RODRIGO CARO

Días geniales
o lúdicros

LIBER LECTORI

Extat ab antiquo puerilis tempore lusus;
        magnum de paruis suscipe, lector, opus.

EL LIBRO AL LECTOR

Desde tiempo antiguo existe el juego de los chiquillos;
ten, lector, una gran obra sobre asuntos pequeñitos.

        Además de poeta, Rodrigo Caro (1573-1647) fue un eminente erudito, como lo prueba esta obra Días geniales o lúdicros, en la que trata del origen de los juegos populares con inmensa copia de erudición.

         La obra está escrita en una elegante prosa, digna de los mejores autores de nuestros Siglos de Oro, y estaba definitivamente acabada en 1626. Se conservó en numerosas copias realizadas desde el siglo XVII, de las que la más antigua es el manuscrito 58-1-33 (olim 84-1-16) de la Biblioteca Capitular y Colombina de Sevilla, copiado en 1694 a partir del ejemplar que se guardaba en el Colegio de San Alberto de Sevilla, y cuya portada aparece en el enlace anterior.

          Sacó la obra del olvido la Sociedad de Bibliófilos Andaluces, que la publicó en Sevilla en 1884, aunque la calidad de la edición es pésima. Jean Pierre Etienvre publicó en Espasa Calpe una rigurosa edición de estos Días geniales o lúdicros (Madrid 1978) en dos volúmenes. Se trata de un libro ya clásico dentro de la bibliografía sobre la Historia de los Juegos.

         Por sus jugosas páginas desfilan los juegos y fiestas tanto de los niños como de los adultos. Son muy curiosas las noticias sobre los juegos del trompo o de la china.

         También trata de la danza y el baile, de fiestas y costumbres folclóricas como la fiesta de La Maya, cuyo nombre relaciona con el de Maya, la madre de Mercurio. También trata de los días de Saturno, que tenían lugar “los seis o siete días últimos del mes de diciembre (...), En estos licenciosos días, amos y criados no trataban cosa de veras; todo era comer, beber, emborracharse, dar voces como locos, jugar, hacer reyes, convidar a los esclavos, cantar y bailar desnudos, y hacer con el cuerpo mil desvergüenzas, arrojarse en el agua fría, tiznarse el rostro.” A lo que responde otro interlocutor: “Todo esto vemos hoy, especialmente en las aldeas donde el día de los Santos Inocentes, que concurre en el mismo tiempo en que antiguamente, como vuestra merced dice, se celebraban los saturnales, la gente rústica hace semejantes disparates. Poníanse carátulas y echaban coplas de repente. Virg. 2 georg., etc.” (Días geniales o lúdicros, t. II, pp. 84-85). Sobre estas fiestas escribió “de repente” un divertido poema en latín macarrónico invitando a un colega a disfrutar de esos días de juerga, incluido al final de su Poesía.

         Las supersticiones y creencias populares están descritas con singular regusto, y demuestra su conocimiento de los Dioses antiguos de Hispania. A Vulcano lo condena como advocación e imagen de Satanás (Días geniales, t. II: 207-208), por lo que no sorprende que en su divertido poema Cupido Pendulus le corresponda a Vulcano el papel de malo. Este poema está basado en su deseo de poseer una estatuilla o muñeca, hallada en 1615 arando, que describe en el tomo II: pp. 218-20. Y el poema pertenece al género de la naenia o nana, del que trata por extenso de este género en sus Días geniales (II, 240-245), donde, además de como “canto fúnebre y lúgubre”, lo define como “niñería” o “cantarcillos de los muchachos”, acepciones todas ellas que cuadran al poema, en el que el niño Cupido canta con “fúnebre” lamento su “lúgubre” suceso (vv. 33 y 91) en tierras andaluzas.

         Uno de los interlocutores de la obra cuenta que, “en este conflicto, prometí a la Virgen de las Veredas una tabla de aquéllas por sagrado anatema si me sacaba libre de afrenta de esta jornada”, [t. I: 28], lo que cumple el autor al final de la oda latina de estilo horaciano que dedicó a la Virgen de las Veredas, uno de los poemas de Caro que tratan sobre su Utrera natal.

         Las numerosas traducciones y paráfrasis poéticas en verso, que acompañan a los textos latinos que aduce, tienen ante todo la finalidad de permitir al lector conocer el contenido de un poema latino en un molde poético más digno que la mera traducción en prosa. Algunas no carecen de elegancia, como el soneto con el que glosa el epigrama V,31 de Marcial, seleccionada para acompañar su Poesía castellana y latina original.

         Se ocupa de los orígenes clásicos de las fiestas de toros, de las que se muestra decididamente partidario contradiciendo la postura oficial de la Iglesia sobre las fiestas de toros.

         Como amante y conocedor de la Antigüedad, busca Caro la correspondencia entre los juegos de su tiempo y los juegos de antiguos griegos y latinos.

         Demuestra conocer bien los romances y otras canciones tradicionales. Él mismo es autor de dos romances, de los que destaca el de La Membrilla, en el que relata una divertida aventura que acaba con sus amigos jugando a cañas, cantando, comiendo y bebiendo, y divirtiéndose con sus amigos. El tratamiento poético de su "Canción de amor a Cristo", en el que se dirige a su madre, aunque de contenido religioso, procede igualmente de la lírica popular tradicional infantil y amorosa.

         Para no faltar a su condición de erudito, estudia los orígenes de toda costumbre cuyas raíces él suele, en la mayor parte de los casos, hundir en el pasado romano o griego. Así, afirma que las diversiones taurinas de Tesalia pasaron a Iberia, por lo que "a los toreadores llamaban tesalos".

         Revive la Antigüedad al componer un supuesto epitafio de época romana que él mismo traduce, al vencedor de tantos certámenes Gayo Apuleyo Ninfidio Diocles, como motivo literario para el comienzo del primer diálogo de sus Días geniales (Diocles), posterior a 1622, y que constituye una más de sus inscripciones originales.

          Además de una amplia bibliografía de autores griegos y latinos, Caro se basa en su conocimiento de los juegos de su época y hasta en sus propios recuerdos infantiles: «Yo me acuerdo que siendo de esta edad, edifiqué en un grande arenal de un camino, después de haber llovido, una ciudad con sus murallas y plazas, compartimientos de barrios, calles y casas, y quedé más ufano que Rómulo con su edificio».

Joaquín Pascual Barea


ENLACES:

Poesía de Rodrigo Caro

El libro de Rodrigo Caro sobre los Dioses antiguos de Hispania

Canción a las ruinas de Itálica

Tesis doctoral sobre poesía latina de Rodrigo Caro

Poesía latina del Renacimiento

Bibliografía sobre Rodrigo Caro por Robert Lauer

Métrica latina del Renacimiento

Volver a Rodrigo Caro: Poesía y tratados

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