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 Y Demás/Ensayo

Asimov y el lineamiento racional

El desaparecido divulgador científico dio un pronóstico fallido en torno a un futuro sin combustibles, ejemplo de lo difícil que es dar vaticinios acertados, aun para este gigante del conocimiento  

JUNIO, 2006. Hace algunos años leí un texto del genial y extrañado Isaac Asimov donde especulaba sobre lo que ocurriría en el mundo una vez que se acabaran los combustibles fósiles. El panorama era terrible, una vuelta al siglo XVIII con escasas diferencias: un par de horas de televisión al día, racionamientos forzados y la apilación de enormes lotes de automóviles, incluso los nuevos, ante la falta de combustible para echarlos a andar. Como resultado el caballo volvía a ser imprescindible en la vida diaria mientras las lámparas de petróleo eran vendidas por individuos que las llevaban en carretillas de casa en casa.

Es difícil --no, imposible-- dejar de admirar a Asimov, una de las mentes más lúcidas del siglo XX tanto en el terreno de la ciencia ficción como la investigación tecnológica. He buscado este texto en línea sin mucha suerte pero creo que fue escrito allá por 1981, con un panorama previsto para 1997.

Por ese entonces existía una enorme consternación respecto a un mundo que dependía de una decisión tomada en Washington o Moscú que pudiera desatar una guerra nuclear, así como el temor de que el uso irracional de los recursos naturales terminaría por consumirlos en menos de 15 años.

Esa fue una de las razones más poderosas para que Asimov publicara su advertencia. Pero queda claro que esos presagios no se cumplieron y ahora el cataclismo ha sido trasladado por otros para los próximos 30 años, esto es, que los combustibles comenzarán a escasear para el 2036.

¿Significa esto que Asimov engañó a sus lectores? Claro que no. Las inquietudes del fallecido divulgador eran, y son, válidas, como son las demandas de muchos investigadores de buena fe. Asimov simplemente aplicó un lineamiento racional al asunto como parte de una consecuencia lógica. Pero si el lineamiento racional fuera infalible tendríamos una cantidad inaudita de profetas en esa área, y sin embargo vemos cómo se equivocan con frecuencia respecto a su interpretación del futuro.

Al mediar los sesenta predijeron que el hombre habitaría urbes bajo el agua, pero tenemos que esa posibilidad ni siquiera es contemplada hoy. El lineamiento racional ha sido, pues, elemento poco fiable cuando queremos bosquejar el futuro humano.

El texto de Asimov tiene su falla central en una interpretación del futuro acorde a una conclusión de su entonces presente. Como divulgador científico que fue, no es justo atacar su memoria por ello; simplemente presentó una serie de reacciones a, en este caso, su conclusión respecto al agotamiento de los combustibles fósiles.

Dentro de un desarrollo lógico de los acontecimientos, nuestros hijos crecerán, serán adultos, estudiarán una carrera y formarán una familia. Todas estas conclusiones podemos asumirlas hoy. Pero carecemos de la información que nos permita saber qué carrera estudiarán, el nombre de sus cónyuges, hijos y convicciones personales. Pero si en este momento concluimos que nuestro hijo de 2 años de edad al crecer estudiará medicina, tendrá tres hijos y contraerá matrimonio con una muchacha llamada Nancy, lo más seguro es que nos equivoquemos rotundamente.

Aun en los matrimonios arreglados, como las castas hindúes y en algunos países islámicos, se puede concluir un hecho pero las cosas no sucederán exactamente como se han planeado.

Asimov se basó en conclusiones y partió desde el momento en que el combustible ya se habría acabado y consideró que, al ritmo del tiempo en que escribió el texto, el cataclismo vendría antes que terminara el siglo XX. Al igual que hoy, la opinión generalizada entre los ambientalistas y científicos era la de un futuro sombrío con hambrunas espantosas. Todavía en 1980 la creencia --en un texto recogido por Newsweek-- era que una guerra nuclear ocurriría antes de 20 años mientras que la comunidad académica pensaba, casi en forma unánime, que la URSS sería la potencia del futuro y que terminaría por derrotar tanto a Estados Unidos como a Europa Occidental.

