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(Reproducción
del Comunicado, editado en 1938 por el Gobierno de la República)
Fuerte
de Carchuna
Editado por la Subsecretaría de Propaganda
Delegación
de Madrid
Madrid 1938
Redactor literario: José Estrada Parra
Í N D I C E
A LA OPINIÓN PÚBLICA.................................................................................................3
Soldados de la República que con su herísmo pusieron en
libertad a los prisioneros.......4
Prólogo.............................................................................................................................5
INTRODUCCIÓN...............................................................................................................6
En el Fuerte de Carchuna.................................................................................................7
Cuatro héroes..................................................................................................................10
La evasión.......................................................................................................................12
Se informa al Mando........................................................................................................15
Gente leal .......................................................................................................................17
Se prepara la maniobra....................................................................................................19
Intento frustrado..............................................................................................................21
Nuevos perfiles................................................................................................................23
En marcha.......................................................................................................................25
En la línea leal................................................................................................................
27
El asalto..........................................................................................................................29
Justicia de guerra............................................................................................................31
Hacia Calahonda.............................................................................................................33
Mientras esto ocurría.......................................................................................................35
A las líneas leales............................................................................................................37
Palabras finales...............................................................................................................38
A LA OPINIÓN PÚBLICA:
La Delegación de Propaganda y Prensa de Madrid se complace en recoger
la iniciativa del XXIII Cuerpo de Ejército, que ha plasmado, con
galana pluma, en este libro un hecho maravilloso de la epopeya que España
está escribiendo con la sangre de sus hijos.
FUERTE DE CARCHUNA es el compendio del Espíritu que los hombres
auténticamente españoles representan en estas horas trágicas
para nuestra Patria.
Es preciso, pues, que la España leal, el mundo entero, conozcan
la narración que en estas páginas se deja escrita. Por ello,
la Delegación de Propaganda y prensa de Madrid hace suya esta obra,
que pretende divulgar con el merecimiento debido.
Madrid, 9 de julio de 1938
Soldados de la República
Española que con su heroísmo pusieron en libertad a los
prisioneros asturianos
TENIENTES:
D. José Fernández Rodríguez
D. Nicolás Pérez Lupión
D. Luis Caballero Bravo
D. Bill Aalto
D. Joaquín Fernández Canga
D. Esteban Alonso Garcia
D. Cándido López Muriel
D. Secundino Alvarez Torres
DELEGADO POLÍTICO:
Juan Romero Cáceres
SARGENTOS:
D. Carlos Matych
D. Pavel Antos
D. Irving Goff
D. Valo Valtualinen
CABOS:
Eusebio Iranzo Herrera
Francisco Ferrus Galarza
Miguel Santolla Gallego
Juan Rubio Yelamos
Juan Olmedo Rodríguez
Francisco Gallardo Ramírez
Eulalio San José Vidal
Antonio Carmona Mejías
José Puerta Lorenzo
Antonio Barranco Domínguez
Antonio Ruiz Martínez
SOLDADOS:
Enrique Rodríguez Moreno
José Camalgo Martín
Francisco Maldonado Colvera
José Pizarra Fernández
Juan Rodríguez Moreno
José Casado Navas
Juan Yánez Pretel
Salvador Garvin Garvin
PAISANOS:
José Lupiáñez Alvarez
Andrés Melero Ramos
Manuel Soler Soler
Prólogo
En estas páginas, ciudadano lector, hallarás fielmente reflejada
la pequeña batalla de Carchuna, dada al fascismo por nuestro Ejército
Popular para liberar a 308 soldados republicanos presos en el fuerte rebelde
del mismo nombre.
Jamás creyó la Dirección del XXIII Cuerpo de Ejército
que la España leal pudiera dispensar a nuestros Jefes, Comisarios,
Oficiales y soldados muestras tan amplias de aprobación, ya que
el esfuerzo realizado no rebasó las proporciones obligadas y mínimas
que las circunstancias imponen a los soldados que luchan por la independencia
de España.
