Carne/1(1)

Abastecimiento y Consumo Alimentarios en el Reino de Granada (1482-1510)
Teresa de Castro

  

SISTEMA DE APROVISIONAMIENTO PRIMARIO
        La Ganadería en el Reino de Granada
        El Sistema de Abasto: Obligación o Registro
                Período de Obligación // Abastecedores //
                Profesionales de la Carne Centros de Aprovisionamiento
Notas

El SISTEMA DE APROVISIONAMIENTO PRIMARIO


1. La Ganadería en el Reino de Granada(2)

El desarrollo ganadero que se produjo tras la conquista del reino de Granada puede considerarse uno de los elementos definidores de las transformaciones económicas acaecidas en los primeros años de la dominación castellana. Aunque existían zonas ganaderas en al-Andalus, entre las cuales destacaban por su importancia según las fuentes árabes la Sierra del Segura o la de Ronda, Algeciras o el Levante almeriense, lo cierto es que esta ganadería servía básicamente para satisfacer las necesidades comarcales del país y se hallaba poco desarrollada por dos motivos básicos: por la distinta forma de explotar el agro de andalusíes y castellanos, y porque la ganadería se hallaba muy controlada fiscalmente en el reino nazarí. Ello tuvo como consecuencia, por una parte el predominio del ganado cabrío y ovino sobre los demás por adaptarse mejor a las condiciones orográficas de la mayoría de los espacios incultos disponibles; y, de otra parte, se hacía más rentable arrendar los pastizales a los vecinos cristianos que explorarlos directamente, tal como ocurrió en las zonas fronterizas. Todo ello imposibilitó el desarrollo de una cabaña ganadera de importancia en tierras andalusíes.

Aunque no contamos con un estudio de conjunto sobre la ganadería del reino de Granada, puede decirse que la reestructuración del campo mediante los repartimientos, la reordenación del espacio urbano nucleado en torno al concejo, y por supuesto el proceso repoblador condicionaron el desarrollo y orientación de la ganadería granadino-castellana. La política de los Reyes Católicos fue realmente contradictoria, primero porque desconocían qué significaba la comunidad de pastos nazarí, y segundo porque los compromisos adquiridos durante la guerra crearon tras la caída de la capital granadina un panorama que condicionó negativamente el buen desarrollo de la política puesta en marcha por ellos mismos. De esta forma, la introducción masiva de ganado obligó a la Corona a limitar el número de cabezas por repoblador para que no se quebrara el equilibrio entre agricultura y ganadería, pero al mismo tiempo los monarcas, al otorgar mercedes a particulares, crearon indirectamente los conflictos entre mudéjares y repobladores, y entre éstos y los principales beneficiarios, que lucharon sin cuartel para satisfacer su necesidad de nuevos pastos.

Los concejos, como causa y parte de este proceso, ejercieron un fuerte control y protección de los espacios destinados a pastos a nivel local. Ello generó una gran conflictividad entre ellos, que queda plasmada en los inacabables pleitos de límites que pueblan la documentación tardomedieval(3).

Veamos cuales fueron los hitos de esta política. La conquista supuso la prohibición de la mancomunidad de pastos imperante en al-Andalus y la creación de dehesas destinadas al ganado de los vecinos y de los carniceros. Lógicamente existieron ritmos diversos en las distintas localidades dependiendo de cuando se produjo su incorporación a Castilla. Esta política se mostró pronto inoperante dado que la aplicación de las mercedes reales condujo a la creación de grandes propiedades territoriales en manos de la nobleza y de los municipios. De esta manera, los pequeños y medianos ganaderos no podían aprovechar los rastrojos con sus ganados al encontrarse con campos o dehesas acotados que podían usar sólo ilegalmente. Así en Loja, el 10 de septiembre de 1490, Gonzalo García fue invitado a sacar sus ganados de lo que estaba aojado para los carniceros.

La medida adoptada por la Corona para solventar el problema fue la prohibición de adehesamiento en todo el reino de Granada, expuesta en la pragmática del 21 de enero de 1491. Ésta no debió ser muy exitosa pues en Loja, en febrero de ese mismo año, vemos establecer claramente espacios diversificados para el ganado de la carnicería y el de los vecinos, y, aunque no se menciona adehesamiento, está claro que de facto éste se establece: «Que se le guarde el ruedo para los carnisçeros, questan los oliuares y haças baldias, y que en los oliuares no pueda entrar ningund ganado saluo el de la carnesçeria y en las haças que pasen y salgan los ganados desta çibdad de los vesinos de paso y comiendo, y si estovieren de repaso paçiendo en el ruedo que los obligados los puedan prendar». Actuación real que fue complementada años más tarde, en concreto el 18 de abril de 1497, con la implantación de la comunidad de pastos.

