Aparte de las anteriores, a lo largo del reportaje han
quedado suficientemente ratificadas todas y cada una de nuestras observaciones
iniciales, las cuales constituían una brújula cualitativa que junto con la
cuantitativa y muestral, nos ilustraban sobre la supervivencia, adaptación y
expansión continua de la corrupción administrativa a los nuevos tiempos de
revolución y transformación.
Así, a pesar de que luego del proceso constituyente de 1999
se han designado dos grupos de funcionarios al frente del Poder Ciudadano, bajo
esquemas de selección fuertemente cuestionados por algunos sectores de la
sociedad –más el primero que el segundo-, al ser poco democráticos y
participativos y bajo un clima de dudosa "transitoriedad constitucional"; la
Fiscalía y Contraloría General de la República lucen débiles al frente de la
lucha contra la corrupción. Estos dos organismos, a todas luces, han perdido
celeridad en sus procesos. Es increíble que dos periodistas le hayan ganado la
batalla del tiempo a la Contraloría, y con menos recursos a su disposición, como
para que los venezolanos conociéramos a ciencia cierta, cuando menos, una
versión bastante creíble del megafracaso electoral. La falta de recursos y de
personal se está convirtiendo en una excusa adicional que favorece la impunidad
y da lugar a solidaridades indirectas que socavan la credibilidad en las nuevas
instituciones. Los medios y los periodistas están llenado un vacío investigativo
que le corresponde al los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Ciudadano.
Adicionalmente, al Tribunal Supremo de Justicia se le ha
colocado en una delicada situación donde crecen las sospechas de su cuadratura
con el oficialismo a los ojos de la oposición y de franca independencia cuando
los juicios emitidos provienen del entorno gubernamental. Pero lo que sí es
evidente y demostrable es que el sistema judicial surgido al calor del proceso
constituyente no arroja saldos positivos ni mejores a lo que era la justicia
bajo la IV República. Este hecho está reconocido por conspicuos próceres
del proceso actual.
El Código Orgánico Procesal Penal, el tan nombrado COPP, como
ya vimos, se convirtió en un factor, nos guste o nó, que le da soporte a la
impunidad. En buena parte de los casos de corrupción atribuida a la IV República
o en los denunciados desde la V contra la IV República, revisados en los
capítulos 7 y 8, la inmensa mayoría de los imputados obtuvieron ventajas en
algunos casos injustificables de los beneficios procesales.
En cuanto al desempeño de otra instancia fundamental en la
lucha contra la corrupción como lo es la Comisión de Contraloría de la Asamblea
Nacional, la constante falta de consenso en su seno denota que los intereses
personales y políticos de sus miembros en oportunidades opacan a los del país y
las necesidades de esclarecer verdades. Casos dejados por el Proceso
Constituyente y el Congresillo, tanto de la IV como de la V República o los
nuevos como el Plan Bolívar 2000, el FUS, las Megaelecciones, entre otros,
tampoco han encontrado calificación política ni condenatoria ni absolutoria en
el parlamento.
En tres años de gestión chavista no ha habido castigo
ejemplar contra ninguna figura trascendente de la corrupción administrativa, ni
de la IV ni de la V República. Aunque el gobierno constantemente reitera su
vocación anticorrupción, emprende iniciativas en diversas escalas, donde incluso
la Disip ha venido actuando en un nuevo rol de investigación policial sin
resultados concretos y envuelta en una sombra de dudas en cuanto a la ética de
sus funcionarios y ex funcionarios. En este sentido algunas de las incidencias
del supercaso Montesinos dejan un tufo combinado de extorsión, encubrimiento,
corrupción, mentiras repetidas hasta la saciedad, complicidad. No incluimos a
plenitud este caso porque su complejidad amerita una investigación particular y
otros periodistas estarán, seguro, mucho mejor documentados para desarrollarlo
con profundidad y precisión.
El gobierno nacional en un Aló Presidente bastante
emotivo anunció en octubre pasado el estudio y posterior promulgación de una Ley
Anticorrupción y la creación de una Comisión Presidencial de Combate a la
Corrupción Administrativa. La exposición de motivos y el articulado fue
entregado al entonces vicepresidente Isaías Rodríguez, ahora Fiscal General, a
fines del año 1999 por el experto Alejandro Arzola. Es verdad que la Asamblea
Nacional está trabajando al respecto, pero la sustitución o actualización de la
Ley de Salvaguarda forma parte de la mora legislativa del actual Parlamento, tan
cuestionada por estos días. La llamada transitoriedad ha sido factor estimulante
de la corrupción y la impunidad al no haberse actualizado todas las leyes viejas
o necesarias que se desprenden de la Constitución Bolivariana.
