Sadelas

(Sociedad Amigos de la Salud)

 Manuel C. Martínez M.

 Flores saltarinas y el Arca de Noé

Desde que los científicos se adentraron en la búsqueda  de leyes explicativas de la fenoménica de la Naturaleza, la Conciencia y la Sociedad, prejuiciados como siguen de la cultura esclavista y feudal, optaron por clasificar en tres (3) reinos el mundo circundante:

1.- Reino mineral

2.- R. vegetal, y

3.- R. animal.

Esos reinos se mantuvieron como estancos cerrados y se les estudió metafísicamente , cuestión que todavía se mantiene , al margen de las diferentes y hasta encontradas ideologías de los investigadores modernos.

Esa regia separación  se  mantuvo con poca mutación hasta bien entrado el siglo XIX, y fue a partir del primer cuarto del s. pasado cuando se logró integrar parcialmente a dichos reinos a través de los enlaces y puentes trazados entre virus, bacterias y formas celulares en general, sean estas vegetales o animales.

Esa integración de la vida y de lo vivo con lo inanimado, y de los seres vegetales con los animales  se observa en las diferentes formas de mancomunión vital que ofrecen los casos de simbiosis, combiosis y parasitosis . Por cierto que esta última asociación ha sido analizada con toda esa carga de prejuicios sociales clasistas, fundamentalmente capitalistas, según los cuales unos seres *dañan* a otros, con lo cual se  pierde de vista  la necesaria correspondencia e intercambiabilidad subyacente en todo ecosistema.

Digamos que cuando, pongamos por caso, un insecto *ataca* un fruto, o  una flor,  y estas perecen, tal acción no debería seguirse mirándose como un acto depredador , puesto que la negación  de una vida, allí, va con cargo a la creación o mantenimiento y conservación de otra, en una suerte  de interminables transferencias  energéticas y de sustancias desde las menos complejas hasta las superiores, para luego desdoblarse en seres u otras sustancias más sencillas y  capaces   de servir como bases biológicas a otras más complejas, y así sucesivamente. Cual de los protagonistas tiene prioridad funcional y existencial sería opinable, pero hasta allí.

En medio de toda esa perjudicial carga  de prejuicios, usualmente los movimientos espaciales de cualquier ente tendemos ubicarlos en el reino animal, esto es, con seres dotados de patas, alas o de capacidad para autocontorsionarse , y para el caso de entes de los otros dos reinos,  sus movimientos responderían a fuerzas exógenas  tales como el viento, , los líquidos y campos electromagnéticos o plasmáticos.

Sirva ese marquito teórico y preambular para hacerles saber a mis lectores que recientemente (01-04-1988), cuando me hallaba en labores de jardinería   tropecé con unos *embriones florales*, de origen leguminoso. Tales cuerpecitos aparentemente se movían por sí solos mediante saltos erráticos de determinada periodicidad  y altura decreciente. Opté por denominarlos FLORES SALTARINAS, luego que descubrí la causa de su exógena motricidad, y a partir de entonces han despertado interés y curiosidad en  muchas personas. En esta labor investigativa conté con la colaboración del Ing. Pedro González,  y la de profesor y  Botánico Baltazar Trujillo, jubilado de la Universidad Central de Venezuela, Facultad de Agronomía, Maracay, Venezuela. Muchos Agrónomos y Entomólogos mostraron interés en rastrear la posible literatura existente  sobre  esta característica mecánica de la papilionácea en cuestión. Los embriones pertenecen al Roble americano (Platymiscium polystachum).

El fenómeno en sí sirve para ilustrar cómo, supuestamente, se desenvuelven algunos movimientos  intermoleculares en una masa gaseosa enrarecida o en el de las interacciones nucleares.

Efectivamente,  el motor del movimiento de mis flores saltarinas es un insecto, familia  Curculionidae,  género Apion, y cuyos huevos deposita periódica y anualmente en los embriones florales; la floración es abortada y finalmente el embrión  termina desarrollándose a expensas del nutriente germinal. Durante su  crecimiento larvario el insecto adopta contorsiones de espirales comprimidas que luego se intensan bruscamente, golpean el cascaron que le sirve de cuna y  por reacción se producen los saltos que me permitieron   bautizar al al fenómeno en cuestión.

Y ese descontorsionamiento es en sí mismo interesante: Si, porgamos por caso, el mismísimo *Superman* es encerrado en un bidón debidamente tapado, él no podría elevarse habida cuenta que cuando se apoyara para tomar impulso lo haría sobre el piso bidón y este forzosamente  no tendría el necesario punto de apoyo fuera de sí.  Con las F. S. ocurre que el  cascarón del embrión floral que le sirve ahora de cuna al insecto es de forma ovoidal, y los golpes que las distensiones provocan lo hacen sobre uno de los extremos del eje mayor, lo que supone un desbalance que termina devolviéndose hacia el otro extremo y consecuencialmente produce el salto ora desde una punta, ora desde la otra.

Y  con esos datos de las Flores Saltarinas  viene a colación la deficitaria carga viajera de la bíblica y primotestamentaria Arca de Noé ( Génesis, 6:14 y s.s.),  mediante la cual sólo una muestra representativa y exclusiva del reino animal tuvo el privilegio de embarcarse y salvarse. Inferimos que semejante omisión del reino vegetal se  explica por las inhóspitas y ciuasidesérticas condiciones de esos territorios orientales, mismas  que inspiraron el  hábitat y la literatura bíblicos, y   les impidió a sus escribanos tomar y citar la  debida  muestra de este reino floral que necesariamente  garantiza la vida animal humana con su reciclaje productivo y fitotrófico, además del preciado oxígeno fotosintético que dicho reino elabora y re4cicla constantemente. 

P.D.: Con esta Sadelas hice un fallido e ignorado llamado  al Pedagógico de Maracay y  al Instituto de Botánica de de la U.C.V. en búsqueda de esfuerzos colectivos para terminar esta investigación privada.

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        205_1-29_07_KK5 -#235-04_04_1988,Año VII)            

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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