Ambos edictos provocaron el descontento y quejas de los municipios granadinos, las cuales no pudieron ser paliadas por la labor mediadora del arzobispo de Granada, fray Hernando de Talavera. Los motivos que dieron lugar al rechazo de los concejos, a tenor de lo expuesto por el de Málaga en 1489, se apoyaban en cinco motivos básicos:

* Estas actuaciones no venían consideradas en el repartimiento.
* La llegada de ganados forasteros creaba una situación un tanto surrealista porque después de todos los gastos ocasionados por los pleitos sobre cuestiones limítrofes era descabellado ahora compartir esos mismos pastizales con los litigantes anteriores.
* Este sistema favorecía a los ganados más resistentes frente a los más débiles y a los grandes ganaderos frente a los repobladores que no tendrían medios para ir a buscar pastos fuera.
* El arrendamiento de los herbajes para compensar las arcas municipales no podría llevarse a cabo y el concejo se sumergiría en una crisis económica.
* Los campos y sementeras de los vecinos se verían directamente dañados y se crearían enfrentamientos entre pastores y agricultores. Así lo atestigua vagamente el acta del cabildo de Antequera del 15 de diciembre de 1495, en la cual se daba licencia a los carniceros de la ciudad para vender ciertos carneros y vacas que les sobraban, porque según los obligados «tenian mucha contia demas de la que avian a dar; e se les pedia porquel ruedo se avia estrechado con la lauor del pan».

Éstas protestas y las presiones de los grandes propietarios no se vieron satisfechas hasta que el 15 de abril de 1501 se procedió a la abolición de esta norma, lo cual, no obstante, no impidió el mantenimiento de la misma en algunas localidades en las que existían concordias, tales como la de la taca de Marchena y Almería, o la que derivaba de la incorporación a la jurisdicción granadina de la Alpujarra, Almuñécar, Motril y Salobreña.

A grandes rasgos, el resultado de la actuación de la Corona fue el aumento de la cabaña ganadera (en especial la ovina) y de su importancia económica, frente a una agricultura que aparentemente no recibió tanta atención. Un ejemplo significativo lo tenemos en la localidad de Loja. El 18 de enero de 1503 los carniceros se quejan al cabildo de que «la dehesa de Alcaudique está muy senbrada e labrada de majuelos e los carnisçeros se quexan que no ay de ervajar... Respondiosele que la çibdad lo yrá a ver e que ará aquello lo que sea justiçia e rason». La decisión la tomaron los reyes en una carta datada el 6 de mayo de 1504, por la cual ordenaban al corregidor de la ciudad hacerla a pesar de que este término se había repartido anteriormente para viñas. Si tenemos en cuenta lo dicho en el apartado dedicado al vino sobre la reforma agraria puesta en marcha por los reyes para potenciar el cultivo del viñedo, vemos que en este caso la balanza se decanta por el ganado. Ahora bien, este hecho, no tendió, como cabría suponer, hacia un aumento de la presencia de la Mesta en tierras del reino de Granada o al crecimiento de los ganados trashumantes, al contrario, se constata una mayoría de ganado estante explotado por una nobleza y concejos propietarios, fenómeno que también ha sido documentado para el vecino reino de Jaén.

¿Puede hablarse de un favoritismo de la Corona hacia la ganadería en detrimento de la agricultura? A pesar de que tradicionalmente éste ha sido un argumento muy utilizado lo cierto es que, si observamos las consecuencias que tuvo el conjunto de la política real, la agricultura resultó claramente favorecida, aunque desde luego ello hubo zonas donde triunfaron los intereses ganaderos. Más bien podría decirse que los beneficiarios de esta política fueron los grandes propietarios ganaderos y agrícolas.