La entrada en Vigencia del Código Orgánico Procesal Penal,
por añadidura, derogó automáticamente más de la mitad de la Ley de Salvaguarda y
facilitó el caldo de cultivo para las irregularidades.
Proyectos de Ley Anticorrupción
conocidos en la Asamblea Nacional
Salvo el COPP, es arriesgado concluir que muchas de los
aspectos mencionados en las líneas precedentes hoy sean diferentes a como los
observábamos en la IV República. La lucha contra la corrupción todavía tiene un
largo recorrido por delante y mientras más gente esté conciente de su presencia
masiva y empobrecedora, las posibilidades de éxito en su disminución y
erradicación progresiva serán mayores. Nadie tiene el monopolio de la verdad en
este sentido.
— ¿Si usted tuviera el poder, los medios y los recursos
podría mencionarme al menos tres acciones contundentes de combate a la
corrupción administrativa en Venezuela? –formulamos la interrogante al diputado
Alejandro Arzola, integrante de la comisión de Contraloría de la Asamblea
Nacional.
—Sí. Uno, establecer el principio de autoridad –respondió-.
Si hay un Presidente que gobierne con seriedad, sin duda que este principio va a
bajar a la cadena de mando y ese principio se va a respetar. Nadie va a cometer
un hecho de corrupción cuando se sabe que va a ser sancionado. Dos, debe
redactarse una nueva normativa que establezca las sanciones, tanto para los
responsables como para los negligentes, incluyendo a jueces y fiscales. Tres,
información y formación. Todo el mundo debe conocer en profundidad el tema y las
sanciones.
— ¿Se refiere usted a formación ciudadana?
— Sí, claro. Mientras tengamos buenos hijos tendremos buenos
ciudadanos. De qué sirve tener buenos principios de autoridad o buenas leyes, si
no tenemos buenos ciudadanos.
— ¿De qué manera puede participar el ciudadano común en la
lucha contra la corrupción?
— Denunciando a través de mecanismos serios. Si hay denuncias
bien canalizadas y sustentadas, la sociedad puede participar sin miedo y sin
temor. La corrupción es un problema de todos y en esa pelea debemos participar
todos.
Para la ex constituyente, periodista y escritora Angela Zago,
el aspecto fundamental radica en el buen funcionamiento de la institucionalidad:
"después viene todo lo demás".
— Este país va a funcionar si la sociedad civil se organiza y
se concreta el poder de movilización. Considero que la base de la
transformación, de lo que va a pasar en el país, va a depender de la
organización de la sociedad. Lo único que hay que agradecerle a Hugo Chávez, que
es una cosa buena que está pasando gracias a él, es que la sociedad se está
organizando y esto es lo fundamental para mí, después viene todo lo demás. Esto
es el futuro del país. El problema que se cuestionaba en el orden político,
social y ético eran las instituciones. Aquí nadie cree en las instituciones y
esa es la gran revolución, que las instituciones sean fundamentales y que puedas
creer en un verdadero estado de derecho. El día que esto se así, la corrupción
dejará de ser un problema fundamental.
El punto tiene plena coincidencia con los expresado por el ex
fiscal Ramón Escovar Salom. También reconoce como lo primordial el rescate y
pleno sentido de la institucionalidad y su respecto:
— El estado de derecho lo tienen los sectores políticos en la
medida que les se favorable a ellos. Esto, lamentablemente, ha sido siempre así.
Mientras eso no cambie no habrá una lucha más exitosa contra la corrupción
administrativa en Venezuela.
El también ex constituyente y actual diputado por el MAS,
Carlos Tablante, estima que uno de los aspectos que hay que regular en el país
es el del financiamiento de las actividades de los políticos y de las
organizaciones a las que pertenecen.
— Allí está una fuente importante que origina perversiones en
la relación que establecen quienes representan a los ciudadanos con su
representado y con el poder que ostentan de esa representación. El otro aspecto
es darle impulso a una verdadera revolución educativa en el país que tiene que
comenzar en la familia, con el apoyo de los medios, debe seguir en todos los
niveles educativos y la formación ciudadana permanentemente cargada de valores
éticos. Esto requiere de un gran compromiso y de un plan nacional donde esté
todo la sociedad representada. Esta es la diferencia entre un liderazgo
mesiánico y una verdadera movilización social.
