mezclamos políticamente con Kerensky ni depositamos la menor confianza en él. Por eso somos tres campos de hecho . Pero hay momentos en que dos de esos campos se unen contra el otro. A veces se unen dos campos contra el movimiento obrero. Esto ocurre siempre, es permanente. El campo burgués y el pequeño burgués se unen contra el campo feudal. Los feudales contra los burgueses. El imperialismo con la burguesía nacional contra el proletariado, etcétera. Pero a veces, en circunstancias muy especiales de la lucha de clases, se origina el proceso inverso por poco tiempo.

Para mí, el gobierno de frente popular es total y absolutamente reaccionario. Hay que destrozar ese frente, que no quede nada de él. Es toda una política permanente que el frente popular y el gobierno de frente popular estallen --ojo con esto, porque tiene que ser íntimamente ligada a la lucha contra la burguesía-‑. Queremos hacerlo estallar desde afuera, combatirlo .

Me adelanto algo respecto a los partidos obreros. En relación a esto, como siempre, Trotsky es un genio. Trotsky dice que el que critica al frente popular y a los partidos oportunistas es traidor. A los partidos oportunistas y a los gobiernos frentepopulistas se los combate. Se llama al movimiento obrero a destrozarlos. No es que se los critica, que se hace tal o cual maniobra para ver si tal sector es positivo o no.

Me confunde que Trotsky planteara hacer entrismo a ese ala semi‑trotskizante del partido socialista.

Moreno: No se hace entrismo a esa ala.

El entrismo es al Partido Socialista.

Moreno : Sí, para llevar ese ala hacia el trotskismo.

¿Cómo llamamos a hacer entrismo a un partido que est4 en el gobierno haciendo pactos con la burguesía y es frentepopulista?

Moreno : Pero entramos para destrozarlo. No entramos para maniobrar con Blum o con tal o cual ala. Pero paremos, porque esto es todo un capítulo.

La OCI apoya las medidas que considera positivas, progresivas. Es lo fundamental de su política práctica. Ellos dicen: Apoyo a los pasos. Y dicen que eso no significa apoyar políticamente al gobierno. Pero es su política fundamental. Nosotros decimos que no se debe dar ningún apoyo a ninguna medida de ningún gobierno burgués‑imperialista, sea frentepopulista, fascista, o lo que sea, le sea útil al movimiento obrero o no. Porque, y esto es muy importante, toda medida, en su fondo no en su apariencia, es contrarrevolucionaria. Los compañeros que tengan dudas, que me pregunten. Sé que algunos simpatizan con el lambertismo.

Si quisiéramos jugar con Hegel, podríamos decir: el marxista tiene una política esencialmente revolucionaria, porque toma la esencia de los fenómenos y no su apariencia. ¿Qué quiere decir esto? Toda medida que adopte un gobierno frentepopulista es para reventar o joder a la clase obrera, aunque sea una concesión al movimiento obrero. Entonces, nosotros tenemos que denunciar ese contenido que está debajo de la forma. Si no, no somos marxistas: nos dejamos guiar por la forma.

Por eso hemos dado el ejemplo de la fábrica. El patrón viene y dice: Les voy a regalar un comedor muy barato. Nosotros no vamos a decirle al obrero: ¡Qué bueno, qué medida progresiva!; Es un primer paso del patrón o del gerente del patrón; ¡Qué formidable, el patrón da pasos progresivos! Porque ni la burguesía ni los partidos contrarrevolucionarios, nunca jamás adoptan pasos que van hacia la revolución. Siempre sus pasos van en contra de la revolución, aunque parezcan lo contrario. Si hacen una concesión es porque los obreros pueden obtener mucho más. Saben que están débiles y nos dan eso antes de que les saquemos más. Si nosotros decimos: ¡Qué bueno!, estamos respondiendo a los objetivos del gobierno que adoptó esa medida.

Supongamos que Alberto es diputado y tiene que votar a favor o en contra del aumento salarial por decreto de Carlos Andrés Pérez. Ahí nosotros no tenemos que votar en contra, pero tampoco a favor. Después veamos si la táctica es plantear escala móvil. Carlos Andrés Pérez plantea el aumento: ¿qué tiene que decir Alberto como diputado? “Me parece extraordinariamente positivo el aumento, pero esto esconde una maniobra: evitar la movilización y permitir la desocupación. Porque Carlos Andrés Pérez es un agente de la burguesía. Si nos da algo tenemos que desconfiar”. Si fuera Argentina emplearía la famosa expresión gaucha: “cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”.

No baso, entonces, mi política en el problema de las ilusiones, en si todo el mundo cree en Carlos Andrés Pérez. Tenemos que decir: “Carlos Andrés Pérez es el que masacró a los guerrilleros, un reaccionario, de toda la vida; si él da esto es porque sirve a la burguesía”. ¿Pero como hacernos para que los obreros que creen en Pérez no crean que somos reaccionarios, que estamos en contra de ese aumento? “Para mostrar que Pérez es un reaccionario completo, proponernos que en todas las ciudades, en todos los lugares, se controle el aumento, discutido en asambleas obreras, y que cada quince días den automáticamente por ley los aumentos que los obreros voten porque aumentaron los precios. Y además de eso, el control de la producción en las fábricas, que los gerentes sean elegidos por los trabajadores, y que si se echa a un solo trabajador se expropia la fábrica enseguida. ¿Qué dice la bancada de Acción Democrática? ¿Está a favor o no de mi agregado al aumento? Es sólo un agregadito a la ley”.

Entonces van a saltar gritando: ¡No!. ¡Demagogo!

¿Qué pasa si un gobierno de frente popular como el francés quiere dar un aumento y la burguesía se opone? ¿Apoyamos nosotros a esa ley?

Moreno : Tengo dudas de qué haría si se oponen ahí, justo en ese momento. Pero también es táctico. Lo importante es que estamos en contra, aunque la burguesía se oponga. Podemos hacer lo que aconsejó Trotsky. El estuvo totalmente en contra de la ley de las cuarenta hora semanales, del decreto de Blum, de todo. Trotsky estuvo totalmente en contra de la más grande conquista del proletariado francés. Pero lanzó una línea extraordinaria porque la patronal también se negaba: ocupación de fábricas para obligar a que se cumpla la ley, sin apoyarla.

¿Por qué en Correo dice que sin embargo defendemos las medidas progresivas?

Moreno: Eso es si se produce un poquito después, no en el momento. Porque si hoy sacan la ley, el mismo día la patronal dice “No la vamos a cumplir”, y vos decís “Defendamos la ley”, la estás apoyando. Si a los diez o quince días de aprobada la ley ‑‑o a los dos años, o veinte años después-‑ viene la burguesía y te dice que está en contra de eso, se arma el lío y nosotros decimos: Un momentito, nosotros la defendemos. Por eso te señalé la importancia del momento; a ver si aprendemos dialéctica, cómo todo cambia.

Trotsky criticó brutalmente las leyes de las cuarenta horas y de las vacaciones, lo mismo que los trotskistas franceses. Tenemos multitud de citas con respecto a eso. Justamente por eso decimos que es un crimen la política de Lambert. Porque conquista más grande del proletariado que las cuarenta horas y vacaciones de un mes, es difícil que se encuentre en algún país. Trotsky estuvo en contra, se opuso a eso. Criticó que era una maniobra y una traición. Y denunció que se daba eso porque el proletariado francés podía conseguir todo: el poder, una república socialista. Y justamente le tiraban eso como un hueso para calmarlo. Ese fue el análisis de Trotsky. Pero, como era un gran político y dialéctico dijo “Ocupación de fábricas, movilización para que se cumplan las cuarenta horas y las vacaciones de un mes”, sin decir “Apruebo la medida del gobierno”. Porque si decía “Apruebo la medida del gobierno, de la burguesía y de los partidos obreros”, le estaba haciendo el juego al gobierno.

Lenin era revolucionario por reflejo, incluso para las menores cosas. Es célebre su anécdota con lo del pan. En Rusia no había pan, se morían de hambre, había unas colas terribles. De golpe, un mes antes de tomar el poder, aparece un pan extraordinario, buenísimo. Y muchos obreros empezaron a decir: ¡Qué buen pan!, las cosas mejoran. Lenin, que estaba escondido viviendo en casa de un obrero, dijo: Nos dan pan para que no hagamos la revolución obrera. Si sabemos que la burguesía nos empieza a dar un pan muy bueno para que comamos muy bien y no haya más colas en la panadería ‑-que era la gran bronca del proletariado-‑, y nosotros sabemos que lo dan para ver si nos dan un golpe contrarrevolucionario, nosotros no vamos a salir a decir: ¡Qué gran gobierno! ¡Vieron que ya dieron pan! ¡Ahora el pan es regalado!

Es la lucha de clases: no somos caballeros ni un tribunal por encima de las clases. Los pequeño burgueses dicen que no hay que ser ultra izquierdistas, que Mitterrand no está en ningún campo, que este campo es muy honesto... Para nosotros es la lucha de clases: somos enemigos mortales de este gobierno.

Como con el problema del odio. Nosotros ‑-fíjense lo que es pensar como marxistas‑- de golpe descubrimos la palabra odio y dijimos: es muy psicológica. Y dudamos y decidimos no ponerla. Resulta que seguimos estudiando a Trotsky y descubrimos que dice la mismo; hasta utiliza la misma palabra: odio. Nosotros, que resolvimos sacarla porque empezamos a ser demasiado modernos ‑-todo el mundo tiene manía por el psicoanálisis-‑ descubrimos, leyendo a Trotsky, que él tiene razón. Aunque parezca que no, es el fondo de la política revolucionaria. ¿Cómo vamos a preparar a la gente para la guerra civil si no le metemos toneladas de odio? Tiene que odiar por todos lados a la burguesía, a la oligarquía, al imperialismo, ver las cosas que más odia y volverse maniático. También en eso Lenin era brutal. ¿Saben que Lenin no miraba a los burgueses? Lenin, entre bolches, hablaba de frente. Pero cuando ya era presidente de la URSS, y entraban representantes de la gran burguesía norteamericana, se cubría los ojos con las manos: no podía verlos. Trotsky lo contaba cuando describía a Lenin; decía que era como un mujik. Si estaba escuchando la radio de la URSS, Lenin estaba contento. Pero cuando se escuchaban las radios de Francia o Inglaterra, se transformaba, se volvía furioso, era un odio tremendo: ¡¿Qué dirán estos canallas?!

Trotsky cuenta que, cuando lo conoció y los dos eran jóvenes, iban caminando por los puentes de Londres y Lenin mostraba odio a todo. Trotsky decía: “¡Qué lindos puentes tienen los ingleses!”. “Ese es el imperialismo de la burguesía londinense!”, decía Lenin. Era un odio de héroe, superior al de Trotsky; era un reflejo. Por eso dirigió esa gran revolución.

Cuando hablaba con los obreros, al revés, era muy simpático, era más obrero que nadie. Y su señora también era una maravilla, era extraordinaria para hablar con la clase obrera.

¿No estamos a favor ni en contra, sino que hacemos propuestas?

Moreno: No. Siempre estamos en contra. El problema es la táctica, si las masas tienen una ilusión bárbara en ese aumento. Combatirlo a Perón era una cosa espantosa para nosotros, porque el tipo daba de todo con tal de destruir a los sindicatos y a la vanguardia obrera. Si hay una manifestación diciendo: Apoyemos a Perón, ¿vos qué hacés?

No apoyamos la medida, pero, para no desarmar a los trabajadores, presentamos un plan alternativo para el movimiento obrero.

Moreno : Sí, pero eso es táctico, no de principio. Aunque es un, táctica formidable, es táctica, depende de la situación.

Trotsky defendía la línea de votar en contra del presupuesto militar propuesto por el gobierno de frente popular durante la guerra civil española.

Moreno: Trotsky no decía votar en contra. Trotsky dice: Nosotros estamos en contra. Y después dice: ¿Pero cómo lo plantearía? Piden un millón, entonces yo pediría dos millones. Y además agregaría: Que sea controlado por el movimiento obrero, no por el gobierno, porque es un gobierno en el cual no confiamos. Entonces ellos, como son un gobierno burgués, se van a oponer. Se opondrían a los dos millones porque les funde el presupuesto; y se van a oponer a que lo controle el movimiento obrero para que las armas no vayan al movimiento obrero. Entonces nosotros les decimos a las masas: ¿Ven que el gobierno no quiere que las armas vayan para ustedes, ni quieren comprar más armas para ustedes?

Si hay un gobierno que se encuentra en minoría parlamentaria y se presenta en el congreso una medida que es deseada por el movimiento obrero, cuya aprobación depende de la representación parlamentaria trotskista, ¿podríamos votar a favor?

Moreno : Sí. Pero no, si es una medida propuesta por el gobierno. Vos hablás de grupos del gobierno que votan en contra de la medida. Si se da eso cada mil años es muy bueno, porque si los partidos que están en el gobierno están contra el gobierno ‑-eso se da de vez en cuando‑‑, nosotros explotamos esa diferencia, porque va contra el gobierno. Si el PC rompe ahora con el gobierno frentepopulista de Mitterrand y plantea treinta y cinco horas, le proponemos un frente único y vamos al frente.

Pasemos al tercer punto: la política de ruptura con la burguesía. La OCI dice que en Francia la política de ellos es de ruptura con la burguesía. Sin embargo, acá es donde más en desacuerdo estamos, porque tiene que ver con el problema de gobierno obrero y campesino. Ahí es donde la traición de la OCI culmina todo lo demás; es la bisagra, el centro de la política de ellos. Porque para ellos romper con la burguesía es presionar a un gobierno frentepopulista, a un gobierno donde ya está la burguesía, donde ya se practica la colaboración de clases, para que ese gobierno frentepopulista rompa con la burguesía. La OCI dice que el gobierno de Mitterrand, que es un gobierno donde hay un radical y un gaullista, tiene dos caminos; uno de ellos es el camino de combatir a la burguesía; y que nosotros queremos que adopte ese camino y ataque a la burguesía. Eso es una verdadera traición, completa.

Es la misma traición que la de Mandel en Nicaragua, pero mucho más grande. Si la OCI tiene razón, también tiene razón Mandel cuando dice que un gobierno que ya tiene burgueses tiende al gobierno obrero y campesino. Mandel le decía al gobierno nicaragüense, un gobierno de cinco sandinistas y dos burgueses, que tomara el camino de la dictadura del proletariado. Era un crimen político. Esa es la traición: si los burgueses son capaces de hacer política antiburguesa, si un gobierno burgués como el de Nicaragua puede tomar el camino de un gobierno obrero y campesino y puede tomar el camino de la dictadura del proletariado, se terminó todo el marxismo. Es decir: Hay partidos burgueses que pueden hacer la revolución contra la burguesía. Entonces todo el reformismo tuvo razón. Es un problema básico, es la lucha del trotskismo. Nosotros consideramos que es un crimen político plantear a un gobierno integrado por burgueses que rompa con la burguesía. Porque lo que tenemos que plantear es que se rompa ese gobierno y que los partidos obreros que forman parte de ese gobierno rompan con la burguesía a nivel gubernamental. Esa es la primera tarea. Esa es nuestra diferencia con ellos: nosotros no le planteamos a ningún gobierno burgués integrado por partidos burgueses que rompa con la burguesía, sino que les planteamos a los partidos obreros que rompan con la burguesía.

Alberto señala cómo la OCI hace un ritual de nuestra política. Lo que dice Alberto es correcto [ya que aparentemente] estamos de acuerdo con la formulación. Yo quiero complementar lo anterior, Porque es distinto a lo que correctamente dice Alberto. Yo digo que es mucho más grave, porque ellos dicen que ruptura con la burguesía es ruptura del gobierno en su conjunto, incluidos los ministros burgueses, con la patronal, sin plantear como condición previa la ruptura [de los partidos obreros con la burguesía]. Por eso, lo que dice Alberto es muy importante, pero va segundo. Lo Primero es la traición de ellos, que es algo increíble, nunca visto en el trotskismo, -‑sacando al mandelismo y al pablismo-‑: que se le pide a un gobierno integrado por burgueses que esos ministros burgueses unidos a los ministros socialistas y encabezados por Mitterrand tomen el camino del anticapitalismo, rompiendo con la burguesía. Así liquidan todo el marxismo, porque esto significa que un segmento de la burguesía puede romper e ir hacia el socialismo. Acá está la clave del problema.

Al gobierno lo llamamos burgués e integrado por partidos burgueses, porque es un gobierno burgués al cuadrado. Es dos veces burgués. Es burgués porque es gobierno burgués y es burgués por que está integrado por partidos burgueses.

Para resumir, la política de ruptura con la burguesía es una exigencia que nosotros hacemos a los partidos obreros, y no a los gobiernos burgueses integrados por burgueses. Porque nadie le puede pedir a un gobierno imperialista, integrado por imperialistas, que deje de ser imperialista y se transforme. Para decirlo en forma bondadosa, es una traición científica a los principios. Nadie puede ir a decirle a un fabricante de armamentos que deje de producir armamentos y por favor empiece a hacer beneficencia y hospitales para los tuberculosos. Se lo puede hacer, pero es una política contrarrevolucionaria porque un fabricante de armamentos seguirá haciendo armas. Lo mismo para un gobierno. Alguien puede ir a decirle a un gobierno burgués: Sea anticapitalista. Pero cuando hace eso es un traidor, porque está engañando a las masas.

La OCI no plantea: Fuera el gobierno, movilicémonos para que las masas tomen el gobierno. La propia OCI dice que no tiene que intervenir en el proceso de ruptura de las masas con los gobiernos burgueses. Pero sólo si ha habido una vanguardia que ha sabido quedarse sola, como hicieron los bolcheviques, podrán las masas ir hacia allá. La OCI ignora el rol de vanguardia [del partido revolucionario]: ésa es la clave. Eso tiene que ver con la política de combatir las ilusiones en el dominio de las ilusiones. Ese es un pretexto de todas las corrientes oportunistas y centristas que dicen: No le peguemos fuerte ni nos delimitemos con toda claridad porque hay que ser pacientes, hay que estar al lado de la clase, no ser aventureros y no estar un kilómetro adelante de la clase; sólo cuando la clase hace la experiencia le planteamos los problemas.

Vayamos al cuarto punto: el problema del programa. El programa de la OCI no es el programa de transición. Nunca llama a movilizarse. De hecho llama a apoyar esos pasos. Es un programa práctico, reformista.

Programa es lo que nosotros llamamos a hacer. Es de acción o de transición. La OCI nunca llamó a que se movilicen, a que exijan, a que salgan a la calle, a que hagan asambleas, a que amenacen con huelgas contra el gobierno, contra lo que hace el gobierno y la burguesía. Nunca es una política de combate y movilización, y sus consignas no tienen ese objetivo. Es decir, es un programa mínimo, reformista.

Los lambertistas plantean que el socialismo no puede declararse por decreto, que no es para ahora. Pero hay una cita categórica de Trotsky, donde señala que lo que nos diferencia del stalinismo es que éste dice: Nuestra gran tarea en el momento actual es defender el nivel de vida de los trabajadores, lograr conquistas, que no los despidan, etcétera, etcétera, en el objetivo de llegar a la dictadura del proletariado. Y Trotsky dijo: Esto es stalinismo, menchevismo. Los trotskistas tenemos un programa opuesto. Mientras todos los días les decimos a los trabajadores que no hay ninguna solución si no tornan el poder, y no imponen la dictadura del proletariado, y no hacen una república socialista, les aclaramos que no debemos dejar de conversar porque hayamos conseguido algunas conquistas, que sirven de muy poco porque nos las volverán a quitar si no tomamos el poder. Estas dos formulaciones son la diferencia entre bolchevismo por un lado y menchevismo y stalinismo por el otro.

Con la OCI esas diferencias son clarísimas. La propia OCI dice: el socialismo no es para ahora, no se puede declarar por decreto. Nosotros creemos que lo que está planteado en Francia es transformarla lo más rápido posible en un país como fue la URSS cuando Lenin expropió al capitalismo. Ese es el centro de la política, el centro del programa de transición, del programa trotskista. Todos los días hay que decir: si los trabajadores no toman el poder, si los trabajadores no expropian a la burguesía, si no comenzamos a construir el socialismo, no hay solución a ningún problema. Van a seguir los dos millones de desocupados. Tenemos que decir que la desocupación se puede solucionar en un solo día si expropiamos a toda la burguesía.

Y la OCI dice: No, no hagamos el socialismo por ahora, no se declara por decreto, tenemos tiempo, no hagamos huelgas. Nosotros estamos Por todo lo contrario. Nosotros planteamos sistemáticamente: Ya, lo más pronto posible, cuando ustedes los obreros lo entiendan. La única traba es que los obreros no lo entienden. Pero para que lo entiendan, nosotros les tenemos que decir todos los días: Ustedes, la clase obrera, tienen que tomar el poder; es la única solución; todo lo demás son paliativos que sirven seis meses o un año porque si no tomamos el poder la burguesía nos los vuelve a quitar. Movilícense y organícense para lograr este objetivo. Ese es el centro de toda nuestra política, el punto central de principio. Todo lo demás es táctico.

El quinto punto es la denuncia al gobierno y los partidos obreros que lo integran. La OCI no ataca sistemáticamente a Mitterrand ni al Partido Socialista. Al Partido Socialista no lo ataca nunca. Ahora comienza a hacer un ataque a lo que ella llama “ala de derecha” y no a todo el Partido Socialista y sobre todo a Mitterrand, que es un agente putrefacto de la burguesía. Es escandaloso que no se lo ataque sistemáticamente. No hay forma de construir el trotskismo si no decimos que todos los partidos obreros son una inmundicia. Si nosotros decimos que hay posibilidades de que puedan tener un punto anticapitalista, que el Partido Socialista puede tomar la vía del anticapitalismo, no se va nadie de esos partidos. ¿Quién se va a ir? Entre la OCI y un partido que tiene cien o doscientos mil militantes, todo el mundo se queda en el partido de doscientos mil militantes. Sólo se pueden ir si, a través de una intensa campaña política, los convencemos de que están en un partido contrarrevolucionario. Entonces se van corriendo, ni bien los convencemos.

Y para convencerlos hay que decírselo. Si no, es una política parecida al juego del oficio mudo, donde los jugadores se comunican sólo por señas. En política el oficio mudo no se puede hacer. Las señas no sirven para nada. Hay que hablar claro, fuerte, tener un lenguaje revolucionario categórico y que delimite perfectamente bien, minuto a minuto, el campo de los partidos contrarrevolucionarios del nuestro. Podemos hacer, sí, frente único, acuerdos con los partidos obreros. Pero sin la menor confusión, ni siquiera en ese momento. Siempre tenemos que seguir diciendo que son partidos que están al servicio de la contrarrevolución y que los únicos revolucionarios somos nosotros. ¿Por qué? Porque somos los únicos que le planteamos a la clase obrera que tome el poder, que tenga democracia obrera, y que, a través de ella y de sus organizaciones, es la clase obrera la que tiene que dirigir Ese es el punto nodal del trotskismo. Somos los únicos que planteamos eso. Somos los únicos que a la clase obrera le decimos: Ustedes tienen que gobernar; nosotros sólo pretendemos convencerlos a ustedes, y dirigirlos. Hoy la OCI hace exactamente todo lo contrario. Desarrolla todas las ilusiones de las masas en que su partido contrarrevolucionario puede llegar a tener una política revolucionaria.

Sobre la revolución política en los Estados Obreros

[A pedido de Moreno, los participantes intervienen con opiniones y preguntas. Por razones de exposición, presentaremos cada pregunta por separado, ubicándola en el momento en que Moreno se refiere a ella.]

Moreno : Bueno, compañeros, ustedes intervienen a un alto nivel, discutiendo las categorías más modernas, más tremendas del marxismo revolucionario. Están discutiendo, interviniendo de lleno haciendo aportes, sorprendiéndome con matices, con problemas que yo incluso no había visto o sólo había sospechado. Estoy sorprendido. No creía que pudiera ser así en general en la LIT‑Cl y bastante menos en Venezuela ‑-no se ofendan, el alto nivel cultural no es característico del pueblo venezolano-‑. Me dejan anonadado. Me confirman que ya son cuadros, a pesar de que son muy jóvenes y sólo tienen seis, ocho o diez años de militancia. Y me confirma también que esta discusión ha sido muy positiva. Las intervenciones de ustedes, las preguntas, las preocupaciones... Si logramos esto mismo en toda la LIT es cualitativo: comenzamos a tener un partido increíble. Vamos a pensar bien qué hacemos con la grabación, si la publicamos.

Antes que nada, compañeros, el marxismo es abierto. La LIT es todavía más abierta que el marxismo porque tanto Alberto como yo --como Napurí, como Enrique, como Ernesto‑- sabemos de nuestras grandes limitaciones. Entonces, no sólo el marxismo es abierto, sino que la LIT es tres veces más abierta porque sabemos que nos equivocarnos bastante. Y diez veces más abierta porque este es un problema nuevo, totalmente nuevo.

Estamos completando a Trotsky por kilómetros. Trotsky ni soñó con un Solidaridad. Soñó con los soviets, con lo que él conoció. Estarnos planteando entonces problemas complicadísimos, pero fundamentales. Solucionar esto hará de la LIT un tremendo partido revolucionario. No solucionarlo liquida la cuestión.

A veces parece que las cuestiones teóricas tienen poco que ver. Acá hemos charlado con Alberto y también con Napurí sobre por qué Hugo Blanco se hizo gran dirigente en Perú. Fue por una cuestión teórica muy grande que se discutió en algunos países del Cono Sur: ¿se debía defender el derecho de los quichuas y los aymarás a emplear su lengua? Nosotros fuimos los únicos que planteamos hace muchos años -‑después nos apoyó Pablo-‑ que cada pueblo tiene derecho a hablar como quiera. Lora y todo el trotskismo sudamericano, con un racismo repugnante, de la peor especie, plantearon que el quichua y el aymará eran lenguas atrasadas, mientras que el español era una lengua avanzada. Y que por lo tanto nosotros éramos retrógrados que estábamos en contra del desarrollo de las fuerzas productivas.

Eso me llevó a conocer algunos rudimentos del quichua. Porque lo que ellos decían era falso: de acuerdo con la lingüística, no hay lenguas atrasadas ni adelantadas; todas las lenguas tienen la misma estructura. Y además da la casualidad que el quichua tiene cuatro declinaciones ‑-como el alemán-‑ y con ciertas tendencias hacia el latín. Barrer al quichua era nada menos que barrer a la lengua alemana, que era la lengua de Marx, porque era una estructura bastante parecida, casi igual a la del alemán. Fue una polémica infernal, terrible, parecía que era imposible que hubiera una polémica más abstracta.

La discusión sobre Polonia es superactual, pero también a altísimo nivel teórico. Todo lo que estamos discutiendo, todo lo que se ha planteado acá y todas las intervenciones de los compañeros son teóricas, aunque llevados por profundos problemas políticos. Allá también era teórico, pero era veinte veces más teórico. ¡En la Argentina, donde nadie habla quichua porque es un país de inmigrantes, donde sólo hay algunos indigenistas que hablan quichua allá en el norte, discutíamos ese problema teórico! Algo parecido nos pasó en el año 1958 en Leeds: discutimos el problema negro en Estados Unidos con los compañeros yanquis (esa polémica está escrita); y después los hechos nos dieron la razón.

Hugo Blanco, que fue captado por nosotros, conoció aquella discusión. Y fue hincha rabioso [fanático] de nuestra teoría. Le apasionaba el tema. Estuvo muy de acuerdo, entre otras cosas porque él hablaba muy bien el quichua. Pero él nunca pensó, nunca quiso ir a militar a Perú. Hubo que mandarlo. Y él fue a Lima, donde no se habla quichua.

Las circunstancias de la vida lo obligaron a ir al Cuzco. Aclaro esto porque después la leyenda dirá que él fue al Cuzco por casualidad.

El era del sindicato de la construcción de Lima, y cuando vino Nixon fueron la vanguardia, los que organizaron aquella tomateada. Acá en Venezuela y en Perú fueron los dos únicos países donde le tiraron de todo. El trotskismo peruano tendría diez o quince militantes y se tiró en contra al imperialismo yanqui, al estado y a todo. Hugo Blanco no tenía dónde esconderse. El resto de los trotskistas tampoco. Y después de dormir tres días en las plazas dijo: Puede ser que por lo menos mi familia me cubra. Y se fue al Cuzco. Debido a eso se abrió todo ese proceso.

Al ir al Cuzco, no sabiendo qué hacer, empezó a ir a los sindicatos campesinos. Al sindicato campesino lo dirigían abogados, todos stalinistas, que eran bien indios pero que, para disimularlo y mostrar que eran profesores universitarios, hablaban en castellano y no respondían al que les hablaba en quichua. El stalinismo dominaba al Cuzco en forma total. Era tradicional. El APRA nunca pudo entrar. El único que rompió al stalinismo fue Hugo Blanco.

Hugo se acordó de aquella discusión. Y entonces, ni bien venían los campesinos, era el único que les respondía y decía sus discursos en quichua. Y a los seis meses un solo trotskista en el Cuzco había desplazado al stalinismo. Había asambleas de quince mil en los valles escuchando a Hugo Blanco, según cuenta este periodista liberal que escribió ese fantástico libro “Cuzco: tierra o muerte”.

Ahora estamos en lo mismo, pero de magnitud universal. Lo que ustedes están discutiendo son procesos colosales que abarcan a la tercera parte de la humanidad.

¿Por qué toda esta introducción? Para que me tomen y nos tomen con pinzas. Acá de lo que se trata es de que entre todos tomemos conciencia de que estamos en una organización y que vamos a ir elaborando. ¡Cuidado con codificar! En la próxima revolución a lo mejor tenemos que agregar nuevas cuestiones y modificar otras. Sean conscientes del colosal mérito de ustedes y de este curso, pero sepamos de su relatividad.

Sobre la consigna “Todo el poder a Solidaridad” y la posibilidad de un tránsito pacífico a la dictadura del proletariado.

Moreno: El problema de “Todo el poder a Solidaridad” y el tránsito pacífico a la dictadura del proletariado es un gran problema. No es pacífico. Nosotros decimos que hay una variante histórica que no se ha dado pero pudo haberse dado en la Revolución Rusa. Hay una revolución violenta que destruye al ejército de la burguesía o de la burocracia, lo destruye . Es decir, hay una revolución violenta en febrero. Justamente porque se dio esa revolución violenta, porque fue tan violenta, se abre la posibilidad de no tener que hacer otra revolución.

Hasta ahora, la inexistencia de partidos revolucionarios hace que toda revolución tenga que hacerse en dos revoluciones violentas. No en una, en dos: una de febrero y otra de octubre.

Como en el caso de Nicaragua. En Nicaragua es violentísima la que destruyó al ejército de Somoza, destruyó a la policía de Somoza, destruyó todos los órganos de dominio de Somoza. No quedó nada. ¿Qué es lo que hace que no surja una dictadura del proletariado por métodos pacíficos? Que el Frente Sandinista de Liberación Nacional no lo quiere hacer.

Trotsky abrió la posibilidad de que los partidos contrarrevolucionarios tuvieran que expropiar a la burguesía aunque ellos no querían hacerlo. Nosotros abrimos la posibilidad de que, aunque no quieran tomar el poder, esos organismos y los partidos contrarrevolucionarios lo tomen. Pero no como lo tomaron en Cuba, no como lo tomaron en el Este de Europa, no como lo tomaron en China, sino que de verdad quienes tomen el poder sean los organismos obreros democráticos, aunque ellos (los partidos contrarrevolucionarios) los dirijan.

La variante pacífica de la dictadura del proletariado ya se ha dado. Pero fue una variante burocrática pacífica, en todos lados . Se dio en la revolución china. Veinte años duró la guerra civil de Mao Tsé Túng, que destruye al ejército de Chian Kai Shek entre 1947 y 1949. Y entre 1949 y 19516 1952, pacíficamente, sin ninguna otra guerra civil, sin ninguna otra revolución, se expropia a la burguesía. Fue pacífico. No hubo un octubre. Es esa nueva categoría marxista de las tesis de la CI‑CI: revolución de febrero que lleva a la expropiación de la burguesía. Ese tránsito es pacífico desde el punto de vista político, pero es burocrático. Nosotros barajamos ahora otra variante. Nosotros creemos que es un abuso, una extrapolación de Trotsky cuando en el Programa de Transición dice que se puede repetir lo que los bolcheviques plantearon en Rusia en el año 1917. Decir que lo que Ocurrió en China o en Yugoeslavia es exactamente lo mismo que dice Trotsky es, o bien un error de Trotsky, o bien un error nuestro.