Esta situación queda reflejada lógicamente en actas y ordenanzas concejiles, aunque a nosotros nos interesan sobre todo, recordémoslo, los aspectos estrictamente alimentarios. Desde este punto de vista cabe destacar que esta política no es ajena al sistema de aprovisionamiento, al contrario. La existencia de las dehesas destinadas al ganado de carne puede considerarse uno de los pilares básicos del mismo: su creación y defensa animaban a los abastecedores a hacerse cargo del abasto de las ciudades y favorecía que éste fuera satisfecho sin problemas, pues el uso del ruedo o redonda -como también se la denomina-, era exclusivo y estaba tajantemente prohibido entrar en él a cualquier otro ganado. Además, en los años en que todavía no se había producido la caída de Granada su existencia era la mejor forma de garantizar el pasto del ganado, tal como se afirmaba en Loja en 1490: «porque el tienpo de la guerra no da lugar para que los ganados desta çibdad e de los carnisçeros puedan andar saluo en lo defendido para los carnisçeros».

A ello hubo que sumar el segundo pilar de apoyo: la política proteccionista de los municipios castellano-granadinos, que prohibían a vecinos y oficiales de la ciudad comprar o sacar fuera ganados o carne destinados al consumo del lugar, y desde luego el registrado para la ciudad, tal como veremos más adelante.


2. El Sistema de Abasto: Obligación o Registro

La mayoría de los municipios optaron por el sistema de obligados, que los liberaba de una pesada carga, al tiempo que garantizaba la provisión de carne a la comunidad (Véase Figura 2). Pero en algunos casos alternó o fue sustituido por el registro del ganado, que conllevaba un mayor control de los oficiales municipales -en concreto del escribano- pero que era iguualmente efectivo; en realidad esta última opción tendió a extenderse con el paso del tiempo pues en las ordenanzas de Antequera, Málaga, Granada y Loja ya es un hecho. El registro se utilizó en nuestros años ante todo como sistema de emergencia en períodos de dificultad en el abastecimiento, o en aquéllos en los que no se encontraban obligados, si bien según las ordenanzas de Antequera era el predominante: «por quanto en esta çibdad no hay obligados porque por espiriençia paresçe estar la çibdad mejor probeida de carnes por registro». El funcionamiento de ambos procedimientos, enmarcado por un intervencionismo municipal continuo, aparece claramente descrito en la parte introductoria de este capítulo por lo que a ella nos remitimos. No obstante sí queremos llamar la atención sobre algunos puntos concretos.

2.1. El Período de Obligación

Debe resaltarse en primer lugar la casi total coincidencia en el período que cubrían estas obligaciones en las localidades analizadas. Como cabía esperar Pascua Florida (o de Resurrección) y Carnestolendas son las fechas de inicio y de finalización que limitaban del «año cárnico», marcado por el interludio de la Cuaresma. Lo normal es que la provisión de carne se previera con un año de anticipación, aunque en muchos casos las circunstancias cambiaron el período de inicio permaneciendo prácticamente inalterable el plazo final. Tenemos ejemplos en los que otras fechas del calendario litúrgico aparecen como principio o como límite: podía ir de San Juan a San Juan o a Carnestolendas, o de Pentecostés a Pentecostés, ya que en ocasiones la búsqueda de obligado no era una cuestión fácil. Con todo, este ciclo venía a su vez dividido en subperíodos que tenían sus particularidades en cuanto al tipo de carne que se vendía, tal como examinaremos un poco más adelante.

2.2. Los Abastecedores

No está de más reparar en la identidad de los obligados, tal como hemos recogido en el Cuadro I. A pesar de la fragmentariedad de la información, queda claro que suele tratarse de un grupo de individuos que se dedican de forma repetida a estos menesteres, alternando como obligados o como fiadores, lo cual hace pensar en la existencia de "compañías", por llamarlas de algún modo, dedicadas a estos menesteres. Desde luego hasta que no se produzca una consulta exhaustiva de los fondos notariales no podremos afirmarlo con rotundidad, pero la información existente para Murcia y Burgos, apunta en el mismo sentido(11). Este grupo de personas tenían una posición económica y social elevada que les permitía afrontar menesteres tan complicados como procurarse el ganado y organizar a un grupo de servidores para que atendieran el sacrificio y venta de las carnes, pero contaban para animarlos con los beneficios que a priori se esperaba que proporcionaba esta actividad.

