Uno de los efectos inmediatos tras la aplicación del COPP fue
la virtual derogatoria de la Ley Orgánica de Salvaguarda sancionada en 1982. ¿La
razón? Los nuevos procedimientos penales y una nueva modalidad para realizar los
juicios, básicamente.
— ¿Y cómo queda el Tribunal Superior de Salvaguarda, ya que
la Ley pierde vigencia en más de la mitad de su articulado? -preguntamos a
Cecilia Sosa Gómez, ex presidenta de la CSJ.
— Se murió, ya eso no existe.
— ¿Y las numerosas causas que estudiaba este Tribunal?
— Se fueron a la Fiscalía, para que decida. Las que estaban
en curso pasaron a las manos de los jueces a los que les correspondían y a las
que no se les había abierto causa, se fueron a la Fiscalía. El Fiscal debe
entender que él es un acusador... Ahora es el funcionario que lleva la bandera.
Es el funcionario más importante de la Constitución, en términos de lo que es la
impunidad, la lucha contra la impunidad y contra la corrupción administrativa).
— En los últimos tiempos entraron en vigencia una serie de
leyes, distintas al COPP, que formaban parte de un esfuerzo por actualizar y
adecentar el Poder Judicial. ¿Cuál es su balance al respecto?
— Yo creí que cuando Rafael Caldera dijo que iba a trabajar
por la limpieza del Poder Judicial era verdad. Ello independientemente de los
convenios que se lograron, uno para la Corte Suprema de Justicia para
modernizarla y el gran proyecto que por 70 millones de dólares se venía
ejecutando con el Banco Mundial desde tiempo atrás. Cuando se produce la
iniciativa del Presidente, yo de verdad que me lo tomé en serio.
— ¿Qué estaba planteado con el Poder Judicial?
— Tuvimos varias reuniones con el presidente Caldera. Esto
originó que nosotros como Corte en pleno produjéramos un documento donde por vez
primera la propia Corte Suprema de Justicia decía que el poder era lento, estaba
politizado y era corrupto. Propusimos una serie de salidas en lo organizativo,
lo administrativo y en lo disciplinario.
La gran sorpresa, según Sosa Gómez, surgió "cuando discutimos
nuestro documento con Caldera y éste, en paralelo, presentó al Congreso una ley
de reforma del Consejo de la Judicatura, creando un consejo o alta comisión de
justicia, cosa que había sido su obsesión en el proyecto de reforma
constitucional y que no tuvo ninguna repercusión". Argumenta que en ese momento
se perdió una gran oportunidad de conciliación para profundizar la reforma.
— Lo cierto es que fuimos dejados de lado y decidimos crear
una comisión de tres magistrados para redactar un proyecto donde nosotros, como
Corte, interveníamos al Consejo de la Judicatura en cuanto a nuestros
representantes. En consecuencia, la idea era intervenir con tres magistrados en
comisión de servicio al Consejo, con la finalidad de ponerle una lupa y ver de
verdad qué era lo que estaba pasando.
— ¿Recuerda el nombre de los tres magistrados interventores?
— Josefina Calcaño, Alirio Abreu Burelli y Chalbaud Zerpa.
Eran los tres magistrados pensados y más o menos conversados, porque ellos
después se echaron para atrás.
Hubo consultas y se buscó respaldo del presidente Rafael
Caldera y de Cristóbal Fernández Daló en la presidencia del Senado, de todas
maneras. "Actuó el poder político y cuando todo esto pasa, se envalentonó el
Consejo de la Judicatura sacan un remitido y la Judicatura consideró como una
usurpación de funciones que nosotros como Corte le estuviéramos en paralelo
solicitando a los 2.170 jueces del país su hoja de vida".
— ¿Y qué pasó luego?
— La única manera que encontramos de seguir presionando a los
miembros del Consejo de la Judicatura era seguir solicitando la hoja de vida de
los jueces sin desmayar y hasta donde el Consejo no nos pudo torpedear. Porque
hasta eso hacían. Pero lo logramos durante dos años consecutivos. Los informes
los publicamos en la memorias de la Corte para que quedaran para la historia.