Sus errados vaticinios demuestran la facilidad con que se puede flaquear al ver las cosas desde un lineamiento racional que excluya otros factores alternos como la corrupción o bien la inviabilidad y un sistema económico inservible. Pero quien siguiera el lineamiento racional en 1980 habría encontrado como único resultado lo que al final jamás ocurrió.

Otro punto que Asimov pasó por alto fue la reacción humana ante un mundo sin combustibles. En la narración se describe a los habitantes como resignados a regresar a la edad de piedra sin posibilidad alguna de respuesta, pero si esa fuera una constante jamás hubiéramos descubierto que tanto el gas como el petróleo constituían una fuente de energía. Si los caballos satisfacían nuestras necesidades de transporte. ¿qué razón habría para buscar medios alternos?

Supongamos que, efectivamente, nos terminemos la reserva de combustibles fósiles de aquí al 2036. Es posible que para entonces ya estemos trabajando en otras formas alternas de energía, entre ellas la solar, a cuya fuente de poder le quedan todavía, mínimo, cinco mil años más. Por supuesto que habría periodos de escasez y racionamiento pero poco a poco comenzaríamos a utilizar fuentes alternas. Pero hay que buscar esas alternativas desde ahora; para Asimov, el desastre ocurriría porque, en aquel presente, veía un derroche de tan valioso recurso; había llegado a una conclusión racional.

Así pues, mientras llega el momento, es posible que consigamos un energético mucho más económico. Suena a asunto que, razonado linealmente, se ve descabellado, pero puede ocurrir.

De hecho, muchos de los vaticinios que resultaron ciertos tenían poco o nada que ver con el lineamiento racional y los conceptos en concordancia con el presente que se vivía en ese momento: que en 1869 un escritor publicara que un día el hombre llegaría a la Luna era considerado fantasía pura, o que sería posible volar de un continente a otro en cuestión de horas era un requisito básico para aspirar al manicomio. El autor, en este caso Julio Verne, estaba consciente que ahí había mucho de disparate. Sin embargo, otras dos predicciones suyas, como el submarino, también resultaron ciertas, algunas de forma increíble: Viaje a la Luna apareció exactamente un siglo antes que el hombre pisara nuestro satélite.

Pero el novelista también llegó a errar en sus vaticinios, específicamente con París en el Siglo XX, novela que estuvo extraviada por décadas pues a su editor no le pareció muy buena. Verne ubica la historia en 1960 donde la capital mundial es París y el rol de los libros en esa sociedad es vital, importantísimo. Su lineamiento racional, y ansioso por prolongar su propia realidad hicieron que Verne llegara a conclusiones erróneas: en vez de París ese título lo ostenta Nueva York, y si bien son un acervo que por fortuna sigue vigente, la televisión ostentaría, como método de influencia automática, un sitio más prominente que los libros.

Sin embargo tanto Asimov como Verne dilucidaron el futuro con claridad a base de especulaciones. Son conocidísimos los aciertos de Verne, e incluso en esa novela menciona "la transmisión de mensajes escritos a distancia", lo que sin duda describe al fax, mientras que Asimov en su célebre ensayo "El futuro" nos habla de una "Biblioteca Global Computarizada", lo que nos remite, en forma impecable, al Internet, aunque en este caso Asimov abordó lo que ya, en términos técnicos, se perfilaba como una realidad.

(Curiosamente, el advenimiento de la red ha sido uno de los fenómenos menos advertidos por nuestros profetas científicos, quizá porque el lineamiento racional hace al futuro más nebuloso de lo que ya es).

Pero la presencia de los fans del lineamiento racional no parece detenerse, antes bien, tiende a aumentar: hace unas semanas el senador demócrata Al Gore dio a conocer una película sobre el calentamiento global, inspirado, sin duda, por El Día Después de Mañana, esa cinta a la que incluso el ex candidato presidencial no dudó en llamar "un documento para las presentes y futuras generaciones. Sólo que aquí sí sería más cuestionable tan alarmista postura; a Asimov se le perdonaba todo, incluso que se equivocara.

 

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