Los hechos, tal y como ocurrieron, fueron entregados al Comisario de la
23 División, camarada José Estrada Parra, para que los envolviera
en el bello lenguaje que le caracteriza entre los buenos escritores del
antifascismo español.
Para mayor veracidad de la crónica, nuestro Comisario artista se
ha creído obligado a citar algunos nombres de participantes directos
que para el confiado lector él supone de garantía o digno
de merecerla.
En el curso del relato verás audacia, organización y disciplina,
que por ser virtudes de nuestro pueblo no pueden estar ausentes del Ejército
glorioso de nuestra independencia. Y verás también cómo
el sentimiento nacional, el sentido de Patria y nacencia común
que debe unir a todos los españoles frente al invasor no sólo
impulsó a los embarcados en pos de la salvación de otros
españoles, sino que les movió a tender la mano fraterna
salvo las excepciones obligadas y justicieras con los renegados
por siemprey llamar a una acción común contra los
enemigos de España a aquellos compatriotas que, por el carácter
primero de nuestra guerra, viéronse obligados a servir a los enemigos
de España.
Rescatar a la Patria de sus invasores es la misión sagrada que
la Historia, siempre sabia, ha confiado a la república. Acatarla,
honrarla y servirla es, pues, hoy deber común de todos los españoles
que sientan la honrada satisfacción y el legítimo orgullo
de haber nacido en España.
¡Viva la República! ¡Viva nuestra independencia!
INTRODUCCIÓN
El Servicio de Información de nuestro Ejército nos trajo
la noticia en la expresión silenciosa del secreto, pero montada
en alegres alas de sorpresa:A Motril han llegado varios cientos
de prisioneros asturianos.
Asturias y sus asturianos sabemos por quéllena a los
españoles de emoción al conjuro del más insignificante
recuerdo. Tan preñada está su historia de hechos salientes,
de gestos varoniles, de épocas heroicas, de luchas generosas, de
enseñanzas sublimes. Asturias ha sido siempre como una lección,
en libro abierto, para los que anhelaban justicia mejor; los asturianos
han sido siempre, asimismo, ejemplo magnífico para los enamorados
de la Libertad.
Decir, pues, que en Motril había asturianos era tanto como una
seguridad de acción maravillosa, como la certeza más firme
de que un pedazo de nuestro Ejército Popular estaba situado en
la misma retaguardia facciosa.
Esta idea, surgida por el mensaje de nuestros informadores, fue aferrándose
a la mente de nuestros Mandos militares. Existía un hecho: asturianos
prisioneros del fascismo en Motril. Con rapidez vertiginosa, propia de
Mandos capaces, sobre el conocimiento del hecho nacía la decisión:¡Hay
que rescatarlos! Manos a la obra.
Un Jefe: como siempre, estaba presente. Un Oficial: como siempre, estaba
a la orden. Un Comisario: como siempre, estaba decidido. Unos soldados:
como siempre también, obedientes y disciplinados, se encontraban.
Por encima de todos, presidiéndolos, un deber: España. Un
trozo de Asturias se colocaba al alcance de una operación. Inteligencia
y audacia hacían falta. Ambas cosas posee hoy, en grado sumo, nuestro
Ejército. Demostrado está.
En las líneas que siguen se refleja letra a letra, paso a paso,
con exactitud científica, con pretensión de narración
histórica, la acción, un tanto aventurera y, por consiguiente,
clásicamente española, que hubo de desarrollarse el
mar, la tierra, la noche, la inteligencia y el valor en maridaje de amor
por España y por su independenciapara que trescientos cinco
asturianos, hermanos nuestros, pudieran estar, como están hoy,
contentos entre los suyos, alegres en su España, que se les antoja
como aquella Asturias donde el clima moral permanente fue la enseña
vigorosa de su historia de héroes.
EN EL FUERTE DE CARCHUNA......
