Perdido vengo de tu vientre absorto.
Busco la luz y el agua en tu mirada
y tú estás ciega y, como yo, cansada
de esperar y esperar la flor del orto.
¿Nunca amanecerá? ¿Soy un aborto
de un aborto que viaja por la nada?
¿Pero por qué esta fiel sombra angustiada?
¡Oh esta vida tan larga en ser tan corto!
No sé, no sé si tú sabes que lloro
sobre la verde arena del desierto
donde tus huellas hablan de mi ausencia.
¿Nunca compartiremos el tesoro
bajo el rosal azul del tiempo muerto?
¡Sólo aspiro, Quimera, a tu presencia!
Ceniza yo; tú, viento. Sed en vuelo
tu viento y mi ceniza en misionera
vocación de alta nube, ¡oh mi Quimera!,
por los ámbitos sílficos del cielo.
Tú viento; yo, ceniza. ¡Y no me duelo!
Cuando tú fuiste agua yo fui hoguera,
y cuando yo fui llama, ¿quién fue cera?
Todo viene y se va con el deshielo.
¿Acaso yo soy viento y tú ceniza?
¡Oh mi Quimera en sombra de salterio!
¡Cómo acercarme a ti sin deshacerte?
Lo eternal, ¡oh Quimera!, se desliza
por la infinita orilla del misterio,
burla burlando el paso de la muerte.
¿Acaso nunca me oirás?
¿Me verás alguna vez?
Fuera del agua vi al pez
y en lo menos hallé el más.
No sé si vienes o vas.
No sé, Quimera, quién soy.
Ayer sigue siendo hoy.
¿Hoy nunca ha de ser mañana?
¡Ah proximidad lejana
donde por no estar, estoy!
Puentes por donde nadie ... ¿Ya recuerdas?
Puentes por donde un día ... ¡Oh aquel día!
¿Volveremos a vernos? ¿Quién decía
que nunca antes nos vimos? No remuerdas,
viejo tiempo sin voz, las viejas cuerdas
de mi guitarra sola, donde había,
hubo y habrá pedazos de alegría.
Donde todo se pierde no me pierdas.
Déjame concordar con tu domingo
de nubes aldeanas Yo quisiera
todo lo que ya quise. ¡Oh penitentes
puentes por donde un día... ¡Te distingo!
Y otra vez sabe el pozo a primavera
y mi sed juvenil bebe en tus fuentes.
Creo beber en tus fuentes. ¡Gran mentira!
Tus fuentes ya no existen, ni existieron.
¿Dónde, cuándo y por qué las deshicieron?
¿Qué dulzura, de súbito, aquí es ira?
Pienso en ti, rosa oscura, y mi alma mira
sin ojos el abismo que pusieron
delante de mis ojos. Ya murieron
otra vez mis jazmines. ¿Quién delira?
Si bebiera en tus fuentes, otra fuera
la noche de esta sed enfebrecida
que me lleva a la nada y en la nada
parece tener fin, principio y cera,
como negra colmena desvivida
en la noche abejar de tu mirada.
Desmadejo la madeja,
ovillo de mi ilusión.
¿Qué hilo de roja pasión
en tu ventana se queja?
Dolido viento, en la reja
de tu ventana, mi amor,
esclavo de su fervor,
¡oh cruel Quimera!, te llama
desde la sed de su llama
y el cauce de su dolor.
En tanto que envejezco, oh luz amada,
tu juventud parece detenida
en la eterna mirada de la vida.
¡Oh, este tiempo llorando en mi mirada!
No hay tiempo para mí, vuelvo a la nada
con mi sed de ceniza. Tú, encendida,
sigues indiferente a mi caída,
dueña de tu infinita llamarada.
Nunca sabrás que estuve aquí, sintiendo
por tu causa el misterio de estar vivo,
consciente de mi muerte a toda prueba.
Lo supe yo y me basta. Sigue ardiendo
fuera del tiempo tú; sea yo cautivo
del tiempo que me trajo y que me lleva.
Oigo tu voz sonámbula y rendida
a la sed de las sombras. Di, ¿quién eres?
Oigo y oigo tu voz y tú te mueres
creyendo que por mí no eres oída.
Hubo una vez ... ¿Tú sabes? Fue un suicida.
¡y este que soy, ay, fue tantos seres!
¿Y este que aún no soy? No me esperes.
Ya no me esperes más, ¡Oh ciega vida!
Ciegos somos. ¿Qué vemos? Nunca vimos.
¿Veremos? ¿No veremos? ¿Y estos ojos?
Oigo tu voz, te digo. Sé que existes.
¿Sé que existo? No sé. Sí sé. Morimos.
Caminar, caminar ... ¡Cuántos despojos!
¡Tú, misteriosamente, me desvistes!
En los relojes parados
te buscan mis horas muertas.
Por tus salones sin puertas
mis recuerdos olvidados
vagan mudos y oxidados
soñando con tus balcones.
Llora un as de corazones
porque no acepta su suerte
y yo me muero por verte
preso de mil sinrazones.
¡Oh insolación sin nombre por la arena!
¡Oh esquelético mar donde deliro!
Refugio de la piedra en la que expiro.
Sombra del mundo árbol de la pena.
Me condena la vida a esta condena.
Agonizo despacio en un suspiro.
¡Oh Quimera!, te busco mientras miro
mis oxidados siglos en cadena.
Preguntas y preguntas. Nada. Nada.
¿Acaso eres la Nada que es el Todo?
¡Oh Quimera!, ¿por qué juegas conmigo?
Desde esta insolación desesperada
te busco por la arena y por el yodo
y como ayer por ti me contradigo.
Después del aire anduve por tu luna,
pero no lo recuerdo. Tengo frío.
Tú ya no estás. Mi barca por el río
no va a ninguna isla, ¡oh gran Ninguna!
Los dioses del amor mezan tu cuna.
Tiempo donde el espacio era tan mío.
Sombra que conoció el libre albedrío.
Después del aire, sí, tú, hermosa y una.
Todo fue como un sueño. ¿Quién soñaba?
Despierto noche y día condenado
a no soñar jamás. Dame tu nombre.
Después del aire todo se esfumaba.
Mentía el espantapájaros cansado,
como mienten la roca, el sol, el hombre.
Dime qué hiciste, Quimera,
de mis recuerdos mejores?
¿Los guardas con mil amores
tú en tu memoria certera?
Si mañana me muriera,
Quimera, ¿los hallaría
en tu feliz fantasía
custodia de lo feliz?
¡Quién arrancó de raíz
tu memoria de la mía!