¿Se dio en esta postguerra lo que Lenin planteó para 1917? Claro que no se dio. Lo que nosotros estamos dando es una hipótesis histórica, asentada en un hecho muy importante: el hecho de que los bolcheviques barajaron esa posibilidad en 1917. Lenin en 1917 decía: Que los soviets tomen el poder con los partidos obreros mayoritarios; es una forma pacífica de hacer un gobierno obrero y campesino que nos lleve a la dictadura del proletariado. Varias veces Lenin dijo: Todo el poder a los soviets.

Pero por la vía de suponer que, a través de la democracia que había en los soviets, los bolcheviques iban a obtener la mayoría.

Moreno : Claro. Lenin dice: nosotros nos comprometemos a una lucha pacífica por el poder.

Trotsky dice: “ La reivindicación de los bolcheviques dirigida a los mencheviques y a los socialistas revolucionarios: ““¡Romped con la burguesía, tomad en vuestras manos el poder!» tiene además un enorme valor educativo ”. Y después dice: “La consigna “Gobierno obrero y campesino» se ha empleado por nosotros únicamente en el sentido que tenía en 1917 en boca de los bolcheviques ( .. ) ¿Es posible la creación de un tal gobierno por las organizaciones obreras tradicionales? La experiencia del pasado demuestra, como ya lo hemos dicho, que esto es por lo menos poco probable. No obstante, no se puede negar categóricamente, por anticipado, la posibilidad teórica de que... los partidos pequeño burgueses, incluyendo a los stalinistas, puedan ir más lejos de lo que ellos mismos quieren en la vía de una ruptura con la burguesía» (Programa de Transición).

Trotsky dice que no está descartado hipotéticamente que se dé la variante de Lenin --que no se dio en 1917-‑ y que los partidos obreros, obligados por las circunstancias, vayan más allá de lo que quieren. Nosotros opinamos que esa frase de Trotsky no es exactamente [la posición de Lenin] del año 1917, que hay un error de Trotsky al decir que lo que él está planteando es igual a lo del año 1917. Yo digo que esto es una exageración unilateral de Trotsky, que no es exactamente lo mismo y que nosotros lo hemos llevado un error. Todo esto que Trotsky dice es verdad, pero es una semiverdad. ¿Por qué?

Porque para que se diera una variante similar a ésa, tendrían que existir los soviets, y en esas revoluciones que usted mencionó (China, Yugoeslavia, Cuba, el Este de Europa) no existieron.

Moreno : ¡Eso es! ¡Bien! Trotsky ahí se come los soviets de la política de Lenin. Atención que yo opino que es bárbaro, está muy correcto lo que dice Trotsky. Pero la definición no es exacta hasta el final, porque la esencia de la posición de Lenin no es: tomen el poder ustedes, los partidos. La esencia de la posición de Lenin es: Que los soviets tomen el poder y nosotros aceptamos el gobierno de los partidos que son mayoritarios en los soviets. Ahí hay una diferencia.

Entonces tenemos tres variantes, que es lo que hemos elaborado en el documento. Hay tres variantes de gobierno, [de dictadura del proletariado]: los gobiernos de los partidos sin soviets; [el gobierno de los soviets dirigidos por partidos contrarrevolucionarios; y el gobierno de los soviets dirigidos por el partido revolucionario].

El gobierno de los partidos, sin soviets, sin organismos democráticos, es la quintaesencia del gobierno burocrático ya desde su nacimiento. Nosotros, al decirle a los partidos que tomen el poder, sin organismos obreros en donde estemos en común, estamos ya diciendo que va a ser un gobierno burocrático al máximo porque no hay organismos de masas.

En las primeras Tesis de la CI‑CI nosotros habíamos tocado a fondo este problema. Y Lambert lo sacó, pero no por ninguna razón rara sino porque lo vio un problema teórico muy caliente y lo mejor para él es no pensar, porque después hay que rectificarse si uno está equivocado. Nosotros tenemos una política distinta; por eso nos encantan las intervenciones de ustedes.

Nosotros señalábamos que hay dos grandes líneas en Trotsky que el propio Trotsky no manejó bien o, mejor dicho, las manejó Muy bien pero no las racionalizó. Una es la táctica del gobierno obrero y campesino, que es llamar a los partidos obreros a que rompan con la burguesía; es la táctica hacia los partidos obreros que dirigen a la clase obrera. Pero hay otra línea principista, política del trotskismo, que es la de la dictadura del proletariado: es el llamado Permanente a que los organismos obreros, tengan la dirección que tengan, reemplacen a los organismos estatales de la burguesía.

Esta no es la política de la OCI, que plantea gobierno PC-PS sin soviets, sin organismos de masas, sin nada.

Moreno: Sin soviets y sin programa revolucionario, eso es lo grave. Porque está bien plantearles a los dos, al PC y al PS, que tomen el gobierno, pero tienen que romper con la burguesía. Esa cita que vos me diste ayer, que habla de un gobierno estable y que yo no conocía, es antológica. Todavía no le hemos sacado toda la miga. Porque está llamando a un gobierno obrero‑burgués diciendo que es estable. Está diciendo que no va a haber revolución obrera porque no le pone ninguna condición. Dice: Si ustedes gobiernan va a haber estabilidad. ¿Qué significa eso? Si gobierna el PC‑PS va a ser un gobierno burgués hasta la médula. Sólo [pueden ir hacia un gobierno obrero y campesino] si las masas los obligan, porque ellos no van a querer. Pero los obligan a patada limpia, los encierran y los obligan a fuerza de patadas y patadas. A mí me gusta siempre decir, allá en Bogotá, que tengo un burro trosko que pega unas patadas bárbaras a todo el que se equivoca, porque es un genio el burro trosko. Muchos burros troskos, dele patada y patada contra ellos, y puede ser que ellos rompan con la burguesía. Yo digo: la política [de gobierno] PC‑PS para expropiar a la burguesía, con el programa que lo exige, es buena. Eso es gobierno obrero y campesino.

Pero son dos políticas distintas.

Tenernos una política que es sólo una táctica. Lo de gobierno obrero y campesino es corno el frente único: es táctico, en determinados momentos. Esa táctica, el gobierno obrero y campesino, va dirigida hacia las organizaciones superestructurales, hacia los partidos tradicionales de la clase obrera.

En cambio la dictadura del proletariado no es táctica. Es una estrategia permanente de educación de la clase obrera. Por eso Trotsky a veces ha dicho que “Dictadura del proletariado” es gran consigna. En el año 1934 Trotsky ponía como consigna fundamental del trotskismo “Dictadura del proletariado”. Y en el Programa de Emergencia de 1940 dice: En tres palabras está nuestro programa: “Dictadura del proletariado”.

¿Qué quiere decir dictadura del proletariado? A veces nos confundimos. Y es decirle a la clase obrera: tienen que gobernar con vuestros propios organismos y destruir los organismos de la burguesía.

Es otra cosa [diferente a gobierno obrero y campesino]. Ya no decimos: Que los partidos gobiernen; sino que decimos: Que los organismos obreros destruyan los organismos de la burguesía. Es decir: Abajo la policía, abajo el ejército, abajo la justicia burguesa, abajo todo, y todo eso tiene que ser reemplazado por organismos de la clase obrera, o soviets. Y ahí, dentro de ahí, se combina con la otra táctica y decimos: Que los partidos que tienen la mayoría en estos organismos tomen el poder, tal cual dice Trotsky. Sin apoyarlos para nada; diciendo: Dentro de estos organismos, igual que en un sindicato cualquiera, seguimos peleando, a ver quién gana. La diferencia es que ahí, cuando ganamos la dirección de un sindicato es sólo de un sindicato; si esos soviets o esos sindicatos toman el poder, ni bien ganamos una elección nos hemos quedado nosotros con el poder, nosotros somos el gobierno.

¿Por qué planteás como táctica “todo el poder a los soviets”?

Moreno : No es táctica. Es casi un principio. Es estrategia. Eso lo tenemos que decir todos los días. ¿No digo acaso que el Programa de Emergencia dice: El programa de la Cuarta Internacional se puede sintetizar en tres palabras: “Dictadura del Proletariado”?

¿No es sólo propaganda en determinadas circunstancias?

Moreno: Claro, hasta la manija. Imagínense acá, en Venezuela. Pero en Polonia se dio.

¿Cuál es la diferencia entre la política de la OCI frente a Mitterrand y la de Lenin?

Moreno: En Lenin [el programa del gobierno obrero y campesino] era una exigencia; lo de ellos es un consejo, una aspiración. Pero a eso hay que agregarle otra cuestión que la OCI no hace nunca: nunca opone los organismos obreros a los organismos de la Quinta República.

Pero opone la Asamblea Nacional.

Moreno : Eso es la democracia burguesa. Es peor.

Toda la línea de la OCI parte de la democracia...

Moreno: ...burguesa. Es una cosa podrida. Y no es la dictadura del proletariado. Por eso dice eso de que el socialismo no se puede declarar por decreto, etcétera, etcétera. Ahora vamos a agregar en nuestro trabajo lo del socialismo por decreto. Lambert está totalmente confundido: el socialismo se hace por decreto. Tomamos el poder y ¿qué es lo que hacemos? ¡No lo vamos a hacer por señas! Como hizo Lenin: decreto uno, el de la paz; decreto dos, el de la tierra. ¡Sí, por decreto! Lo que no se puede hacer por decreto es tomar el poder. Pero una vez que se tomó el poder y se es gobierno, no se conoce otra forma que no sea por decreto, ordenanza ‑-el nombre puede cambiar-‑.

¿Cuáles serían las consignas de la dictadura del proletariado para Francia?

Moreno : Por ahora, desgraciadamente no hay nada más que los sindicatos. Por eso siempre el trotskismo en Francia tuvo una línea muy buena, cuando la CGT estaba unida, que era: Gobierno PC‑PS-CGT.

Repita las tres variantes.

Moreno: Las tres variantes son:

Uno: la dictadura revolucionaria del proletariado: los soviets con un partido bolchevique.

Dos: los soviets con un partido [contrarrevolucionario]: gobierna la clase obrera pero cree en el partido oportunista ‑-ése es otro problema-‑.

Tres: la de los partidos, donde no hay ninguna intervención de hecho de la base y de los organismos democráticos de base: es burocrática de entrada.

Aclare más la segunda.

Moreno: La segunda es la que no se ha dado en la vida. Era la que planteaba Lenin. La primera es: soviets con un partido bolchevique, revolucionario. La segunda es: soviets con partidos Menchevique o Socialista Revolucionario, que son contrarrevolucionarios. Lo que planteaba Lenin. Ahí lo decimos en el escrito: es una transición a la dictadura del proletariado, o una dictadura del proletariado pero no revolucionaria ‑-el nombre lo ponemos después‑‑.

¿Esta última no es burocrática porque están los soviets?

Moreno: Sí. Está muy bien. Pero en la realidad los fenómenos de transición existen. Entre el reino vegetal y el reino animal, se han descubierto animales que son transición de uno a otro.

Y tenemos la burocrática, es decir, un partido que no se asienta en los organismos democráticos de la clase. Domina el partido, corno los partidos comunistas, como Fidel Castro. En Cuba domina todo el partido de Fidel Castro y no los organismos democráticos de los sindicatos. No hay vida democrática.

La segunda [variante] no se ha dado. [Se hubiera dado] si en Rusia los mencheviques y socialistas revolucionarios hubieran tomado el poder cuando Lenin les dijo: Tomen el poder; que los soviets tomen el poder y ustedes, que son mayoría, sean gobierno.

¿Eso sería dictadura del proletariado?

Moreno : Sí. [Dictadura del proletariado] para sí o en transición. Podemos discutir. Es dictadura, sí, porque se liquida todo el poder de la burguesía y quien gobierna políticamente en el país son los organismos obreros.

¿Hungría en 1948 es dictadura del proletariado aunque no hubo soviets?

Moreno: ¿vos opinás que no es dictadura del proletariado la que se hace en 1948, donde no hay más burguesía? La dictadura tiene una base económica. Toda dictadura es de clase. Si no es burguesa, es proletaria. Vamos a invertir el razonamiento: ¿qué es, una dictadura obrera [o una dictadura burguesa]? No hay dictadura intermedia, hermafrodita. O es burguesa o es proletaria.

Después, cada dictadura tiene su forma de gobierno, su forma, su régimen. Igual que la burguesía. La burguesía tiene fascismo, nazismo, democracia burguesa, democracia cantonal en Suiza, tiene bonapartismo sui generis, federalismo, unitarismo, semi-bonapartismo, bonapartismo con formas parlamentarias, tiene de todo. Pero todas son dictaduras de la burguesía. ¿Por qué? Porque el régimen de producción del país es burgués. Y en el proletariado existe lo mismo. Ese es el gran descubrimiento de Trotsky. Si no existe burguesía, por definición negativa no es dictadura burguesa. Y si no es dictadura burguesa es dictadura proletaria. No hay otra. Porque, si no, es aceptar que hay dictaduras pequeño burguesas. Sería aceptar que hay economías pequeño burguesas en la época de la gran industria y de los monopolios.

¿Sólo una dirección trotskista de los organismos de masas instaura una dictadura revolucionaria del proletariado?

Moreno: Así es. Perfecto. Por eso estamos en contra de Correo Internacional # 2, cuando dice que con Walesa puede haber una dictadura revolucionaria.

Hay entonces tres tipos y tres posibilidades de dictadura del proletariado:

Una : con organismos y un partido revolucionario, un partido trotskista;

Otra: con organismos y un partido oportunista;

Y tercero: partidos oportunistas contrarrevolucionarios, sin organismos obreros democráticos en que se apoyen.

Esta última es la burocrática. La segunda es de transición. Va para un lado o para el otro. O termina en burocrática reventando al organismo, o nosotros ganamos la mayoría del organismo y se transforma en revolucionaria.

Ahora supongamos que se hubiera dado esta segunda variante en Polonia. Porque no es casual que estemos discutiendo así. Yo opino que estamos superando, como problemática, a Trotsky mismo, a lo que él dijo en el Programa de Transición. Todo esto es más rico, es más preciso. La prueba está en que me atreví a decir que lo que Trotsky decía en el Programa de Transición no era estrictamente lo de Lenin. No es esta clasificación en tres. Trotsky, en el Programa de Transición ni toma en cuenta a los soviets cuando habla de gobierno obrero y campesino.

¿Esto no es también revisionismo, pero de tipo positivo?

Moreno : Sí. Todo lo que sea revisionismo, diciéndolo y precisándolo, y si es correcto, está bien. “El Imperialismo, [fase superior del capitalismo”, de Lenin] es un revisionismo total de  “El Capital” en un aspecto, el del librecambio.

¿Qué pasa si sube Walesa? Nosotros a Walesa políticamente no lo apoyamos nunca. Lo defendemos si lo ataca la reacción, pero seguimos un combate intransigente contra él.

Pero me adelanto a contestar una pregunta: si podemos o no formar parte de un gobierno [de Solidaridad], no siendo [nosotros mayoría]. Sí, no hay ningún problema. Es un problema táctico. No con Walesa. Pero sí con corrientes no trotskistas. Es una resolución de la tercera Internacional, una resolución categórica y que me parece genial. Con Walesa no, pero a lo mejor hay un sector católico... Pero [puede ser] también [con] Walesa [si Walesa cambia, ‘o cual] me parece un poco embromado. Ya estamos haciendo un análisis psicológico [de Walesa]: podemos hacer un gobierno con Walesa, pero con un Walesa que no es Walesa.

Esta discusión es muy importante. Para mí teóricamente es fundamental, porque se va a dar. O viene el holocausto o esto es lo que vamos a ver en el mundo. Y si ustedes no se preparan para esta variante no hay gran partido trotskista de masas. Es muy importante. Eso no quiere decir que me lo acepten. Discrepen conmigo, díganme que somos revisionistas como dijo el compañero. Para mí eso sí que es marxismo y trotskismo. Es aprovechar las oportunidades. Porque si aparece un católico hasta la manija que reza todos los días, y el tipo dice: Estoy a favor de la expropiación, o empieza a armarse un ala [con esta posición], ¿y no vamos a entrar?

¿Entramos a un gobierno de Walesa si él acepta nuestro programa?

Moreno : también podemos entrar, para ver si lo expulsamos. Y siempre que aclaremos [que lo queremos expulsar].

¿Y si ponemos como condición que rompa con la burocracia y esté por el gobierno de Solidaridad? No debemos definir ahora y para siempre si entramos o no entramos.

Moreno : Eso es una barbaridad. Hoy en día no hay gobierno con Walesa. Paremos, compañera, porque si no nos vamos [al oportunismo]. Vamos a lo que el marxismo ha dicho y discutido. La tercera Internacional ha dicho: los partidos comunistas pueden entrar. Incluso se barajó la posibilidad de entrar al gobierno en una provincia de Alemania. Y Trotsky escribió que eso era lícito, pero no en ese momento.

¿Lo que planteó la Tercera Internacional es gobierno obrero y campesino?

Moreno: No, no se llama gobierno obrero y campesino. Son distintas variantes de gobiernos obreros. Son dos: uno de ellos es casi comunista.

Siempre lo importante para un marxista es la definición de la situación concreta. Hoy en día nosotros no hacemos gobierno con Walesa ni a cañonazos, porque para mí Walesa es representante de la Iglesia, correa de transmisión política de la Iglesia. Si otros tienen otra definición, ya cambia el problema. Si hubiera un partido socialdemócrata también estoy en contra, en principio, de hacer un gobierno con ellos.

Pero yo opino que pueden surgir distintos tipos de partidos debido al proceso revolucionario, como surgieron los socialistas revolucionarios de izquierda. Si yo creyera que los partidos son inamovibles, que Walesa es inamovible, que las cosas no cambian, me voy a mi casa porque no hay nada que hacer. Si somos revolucionarios, tenemos que prepararnos para ver cambios espectaculares, como la izquierda que estaba surgiendo en Solidaridad. A lo mejor la izquierda no es troska. Puede ser incluso un partido que se da un programa laborista, y nosotros definimos que es un proceso que va para la izquierda. O lo que planteó el compañero: sube Walesa, pero la lucha en el gobierno va a provocar una izquierda y una derecha. Nada impide que entremos; depende del análisis.

Como siempre, debemos responder a la pregunta: si entramos, ¿la revolución se desarrolla o va para atrás? Porque nosotros podemos entrar aclarando: Vamos a entrar porque hay una izquierda y una derecha; de esa manera garantizamos que la izquierda tenga mayoría en el gabinete; le proponemos a la izquierda el plan de expropiación de todo, de democracia total, etcétera; nos han dicho que sí; y entramos. Para mí esta discusión es abstracta. Lo que no es abstracto es manejar las hipótesis. Combato que se diga: No entramos a ningún gobierno si no es nuestro gobierno. Podemos entrar a cualquier gobierno que ha roto de hecho con la burguesía. Porque si el sindicato Solidaridad destruye todos los aparatos burgueses de Polonia...

¿No son aparatos de la burocracia?

Moreno : Para mí son burgueses, son agentes de la burguesía. Este era el otro problema teórico que yo les quería plantear. ¿Por qué [la revolución política] es una revolución igual a la de los países capitalistas? Porque es idéntica. Porque es destruir a un aparato policial y a un aparato armado que es igual. No hay ninguna diferencia. Son el mismo tipo de ejército y el mismo tipo de policía. Son organismos burgueses incrustados en la dictadura del proletariado, en el estado obrero. Sin la ley del desarrollo desigual y combinado no se entiende.

Justamente gracias a que quien toma el poder son los partidos obreros contrarrevolucionarios, eso evita que se destruyan los aparatos burgueses. Fíjense qué hace en Nicaragua el FSLN. ¿Les dijo a todos los obreros: ármense, hagan milicias obreras, los sindicatos dirigen las armas? No. Empezó a organizar un ejército igual al de la burguesía y una policía igual a la de la burguesía. ¿A qué técnicos trajo? A técnicos panameños para organizar la policía. Yo no sabía hasta que ustedes me lo contaron que también fueron para allá técnicos venezolanos.

Son organismos burgueses. Por eso es de entrada una dictadura proletaria burocrática, un estado obrero burocrático. La fuerza de esos gobiernos está dada por la policía y el ejército burocráticos, que son aparatos iguales a los burgueses. Por eso el PC, antes de tomar el poder, toma la policía y toma el ejército, como hizo en el glacis, en el Este de Europa: de 1944 a 1945 estuvo dominando los ministerios de Interior ‑-de los que depende la policía-‑ y los ministerios de Guerra o de Defensa ‑-de los que depende el ejército-‑. Transformaron todo el ejército y la policía en stalinistas, y después tomaron el poder.

¿Por su estructura son aparatos represivos, burgueses?

Moreno : Casi fascistas.

¿Pero acaso la policía húngara, por ejemplo, no se pasó entera a la defensa de los consejos obreros en la revolución de 1956?

Moreno : Eso es común en todas las revoluciones. La policía y las fuerzas armadas siempre [se dividen]. La aviación es la más fascistoide. Dentro del ejército, la caballería es la más fascista, la más reaccionaria. Muchas veces es la marina la más reaccionaria. Y la policía es la izquierda. Por ejemplo, todos los más grandes jefes guerrilleros y revolucionarios de la guerra civil española fueron grandes jefes de la policía. La canción dice: “Con Leal y El Campesino...”. El Campesino viene de la policía y Leal era el gran jefe policial. Y la guerra civil se hizo porque toda la policía de Madrid estaba dele matar burgueses. A Gil Robles lo mató la policía junto con la Juventud Socialista. La policía salía, haciendo piquetes junto con los obreros, para matar [reaccionarios]. Y quien dio el famoso golpe de estado que destruyó al ejército en 1952 en Bolivia fue la policía ligada a la clase obrera. Toda la policía. Repartieron las armas. Es el sector más próximo al pueblo.

Por ejemplo, cuando yo estuve preso en Bolivia estaba con un alto jefe de la policía, el jefe de Oruro. El estaba preso porque había escrito artículos anónimos diciendo que había que destruir al ejército en favor de la clase obrera. Hubo una investigación secreta de un año y se descubrió que era el jefe de policía de Oruro. Todos los policías lo venían a visitar con gran respeto. Y el tipo se la pasaba diciendo que era un ejército que nunca sirvió para nada; que sólo servía para reprimir al pueblo; que guerra en la que intervenía, la perdía; que perdió la mitad del territorio boliviano; que por eso era un ejército asesino, sanguinario.

Pero no es así en todos lados. No es así en Polonia.

Moreno : Sí. Yo no he dicho para nada que es una ley absoluta. Igual que entre los suboficiales. La oficialidad joven, y parece que los suboficiales en Guatemala y en parte en El Salvador, son la extrema derecha. Pero no en Portugal.

Por eso que el compañero dice de Walesa, por los cambios más espectaculares que pueden darse: ¿Ustedes saben cómo se hizo la revolución portuguesa? ¿Ustedes saben que la revolución portuguesa contra Caetano ‑-Zalazar ya había muerto-‑ fue hecha por todos los oficiales, que comenzaron reuniéndose por razones aristocráticas y de casta? Eso es histórico; yo lo he escrito y documentado; todos lo han documentado. Resulta que por la guerra en Angola, entraban al ejército estudiantes y gente del pueblo, e iban de oficiales. La guerra se desarrollaba y se desarrollaba, y cada vez entraban más estudiantes. Entonces, la alta oficialidad (le carrera, los prusianos ‑-jóvenes y viejos-‑ resuelven hacer una reunión en las afueras de Lisboa. La alta oficialidad y el ministro, sabiendo que era una reunión de doscientos cincuenta oficiales, la permitieron, porque era una reunión para ver cómo reventaban y echaban del ejercito a todos los izquierdistas que venían de la Universidad y que estaban dele protestar porque había una guerra en Angola. SE reúnen los doscientos cincuenta; comienza la reunión: “Como los echamos”? Y en tipo se le ocurre decir: “La mejor forma de poder echar a todos es terminar con la guerra de Angola, por que entonces no los necesitamos mas”. Para que vean lo que es un proceso revolucionario.

Entonces comienzan a decir: “Pero eso no lo podemos hacer si no voltearnos a Caetano. Primero vamos a planteárselo pacíficamente”. Porque lo quedan a Caetano, eran la jerarquía militar, los mejores militares, los más brillantes, los de extrema derecha, los protegidos de Salazar. Entre ellos estaba la figura máxima del ejército, Spínola, que fue el que después dio el golpe de estado. Spínola era el ídolo militar, el más reaccionario, había dirigido la policía. El estaba detrás de todo eso. El es el que llama a esa reunión. El es el que de hecho hace la revolución en Portugal.

Cuando se les viene encima este paquete, los tipos discuten como políticos. Están un día discutiendo y comienzan a politizarse en el camino, en esas veinticuatro horas, en un famoso palacio bien oligárquico en las afueras de Lisboa que les habían prestado para reunirse. Resuelven: “Vamos a nombrar una comisión para que le planteé al ministro de Guerra que el asunto se arregla fácil”. Hay hasta ingenuidad política: Paramos la guerra de Angola y terminó el problema. Spínola también escribió: Hay que parar la guerra de Angola. Entonces vuelven y le llevan el paquete a Spínola. Y Spínola fue y Caetano le dijo: “No”. Ahí comienza: “¿Cómo que no, si dirigimos nosotros?”. Y se abre la gran revolución.

Las cosas cambian y van a cambiar más en el futuro. Por eso es tan difícil el marxismo: captar la realidad y sus cambios, y adaptarnos y cambiar nosotros.

El problema de ir o no a un gobierno es, entonces un problema concreto siempre que sea un gobierno de la dictadura del proletariado, de los organismos obreros. Eso fue lo que Trotsky respondió. ¡Miren qué grande era Trotsky! Le proponen ir a un gobierno de una provincia obrera muy importante de Alemania, y Trotsky dice: Si podemos hacer la revolución obrera de acá a seis meses, vayamos al gobierno; si no, no vayamos al gobierno porque este gobierno es parte de un gobierno socialista pero que tiene adentro un ministro capitalista, es un gobierno provincial parte de un gobierno nacional que practica la colaboración de clases dentro del gobierno --como diríamos hoy, un gobierno frentepopulista--. Si entramos, le hacemos el juego, justificarnos al gobierno central, le permitimos decir: ¿vieron qué fantásticos somos?, a nivel nacional nos unimos con la burguesía, a nivel provincial nos unimos con los comunistas. No hay que ir bajo ningún concepto. Pero si a seis meses vamos a dar el golpe de estado, sí entramos. ¿Por qué? Porque entonces, si vamos al gobierno en esta provincia obrera, tenemos una fuerza terrible y en uno o dos meses tomamos el poder. Desde el gobierno hacemos que los soviets tomen el poder en esa provincia y la transformamos en un baluarte de la insurrección para voltear al gobierno nacional.

¿En Bolivia, podríamos haber entrado como ministros controlados por la Central obrera Boliviana (COB) en el gobierno de Torres, algo parecido a lo que planteó Lora?

Moreno : Le planteamos a Torres: ¿Usted acepta que, a partir de ahora, la COB controla a todo el ejército y a usted también? ¿Acepta que, cuando la COB lo eche, usted se va? Si usted acepta que la COB gobierne el país, entonces sí, le damos cinco ministros. Si no, es una maniobra de la jerarquía del ejército.

¿Pero acaso Lora no le pidió a Torres algo que él no podía conceder?

Moreno: Le pidió una cosa muy pequeña. ¿Por qué no podía conceder? Sería una maniobra de Torres. Torres está muy jodido, acosado por el movimiento de masas, quiere salvar al gobierno y le dice a la COB: Manden ustedes. Y la COB dice: Sí. En la Argentina bajo Perón siempre se gobernó así: la tercera parte del gobierno, de los diputados, de todo, la nombraba la CGT. Y Perón lo aceptó siempre.

¿Qué condiciones hay para que podamos participar en un gobierno?

Moreno: Primero, que sea de la dictadura del proletariado o ya en camino. Ahí, en el caso de Torres, se trata de un gobierno burgués. Participar en un gobierno burgués pasa la raya. Esa es la primera condición, que sea un gobierno de las organizaciones obreras. Allí comienza la táctica. Porque una cosa es que los dirigentes de la COB vayan a un gobierno burgués y otra cosa es que en Bolivia dominen las milicias, las fábricas estén expropiadas o por expropiarse, haya control obrero y que la policía y toda la economía esté en manos del movimiento obrero. Ahí ya cambió. Si vamos o no al gobierno depende de las circunstancias, es táctico. Pero ya esa conquista, que el movimiento obrero gobierne, que gobierne la economía, las fuerzas militares, las fuerzas civiles, es increíble. Para mí es cualitativo. Eso significa que ya hubo una revolución obrera: está todo en manos de la clase obrera y está el poder político en manos de la clase obrera. Recién a partir de ese momento, o en el camino [hacia allá, podemos entrar a un gobierno].

¿No es diferente en los estados obreros? Yo estoy a favor de entrar a un gobierno de Solidaridad.

Moreno : Claro, es lo opuesto, es cualitativo.

Si en 1969 el gobierno de Dubceck en Checoeslovaquia llama a los trotskistas a entrar al gobierno, ¿entramos?

Moreno: Yo estoy totalmente en contra. El gobierno de Dubceck era de la burocracia.

Si en Hungría en 1956 el gobierno de Nagy, que está resistiendo a la invasión rusa, llama a los trotskistas a formar parte del gobierno, ¿entramos?

Moreno : No, porque es burocrático. No hay ninguna garantía.

¿Pero acaso Nagy no tenía la confianza de todo el mundo?

Moreno: ¿Cómo la confianza? Pero entonces seguimos [basando nuestra política en la confianza]. En Hungría había soviets poderosísimos. (Un muchacho de diecinueve años ‑-no recuerdo su nombre-‑ era el gran dirigente del movimiento obrero. Después lo fusilaron. El jefe del ejército y este muchacho fueron los dos primeros que fusilaron.) Lo que sí le decimos a Nagy es: Si usted acepta ser gobierno del soviet, empezamos a discutir. ¿Usted acepta que las organizaciones obreras gobiernen o no? Ese, aunque parezca que no, es el punto cualitativo, porque él gobernaba a nombre de su partido.

Lo que sí no hay que ser es sectario: Nombre un comité militar de defensa suya, y ahí si [entramos]; para la pelea, lo que usted quiera. Eso es unidad de acción.

Si Nagy acepta ser gobierno del soviet de Budapest, ¿entramos al gobierno?

Moreno : O no entramos. Es táctico. Lo que yo quiero es abrir la mente. Mostrar cómo, dentro de los principios, la táctica es muy abierta.

Usted compara a Jaruzelski con Kornilov. Pero Kornilov y Pinochet son la contrarrevolución burguesa. ¿Jaruzelski es contrarrevolución burguesa? ¿Vale esa comparación?

Moreno: Son contrarrevolucionarios: ése es el punto en común que tienen. Y la diferencia que tienen es que una es una contrarrevolución burocrática y la otra es contrarrevolución burguesa.

A ver si entiendo el problema que usted plantea. Usted dice: por un problema de clase no se los puede comparar a los dos, porque uno es una contrarrevolución burguesa y el otro es una contrarrevolución burocrática. ¿Eso es lo que usted me plantea?

Toda comparación es en un sentido, porque para el marxismo no hay dos fenómenos idénticos. No existe en la historia el principio de identidad. Jamás dos fenómenos se repiten de la misma manera. Ese es justamente el gran descubrimiento de la dialéctica y, sobre todo en la época moderna, de Piaget, los lingüistas y todos ellos. El proceso histórico es irreversible. Por ser irreversible, nunca se pueden dar dos fenómenos iguales. Dos fenómenos iguales se pueden dar por un método intelectual, matemático o algo así, cuando es intemporal. [En la historia] todo es distinto. Por eso cada una [de las revoluciones] va a ser más rica [que las anteriores]. Nos va a obligar a pensar, a hacer esto que estamos haciendo.