Asturianos prisioneros de los facciosos en el Fuerte de Carchuna, a unos
kilómetros de nuestras líneas. El Mando lo sabe. El Mando
no ignora nada. Su información es exacta.¡Asturianos!,
¡Asturianos!, se repite asimismo el mando, como el pensamiento
más tenso que le domina. Aun difusa, prevé una operación,
un golpe, una maniobra. No hay duda alguna sobre lo que pensarán
esos asturianos. Con hombres así, se puede contar para todo.¡Son
asturianos!¡Son españoles! Y españolas las fuerzas
leales. Español es el Mando. Se lucha por la independencia de España.
Transcurren los días. Como caballos de la obsesión galopan
por el pensamiento ideas de audacia. Sólo una cosa, salida de la
órbita de lo abstracto, se concreta en palabras. Esta: rescate,
necesidad imperiosa del rescate. Nada tan fácil de concebir. Nada
tan difícil de ejecutar. Pero no hay más remedio. La decisión
es tan firme que rompe los frenos de la duda. Adelante. Es la decisión,
que toma alma en busca del cuerpo de una realidad.¡Adelante! Es
España mutilada, en su afán de recobrarse.¡Adelante!....
* * *
El Fuerte de Carchuna está a cien metros aproximadamente de la
costa. En él están poco más de trescientos asturianos
prisioneros. La guarnición de vigilancia la componen un Alférez,
varios Sargentos y veintitantos soldados. De cuando en cuando vigila también,
en frecuentes visitas, las almas de los reclusos, un cura, que en pláticas
cristianas suele decir a los asturianos que los rusos son
muy malos, que los alemanes e italianos son muy buenos, que por las venas
de nuestros camaradas no corre sangre, sino pólvora; que los ojos
no ven más que cosas malas y que los oídos no oyen más
que cosas perversas.
Los asturianos pensaban en le República, en España, porque
por sus venas corría sangre española. Sus ojos no contemplaban
más que la Naturaleza tierra a un lado y mar a otro--.Sus
oídos, imposibilitados ellos para comunicarse con otras personas,
sólo oían al cura en sus pláticas cristianas.
La vida era dura. Al trabajo por la mañana, en la continuación
de un campo de aviación en el mismo llano de Carchuna y en la carretera
que se dirige a la posición enemiga del Conjuro. Trabajo custodiado.
Después, a la prisión, asimismo custodiados.
El General faccioso Cabanellas visitó el Fuerte. Dirigió
la palabra a los asturianos.
Conviene consignar algunas de ellas. Dijo:Estáis perdidos.
Los rojos tienen ya perdida la Guerra.Quince días después
el General perdía la vida. Los rojos, como el primer
día, seguían la lucha.
* * *
El Alférez encargado de la custodia de los prisioneros en el Fuerte
era fascista. No necesitaremos gastar líneas en demostrarlo. Le
habían dicho que el fascismo era autoridad. El Alférez,
señorito adinerado metido a militar del crimen, tenía a
sus órdenes unos soldados. Estimaba que los soldados eran iguales
a los obreros que él poseía en los trabajos de labranza.
Autoridad, mucha autoridad, es el fascismo.
Un buen día mal díase le atravesó un
soldado de los suyos, del ejército fascista. No mediaron palabras.
Un palo en la cabeza. Esta quedó abierta.
Auténtico. Asturianos lo vieron. Asturianos lo vengarían.
No hizo falta un acta donde quedase escrito el relato del crimen. Grabado
con tinta de indignación quedó la estampa trágica
en la mente de nuestros camaradas. De algunos Sargentos y soldados de
la guarnición también.
De unos y otros, con los puños del corazón en alto, partieron
miradas esperanzadoras hacia la zona leal, como la aguja que señala
el Norte en la rosa de la Justicia.
* * *
Ha llegado al Fuerte un asturiano procedente del hospital de Granada.
Se inquieren noticias por los compañeros del estado de la retaguardia
facciosa, de lo que ha visto, de lo que ha oído. Con el sigilo
natural van preguntando todos.
