Mapa
de la Sierra Norte (Sevilla)
SIERRA NORTE
La Sierra Norte, actualmente un Parque Natural,
es una comarca que ha dado mucho que hablar a los historiadores.
Desde su contribución a la conquista de América,
a la que ofrecieron a las guerrillas contra las tropas de Napoleón;
de la vida en recónditas cuevas, a la salida al mundo de
sus pobladores del siglo XX en busca de mejor fortuna. Cartujos,
viajeros románticos ingleses y plantadores de eucaliptos;
buscadores de oro y plata, biólogos rastreando nuevas especies...
En realidad, quizás las cosas no hayan cambiado tanto.
La Corte de Felipe V se trasladó a estas tierras buscando
alivio a la melancolía del rey.
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Elementos de la
temida y despreciada Contrapartida: Mercenarios y Guardias Civiles
disfrazados de Guerrilleros con "Carta Blanca" para cometer
todo tipo de delitos y crímenes
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«Si
dice usted la verdad no se la dejarán publicar. Y si lo publica
lo meterán en la cárcel. No, señor, no, ...mucho
tienen que cambiar las cosas -en Alanís estuve a mediados
de agosto de 1975- para que nosotros podamos hablar libremente y
podamos contar todo lo que hay que contar. Pero usted anote bien
lo que le voy a decir y guárdeselo para el día en
que pueda publicarse. Esto debe quedar escrito, para que no se olvide.
...Y ya se publicará algún día."
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INTERESANTE
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Análisis geográfico del
periplo "La Marcha de los 100 Días" realizado
por 6 guerrilleros andaluces desde Motri, (Granada) hasta la frontera
de Francia, del profesor Fernando Hernández Sánchez,
del
Dto. CCSS, Geografía e Historia
I.E.S. "Sefarad", de Fuenlabrada,
Madrid
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(PULSAR)
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RELATO DE EDUARDO PONS PRADES
(Entrevistas orales realizadas en la zona
de Sevilla en 1975)
En la capital bética ocurrieron sucesos como
los que se narran a continuación que ocurrieron durante las primeras
jornadas de la sublevación militar y de la represión que
iba emparejada a ella como su propia sombra y dan idea de cómo
llegaron los acontecimientos y las personas a unos niveles que sería
mejor no tener que relatarlos, pero si queremos ser fieles con la Historia.
"Felipillo"...
y el Inspector Rebollo
No citaremos más que el ejemplo de un muchacho
de 19 años que se escondió, después de los combates
de los primeros días en el barrio de Triana, antes de echarse
al monte. Se trataba de Felipe del Casar Galán Felipillo,
que fue secretario de la Federación Local de las Juventudes Libertarias
de Sevilla. Al ir a detenerlo a él y no encontrarlo se llevaron
a su padre. Lo torturaron de tal manera que, al llegar esto a oídos
de "Felipillo", el hijo bajó de la Sierra y fue a entregarse
a mediados de agosto de 1936.
Entonces el Inspector Rebollo -el mismo que
había interrogado al padre- la emprendió a golpes con él.
Así, cuando Felipillo fue conducido al lugar del fusilamiento
lo tuvieron que llevar sentado en una silla, pues tenia tas piernas rotas
de los golpes recibidos. Lo mataron junto con otros cuatro jóvenes
libertarios: los hermanos Cerilleros. A la familia
se le negó el derecho a recuperar su cadáver. ( Este testimonio
ha sido recabado de su hermana Julia.)
En la plaza de Alanís -la que cruza la carretera de Llerena
a Constantina- hay cuatro o cinco bares. En uno de ellos organicé
la tertulia acostumbrada, que allí fue, como se dice, de padre
y muy señor mío. Ese día -aquella tarde- creí
que íbamos a parar todos al cuartelillo de la Guardia Civil.'
Los Perros de los Cortijeros
y las Contrapartidas
Quedó claro que, por estos contornos, a quienes no podían
ver ni en pintura era a los de las Contrapartidas y a los que colaboraban
con ellas. Me contaron lo de los perros de los cortijeros, que nunca
ladraban a los guerrilleros -éstos iban siempre provistos de azucarillos
para los canes- y si, en cambio a la Guardia Civil y a los de las Contrapartidas.
Resultado: los falsos guerrilleros no dejaron un perro de cortijero vivo.
Les pegaban un tiro o los colgaban de los árboles. Los de las Contrapartidas
-según la opinión unánime de la tertulia cafeteril-
camparon a sus anchas e hicieron cuanto les vino en gana. desde exterminar
a los perros de los cortijos hasta secuestrar a personas bien aposentadas,
incluso de derechas.