Entonces, ¿en qué sentido decimos que el golpe de Jaruzelski es igual al de Kornilov? En el sentido del proceso revolucionario.

Utilizamos lo de Trotsky. Trotsky dijo que en la URSS había termidor y bonapartismo. Pero termidor y bonapartismo son gobiernos de tipo burgués. Y hubo esta misma discusión. Estaban Radek y otros que decían: No se puede utilizar; ¿cómo vamos a utilizar termidor y bonapartismo si son gobiernos burgueses? ¿significa que el gobierno de Stalin ya es burgués?

No. Lo comparaba por la forma, lo comparaba por la secuencia revolucionaria. Porque el termidor y el bonaparte vinieron después del gran apogeo de la revolución. Después de que se les repartió la tierra a los campesinos, después de que se hizo toda la revolución en las relaciones de producción, vinieron ellos. Se asentaron en las mismas relaciones de producción, pero significaron la reacción política ‑-no económica-‑ contrarrevolucionaria.

Trotsky trasladó esto, de la revolución burguesa ‑-que era la expropiación de los feudales‑‑, a la revolución proletaria ‑-que era la expropiación de los capitalistas-‑. Pero dijo: salvando el carácter de clase, políticamente es igual. Primero se llegó a un punto altísimo del proceso revolucionario: se expropió a la burguesía, existieron los soviets, hubo una gran democracia. (Alberto decía que los jacobinos fueron una democracia plebeya extraordinaria.) Y después vino la contrarrevolución, los privilegiados.

Nosotros decimos lo mismo de Kornilov y Jaruzelski.

Hubo un compañero que decía ‑-no sé por qué hoy no lo planteó-‑ que si Jaruzelski era Kornilov, en qué medida el gobierno [anterior al golpe] era un gobierno kerenskista. Yo opino que sí, que el de Gierek y el de Jaruzelski anterior [al golpe] eran gobiernos muy débiles. Es una opinión muy buena del compañero, que yo comparto plenamente. Justamente porque son kerenskistas o semikerenskistas, el golpe de Jaruzelski es una korniloviada. Los gobiernos anteriores [a las korniloviadas1 son muy débiles, de crisis. El de la burocracia también.

Para no complicar mucho las cosas y no hacerla larga, no toqué el problema en mi documento. Pero ya lo he tocado en otros. Por eso lo salté. En cambio, lo de Kornilov para mí era nuevo.

Si Solidaridad tomara el poder dirigida por Walesa, ¿sería una revolución de febrero?

Moreno : Creo que yo ya respondí a este problema. Quiero aclarar que sería un verdadero febrero. Porque lo que hemos dicho nosotros sobre revoluciones de febrero que expropian a la burguesía se asienta en el Programa de Transición, pero no exactamente en una analogía con febrero, porque no existían los soviets.

Desarrolle el problema de la asamblea constituyente.

Moreno : Asamblea constituyente esta llena de problemas. Constituyente es, para mí, un gran acierto de Lambert. Aunque, como tiene manía por la constituyente, no sé si es un gran acierto o le ocurrió lo mismo que a los ultra izquierdistas alemanes. Estos repetían desde 1918: control obrero, control obrero, control obrero... Y Trotsky siempre respondía: son pequeño burgueses, plantean abstracciones, plantean abstracciones... En 1929 hay una desocupación bárbara y Trotsky dijo: Controlemos las fábricas y expropiemos las que despiden. Y ellos dijeron: ¿Han visto que teníamos razón desde 1918? No sé si es lo mismo, porque Lambert repite: Asamblea constituyente, asamblea constituyente, asamblea constituyente... Pero creo que es un acierto.

Yo creo que es un error el planteo de que asamblea constituyente tiene que estar ligada a quién la llama: si Solidaridad la llama, asamblea constituyente; si Solidaridad no la llama, no. También creo que es cerrarse en el análisis.

¿No podría Jaruzelski, por su debilidad, llamar a asamblea constituyente?

Moreno: Así es, podría verse obligado a hacerlo. Trotsky escribió aquello tan lindo diciendo lo mismo en relación a Chian Kaishek. Esta discusión sobre quién llama a asamblea constituyente es un problema de método. Es muy peligroso condicionar la movilización por una consigna a dos, tres o más consignas. Muy peligroso porque se vuelve ultimatista. “Vamos a la constituyente si la llama Solidaridad” es un ultimátum. Cada consigna tiene su peso, lo que no quiere decir que no esté ligada. Pero la ligazón no es identidad: si no llama Solidaridad no hay constituyente. Está ligada: nosotros tenernos que hacer que Solidaridad pegue, que llegue hasta el fin y que voltee al gobierno para llamar a constituyente. Pero, tal cual dice el compañero, no está descartada la constituyente convocada por Jaruzelski. Más aún, pudo estar a un paso. Dio el golpe; ¿y si hubiera habido una huelga general y el movimiento obrero derrotaba el golpe? ¡La que se armaba! A lo mejor llamaba a constituyente rajando ‑-como decimos nosotros-‑ porque se le venía la estantería al suelo, por desesperación. Entonces es táctico si vamos o no vamos; depende de la fuerza.

Después de que Chian Kai‑shek triunfa, un ala de los trotskistas chinos empieza a plantear que no está planteada la constituyente, o que sí está planteada pero es una tarea a resolver por la dictadura del proletariado. Y Trotsky dijo: No, no esta descartado que Chían Kai‑shek la llame y nosotros vayamos como una forma de levantar al movimiento de masas.

Pero quiero hacer la siguiente aclaración, también metodológica, contra Lambert: Constituyente es una consigna fundamental y decisiva en épocas de retroceso; y se transforma en una consigna de quinto orden, importante pero de quinto orden, en épocas de ascenso. Eso lo dice Trotsky, no yo. Di esa cita de Trotsky contra el SWP.

¿Stéphane Just no se oponía a constituyente?

Moreno : Just se opuso por dos razones. Primero, porque decía que era una consigna burguesa. Decía que era de principios no aceptarla porque asamblea constituyente es una consigna democrático‑burguesa y no una consigna de la revolución política. Después se autocriticó, rectificó. Y después [hizo un cuestionamiento] nada más que táctico: dijo que no era actual. Después la aceptó.

Just no ve nada, ningún proceso nuevo, en cambio Lambert veía.

Moreno: Efectivamente, Just no ve nada. Y además repite: soviets, soviets, soviets y no constituyente. Por eso digo que es un gran acierto de Lambert. Lambert toma constituyente como una gran consigna democrática.

Como tomó lo de Solidaridad. Dentro del marxismo Lambert tiene un acierto que es como un monumento en la plaza más importante de Caracas: el problema del sindicato independiente. No hubo ningún trotskista, ningún marxista revolucionario que la viera ni cuadrada. Sólo él la vio. Es algo increíble, un acierto que muestra el poder de la teoría y del pensamiento, quizás es una casualidad porque él también tiene manía por plantear lo mismo en todos lados. Pero de cualquier manera, porque haber visto eso es increíble. Nosotros lo aceptamos enseguida porque entraba dentro de nuestra teoría de la revolución de febrero, de las tareas democráticas. Pero nosotros no lo habíamos visto.

Está en el Programa de  Transición, pero es Lambert quien impulsa...

Moreno: La impulsa en formas concretas: sindicatos independientes. Es una gran consigna.

¿Ya estábamos atrasados cuando el Comité Ejecutivo Internacional (CEI) de la CI.CI votó la resolución sobre Solidaridad y la constituyente?

Moreno: Eso es histórico. Siempre intento, como ustedes son jóvenes y aunque les aburra un poco, tomar otras cuestiones, tratar de traspasar las experiencias, las enseñanzas que tenemos.

Siempre, al construir un organismo se tiene que constituir un equipo humano.

A Trotsky se lo critica, por ejemplo, por varias frases bastante jodidas de la etapa de su acuerdo con Zinoviev, de la Oposición de Izquierda, cuando dijo que en China estaba planteada una política parecida a la de Lenin, que Lenin había tenido razón y él no. El propio Trotsky dijo después que se autocriticaba. Creo que fue un exceso suyo. Yo no me hubiera autocriticado, pero a lo mejor tiene razón.

Yo creo en los equipos. Por ejemplo, cuando se une el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) venezolano con los camaradas del CORCI acá en Venezuela, creo que se forma una dirección. Es un equipo. Los veo ya totalmente integrados.

Todo equipo es condición sine qua non de la marcha del partido., Un partido puede tener un gran programa, una estrategia y una táctica común, [pero si no hay un equipo ... ]. O puede hacerse una unificación: si no se ha probado antes si un equipo marcha, no hagan la unificación, porque a la larga van a venir grandes líos porque entra a jugar el factor humano.

Lenin era un campeón de eso. Le daba una importancia tremenda a los equipos.

Toda dirección es un equipo humano y tiene que haber concesiones, más en la etapa en que se está haciendo. Digo esto porque nosotros creíamos que estábamos haciendo un equipo para una Internacional y para muchos años, y se hicieron concesiones importantes. Alberto sabe bien que en la reunión de la LIT tuve la línea de que tomara la dirección [de la CI‑CI] gente que fuera toda del CORCI, pasando yo a un segundo plano, a pesar de que yo había escrito las Tesis. Esa fue una política deliberada y discutida en el Consejo General de la CI‑CI. Yo planteé: “Vean que no soy idiota. Es una política mía. Estoy alentando a que Napurí y Jorge Villarreal tomen la dirección en Perú; aliento a que Alberto tome de hecho la dirección en Venezuela, estoy preparando todo para que en Brasil tomen la dirección los compañeros provenientes del CORCI; y acá le estoy dejando el campo libre ‑-o la cancha libre, como decimos en pampeano-‑ al compañero Lambert. ¡Ojo! No vayan a creer que me están maniobrando, porque es una política consciente. Tienen más edad, más personalidad, más fuerza que nosotros. Y además, el compañero Lambert está en el lugar donde está la dirección. Nunca en mi vida he tenido ambiciones políticas; paso a segundo plano”.

Si hicimos concesiones en ese sentido, lógicamente también tuvimos que hacer concesiones de tipo formal o de detalle para salvaguardar al equipo. Por ejemplo, la tesis sobre el frente único antiimperialista comenzaba diciendo que no existía el frente único antiimperialista, sino sólo las acciones antiimperialistas. Pierre [Lambert] dijo: si no pongo frente único antiimperialista quedo muy mal frente a Lora, porque toda mi polémica con Lora fue alrededor de ese problema. Entonces, al no aceptar ellos que [sólo] era [unidad del acción antiimperialista, hicimos la concesión del nombre. Y Lambert dejó todo lo que nosotros decíamos y tuvimos que agregarle más ‑-la tesis original era más corta-‑, diciendo que los frentes únicos antiimperialistas son para romper.

El documento sobre Polonia tiene que ver con eso. En esa época nosotros ya estábamos por que Solidaridad tomara el poder, y Pierre estaba en contra. Por eso yo tuve dudas sobre si votaba el documento de Pierre. Lo vi un documento horrible, espantoso. Había un gran personaje de la radio argentina que se llamaba Jesús Memoria porque empezaba a decir algo y se olvidaba. Parece un documento escrito por Jesús Memoria porque arranca, vuelve para atrás, vuelve a arrancar, se olvida, agarra para el otro lado. Creo que no es consciente; es el estilo de Pierre. Iba y venía tanto que yo no lo sabía definir: ¿Es bueno o es malo? Pero tenía grandes dudas Porque no se planteaban una serie de cosas muy graves: lo del Poder dual, lo del poder para Solidaridad, el problema militar.

Entonces, en vez de votar en contra, mandé ese documento (todo lo que digo ahora ya estaba allí, en ese documento, aunque ahora, después de lo que ocurrió en Polonia está más claro). Me dije: Voy a actuar por la positiva. En vez de decir: Tú documento es una porquería, hay que definirlo como un documento que no dice nada, o que dice generalidades, o que dice y no dice, rechácenlo y voten el mío; hice ese agregado planteando que no votaba el otro si no se me aprobaba el mío. Diciendo: Mi documento es el que va a ser el verdadero documento. Tratando de aclararlo con cuidado, tratando de lograr que Pierre aceptara eso. Y Pierre me lo aceptó corriendo.

Vino muy contento, con un espíritu de equipo tanto o más grande que el mío, y dijo que era fundamental que votáramos juntos, etcétera. Y salió eso.

Cada cual tiene su estilo. Yo tiendo a los trabajos en equipo. Ni ponerse por encima, ni tocar la vanidad ni el amor propio de nadie ni nada por el estilo. Quiero que los partidos avancen, en lo nacional y en lo internacional.

Entonces hice ese documento. Discutí mucho lo del poder para Solidaridad. El dijo que no. Entonces yo dije: Bueno, si me acepta poder dual está cayendo en la trampa porque hay una dinámica teórica fatal, hay una estructura teórica.

Lo mismo pasó con lo de frente antiimperialista. Después quiso ir a decir lo contrario a Perú y tuvo que autocriticarse seis días. Tuvo que venir a Bogotá a escribir que todo lo que decían los peruanos (que era exactamente lo mismo que decía él) era un desastre. Justamente porque concedió.

Yo pensé lo mismo: El me acepta estas premisas y la próxima que me acepta es que Solidaridad tiene que tomar el poder.

Entonces, sí, aquellos documentos son mucho más incompletos que éste. También respecto a constituyente. Constituyente es, vuelvo a decirlo, una consigna táctica, de quinto orden, que hay que barajar, a veces emplear y a veces no. En cambio, lo que es estratégico es plantear el poder para los organismos obreros en donde está el movimiento de masas. Lo que es estratégico es destruir a las fuerzas armadas del régimen. Si no, no hay política [revolucionaria]. Más que estratégico, es de principios.

Usamos también un tono amable, porque la OCI tiene una serie de características muy raras. Por ejemplo, yo tengo la resolución sobre política internacional del anterior Congreso de la OCI, donde no dice ni una palabra sobre que Francia es imperialista. Es común en la LCR y en la OCI. ¿Qué vamos a hacer en el plano internacional en relación a Francia? Habla de armamentismo, de esto y de lo otro, y ni una palabra acerca de que dominan colonias y semicolonias. La LCR hace lo mismo. Son profundamente imperialistas. Reflejan a la aristocracia obrera, que es imperialista y es racista. Vamos a pelear.

También en ese terreno, que para nosotros era de ruptura, nos hemos movido con cuidado. Datamos de meter el problema despacito. A veces somos maniobreros. Dejamos correr la resolución del Congreso. El compañero Cristóbal, cuando la Paritaria entre la LIT y el CORCI todavía ni existía, vino corriendo a decir: Hugo, Hugo, vea esta resolución; son revisionistas completos. Y yo como todavía no sabía para dónde iba el proceso le dije: Todavía no sabemos a dónde vamos, no diga nada. Y se aprobó la resolución en el Congreso de la OCI sin nombrar al imperialismo francés. Ahora tenemos eso corno una carta.

Esa el la verdad de lo que ocurrió. Aquel documento mío sobre Polonia es abstracto en una serie de sentidos. Pero para mí está claro para quien quiere ver bajo el agua. Planteamos que el poder dual es Solidaridad, que no hay otro, que es institucionalizado, que es nacional. Planteamos que el problema armado es decisivo para ir contra el ejército. Vean lo que es un análisis marxista grosso modo correcto: cuando planteamos eso no sabíamos nada de que había una corriente brutal pro‑Solidaridad en el ejército. El Secretariado Unificado (SU), que tiene muchos más intelectuales que nosotros, había mandado a vivir a Varsovia a un gran lingüista especialista en polaco que hacía los resúmenes de todos los periódicos y revistas que se publicaban en Polonia. Eran esos trabajos de tipo universitario dignos de los yanquis. Y de golpe publica en Inprecor todo un análisis del periódico del ejército polaco donde aparece la autoridad furiosa, diciendo de todo contra los oficiales que eran simpatizantes de Solidaridad, que trataban de organizar Solidaridad dentro del ejército y que estaban planteando y discutiendo con los suboficiales este problema en todas las unidades del ejército. Por eso es un crimen diez veces mayor de Lambert no haber tomado esa política. Porque nos la aceptó formalmente, como aceptó lo del frente único antiimperialista. Si ustedes siguen Informations Ouvrieres , jamás vieron una línea planteando organizar Solidaridad en el ejército, ni que ése era el problema fundamental, ni que el proceso revolucionario pasaba por ahí.

Lambert plantea construir un partido socialdemócrata en Polonia. ¿Qué diferencia tiene eso con su planteo de hacer un partido con los sectores trotskizantes?

Moreno : El partido ése que levantó Baluka es un partido laborista o socialdemócrata. De hecho Lambert no plantea la construcción de un partido revolucionario como tarea inmediata en Polonia, sino de un partido reformista. [Si se hiciera con sectores trotskizantes] sería un partido revolucionario.

El lambertismo decía que había que mantener en secreto a consigna de constituyente. ¿Por qué?

Moreno : Debe ser porque Solidaridad estaría en contra.

Lambert tenía la táctica de que Baluka se quedara callado en Solidaridad, esperando para desplazar a Walesa cuando se produjera una radicalización. Hoy sólo le quedan diez militantes. Si hubiera enfrentado a Walesa serían quinientos.

Moreno: Les aclaro que el CORCI, Lambert y Felipe tienen manía por las exageraciones. Algunas son increíbles, como ahora, que en Brasil están corriendo la bola de que tienen diez mil militantes en Polonia, y yo dudo de que tengan quince. Los informes en el Consejo General eran lo que dice el compañero: en la última reunión, en noviembre, el informe era que tenían menos de diez. Y estaban furiosos con Baluka, pero como siempre en cuanto a la táctica. Pero para mí el problema es político: hay que saber quedarse solo.

Hay que bajar a tierra las discusiones teóricas. También hay que tener sentido sobre en dónde trabajar. Ahora ustedes van a ir a Guayana. ¿Saben lo que es Baluka en Cszcecin? Por eso hay que reivindicar muchísimo a Thornett, quizás no en su política, pero sí en lo que él es. En un sentido es un espejo de todos nosotros. Está requetejustificado, que el compañero que lo acaba de visitar haya venido tan impresionado. Lo que logra Thornett en cuanto a penetración en el movimiento obrero ‑-no estoy hablando de política-- en Inglaterra, lo podemos lograr en forma creciente en todos lados. Y es lo que hay que lograr.

Thornett es un compañero que hasta hace poco tenía ciento cincuenta militantes. Ahora tiene trescientos porque se unió con otro grupo. En el fondo, es un grupo chico. Pero tiene su centro en la fábrica más grande de Inglaterra, la Leyland, que no sé si tiene cuarenta o cuarenta y cinco mil obreros. El es gran dirigente sindical, se ha implantado y tiene allí una célula de unos cincuenta obreros. Cuando hubo elecciones en el sindicato de la Leyland, él presentó su candidatura a presidente del sindicato y sacó muchos votos. Hubo un momento en que dio la impresión de que ganaba.

Porque la fuerza, compañeros, también es dialéctica. En ese momento The Times sacó un artículo titulado “O Thornett o nosotros» donde decía que si el compañero Thornett ganaba la elección sindical había que replantear toda la política y toda la situación institucional de Inglaterra. Y yo creo en eso . Porque en la lucha de clases no es lo mismo Felipe que nuestro compañero dirigente de la fábrica venezolana Celanese, y con Celanese desarrollándose, no en decadencia. Pesan distinto.

Es el mismo argumento nuestro respecto a la democracia burguesa: no es lo mismo el voto de un cura que el voto de un obrero o que un obrero de vanguardia. Esto [en la realidad] se da en forma completa. Lo hemos visto.

Otra vez que venga, si algún día tenemos una o dos horas, les informaré, les contaré la historia de nuestro partido, el PST argentino, un partido pequeño pero con enorme influencia. Ha sido muy parecido al grupo Thornett. Por eso comparto la admiración de Alberto. En cambio, hay entrañables compañeros nuestros, y hasta obreros como Carlos, que le tienen una bronca bárbara por las posiciones. Y Alberto y yo lo queremos, lo amamos ‑‑como se dice en francés-‑. Es emocionante y extraordinario ver un grupo, con su sectarismo y todo lo demás, donde son todos obreros, y discutir con un dirigente que acaba de salir de la fábrica, trata de leer teoría marxista y la maneja bastante bien.

Se trata, entonces, de políticas concretas y de teorías concretas para progresar en un sentido revolucionario. ¿Leyeron ustedes que Walesa tenía un despelote bárbaro con esa gran dirigente mujer, Anna Walentinowicz? Ahí estaba nuestro trabajo. No era una cosa abstracta. No era cuestión de esperar.

Para mí es muy interesante eso de la constituyente. Yo no lo sabía. Creo, estoy casi seguro, que no levantaba constituyente para que no lo marginaran de Solidaridad. Y lo mismo en lo que respecta a hacer un partido. Creían que iban a hacer un partido de decenas de miles paralelo a Solidaridad, no construido como una tendencia dentro de Solidaridad. ¿Qué era lo que había que hacer?

[Lo mismo que hicimos en el PST y que hizo Thornett]. Los trotskistas podemos hacerlo; el programa trotskista prende, fructifica. Y más en esta época. Podríamos haber logrado lo mismo en Gdansk. ¿Ustedes saben lo que son Gdansk y Cszsecin con quinientos militantes trotskistas? Vamos a empezar a decir las cosas como son: podrían cambiar toda la historia de Polonia. Podrían haber sacado ahora la huelga general contra el golpe. Hay una dialéctica. Sería como la fábrica Putilov en Rusia. No es cualquier cosa. Al fin y al cabo, la célula de los bolches en la Putilov era creo que de trescientos.

Y eso se podía lograr con esa línea, con esa teoría que dijo el compañero, que es la de Alberto, que es la de todos nosotros: ser buen opositor. Somos una dirección opuesta a Walesa y que le disputamos la dirección a Walesa. Si ahora sólo somos uno, no nos interesa. Nos íbamos a empezar a encontrar con activistas y delegados que decían lo mismo que nosotros, a los cuales nosotros les dábamos la racionalización teórica y programática de lo que ellos sentían y hacia donde ellos iban.

Atención que lo del partido socialdemócrata puede ser como táctica. Pero cuando se escriben documentos, y sobre todo si se refieren a otro país, lo que se tiene que escribir son las cuestiones generales. Podríamos haber dicho: partido socialdemócrata. Pero lo que hay que escribir es cómo logramos una corriente revolucionaria , no socialdemócrata, en el seno del movimiento obrero. Y entonces decir: haciendo el partido socialdemócrata hacemos ya esa corriente porque hay muchos socialdemócratas que son revolucionarios, y así nosotros los organizamos. No estoy ni en contra ni a favor, pero en principio estoy en contra.

¿Usted llama partido socialdemócrata a un partido con el programa que levantó el PSPP y que se planteaba como un partido de las masas sindicalizadas en Solidaridad?

Moreno : Sí, indudablemente. Era un programa democrático, llamémoslo liberal, para un partido paralelo a Solidaridad. No plantearon que era urgente [hacer un partido revolucionario] ni plantearon ese partido socialdemócrata como una táctica para hacerlo. Lo plantearon como un organismo de masas. Eso es una fuga, una tocatta y fuga completa.

¿Podemos decir que Solidaridad es revolucionaria?

Moreno: No. Nunca lo decimos, y si lo decimos en alguna parte es un abuso nuestro. Decimos que es de las masas revolucionarias, igual que un soviet, lo cual es distinto a decir que es revolucionario Se puede cometer el mismo error que, si se convence a Solidaridad [de tomar el poder], decir que esa dictadura del proletariado es revolucionaria porque es de las masas revolucionarias. Ahí hay que hacer una distinción. Una cosa es que las masas revolucionarias hagan ese sindicato ‑‑como hicieron sindicatos, para nosotros, las masas sandinistas en Nicaragua-‑, y otra cosa es que esos sindicatos sean revolucionarios por su dirección o por su programa. Nosotros los llamarnos revolucionarios cuando, como mínimo, tienen una dirección [revolucionaria]. Si tienen una dirección y un programa [revolucionarios] son sindicatos revolucionarios.

¿Entonces, la COB era de las masas revolucionarias pero no era revolucionaria?

Moreno: Así es. Era al revés: burocrática. Piensen siempre que en los fenómenos se juntan los polos antagónicos. Tenemos que pensar corno dialécticos y con la gran ley de Trotsky: se combinan. Se combinan direcciones contrarrevolucionarias con masas revolucionarias y hacen un organismo, que ha sido hecho por las masas revolucionarias pero cuya dirección ha sido usurpada por una dirección contrarrevolucionaria.

¿Hay que plantear en Polonia: legalidad para todos los partidos, incluyendo, por ejemplo, a la democracia cristiana? ¿No va esto en contra de la línea que tú planteas en “La Dictadura Revolucionaria del Proletariado” de que sean legales los partidos soviéticos?

Moreno: Eso es táctico. En líneas generales, la línea es la que vos dijiste: nosotros teníamos que plantear la legalidad de todos los partidos que Solidaridad considerara legales. Pero eso no impide, no va contra los principios, que planteemos legalidad política general, no dentro de los soviets. Los soviets pueden hacer una ley parecida a cualquier ley burguesa, que diga: Reconocemos a cualquier partido.

No va en contradicción con “La Dictadura Revolucionaria del Proletariado”. Porque Mandel dice que todos los partidos tienen que tener legalidad, y que eso es obligatorio. Nosotros decimos que eso es una monstruosidad. Pero nosotros a Mandel también le decimos: no hay ninguna razón para que no sea así, pero tampoco hay una razón obligatoria para que sea así. Es un problema táctico, igual que el voto universal. En Rusia no se impuso el voto universal: por ley, un voto obrero valía por cinco votos campesinos. En Bolivia, Lora convirtió esto en una monstruosidad, porque lo planteaba antes de tornar el poder.

¿Nosotros no estamos por dar legalidad sólo a los partidos soviéticos?

Moreno : No. Eso también es restrictivo. El marxismo siempre es concreto. Esa es la línea de principios, abstracta. Pero puede haber un momento determinado, una coyuntura donde nosotros planteemos: Legalidad para todos los partidos, incluso para la democracia cristiana. Si hay una gran manifestación armada pidiendo la legalidad para la democracia cristiana y la burocracia dice “No”, ¿nosotros qué hacemos? ¿Vamos a ir en contra de la manifestación? A lo mejor nos sumamos a ella. El problema es táctico, totalmente táctico.

Pero el artículo de Correo dice que es un gran problema y que nosotros nos oponemos.

Moreno: Es un gran problema, pero táctico. Pero siempre volvemos al artículo de Correo # 2. Vuelvo a decir que yo estoy en contra: es un poco ultraizquierdista en un sentido y capitula a Solidaridad en otro sentido.

¿Pero no lo escribió usted?

Moreno: Para nada. Estoy totalmente en contra. Nuestra línea es la que vos decís. Pero esa línea no es negativa. Vos la tomás como negativa, excluyente. Y yo te digo: no es excluyente. A partir de esa línea queda un territorio de nadie, donde nosotros entramos si queremos y no entramos si no queremos. Nosotros planteamos: Legalidad a todos los partidos soviéticos. Lo que hoy en día en Polonia significa: Legalidad a todos los partidos que reconoce Solidaridad. Soviéticos no, porque es una abstracción: no existen los soviets. Que Solidaridad diga cuáles son los partidos legales. Y si el partido más grande es el demócrata cristiano...

Esa es la discusión con Mandel. Entonces le estamos dando la razón a Mandel, porque el partido kadete, un partido burgués, fue legal en los soviets. Los bolches lo admitieron como una corriente de los soviets porque hubo un momento en el cual había sindicatos y una corrientita del movimiento obrero que era kadete, burguesa. Entonces nada nos impide plantear al propio Solidaridad: Estamos por la legalidad del partido demócrata cristiano. (A lo mejor el partido demócrata cristiano dice, como Walesa: No estamos a favor de que vuelva el capitalismo, estamos a favor del socialismo, pero nosotros sabemos que es de la Iglesia.) Es un problema abstracto. Lo que es de principios es que quien resuelve qué partidos son legales es Solidaridad. Ese es el principio. Pero ese principio no nos impide maniobras tácticas.

¿Estaríamos a favor de la legalidad de un partido de Walesa?

Moreno: ¿Y qué sé yo? Supongamos que se hace el partido de Walesa y tiene el ochenta por ciento de los soviets, y nosotros vamos y decimos: ¡Contra la legalidad del partido de Walesa! Yo opino que, si teníamos el veinte por ciento, perdemos el quince y nos quedamos con el cinco por ciento. La táctica es no ser imbécil. Ellos tienen el ochenta por ciento, yo el veinte y me paro: ¡Canallas! ¡Estamos contra la legalidad de ustedes! ¡Ustedes no votan más y los echamos de acá!

Pareceríamos los viejos troskos argentinos. En la dirección de la sección argentina eran cinco, entre ellos Abelardo Ramos y un famoso intelectual. Tenían toda la base en contra y los tipos echaron a la base, echaron a todos. Y surgieron dos organizaciones: una fue Frente Obrero que era grande, era la base, eran todos, tenían dinero; y la otra eran cinco que sacaban un periodiquito así de chiquito, que era la dirección. Es de locos.

¿Qué vamos a hacer? Es táctico. Depende de la relación de fuerzas. Ahora, en lo posible, como línea, vamos a ver si convencemos a la clase obrera y ni bien podamos lo echamos.

¿Luchamos incluso por la legalidad de un partido burgués si moviliza?

Moreno : Así es. Si no, no entendemos la táctica. Pero el principio que Solidaridad o los soviets [definan quién es legal].

La burocracia niega la legalidad al KPN ‑-un partido nacionalista de derecha-‑ para negar la legalidad a la izquierda y a los trotskistas.

Moreno : A todos, también a los trotskizantes. La consigna que vos diste es muy buena: Legalidad a todos los partidos políticos. Justamente la democracia cristiana por ahí le dice a la clase obrera: Estos trotskistas canallas no son democráticos. Ahí entra asamblea constituyente.

Plantear la legalidad sin decir que son partidos enemigos de la clase obrera, como hace la OCI, es criminal.

Moreno: Muy bien. Por ejemplo, en ese soviet donde ellos son el ochenta por ciento, nosotros tenemos que pedir la legalidad de ellos diciendo: Compañeros, como no les dan la legalidad nosotros lo, trotskistas pedimos el mérito de ir al frente de la manifestación que pide la legalidad de ustedes. ¿Están convencidos de que luchamos por la legalidad de ustedes? ¿Qué más nos piden? Bueno ahora que están convencidos de que pedimos la legalidad, les decimos: la máxima mugre existente en Polonia es Walesa y este partido; son un partido de maniobreros que están engañando a la base; no están por desarrollar [la revolución].

¿La burocracia tiene conciencia de clase?

Moreno : No puede tener conciencia de clase porque no es una clase. Tiene una conciencia política contrarrevolucionaria. La burocracia incluso puede dividirse y un pequeño sector puede ir en alguna etapa hacia ciertas posiciones progresivas ‑-ya hablé de la policía-‑. Lo que no quiere decir que los vamos a admitir, pero vamos a maniobrar con ese sector.

En cambio, es imposible que haya un sector de la burguesía que vaya hacia la revolución socialista ni a pasos progresivos en ese sentido. Es un fenómeno de clase. Eso le da una unidad, una conciencia de clase enorme. Esto es muy importante. La burguesía inglesa, la francesa, la alemana, la italiana, tienen una conciencia desarrollada a través de siglos, que incluso se corporiza en individuos que hacen verdaderas obras de arte. Por ejemplo, lo que han hecho en España. En España el gran político es el papá del rey, que aprendió del año 30, de la guerra civil, de todo eso. Eso de la conciencia no es una cosa abstracta. La conciencia son individuos educados en la Universidad, educados en la vida política y en todo, que piensan para una clase, para una burguesía.