El que en el hospital dejó una enfermedad física, del hospital
se trae una enfermedad moral, que no curan los médicos.
En el hospital había italianos, moros, españoles. A éstos,
para distraerlos, se les entregaban folletos de propaganda editados por
el Estado Mayor del cabecilla rebelde Franco. Uno de ellos cae en manos
de nuestro camarada. Se refiere a Asturias. Empieza a leerlo con avidez,
con ilusión, porque es de Asturias, de su tierra.
Leyéndolo, su fiebre aumenta. Pero es otra clase de fiebre. Sigue
leyéndolo. Hasta el momento en que se queda frío. El folleto
se cae de las manos.
Quiere protestar, gritar. No pudo ser. Hubiese sido peor. El folleto habla
de Asturias, en la época gloriosa en que Asturias era nuestra.Todas
las mujeres de los asturianos decía el folletoestán
en manos de los extranjeros, de los rusos.
Del subconsciente brotaban lanzas de razón, de verdad --Ni un extranjero,
ni uno. Asturias, mi tierra, era defendida por mí, por los asturianos,
¡sólo asturianos!...
* * *
El Fuerte de Carchuna..... pasará a la Historia. ¡Cuánto
contraste! Contra la mentira, la verdad. Contra la sinrazón, la
razón. Contra la injusticia, la justicia.
Contra los cobardes, los valientes.
La verdad, la razón, la justicia y la valentía estaban de
nuestra parte.
Las armas.....
CUATRO HÉROES
Los transportaban hacia el Sur. De los campos de concentración
de la fría tierra leonesa los asturianos iban hacia la ardorosa
Andalucía. El Sur, con toda su belleza, podía significar
la muerte, que daría remate a tantos sufrimientos. Pero en el Sur
había también hermanos suyos, españoles, que continuaban
la lucha, sin la angustiosa estrechez de la zona norteña. Y el
deseo, la idea fermentada en sus mentes al caer prisioneros en las montañas
de Asturias, se iba afirmando y cobraba nuevos visos de esperanza...
Llegan a Motril los prisioneros. Esto les alegra. El mar azul les da fuerzas
y esperanzas para olvidar el látigo que de manera continua les
azota moral y materialmente. Miran hacia el mar..., hacia el Este. Allí
están los suyos. La idea se va haciendo carne en sus espíritus
heroicos.
Son llevados al Fuerte de Carchuna. Sol de plomo. Trabajo agotador en
la construcción de un campo de aviación y una carretera
militar. Mala comida, malos tratos, el cura...
Pero los asturianos lo resisten todo. Están más al Este.
Más cerca de sus hermanos. Oyen de cuando en cuando el estampido
del frente, ya cercano donde se lucha por España, por ellos...
Surge la decisión. Desesperada, suicida, gloriosa. Cuatro asturianos
se conciertan para jugárselo todo. Todos quisieran participar en
la aventura. Pero esto sería imposible. Caerían. Cuatro
saldrán en busca de la muerte o de la liberación. Si tienen
éxito, los prisioneros oirán tres solitarios cañonazos,
que serán la señal de su próxima libertad. Porque
los cuatro héroes van para volver. Se jugarán la vida dos
veces. Volverán con fuerza nuestra para tomar el Fuerte, armarlos,
y, ya todos juntos, arriesgar la carta final.
Son cuatro obreros asturianos, fuertes y decididos. Los cuatro eran Tenientes
del Ejército Popular en la lucha asturiana. Bajo su roto vestido
siguen siendo Jefes de sus compañeros. Y como Jefes, se jugarán
la vida los primeros. Son: Joaquín Fernández Canga, de Sama
de Langreo, mecánico, veintidós años robustos y audaces.
Con los suyos, combatiendo palmo a palmo, en las brumosas montañas
asturianas, con rabia, con desesperación, ante la aviación
ítalogermana, avanzada del crimen, cayó prisionero en diciembre
de 1937.Y así, Secundino Alvarez Torres, de Sama de Langreo, veinticinco
años; Esteban Alonso García, veintitrés años,
minero y Cándido López Muriel, veintitrés años,
mecánico.