En una finca golpearon al cortijero y a sus hijos -era
el suegro de uno que estaba a mi lado, en el café- y le dijeron
que al día siguiente querían ver a todos sus perros colgados
de las encinas. El cortijero. preso de pánico, sacó a la
familia de allí y entregó las llaves de la finca a la dueña,
explicándole lo ocurrido. La señora fue a ver al sargento
de la Guardia Civil, pero éste no quiso saber nada de aquel
asunto, ya que escapaba a su jurisdicción, pues las Contrapartidas
dependían de la Superioridad». Sólo ante la amenaza
de la dueña de la finca "de hacer intervenir a gente amiga
de Madrid, influyente en los medios oficiales", el sargento cedió,
prometiéndole que nunca más irían por la finca a
molestar a nadie. Pero las cosas siguieron igual, porque las Contrapartidas
seguían merodeando por allí como en terreno conquistado.
El teniente "buena persona"
Hasta que llegó un teniente -"que era una
excelente persona", subrayó otro cliente del bar- y empezó
por devolver las escopetas a los cortijeros, entre ellos al yerno del
cortijero vapuleado.
Aquí -me dijeron- los republicanos no mataron a ningún rico.
Los tenían encerrados en la iglesia y los defendieron varias veces
cuando vinieron los de Azuaga a llevárselos. Y también
plantaron cara a los de Constantina, que venían con la intención
de fusilarlos. Más tarde -me señalan-, cuando llegaron "los
otros", y pese a que los izquierdistas más destacados
se habían replegado con las fuerzas republicanas, fusilaron a unas
40 personas. Es muy significativa la animosidad que todavía se
siente hoy hacia los vencedores de la guerra civil, y en particular hacia
las Fuerzas represivas locales.
Al día siguiente, a las ocho de la mañana, en el mismo café
-citado por el dueño del establecimiento, que me propuso esta entrevista
de motu proprio- pude escuchar a un zapatero llamado Joaquín
Benítez "el Botijo", un personaje muy pintoresco,
conocedor de infinidad de leyendas, poeta rural, como él se titula,
y que me contó de pé a pá lo que pasó por
allí en tiempos de la Guerrilla. Según él, las gentes
ayudaron tanto a los guerrilleros debido a la tremenda represión
sufrida durante la guerra civil. "Las injusticias y el refinamiento
de que hicieron gala las "fuerzas vivas" -me dijo- son inenarrables.
Y que entonces, en los años 40, parecía normal que la gente
pensase que se acercaba la hora de saldar cuentas con sus verdugos. Por
otra parte, aquí también llegaron las noticias sobre la
Revolución Agraria llevada a cabo en la zona republicana. De ello
hablaban los guerrilleros, en las largas veladas que pasaban en cortijos
escogidos, a los que acudían campesinos de fincas vecinas. Y es
natural que, en punto a promesas, los luchadores de la Sierra no se quedaran
cortos cuando trataban de los proyectos que tenían para cuando
la Guerrilla venciese.
Me señalaron que por Alanís pasaron varios jefes
de destacamento de la Guardia Civil, pero que tan sólo cuando llegó
aquel teniente -el que era "una excelente persona" se pudo atar
corto a las contrapartidas. "Además me dijo un contertulio,
piense usted que la mayoría de los que mandaban partidas de guerrilleros
eran de por aquí, conocidos de unos y de otros, y entonces mal
se comprende que hubieran permitido a sus hombres el cometer algún
desaguisado, que sólo les podía acarrear desprestigio.
Así que, aparte de los secuestros o ejecuciones de gente destacada
del bando enemigo -o de informadores, confidentes o delatores-, todo lo
demás, incluidas las violaciones, debe ponerse en tela de juicio,
aunque haya sido atribuido a los guerrilleros, por plumas oficiales. De
este pueblo se marcharon siete u ocho muchachos, que murieron luchando
en la sierra.
"A veces -y esto me lo contó también Adolfo Ramos
el tío de mi cicerone granadino, el periodista Antonio Ramos,
en Alhama de Granada... el que fue secuestrado por la guerrilla-,
cuando se presentaba la Guardia Civil o la contrapartida, los ladridos
de los perros cortijeros daban la alarma a los guerrilleros, que a lo
mejor estaban comiendo en una de las casas de la cortijada o reponiendo
fuerzas en un pajar. Hubo ocasiones en que, mientras los guerrilleros
se encontraban en la parte alta de la casa, sus enemigos comían
por la parte baja. Y era de ver la inteligencia de los perros -me subrayó
el yerno del cortijero apaleado-: se colocaban siempre en el terreno intermedio.
Es decir, entre el lugar en que se encontraban los que estaban comiendo
y la escalera de acceso al escondite de los guerrilleros, como si quisiesen
proteger a estos últimos. Esto se observó muchas veces en
distintos cortijos, y fue algo que se comentó mucho en Alanís.
Por lo que se ve las cosas de la guerrilla eran el tema del día
en aquellos pueblos.