La burocracia no tiene nada de eso. ¿Cómo lo van a tener si viven haciendo purgas? ¿A quién tiene que piense en forma permanente y al que ellos dejen tranquilo? De ahí la extrema debilidad de la burocracia. Esa fachada de tremenda fortaleza es verdadera Por’ que se asienta en la derrota, en el retroceso del movimiento obrero. Pero ni bien comienza el ascenso se le empieza a mover todo. Es débil.

El propio Stalin era débil. Stalin, igual que Mao, son producto de circunstancias muy favorables. Y es así. Deutscher, que es gran admirador de Mao, es muy honesto en eso cuando dice: Mao subió al poder como consecuencia de circunstancias altamente favorables que se dieron repetidas veces.

El puesto de un burócrata, por ejemplo, depende de su superior. El puesto de un burgués depende de su situación en el aparato productivo. Rockefeller es Rockefeller y nadie es superior a él. Y la Standard Oil es la Standard Oil y nadie lo puede mover de allí. El puede rnover a otros, pero en la Standard Oil nadie lo mueve a él por el derecho de propiedad. En la burocracia, en cambio, todo el mundo sabe que lo pueden voltear, lo pueden sacar. De ahí sus rasgos psicológicos paranoicos que ahora están estudiando mucho los especialistas en la URSS y en los estados obreros. Lo estudian con una desviación psicologista, pero honestamente estoy a favor de ellos. Yo creo que por razones de casta la característica burocrática desde el punto de vista psicológico es la paranoia.

Hoy en día se estudia mucho a Stalin. Yo creo que Stalin era un hombre honesto. Yo opino que Stalin de verdad creía que todo el mundo trataba de matarlo. Es decir que era un locoide infernal, espantoso, porque era un burócrata.

El burócrata es, pues, inestable, mientras que un gran burgués, un Rockefeller, debe ser pacífico, hasta bueno con su familia. Como era [inaudible], que explotaba y le rompía la cabeza al movimiento obrero, pero en su casa era un padre de familia ideal. Eso es imposible en un burócrata por razones sociales, porque depende de otro, no tiene estabilidad. Un terrateniente es dueño de su tierra; ningún burócrata es dueño de su puesto. Depende del puesto y entonces vive en forma nerviosa. ¿Le agrado al de arriba o no le agrado?

Krushev ha contado cómo era Stalin psicológicamente. Es típico de todos los burócratas: así era también Mao; todos son iguales psicológicamente. Stalin era muy buen tipo, simpatiquísimo, le daba la razón a todo el mundo. Krushev cuenta en su famoso informe al XX Congreso cómo él tenía divergencias y siempre se peleaba por la táctica con el general que derrotó a los alemanes en Stalingrado (no se mataron ni hubo purgas porque se llevaban muy bien). Entonces decían: Vamos a liquidar rápido el problema, le hablamos a Stalin y él nos dice qué hacer.

Llamaba Krushev y le decía: compañero Stalin, el general opina que tenemos que atacar por tal lado y yo opino que por tal otro”. Y Stalin le decía: “¿Usted está seguro de su posición?” “Sí”, “Bueno, entonces aplique esa línea.”

Después Krushev lo llamaba al general y éste le decía: esto es un desastre; tú no sabes nada de cuestiones estratégicas; tengo razón yo; Stalin no te puede haber dado la razón a vos”.

El general llamaba a Stalin y Stalin le decía: “¿Está seguro general?” “Sí.” “Aplique su línea.”

Y eran dos líneas opuestas. ¡Menos mal que Krushev y el general se llevaban bien, comentaban entre ellos y veían cómo arreglaban la cosa!

Stalin siempre actuaba así con todo tipo que entraba a su despacho: le daba la razón a todo el mundo. Después veía a cuál le iba bien. Si alguien fracasaba, se apoyaba en el otro y lo reventaba. El nunca tenía la culpa. Era todo un mecanismo retorcido, una cosa espantosa, que es general en todos ellos.

Este rasgo psicológico tiene que ver, para mí, con las características sociales de la burocracia. No tiene estabilidad, no tiene seguridad de clase, vive en el aire. Es muy débil en ese sentido, aunque es terriblemente contrarrevolucionaria por la misma razón. No quiere que la clase obrera se mueva ni un milímetro, no le deja ningún juego.

En tu artículo tú dices: “Se repetirá corregido y aumentado lo de Polonia en la URSS” ¿Eso quiere decir que la tendencia es a que haya gobiernos como el de Jaruzelski en los demás estados obreros?

Moreno : No. En esa interpretación hay un abuso tuyo. Lo que yo quiero decir es que inevitablemente va a haber grandes revoluciones políticas. Es una forma implícita de decir eso, porque yo digo: los golpes son producto del ascenso revolucionario. Yo no digo que la característica de la burocracia es vivir haciendo golpes. Digo que cuando se produce una revolución política, la burocracia no tiene otra salida que intentar un golpe korniloviano. Fijate que yo no digo que va a haber gobiernos kornilovianos, digo: va a haber intentos de putch, porque abro la perspectiva teórica de que esos intentos de putch sean derrotados y de que avance la revolución política. Lo único que quiero decir ahí es que va a haber muchos intentos de putch y que tenemos que tener política para esos intentos de putch. Eso es lo que quiero decir: viene el ascenso y preparémonos, porque cada vez que haya ascenso estos canallas van a preparar un golpe de estado.

¿Se trata de tener un reflejo contra los golpes como el que tenemos en América Latina?

Moreno: Exacto. Yo creo eso. Y creo que no se dio en los estados obreros porque allí no ha habido un ascenso como el de Latinoamérica. Nosotros tenemos la gran suerte de vivir en el único continente que vive en un proceso de revolución permanente, que es Latinoamérica, y por eso hay tantos golpes. (Ustedes, los venezolanos, no han vivido tanto ese proceso aunque viven en el continente.) Porque es el único que en esta postguerra no ha parado de luchar desde 1943. Y eso no es chauvinismo.

¿Puede haber varios partidos de la burocracia, como en Polonia? ¿Son simples apéndices del Partido Comunista? Como se vio en China, Checoeslovaquia, etcétera, en las crisis puede haber varios partidos de hecho; pero si no hay crisis no puede haberlos ni darse un funcionamiento parecido a la democracia burguesa.

Moreno: Los partidos polacos son apéndices directos del PC. Lo que ha dicho Alberto sobre la existencia de varios partidos en las crisis en China y Checoeslovaquia es correcto. Trotsky ha dicho lo mismo respecto al partido bolchevique, ya totalitario y stalinista, en el período de lucha entre él y Stalin: de hecho eran dos partidos. Pero de hecho. Sólo pueden ser luchas fraccionales, y las fracciones de hecho son dos partidos. Es imposible la existencia legal de un partido de oposición. Es totalmente imposible porque va contra el régimen totalitario. De ahí que adquiere características fraccionales y secretas. Es una vida infernal en cada partido y va a ser cada vez más infernal.

Siempre tienen que tener un Bonaparte.

Moreno: Sí, porque hace a un país donde todo el mundo lucha contra todo el mundo. Cuando todo el mundo se agarra a patadas tiene que haber alguien que dirima.

La burocracia, justamente por no ser una clase, puede dividirse, Y un pequeño sector, al ver el retroceso, puede irse hacia el lado del movimiento obrero por patriotismo a la nacionalización de la industria o al monopolio estatal del comercio exterior. Es una contradicción: que en una pequeña minoría predominen las necesidades de la nacionalización de la economía sobre sus intereses políticos contrarrevolucionarios. No hay garantía de unidad total como en la burguesía, que es una clase.

Algo parecido ocurrió, justamente por ser una casta, con los militares rusos, y eso que eran los militares del zar, cuando vieron que Rusia peleaba contra Alemania y contra veintiún naciones. En un sector importante primó: Es mi país, soy militar de este país, no me interesa quién gobierna; y peleó con mucha honestidad por los bolcheviques.

¿El sindicato Solidaridad inevitablemente será democrático?

Moreno: En principio sí, yo creo que tiene que ser así. Pero va a haber lucha. Walesa intentó comenzar a burocratizarlo por todos los medios. No era que porque tenía mayoría daba cada vez más democracia, sino al revés: trataba de utilizarla [para liquidar la democracia]. Es un poco esquemático decir solamente que Solidaridad será democrático. Hay que señalar que es inevitable el proceso a la violencia. Por ser un organismo revolucionario no puede dejar de darse. Las masas revolucionarias están allí, lo han hecho ellas. Yo reivindico que a Solidaridad no lo hizo Walesa, lo hicieron las masas.

Aclare el tema de la semicolonización de los estados obreros.

Moreno: La burocracia, por ser una burocracia, pierde completamente su estabilidad si hay revolución o contrarrevolución. Como toda casta o toda corriente pequeño burguesa tiene que ir para un lado o para el otro. ¿Por qué va a tener que ir, en su amplia mayoría, para el lado de la burguesía? Por su vida privilegiada, por intereses económicos y materiales. Frente a la revolución, lo único que le puede garantizar su vida privilegiada es pasar al servicio del imperialismo aunque pierda el status. Si no hay revolución, no quiere bajo ningún punto de vista pasar al servicio del imperialismo, porque el imperialismo utiliza al estado para sacar ganancias, y entonces los beneficios de los burócratas tienen que disminuir en parte porque el imperialismo les empieza a sacar esos beneficios Y transforma a los burócratas en un agente estadual burocrático ‑-no burgués-‑ de una semicolonia.

¿Por qué hablamos de semicolonia? Creo que uno de los errores de Trotsky es haber barajado la posibilidad del restauracionismo capitalista desde adentro . Siempre habló de ese peligro , y creo que está equivocado. También habló del peligro del imperialismo – es un genio y valía mil veces más que nosotros-‑. Pero la balancita la volcaba para el lado [de los factores internos]: el problema del kulak; debido a la burocracia surgen burgueses por los poros de la Sociedad; esos burgueses van a ser cada vez más burgueses y van a dar un golpe. Yo opino que eso tenemos que barrerlo.

Las burguesías nacionales no son nada en este mundo donde dominan las transnacionales y el imperialismo. Ni bien se expropia a la burguesía eso ya terminó, completamente. Dejemos de lado eso del kulak que hoy es kulak y el día de mañana ya es gran burgués y al otro día más gran burgués. Es un criterio evolutivo, sin fuerza ‑-lo que no quiere decir que no tenga [ninguna importancia]--. El enemigo más grande, el verdadero factor contrarrevolucionario, el que es decisivo, fuertísimo, al lado del cual el kulak no es nada, es el imperialismo: con sus préstamos, con su dominio del mercado mundial, con su tecnología, con su mayor desarrollo de las fuerzas productivas.

Usted decía que la burocracia en épocas normales no avanza hacia el capitalismo.

Moreno : En cierta medida avanza, pero lentamente, a pesar de ella misma.

No buscan el capitalismo como programa, como objetivo.

Moreno : A veces hay sectores de la burocracia que sí, como Liberman en la URSS. Cuando empiezan a plantear la automatización, es decir la explotación aislada, comienzan a surgir programas, que siempre provienen de los sectores tecnócratas: la democracia, que cada fábrica se mueva por el criterio del beneficio, que cierre si no gana... Eso es el capitalismo. Pero siempre triunfa el conjunto de la burocracia.

La burocracia no avanza hacia el capitalismo en épocas normales porque debería emplear métodos de guerra civil contra las masas.

Moreno: Contra lo que dice el compañero de que la burocracia no podía haber vuelto anteriormente al capitalismo, yo opino que Stalin pudo haber vuelto porque tenía muy aplastada a la clase obrera. Pero sus intereses específicos eran antagónicos, porque no tenía el peligro de la revolución política.

Trotsky ha insistido en que la burocracia es quien va a llevar al capitalismo, en que los privilegios de la burocracia los tienen que llevar al capitalismo. Siempre queda un pequeño sector [que no ya al capitalismo] porque es una casta, no una burguesía. Pero en el proceso de transformarse el salto es cualitativo: la mayoría va para allá, es inevitable.

Trotsky vaticinó esto y no se ha dado. Por eso Mandel escribe que decir que la contrarrevolución existe es una exageración nuestra. Mandel dice: Eso ya se terminó; los hechos, el ascenso revolucionario ha demostrado que Trotsky se equivocó; eso de que la burocracia tiende hacia el capitalismo es falso.

Lo que yo creo es que la burocracia antes no estaba tan apurada. No enfrentaba el peligro de la revolución política, que es, dialécticamente, lo que más va a obligar al imperialismo y a la burocracia a unirse. Que se aproximen no significa que el imperialismo pueda volverse partidario del estado obrero degenerado, sino lo contrario: que la burocracia se apresure más que nunca a estar segura en brazos de la contrarrevolución imperialista.

Jaruzelski le debe su estabilidad a la URSS y también al imperialismo, que interviene directamente vía la Iglesia apuntalando al régimen burocrático. ¿El gobierno de Jaruzelski no dependerá tanto del imperialismo como de la propia burocracia polaca?

Moreno : Y puede transformarse en país semicolonial. Ya casi está a un paso. Lo único que falta es que se derrote al movimiento obrero.

Tenemos citas del más famoso órgano reaccionario yanqui, el Wall Street Journal : Hay que dejarse de embromar, hay que ayudar a Jaruzelski; Jaruzelski no es tan malo, es nacionalista, no va a ceder a la URSS; ayudemos.

Pero yo creo que el proceso de la contrarrevolución es esencialmente político. Para imponer esos planes tienen que pegarle al movimiento obrero tan duro como le pegó Jaruzelski, o más. Para lograr que un país como la Argentina, bastante independiente, que siempre se opuso al imperialismo yanqui, se vuelva una colonia privilegiada, tuvieron que dar el golpe de 1955, el de Frondizi, el de Onganía y este último. Si les llevó cuatro golpes desmantelar a la Argentina, siendo ésta un país semicolonial ‑-aunque era el que más bravo se le hacía dominar al imperialismo yanqui-‑, ¡imagínense con un estado obrero!

El proceso no a pasar por darle cada fábrica a un capitalista. Olvidémonos de eso. El proceso va hacia una semicolonización, incluso con la industria seminacionalizada, liquidando el monopolio estatal del comercio exterior. Lo importante va a ser la derrota contrarrevolucionaria [de los trabajadores] y las normas de explotación totales de todo el país que va a imponer el imperialismo. Hoy en día [esa explotación] es muy importante, pero marginal. En cambio, ahí va a reglamentar todo el imperialismo, como si fuera la Argentina.

Ha habido otros países así. Nasser y Sadat tenían una economía muy nacionalizada. Por eso Livio Maitán llegó a opinar que Indonesia, Egipto, Guinea, una serie de países burgueses con prácticamente todo nacionalizado, iban hacia estados obreros.

Yo opino que el proceso es como dije antes y que hoy en día es más rápido que nunca. ¿Por qué? Por la revolución política. El proceso de revolución política o contrarrevolución burguesa no se dio con la rapidez con que Trotsky creía que se iba a plantear porque no hubo un polo: la revolución política a fondo. En cambio, yo opino que ahora todos los estados obreros entraron en un proceso de crisis crónica. La URSS está más jodida que nunca. Es terrible. Cada año se produce menos. La gente trabaja a ritmo de tortuga. Tratan de no ir a las fábricas y hacen trabajos paralelos, de mercado negro. Todo se está derrumbando. La conducción burocrática de la economía está transformando a la burocracia, de una traba relativa al desarrollo de la economía, en una traba absoluta. Por eso la crisis es de conjunto.

Por eso fue la gran discusión mía contra Lambert y Felipe, donde yo sostenía que no iba a haber una invasión del Ejército Rojo y que la represión iba a ser a través del ejército polaco. Entre otras cosas, porque la URSS está aterrorizada. No se siente segura como años atrás porque el contexto es totalmente distinto.

¿Puede transformarse la URSS en semicolonia del imperialismo?

Moreno : [Sí], pero si se da esa contrarrevolución política. No puede ser un [proceso] económico en frío.

¿El papel de la Iglesia va a ser general, en todos los países?

Moreno: Hay tradiciones nacionales distintas. Hay lugares donde la Iglesia no tiene influencia. En la URSS y en China, Por ejemplo, la iglesia católica nunca va a llegar a tener influencia. O puede ser que la tenga dentro de cuarenta o cincuenta años. Pero hoy en día, y a cinco, diez, quince o veinte años, en la URSS, en China, en la India, la iglesia católica es un ente negativo, no existe. En Polonia, que es un país católico, la tradición nacional pesa en ese sentido. El Salvador también es un país católico.

¿La clase obrera de los estados obreros produce plusvalía?

Moreno: Si hay plusvalía o no es una gran discusión entre los marxistas. Tomen con pinzas lo que yo les diga. Yo opino que [en la economía de los estados obreros] se aplica la ley del valor y también la ley de la planificación, que se combinan las dos leyes. Es un proceso combinado. La ley del valor se aplica en el mercado en forma completa. Y la ley del valor se aplica para el salario. Hay un régimen de producción asalariado, es decir se paga salario, hay asalariados. Donde se paga salario hay plusvalía.

Pero esto no quiero que me lo acepten. Les doy la premisa para los que tienen ganas de saberlo enseguida, pero en todo caso desarrollamos esta cuestión en otra charla.

La burocracia no extrae plusvalía sino que se traga una parte del trabajo no pagado.

Moreno : Eso sí: del sobre trabajo.

Y el imperialismo percibe plusvalía a través de la deuda externa y del comercio .

Moreno : Así es.

¿Es un disparate decir que la plusvalía se realiza en el mercado mundial y no en el nacional?

Moreno: No, es interesante. Que la base de la plusvalía es el mercado mundial, sí, está bien. Y eso de que el imperialismo agarra plusvalía, también está bien. Pero yo opino que a escala nacional sí que hay plusvalía. Donde hay salario hay plusvalía. Pero yo voy a plantear el problema porque es muy grave lo que sostiene una corriente muy inteligente del trotskismo (que hoy día se han ido, ya no son trotskistas), la de [inaudible], que dicen que si hay salario no sólo hay plusvalía sino que hay capitalismo . Discrepo completamente.

Para mí la burocracia es un agente del imperialismo fundamentalmente porque es contrarrevolucionaria y por los aparatos. Hay que ser bien dialéctico. En toda totalidad hay contradicciones. Toda la URSS, por su base , porque no hay burguesía, es un estado obrero. Después vamos a ver por qué es estado obrero a pesar de que existen asalariados, por qué está equivocado ese teórico muy inteligente que dice que lo fundamental es si hay o no asalariados. Pero por ahora dejémoslo así.

En los estados obreros hay normas de distribución burguesas y, tanto o más importante que eso, los aparatos de estado burgueses, que son productos de las normas de distribución burguesas. Estos aparatos existen como predominantes, son los que dominan, para garantizar las normas de distribución burguesas. Los dos factores están íntimamente ligados.

Las relaciones de producción para mí no son burguesas, y les voy a decir por qué. Las relaciones de producción no son sólo la forma como se paga al que trabaja, sino que es decisivo el objetivo de la producción. (Nosotros tenemos las citas de Marx al respecto.) Es decir que relaciones de producción que no están hechas para obtener ganancia no son capitalistas . No hay, pues, relaciones de Producción capitalistas si no hay capitalistas que quieren aumentar las ganancias y provocar una acumulación. Es decir que no puede haber producción capitalista sin una clase capitalista. Si no, no es relación capitalista.

Lo que hay en los estados obreros es una distribución burguesa y aparatos totalmente burgueses y totalitarios, hasta tal grado que Trotsky ha dicho que eran paralelos al fascismo. Si uno no mira las relaciones de producción es un país no sólo burgués, sino burgués fascista común y silvestre. Hay policía, hay un régimen totalitario, hay un partido totalitario, hay censura, el tipo que critica al gobierno va preso, nadie puede publicar un periódico. Es la peor expresión de los aparatos burgueses. Por eso es un fenómeno altamente contradictorio, porque tiene que garantizar una distribución burguesa cada vez más antagónica con los intereses de los trabajadores. Es una minoría, una casta. Es una contradicción aguda.

Pero si la distribución es burguesa, es porque hay una plusvalía. Y una plusvalía no significa la existencia de relaciones de producción burguesas, así como el intercambio de mercancías tampoco significa producción burguesa.

Está bien lo que vos decías del comercio mundial, con la diferencia de que vos lo hacés muy mecánico: sólo lo que va [al comercio mundial]. Es la presión del mercado mundial la que, al ponerle precio, al ligarlo con el valor del salario, origina una cuota de plusvalía superior. En última instancia es consecuencia de cómo actúa internamente el mercado mundial, no sólo por el fenómeno mecánico de que va para allá y gana. Aunque no gane, el imperialismo actúa sobre todo el proceso: de producción, de producción de plusvalía y de distribución. El mercado mundial capitalista domina todo, y no hay salida.

Los burócratas son entonces agentes del imperialismo por una razón política y por una razón económica, que están íntimamente ligadas: porque hay distribución burguesa tienen aparato burgués predominante.

Bajo la dictadura revolucionaria del proletariado habría también distribución burguesa y la economía sufriría esa misma limitación por el mercado mundial. ¿No existirían igual esos aparatos burgueses?

Moreno : Pero no predominan tes y con la tendencia a desaparecer, porque habría un plan democrático que contrarresta la distribución burguesa. Es la lucha ‑-no la combinación contra la clase obrera-‑ de dos leyes: la ley de la planificación democrática y la ley del valor con la plusvalía. Un buen marxista, un buen partido revolucionario apela a la democracia obrera. Les aclara a los trabajadores que la ley del valor sigue jugando pero, al mismo tiempo, señala hasta dónde la planificación permite científicamente que la ley del trabajar mucho, vamos a trabajar diez horas, vamos a turnarnos y vamos, a producir ese acero y vamos a producir neveras porque todos queremos neveras. Eso no tiene nada que ver con la distribución burguesa, no tiene nada que ver con la ley del valor, no tiene nada que ver con la plusvalía. Pero lo votamos y lo hacen. Y la tendencia va a ser a que esa planificación domine cada vez más.

En cambio, la distribución burguesa es totalmente predominante en el régimen burocrático. No domina el plan democráticamente hecho por los obreros para que beneficie a la economía y beneficie a los obreros. Están las estadísticas que demuestran, por ejemplo, que en la época de Lenin y Trotsky, con una economía muchísimo peor que la de la época de Stalin, todos los años aumentaba el nivel de vida de la clase obrera

La diferencia fundamental está en el objetivo .

Moreno : Primero el objetivo y después la planificación. La economía se vuelve racional.

¿El nivel de vida aumentó a pesar de la destrucción de la URSS por la guerra?

Moreno: No. Pero eso es la NEP. Después de la NEP y hasta 1928, bajo el mismo Stalin, el nivel de vida de la clase obrera sigue aumentando sistemáticamente.

El plan democrático va hacia la abolición del salario por la vía de la abundancia .

Moreno : Así es. Y de la revolución mundial, que es lo mas importante. Porque el problema es político, no económico. Por eso es muy interesante lo que dice Trotsky respecto al pensamiento económico de Preobrashensky. Trotsky nunca lo aprobó a pesar de que era tan interesante. Yo sospecho que porque era sólo económico. No hay salida si no se desarrolla políticamente la revolución mundial. No hay Trotsky ni Lenin que se aguanten cinco o diez años en un proceso que no se desarrolla. Ni [en el terreno] económico y porque el encerrarse origina gastos cada vez más grandes. Tenés que fortificar los aparatos burgueses, controlar. Es el fenómeno de Trotsky y de Lenin. Al principio no pensaban contar con un ejército sino esencialmente con la milicia. El ejército ayudaba. Pero a la guerra civil y a la agresión de veintiún países no la iban a dejar en manos de la milicia. Hubo que hacer el ejército, la oficialidad, etcétera. Está probado que fue Trotsky quien empezó todo ese proceso, que estaba justificado: no tenía otra alternativa que oponer a los ejércitos burgueses otra estructura muy parecida al ejército burgués.

La economía burocráticamente planificada y nacional se va a transformar en un fenómeno ruinoso.

Moreno: Ya lo es. El imperialismo los vuelve locos. Por ejemplo tienen que producir armamentos en forma increíble.

Y además está el aparato ineficaz...

Moreno : ... de la propia burocracia, que le sale costosísimo y cada vez tiene que hacerlo más. Tiene que ver con el desarrollo de un plan para tener cada vez más privilegios y no de un plan democráticamente hecho.

Son, entonces, dos los elementos políticos de influencia determinante [en lo] económico, que para nosotros es lo primero: plan elaborado democráticamente y ajustado democráticamente por el movimiento de masas --que también se equivocará algún año, pero aprenderá-‑; y desarrollo de la revolución mundial. No hay arreglo económico. Con uno solo [de estos elementos] tampoco [basta]. Si hay desarrollo de la revolución mundial pero sin dictadura revolucionaria [vamos al estados nacionales cuidadosos de sus privilegios. Porque cada burocracia se parece en ese sentido a las burguesías nacionales: quiere sus fronteras nacionales porque tiene sus privilegios nacionales. Si pasa a depender directamente de la URSS o de otra nación, la más grande se chupa a la más pequeña. Tiene que haber, entonces, estas dos condiciones. Si hay esta democracia, va a querer ir formando federaciones.

¿Saben ustedes lo que significaría la unidad de China y la URSS? Sería algo increíble. No haberla hecho es una de las infamias más grandes cometidas contra la humanidad por las dos burocracias. Porque Siberia es el problema más terrible, o uno de los más terribles, que tiene la URSS en cuanto al desarrollo de las fuerzas productivas. Es un continente increíble. Ofrece muchísimas más perspectivas económicas que la parte europea de la URSS. Tiene petróleo, gas, minerales de todo tipo, oro. Es un mundo infinito. Por eso es donde están dele llevar las grandes ciudades, lo intentan.

Y los pobres chinos, que están al lado, se pisan unos a otros.

Había un gran amigo nuestro fue el teórico de la primera guerrilla en la Argentina, los Uturunco, que se llamaba Guillén. Era un periodista español, anarco, que se volvió guerrillero y era muy amigo del Che Guevara. Nos daba unos cursos de guerrilla y nos explicaba qué guerrilla extraordinaria podíamos hacer en Tucumán, una provincia nuestra que tiene una montaña llena de hielo, y del otro lado nada, el vacío. Y él decía:

Hay que aplicar la línea de China: ataca el enemigo y retrocedemos, y ataca el enemigo y retrocedemos, y lo volvemos loco y lo derrotamos.

¿Y para dónde retroceder?

Por las montañas; y cuando ya nos ataca mucho pasamos al otro lado, donde no hay nada de nada, todo vacío.

Nosotros le dijimos:

Pero en China retroceder era: vamos para allá donde hay un millón, y retrocedemos otro poquito donde hay dos millones, retrocedemos otro poco donde hay tres millones, y seguimos retrocediendo y al final nos encontramos con veinticinco millones. ¿Y en Tucumán qué hacemos? ¿Estudiar el pingüino?

Y él nos contestó:

No había pensado en ese detalle.

Lo de China es así. China tiene mil millones de habitantes abajo de Siberia. Siberia está desocupada. Y los chinos tienen interés en ir a colonizar. Ahí hay un problema fronterizo muy grande que tiene que ver con esto. Por no estar unidos y por no planificar democráticamente no se logra esa gran conquista. Yo opino que, unidos los dos, en diez, veinte o treinta años serían una potencia tanto o más grande quizá que Estados Unidos. Si hicieran eso, esa sola medida de federarse, de permitir que los chinos colonicen, que no haya esa rivalidad... Y hoy día se cuidan uno del otro, porque la URSS sabe que si la burocracia china le ocupa Siberia tiene un peligro terrible, porque por ahí, un día de éstos, se agarran a balazos entre ellos mismos, van a una guerra.

Entonces el problema es político a dos puntas, y no económico. La política domina a la economía en la etapa de transición. Es: democracia en la planificación, en la conducción del estado; y desarrollo de la revolución mundial. Sólo el desarrollo de la revolución mundial hace que no tengamos que emplear tanto armamento ni nada por el estilo.

¿ Es necesario el partido revolucionario para que Solidaridad tome el poder y para después, para la etapa de transición?

Moreno : Es necesario históricamente. Pero no está descartado que en la realidad se dé tina revolución de febrero aún sin el partido revolucionario. Y un partido revolucionario se tiene que hacer, aunque sea un pequeño grupo de propaganda, dando esa política, diciendo: es necesario hacer esto. Si usted lo formula así: si no tenemos partido revolucionario no llamamos a Solidaridad a que tome el poder, lo estamos volviendo una organización contrarrevolucionaria. Pero en general el partido revolucionario es necesario.

¿Qué pasa si Solidaridad toma el poder y no hay partido revolucionario?

Moreno: Tarde o temprano degenera. Eso es inevitable. Históricamente, si no hay partido revolucionario se hunde todo.

¿Los compañeros que escribieron el artículo sobre Polonia del Correo # 2 capitularon a Lambert en relación a Solidaridad? ¿Por qué les ocurrió eso?

Moreno : En el fondo, porque no nos entenderían bien. Eso es una demostración de que no trabajábamos en fracción. Porque ese artículo originó un despelote bárbaro. Los compañeros de Chile, los de Centroamérica, llamaron diciendo: Es una barbaridad. Ellos dicen que Lambert los apuró. Es difícil trabajar en un equipo con gente muy hábil y darse cuenta de si se hace oportunismo o no se hace oportunismo. Y además yo no había escrito artículos teóricos. La pena fue que ni consultaron.

En la revolución española, Trotsky no le hace el juego al “imperialismo democrático”?

Moreno : Siempre, en toda revolución, al plantear todo o nada, debilita. Eso es inevitable, es una ley general. Provoca peligros en relación a la situación más estable anterior.

Por ejemplo, cuando más se independiza la clase obrera, más jodida se vuelve la burguesía. Eso es una ley. Si la clase obrera es cada vez más independiente, cada vez pelea más; todos los sectores burgueses se vuelven cada vez más contrarrevolucionarios.

No es así como está dicho en su formulación.

Moreno : Eso puede ser. Pero la idea que quiere decir es ésa. Por ejemplo, los bolcheviques atacaron tan duro a Kerensky que eso debilitó en cierta medida a Kerensky, o lo obligó a Kerensky a ir hacia Kornilov. Si no hubieran jodido tanto, a lo mejor Kerensky no apoyaba que Kornilov diera un golpe. Es decir, provoca esa debilidad entre comillas. Si la clase obrera argentina no le hubiera hecho esa tremenda huelga a Isabel Perón, es muy posible que no hubiera habido golpe de estado triunfante.

El artículo de Correo # 2 plantea que la revolución antiburocrática puede poner en peligro las conquistas socialistas .

Moreno : ¡De vuelta con el Correo Nº 2! En mi artículo yo digo justo lo opuesto, directamente lo opuesto. Digo que no hay absolutamente ningún peligro de que un proceso revolucionario antiburocrático origine la vuelta a la burguesía, aunque haya una dirección burguesa.

¿Baluka es trotskista a pesar de su posición sobre el problema del poder para Solidaridad y sobre el partido?

Moreno : Sí, es trotskista. Baluka no discute a ese nivel. No creo que conozca la discusión. Puede ser que sí, pero no creo que le preocupe mucho. Baluka es un dirigente sindical. Es una personalidad extraordinaria. Tal cual dijo el compañero, es un dirigente histórico del proletariado polaco. Es una conquista colosal nuestra. Pero no nos engañemos creyendo que tiene las preocupaciones de Alberto, o las tuyas o las de cualquiera de los compañeros que están acá. Es muy inteligente , pero no es su pasión este problema ni cómo se construye el partido. Esencialmente sigue siendo un sindicalista, un gran luchador. Cuando salió de Polonia era muy atrasado, y la OCI y Lambert, a través de un gran trabajo, lo politizaron. Logró un nivel bastante bueno. Es una persona de mucha personalidad. Piensa por su cuenta. Pero no creo que ésta sea su cuerda. Yo nunca lo vi discutir absolutamente nada de esto, pero puede ser que sí.

Con eso les quiero decir que no es esencialmente un dirigente político. Es un gran camarada pero no es una garantía de que hagamos un grupo sólido, fuerte, que sea capaz de elevarse a hacer un programa de transición para Polonia, etcétera. Podría ser nuestra gran figura si existiera ese grupo. [Baluka está presionado por la OCI pero su evolución también] depende del fenómeno polaco. Creo, que es muy sensible a su clase.