Animo tenso y pulso firme. Estaban otra vez en lucha. No conocían
la región. Sólo sabían, y eso les bastaba, que cerca,
algo más allá, tronaban los cañones leales.
Dos caminos tenían: el mar y la tierra. Los dos ignorados, los
dos difíciles. Pensaron en las barcas pesqueras, que todos los
atardeceres dejaban en la playa aquel montón de vida brillante
y multicolor. Pero el mar era camino fácil de persecución
y ellos... no eran marinos.
Se decidieron por la tierra. Ellos sabían de trochas, montañas
y matorrales; ellos sabían de peñascos y de grutas. Ellos
sabían matar y morir, notando en sus plantas el calor de la tierra
española.
Faltaba elegir el momento. Hasta que una tarde...
LA EVASIÓN
Es difícil evadirse cuando se desconoce el terreno, la situación
de las líneas. Pero hay que evadirse. O sublevarse. Esta idea de
la sublevación prende primero en el prisionero Joaquín Fernández,
hoy, ayer y anteayer Teniente de la República. Secundino, Esteban
y Cándido Tenientes de la España leal tambiénestán
de acuerdo. Son cuatro hombres. Pero un solo pensamiento, una sola voluntad.
Interpretan a sus soldados. Aman a la carne de su propia carne, al alma
de su propia alma.
Planean como altos Jefes militares, dueños de la razón táctica,
del secreto de la estrategia. Escrito sobre la imaginación y el
acuerdo van quedando formados los grupos.
--Yo me encargo de éstos y tú, de aquellos; tú...
Hay que estudiar a los guardianes, las horas de servicio, la disposición
de los mismos. Hay que contar las armas, las municiones de que disponen..
El material. Hay que trazar la maniobra. Conviene ir preparando a algunos.
A un grupo de ellos, de los camaradas prisioneros. A cualquiera. Todos
son de confianza.
Cada Teniente duerme en un dormitorio distinto. Cada Teniente tiene dos
vecinos inmediatos: los que duermen a uno y otro lado. Con palabras imperceptibles
casi, pues el silencio de la noche es delator a los guardianes, se comunican
los deseos. Conforme. ¡Qué duda cabe!
En marcha todo, el recuento del material pone, por su escasez, una dificultad.
¿Superable? ¿Insuperable? Porque las vidas de los trescientos
soldados valen más que las de ellos cuatro, deciden evadirse.
* * *
Joaquín Fernández no descansa, Ha de hacer forzosamente
la vida de los demás: el campo de aviación, la pista...
Pero como quien saca fuerzas de flaqueza, Joaquín ha de sacar tiempo
para trabajar en lo suyo. Se esconde, se pierde, sube al monte. Ve el
terreno. Dibuja. Un barranco. Aquella vaguada es protectora. El deseo
de ver la línea era obsesión de antiguo. Desde que llegaron
a Motril, antes de ser trasladados al Fuerte. Ya está cerca de
la línea. El árbol, las palmeras, el matorral, el menor
accidente del terreno quedaba dibujado. Había que salvarlo todo.
A la hora de costumbre, Joaquín está en el Fuerte con sus
compañeros. Nueva reunión. Conspiración. La emoción
de aquellos momentos no ciega la clara visión de nuestros héroes,
ni perturba la serenidad admirable de que son dueños.
Por la noche, nueva comunicación con los vecinos del dormitorio.
--Nos evadimos cuatro.
--¿Os pasará algo?.
--Nada puede pasarnos.
--¿Cómo lo sabremos?
--Los estampidos de tres cañonazos os dirán de nuestra presencia
en la zona republicana.
--Bien. Pero yo también me voy resolvían igualmente
unos y otros.
--No es posible; sería peor. Disciplina mandaban ya con cordialidad
exquisita los Tenientes.
--Pero , ¿y nosotros? inquirieron aún.