De gran valor es saber cuáles eran los alicientes específicos que obtenían los abastecedores, y para ello nada mejor que consultar la "publicidad" que se daban los municipios cuando pregonaban la apertura del período de posturas. El caso de Granada es el más documentado, pues se ha conservado todo el proceso seguido en el año 1496, documentación interesantísima en su mayor parte desaparecida de los fondos municipales. El memorial enviado por el concejo se expresaba de este modo:

«Primeramente, que no sea obligado de pagar ni pague alcauala ninguna ni otro derecho ninguno en la çibdad ni en el puerto.
Lo segundo, que la çibdad le dará çient mill marauedis con que dé seguridad de pagarlos por los terçios del tienpo que toviere las dichas carneçerias.
Que se le dará casa de matadero e carneçerias las que sean menester de balde.
Que le darán dehesas convenientes para sus ganados.
Que le darán lugar que saque la colanbre a donde quisiere, saluo si la çibdad la oviere menester por el tanto.
Que serán honrrados e bien tratados él e sus ofiçiales»

Encontramos aquí resumidos los elementos definidores del abasto de carne de ésta y otras ciudades granadinas: garantizar el alimento para el ganado del obligado, ofrecerles facilidades económicas y materiales para llevar a cabo su oficio, y darles un trato personal preferente, hecho que testimonia el interés que los concejos granadinos mostraron por garantizar el abasto cárnico y por atraerse a los posibles abastecedores. De hecho, no encontramos condiciones tan favorables en ninguno de los otros productos organizados con idéntico sistema. A lo que habría que sumar las muchas condiciones particulares que se les aceptaban, tales como dar un préstamo para pagar la casa en la que vive el obligado, como ocurrió en Granada en la postura hecha en septiembre de 1497, o la exigencia de exclusividad hecha por el postor Pedro de Palma en Loja en 1506 mientras él pesaba.

Un examen de las circunstancias concretas evidencia que no siempre fue así, e incluso que tendió a no ser así, ya que los riesgos a los que tenían que hacer frente eran muchos, tanto de gestión como de orden natural. De este modo, en 1496 el juez de residencia de Jaén enviaba una misiva al cabildo de Granada, como respuesta al pregón de la apertura de las obligaciones, informándole de que «en este presente año no ay obligados, que reçelan entrar en la obligaçion a cabsa de la mortandad que ha venido en el ganado, y avn desta cabsa piden mayor preçio quel touieron el año pasado». En Vera, ese mismo año, vemos reflejadas las dificultades del cabildo veratense para encontrar obligado, de manera que tuvo que conformarse con concertarse con un particular. En Málaga, en 1502 se tuvo que rebajar el pago del adelanto que había hecho a Fernando de Palma el año anterior pues a pesar de que éste cumplió con su trabajo las cosas no salieron bien y perdió gran parte del caudal invertido. Para finalizar, tenemos otro ejemplo en el que se muestra los estragos que produjo el aumento de población castellana en la capital del reino, recogido en una Carta de Comisión de los Reyes Católicos dirigida en 1493 al corregidor de Granada; a través de ella sabemos que Gonzalo de Llerena se obliga al abasto de la vaca y el carnero y convence a Bartolomé Jiménez, Alonso Sánchez y Alonso Suárez a participar en el negocio como fiadores haciéndoles entender que obtendrían suculentos beneficios y que él tenía un patrimonio con el que responder. Sin embargo, Llerena no tenía dinero alguno para adquirir el ganado de manera que cuando llegó el momento tuvieron que hacerse cargo. Aparte de la truhanería del obligado hubo otro elemento decisivo, y fue «que al tienpo quel se auia obligado no auia en la dicha çibdad mas de seysçientos vesinos e, avnque vieron que por ser tan baxos los presçios auian de perder pensando de conplir con poco ganado, y que despues ha creçido esa dicha çibdad en mas de quatro mill vesinos e desta cabsa han perdido tanto e en tanto grado que ha perdido todas sus fasiendas». Otro ejemplo bien significativo viene recogido en la sesión capitular celebrada en Antequera el 28 de noviembre de 1494, donde vemos a Pedro González el Bello, obligado del año anterior, afirmar que se encuentra en mucha necesidad a consecuencia del mal resultado de su gestión al frente de la carnicería, por lo que solicita que se le concedan 4 aranzadas de tierra para poner un majuelo y traabjarlo con sus cuatro hijos; el concejo creyó conveniente concederle la merced. Son muchas las causas de tipo climático, veterinario o de coyuntura económica las que podían proporcionar quebraderos de cabeza a los hipotéticos inversores.

2.3. Los Profesionales de la Carne

La división del trabajo en el sistema de aprovisionamiento de la carne, parafraseando a Juan A. Bonachia, era reflejo de la estratificación social existente en el conjunto de la sociedad(15).