¿La dimensión internacional no determina el resultado, de las revoluciones nacionales? ¿La revolución española no habría fracasado igual, aunque tomáramos nosotros el poder, dada la situación mundial de triunfo de la contrarrevolución?

Moreno : Es peligrosa esa línea de razonamiento sobre si la revolución española inevitablemente fracasaba, tomáramos nosotros el poder o no. Es muy peligrosa porque la ha utilizado sistemáticamente el oportunismo. La utilizó en gran forma respecto a la revolución rusa.

Nosotros somos parte de la lucha de clases. Somos científicos al servicio de la lucha de clases. Hay un nivel científico que nosotros no podemos cruzar porque entonces, en vez de luchadores de clase, nos transformamos en contrarrevolucionarios.

Supongamos que yo soy manager de un boxeador paraguayo y blanco que va a ir a pelear por el campeonato del mundo. Y yo, en el trayecto hacia la pelea, le digo: Mirá, jamás un paraguayo gana el campeonato del mundo y, de acuerdo a las estadísticas matemáticas, hoy vos no podés ganar, aunque hay una probabilidad en un millón. Pero además los más grandes atletas y boxeadores en e mundo son negros; y en Paraguay hay negros pero vos sos blanco Conclusión: ningún paraguayo gana, y blancos ganan muy poquitos. Pero además sos zurdo, y los zurdos... Cuando el tipo llega allá ya perdió antes de subir al ring.

Entonces yo no soy un manager científico. Soy un cretino cientificista que lo único que hago es desmoralizar. Desmoralizo con la ciencia, con cosas correctas: ningún paraguayo, que yo sepa, ganó ningún campeonato del mundo. Todo lo que digo es verdad, pero es al servicio de que el otro me lo destroce al tipo. Y que se produzca una situaci6n como la de ese chiste que me gusta tanto: en el quinto round, el pobre boxeador paraguayo está tumefacto, todo deshecho, con el ojo negro, la boca partida, dos costillas rotas, y entonces también se eleva a la ciencia, se vuelve científico como el manager y le dice a éste: Ya le conozco la táctica a mi rival. Y el manager científico le pregunta: ¿Sí? ¿Cuál es? Y nuestro boxeador paraguayo le contesta: ¡Me quiere matar! Son dos científicos: el manager y el boxeador.

La ley marxista es: el resultado de la lucha lo da la lucha. Lo que tenemos que decir es si hay o no hay lucha. Porque puede cambiar. Es lo nuevo y nadie puede prever cómo va a ser lo nuevo porque es una combinación de circunstancias no dadas y por eso es nuevo. A lo mejor ganábamos la revolución española y la guerra mundial era más rápida, estallaba enseguida, o al revés. Porque si triunfaba la revolución española en 1937 era un fenómeno nuevo. Era la segunda revolución obrera triunfante en manos de la clase obrera. ¿Qué pasaba? A lo mejor se unían todos, Inglaterra con Alemania y con Italia e incluso la URSS, porque no podían permitir eso, e invadían directamente a España, y era un desastre que incluso aceleraba la derrota. ¡Qué sé yo! Pero nosotros no por eso vamos a dejar de luchar, porque ése es el argumento para no dar la lucha.

Ahora veamos la dimensión internacional. Yo creo que hay un cambio. Tampoco en Polonia podemos usar eso. Había condiciones internacionales para que se triunfara. Hoy en día, históricamente, sí podemos hacer el análisis.

Hegel decía que la sabiduría viene por la noche, como el búho de Minerva. Es muy linda esa famosa metáfora de Hegel. Cuando las cosas han ocurrido, cuando ya terminó el día y la faena, es el momento en donde vemos qué pasó durante el día, y ahí hacemos ciencia.

Para nosotros es lo mismo. Una cuestión es cuando entramos a pelear, y entramos a pelar con todo. Y otra cuando ya se desarrolló la pelea y agarramos el micrófono y comentamos la pelea. Son dos actitudes distintas. Ahí si llego el momento frió de la ciencia, sin ningún elemento artístico, de pelea, y de que es lo que tenemos que hacer. Llego el momento del análisis.

Para mi es correcto el análisis de Alberto de que Alemania del Este, Hungría y Checoeslovaquia se daban en un contexto internacional malo. Tiene razón respecto a Polonia [ en 1956], pero el periodo de reacomodamiento krushevista: es era el contexto internacional favorable. Política y socialmente era un momento muy favorable porque Polonia y Hungría estaban muy ligadas y era un proceso parecido y en el mismo momento. El imperialismo tembló y por eso no supo dónde atacar. Pero el contexto internacional desfavorable era que la economía de todos los países obreros también tenía un boom; todavía había posibilidades de que la economía se desarrollara, como se desarrolló.

Por eso fue posible un Gomulka.

Moreno: Exacto. Al principio hizo concesiones, al revés de la monstruosidad que era antes. Porque Polonia tuvo también otra cara: fue la nación más jodida directamente por los rusos. Stalin mandó a campos de concentración y reventó por todos lados a Rokosowski, el gran general polaco. Y ese gran canalla es un caso psicológico incomprensible: a pesar de que Stalin lo persiguió hasta decir basta, siguió siendo un stalinista increíble. Como era un gran militar, Stalin se vio obligado a sacarlo de Siberia y llevarlo por ahí en 1940 ó 1941 a pelear. Y entonces fue Rokosowski el que dominó. Hizo ahí un gueto, un barrio de rusos que reventaban a toda Polonia y a los trabajadores y al campesinado.

Y toda Polonia salió a la lucha: ése fue el movimiento de Gomulka. Fue tan grande como Solidaridad, pero espontáneo, sin organización. Gomulka entra en tren. Es un documental hermoso para ver a la burocracia, porque el tipo era un burócrata bien burócrata, un burócrata increíble, que había sido perseguido por Stalin.

Rokosowski era ministro de Defensa. Y vivía en un barrio especial, que parece que es una característica de la burocracia rusa, porque he leído que en Nicaragua hacen lo mismo y en La Habana también: cercan un barrio y es el barrio de los rusos.

Pero toda Polonia se levantó contra ese barrio y contra el ministro de Defensa que era el que dirigía. Y lo echaron. El stalinismo se lo tuvo que llevar.

Pero había esa perspectiva económica. La perspectiva económica de la propia Hungría después fue favorable.

Yo opino que ahora en la dimensión internacional hay elementos que son más desfavorables. Pero el contexto histórico de conjunto es tremendo para la burocracia, porque creo que está en crisis toda la burocracia. Desgraciadamente la más sólida todavía sigue siendo la de la URSS. A las otras las veo deshechas. Creo que China es una Polonia permanente. Es una guerra a dentelladas entre esas dos fracciones, y lo único metódico que hay allí es que cada cinco años gana uno y revienta a los otros, y después ganan los otros. Es una crisis permanente. Vive en estado de ebullición. La burocracia no ha podido consolidarse en China. Es un proceso infernal.

Creo que en todos lados hay un proceso parecido. Se están produciendo hechos increíbles. Yo vi en París el periódico oficial del PC creo que de Gdansk, cuyo titular grande era: Llegó Baluka. ¿Ustedes se imaginan lo que es eso?

Lo que ocurrió en Checoeslovaquia con los dos compañeros de la OCI indica la debilidad de la burocracia. Dos trotskistas entran en coche. Debajo del asiento le encuentran de todo: folletos y libros contra la burocracia. Y ellos dicen:

No sé, me los dio alguien por el camino, hay gente mala que lo engaña a uno y le pide que lleve paquetes a Checoeslovaquia, y yo soy tontito y acostumbro llevar todo paquete que me pidan.

¿Y por qué lo pone debajo del asiento si es tonto y lleva cualquier cosa?

Bueno, a veces a uno se le ocurre llevar cosas debajo del asiento.

¿Y para qué lleva el mimeógrafo si va de turismo por quince días?

Porque me gusta desarrollar la cultura.

Esa fue más o menos la defensa que hicieron. Y sin embargo la burocracia no les pegó y se vio obligada a darles la libertad a tipos que sabían que eran de la OCI.

Es una situación de crisis. ¡Que Baluka entre a un estado obrero stalinista y que lo tengan que dejar entrar y tengan que informar sobre él con grandes titulares! ¡Y que hayan tenido que dejar en libertad a los quince días a dos compañeros militantes comunes en Checoeslovaquia, que es uno de los regímenes más jodidos que hay!

Para mí la crisis económica, la crisis política de la burocracia, ese contexto a escala mundial, es increíble.

Y que después del golpe de Jaruzelski no pudieran fusilar.

Moreno: Indudablemente. Tuvieron que meter presos, pero dar explicaciones y dar la cantidad. Hacer esos juegos de palabras burocráticos. El embajador polaco en Colombia trató horriblemente a un periodista que le preguntó si era verdad que había cinco mil Presos y le dijo: “Eso es falso, nosotros no tenemos presos políticos”. “Pero su gobierno ha dicho que tienen cinco mil”, insistió el periodista. Y el embajador le dice: “Vieron cómo ustedes tergiversan, son cinco mil detenidos”.

Igual que en el famoso caso del imperialismo yanqui cuando bombardeaba Camboya durante la guerra de Vietnam y los periodistas decían: Volvieron a bombardear. “¡Cómo bombardear! ¿Quién bombardea? Es apoyo logístico.” Son la cosas de la política de esta época en la que se alienan hasta las palabras. Se dice lo mismo pero con otras palabras que dicen lo contrario.

Yo opino que ésa es la dimensión internacional que existe aquí: crisis crónica de los regímenes. Antes, en cambio, tiene razón Alberto. Pero que esa razón no justifique por qué no se dio la batalla. Porque toda pelea, cuando llega el momento de darla, hay que darla. Es como un parto: el chico saldrá bien o mal, pero cuando llegó a los nueve meses es el parto. No hay otra alternativa. No hay medio parto, hay parto entero. Cuando llegó el momento de la pelea, es pelea entera, por todo. Tiene razón, pero siempre que nos ajustemos a esta ley.

¿Entonces hay que escoger entre la CI‑CI y la LIT?

Moreno : También es un parto, para algún lado.

Apéndice
Nuestra experiencia con el lambertismo
1986

Por Nahuel Moreno y Mercedes Petit.

Introducción

La crisis de la Cuarta Internacional, provocada por el revisionismo pablista y aún no resuelta, nos ha obligado a usar a menudo el término “movimiento trotskista”. Creemos que es una denominación correcta. El viejo tronco, la Cuarta Internacional fundada por Trotsky, ha dado origen a diferentes corrientes y agrupamientos, internacionales y nacionales, que se reivindican trotskistas. Es un proceso similar, en ese sentido, al de la crisis de la socialdemocracia, que originó tendencias revolucionarias, oportunistas, revisionistas, centristas y capituladoras, que se declaraban todas ellas marxistas.

No se podía negar, en su momento, la existencia del movimiento socialdemócrata, aunque de él formaran parte desde Lenin y Rosa Luxemburgo hasta Bernstein. De la misma forma, no se puede negar hoy la existencia del movimiento trotskista, pese a que haya en su seno todo tipo de corrientes, desde el trotskismo ortodoxo hasta el revisionismo más de derecha. El hecho de que la Segunda Internacional realizara conferencias o congresos mundiales y nuestro movimiento trotskista en su conjunto no las realice, es una diferencia de forma pero no de contenido entre ambos.

La Segunda Internacional en crisis se había convertido en un movimiento a pesar de mantener su forma de organización internacional. Los efectos del revisionismo pablista sobre el trotskismo han sido tan destructivos que ni siquiera conservamos formalmente una estructura internacional única. Pero el trotskismo le mantiene como un movimiento porque los grupos, partidos y tendencias que lo integran mantienen una organización propia, independiente de toda otra organización nacional o internacional (socialdemócrata, stalinista o nacionalista burguesa o pequeño burguesa), incluso en los casos en que capitulan políticamente a alguna de aquellas.

La crisis de la Cuarta Internacional y su degradación a movimiento ha provocado, entre otros efectos nefastos, la existencia de corrientes y organizaciones que, reivindicándonos trotskistas, en muchos casos hemos vivido aisladas unas de otras durante años, a veces décadas. Tal el caso del WRP británico ( Workers Revolutionary Party ‑ Partido Revolucionario de los Trabajadores) y sus organizaciones afines en otros países por un lado, y la LIT (CI) ( Liga Internacional de los Trabajadores ‑ Cuarta Internacional) por el otro. Ello ha provocado, a su vez, la existencia de lo que podríamos llamar “estilos” diferentes, lenguajes distintos y, frecuentemente, concepciones diferentes sobre qué es o debe ser la Cuarta Internacional. Por esta razón, antes de entrar directamente al tema de este artículo, nuestra unificación con la corriente lambertista y la posterior ruptura con ella, queremos precisar a grandes rasgos nuestra concepción sobre la Internacional.

La concepción trotskista de la Internacional

Para nosotros, siguiendo lo que creemos fue la concepción y la práctica de Trotsky, el problema decisivo, fundamental y primero que debemos plantearnos es la construcción, alrededor de un programa, de la organización internacional y su dirección. Trotskismo es sinónimo de organización y dirección internacionales, en oposición a stalinismo en todas sus variantes (moscovita, maoísta, castrista), socialdemocracia y nacionalismo pequeño burgués de tipo sandinista, que no quieren ni construyen una organización y dirección obreras revolucionarias internacionales.

Creemos que la organización y la dirección internacionales son una categoría distinta y superior a cualquier organización y dirección nacionales, por grandes o capaces que ellas puedan ser. Toda dirección nacional está destinada al fracaso si no es parte activa de la construcción de una dirección internacional, de la misma forma que toda dirección de un sindicato, por clasista y revolucionaria que sea, está condenada a la ruina si no lucha por una dirección clasista y revolucionaria para todo el movimiento obrero. Por eso sostenemos que, así corno sin oxígeno no hay vida, sin dirección y organización internacionales no hay trotskismo verdadero.

El problema de que la dirección y la organización internacional son imprescindibles era, en última instancia, lo que estaba detrás de la lucha de Trotsky por fundar la Cuarta Internacional ya en 1936. Aunque en ese momento su posición fue derrotada por sus compañeros, evidentemente para Trotsky no era cuestión de cuántas o cuáles fuerzas se podía nuclear, de su debilidad o fortaleza. Para él, sin organización y dirección internacionales simplemente no se podía militar y actuar políticamente en la lucha de clases.

El “nacional‑trotskismo”

La crisis de la Cuarta Internacional provocada por el pablismo echó al olvido esta concepción para grandes sectores del trotskismo. Mandel, que siempre defendió ‑-y es honesto reconocérselo-‑ la necesidad de una Internacional centralizada, no la concibe en la práctica como centralizada alrededor de una dirección y un programa. “Construye”, en cambio, una “Internacional” que es una federación laxa de secciones nacionales y tendencias y fracciones internacionales, cada una con su propio programa (en ocasiones opuestos por el vértice) y casi sin disciplina. Es decir que, después de haber sido cómplice de Pablo en la dispersión del trotskismo mundial, Mandel trata de mantener formalmente unidos a sus fragmentos, sin revertir el revisionismo que había provocado esa crisis.

Otra vertiente que renegó de la concepción trotskista sobre la Internacional es la que denominamos “nacional‑trotskismo”. Sus distintas variantes sostienen que la cuestión de la dirección y la organización internacionales constituye una especie de “programa máximo”, para un futuro indefinido, que por ahora hay que mantener en un plano declarativo, de expresión de deseos, a la espera de que se den “las condiciones”. Así opina, por ejemplo, Lutte Ouvriére de Francia. Lambert, Healy y, en cierta medida, el SWP norteamericano colocan el problema de la dirección y organización internacional como acuerdo entre direcciones nacionales; y hasta como sinónimo de una dirección nacional. Así, el “Comité Internacional” posterior a 1963 fue básicamente el acuerdo entre dos direcciones nacionales, la de la OCI francesa y la del WRP británico (por aquel entonces SLL), que estalló cuando, por razones que no tenemos claras, ese acuerdo se rompió en 1971. Los productos de esa ruptura, el CORCI lambertista y el CI healysta profundizaron aún más ese carácter nacional‑trotskista, ya que constituyeron pequeños agrupamientos internacionales con “sucursales” de la OCI y el WRP respectivamente, absolutamente dominados por esos partidos nacionales.

El SWP norteamericano, por su parte, mostró su tendencia al nacional ‑trotskismo cuando a comienzos de los años 50 se negó a levantar una organización y dirección internacional centralizadas, que no sólo desarrollara al trotskismo ortodoxo sino que también se diese como gran objetivo el combate contra el revisionismo pablista. Esto es, se negó a postular al Comité Internacional, que por ese entonces agrupaba a la mayoría del trotskismo mundial, como el embrión de la Cuarta Internacional centralizada. Posteriormente, el SWP liquidó burocráticamente al CI en 1963, al pactar por su propia cuenta la reunificación con Mandel, según una especie de reparto del mundo por el estilo de “Europa para Mandel y América para los americanos”.

Nuestra corriente

Nuestra corriente histórica, en cambio, intentó mantenerse siempre fiel a la concepción de Trotsky. El trotskismo latinoamericano, organizado en el Secretariado Latinoamericano del Trotskismo Ortodoxo (SLATO), luchó duramente para que el CI se constituyera en una dirección internacional. Luego combatimos durante un año, sin ingresar al Secretariado, Unificado (SU), la política liquidacionista del CI que desarrollaba el SWP. Ante el hecho consumado de la reunificación de 1963, peleamos para tratar de que se incorporaran a ella Healy y Lambert, con el objetivo de generar una consistente corriente antirrevisionista. Finalmente, ante la alternativa de ingresar al SU o quedar aislados, optamos por ingresar.

Este fue sólo un capítulo de nuestra lucha por una organización internacional. Siempre nos guió el principio de ser parte disciplina da de una organización internacional. En ese combate, que desarrollamos durante décadas en una situación de abrumadora minoría tuvimos que soportar todo tipo de discriminaciones y ataques fraccionales, que nos llevaron a ser una especie de “parias” del movimiento trotskista mundial.

Soportamos en el Congreso de 1951 que Pablo reconociera corno sección oficial argentina a la de Posadas, un pequeño grupo que capitulaba al peronismo hasta el punto de defender la política de Perón de apoyar a Corea del Sur y al imperialismo contra Corea del Norte. Soportamos que en el Noveno Congreso Mundial del SU en 1969, Mandel reconociera como sección oficial argentina al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) , una corriente castrista guerrillera que rompía con el trotskismo. Y todo por la misma razón: no queríamos caer en el aislamiento nacional‑trotskista porque sabíamos que sería nuestra ruina.

La crisis del nacional‑trotskismo

Hoy día no quedan dudas de que la ley trotskista que condenaba por definición al fracaso al “nacional‑trotskismo” se ha cumplido inexorablemente. Tanto su variante más sutil, el SWP norteamericano, como Lambert y Healy han seguido un camino paralelo, de creciente aislamiento internacional, de capitulación política a direcciones contrarrevolucionarias del movimiento de masas y de degeneración metodológica y moral.

En el terreno político‑programático, el nacional trotskismo sufrió, como no podía dejar de ocurrir, una involución absoluta. Nacido como un intento de resistir al revisionismo pablista, al elegir el errado camino de refugiarse en el aislamiento nacional, terminó en un revisionismo igual o peor que el que se propuso combatir. El SWP terminó convertido en un apéndice del castro‑stalinismo. Lambert y la OCI francesa se fueron transformando en un satélite de la socialdemocracia francesa y de su principal organización sindical, la CGT‑Force Ouvriere (F0), hasta llegar a la total capitulación al gobierno de Mitterrand en 1981 y, después de la ruptura con nuestra corriente, al gobierno burgués de Nicaragua. Healy se fue deslizando a la capitulación a los gobiernos “nacionalistas” de las burguesías árabes, en particular al gobierno de Kadafi, al de Irak y al de Irán.

En el terreno metodológico, en el afán de preservar a la organización nacional trotskista “a salvo” de cualquier injerencia “extranjera”, prevalecieron los métodos burocráticos para mantener un control personal sobre toda la vida de la organización. Barnes, Lambert y Healy se rodearon de “incondicionales”, excluyendo de las direcciones a todo dirigente que presentara discrepancias importantes, y no vacilaron en echar de la organización a fracciones enteras de militantes que cuestionaban la línea oficial. Cualquier medida era buena con tal de impedir que la organización Pudiera debatir democráticamente las diferencias. Finalmente, junto a los métodos burocráticos, Lambert y Healy ‑-Barnes no lo hizo‑- desarrollaron métodos de destrucción personal de los cuadros y dirigentes que los cuestionaban, cubriéndolos de calumnias y ataques de tipo moral.

En este terreno, Lambert y Healy fueron lo peor que ha dado el trotskismo. Mandel es un político revisionista que quiere una “Internacional” revisionista, e impulsa su línea con métodos políticos. En general sus herramientas de lucha no son las expulsiones burocráticas, y jamás los ataques morales. Barnes expulsa a diestra y siniestra, pero tampoco usa esos métodos canallescos. Lambert y Healy, al representar un nacional trotskismo en estado puro, no vacilan ante nada para “defender» su secta nacional y su papel individual en ella. No hemos seguido de cerca sus pasados en este terreno sombrío, pero: ¿Cuántos “casos Varga” ha habido?; ¿Cuántos “casos Napurí”?; ¿Cuántos “casos Just”?

Esta combinación de revisionismo con métodos burocráticos y ataques morales provocó la crisis orgánica e irreversible del nacional trotskismo. Sus organizaciones no crecen, sino que decrecen, por la deserción individual pero abundante de militantes desmoralizados, por la aparición de fracciones que rompen o son expulsadas (como ocurre ahora con el lambertismo y el SWP) o por el simple y llano estallido de la organización (como ha sucedido con el healysmo).

Nuestra corta relación con el lambertismo sólo puede entenderse dentro de este. marco de crisis del nacional‑trotskismo. Cuando nos unimos a él, ya estaba en crisis. La posibilidad de unificarse con nuestra Fracción Bolchevique , dinámica y en desarrollo, fue vista por Lambert como una vía para superar su propia crisis. No fue de su parte una estrategia principista para revertir el nacional‑trotskismo de la OCI, sino una simple maniobra de supervivencia. Lo único que Lambert logró fue postergar el estallido de su crisis un par de años para que, cuando se produjera --como efectivamente ocurrió-‑ fuera aún más profundo y espectacular. A partir de su capitulación al gobierno de Mitterrand y la ruptura de la organización internacional que nos unía, la Cuarta Internacional (Comité Internacional) -‑CI(CI)-‑, el lambertismo prácticamente dejó de existir como corriente internacional. Algo similar ocurrió con Healy pocos años más tarde. El estallido de su proyecto nacional-trotskista, donde el WRP había impuesto un dominio total sobre el CI, se produjo con la crisis del WRP a partir de la huelga minera de 1984-85.

Lo determinante: la lucha de clases mundial

Cabe completar esta introducción con una última consideración. La accidentada vida del trotskismo desde la muerte de Trotsky y su dispersión a partir del encumbramiento en su dirección del revisionismo pablista, han dado lugar a todo tipo de interpretaciones; desde las maniqueas, que personifican en algún dirigente el origen de todos los males, hasta las idealistas, que buscan las razones en una torcida comprensión del método marxista.

No subestimamos el peso de las personalidades, su política y su metodología, ni tampoco las graves consecuencias que puede tener la debilidad teórico‑política. Pero nuestro criterio es que los avatares de nuestra historia tienen sus motivos profundos en los grandes hechos de la lucha de clases y la política mundiales. Son esos grandes hechos, que golpearon sobre direcciones generalmente no proletarias y no formadas en la conducción de grandes movilizaciones revolucionarias de la clase obrera, la explicación última de nuestros avances y retrocesos, así como de nuestras divisiones y unificaciones.

Es cierto que esto no saca ni un milímetro de responsabilidad personal de Pablo y luego de Mandel por el revisionismo programático y la crisis del trotskismo. Lo mismo podemos decir de la responsabilidad de Healy y Lambert respecto del fenómeno posterior del revisionismo nacional‑trotskista. Cierto es, también, que los métodos burocráticos y destructivos utilizados por todos los revisionistas y llevados al extremo por el nacional trotskismo provocaron las rupturas y la dispersión. Ninguna diferencia importante se pudo jamás discutir democráticamente hasta el fin. No se pudo bajo el revisionismo pablista que apelaba a todo, hasta la intervención de secciones nacionales, para imponer su capitulación al stalinismo. Menos se pudo dentro del nacional trotskismo, donde los métodos burocráticos y destructivos eran imprescindibles para la “defensa” o “seguridad” de la todopoderosa e infalible dirección nacional.

Pero la esencia de lo que se discutía, o se quería ( y no se podía) discutir, es decir el contenido político de nuestras divisiones y reunificaciones, estuvo determinado por la lucha de clases mundial.

Aplicando ese criterio nuestras relaciones con el lambertismo, podemos decir, en trazos muy gruesos, que el acercamiento de nuestra corriente con el lambertismo se dio sobre las bases de nuestras coincidencias en relación con la revolución nicaragüense.

Esas coincidencias nos permitieron seguir avanzando en la elaboración de un programa común que, al margen de tener algunas lagunas y aspectos equivocados, seguimos reivindicando como principista y trotskista. Ese programa fue el sostén de acuerdos organizativos que plasmaron en una organización internacional única, de transición hacia una Internacional centralista democrática: la CI(CI).

La ruptura de la CI(C1) fue anticipada por las divergencias en torno a otro gran hecho de la lucha de clases mundial, la revolución polaca. Y se precipitó por un hecho político clave, el triunfo de Mitterrand en Francia. El programa y la política frente a su gobierno originaron un abismo, una oposición por el vértice entre nuestra corriente y la de Lambert. Finalmente, al impedir Lambert la discusión democrática de esas diferencias, se produjo la ruptura total, que se convirtió en absolutamente irreversible cuando agregó a sus métodos burocráticos un deleznable ataque moral contra un viejo dirigente que provenía de su propia corriente.

I.- La revolución nicaragüense golpea sobre el trotskismo

La preparación, estallido y triunfo de la revolución antisomocista en Nicaragua provocó hondas diferencias entre quienes nos reclamamos trotskistas. No conocemos las posiciones de todas las corrientes; pero lo cierto es que Nicaragua provocó la división del SU y estuvo en la base de la construcción de la CI(CI). De conjunto, el SU no levantó una política por el triunfo de la revolución nicaragüense. El SWP de Estados Unidos dedicaba su prensa a atacar a los sandinistas. Mandel callaba. Sólo nuestra corriente, por entonces la Fracción Bolchevique (FB) del Secretariado Unificado levantó la consigna de ¡Victoria al FSLN! El triunfo de la revolución nicaragüense se convirtió en el centro de nuestra política y actividad a nivel internacional. Toda nuestra modesta capacidad de propaganda, agitación y acción se volcó, sin ningún sectarismo, a apoyar esa revolución para que triunfara, para que derrocara a Somoza, para que asestara un duro golpe al imperialismo yanqui y mundial, sin poner por delante nuestras diferencias políticas con su dirección sandinista.

Hicimos, en síntesis, lo que siempre fue una posición de principios para nosotros: si hay una lucha entre la revolución y la contrarrevolución, lo primero es alinearnos en el campo de la revolución para que ésta triunfe, por más que la dirección de esa lucha revolucionaria pretenda limitarla a una victoria democrático‑nacional contra el imperialismo y la dictadura agente de éste. Con tanta más razón si esa lucha es una guerra civil, no hay verdadera política trotskista si no se arranca de definir que luchamos en el bando militar de las masas contra el bando militar del imperialismo y el régimen dictatorial.

Sólo a partir de esta definición, la FB desarrolló una crítica implacable a la política del sandinismo, a su falta de un programa de revolución permanente, a su conciliación con la burguesía, en el frente opositor primero y en el Gobierno de Reconstrucción Nacional (GRN) más tarde, y le exigió la toma de todo el poder en sus manos, la constitución de un gobierno sin burgueses y la aplicación de un programa de extensión de la revolución a toda Centroamérica y de expropiación del imperialismo y la burguesía dentro de Nicaragua.

Esta política la sintetizamos como de “apoyo militar, no político al FSLN”. Para concretarla, el PST colombiano, dirigido por la FB, convocó a la formación de la Brigada Simón Bolívar [7] , un destacamento internacional para participar activamente en la guerra civil en curso contra Somoza.

Seguimos creyendo que la constitución de la Brigada Simón Bolívar fue un acierto. En su mejor momento llegó a tener algo menos de 1.500 voluntarios inscriptos, la mayoría colombianos pero también costarricenses, panameños, ecuatorianos, bolivianos, argentinos y chilenos. Se financió con el aporte logrado por sus propios integrantes, a través de campañas sobre la población y también con importantes contribuciones de organizaciones sindicales.

Los enemigos de la Brigada, ante todo el SU, la cubrieron de calumnias: la fundamental era que no había sido más que una maniobra propagandística de la FB y que jamás había entrado en combate. Nada más falso. Ciertamente, la BSB se vio bloqueada de ingresar como columna autónoma por el frente sur, ya que el sandinismo exigía el ingreso individual de sus integrantes a las formaciones sandinistas: un intento claro de impedir nuestra Política, es decir nuestro “apoyo militar, no político” al sandinismo. Pero no menos cierto es que integrantes de la BSB lucharon ‑-y murieron-‑ en el frente sur. Y no menos cierto es que la BSB ocupó, entrando por el mar, el puerto de Bluefields, donde aún no había llegado la revolución, la encabezó y la llevó al triunfo.

La expulsión de la Brigada Simón Bolívar

La BSB logró llegar a Managua, la capital de Nicaragua, en o derrumbe del somocismo. Fue recibida con honores, no sólo del pueblo nicaragüense sino del propio gobierno sandinista que, entre otras cosas, le cedió el edificio donde funcionar. Sin embargo, pocos meses después, la BSB era expulsada de Nicaragua por ese mismo gobierno, y sus integrantes entregados a la policía del gobierno burgués de Panamá. Milagrosamente, ésta no asesinó a ninguno, pero los reprimió duramente.

Este hecho planteaba ante el trotskismo dos problemas decisivos, ligados pero no idénticos, el político‑programático y el moral. El primero consistía en definir sin evasivas si se estaba a favor o en contra de la construcción de un partido trotskista en Nicaragua. El segundo era si se apoyaba la expulsión de militantes revolucionarios ‑-trotskistas o no‑- de un país y su entrega al gobierno burgués y la policía de otro.

El primer problema hace a la esencia, a la razón de existir de la Cuarta Internacional: ella es necesaria para hacer la revolución anticapitalista en los países capitalistas y la revolución política antiburocrática en los estados obreros burocráticos. Esto significa que son necesarias secciones de la Cuarta Internacional en todos los países del mundo.

La expulsión de la BSB planteaba este problema programático no sólo porque su dirección y gran parte de sus integrantes se reclamaban trotskistas, sino porque ella fue expulsada por el gobierno sandinista por llevar adelante el programa trotskista.

Concretamente, como se informó en la prensa mundial, la BSB fue expulsada por: 1) Organizar sindicatos (unos 80) a través de asambleas democráticas de los trabajadores; 2) promover la ocupación de tierras por los campesinos desposeídos; 3) promover la organización de milicias populares y, 4) denunciar como burgueses a algunos miembros de la Junta de Gobierno.

Aclaremos al pasar que en los primeros tres aspectos, la BSB no inventó nada; simplemente alentó y levantó como programa lo que era un movimiento objetivo de las masas y de los trabajadores: organizar sus sindicatos, ocupar las tierras y formar sus milicias. Esa dinámica chocaba contra la política de los sandinistas de coalición gubernamental con la burguesía y que consistía básicamente en el uso de diferentes tácticas, todas ellas dirigidas a impedir que la clase obrera atacara la propiedad privada de los aliados burgueses del sandinismo en el gobierno. Así, desarmaron las milicias y construyeron un ejército regular firmemente controlado por el gobierno burgués de coalición. Impidieron la ocupación de tierras más allá de las expropiadas al somocismo, ya que una reforma agraria completa hubiera afectado las propiedades de aliados como Violeta Chamorro y Robelo que en aquellos momentos estaban en el gobierno. Permitieron la formación de sindicatos obreros, pero sólo si eran controlados por el sandinismo, para impedir que se convirtieran en herramientas de control obrero y, en definitiva, para impedir la expropiación de la burguesía industrial, también aliada a los sandinistas en el gobierno. En resumen, su política apuntaba a impedir que los obreros y campesinos de Nicaragua expropiaran a la burguesía aliada al sandinismo en el gobierno.

