Sadelas

(Sociedad Amigos de la Salud)

 Manuel C. Martínez M.

El desayuno en la cama

(Tan antihigiénico como el baño en piscinas)

Subsisten modernamente muchísimas invariaciones de aquellas viejas costumbres  que practicaron determinadas clases y estratos sociales, los de mejor fortuna, por supuesto.

Tal es el caso de los baños colectivos en piscina, que fueron muy frecuentes en las mansiones palaciegas de la nobleza, milicia y gladiadores clasicorromanos.

Fue apenas durante el último cuarto de siglo ochocentista cuando los científicos Pasteur y Koch sentaron la validez de la hipótesis patológica acerca de la existencia de microorganismos capaces de causar enfermedades en personas, animales y plantas. Ellos descubrieron que tales enfermedades se contraen por contacto, esputo, comidas, agua, aire, etc.

Por supuesto, las piscinas siempre fueron  un fértil semillero microbiano. La ignorancia sanitaria de marras impidió que esos estanques  recibieran tratamiento profiláctico, salvo la renovación periódica y continua de las aguas, como si se trata de ríos o quebradas, y aguas estas que sólo están libres de contaminación de persona a persona en el lugar de aquellas que se hallen alineadas transversalmente en la parte superior del río correspondiente.

La profilaxis es un asunto netamente postpasteuriano, y  la sanidad de las piscinas sobrevino después, aunque los nuevos conocimientos medicinales hicieron perderle su encanto como lugar  para refrescarse, charlar, comer y beber, ya que tales métodos empleados para bañarse y estar aseado no figuró en los esquemas culturales de antaño.

Y hoy por hoy, a pesar de toda la  séptica moderna que pueda dárseles a esas enlozadas charcas de aguas, sólo aparentemente cristalinas, siguen siendo peligrosos focos infecciosos, amén de que, si el baño es grupal también resulta grupal la inhalación y sapidación de gases y micropartículas excretadas por bocas, pieles y demás partes vegetativas de los bañistas.

De allí que tales baños hayan ido   quedando relegados a  hoteles y clubes lujosos  donde desgraciadamente suele asistir la moderna chusma aburguesada con recónditas y ancestrales pretensiones  de *buen gusto*, en una suerte de rezagado intento por disfrutara ahora de esos baños en piscina que otrora estuvieron reservados, por fortuna para los menesterosos, a la gente *de bien*.

Bueno, pero también de esa  misma gente *de bien*del pasado feudal le fue muy suyo el el aristocrático hábito de desayunar en la cama. Ocurría que, por razones  referidas, esas personas ignoraban el origen de las caries dentales y de las  de las consecuenciales halitosis que caracterizan a toda persona que no cepille su dentadura, ni se enjuague  la boca  al levantarse y  después de las comidas.

Por eso, suponemos que las personas a quienes se les sirve el desayuno en la cama todavía no se han levantado. Imagínense, pues, una matutina conversación con su parejita de cama, acabaditos de despertar y comiendito. Es por esto que resultan harto alienantes las ofertas turísticas   de los comerciantes de los resorts consistentes en determinadas comodidades y servicios de hoteles dotados de suites acompañados de *suculentos* desayunos en la cama. Quienes esto practiquen sencillamente ora son muy ignorantes, ora muy pasados de antihiegienista sifrinidad .

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