La Posadera
La mujer, de unos 65 años, en cuya casa dormí, en una callejuela
cercana al bar de la tertulia, por la noche no se prestó a conversar,
pero por la mañana, cuando regresé a recoger mis cosas,
después de pasar tres horas escuchando a «Botijo»,
se decidió al fin a pegar la hebra conmigo. Me confirmó
muchas de las cosas oídas aquella mañana y la noche anterior.
Al decirle yo con qué intención recogía datos y testimonios,
insinuó: «Si dice usted la verdad no se la dejarán
publicar. Y si lo publica lo meterán en la cárcel. No, señor,
no, mucho tienen que cambiar las cosas -en Alanís estuve
a mediados de agosto de 1975- para que nosotros podamos hablar libremente
y podamos contar todo lo que hay que contar. Pero usted anote bien
lo que le voy a decir y guárdeselo para el día en que pueda
publicarse. Esto debe quedar escrito, para que no se olvide. Y ya se publicará
algún día."
Y empezó a contarme cosas, arrancando, como
ya era costumbre en mis interlocutores -los locuaces, se entiende-, desde
el 19 de julio de 1936- hasta nuestros días. Me dijo, en
síntesis, que los años de la guerrilla fueron para las clases
humildes "tiempos de esperanza" y que estas esperanzas
estaban bien fundadas, me recalcó, lo demostraba el enorme miedo
que llegaron a tener los ricos propietarios. El miedo les hizo proferir
amenazas a personas no adictas al régimen franquista, pero que
todo el mundo consideraba como moderadas. "Mire usted si tenían
que ser moderadas para haberse librado de lo del 36", insistió
la mujer. Esto llegó a oídos de la guerrilla y alguno de
los "amenazantes" fue capturado y ejecutado.
"Su propio miedo fue su perdición,
agregó mi posadera de una noche. «Piense usted -me siguió
explicando- que no eran sólo tiempo de un hambre espantosa, sino
también de poco trabajo, y que aquí no comían más
que aquellos que podían comprar comida de estraperlo... y en los
que "los mercaderes del templo" solían ser gente allegada
a los de la Fiscalía de Tasas, que vendían gran parte de
lo que decomisaban a la gente que se aventuraba a transportar mercancías
sin la correspondiente guía -Guías o autorizaciones- que
se otorgaban con cuentagotas o que se vendían, asimismo, de estraperlo.
Era un negocio muy bien montado, créame, y las victimas eran siempre
los pobres. Entonces no le extrañe que hubiera hombres y mujeres
-y hasta niños- que se echasen al monte, dispuestos a jugarse la
vida con la esperanza de ser tratados un día como personas y no
como animales. Lo milagroso, créalo, una vez en el monte y con
una arma en la mano, es que no bajasen por los pueblos y les machacasen
las tripas a más de uno...
Cargadas de paquetes, tinajas, bidones o pellejos de aceite, en particular
lo cuento, porque lo viví en la primavera y en el verano de 1946.
en el capítulo dedicado a Cáceres- Era rara la noche que
no se oía relatar la caída de algún improvisado arriero
nocturno, a manos de gente forastera al día siguiente, si conseguían
saber de qué pueblo era el culpable (y era corriente que lo supieran
porque tenían informadores en todas partes).
Partida de "El
Barquillero".
Era natural de Utrera y se echó al monte,
por el lado de la Sierra de Pozo Amargo, en el verano de 1936.
Formó partida con media docena de huidos, entre ellos "el
Virilla", que también era de Utrera y que más tarde
crearía su propia partida por la zona de Cazalla de la Sierra.
Parece ser que "el Barquillero" se especializó durante
la guerra civil en las emboscadas a soldados africanos o del Tercio. "Tenía
tanta fama que no le quedaba tiempo para hacer secuestros. Porque otra
cosa no necesitaba: la ropa y la comida se la daba el pueblo". Luego,
al decir de la gente, se fue hacia Badajoz "que era donde
estaban las partidas mejor organizadas de por aquí."
La Matanza del Pedroso
Después de haber escuchado varios relatos contradictorios sobre
"la Matanza de El Pedroso", tanto en Alanís
como en Cazalla de la Sierra, nos personamos en este antiguo pueblo
minero y he aquí lo que nos contaron sobre el terreno: cuando las
tropas rebeldes entraron en El Pedroso sólo hubo dos ejecuciones:
la de "el Gamba" (el abogado de los pobres) y la de "Cebollino".
Mandaba dichas fuerzas el comandante Carranza, un teniente de navío.