En síntesis, la BSB fue expulsada por aplicar este programa trotskista y denunciar ante las masas que el sandinismo se oponía a él, porque había pactado con la burguesía la integración de un gobierno de coalición. Nuestra brigada fue expulsada por hacer trotskismo , no sólo por declararse trotskista. Tanto es así, que los “trotskistas” del SU y del SWP de EE.UU. abrieron y mantuvieron sus oficinas en Managua sin problemas, porque, mientras se declaraban trotskistas, no hacían trotskismo, limitándose a apoyar más o menos incondicionalmente al sandinismo y a sus pactos con la burguesía.

Sobre el aspecto moral del problema: la expulsión y entrega de revolucionarios a una policía burguesa, no nos vamos a detener porque se explica por sí mismo.

La ruptura del SU

La ruptura del SU se produce básicamente porque éste apoya la expulsión de la BSB de Nicaragua y su entrega a la policía panameña. Así lo hizo una delegación oficial del SU, integrada por altos dirigentes de sus secciones mexicana, francesa, peruana, norteamericana y suiza, cuando, el 3 de septiembre de 1979, entregó a la dirección del FSLN una declaración de respaldo incondicional a esa medida. En ella, tras acusar a la BSB de “ tratar de separar a los trabajadores de su vanguardia ”, “ el FSLN ”, sostenía que “ la dirección del FSLN tenía razón en exigir a los miembros no nicaragüenses de este grupo... que abandonaran el país ” (Combate Socialista, 18/10/79).

Los mismos que no habían apoyado al FSLN y a la revolución en el momento de la lucha contra Somoza, ahora, con el FSLN en el gobierno, condenaban a la BSB porque intentaba disputar la dirección del movimiento obrero y de masas al sandinismo para garantizar un curso permanente a la revolución nicaragüense; y apoyaban su expulsión y entrega a la policía panameña.

Este hecho cataliza la ruptura de la FB con el SU, por su significado político‑programático, y también moral.

El enfrentamiento en torno a la BSB fue un enfrentamiento en torno al programa: capitular o no capitular frente a las direcciones pequeño burguesas del movimiento de masas que conducen revoluciones triunfantes o, por la positiva, construir o no secciones de la Cuarta Internacional en los países donde esas direcciones han asumido el poder.

Ante el escándalo que significó la entrega de la BSB a la policía panameña, el Comité Ejecutivo Internacional del SU, en una resolución, incluyó sólo una tímida e insuficiente frase lamentando el hecho. Pero, junto a ella, se profundizaba la capitulación al FSLN y a los restantes movimientos guerrilleros centroamericanos, prohibiendo categóricamente la existencia en esos países de organizaciones trotskistas, con el argumento de que el FSLN‘ era la dirección adecuada para el proceso revolucionario en curso. En consecuencia, los trotskistas debían ingresar a esa organización, no haciendo entrismo, sino disolviéndose lisa y llanamente en ellas.

En estas condiciones se acercaba el Congreso Mundial del SU. Ni Mandel ni Barnes recurrieron a medidas burocráticas contra nuestra corriente, aunque hubo algunas expulsiones en algunas secciones. Más aún, Mandel y Barnes reconocían el peso de nuestra corriente y estaban dispuestos a garantizar que el Congreso Mundial eligiera una nueva dirección internacional integrada como mínimo por un tercio de dirigentes de la FB. Pero nosotros estábamos en contra de permanecer en una organización internacional donde coexistían programas y morales opuestas. Rompimos con el SU porque éste no revió su posición de apoyo a la expulsión de la BSB ni su decisión de no autorizar la existencia de organizaciones trotskistas en Nicaragua.

El lambertismo y la revolución nicaragüense

En contraste con el SU, otras corrientes trotskistas, aun sin conocer o sin compartir la política de la FB y de la BSB, asumieron una actitud que las honra de repudio a la expulsión de la BSB. Una de ellas fue la de Thornett en Inglaterra. Otra fue el lambertismo que, en una declaración del Comité Central de la OCI francesa fechada el 2 de septiembre de 1979, condenaba la expulsión de la BSB como un ataque “ contra el movimiento revolucionario y antiimperialista de las masas populares» cuya intención era “liquidar los comités obreros que han tomado el control de las fábricas.... oponerse a la construcción de sindicatos independientes del Estado [y] liquidar los comités de campesinos ”.

Esta defensa principista de la BSB por parte de la OCI, hacía parte de una posición de conjunto también principista frente a ese hecho decisivo de la lucha de clases mundial que era la revolución nicaragüense. Luis Favre, importante dirigente del CORCI, la expresó en un trabajo titulado “ Revolución proletaria en Nicaragua ” (La Verité, 24/10/79). Allí definía a la revolución nicaragüense como “el comienzo clásico de la revolución proletaria”. Caracterizaba al programa del FSLN como que “ se inscribía plenamente en la seudoteoría de la revolución por etapas y del socialismo en un solo país”. Denunciaba la “voluntad política del FSLN de constituir... un gobierno de coalición con la burguesía... y de combatir toda aspiración de las masas por la constitución de un gobierno propio sin representantes de la burguesía”, añadiendo: “ Se trata de la barrera del frente popular”.

Favre precisaba el carácter “burgués” del GRN y sostenía que el FSLN buscaba “ reconstruir el Estado burgués”. Ante eso, levantaba, citándolo textualmente, el programa de transición de Trotsky: exigir la ruptura del sandinismo con la burguesía para constituir un gobierno obrero y campesino, agitar un programa de transición como el programa que debía adoptar ese gobierno. En lo internacional, Favre levantaba la justa consigna de los “ Estados Unidos Socialistas de América Latina”. Y concluía: “Cualquier otra actitud sólo puede conducir a la derrota de la revolución, que para ser victoriosa, exige la construcción de un partido revolucionario, sección de la Cuarta Internacional ”.

Se trataba, evidentemente, de una coincidencia programática de principios entre la FB y el lambertismo ante un colosal hecho revolucionario como era el triunfo de la revolución nicaragüense. Por primera vez en muchos años, dos corrientes trotskistas, que prácticamente no habían mantenido relaciones durante décadas, coincidían ante un suceso de tal magnitud. Las dos combatían contra la esencia del revisionismo: la capitulación a las direcciones stalinistas o nacionalistas pequeño burguesas que dirigieron procesos revolucionarios triunfantes. Las dos luchaban por la construcción del trotskismo en Nicaragua, enfrentando a una de esas direcciones, el sandinismo. Tal fue el profundo significado, para nosotros, de esas coincidencias, que provocaron la aproximación y posterior unidad entre nuestras respectivas corrientes.

II.- La formación de la CI(CI)

Las coincidencias sobre Nicaragua nos llevaron, pues, a explorar las posibilidades de unir nuestras fuerzas con el lambertismo en una organización internacional [8] . El primer paso fue la constitución del Comité Paritario . Y la primera tarea de éste fue la elaboración de las bases programáticas que sustentaran a la organización unificada. En esto, fuimos consecuentes con una metodología para nosotros de principios: para toda unidad, al nivel que sea, lo decisivo es el programa. Máxime cuando la historia ya había demostrado que no bastaba con definirse del Programa de Transición, los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista y la Revolución Permanente , ya que todas las direcciones revisionistas que habíamos sufrido, desde Pablo hasta Mandel, hacían profesión de fe en esos textos.

Era necesario, partiendo de esas bases, elaborar un programa que diera respuestas a fenómenos nuevos, inexistentes en vida de Trotsky: el triunfo de revoluciones que expropiaron a la burguesía y constituyeron estados obreros bajo direcciones no obreras bolcheviques, sino stalinistas burocráticas (Mao, Tito, Ho Chi Minh, Kin Il Sung y el Ejército Rojo en Europa oriental) o pequeño burguesas nacionalistas (Castro). Esto era así ya que fueron esos procesos los que generaron el revisionismo en nuestras filas, desde Pablo en adelante, precisamente como capitulación a esas direcciones.

El programa de la CI(CI)

El programa, elaborado por Moreno ‑-a pedido del lambertismo-‑, fue presentado en forma de Tesis a la Conferencia Mundial que fundó la CI(CI) en diciembre de 1980, y aprobado por ella. En la intervención que lo presentó, Moreno definió claramente sus objetivos: “ primero, elaborar un programa claro, un marco general para estructurar una sólida organización; segundo, delimitarnos claramente de las demás corrientes del movimiento obrero, principalmente del revisionismo. [Las Tesis] son un arma de lucha contra el revisionismo ”. (Panorama Internacional, Año V, # 16).

Las Tesis de la CI(CI) (Correspondencia Internacional‑La Verdad, enero de 1981) constituyeron efectivamente un programa trotskista principista, que reafirmaba la necesidad de construcción de la Cuarta Internacional y la actualidad del Programa de Transición; hacía una denuncia implacable de todas las direcciones contrarrevolucionarias y oportunistas, desde el stalinismo hasta el castrismo y el sandinismo, pasando por la socialdemocracia y la totalidad de las direcciones burocráticas, nacionalistas burguesas y pequeño burguesas --guerrilleras y no guerrilleras-‑ del movimiento de masas, y de los gobiernos que ellas constituían. Tenía todo un capítulo dedicado a la revolución política, a la que calificaba de necesaria en todos los estados obreros existentes, así como en todas las organizaciones obreras, sindicales y políticas del mundo capitalista.

Las Tesis confirmaban su carácter de arma de lucha contra el revisionismo en su capitulo final  titulado “ El revisionismo es incompatible con el trotskismo”. En él se definía que el revisionismo, “que se apoderó de la dirección de nuestra Internacional en 1951, se caracteriza por su capitulación sistemática --durante los últimos treinta años-‑ a las direcciones burocráticas o pequeño burguesas del movimiento de masas, y por el hecho de haber abandonado nuestra lucha intransigente contra esas direcciones para construir y desarrollar nuestros partidos como única posibilidad de superar la crisis de dirección revolucionaria de la humanidad” , ya que “ el revisionismo afirma... que las direcciones del movimiento de masas --burocráticas, stalinistas o pequeño burguesas‑- pueden adoptar un curso centrista que las conduzca a posiciones objetivamente revolucionarias”.

El objetivo antirrevisionista de las Tesis de la CICI) era tan categórico que ellas terminaban precisándolo en su frase final como el de “permitir a la Cuarta Internacional eliminar de sus filas al revisionismo que se había instalado en ella bajo diversas variantes”. El programa de la CI(CI) fue, pues, un programa trotskista auténtico, elaborado con base en el proyecto presentado por la FB y que seguimos reivindicando como tal, al margen de que tuviera una omisión importante, el problema del frente popular (que equivocadamente consideramos innecesario desarrollar porque no había nada que agregar a la clásica posición de Trotsky) y una formulación equivocada sobre el frente único obrero.

Corrigiendo desviaciones graves

La elaboración del programa permitió, entre otros muchos avances, corregir dos graves desviaciones del lambertismo: la política del frente único antiimperialista Y el sectarismo frente a los sindicatos.

El lambertismo sostenía desde mediados de la década de los 70 que en los países atrasados dependientes del imperialismo había que construir el “frente único antiimperialista”, esto es un frente común entre la clase obrera y los sectores burgueses y/o pequeño burgueses que resistían la opresión y explotación del imperialismo. Era una estrategia claramente de colaboración de clases, frentepopulista. Nuestra corriente, sin negar la posibilidad, necesidad y hasta obligatoriedad de acciones comunes antiimperialistas con cualquier sector social u organización política dispuestas a luchar en ese terreno, se oponía a la construcción de frentes, ya que ello implicaría la pérdida de la independencia política de la clase obrera y su renuncia a acaudillar la movilización popular‑nacional contra el imperialismo.

El lambertismo abandonó su posición y adoptó la nuestra. De allí que las Tesis definieran nuestra táctica en los países capitalistas atrasados como de “ unidad de acción antiimperialista” limitada”, lo “ opuesto a los frentes populares y demás frentes o coaliciones de colaboración con la burguesía ”, es decir “ acuerdos temporarios con las organizaciones de masas nacionalistas burguesas ”, “ circunstanciales y limitados en el tiempo ”, “ tácticos”. En síntesis, “la gran tarea es siempre lograr la total independencia política y organizativa de la clase obrera, jamás la formación de frentes estables con la burguesía ”.

En la cuestión sindical, el lambertismo también retrocedió de su política de años que consistía en no tomar como lugar obligatorio de trabajo de los trotskistas las organizaciones sindicales de masas existentes, planteando en cambio algo así como “sindicatos rojos”. De esta forma se renunciaba a la lucha contra la burocracia por la dirección de las organizaciones de masas. El retroceso del lambertismo de esta política ultra sectaria y antitrotskista permitió que las Tesis definieran que “todo partido trotskista debe trabajar preferencialmente en las organizaciones sindicales que agrupen a la mayor parte de los trabajadores, cualesquiera sean el origen y la estructura actual de esas organizaciones... Militar en los sindicatos, cualesquiera sean su origen y características... es un principio cardinal de la política trotskista ”.

La CI(CI) comienza a desarrollarse

Los pocos meses de vida orgánica que tuvo la CI(CI) continuaron y ampliaron el ritmo de trabajo fecundo que traía desde su formación en 1979 el Comité Paritario, tanto a nivel de las distintas secciones nacionales como en los organismos de dirección. Se avanzó en las unificaciones nacionales y en la elaboración común de programas nacionales. En la reunión del Consejo General de mayo de 1981 también se realizaron, impulsados por nuestra corriente y aprobados por Lambert, importantes avances teóricos y políticos, aunque en algunos temas aparecieron diferencias y problemas.

Enumeremos brevemente algunas de las principales discusiones y resoluciones.

Centroamérica: Se precisó que el triunfo de la revolución nicaragüense contra Somoza abrió una etapa revolucionaria en toda la región, “un solo proceso objetivo y de conjunto, el de una revolución obrera, contra el imperialismo yanqui, y que tiende a la unificación en un solo estado de todo el istmo ”. Esto era así porque América Central es una “ nacionalidad atomizada y dividida en seis países ”, a diferencia del resto de América Latina, con nacionalidades más o menos bien definidas. De allí que, mientras en el resto de América Latina seguíamos levantando la consigna tradicional de Federación Socialista, para América Central levantáramos la de “ Estados Unidos Socialistas de Centroamérica ”. Además de expresar la tendencia del proceso objetivo, esta consigna central era el arma de batalla contra el imperialismo, que buscaba “ evitar que el proceso objetivo de revolución en toda la región se transforme en proceso consciente ” y “para mantener la balcanización de los estados, necesita balcanizar el mismo proceso revolucionario” , y contra el castrismo y el stalinismo, que tenían los “objetivos conscientemente contrarrevolucionarios” de “limitar primero y aplastar después a la revolución centroamericana” por la vía de “constreñir cada proceso en el marco de los estados nacionales impuestos por Norteamérica ” (Panorama Internacional, Año V, # 17).

España: La discusión en torno a la política ante el intento de golpe de Tejero permitió corregir errores de las dos organizaciones de la CI(CI) en dicho país. Básicamente, se avanzó en caracterizar el carácter del régimen postfranquista, asignando toda su importancia a la institución monárquica, el ejército y la justicia, que mantenían un elemento clave de continuidad con el franquismo, aunque con profundas reformas democrático burguesas. Ello revirtió la errada política del PST español (que provenía de la FB) que, ante el golpe, había concurrido a la manifestación en defensa del régimen existente ‑-junto a los partidos obreros y también a la derecha de Fraga Iribarne‑-, así como desviaciones ultra izquierdistas del partido lambertista (POSI), que rechazaba a las Cortes (parlamento) como un terreno de lucha electoral para el trotskismo. Se puso así con claridad en primer plano la lucha por la República y el derecho a la autodeterminación nacional de vascos y catalanes como grandes consignas democráticas contra la monarquía, vinculándolas en un programa de transición con el gobierno obrero y campesino, la revolución agraria y la Federación de Repúblicas Socialistas Ibéricas (Correspondencia Internacional, abril‑mayo de 1981).

Polonia: Se precisó que allí existía un “ poder dual... institucional y generalizado... entre el gobierno... de la burocracia y Solidaridad ” Que ese poder dual se daba no sólo por la agrupación de la totalidad del proletariado en Solidaridad , sino también por el desarrollo de Solidaridad rural. Que la lucha de clases abriría la perspectiva de extender la organización entre los soldados. Que la tarea estratégica central era consolidar el poder popular plasmado en Solidaridad, comenzar a construir los piquetes de Solidaridad como primer paso hacia las milicias y orientar a Solidaridad hacia “ liquidar al gobierno de la burocracia ” (Panorama Internacional, Año V, # 17).

A pesar de acordar en todo lo anterior, que eran cuestiones importantes, de hecho sobre Polonia aparecieron dos enfoques opuestos. El de los dirigentes de la ex‑FB, que enfatizábamos la perspectiva de la insurrección obrera contra la burocracia, apoyada en las organizaciones de poder obrero ‑-Solidaridad y embriones de soviets‑- y en la importancia de ganar a los soldados para esa perspectiva, y la de Lambert, cuya preocupación era la fundación y desarrollo en Polonia de un partido de tipo socialdemócrata.

Perú: Respecto de este país se dieron muy ricas discusiones sobre el programa y las tácticas nacionales. El POM‑R (sección peruana del lambertismo), siguiendo la política lambertista del “frente único antiimperialista ” se había incorporado al frente electoral denominado ARI (Alianza Revolucionaria de Izquierda). En la reunión del Comité Paritario de febrero de 1980, siguiendo la orientación general del proyecto de tesis, que dejaba de lado esa concepción lambertista, la dirección del POM‑R resolvió retirarse de la ARI y con el PST peruano (que provenía de la FB) “ se pusieron de acuerdo para emprender un combate común contra la ARI y su política de frente popular ” (Resolución de diciembre de 1980, Panorama Internacional, Año V, # 16) y constituyeron el “Frente Trabajadores al Poder ”, un frente trotskista y de independencia de clase, al cual se logró arrastrar a la mayoría del PRT mandelista.

En la conferencia de Fundación de diciembre de 1980 se elaboró entre las direcciones del POM‑R y el PST peruano una muy buena resolución, que sería la base de elaboración de un programa nacional común, cuyo eje era la independencia política de los trabajadores, la denuncia del proyecto de formación de Izquierda Unida como un frente de colaboración de clases y la unidad sindical en una central independiente del estado y de todos los partidos políticos. En consecuencia con los planteos de las Tesis, la nefasta política del “ frente único antiimperialista” había quedado completamente por fuera del programa y la táctica de las organizaciones peruanas, cuyas direcciones acordaron realizar un debate interno, en un boletín, sobre el frente antiimperialista y el &ente obrero, para terminar de superar las diferencias.

Sorprendentemente, en el Consejo General de mayo la cuestión del frente único antiimperialista se volvió a plantear otra vez, cuando el dirigente del ex‑CORCI Favre inició su intervención al respecto diciendo que el “eje de la lucha por el frente único en los países coloniales y semicoloniales pasa por la lucha por el frente único antiimperialista y la autoorganización de la clase obrera... podría decirse frente único antiimperialista y soviets” (Panorama Internacional, Año V, # 17). La discusión, que fue bastante dura, no pasó a mayores, aunque se abrió el debate público en toda la CI(CI). Más aún, ese mismo mes, Lambert y Moreno conjuntamente se enfrentaron al POM‑R peruano (que volvía a sostener a ultranza la política de frente único antiimperialista) con una posición principista común según lo establecido en las Tesis de la CICI).

Pero, en ultima instancia, como veremos luego, el lambertismo había firmado un programa que negaba el frente único antiimperialista, pero sin estar de acuerdo, como una simple maniobra táctica. Lo mismo puede decirse de la actuación de Lambert en Perú: como todo buen nacional trotskista, ya que el tema no afectaba directamente a la OCI francesa, no tuvo ningún inconveniente en lapidar a sus amigos peruanos y sostener una posición en la que él mismo no creía. Luego veremos cómo, tras la ruptura de la CI(CI), el lambertismo retornó sin problemas a su posición original. Lo que aquí queremos subrayar es cómo, en última instancia, la firma de un programa común no era para ellos una cuestión de principios sino una simple maniobra táctica.

El centralismo democrático

Junto con el programa, más bien como parte de él, existía un segundo punto de principios para nuestra corriente, que caracterizó toda nuestra política de lucha por la construcción de la IV Internacional: la necesidad de una Internacional centralista democrática. Sería erróneo disminuir la importancia de esta cuestión, ya que una característica central del revisionismo ha sido siempre, como ya hemos señalado, la de oponerse al verdadero centralismo democrático internacional.

Por eso nos esforzamos desde un principio para que la CI(CI) no se pareciera en nada a la federación de tendencias de Mandel, ni a la federación de secciones nacionales del SWP norteamericano, ni a los agrupamientos internacionales dominados por la sección “madre” nacional‑trotskista y sometidos a ella. Tratamos de construir una Internacional según el criterio leninista y trotskista que primó en la Internacional Comunista: centralizada, con un solo programa, con campañas internacionales comunes, con una dirección internacional distinta y superior a un cuerpo federativo de direcciones nacionales, que impulsara a nivel mundial una misma política principista.

Pero, al mismo tiempo, partimos de reconocer que no había en todo el movimiento trotskista ‑-incluyendo y empezando por nuestra propia corriente-‑ una dirección probada en la lucha revolucionaria que pudiera centralizar a la Internacional en forma cabalmente leninista. Por eso nos opusimos ‑-y nos seguimos oponiendo-‑ a que una dirección internacional expulse o suspenda secciones nacionales, lo cual sólo puede ser decidido por un congreso internacional que cumpla estrictamente todos los requisitos estatutarios. También nos oponemos a que una dirección internacional imponga la política y la táctica a las secciones nacionales, ya que ello es contrario a la metodología leninista. Pensamos, por el contrario, que la dirección internacional, al tiempo que impulsa un programa y estrategia común de lucha por la revolución y contra las direcciones traidoras, concretada en campañas internacionales, interviene en la vida de las secciones sólo a través de la discusión política y metodológica, aconsejando y ayudando pacientemente a la maduración de las direcciones nacionales. En síntesis, si bien reivindicamos como correcto y necesario el centralismo democrático que caracterizó a la Tercera Internacional de Lenin y de Trotsky, sabemos que actualmente, y seguro que por un buen período, por el proceso de crisis de dirección que vive desde hace muchos años la Cuarta Internacional, tenemos que adecuar ese régimen, acentuando al máximo el aspecto democrático y atenuando el aspecto centralista.

Pero en el proceso de formación de la CI(CI) se sumó otro elemento: la nueva organización se construía sobre la base real de una fusión de corrientes internacionales preexistentes, con sus propias tradiciones, estilos y lenguajes, que necesariamente imponían un período de transición, de trabajo común, para soldar la fusión. Esta combinación de razones nos llevó a proponer para la CI(CI) un régimen interno que, si bien tendía hacia el centralismo democrático internacional, tenía algunas cláusulas que no eran propias del centralismo democrático.

Este régimen particular, de transición, quedó plasmado tanto en sus Estatutos (Panorama Internacional, Año V, # 16) cuanto en la composición de sus organismos de dirección. Por ejemplo, para tomar una resolución de cumplimiento obligatorio para todas las secciones y militantes , el Consejo General de la CI(CI) debía aprobarla por tres cuartas partes de los votos, a diferencia del centralismo democrático leninista donde se impone la simple mayoría. En los organismos de dirección, por su parte, la Conferencia Mundial abierta que fundó la CI(CI) votó una representación paritaria de las dos corrientes fundamentales: la nuestra y la lambertista.

Este carácter transitorio hacia el centralismo democrático estaba perfectamente claro para toda la CI(CI). Cuando se convocó a la Conferencia Mundial, se insistía en él: “ El Comité Paritario no se ha considerado hasta ahora una dirección centralizada... La Cuarta Internacional (CI), si bien será un paso adelante en alcanzar esta conquista, tampoco se considerará como tal. Este deberá ser el logro de un proceso responsable, principista, que sea esencialmente el resultado de una experiencia común” (Correspondencia Internacional, octubre de 1980).

Las Tesis programáticas aprobadas en esa Conferencia señalaban que la tarea de reconstrucción o reorganización de la Cuarta Internacional no estaba concluida, y que una de las grandes tareas de la CICI) era “avanzar en el sentido de la reconstrucción de un verdadero centralismo democrático de la Cuarta Internacional, destruido después de la crisis provocada por el revisionismo pablista en 1951. El propio Estatuto, en su Preámbulo, señalaba el objetivo de “restablecer las condiciones políticas necesarias para la plena vigencia de las normas del centralismo democrático a escala internacional”.

Enfatizamos tanto este aspecto porque sería el que llevaría, pocos meses más tarde, al estallido de la CI(CI) apenas aparecieron discrepancias político‑programáticas de gran envergadura.

III.- El revisionismo programático político de Lambert

Hemos dicho que la razón de la ruptura de la CI(CI) consistió en los métodos burocráticos de Lambert para impedir la discusión sobre la política de la OCI francesa frente a Mitterrand. Pero antes de entrar en ese tema nos detendremos en el contenido de esa discusión: qué era lo que Lambert no quería que discutiera su organización francesa. No se trataba de un problema baladí. Se trataba de la capitulación de la OCI (la sección más fuerte de la CI(CI) junto al PST argentino) a un gobierno burgués imperialista de frente popular.

Esa capitulación se desarrolló fulminantemente casi desde el día siguiente del triunfo electoral de Mitterrand en mayo de 1981. Lambert, que en otras épocas había atacado violentamente a la socialdemocracia francesa, pasó a apoyarla descaradamente apenas llegó al gobierno. Ello se expresó en todo terreno, tanto en la caracterización del nuevo gobierno cuanto en las consignas políticas y la intervención de la OCI en la lucha de clases. El Proyecto de Informe preparado por la dirección de la OCI para ser presentado a su Congreso, así como su órgano de prensa semanal, Informations Ouvriéres (LO.), de esa época, fueron el escaparate de esa capitulación.

El Proyecto de Informe (Correspondencia Internacional, noviembre de 1981) definía al gobierno de Mitterrand como “ burgués de colaboración de clases, de tipo frentepopulista ”, se aclaraba que no era “ un gobierno obrero y campesino” y se afirmaba “ éste no es nuestro gobierno ”.

Caracterizaciones opuestas

Pero a continuación se le asignaban a Mitterrand una serie de cualidades verdaderamente notables:

Existe una contradicción (antagonismo) insuperable entre el gobierno burgués de Mitterrand y la burguesía”. “El gobierno de Mitterrand entra forzosamente a cada paso en conflicto con el aparato de estado burgués, con la burguesía ..” (Proyecto de Informe). “ La mera existencia de la elección de Francois Mitterrand a la presidencia de la República y de una mayoría PS‑PC [en la Asamblea Nacional] es incompatible con las instituciones antidemocráticas y reaccionarias de la Quinta República”. (Informations Ouvriéres, # 1019).

De este análisis se deducía que Francia estaba dividida en dos campos: el del movimiento obrero y el gobierno de Mitterrand por un lado, el de la burguesía por el otro. Una división tan aguda que llevaba “ el germen de una guerra civil, y la burguesía no puede más que prepararla” Mejor dicho, ya había comenzado a hacerlo: “ el gran capital [está preparando] ataques de guerra civil” , y “ Mitterrand quiere oponerse ” a esos ataques (Proyecto de Informe) [9] .

Frente a esta caracterización sobre la “incompatibilidad” de Mitterrand con la Quinta República y la evolución, en consecuencia, de la situación francesa hacia una situación revolucionaria, de guerra civil de la gran burguesía contra Mitterrand, nuestra corriente opuso análisis completamente distintos:

El contenido de colaboración de clases del gobierno de Mitterrand se expresa, ante todo, en su voluntad de preservar lo esencial de [las] instituciones de la Quinta República” (Correspondencia Internacional, octubre de 1981). En consecuencia, a menos que se produjera una oleada revolucionaria poderosísima ‑‑cosa que no ocurría ni ocurrió-‑, la subida de Mitterrand al gobierno reforzaría a la deteriorada Quinta República, creando un juego bipartidista, “ defendiendo la Quinta República en crisis y aceptando sus reglas juego, respetando la alternancia electoral, como en Inglaterra”. E insistíamos: “ Es categórico que sin “primera oleada”, grande y duradera, que desate el inicio de la revolución francesa... sobrevivirá, entonces, la Quinta República. Seguramente caerá el actual gobierno con participación stalinista y surgirán otras combinaciones frentepopulistas, presididas por Mitterrand... Lo inevitable será una crisis política que arrojará al PC del gobierno, pasando, posiblemente, a colaborar desde afuera con el gobierno burgués de turno”.

El ascenso revolucionario no se produjo y los hechos confirmaron notablemente nuestra hipótesis para tal situación, opuesta totalmente al pronóstico lambertista de que había una guerra civil en ciernes entre Mitterrand y la burguesía francesa.

La teoría de los “campos”

La falsa caracterización sobre el gobierno de Mitterrand y sus relaciones con la burguesía francesa le sirvió a Lambert para hacer una igualmente falsa analogía con algunas situaciones “clásicas” de guerra civil o nacional y tratar de trasladarlas a Francia. Así, la OCI comparaba la situación francesa con la rusa cuando la sublevación de Kornilov contra Kerensky, la española durante la guerra civil y la china bajo la invasión japonesa. Luego aclaraba que la política trotskista consistió en estar “ en la primera fila del “campo» de Kerensky ” y “ en el “campo ” del “ gobierno frentepopulista español “contra Franco»” (Proyecto de Informe). El objetivo de esta analogía era el de señalar que el peligro mayor para la clase obrera era la gran burguesía y su guerra civil en ciernes contra Mitterrand y no, por supuesto, el gobierno de Mitterrand.

Se trataba así de usar como modelo una correcta política trotskista de ubicarse en el campo militar de la nación oprimida en lucha contra el imperialismo o de la república democrática frente al fascismo, para explicar el apoyo a Mitterrand. Una analogía completamente falsa, por una doble razón: en primer lugar, porque no había guerra civil en Francia; en segundo término, porque definirse Por un campo militar no implica apoyar políticamente a la dirección política burguesa o frentepopulista de ese campo militar. Para tornar uno solo de esos ejemplos, Lenin y Trotsky jamás se definieron en el “campo” de Kerensky hasta que no estalló la rebelión de carne y hueso de Kornilov; antes y después de ella, se ubicaron en el “campo” de la clase obrera contra el gobierno de Kerensky. Y, cuando durante la rebelión, estuvieron en el campo militar de Kerensky, jamás lo apoyaron políticamente, sino que lo atacaron y denunciaron con más fuerza que nunca por ser incapaz de luchar hasta el fin contra el golpe y por haberlo hecho posible con su política. Lo mismo podría decirse de Trotsky en relación al Kuomintang y a Chiang Kai‑shek y a la República Española bajo los gobiernos de Azaña, Largo Caballero y Negrín.

El método de los “campos” de Lambert era igual, corno una gota de agua a otra, al que utilizó Pablo en su momento ‑-y que Lambert combatió‑‑, de vaticinar la tercera guerra mundial entre el imperialismo y la burocracia como inevitable y, en consecuencia, optar por el “campo» de la burocracia, capitulando políticamente a ella. Treinta años después, en la Francia de Mitterrand, Lambert se plegó al método de Pablo, lo que provocó una notable coincidencia en los pronósticos y en la política de la OCI y del pequeño grupo de los seguidores actuales de Pablo en Francia.