Para el parlamentario, el venezolano puede contribuir si en
el seno de cada familia "no se permita el uso de la mentira sino que la relación
familiar sea sobre la base de la verdad. Esto es básico al hablar de valores".
— Pero tú no puedes ser diferente cuando sales del ámbito de
tu familia, de lo privado, y entras en el ámbito de lo público, cuando caminas,
cuando ves a los vecinos, o entras en contacto con los espacios y servicios
públicos. Tenemos que quebrar la corrupción que nos atrapa como sociedad, cuando
somos impuntuales en el trabajo, no respetamos las leyes y las señales de
tránsito, tomamos lo que no nos pertenece, aceptamos como natural al corrupto.
Tenemos que alcanzar una capacidad como individuo para luchar eficientemente
contra la corrupción. El rechazo social también es clave. Es como si tú y yo
caminamos por Miami y nos encontramos con Blanca Ibáñez y la saludáramos como si
aquí no ha pasado nada...
— ¿Cómo percibe usted los niveles de tolerancia de la
sociedad venezolana frente a los hechos de corrupción? –le preguntamos al
contralor Clodosbaldo Russián.
— Yo creo que la sociedad venezolana está muy preocupada por
los hechos de corrupción. Es más, creo que en Venezuela se impone socialmente
hablando el ‘cero tolerancia’. La bandera de la lucha contra la corrupción
siempre ha despertado y despierta simpatía en la sociedad. Aún cuando una
institución tan importante como la denuncia la hemos venido relajando, en el
sentido de que se ha venido utilizando con y sin fundamento, soy de los que creo
que la población está sensibilizada en contra y ese es un sentimiento que no
tiene por qué prestarse para especulaciones. Por lo contrario la denuncia tiene
que ser bien fundamentada, porque si no se hace daño irreparable a
instituciones, familias y personas.
El ex candidato presidencial Eduardo Fernández es del
criterio de que la utilización de la televisión es una pieza clave para
emprender una cruzada nacional y masiva que eleve los valores y principios
morales de la sociedad venezolana.
— Yo soy un maniático del tema de la educación. Además de la
familia que está en crisis y de la utilización eficiente de los medios de
comunicación, la educación es el instrumento más importante contra la
corrupción. Luego, hay que profundizar la reforma del Poder Judicial, Lo que han
hecho es un ‘quítate tú pa’ ponerme yo’, se han quitado jueces de la IV para
poner jueces amigos del señor Manuel Quijada y del partido de gobierno, pero
falta ejemplaridad para castigar los delitos contra la cosa pública. Esta cara
de la reforma judicial todavía no la hemos presenciado. Y lo tercero es reducir
el Estado, simplificar los procedimientos y rehacer un Estado más transparente.
— ¿Y qué puede hacer el ciudadano mientras todo aquello se
logra? –repreguntamos.
— Dando ejemplo. Yo creo que lo primero que tiene que hacer
un ciudadano es sentir tranquilidad de conciencia para acusar a otro de
corrupción. Te portas bien, respetas las leyes, cumples con tus deberes
familiares, no te copias en los exámenes si eres estudiante, cumples con tus
obligaciones laborales, respetas el código de ética profesional; sólo así tienes
autoridad moral para acusar a los demás de corrupción. En otras palabras, lo
primero que tenemos que hacer es ser mejores. Y no esperar a que los otros lo
sean.
Al ex contralor Eduardo Roche Lander le parece muy
importante, en primer lugar, el respeto a la Constitución y las leyes por todos
los ciudadanos y todas las instituciones y sus representantes.
— En segundo lugar, crear en la población y en los
funcionarios públicos la conciencia del deber público y la necesidad de exigir
el cumplimiento de las cosas. El tercer aspecto importante es que haya sanción.
Cuando una persona comete un hecho irregular, un delito, un robo y no es
sancionado y queda impune, todos los demás querrán hacer lo mismo. ¿Por qué
seguir teniendo razones para no robar?, como alguna vez dijo Gonzalo Barrios. La
impunidad nos está liquidando como sociedad
— Actualmente se requiere actualizar todo un mundo de leyes,
incluidas las que castigan la corrupción. ¿Cómo ve usted esta evolución
jurídica?