En la cúspide de la pirámide se sitúa obviamente el concejo. Sus representantes legales eran toda una serie de funcionarios que van a supervisar e inspeccionar el trabajo de los profesionales del ramo, vigilantes perennes del cumplimiento de la ley y, en muchas ocasiones, encubridores de sus propios fraudes. Son los diputados, fieles, almotacenes, alcaides del matadero o del corral e incluso alamines que tantas veces menciona nuestra documentación.

El cabildo delegaba habitualmente sus funciones en el obligado. Éste, sus fiadores, los señores del ganado y los mercaderes de importancia son los verdaderos artífices de la provisión de carne ya que de ellos dependía que el municipio contase con el ganado necesario, si bien el gestor del abasto es el obligado. De él dependían toda una serie de oficiales que serían contratados por él para cuidar el ganado en las dehesas del concejo (pastores de diverso tipo), para encargarse del sacrificio del mismo (matarifes desolladores, cortadores) y para despachar la carne en los mostradores (carniceros, cortadores).

Pero el municipio controló asimismo, aunque de forma menos detallada e incisiva, los otros núcleos comerciales de la ciudad, aquellos en los que también se vendía carne pero no de tan buena calidad o no tan apreciada. Allí se encontrarían tanto vecinos particulares que acudían a vender sus productos como pequeños comerciantes y revendedores: menuderos, triperos, gallineros, así como cortadores, matarifes de las carnes allí expedidas. La consulta de fondos notariales paliará en el futuro la escasez de datos que proporcionan nuestras fuentes.

2.4. Centros de Aprovisionamiento

Los pregones nos proporcionan, además, una información preciosa sobre los lugares en que se abastecía cada ciudad): Granada fue la localidad que más extendió su radio de provisión al incluir gran parte de los territorios del reino y de Andalucía: en el área malagueña se visitaban Antequera, Málaga, Ronda y Vélez Málaga; en la sevillano-gaditana, Osuna, Écija, Marchena, Morón, Utrera, Jerez, Medina-Sidonia y Arcos de la Frontera. Tampoco faltaban los pregones en las ricas comarcas ganaderas de Jaén, Úbeda, Baeza y Andújar, o en las localidades que cubrían el camino entre la dos ex-capitales de al-Andalus: atravesando Loja se pasaba por Alcaudete, Baena, Castro del Río hasta llegar a Córdoba. Este hecho podría interpretarse como un recurso excepcional en unos años en que la capital del antiguo reino estaba en pleno proceso de reorganización, sin embargo son las mismas localidades que aparecen en documentación de años posteriores: en un documento de 1499 se afirma que en la ciudad casi todo se llevaba de acarreto, mientras que en una ordenanza del año 1541 confirma que la ciudad siempre tiene dificultades de aprovisionamiento por lo que cabe suponer una continuidad en los lugares a los que dirigirse.

Loja y Baza, que consiguieron crear una importante cabaña ganadera, recurrían cuando ésta no les bastaba, la primera a Cabra, Baena, Lucena, Antequera, y la segunda a la zona giennense (Baeza, Úbeda, Jaén, Cazorla, Quesada); en el caso de Baza parece que el déficit cárnico no era extraño en los años en que se recopilaron las ordenanzas, aunque no sabemos si también antes. En Antequera, a su vez, se daba la voz de auxilio en Écija, Aguilar, Estepa, Montilla, Lucena, Rambla, siguiendo, por tanto, las vías de Lucena y Gibraltar. Finalmente, las únicas noticias disponibles sobre Vera informan, una vez más, de la dependencia que mantenía esta zona para su abastecimiento alimentario respecto a Lorca y Baza.

La opción por estas zonas concretas responde a un hecho bien simple, eran precisamente éstas las grandes áreas ganaderas existentes en el territorio de la actual Andalucía: los obispados de Málaga, Córdoba y Jaén(17). Sorprende a todas luces la escasez de información existente para el Levante almeriense y para la ciudad de Málaga, hecho que pensamos que responde precisamente a la no dependencia para el abasto cárnico de la importación de ganado. En torno a la ciudad portuaria se extendían las ricas zonas ganaderas del obispado, mientras que la comarca almeriense, desde siglos atrás, al igual que las zonas fronterizas jiennenses y murcianas, se había convertido en una región ganadera, de forma que los campos de Huércal y Vera eran los invernaderos de los ganados de Huéscar, Vélez y Baza; el mantenimiento del paisaje productivo nazarí, la inseguridad costera que hacía menos peligroso apostar por bienes semovientes, y la escasez de tierras productivas, así como su inclusión en las vías ganaderas del Sureste la convertían en zona de pastizal de las cabañas de la Hoya de Baza y de Lorca(18).