Pronósticos opuestos, políticas opuestas

Tanto la OCI francesa como los seguidores de Pablo vaticinaron que Mitterrand tomaría medidas muy favorables a los trabajadores. Ambos sostuvieron que sería objeto, por esas medidas, de un ataque despiadado de la gran burguesía. Y ambos propusieron defender al gobierno y a sus medidas “positivas” de dichos ataques.

El Proyecto de Informe lambertista decía: “La OCI apoyará todo paso que el gobierno de Mitterrand pueda dar” en cuanto a quebrar el aparato de estado de la Quinta República, a nacionalizar empresas, a separar a la Iglesia de la enseñanza, a los problemas del empleo, del aumento de los precios, de la formación profesional, etcétera. En consecuencia, como afirmaba Stéphane Just en un documento aprobado por el Buró Político de la OCI: “Estamos dispuestos a apoyar toda resistencia del gobierno a la presión y sabotaje de los capitalistas”.

Exactamente lo mismo decía el grupito de Pablo: “Apoyaremos todas las medidas sociales y políticas que tome [Mitterrand] que satisfagan las reivindicaciones de los trabajadores”. “Nosotros defenderemos incondicionalmente [al gobierno de Mitterrand] contra los ataques de la derecha ” (Por llautogestion, # l).

Esta política compartida por Lambert y Pablo los llevaba a ambos a sostener que los trotskistas debíamos hacer una especie de “frente único” con el gobierno burgués imperialista del frente popular. Pablo defendía la “unidad de acción” con Mitterrand (Sous le drapeau du socialisme, 10/5/81). Lambert disfrazaba una línea similar bajo la fórmula de “frente único” con los partidos obreros traidores que integraban el gobierno. Así, por ejemplo, en I.O. # 1007, se llamaba a “organizar el frente único de las organizaciones obreras... contra el aumento de precios [y] el derrumbe de los salarios organizados deliberadamente por los patronos ”. En lugar de denunciar que la miseria obrera era fruto de la política del gobierno frentepopulista y de las “organizaciones obreras” que lo integraban, Lambert llamaba a la unidad con estas últimas y denunciaba sólo a “los patronos”.

Nuestra corriente hacía un pronóstico opuesto. Sosteníamos que el gobierno tendería a “imponer los duros planes de hambre y desocupación de la burguesía, continuando la orientación de Giscard-Barre. Datará de convencer a los trabajadores de que lo acepten y, si no lo logra, apelará a todos los medios” (Correspondencia Internacional, octubre de 1981).

Nuestra política también era opuesta a la de Lambert‑Pablo. La OCI jamás denunciaba a Mitterrand como el principal enemigo del movimiento obrero y sostenía que el enemigo principal era la burguesía francesa que estaba fuera del gobierno. Nosotros sosteníamos que, desde el mismo día en que el frente popular asumía el gobierno, se transformaba en un gobierno de la burguesía. En consecuencia, el combate político contra la burguesía pasaba por combatir su gobierno de turno, el de Mitterrand. Sólo una real guerra civil o la preparación seria de un golpe podría llevarnos a definir, circunstancialmente, que el peor peligro para la clase obrera era la contrarrevolución fascista y no Mitterrand y, si Mitterrand la enfrentaba, combatirla desde el mismo campo militar.

El gobierno burgués de frente popular podía tener o no tener roces con la burguesía. Lambert opinaba que los tendría hasta el punto de la guerra civil, y deducía que había que defender o apoyar los pasos “positivos” de Mitterrand frente a la reacción burguesa. Nosotros sosteníamos que no iba a haber tales roces mayúsculos ni tal guerra civil. Pero lo importante era que, aunque Lambert tuviera razón en su pronóstico, igual estaba equivocado en su política. Con roces o sin roces, con guerra civil o sin ella, jamás los verdaderos trotskistas apoyan ninguna medida de un gobierno burgués, sea o no de frente popular.

En esto nos inspirábamos en Trotsky, que rechazaba que los revolucionarios pudieran apoyar medidas frentepopulistas, ni siquiera en medio de una guerra civil. Así lo señaló en muchas oportunidades, por ejemplo, cuando polemizó con Shachtman, sosteniendo que no se debía votar a favor del presupuesto de guerra del gobierno republicano español. Con tanta más razón no se podían apoyar medidas de Mitterrand en Francia donde ni había ni se iba hacia una guerra civil entre Mitterrand y la burguesía.

La otra cara de su apoyo a las supuestas medidas positivas de Mitterrand fue la negativa de Lambert a levantar exigencias al gobierno y a los partidos obreros que lo integraban para desenmascarar a ambos ante la clase obrera. Lambert jamás levantó la consigna trotskista tradicional frente a los gobiernos frentepopulistas: ¡Fuera los ministros burgueses! En realidad, no levantó ni esa ni ninguna otra consigna de poder opuesta al frentepopulismo. Jamás levantó ni agitó ante las masas un programa de transición para desarrollar su movilización que las enfrentaría al gobierno de frente popular. Al no levantar esas consignas ni formular esas exigencias, se negaba a desenmascarar al gobierno, al PS y al PC por no cumplirlas.

Como resultado inevitable, Lambert nunca se delimitó ni denunció a los partidos obreros en el gobierno por no romper con la burguesía para convertirse en un verdadero gobierno obrero y campesino que aplicara esas medidas transicionales.

La política sindical de Lambert

Todo esto tuvo expresiones políticas y sindicales realmente nauseabundas. En el terreno sindical, no hubo solidaridad de clase con las luchas y huelgas obreras que tuvieron un pico de ascenso desde fines de agosto de 1981 y frente a las cuales la OCI no tomó posición ni llamó a apoyarlas. No hizo centro de su política en la denuncia a las direcciones traidoras del movimiento obrero francés, una obligación permanente que se multiplica por mil cuando ellas hacen parte, directamente o a través de los partidos a los cuales responden, de un gobierno burgués. Si bien la OCI efectuó algunas denuncias, muy espaciadas, a la CGT y a la CFDT, jamás realizaron la menor denuncia de la CGT‑Force Ouvriere (CGT‑FO), cuyo máximo dirigente, Bergeron, es un perfecto traidor socialpatriota y en cuya dirección Lambert ocupa un alto puesto dirigente.

Más aún, Jean Cristophe Cambadelis, presidente del sindicato estudiantil (UNEF) y por ese entonces miembro del CC de la OCI, y toda la dirección lambertista sostenían que, a partir de la asunción de Mitterrand, había “ llegado el momento del sindicalismo... de concertación”. En consecuencia, “ el papel de la UNEF consiste en informar a las autoridades de todas las reivindicaciones y aspiraciones de los estudiantes” (I.O., # 1000). Es decir que, ante el gobierno frentepopulista, el papel del sindicato dejaba de ser el de movilizar a los estudiantes y pasaba a ser el de informante del gobierno burgués para concertar con él.

Junto con esto, el lambertismo mantenía su tradicional posición de que los, sindicatos no deben hacer política. I:O: # 1002 informaba satisfecho que el congreso de la UNEF había rechazado una propuesta de la Liga Comunista Revolucionaria francesa (mandelista) de pronunciarse a favor del voto por una mayoría PS‑PC en las elecciones legislativas que sucedieron a las presidenciales que ungieron a Mitterrand. El argumento era que un sindicato no debía “aprobar la posición de una organización política” porque eso “lo aislaría ”. El lambertismo defendía así la misma posición del sindicalismo amarillo, de excluir la política de las organizaciones de masas, o sea separar a las masas de la política. Una precisa maniobra preventiva para que el sindicato estudiantil no cuestionara la política del flamante presidente Mitterrand.

Para terminar de bloquear toda posibilidad de movilización unida de las masas contra el gobierno frentepopulista imperialista de Mitterrand, la OCI jamás levantó la consigna de unidad, en una sola central o confederación, de las tres centrales en que se encuentra dividido el proletariado francés (CGT, CFDT y CGT‑FO) y de los sindicatos independientes. Una omisión traidora, ya que esa división es una de las razones fundamentales que permiten la supervivencia del régimen podrido de la Quinta República.

Si bien el apoliticismo sindical y la no exigencia de unidad sindical por parte de la OCI venían de lejos, las subrayamos porque, a partir de Mitterrand, las direcciones sindicales entraban a participar directa o indirectamente del gobierno burgués. Bajo ese tipo de gobiernos frentepopulistas, la necesidad de que las organizaciones sindicales se unifiquen e intervengan en política se hace más imperiosa que nunca. Es el terreno donde el trotskismo puede luchar más contundentemente por la independencia de la clase obrera frente al aparato del estado burgués y su gobierno de frente popular.

Capitulación al imperialismo

La OCI no denunció al imperialismo francés ni a su expresión gubernamental, Mitterrand. No hizo campaña por la independencia de las colonias que aún tiene, como Guadalupe, Martinica y Guyana. Por el contrario, calificó los triunfos electorales de la socialdemocracia en esas colonias como “una feliz marejada política” (I.O.). Tampoco dijo una sola palabra contra la represión a los luchadores anticolonialistas de Guadalupe.

La OCI no llamó a liquidar los pactos semicoloniales del imperialismo francés con varios países africanos, ni condenó la política de Mitterrand de mantenerlos, incluso por las armas. Ni luchó contra Mitterrand por la libertad de los nacionalistas bretones, corsos y vascos franceses prisioneros.

La OCI no denunció que Mitterrand era ‑-y es-‑ el gobierno más servil a Reagan y a sus planes de contrarrevolución mundial que haya habido en Francia por mucho tiempo. No denunció su política armamentista ni, específicamente, la de seguir desarrollando una “fuerza de disuasión nuclear propia” dirigida contra la Unión Soviética. No llamó a la clase obrera a movilizarse por la ruptura del Pacto Atlántico, de la OTAN y contra la instalación de los mísiles yanquis en cinco países europeos.

Capitulación en todo terreno

Para no ampliar hasta el cansancio esta lista de capitulaciones al frentepopulismo, finalizaremos señalando que el lambertismo cedió a Mitterrand en el terreno político, desde lo que tiene que ver con la democracia burguesa más elemental hasta lo referente al carácter del estado.

La OCI no luchó por la destrucción del estado burgués, al no exigir que los funcionarios gubernamentales fueran designados por el movimiento obrero, fueran revocables por éste y tuvieran un sueldo equivalente al de un obrero medio. Apoyó así de hecho la política de Mitterrand de dejar intacto el aparato de estado y limitarse a sustituir algunos de sus funcionarios por elementos del PS.

La OCI no exigió la libertad de los presos de la ETA vasca y del IRA irlandés que estaban en las cárceles de Mitterrand.

La OCI no combatió la política de Mitterrand de permitir que subsistiera la educación privada, en particular la religiosa. En lugar de exigir el monopolio estatal de la enseñanza y su carácter laico, levantó la misma consigna que el PS y la masonería: “Fondos públicos a la escuela pública, fondos privados a la escuela privada”.

Fue esta capitulación total del lambertismo, en el terreno programático y de las consignas, político, económico y sindical, nacional e internacional, frente al gobierno burgués de frente popular encabezado por Mitterrand, lo que desató la crisis y la posterior ruptura de la CI(CI). Se trataba del revisionismo más desaforado, de una capitulación a la dirección política frentepopulista de la clase obrera francesa peor aún que las de Pablo y Mandel. Ellos, al menos, capitularon frente a direcciones traidoras de movimientos revolucionarios de masas. Lambert capituló al miserable éxito electoral de Mitterrand, sin nada de lucha revolucionaria de la clase obrera.

El revisionismo total: capitulación al sandinismo

Las la ruptura de la CI(CI), el giro lambertista hacia el revisionismo se completó con la capitulación al gobierno sandinista de Nicaragua. El contrapeso que había significado nuestra corriente combatiendo, dentro de la CI(CI), la concepción oportunista del “frente antiimperialista”, había desaparecido. Los resultados fueron rápidos y calamitosos.

La organización lambertista mexicana (Liga Obrera Marxista) dio el primer paso, firmando la resolución final del Foro de Solidaridad Internacional con El Salvador, que se realizó en México en abril de 1982. El contenido de esa reunión consistió, según la declaración del secretario del Buró Político del Foro, Bill Zimmerman, en el “ apoyo al gobierno mexicano en la búsqueda de una solución política negociada al conflicto ”. Un verdadero cheque en blanco al gobierno burgués reaccionario de López Portillo para que aplicara su política desmovilizadora de la revolución en El Salvador y toda Centroamérica.

En julio de 1982, la organización internacional lambertista, que había adoptado la sigla CI(CIR), en su Resolución sobre América Central definía al gobierno del FSLN como “ obrero y campesino ”. Esto era absolutamente falso. El sandinismo no había roto políticamente con la burguesía. Ciertamente, Violeta Chamorro y Robelo se habían ido ‑-por su propia voluntad, no porque los sandinistas los echaran‑- de la Junta de Gobierno. Pero su lugar había sido ocupado por Córdoba Rivas ‑-dirigente conservador y miembro de la Suprema Corte de Justicia‑- y Arturo Cruz ‑-un antiguo funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo, que luego pasó a desempeñarse como embajador en Estados Unidos-‑. Este último se convertiría más adelante en la gran figura política de la oposición burguesa amiga de la “contra”.

Pese a todo esto, el lambertismo, además de definir a ese gobierno burgués como “obrero y campesino ”, sostenía que se “ profundizaba la brecha... entre el pueblo de Nicaragua y el FSLN, de un lado, y la burguesía y el imperialismo, del otro ” (Tribuna Internacional, mayo de 1982). Aunque todos los datos de la realidad indicaban lo contrario, el análisis lambertista introducía en Nicaragua sus célebres “campos”. Ahora el gobierno del FSLN aparecía, en una sólida unidad con el pueblo nicaragüense, constituyendo el “frente” o “campo” antiimperialista, el cual enfrentaba al “campo” del imperialismo y la burguesía.

Todo lo anterior era, sin embargo, un problema de caracterización o de teoría. Lo realmente grave es que, por esa caracterización o teoría, el lambertismo dejó de hacer la menor crítica al sandinismo. Hoy, por ejemplo, los trabajadores nicaragüenses exigen a gritos el control obrero, para parar el sabotaje económico, el mercado negro, la fuga de capitales y el cierre de empresas que está haciendo la burguesía. El sandinismo se opone con todas sus fuerzas al control obrero. El lambertismo, con tal de no hacerle la menor crítica, calla. Menos aún plantea que, aunque se tratara de un gobierno obrero y campesino, los trotskistas estamos por otro tipo de gobierno: el de la clase obrera, con sus propias organizaciones democráticamente construidas y dirigidas, y con un partido bolchevique a su frente.

El apoyo lambertista al sandinismo es incondicional, sin ninguna crítica. En I.O. # 1240 (12/12/85), Favre se pronunció por la “defensa... del gobierno y de la revolución nicaragüense» I..O. # 1266 (12/6/86) anuncia la asistencia de la OCI a una reunión con el vicepresidente nicaragüense, Sergio Ramírez, de las “ organizaciones que apoyan el combate del pueblo de Nicaragua y de su gobierno contra el imperialismo”. En ninguna parte aparece una sola diferencia con Sergio Ramírez. En I.O. # 1270 (10/7/86) se reproduce una entrevista realizada por Francois Forgue, uno de los máximos dirigentes lambertistas, al presidente de la Corte Suprema nicaragüense. Nuevamente, ni una sola crítica o diferencia con el entrevistado.

Nada hay que criticar en que la OCI asista a reuniones cuya finalidad sea defender a Nicaragua de la agresión imperialista. Nuestra corriente ha asistido a múltiples reuniones de ese tipo y firmado centenares de declaraciones de defensa de Nicaragua. Más aún, siempre insistimos en la necesidad de hacer un gran movimiento de masas con ese objetivo, donde participe cualquier fuerza política y sindical que lo comparta. Así como hicimos la Brigada Simón Bolívar, estamos dispuestos a constituir otra brigada, si el sandinismo nos lo permitiera, para ir a luchar a Nicaragua contra la agresión yanqui, bajo la dirección militar sandinista. Tal es la política de nuestra corriente, la misma que desarrolla nuestro partido nicaragüense, el Partido Revolucionario de los Trabajadores .

Pero lo que no hacemos, lo que no puede hacer ningún trotskista auténtico, es dejar de criticar al sandinismo, ni reconocerlo como la mejor dirección posible para la revolución y la lucha antiimperialista. Seguimos exigiendo al sandinismo que adopte medidas socialistas que terminen con el poder económico y político de la burguesía, el imperialismo y la iglesia dentro de Nicaragua. Decimos que, si no se toman esas medidas, se está permitiendo a la contrarrevolución que se fortalezca y ataque a Nicaragua por el frente interno, mientras los “contras” mercenarios de los yanquis la atacan desde afuera. Denunciamos que el sandinismo, al no aplicar estas medidas, es una mala, pésima dirección de la guerra en curso contra el imperialismo.

Esto último es lo que no hace el lambertismo, que ha pasado a un apoyo incondicional, sin ninguna crítica, capitulador al sandinismo. Con esa política no sólo no se lucha por el triunfo de Nicaragua frente al imperialismo; se hace, además, absolutamente imposible construir un partido trotskista en Nicaragua. ¿Para qué se lo va a construir si no hay diferencias con el sandinismo? Tal es la conclusión de hecho de la capitulación lambertista: en Nicaragua no es necesario construir la sección de la Cuarta Internacional, en lucha contra el sandinismo por la dirección de la clase obrera y el movimiento de masas nicaragüenses. Con la política lambertista, lo máximo que se puede construir es un grupo de apoyo ‑-incondicional, ni siquiera crítico‑- al sandinismo.

Una concepción revisionista acabada

Para explicar toda esta capitulación, el lambertismo recurrió al razonamiento clásico de todos los revisionistas: “ Es la acción de masas la que, poco a poco, va a ir llevando a los dirigentes a profundizar el proceso revolucionario ” (Tribuna Internacional, mayo de 1982). Nadie puede descartar, por supuesto, que el ascenso revolucionario de masas y la agresión imperialista obliguen a un ala del sandinismo a ir más lejos de lo que quiere e instaurar un gobierno obrero y campesino. Pero no es eso lo que dice el lambertismo, sino que “los dirigentes” van a “profundizar el proceso revolucionario”.

Eso es exactamente lo mismo que empezó diciendo Pablo sobre la burocracia stalinista que, obligada por la guerra imperialista, iba a impulsar revoluciones en todo el mundo. Allí aparecerían sus célebres alas centristas de izquierda en los partidos comunistas, cuya supuesta existencia fundamentaría el entrismo al stalinismo por toda una etapa histórica. Más adelante, Pablo extendió esta concepción a todo el planeta, concretamente a todas las direcciones traidoras del movimiento de masas. Sus “alas izquierda” dejaban de ser contrarrevolucionarias para pasar a ser centristas progresivas. Y ello valía para la “izquierda” guevarista del laborismo británico, para Mao y Tito, para todo el MNR boliviano primero y luego para Lechín, y un largo etcétera.

Arrancando de la hipótesis de Trotsky, confirmada por la realidad en la postguerra, de que direcciones traidoras podían ir más lejos de lo que querían obligadas por una crisis sin salida y por el ascenso revolucionario de las masas, Pablo terminó diciendo que esas direcciones, o sectores de ellas, presionadas por el movimiento de masas dejarían de ser contrarrevolucionarias. Pablo ignoraba así el rol de las direcciones contrarrevolucionarias que, por razones de clase, nunca dejan de serlo, ni siquiera cuando, forzadas por las circunstancias, quedan a la cabeza de un proceso revolucionario triunfante. En tal caso, al día siguiente utilizan el poder, conquistado gracias a las masas, para traicionar con más fuerza que nunca el curso permanente de la revolución.

En ese punto radica precisamente la diferencia entre trotskismo ortodoxo y revisionismo pablista. El primero defiende y apoya con todas sus fuerzas los procesos revolucionarios de las masas y sus conquistas. Por eso defendemos incondicionalmente un estado obrero burocrático o una nación oprimida si son agredidas por el imperialismo o a un sindicato burocrático si es atacado por la patronal o la policía. Pero nunca apoyarnos políticamente a la dirección traidora burocrática o nacionalista burguesa de ese proceso revolucionario, de ese estado obrero, de esa nación oprimida o de ese sindicato. La seguimos denunciando ante las masas como enemiga de la revolución. El pablismo, en cambio, apoya políticamente a esas direcciones traidoras, a las que caracteriza como dejando de ser contrarrevolucionarias para convertirse en centristas progresivas.

Cuando el lambertismo comenzó a afirmar que los dirigentes sandinistas iban a ser “llevados”. “por la acción de las masas” a “profundizar el proceso revolucionario”, estaban repitiendo, casi textualmente, la concepción de Pablo. Entraron así a la definición del revisionismo que ellos mismos habían votado en las Tesis de la CI(CI), que caracterizaban al revisionismo como el que “afirma que las direcciones del movimiento de masas -‑burocráticas, stalinistas o pequeño burguesas‑- pueden adoptar un curso centrista que las conduzca a posiciones objetivamente revolucionarias” .

La prueba final de que se trata de una concepción revisionista completa y acabada reside en que el lambertismo la generaliza a todo el mundo. En la Argentina, los lambertistas terminaron ingresando a los restos de la Juventud Peronista que otrora había integrado los Montoneros, y que siempre fueron y siguen siendo los agentes políticos “de izquierda” de la dirección burguesa del peronismo. En Brasil, los lambertistas son parte del ala del Partido de los Trabajadores dirigida por Lula, el burócrata “de izquierda” formado por el Vaticano para impedir que la joven, inexperta y enormemente combativa clase obrera brasileña promueva una dirección revolucionaria.

Pero quizás es en Francia donde una vez más se presente con mayor agudeza el revisionismo lambertista, a partir del proyecto de partido que han lanzado a fines de 1985, el “MPPT”. Entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre del año pasado se celebró en París el Congreso Constitutivo del MPPT (Mouvement por un Parti des Travaillerus ‑ Movimiento por un Partido de los Trabajadores). Según Informations Ouvriéres que dejó de ser la publicación del PCI para transformarse en la #tribuna libre” del MPPT), el MPPT “reúne obreros y militantes de orígenes diversos (militantes o exmilitantes del PS y del PC, militantes del PCI, sindicalistas ) ante el hecho de que “ los dirigentes del PS y del PCF han violado el mandato que el pueblo les confió en 1981, al negarse a votar las leyes favorables a los trabajadores, lo que ha dejado a la clase obrera y las capas populares afines sin una auténtica representación política ”. Por eso se propone “ la reconstrucción de un partido obrero auténtico, independiente, fiel a las opiniones de los trabajadores ”.

Esto podría ser un paso táctico hacia adelante. Quizá Lambert se decidió por fin a atacar duro al imperialismo francés y su gobierno socialista, a sus sostenedores del PS y del PC, y a tratar de agrupar a los obreros que van rompiendo con sus ilusiones en los grandes partidos traidores en una perspectiva revolucionaria. Entonces, el proyecto del MPPT podría ser una táctica errada o acertada pero respetable, porque estaría al servicio de la revolución socialista en Francia. Pero no es para nada así.

Veamos cuál es el programa de este nuevo partido. Para pertenecer al MPPT no hay “más condiciones que el acuerdo sobre los cuatro puntos siguientes” (I.O. del 5/12/85):

“1. Reconocimiento de 1a lucha de clases: la lucha de clases y el combate político sobre el terreno de clase constituye la línea de acción permanente así como el eje central que debe favorecer la reconstrucción de una unidad obrera, que se base sobre la más amplia democracia.

2. Estado y escuela laicos.

3. Liquidación de las instituciones antidemocráticas de la Quinta República y establecimiento de una verdadera democracia en la cual el pueblo definirá él mismo su forma y contenido.

4. Independencia recíproca entre los partidos políticos y las organizaciones sindicales.”

Como vemos, no hay en el programa ni un solo punto en favor de la revolución obrera y el socialismo, ni tampoco ningún punto contra el imperialismo francés y de defensa del derecho a la autodeterminación de sus colonias y semicolonias, punto programático fundamental, según la Tercera Internacional, para saber si un partido obrero de un país imperialista es o no revolucionario. Esta traición, que en el programa es implícita, por omisión, por no mencionar el combate al imperialismo francés como un punto fundamental del programa revolucionario para Francia, se transforma en explícita, colocando abiertamente y desde su fundación al MPPT en un papel de sostenedor de la Francia imperialista en el “Informe político para el Congreso Constitutivo del MMPT” adoptado en septiembre de 1985 y publicado en Informations Ouvriéres # 1228 (19/9/85). Allí dice:

“¿Qué necesitan los trabajadores...

Democracia, es decir, el respeto de los principios republicanos de la soberanía de la representación nacional, ... de unidad de la República ...”

El lambertismo levanta la “unidad” del imperialismo francés y sus colonias, los “Departamentos de ultramar”. “Unidad de la República” en Francia significa la dominación por parte del imperialismo francés de Guadalupe, Martinica, la Guyana Francesa, Nueva Caledonia y otros pueblos. En vez de llamar a los trabajadores franceses a combatir a su propio imperialismo y a aliarse a los pueblos sojuzgados por éste para que se liberen, Lambert los llama a cerrar filas en defensa de la “unidad” y “democracia” de la República imperialista.

En conclusión, desde el punto de vista programático‑político, el lambertismo ya nada tiene que ver con la construcción de la Cuarta Internacional, ya que ha fundado un nuevo partido reformista‑liberal‑imperialista, que ni siquiera reivindica el socialismo y la autodeterminación de las colonias de “su” imperialismo.

IV.- La ruptura de la CI(CI): Métodos burocráticos y ataques morales

Las diferencias entre nuestra corriente y el lambertismo en torno a la política en Francia no eran, corno hemos visto, de menor cuantía. Hacían a una cuestión programática: la estrategia trotskista ante los gobiernos de frente popular. No era algo nuevo para nuestro movimiento. Por el contrario, esa estrategia había quedado perfectamente establecida desde que nuestro programa fundacional, el Programa de Transición, señaló a los frentes populares como el principal enemigo de la clase obrera y la revolución socialista.

Sin embargo, incluso esa diferencia abismal no tenía por qué conducir obligatoriamente a una lucha fraccional enconada que culminara con la ruptura. Una profunda ‑-y seguramente dura‑- discusión sobre el tema, llevada hasta el fin con plena democracia a todas las secciones y militantes de la CI(CI) podría haber servido para rectificar la orientación lambertista, o para convencernos de que nuestras críticas eran exageradas. También podía ocurrir que, agotada esa discusión, llegáramos a la conclusión de que teníamos programas divergentes que no podían coexistir en el marco de una organización común y que lo mejor era separamos en términos fraternales y dejar a la lucha de clases y a la aplicación en ella de nuestros respectivos programas la palabra definitiva y la posibilidad de una nueva convergencia.

Desgraciadamente, como ha ocurrido siempre en nuestro movimiento internacional desde el pablismo, esa discusión no se hizo. No se pudo hacer porque el lambertismo recurrió, corregidos y aumentados, a los métodos burocráticos del pablismo para impedirla. Comenzó tratando de impedir la discusión; siguió expulsando a los disidentes en la OCI francesa y en otras secciones que dirigía; culminó con un canallesco ataque moral a uno de los máximos diligentes de la Cl(CI) y fundador del CORCI, Ricardo Napurí. Estos métodos no obreros y no revolucionarios, propios de todos los revisionismos, fueron llevados al extremo por sus vertientes nacional-trotskistas. Los métodos de Lambert fueron absolutamente idénticos a los de Healy.

La razón profunda de la ruptura de la CI(CI) fueron esos métodos, que impidieron la discusión democrática de las diferencias existentes. La historia de la ruptura de la CICI) es, pues, la historia de cuatro meses de lucha de nuestra corriente para que esa discusión se hiciera; y la historia de las maniobras sin principios metodológicos ni morales de Lambert para impedirlo.

Maniobras para impedir la discusión

A medida que se fueron conociendo las posiciones de la OCI francesa frente a Mitterrand, se fueron produciendo reacciones en diferentes secciones de la CI(CI). En el mes de agosto, el debate ya estaba abierto. El tema fue discutido en el congreso de la LSR italiana y en las direcciones de varios partidos latinoamericanos, entre ellos el PST argentino y el colombiano, ambos provenientes de la ex‑FB. En todos los casos estuvieron presentes representantes del lambertismo, que pudieron informar y contrainformar sin ninguna limitación.

Pero el debate comenzó a ser bloqueado desde su inicio en algunas secciones con direcciones lambertistas, mientras era absolutamente silenciado en la OCI francesa. Para no dar más que un ejemplo, el Comité Central del POSI español resolvió, a iniciativa del dirigente de la OCI francesa Stéphane Just, “no tomar en consideración” una carta que había enviado Moreno -‑invitado a esa reunión e incapacitado de asistir‑‑. El solo hecho de haber enviado la carta fue calificado de “violatorio del centralismo democrático”. Sin entrar acá en el tipo peculiar de centralismo democrático que transicionalmente tenía la CI(CI), destaquemos que para Lambert un dirigente no puede enviar una carta polémica a un CC al cual fue invitado a asistir para discutir y no pudo viajar.

Más grave aún era el intento del lambertismo de impedir que la base de la OCI francesa discutiera el problema, estando citado el congreso de la OCI para diciembre de ese año. Lambert queda que ese congreso ratificara, sin oposición y sin discusión seria, su política de apoyo a Mitterrand. Menos todavía aceptaba, pese a su declarado acuerdo en que la discusión se hiciera pública, que esa discusión pública llegara a Francia. Así lo demostró cuando demoró con diferentes excusas la edición del # 13 de Correspondencia Internacional, el órgano oficial público de la CI(CI), que incluía un artículo de Moreno -‑escrito a pedido de Lambert‑- con sus críticas a la orientación de la OCI francesa. Finalmente, cuando la revista estuvo impresa, la OCI tomó una resolución insólita: prohibir la venta pública, fuera de los marcos de la OCI, del órgano oficial público de la Internacional.

También se pusieron todo tipo de trabas a la discusión internacional. Violando groseramente el artículo nueve del Estatuto de la CI(CI), que establecía que el Comité Ejecutivo era el encargado de garantizar “ el impulso de la discusión política internacional y toma toda medida necesaria a este fin ”, el lambertismo se negó sistemáticamente a que el Comité Ejecutivo cumpliera esa función. Con el objetivo de dilatar la discusión lo más posible, insistió en que sólo el Consejo General podía instrumentar la discusión internacional y retrasó hasta el cansancio la fecha de su convocatoria.

A todas estas maniobras, nuestra corriente respondió con un serio y constante esfuerzo para que toda la CI(CI) pudiera discutir democráticamente el problema. En diferentes reuniones del Comité Ejecutivo presentamos propuestas cuya línea general era la siguiente:

·         Que el Comité Ejecutivo abriera inmediatamente la discusión internacional pública y convocara al Consejo General para fijar fecha de una Conferencia Mundial, con seis o siete meses de discusión previa.

·         Que esa discusión fuera obligatoria en todas las secciones, las cuales deberían realizar congresos extraordinarios o conferencias durante el último mes previo a la Conferencia Mundial. Se aconsejaba a la OCI francesa que la votación resolutiva sobre el tema en debate la realizara en un congreso o conferencia del mismo tipo, es decir que hiciera lo mismo que las demás secciones.

·         Que la defensa de las posiciones se hiciera de viva voz por delegaciones de las dos’posiciones en pugna, en todos los organismos ‑-de dirección y de base-‑ de todas las secciones, durante los seis o siete meses de discusión pre‑Conferencia Mundial.

·         Que, dado el clima fraccional existente, se designara por acuerdo una comisión moral y de control y organización del debate y la Conferencia Mundial, aceptada y reconocida por todos.

·         Que durante el período de discusión no se aplicaran sanciones disciplinarias a ningún militante que expresara diferencias ideológicas, políticas o metodológicas con su dirección. (Luego, cuando comenzaron las expulsiones por parte del lambertismo, se incluyó la exigencia de reincorporar a los sancionados.)

De todos estos puntos, el lambertismo sólo aceptó la discusión pública y citar la Conferencia Mundial. A todos los demás puntos opuso un categórico ¡No! Esta negativa a instrumentar una discusión democrática en toda la CI(CI) y particularmente en la OCI francesa fue la que condujo a la ruptura.