— Hay dos tipos de sanciones que deben aplicarse cuando hay
casos de corrupción y de irregularidades. Las irregularidades se sancionan con
multas, destituciones y otras acciones administrativas. Cuando hay pérdida del
patrimonio público, cuando hay intención de dolo, eso ya es penal. Actualmente
la Contraloría debe pasarle los expedientes a la Fiscalía para que el juicio
penal continúe. Hay una contradicción en este momento en lo que se refiere al
patrimonio público, porque la Ley orgánica de Contraloría establece que es la
Contraloría la que inicia los procesos de enriquecimiento ilícito. Sin embargo,
el Código Orgánico Procesal Penal establece que es la Fiscalía la instancia que
tiene que iniciar. Cualquiera que lo haga está bien. El punto es que todo
ciudadano sabe que hay personas, antes y ahora, que han cometido enriquecimiento
ilícito pero no han sido sancionadas.
El diputado Gerardo Blyde, sugiere que la fórmula efectiva
para combatir la corrupción está basada en tres aspectos: un reforma real del
Poder Judicial, el modelaje de los funcionarios públicos, comenzando por el
Presidente, y mejorar y ampliar la educación.
— En Venezuela se perdió la educación ciudadana. No soy viejo
y recuerdo con mucho cariño mis clases de educación moral y cívica. A alguien se
le ocurrió eliminar esto y hoy por hoy en Venezuela las escuelas no producen
ciudadanos. Si no formamos ciudadanos de nuevo, el país no se va a enderezar
jamás.
Sólo la organización en todas las instancias y comunidades,
dice Blyde, asegura no sólo la participación social ordenada, sino el control
sobre los gobernantes y la capacidad de denuncia y reclamo.
— En Venezuela hay mucha gente decente que quiere vivir en un
país decente.
— ¿Primero Justicia tiene en su agenda incidir sobre el tema
de la corrupción administrativa?
— El tema es importante y entendemos su gravedad pero en este
momento las prioridades son inseguridad y desempleo. Tal vez el tercer tema en
importancia sea la corrupción. Vamos a trabajar intensamente en la reforma del
Código Penal. Vamos a hacer todo cuanto esté a nuestro alcance para que tanto la
Ley de Salvaguarda como cualquier otra ley que indique ilícitos y que esté
recogida o desordenada en el ordenamiento jurídico venezolana sea concentrada en
un Código penal moderno y vamos a luchar porque el año que viene al Poder
Judicial le sea asignado un porcentaje no inferior a 4%.
Consistente con su línea de pensamiento, el profesor e
investigador Herbert Koeneke vislumbra como salidas el fortalecimiento e
independencia de las instituciones involucradas y de los mecanismos de rendición
de cuentas.
— Tienes que contar con instancias de control y de
fiscalización realmente autónomas, que no dependan sus dirigentes para su
permanencia en el cargo de un Presidente de la República. Deben tomar las
decisiones sobre la base de la justicia y la equidad. Hay que hacer más
transparente la función fiscalizadora de la Asamblea Nacional. Tienes ahora
fracciones anónimas cuando lo que requiere es la representación parlamentaria
personalizada para exigirles cuentas también.
Agrega que un país como Venezuela, con los niveles de
corrupción que exhibe, requiere urgentemente de grandes campañas educativas
dirigidas a la formación ciudadana. En el sector público hay que emprender
acciones "de gerencia pública y ética en el desempeño".
— Hay un problema cultural muy fuerte que resolver, tanto
individual como grupal. Hay que tratar de cambiar ciertas orientaciones
culturales según las cuales hay una visión fatalista del venezolano que, lejos
de ser un emprendedor, trata de resolver los problemas basado en un sistema
deshonesto de relaciones familiares y de amistad. Hay que cambiar esta visión
para que el venezolano sea menos tradicional y sea más auto iniciador de
proyectos tanto para su vida como para su trabajo.
— ¿De tener el poder, los recursos y medios, puede
mencionarme al menos tres acciones contundentes para reducir la corrupción en
Venezuela? –formulamos la misma pregunta a Luis Cristhiansen, ejecutivo de
Consultores 21.
— En primer lugar, controles e instancias fiscalizadoras
legítimamente constituidas. Luego, hay que introducir muchos sistemas en la
administración pública para regular a todos quienes manejan dineros públicos.
Como el gobierno está utilizando a la Fuerza Armada como medio de redistribución
de riqueza, siendo que siempre fue una institución con varios velos de secreto,
hay que minimizar los riesgos de corrupción desde el ámbito militar. Se está
multiplicando el volumen de dinero que administran y para nadie es un secreto en
este país que las Fuerzas Armadas están acostumbradas a no ser controladas.
El tercer aspecto que menciona Cristhiansen es la
institucionalización de la sanción.
