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 Beisbol de Trampas Mayores

El romper récords en el beisbol dejó de ser parte emocionante en la Gran Carpa. Barry Bonds está a punto de superar uno de ellos. Pero con deshonestidad de por medio ¿francamente a quién la importa?

MAYO, 2007. Allá por 1985, semanas antes del sismo, trabajaba yo en el periódico local. Los encargados de deportes estaban emocionados pues, decían, estaban a punto de presenciar un hecho histórico en el beisbol. Pete Rose, el mánager-jugador de los Rojos de Cincinatti,se encontraba a unos cuantos hits de superar la marca de Ty Cobb, 4,121, si no me equivoco. Conforme se aproximaba a la cifra, el también apodado Charlie Hustle creó una expectación enorme entre los aficionados. Finalmente lo logró: como regalo, Rose recibió un auto del año, firmó contratos publicitarios y aseguraba un sitio en el Salón de la Fama.

Una razón por la cual los fans esperaban que Rose tumbara el récord era por su personalidad, un contraste total con Cobb, un tipo déspota, pendenciero y enemistado hasta con su sombra. "Da gusto cuando se rompen estos récords", dijo un reportero, "Pete Rose se merecía así entrar a la historia".

Menos de tres años después aquel idealismo caía en pedazos. Charlie Hustle fue acusado de haber hecho apuestas ilegales aun en contra de los Rojos. La MLB determinó que, si bien no podía retirarse la marca a Rose, sí sería expulsado de por vida del beisbol profesional. Poco después que se retiró, en 1995 y cuando ya podía ser elegible, se rehuyó a su nombre como si trajera la peste.

Cualquiera diría que los señores de Cooperstown castigaron así a un pelotero que no jugó limpio. Sin embargo se verán en problemas dentro de unos años cuando, por ejemplo, Mark McGuire sea elegible para el recinto o, peor aún, cuando suceda lo mismo con Barry Bonds, quizá en menos de una década ¿por qué? Es un secreto ensordecedor dentro de las Ligas Mayores de que Bonds, de los Gigantes de San Francisco, no está jugando limpio en su objetivo por alcanzar y romper la cifra de más cuadrangulares en poder de Hank Aaron.

La ética profesional es la ausente en el beisbol desde hace rato: pese a los rigurosos exámenes antidoping, los peloteros han logrado salir libres de culpa, y si se detecta algún caso, dicen algunos, la MLB prefiere un arreglo con los clubes para no afectar los millonarios contratos --y las entradas-- que se tienen con sus jugadores. Sólo pensemos, ¿cuánto dinero dejarían de percibir los Gigantes en caso que a Bonds se le amonestara, acusado de ingerir anabólicos?

Fue el ex jonronero José Canseco de los primeros en destapar la cloaca esteroidil. En su libro señala que "no puedo asegurar que todos los consumimos, pero los que sí siempre supimos cómo burlar los exámenes". Este cinismo marca lo que son actualmente las Ligas Mayores, esto es, un mar de avaricia, egoísmo y egolatría donde hacer trampa es cosa rutinaria.

Hubo un tiempo en que los peloteros eran héroes y dedicaban gran parte de su agenda a labores filantrópicas. En ocasiones lo hacían como meras relaciones públicas visitando hospitales para dar ánimos a los internados, en especial los niños. Es sobre todo a éstos a quienes el beisbol profesional ha traicionado más acremente. Desde Babe Ruth hasta Sandy Koufax, los jugadores procuraron cultivar una imagen de idealismo ante los aficionados más jóvenes. "A un niño al que su pelotero favorito le obsequiaba una bola autografiada... no existía mayor alegría a esa edad", rememoró el ex mánager Tommy Lasorda hace muchos años. Actualmente los beisbolistas suelen cobrar unos 20 dólares por firmar una bola, y aunque alegan que lo hacen para compensar el tráfico de autógrafos, es muy difícil que tal actitud fomente la admiración en un niño de 10 años.

Cuando Aaron igualó la marca de jonrones de Ruth se acercó al serpentinero que le tiró la bola que lo inmortalizaría y estrechó su mano. ¿Hará lo mismo Bonds?

¿Cómo se llegó a semejante desfachatez e insensibilidad? Hay quienes lo atribuyen a la modalidad del agente libre. A partir de entonces los salarios se dispararon, algo que sin duda influyó para que muchos peloteros perdieran piso. Al mismo tiempo, el agente libre terminó con la identificación del jugador hacia su camiseta. Cuando Ruth dejó Boston para irse a los Yanquis hubo escándalo e indignación monumentales, pero hoy, un beisbolista que dure más de tres temporadas en el mismo club es un exoticismo.

Paradójicamente, la inflación salarial en Ligas Mayores contrasta con las escasas donaciones de los peloteros hacia causas benéficas. ¿Cuándo fue la última vez que supimos que un pelotero fue a un hospital para animar a los niños con enfermedades terminales? "Hay una manera fácil de identificar a los atletas avariciosos y egoístas de los generosos con los menos afortunados", escribió Frank DeFord, de Sports Illustrated. "Los primeros se declaran en quiebra en muy pocos años; los segundos logran consolidar su patrimonio y viven sin apuros económicos". DeFord podría incluir entre unos a Maradona y a Mike Tyson y en los otros a Pelé y Wayne Gretzky.

Hay los que piensan que el beisbol de Grandes Ligas perdió su espíritu cuando los jugadores ya no sintieron la necesidad de ser nobles ante el privilegio que les dio la vida. Dicho de otro modo, la caballerosidad se difuminó para dar lugar a la patanería. "El beisbol se rebajó al nivel del pugilismo donde la agresión es parte indispensable del espectáculo", escribió el periodista Steve Wulf, también del Sports Illustrated hace algunos años, esto en relación a la actitud grosera del lanzador Roger Clemens. Cuando Aaron igualó la marca de jonrones de Ruth se acercó respetuosamente al serpentinero que le tiró la bola que lo inmortalizaría y estrechó su mano. Rose tuvo un gesto similar al superar la marca de Cobb. Pero abundan los aficionados que prevén como celebrará Bonds su récord: con brincos alrededor del diamante, con las manos en alto como su hubiera noqueado a un contrincante, como si estuviera en el ring en vez de un diamante.

Pero lo más indignante, sin embargo, es que la patanería provenga de quienes no se han distinguido por su honradez profesional. Cobb era lo que en México llamados un "hígado", pero su marca la consiguió sin esteroides. Cuando Bonds supere el récord de Aaron habrá más que un simbolismo en ello: representaría la supremacía de los tramposos en un deporte que, hasta hace poco, se distinguía por su perfección.

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