NOTAS

1. Un resumen de los datos proporcionados por el medievalismo hasta el año 1993 se encuentra en DE CASTRO 1996a: 266-283, a lo que hay que sumar las referencias contenidas en: AGUADÉ-CABAÑAS, 1984; BENNASSAR, 1985: 160-161; BERNAT, 1996: 286-290; BERTRÁN, 1989; BERTRÁN, 1995: 403-404; BLAY, 1987; BOLÒS, 1995: 465-477; BONACHIA, 1992; COMELLAS, 1995: 100-101; COLOMER-PALOU, 1995: 142; ESPINAR, 1985: 132-136; GARCÍA HERRERO, 1995: 558-560, 562-563; GÜNZBERG, 1996: 700-701; HINOJOSA, 1995: 515-517; LÓPEZ BELTRÁN, 1987; LÓPEZ PIZCUETA, 1995: 619-520; LLOBET, 1996; MALPICA, 1981: 280-282; MARÍN GARCÍA, 1987-1988; MARTÍNEZ MARTÍNEZ, 1996: 359-364; MIQUEL-DOMINGO, 1995: 294-295; MOLÉNAT, 1985: 216; NIGRO, 1997; PUÑAL, 1992: 67-167; RICH, 1995: 437-439; RIERA, 1996: 56; RODRÍGUEZ MOLINA, 1993: 53-63; RUIZ POVEDANO, 1991: 387-394; SERRANO, 1997a: 69; 1997b: 572-573; 1998a: 446-448 y 1998b: 318-321; TORREBLANCA-MORALES, 1995: 336-338.

2. Seguimos fundamentalmente a RAMOS ISABETA, 1988, completando la información con los datos proporcionados por ARGENTE, 1991, II: 686-687; GARCÍA SÁNCHEZ, 1983-1986: 237-238; JIMÉNEZ ALCÁZAR, 1997: 37-38; MALPICA, 1981: 277-287; PÉREZ BOYERO, 1997: 204-222; TRILLO, 1994: 273-274.

3. Un buen ejemplo lo constituyen los llevados a cabo por los municipios de Ronda y Jerez por hacerse con las tierras de Cortes de la Frontera, que, además, estaban pobladas por mudéjares: ESPEJO LARA, 1987.

11. MARÍN GARCÍA, 1987-1988: 79; BONACHIA, 1992: 129.

15. BONACHIA, 1992: 129.

17. Las zonas ganaderas más importantes del reino de Granada fueron el Obispado de Málaga (Málaga, Antequera, Ronda, Vélez Málaga y Marbella) y el Levante almeriense (Vera, Mojácar), si bien en diversa forma y medida. La zona ganadera malagueña estaba conformada por tres grandes zonas de pastos vertebradas por grandes cursos de agua: la primera estaba formada por la Serranía de Ronda, con los términos de Setenil y Estepona -que estaban bajo jurisdicción de Marbella- cuya red fluvial tenía como ejes al Guadiaro y el Genal; la segunda área estaba articulada por el río Guadalhorce y sus afluentes, y comprendía las dehesas de Antequera y Málaga; la última la formaban las sierras de San Jorge, Camarolos y Alhama, donde se ubicaban las importantes dehesas de Aynacor y Zafarraya y los baldíos de los Alazores, zona ésta de litigio entre Alhama y Loja: RAMOS ISABETA, 1988: 79-112. Fuera del reino de Granada eran los de Córdoba y Jaén los otros surtidores de ganado para carne. En Córdoba la mayor producción ganadera se daba en Sierra Morena y en la comarca de Los Pedroches, donde destacaban Belalcázar e Hinojosa, Villapedroche y Fuenteovejuna; pero también en la Campiña cordobesa, con Bujalance y Castro del Río a la cabeza; y por último el sector subbético donde encontramos las localidades de Baena, Priego, Lucena, Aguilar. Por su parte, en el reino de Jaén sobresalía la ciudad de Baeza y sus alrededores, seguida en cuanto a producción por Úbeda, Jaén, Andújar, Iznatoraf, Santisteban y Arjona, destacando además en el sector subbético Alcaudete y Linares al pie de Sierra Morena: ARGENTE, 1991, I: 159-160.

18. JIMÉNEZ ALCÁZAR, 1997: 37-40.


 

 
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