— Para mí es un contrasentido que una V República que nació
como reacción a la corrupción de la IV República no exhiba visiblemente como
norma la existencia de sanciones. No solamente sanciones contra los corruptos
del pasado sino contra los corruptos de la propia V República. El tema de la
sanción es fundamental, incluso pensando en los temas de opinión pública:
fíjate, cuando Hugo Chávez se alza en el año 1992, él está castigando
públicamente a un símbolo de la corrupción en Venezuela que era Carlos Andrés
Pérez. Luego, después de ser Presidente, acaba con todas las instituciones
formalmente establecidas y castiga públicamente los símbolos también de la
corrupción de los últimos 40 años.
— ¿Qué vio la gente allí?
— Bueno, aquí apareció alguien con capacidad para castigar,
sin embargo ese que fue capaz de castigar lo que había hasta el momento,
actualmente se está mostrando como muy incapaz para castigar la corrupción que
aparece. Esto es muy importante a los efectos de la opinión pública, porque
hasta ahora el mensaje es que aquí se acabó la corrupción y no hay más.
— Pero no hay ningún preso para los casos que se han
denunciado en la V República.
— No, pero hay demasiados ojos. El que no haya un solo preso
o el que en este momento él no tenga que castigar a nadie es también parte de un
mensaje, es decir, si yo no tengo que castigar a nadie a lo mejor es porque no
hay corrupción. Pero miremos esto al revés. Tomemos el caso hipotético de Grüber
Odremán. Bueno, la misma severidad con la que yo castigué a los de antes se la
aplicaré a estos. Pero, ¿cuál es la diferencia? Una muy importante: Chávez se
erigió como juez de la IV República, el hizo el juicio y estableció la pena.
Ahora entra a decir: señores yo no soy juez, yo tengo que esperar a que se
pronuncien las instituciones. ¿Cuál serla la diferencia para Chávez? Yo no creía
en las instituciones de antes y en las de ahora sí.
— A su criterio, ¿cuál es la consecuencia práctica de esto?
–repreguntamos a Cristhiansen.
— Bueno, si alguien no es condenado por corrupción la
responsabilidad termina siendo la práctica de una responsabilidad compartida
entre la institución que debía sancionar y yo (Chávez), eventualmente. Pero en
la medida que Chávez goce de carisma como goza en este momento, tiene un amplio
margen de maniobra en ese sentido.
La presidente de la Comisión de Contraloría, Vestalia de
Araujo, propone que hay que incursionar en el área de una mejor dotación para el
Ministerio Público, tanto en recursos financieros como en las experticias
contables que realiza la PTJ.
— Me he dado cuenta de que muchos de los casos que se han
perdido ocurren porque el fiscal que acciona la parte penal conoce que existe un
delito de salvaguarda, pero lo tipifica inadecuadamente y entonces el juez
piensa que no hubo delito. El problema es que el delito no se llamó por su
nombre, ocurre la absolución que a los efectos es como una complicidad
indirecta. Entonces yo creo que este asunto debe ser incorporado a los cambios
en materia de salvaguarda para presionar la negligencia para los fiscales,
policías y jueces.
Una de las salidas que propone Gustavo Coronel, presidente de
Pro Calidad de Vida y representante de Transparencia Internacional en Venezuela,
es la instauración de un Consejo Nacional de Integridad.
— ¿Por favor nos explica en que consiste?
— Estaría conformado por un grupo de entre 7 y 9 personas
provenientes de los sectores más representativos de la sociedad civil y del
gobierno, orientado a establecer las políticas y estrategias nacionales
anticorrupción.
— Pero tenemos un Poder Moral que establece la Constitución
de 1999...
— La nueva Constitución establece la figura del Poder Moral ,
la cual se encargaría de coordinar y comandar los esfuerzos destinados a luchar
contra la corrupción en el país. Una primera debilidad de esta figura en su
composición, en la cual no existe ninguna representación de la sociedad civil,
como si la lucha contra la corrupción fuese solamente un asunto del gobierno. En
cambio, un Consejo Nacional de Integridad hubiese sido una figura más legítima y
tendría una verdadera fuerza moral que lo que existe que es un grupo francamente
incestuoso de tres funcionarios incondicionales al gobierno de turno, incapaces
de contrariar al jefe. La insistencia en nuevas leyes o en constituciones como
salidas a la pavorosa corrupción venezolana es un espejismo. Lo que necesitamos
son actitudes decididas, acciones concretas, iniciativas ciudadanas y que cada
quien sea un líder en la lucha contra la corrupción. Cualquier esfuerzo sin el
concurso de toda la sociedad, carece de sentido.