--¡Somos asturianos! cerraban la conversación. Y por
si quedaba aún alguna duda, nuestros Tenientes repitieron:
--¡Somos asturianos!
Estaban en el patio. Era el día 19.Uno de ellos dijo al pasar:
¿Hoy?Un sí de silencio y decisión
contestaron las miradas de los demás. La suerte estaba echada.
Adelante.
Logran salir; espaciados y mediante hábiles añagazas se
reúnen fuera del Fuerte. Son las seis de la tarde. Marchan hacia
el Oeste, en dirección contraria a la suya. Saben lo que se hacen...
Cementerio de Carchuna. Se descalzan. Vuelven sobre sus pasos, ya definitivamente
hacia las líneas leales...
Ojo avizor, sin armas y descalzos, marchan los asturianos sombras
en la noche hacia la España leal. Alto. Una guardia enemiga.
Silencio. Arrastrándose, rodean y dejan atrás un blocar
faccioso. El monte les espera acogedor. Líneas del frente enemigo.
Seis horas de rastreo. Manos y pies sangrantes, aspeados, destrozados...
Brillo en la mirada.
Un barranco estrecho en silencio absoluto. Tierra de nadie. Siguen adelante,
ya confiados. Van ascendiendo la ladera opuesta. Algo se divisa confusamente.
Un hombre; por tanto, un soldado. Debe ser centinela leal. Avanzan decididos
y en pie. No podrían seguir arrastrándose. Los ve desde
lejos. Confían.
Ya más cerca, gritan: ¡Viva la República!
Salud, camaradas!... El centinela está en guardia...
¡Alto! ¡Levantad los brazos! ¡Subid!...
¿Quién podría subir una ladera casi escarpada, sobre
el cansancio de horas de incertidumbre y de rastrear, pecho a tierra,
montañas pedregosas, con los brazos en alto? Sólo ellos.
Subieron gritando vivas a Asturias y a la República, que pronto
se confundieron con idénticos vivas de nuestros soldados.
Quien no lo haya presenciado no podrá imaginar jamás la
emoción profunda que se siente, embargando, cuando un soldado de
nuestras líneas abraza a un evadido del campo enemigo. No es para
descrita. Besos, abrazos, regalos, preguntas, caricias. Todo es poco.
Es más. Mucho más.
Entre los parabienes de unos y de otros, la clara sonrisa de la satisfacción
y las palabras de amor entrañable: Estáis libres;
estáis salvados repiten los soldados de la 55 Brigada
multiplicándose a sí mismos.
Pero otras palabras, tajantes y decisivas, de los cuatro héroes,
aunque salidas de los labios de uno de ellos, ponen fin al diálogo.
--No. No estaremos libres y salvados hasta que libres y salvados estén
los trescientos asturianos que aun quedan en el Fuerte de Carchuna.
Y una pregunta más:
--¿Dónde está el Mando? Indicadme: ¿Dónde
está el Mando?
Eran las tres de la madrugada del día 20.
SE INFORMA EL MANDO
El Comandante Bárzana es el Jefe de la 71 División. El Comandante
Bárzana es asturiano. Su ayudante, asturiano también. Bárzana
es joven de esa juventud que tanto prometía y que es hoy
una realidad--, inteligente y apasionado.
Procede de Asturias, de la lucha, de la guerra del Norte. Tomó
parte en todos los combates. Días duros, de gloria para nuestras
armas. Días de avance. Días de repliegue, no menos gloriosos.
Intervino con los suyos en empresas arriesgadas, de temeridad. El calor
de su juventud era el calor que impulsaba a la lucha. Era calor de la
nueva España. Moral de independencia patria en tierras de Vasconia,
en las líneas montañesas, en los parapetos asturianos, en
el frente granadino...
Bárzana sabe que hay asturianos en el Fuerte Carchuna. El es un
Jefe y un asturiano también. Desde que se informa tiene esa preocupación.
