CREHO, Centro de Restauración de Homosexuales del Perù

"Las cosas viejas pasaron, he aquì todo es hecho nuevo"

 

No son mentiras, es real, Tù puedes dejar de ser homosexual, si lo quieres.

Historia Real: David

 

Historia de Benjamin: De la dureza de un padre al corazón inestable

Desde que tengo uso de razón nunca fui totalmente amado ni totalmente aceptado en casa. Mis recuerdos más antiguos siempre son de tristezas de los cuales no comprendía sus causas. Tengo un recuerdo el que siempre es recurrente, yo tendría 5 años y lloraba mucho en un rincón de mi casa mientras mi hermana decía: tú eres un recogido, un abandonado de la calle y mis papás se compadecieron de ti y te trajeron a casa a criarte con nosotros, sus verdaderos hijos .

Siempre me repetía estas palabras en tono de burla y provocación. Mi madre lo tomaba como en broma y a pesar que la desmentía, la actitud de no darle importancia a esas palabras que me lastimaban y me encolerizaban. Esa sensación de no ser un verdadero hijo y de inestabilidad entraban en mi corazón. Estas mentiras quedaban en mi alma grabadas y la inseguridad de ser hijo, de ser querido, de ser legítimo, esos sentimientos de haber sido engañado iban hiriendo mis emociones.

Tal vez el golpe más duro siempre me lo dio mi padre. Es una persona mucho mayor en edad que mi madre, duro de expresar sentimientos de afecto o ternura. Él era delgado y muy alto, con una voz gruesa. No quiero decir que no nos amaba, fue un padre preocupado por la salud de sus hijos, por sus estudios, por que no falte algo en casa, pero lo que empañaba su figura de padre fue su tremenda violencia verbal y violencia psicológica.

 

 

 

Siempre tuvo las manos duras, ásperas y callosas porque cuando era joven había trabajado en una mina en la sierra peruana. En mi mente está grabado su tremendo grito con el cual nos levantaba de la cama los domingos a las 6 de la mañana para ir a la iglesia.

Como dije, cuando mi padre se enojaba era otra persona, era tosco para hablarnos e incluso insultarnos cuando hacíamos una que otra travesura. Siempre me entristecían y encolerizaban sus duras expresiones: “tontos, buenos para nada, ociosos, inútiles”, no porque me creyera esos insultos sino porque odiaba verlo como un ogro, viejo y colérico, sobre el cual no podía quejarme ni decirle papá estás equivocado, así no es . Ni imaginar contradecirlo, era para que nos golpee. Todo era silencio a su solo grito, bastaba que levantara la voz y todos bajaban la mirada incluso mi madre, siempre sumisa y pequeña para defendernos.

Ella me contó que mi padre fue un niño abandonado, que mi abuelo fue un hombre que por todo el Perú dejó hijos sin reconocer. Mi padre nunca vivió en un hogar bien organizado, ni con el amor ni comprensión que un padre da a sus hijos. Fue un luchador que se hizo a sí mismo, con largas horas de trabajo en incomodas instalaciones donde con sus manos labraba la tierra y por temporadas tragaba el polvo del interior de las minas de oro de Cajamarca. Entiendo que el vivir solo, sin familia y ser victima de los abusos de patrones insensibles hicieron de mi padre un hombre duro de sentimientos.

Mi hermano mayor se llamaba Carlos, me quería y protegía por ser su hermanito menor. Supe que reprobó el quinto año de secundaria dos veces, era un adolescente rebelde con mis padres y los fines de semana se desaparecía en interminables fiestas y borracheras. La relación de mi hermano mayor Carlos y mi padre siempre fue tensa, sólo él lo enfrentaba y se negaba a obedecerle cuando sentía que mi padre abusaba en sus agresiones. Carlos no era feliz en esta casa llena de gritos y confrontaciones con mi padre, esto iba trastornando su personalidad a tal punto que me afectaría directamente.

Continúa en la Parte 2

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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