Parece ser que, cuando avistaron la columna rebelde, en el pueblo se disponían
a resistir el ataque, pero a la hora de la verdad los defensores sólo
tuvieron una baja. Pero antes del enfrentamiento, y aprovechando que tenían
a toda la gente acomodada en la cárcel del pueblo -menos al doctor
Lara, en previsión de la asistencia a los heridos durante la
«batalla»-, montaron a familiares de los presos en un camión
y les encargaron que dijeran al jefe de las tropas rebeldes que si atacaban
El Pedroso ellos le pegarían fuego a la cárcel con los detenidos
dentro. Conducía el vehículo el "Cebolleta",
y su propietario era Juan Antonio Vázquez "el Cebollero".
El comandante Carranza respondió que si ejecutaban su amenaza,
en cuanto él ocupara el pueblo no dejaría un "rojo"
vivo. Antes de evacuar la plaza pegaron fuego a la cárcel. Afortunadamente
para los presos, el que fue primer alcalde republicano -Rafael Finotria,
un albañil, hoy respetado nonagenario-, temiendo por ellos, había
ido a sacarlos y los puso a salvo la noche anterior, sin que nadie se
enterase de ello.
Al poco tiempo, gentes de la mina, con bombas de mano, fabricadas con
botes de tomate llenos de dinamita, salían al paso de los convoyes
ferroviarios militares y ocasionaban a las fuerzas rebeldes bajas y daños
de todo orden. Una de las veces atacaron un tren lleno de dinamita, que
llevaba dos máquinas de arrastre, una delante y otra detrás.
El ataque se efectuó entre el apeadero de Los Labrados y
la estación de El Pedroso, en un lugar de fuerte declive.
Bombardearon las dos máquinas para que el convoy, sin conductores,
retrocediese en dirección al apeadero y chocase con otro que le
seguía, a minutos de distancia, y que iba repleto de tropas italianas.
Pero uno de los fogoneros el de la máquina de cola,
llamado Antonio Ruiz, aunque herido y con las dos manos quemadas,
logró frenar el convoy y conducirlo hasta la estación de
El Pedroso, evitando así una tremenda mortandad. Fue entonces
cuando el mando militar hizo detener a todos los mineros de El Pedroso
algo más de un centenar de hombres que sabían
manejar la dinamita y los ejecutó sumariamente.
Partida de "El
Tripas" (José Martín).
Era natural de Pueblonuevo el Terrible (Córdoba).
Esta partida es otra de las que se creó en la sierra en el verano
de 1936. Actuó en toda suerte de tareas por la zona norte de
Sevilla (Burguillos, Guillena, Aználcollar) y luego por
la parte sur (Dos Hermanas, Coria del Río, Utrera y Alcalá
de Guadaira). A mediados de la guerra civil, según indicios,
se pasó a la zona republicana. Al terminarse la contienda, fue
hecho prisionero y condenado a muerte, consiguiendo escapar de una cárcel
cordobesa. Y se echó al monte por segunda vez, por el lado de Cazalla
de la Sierra. Primero estuvo en la partida de "El Chato de Malcocinado"
(que tenía una zona de actuación muy dilatada, puesto que
abarcaba anchas fajas de territorio de tres provincias: Badajoz, Sevilla
y Córdoba). A principios de 1944 formó su propia partida
y merodeó por la zona noreste de la provincia de Sevilla (Cazalla
de la Sierra, Alanís, El Pedroso, Guadalcanal y Constantina).
Más tarde, la partida realiza incursiones por la parte de Fuenteovejuna.
Hasta que, a mediados de octubre de 1944, "El Tripas" y varios
de sus hombres son cercados en el barranco de La Tornera, del término
de El Pedroso, muriendo todos ellos en la emboscada, después
de haberse negado a rendirse.
Partidas del "Tranviario"
y de El Niño de las Marismas.
Los dos guerrilleros eran naturales de Sevilla
y de extracción libertaria. Fueron partidas pequeñas (4
o 5 hombres) que se dedicaron ante todo, como la del "Barquillero",
a organizar emboscadas y golpes de mano contra las tropas moras y los
legionarios, así como sabotajes de todo tipo. Parece ser que luego
emigraron también a tierras extremeñas. Al preguntar, en
particular en Utrera y Dos Hermanas, la razón de que la
emigración de las partidas sevillanas fuese tan generalizada, me
respondieron: "Mire usted, es que por aquí la represión
fue tan brutal que no sólo dejó descoyuntadas a las organizaciones
de izquierda, sino que sembró un pánico y un terror que
hay que haberlo vivido para creerlo. De forma que no habiendo muchos lugares
donde poder refugiarse, ni tampoco montañas como la Serranía
de Ronda o la Sierra de Aracena, le pongo por caso, pues era
natural que la gente se marchase a los sitios donde se sentía más
segura. Aquí sólo podían actuar grupos muy pequeños
y de ésos hubo tantos que no se sabrá nunca... Pero al final
todos se iban parriba. hacia Badajoz."
*Colaboración de nuestro amigo
Alberto Bru
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