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La chococorrupción de autos ilegales se agudiza

Dentro el ridículo concepto de que son artículos de lujo, el altísimo precio de los automóviles en México resulta en un negocio de millones de pesos que enriquecen a líderes, políticos, burócratas y aduaneros corruptos. Y aunque se pensaba que con el TLC el problema iría desinflándose, por el contrario, crece azuzado con el alto precio de los combustibles e impuestos absurdos que obligan a muchos a optar por adquirir autos ilegales. Un círculo perverso perfecto

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Por Roberto Rojas P.

MARZO, 2015. México es uno de los países donde los automóviles suelen tener precios altísimos y los salarios cotizaciones muy bajas, esto como consecuencia de una absurda política hacendaria que hace ver a los automóviles como artículos "de lujo" --es decir, a los muchachos de Videgaray les gustaría que nos transportáramos en carretas por las calles para no pecar de presuntuosos-- lo cual ha resultado en una andanada de corruptelas que incluyen, entre otras, que los dueños de los automóviles ilegales defiendan su derecho a quedarse con ellos una vez que el Estado quiere cumplir la ley dentro de una legislación que, por cierto, viola diariamente.

En las últimas semanas varias ciudades del norte de México han presenciado cómo los propietarios de los vehículos introducidos ilegalmente al país (llamados indistintamente "chuecos" o "chocolates") optan por incendiarlos a las afueras de las oficinas de Hacienda luego que esta dependencia ha intentado requisarlos. Es un capricho tan lujoso el automóvil que miles de ciudadanos optan por adquirir vehículos considerados chatarra en Estados Unidos pero que, en contraste con los escandalosamente altos precios que éstos tienen en México, vienen a ser una bagatela.

El negociazo de los "chocolates" comienza con una legislación de Hacienda redactada durante los años de Miguel Alemán. Eran los años de la posguerra y se vivía el boom industrial de la posguerra en naciones subdesarrolladas como México. Así pues y con el fin de proteger a la industria automovilística nacional, un decreto prohibía la circulación en las calles y carreteras de automóviles que no fueran construidos en las plantas mexicanas. Esa política tenía cierta congruencia dado que los sueldos se iban elevando paulatinamente, la clase media se fortalecía y podía ya enganchar un automóvil propio. Pero (el maldito pero de siempre) se pensaba que los automóviles eran "lujos burgueses" (?) y se les consideró artículos de "lujo" en los catálogos de Hacienda. 

Lo que nadie percibió es que ese "lujo" era consecuencia inherente de cualquier país a su proceso de industrialización por lo que para principios de los sesenta las calles comenzaron a llenarse de automóviles de modelo reciente. Sin embargo la introducción de estos vehículos desde el exterior seguía restringida.

El desmadre llegó, cuándo no, con el sexenio echeverrista, el cual, contra la tendencia mundial donde los automóviles iban bajando su precio para incentivar la demanda --y también para evitar el progresivo daño ecológico que produce el desgaste de sus motores adquiriendo una unidad más moderna-- se optó por subir escandalosamente los precios sw los vehículos vía impuestos. Así pues, un vehículo que en 1970 costaba 14 mil pesos de los de entonces, para 1977 tenía un precio de 45 mil, de los cuales hasta el 70 por ciento de su valor era cobrado por Hacienda, Añádase a ello, naturalmente, la tenencia "para pagar los Juegos Olímpicos" del 68, impuestos estúpidos como el de Automóviles Nuevos (ISAN), que anticonstitucionalmente se agregaba al Impuesto al Cobro de Servicios, que más tarde se convertiría en el IVA.

Por si fuera poco, cada sexenio subsecuente le fue agregando regalitos impositivos a la compra de un automóvil nuevo: pagos desproporcionados por plaqueo, renovación anual de la tenencia, DIF, Bomberos, Impuesto y verificación ecológicas donde naturalmente hay que desembolsar; licencia de manejo, impuestos municipales, tarjetón y tonterías afines.

Agreguémosle, por supuesto, que dado que el petróleo "es nuestro", tengamos que pagar por una gasolina carísima cuyo precio no está sujeto, como ocurre en cualquier país civilizado, a las leyes de oferta y demanda sino al capricho de una paraestatal que importa "nuestra gasolina".

Semejante carga impositiva ahora sí que hizo prohibitivo el "lujo" del automóvil para millones de mexicanos. Pero si se asume que los "lujos" son prescindibles ¿por qué cada día miles de ciudadanos querían hacerse de un auto? 

Por otra parte, el impulsar precios altísimos para los automóviles en un país que hace frontera con otro donde el consumidor tiene muchas facilidades para cambiar su coche cada cinco años en promedio, suena a absoluta imbecilidad...o a un campo ideal para la corrupción.

Cuando uno ve cómo las calles de muchas ciudades norteñas se encuentran inundadas de autos "chocolates", se pregunta qué diablos están haciendo los agentes aduanales en la frontera con Estados Unidos. A menos que quienes van a los yonques en Estados Unidos para traer esas chatarras a México y los cubran con pinturas invisible, se entendería semejante inundación. Supuestamente la legislación permite la regularización de vehículos que se compruebe se utilizarán en labores agrícolas, como las Pickups. ¿Pero desde cuándo un Mazda o un Cadillac aplicaron como aptos para traerlos en la recolección de verduras?

Los automóviles "chocolates" son consecuencia de una política hacendaria irresponsable, como muchas otras, decididas a sacar dinero hasta por debajo de las llantas pero que en lo mínimo han evitado, primero, que la gente quiera hacerse de un vehículo, una necesidad en cualquier ciudad de mediano y gran tamaño y. segundo, que disminuyan los índices de contaminación atmosférica por el uso de estas chatarras que ya no se les permitiría circular en su país de origen.

Cada vez que uno de estos vehículos cruza la frontera para adentrarse en el país, se comete un acto de corrupción que implica a Hacienda la cual voltea al otro lado ante el negociazo que le representa a sus propios empleados y se va sobre quienes adquieren autos desechados, que contaminan una barbaridad pero que, en contraste con el altísimo precio que tienen en el mercado los autos en una agencia legal, no dejan otra opción.

La estulticia de Hacienda también afecta a los concesionarios legales, quienes pierden millones de pesos frente a los autos "chuecos" que les representan una competencia desleal.

Cuando la Federación dio a los estados la opción de cobrar la tenencia se dio un pasititito a favor de la industria legal. Pero falta mucho para erradicar a los "chocolates". El gobierno federal causó el problema pero no esperemos, como en otras áreas, que sea la solución.

 

 

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1 Comentarios

luisfabian75 escribe 04.03.14

Como propietario de un auto chueco quiero apuntar que el gobierno federal no nos deja otra con los precios altísimos de los autos nuevos y los elevados impuestos que se nos obliga a pagar, un dinero que se clavan los burócratas y los funcionarios corruptos, el día en que un auto nuevo en México tenga un precio accesible ese día dejo de usar mi carrito chueco que por cierto me ha salido muy bueno y está lejos de ser chatarra

 

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