La excusa que utilizó Lambert para formalizar la división fue una nota del PST argentino que informaba que había resuelto abrir una oficina en Francia y pedía 1.000 ejemplares de Correspondencia Internacional # 13 para venderlos públicamente. Eso hizo estallar todo. La maniobra lambertista de impedir la difusión de nuestras posiciones en Francia prohibiendo la distribución del órgano público oficial de la CI(CI), quedaba al descubierto. Lambert decretó, entonces, que ese pedido del PST argentino equivalía a una “autoescisión» y nos declaró “fuera” del Comité Ejecutivo.

Lambert, como todo nacional‑trotskista, inventaba un centralismo democrático internacional a la medida de sus necesidades de “defender” ‑o, como diría Healy, cuidar la “seguridad’~‑ a su “partido madre”, la OCI francesa, su dirección nacional y él mismo como “primus inter pares”. Para ello pasaba olímpicamente por alto los Estatutos que él mismo había votado para la CI(CI). Ellos establecían que el único organismo que podía imponer al PST argentino o a cualquier otra sección una resolución de carácter obligatorio para que hiciera o dejara de hacer algo, era el Consejo General por tres cuartas partes de los votos.

Pese a todo, nuestra corriente siguió buscando los caminos para que la CI(CI) no se dividiera y se pudiera hacer la discusión. Con esa intención, Moreno, en una carta a la reunión conjunta de los comités Ejecutivos de la OSI y la CS de Brasil y a todas las secciones de la CI(CI) (Correspondencia Internacional, noviembre de 1981), se comprometía a “ abandonar ese proyecto [de abrir una oficina del PST argentino en París] si se reconstruye el CE..., se acepta la apertura inmediata de la discusión internacional.... con el derecho a intervenir en la discusión de la OCI o de cualquier otra sección ...”, se prohibían todo tipo de sanciones y se reincorporaba inmediatamente a los expulsados de la OCI francesa. La carta concluía diciendo:

“Quiero discutir la política de la OCI frente al gobierno Mitterrand en sus células, para convencer a la organización y a su dirección de que están profundamente equivocados. Eso es todo. Eso es lo único que pido. En eso sí soy intransigente. No admito que se me coarte o se le coarte a ningún militante o dirigente de la CIO) ese derecho sagrado. Si se nos conceden los derechos que reclamo en esta carta, todo se puede arreglar ”.

Pero nada se arregló. Lambert no estaba dispuesto a abrir su organización a una discusión que cuestionara su estrategia política frentepopulista y, con ella, el método burocrático que imponía para defenderla.

En vista de que la división de la CI(CI) era un hecho, hicimos los mayores esfuerzos para que se realizara en forma principista y en un clima lo más fraternal posible. El resultado de esos esfuerzos fue el protocolo firmado el 17 de noviembre de 1981 por Lambert y Andrés Romero, del PST argentino (Estrategia Socialista, enero de 1982). En él se constataba que “la forma paritaria del Consejo General no existe más” , se proponía la “ constitución de un comité de enlace ” para continuar la discusión y se precisaba el objetivo de “mantener relaciones fraternales”. En ese espíritu se tomaba el compromiso de que ninguna de las dos partes utilizaría las siglas de la CI(CI) ni el nombre de Correspondencia Internacional para sus publicaciones.

Antes de que se sacara la tinta del protocolo, Lambert lo violó. Once días después de firmado, en Informations Ouvriéres (28111/81) aparecía la información de que se había reunido el “ Consejo General de la CI(CI)”, el cual había convocado a la “Conferencia Mundial de la CI(CI”. Nada de separación fraternal: Lambert había decidido que su corriente, que era minoritaria en la CI(CI), tratara de quedarse con el nombre de la organización internacional. Nosotros, pese a ser mayoría, cumplimos con nuestro compromiso. Nunca volvimos a utilizar el nombre de la CI(CI) ni de Correspondencia Internacional.

Las expulsiones

En medio de este proceso, Lambert comenzó la caza de brujas dentro de la OCI francesa, que luego se extendió a otras secciones dirigidas por lambertistas. El 24 de octubre se realizó fulminantemente una conferencia nacional de los cuadros de la OCI, convocada para “ comenzar la discusión internacional ”. En su desarrollo, que no pudo ser grabado por expresa oposición de Lambert, éste anunció que se había descubierto una grave provocación fascista-stalinista contra la OCI, de la cual participaban los miembros de la OCI que provenían de nuestra corriente. Anunció que habían comenzado las expulsiones. Y reafirmó que serían expulsados todos los que opinaran que la política de la OCI frente a Mitterrand era revisionista.

Este anuncio fue llevado a la práctica por medio de un documento interno titulado “Nota de la dirección de la OCI a todos los responsables de sector”. Ese documento parece calcado de los delirios de Healy sobre “seguridad y la Cuarta Internacional”. Comienza diciendo que el PC francés quiere destruir a la OCI. Luego, para explicar que no hay centralismo democrático para los enemigos del partido, inventa a un hipotético trotskista que participa en reuniones con el grupo fascista Acción Directa. Para semejante individuo, no hay centralismo democrático: “no hay más que una actitud: ¡Fuera!”.

A continuación, el documento concreta el objetivo de semejante prólogo: si un militante de la OCI dice en una reunión interna que la OCI es revisionista, “no tiene lugar en la OCI. ¡Afuera!” Aquí Lambert iba más lejos que el propio Healy. Este, al menos, buscaba o fraguaba hechos de la realidad para condenar a Hansen como agente del FBI o de la GPU; Lambert establece directamente el delito de opinión. Si un militante sostiene que la política de su organización es revisionista debe ser tratado igual que un stalinista o un amigo de los fascistas: “¡Afuera!”. Era el método de las amalgamas stalinistas. Para Stalin, todo opositor era agente nazi o del imperialismo. Quien se opusiera a Lambert era, por definición, lo mismo que un stalinista o un fascista. Y así comenzaron las expulsiones.

Para no abundar, mencionaremos solamente, por su carácter “clásico», la expulsión de Streik. El Comité Central de la OCI lo echó de su partido acusándolo de hacer “un trabajo dislocador de la organización» y de que, por sus “discusiones”, había alejado de la OCI a jóvenes trabajadores. Como se ve, Streik no había roto la disciplina de la OCI ni defendido en público posiciones opuestas a las oficiales. Se lo expulsaba por discutir.

La célula de Streik, al ser informada de la expulsión, votó en contra. El Comité Central de la OCI resolvió el problema expulsando a los cinco camaradas de esa célula que habían votado en contra de la expulsión de Streik. A ellos se los expulsaba por votar en forma diferente a la que quería la dirección.

Además de su objetivo práctico, inmediato, de impedir la discusión, estas expulsiones buscaban también destruir a las víctimas. Por eso iban mezcladas con analogías o insinuaciones --“stalinistas”, “fascistas -- contra la moral revolucionaria de los opositores.

La ruptura de Cambadelis

Los métodos burocráticos de Lambert parecen haber seguido su curso ascendente tras la ruptura de la Cl(CI). Le Monde del 18 de abril de 1986 informaba de la renuncia al PCI (nuevo nombre de la OCI francesa) de siete altos dirigentes: uno del Buró Político, uno de la comisión de control y cinco del Comité Central, encabezados por nuestro Ya conocido Cambadelis, uno de los cinco máximos dirigentes del PCI. Según ellos, los siguen unos 500 militantes. Han conformado una organización que se denomina Convergencia Socialista y que parece marchar hacia una estrecha relación o directamente el ingreso al PS.

No conocemos los entretelones de esta ruptura, en la cual no parece haber habido expulsiones, sino una oportuna renuncia en masa. Pero Le Monde del 10 de mayo de 1986 cita un documento aprobado POT‑ el Comité Central del PCI fechado el 26 de abril, según el cual Cambadelis habría constituido una “ fracción secreta camuflando todas [sus] posiciones [y] votando todos los informes y resoluciones políticas”.

En I.O. # 1261 aparece un artículo de toda una página firmado por Jean‑Pierre Raffi, que hace una violenta crítica a las posiciones de Cambadelis entre ellas la que sostiene que el gobierno de Mitterrand equivale al “cuestionamiento de la forma bonapartista de las instituciones del Estado burgués” Raffi responde que Mitterrand nunca cuestionó esas instituciones sino que se dedicó a “establecer... el dispositivo jurídico institucional para permitir al gobierno Mitterrand‑Chirac “disciplinar a la clase obrera” . Luego, Raffi acusa a Cambadelis de que propone “ defender, tal cual lo hace el propio Mitterrand, la Constitución reaccionaria ”. Raffi termina su artículo así: “ Bon voyage, Cambadelis ”.

Evidentemente, ha habido un giro a la izquierda del lambertismo en relación a Mitterrand, al menos de palabra. Pero ese giro se hace de forma absolutamente burocrática. ¿Acaso Cambadelis no sigue diciendo exactamente lo mismo que antes decía Lambert? ¿Acaso Lambert no sostuvo que Mitterrand era “incompatible con las instituciones antidemocráticas y reaccionarias de la Quinta República ”.?

Una dirección no burocrática habría comenzado autocriticándose de su capitulación a Mitterrand, que llevó a la ruptura de la CI(CI), lamentando que esa capitulación haya alentado una posición como la de Cambadelis y, como responsable de ese desastre, pidiéndole a Cambadelis y su grupo que no rompieran con el PCI y garantizándole para ello toda la democracia interna para revisar juntos los enormes errores del pasado y del presente. El lambertismo, en cambio, ataca a Cambadelis como una deshonesta fracción secreta, parece alegrarse de que haya roto y lo despide con un cínico “Bon voyage”.

Cualquier cosa antes que reconocer que ese “buen viaje” de Cambadelis transcurre por el camino político al cual lo empujó Lambert.

Los ataques morales: Napurí y Just

Ya hemos visto que, junto a las expulsiones, Lambert atacaba la moral revolucionaria de los opositores. Esta faceta del método lambertista, los ataques morales, florecería en forma repugnante contra Ricardo Napurí.

Ricardo Napurí es un viejo dirigente revolucionario, fundador del CORCI, secretario general durante diez años de su sección peruana, el POM‑R, y senador por el FOCEP. Napurí era el orgullo del CORCI, su máxima figura pública.

Napurí ya había tenido diferencias con Lambert, antes de que surgiera la CI(CI), en torno al significado de las asambleas populares en Perú y, sobre todo, contra la demencial exigencia de la OCI de que el POM‑R saltara de 100 a 2.500 militantes en un año. Una nueva diferencia surgió cuando, ya dentro de la CI(CI), se discutió la unificación entre el POM‑R y el PST (sección peruana de la ex‑FB). En esa ocasión, Lambert y Moreno presentaron una posición común, urgiendo la unificación, a la cual Napurí se opuso porque consideraba que no se había realizado la discusión previa que se había establecido en un protocolo especial. Pero esa diferencia fue tratada de manera totalmente diferente por Moreno y por Lambert. Para el primero, el hecho de que existiera tal diferencia con Napurí no significaba que éste hubiera dejado de ser un revolucionario. Lambert lo acusó verbalmente de “provocador policial” y “agente de la burguesía”.

Al trasladarse la crisis de la CICI) al interior del POM‑R, Napurí renunció a su partido y, junto con los mejores dirigentes sindicales del POM‑R, manifestó su decisión de unificarse con el PST peruano, dirigido por nuestra corriente. El Buró Político del POM‑R, en una declaración fechada el 4 de diciembre de 1981 y hecha pública en el diario Marcha (Perú, 8/12/81), acusó a Napurí de “ una traición ”, de “ una traidora deserción ”, de haberse convertido en un “ elemento ” que amenazaba con “corromper ” al POM‑R “bajo la presión material del estado burgués, en particular del parlamento”. Concretamente, la dirección del POM‑R acusó a Napurí de no haber entregado al POM‑R el dinero que correspondía de su dieta de senador. Napurí era un ladrón.

Nuestra corriente respondió a semejante ataque moral a un viejo dirigente revolucionario exigiendo que se constituyera un tribunal moral que juzgara a Napurí. El tribunal se constituyó, integrado por personalidades antiimperialistas y de izquierda, sindicales, políticas y culturales, insospechables de simpatizar con nuestra corriente. Hasta tal punto era un auténtico e imparcial tribunal moral que varios dirigentes del POM‑R fueron a declarar ante él, reconociéndolo de hecho.

El fallo del tribunal fue que Napurí no había cometido ninguna acción que pusiera en duda su moral obrera y revolucionaria. El método calumnioso de Lambert había quedado al descubierto.

Tras la ruptura de la CI(CI), Lambert siguió adelante con el sistema de los ataques morales. Menos de tres años después, le tocó el turno a su compañero de toda la vida, su “segundo” en la OCI, Stéphane Just. Stéphane Just fue obrero electricista, dirigente sindical, dirigente de la organización trotskista francesa desde fines de los años 40, luchador contra el revisionismo pablista desde 1951. Pero también cometió un “pecado”: no votó como Lambert quería que votara, y se convirtió en un provocador stalinista.

La cosa comenzó con la expulsión de un militante, Mélusine, por parte del XXVIII Congreso del PCI, informada en un comunicado fechado el 23 de abril de 1984. A Mélusine se lo acusaba de haber “falsificado por medio de citas las intervenciones de camaradas”. Luego se hacía notar que “los métodos de falsificación pertenecen al arsenal del stalinismo”. Y, nuevamente con el método de la amalgama stalinista: Si Mélusine cita mal a otros camaradas, y el stalinismo falsificaba citas, hay que tratar a Mélusine como a un stalinista: ¡Afuera!

Luego, el Congreso informaba que Just votó en contra de la expulsión de Mélusine calificándola de ser “ una sanción a divergencias políticas ”. Pero el Congreso “ estima que cualquier solidaridad con Mélusine... es incompatible con la pertenencia al PCI ”. Por eso, el Congreso “ha exigido al camarada Just que abandone [su] posición y [su] voto” . Y, “ puesto que el camarada Just se negó ” a ello, el Congreso “considera que los que se nieguen a votar la resolución de expulsión del falsificador provocador Mélusine se ubicarían a sí mismos fuera del partido”.

Este vergonzoso documento termina con una arenga contra las “ provocaciones stalinistas”.

Aquí la amalgama y la persecución llegan al delirio. ¡El Congreso le exige a un militante que cambie su posición y su voto! ¡Nos parece ver a Stalin exigiendo las famosas “autocríticas”! Y expulsa a uno de sus fundadores y máximos dirigentes, con décadas de trayectoria trotskista, por negarse a hacerlo!

Ya está claro que Lambert no tiene ninguna clase de escrúpulos en llenar de basura el nombre y el honor revolucionario de camaradas que, equivocados o no, han dedicado toda su vida a la revolución y a la Internacional. Basta con que manifiesten diferencias con él para que, igual que Healy, sienta que “su” secta trotskista nacional está amenazada; que hay que “defenderla”, brindarle “seguridad”. Y la mejor forma de hacerlo es calumniar groseramente, tratar de destruir a sus “enemigos” golpeándoles en lo único que un verdadero revolucionario tiene en este mundo: su propia trayectoria, su moral de revolucionario, que es algo mucho más valioso que sus aciertos o equivocaciones políticas.

Al nacional‑trotskismo de Healy y Lambert, ese capital moral, que no es sólo individual sino un legado para el movimiento obrero y revolucionario mundial, no les importa nada. No vacilan en tratar de destruirlo en aras de sus miserables y pequeñas ambiciones personales, a través de las peores infamias. Healy acusó a Hansen de agente del FBI y la CIA. No sabemos cuántas canalladas semejantes habrá hecho, pero deben ser muchas. Lambert acusó a Varga, el luchador húngaro contra la burocracia y sus tanques, de doble agente de la CIA y la GPU. Acusó a Altamira y a sus compañeros, que (equivocados o no) militaban y morían bajo las terribles dictaduras sudamericanas, de agentes de Pinochet. Acusó a Napurí de ladrón. Acusó a Just de provocador stalinista.

Nuestra trayectoria moral

Nuestra trayectoria es opuesta a la del lambertismo en lo que al respeto por la moral revolucionaria de los militantes y diligentes revolucionarios se refiere. Jamás hemos utilizado las cuestiones morales para hacer ataques a adversarios políticos.

Un buen ejemplo fue el caso del camarada Camilo González, de la dirección del PST colombiano, de la ex‑FB; y de la CI(CI). Este camarada, que se pronunció a favor de las posiciones lambertistas, quedó al margen de su partido al negarse explícitamente a acatar su estatuto y su disciplina. Junto con esto, algunos amigos suyos nos hicieron llegar quejas en el sentido de que habría una campaña en su contra por parte nuestra. Nuestra respuesta a esta situación fue exactamente la inversa a la de Lambert. Se elaboró un documento que se hizo público, en el cual lamentábamos que Camilo se hubiera marginado del PST y declarábamos que seguíamos considerándolo un gran dirigente, con una moral revolucionaria intachable. [10]

El caso de Camilo no es más que un jalón de toda una trayectoria de nuestra corriente en la cual nunca recurrimos al método liquidacionista y destructivo de los ataques morales al estilo lambertista. Otro jalón, del cual nos sentimientos doblemente orgullosos, es haber defendido consecuentemente a Hansen de las inmundicias de Healy, y con más fuerzas que nunca a partir del momento en que rompimos políticamente con Hansen.

Esta trayectoria nos da la autoridad moral suficiente como para plantar la cruz sobre la tumba de un lambertismo absolutamente degenerado.

V.- Conclusiones

La evolución del lambertismo desde la ruptura de la CI(CI) es, desgraciadamente, la que hemos descrito. Su giro hacia el revisionismo, hacia el frente popular en Francia, hacia el gobierno sandinista en Nicaragua, hacia el clericalismo lulista en Brasil, es completo. Parece que nada queda de esa organización que, con todos sus vicios nacional‑trotskistas y sectarios, tuvo el mérito de ser campeona de la lucha antirrevisionista dentro del movimiento trotskista mundial.

Parece también que nada queda de esa organización que sufrió el peor de los aislamientos por haberse resistido a someterse a los métodos stalinistas del jefe histórico del revisionismo, Pablo. Ahora utiliza esos mismos métodos en un grado cualitativamente superior que el propio pablismo.

Casi nada queda, finalmente, de una organización que figuró entre los partidos nacionales más poderosos de nuestro movimiento. Va de crisis en crisis. Con Just rompió un sector minoritario de militantes y cuadros. Pero no es una ruptura que se pueda subestimar: Just fue uno de los puntales de la construcción y dirección de la OCI y de su corriente internacional. Con Cambadelis rompe otro sector de militantes y dirigentes, debilitando cualitativamente al lambertismo francés donde era más fuerte: el sindicato estudiantil.

Pero la crisis más importante, mucho peor que la crisis del partido lambertista francés, es la de su corriente internacional. Podemos decir que ha quedado reducida a escombros. Si bien esta crisis como corriente internacional está determinada por la crisis de la organización francesa, como inevitablemente ocurre cuando de nacional‑trotskismo se trata, su catalizador estuvo en este proceso que hemos descrito de las relaciones del lambertismo con nuestra corriente.

La importancia decisiva del programa y los métodos organizativos

El revisionismo ha creado en las filas de quienes nos reclamamos del trotskismo una actitud cínica, pequeño burguesa ante el problema del programa. Durante décadas se convirtió en práctica habitual jurar por el Programa de Transición, cuya esencia es que hay que realizar una revolución política contra la burocracia, para pasar sin el menor escrúpulo a aplicar una política opuesta: desde el entrismo por largos años a los partidos stalinistas de Pablo, hasta renegar de la revolución política en Cuba o decir que el sandinismo es una dirección revolucionaria. El programa quedaba así reducido a papel inservible. Se podía firmar cualquier cosa y hacer lo opuesto.

Otro tanto podríamos decir de los acuerdos en el terreno de la organización y de los métodos. Se podía hacer profesión de fe en el centralismo democrático, para luego caer en los más aberrantes métodos burocráticos. De conjunto, la cuestión programática y organizativa se tomó en forma no principista, sino oportunista: como un terreno de maniobra para afianzar posiciones de dirigentes, de secciones nacionales o de fracciones internacionales.

Nuestra corriente batalló y batalla sin tregua en contra de esta conducta. Asignamos la máxima seriedad e importancia a todo lo que firmamos: desde el menor acuerdo con otra organización para aplicar una táctica sindical, hasta el programa y los estatutos de la organización internacional que estamos construyendo. Creemos firmemente que la base de cualquier Internacional son su programa y estatutos, y el respeto más incondicional a ellos. Creemos, asimismo, que el que firma un acuerdo programático y/u organizativo para no cumplirlo, a la larga pierde; y el que lo cumple, a la larga gana.

Eso fue, precisamente, lo que le ocurrió al lambertismo. Firmó como maniobra, no cumplió y se vio sumido en la peor de las crisis. Lo opuesto ocurrió con nuestra corriente: firmamos convencidos de lo que firmábamos, nos mantuvimos estrictamente en el marco programático y estatutario de la CI(CI) y, precisamente por eso, salimos de esa experiencia enormemente fortalecidos. Mejor dicho, de allí surgió la LIT‑CI, un agrupamiento internacional distinto, superior a lo que fue la FB.

Nuestros avances

En el terreno político‑programático, a partir de mayo‑junio de 1981, es decir, tan pronto asumió Mitterrand y comenzó la capitulación de la OCI francesa, surgió una sana reacción, homogénea, simultánea e inmediata de los dirigentes nacionales de los distintos partidos que provenían de la FB. Ellos salieron a luchar contra la capitulación. Como fruto de esa lucha tuvimos un enriquecimiento no previsto en la discusión teórica y política de un tema clave para la revolución socialista mundial, cual es el de los frentes populares.

En el terreno de los métodos se dio también una reacción homogénea y principista en defensa de nuestras concepciones sobre la cuestión organizativa y la democracia interna. Desde los distintos partidos y grupos nacionales fueron surgiendo críticas y cuestionamientos a la metodología burocrática del lambertismo. Esa batalla se dio en el marco del máximo respeto por parte de todos los dirigentes a los organismos y estatutos de la CI(CI). Lo mismo en cuanto a nuestros dirigentes que integraban el CE. A lo largo de todo el período de discusión, en las secciones dirigidas por nuestra corriente no se expulsó a nadie. Por el contrario, se reprodujeron y distribuyeron ampliamente tanto nuestras críticas como los documentos oficiales de la OCI, y quienes sostenían la posición lambertista pudieron defenderla con todas las garantías democráticas en todos los niveles, de dirección y de base, de esos partidos.

El resultado de esta conducta principista en el terreno programático y metodológico significó que la LIT‑CI, fundada en enero de 1982, sea, tanto a nivel de programa como de dirección, algo cualitativamente superior a sus componentes previos, en particular a la ex‑FB. El lambertismo perdió a sus dos dirigentes latinoamericanos más importantes, Napurí y Alberto Franceschi (dirigente y miembro del parlamento venezolano), que fundaron la LIT‑CI junto a nuestra corriente histórica, para constituir una nueva dirección internacional, de la cual son parte.

Esa nueva dirección y organización capitalizó los avances de la lucha contra el revisionismo lambertista y siguió avanzando en temas tales como el frente obrero, antiimperialista y revolucionario, la revolución política y los métodos de organización, así como en la orientación a las secciones nacionales. La LIT‑CI quedó así como la única corriente del movimiento trotskista mundial que no sólo no está en crisis sino que tiene una saludable dinámica política y de inserción creciente en la clase obrera y sus luchas en más de veinte países, mientras el SU se debate en una crisis crónica, el healysmo ha muerto y el lambertismo entró en agonía.

Subsidiariamente, la herencia de la CI(CI) sirvió para develar la incógnita lambertista Y sacar del camino un obstáculo para la construcción de la Cuarta Internacional. La mayoría de las fuerzas componentes de la CI(CI) le continúan hoy en la LIT‑CI. Esta no es la Cuarta Internacional de los trabajadores del mundo necesitan. No tiene influencia de masa en ningún país, aunque se ubica en condiciones de luchar por ella en unos pocos. Pero sí es un paso adelante en la lucha contra el revisionismo, sea del signo que sea, por la construcción de partidos revolucionarios trotskistas en todos los países del mundo y por la construcción de una Cuarta Internacional auténticamente trotskista.

Bibliografía I

Textos en discusión en la escuela de cuadros

Sobre Polonia:

·         Proyecto de resolución del Comité Ejecutivo Internacional de la CI(CI) sobre Polonia.

·         Complemento al proyecto de resolución (Nahuel Moreno).

Publicados en:  Correspondencia Internacional N ° 7, año I, abril 1981

Panorama Internacional N ° 17, año V, agosto 1981.

·         "Así capituló la CIC I" (resolución del CEI, 8/10/81).

·         "Líneas divisorias en la revolución y la contrarrevolución polacas".

Publicados en Correo Internacional (Colombia) N° 2, Año I, enero 1982.

·         "Algunas reflexiones sobre la revolución política polaca" (Nahuel Moreno).

Publicado en Correo Internacional (Colombia) N ° 4, Año I, marzo 1982.

Reeditado en Correo Internacional N ° 39, año VI, enero 1989.

Sobre el Frente Popular en Francia:

·         "El gobierno Mitterrand, sus perspectivas y nuestra política" (Miguel Capa).

·         "Primera respuesta al camarada Capa" (Francois Forge).

Publicados en Correspondencia Internacional N ° 13, año II, octubre 1981.

·         Carta de Nahuel Moreno al Comité Central del partido Obrero Socialista Internacionalista español, 13/10/81.

Publicada en Panorama Internacional N ° 18, año V, diciembre 1981.

·         La traición de la OCI (U).

Publicado en Panorama Internacional N ° 19, año VI, enero 1982.

·         "El centro del revisionismo es el SU" (Nahuel Moreno).

·         Tesis sobre oportunismo y trotskismo frente a los gobiernos de frente popular.

·         "Frente obrero: el origen de una táctica" (Nahuel Moreno).

·         "Bonapartismo sui generis y frentepopulismo" (Nahuel Moreno).

Publicados en:  Correo Internacional (Colombia) N ° 3, año I, febrero 1982.

Panorama Internacional N ° 20, año VI, mayo 1982.

Artículos sobre el Tribunal que se constituyó para juzgar a Ricar do Napurí

Correo Internacional (Colombia) N ° 3, año I, febrero 1982.

Correo Internacional (Colombia) N ° 4, año I, marzo 1982.

Panorama Internacional N ° 20, año VI, mayo 1982.

Correo Internacional (Colombia) N ° 7, año I, junio 1982.

Bibliografía II

Los materiales que detallamos a continuación son trabajos de Nahuel Moreno que se escribieron y editaron con posterioridad a la escuela de 1982. Ellos contienen referencias a algunos de los temas que se tratan en dicha escuela.

1982: empieza la revolución.

Consigna de Asamblea Constituyente

Conceptos políticos elementales

Cómo elaboramos nuestra política.

Corrientes centristas y nuestra política hacia ellas.

Conversaciones con Nahuel Moreno

Estados obreros: revolución política, restauración capitalista.

Dictadura revolucionaria del proletariado (Las libertades democráticas bajo ese régimen).

Los revoluciones del Siglo XX

Poder dual, kerenskismo.

Contrarrevolución burguesa y burocrática.

Gobierno obrero y campesino.

Las tres variantes de la dictadura del proletariado.

Correo Internacional N° 20, junio 1986.

Frente Único Revolucionario.

 



[1] Se trata de Luis Favre, uno de los dirigentes de la corriente lambertista en aquella época. Años más tarde rompió con Lambert. (N. del E.)

[2] Cuando Moreno hizo esta escuela de cuadros, gobernaba Venezuela el Presidente Herrera Campins, de la democracia cristiana (COPEI). La oposición burguesa la constituían Acción Democrática (AD), un partido afiliado a la socialdemocracia liderado por Carlos Andrés Pérez ‑-que había sido presidente y ha vuelto a serlo-‑, y la Unión Republicana Democrática (URD), un partido de origen nacionalista burgués ya entregado al imperialismo. (N. del E.)

[3] Ver bibliografía al final de este trabajo.

[4] Revolución y contrarrevolución en Portugal, Cuaderno de Revista de América # 1, Julio/Agosto, 1975.

[5] Moreno cita aquí un episodio conocido, aunque confunde las circunstancias del mismo. En junio de 1956, bajo el régimen militar que desplazó a Perón, un grupo de militares peronistas se levantó en armas. El intento fue sofocado y el régimen militar fusiló a varios de los militares implicados, así como a numerosos militantes peronistas civiles. Fue entonces que el semanario del PS “La Vanguardia” publicó el editorial cuyo título cita Moreno. (N. del E.)

[6] Se refiere a Rómulo Betancourt, ex‑presidente venezolano, del partido socialdemócrata Acción Democrática. (N. del E.).

[7] Los sectarios de izquierda criticaron el nombre de nuestra Brigada, aduciendo que Simón Bolivar era un personaje burgués que sigue siendo reivindicado por la burguesía latinoamericana. Nosotros seguimos defendiendo ese nombre. Simón Bolívar fue el máximo héroe de la revolución latinoamericana de principios del siglo XIX contra el imperio español, que intentó en vano construir una sola república en Sudamérica. Su nombre empalmaba con el carácter democrático‑antiimperialista que asumía el inicio de la revolución socialista en Nicaragua. Expresaba, asimismo, el carácter que asume esa revolución socialista en toda América Latina: la lucha por la Segunda Independencia, esta vez del imperialismo yanqui, y por la Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina. Existía, además, una razón política práctica: nuestro objetivo era promover un apoyo de masas a la revolución antisomocista. Dada la extrema debilidad del marxismo en América Latina, escoger un nombre que no empalmara con el sano sentimiento nacionalista antiimperialista de las masas latinoamericanas hubiera sido un error sectario, que nos alejaría de ese objetivo. La crítica de los sectarios de izquierda podía perfectamente haberle cabido a Trotsky por haber reivindicado a la Convención y, más en general, los aspectos más democráticos y populares d1 la revolución de 1789 en el programa para Francia.

[8] Con la organización de Thornett nos fue imposible llegar al menor acuerdo para hacer algo en común. Este grupo ponía como condición previa realizar una discusión sobre toda la historia del trotskismo y de nuestra corriente. Estaban especialmente obsesionados por discutir un volante que la regional de la provincia de Córdoba de nuestro partido argentino había publicado muchos años atrás. Nosotros nos negamos rotundamente a entrar en esa discusión sobre el pasado y exigimos, en cambio, discutir un acuerdo político y un programa para actuar juntos en el presente. En esto seguimos el método de Lenin y Trotsky. Cuando Lenin aceptó el ingreso al Partido Bolchevique del Comité Interdistritos --dirigido, entre otros, por Trotsky‑- no puso como condición la menor discusión sobre antiguas diferencias. Lo mismo hizo Trotsky cuando llamó a fundar la Cuarta Internacional con tres organizaciones centristas y en todos sus intentos de llegar a un acuerdo con Nin, el dirigente del POUM español, a pesar de que éste había apoyado electoralmente al frente popular. La exigencia de hacer la discusión histórica como prerrequisito para encaminarse hacia un acuerdo programático para la acción común en la lucha de clases actual es un método sectario, no trotskista ni leninista.

[9] Estos análisis de Lambert muestran toda su ridiculez si los aplicáramos, por ejemplo, a Gran Bretaña bajo un gobierno laborista, digamos el de Attlee. Sonarían más o menos así: “Hay una contradicción (antagonismo) insuperable entre el gobierno burgués de Attlee y la burguesía. El gobierno de Attlee entra inevitablemente en conflicto con el aparato del estado burgués, con la burguesía. La sola existencia de la elección de Attlee al cargo de primer ministro y de una mayoría parlamentaria laborista es incompatible con las instituciones antidemocráticas y reaccionarias de la monarquía constitucional. Esto trae consigo el germen de una guerra civil, que el gran capital se está preparando para lanzar, y Attlee quiere oponerse a esos ataque”.

[10] Después de la ruptura con Moreno y su corriente, el curso político de Camilo González fue hacia la derecha, hasta terminar renegando de la revolución socialista. Hoy es ministro del gobierno burgués ultra reaccionario de Virgilio Barco en Colombia. (N. del E.)



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