La falta de comunicaciones, allá por el
1890, mantenía, en buena medida, la minería carbonífera
leonesa y palentina sin aprovechar, aún cuando en España
se había iniciado una tímida Revolución Industrial.
En este contexto de final del siglo XIX, un ingeniero de minas, Mariano
Zuaznavar, elabora un proyecto de ferrocarril que permita conducir estos
carbones hasta los centros consumidores de la Ría Bilbaina que se
abastecían en Asturias y en Inglaterra.
La construcción se inició en 1891
tendiéndose los primeros 11 kilómetros entre La Robla y Matallana.
Esta primera sección de vía permitió la prueba del
material móvil y a la vez dar salida ya al carbón de Matallana
hacia La Robla. En la construcción del ferrocarril se utilizó
la locomotora Cockerill que más tarde acabó en Hulleras de
Sabero.
Locomotora Cockerill en Sabero el
14 de mayo de 1962.
El material para la construcción
tiene procedencias diversas. Los carriles de 24 kilógramos por metro
son de la Sociedad de Altos Hornos y los desvios de la empresa Aurrerá.
Las bombas de vapor para el suministro de agua a las estaciones son de
la casa Selig Sonmental And Cia y el teléfono de Ahlemeyer. Los
puentes metálicos, como el del Torío, los fabrica la empresa
Fumet y los monta la empresa Talleres de Zorroza. Los vagones los construye
la Société Saint Denis y las primeras locomotoras son belgas
e inglesas. Esto nos dá una cierta idea del desarrollo de la industria
ferroviaria en nuestro país.
La tracción vapor se fue eliminando en
la decada de los sesenta y tras años de penurias, en la actualidad,
disponemos de un ferrocarril moderno con un servicio de cercanías
entre León y Cistierna-Guardo eficiente y un reabierto servicio
entre León y Bilbao que da paso de nuevo al Transcantábrico.
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