Carchuna, la costa, el mar, la montaña. Ideas, ideas. Sacarlos,
sacarlos. La idea es el germen de toda obra a realizar. Es el principio.
Bárzana puso la primera piedra del rescate de los asturianos. Pero
Bárzana no se conforma con tan poca cosa. Pensando y pensando...
se presenta la oportunidad.
* * *
Han llegado los evadidos a las líneas leales. Son llevados al puesto
de Mando del 220 Batallón. Siguen los agasajos. Pero los evadidos
están impacientes por hablar al Mando sobre algo que les hormiguea
en la cabeza. La liberación de sus compañeros que quedan
en el Fuerte.
Traslado al Puesto de Mando de la 55 Brigada y de éste al de la
División, por la carretera que alarga sus kilómetros.
Han transpuesto, al fin, los umbrales del Cuartel General. Quieren ver
pronto al Jefe de la 71 División. Pronto se hace presente el Jefe.
Y, eléctricamente, no voces, sino gritos:
--¡Bárzana! ¡Bárzana! ¡Bárzana!
--¡Joaquín! ¡Secundino! ¡Esteban! ¡Cándido!
Abrazos prolongados. Ya es común la emoción. Los evadidos
ven al paisano Comandante, Jefe de la División; al motor que pondrá
en marcha sus deseos. Bárzana ve en los evadidos la oportunidad
formidable y magnífica para desarrollar su idea.
Muchas preguntas, cambio de impresiones rapidísimo.
Si antes se les pregunta, antes contestan.
--¿Queréis volver?--dijo Bárzana
Un si enérgico y alegre, rotundo y decidido, fue la
expresión colectiva de los Tenientes evadidos.
--Hay que disparar tres cañonazos. Hoy mismo. Ahora mismo. Es la
señal. La esperan nuestros camaradas, los camaradas de todos nosotros.
Señal para ellos de alegría por nuestra evasión y
de esperanza por su próximo rescate.
Presurosamente Bárzana dio la orden, que se cumplió momentos
después.
* * *
Hay que poner en estudio la operación. Se decide dar cuenta de
todo al Jefe del XXIII cuerpo de Ejército, Teniente Coronel Galán.
Galán digámoslo otra vezes Jefe del XXIII Cuerpo
de Ejército. No es asturiano. Pero es español. Y es un Jefe.
La serenidad, el espíritu de precaución de éste,
como Jefe superior, luchaba con la decisión impulsiva, la prisa,
del propulsor de la operación, que era asturiano, el Comandante
Bárzana.
Facilidades, obstáculos, pros, contras, jugaban allí, en
el despacho de Galán en busca del acierto. Era una de las ocasiones
en que necesariamente se tenía que producir el acuerdo afirmativo.
Se barajaban datos, cifras, fuerzas, medios, modos. Todo abonaba el éxito.
Galán tenía que decir que sí. Galán esperaba
su momento, pleno de responsabilidad.
--Conforme dijo--. Dentro de tres días.
--Dos días continúa Bárzana.
Terminó Galán:
--¡Conforme!
* * *
Los cañonazos fueron disparados por nuestras baterías. Sus
ecos, como nunca de alegría y de esperanza, resbalaron por las
paredes del Fuerte de Carchuna.
* * *
La primera parte del plan estaba cumplida. Faltaba la segunda y más
arriesgada: ir por los demás.
GENTE LEAL
¿Qué ocurría mientras tanto en el Fuerte de Carchuna?
Es interesante. Angustias en unos. Buenos sentimientos en otros. Previsión
y sigilo en los más. Temor en ninguno. Certeza de algo bueno, inconcreto,
pero que tremolaba en el mástil de la seguridad.
La vida seguía haciéndose normal. Pero la realidad era distinta.
Trabajo del campo, de la pista. Vigilancia. La visita del cura, que llevaba
unas doctrinas para que las leyeran los recluidos.
--No digáis ahora que no sabéis leer. Y hay que comulgar.
El que no quiera hacerlo, lo tendrá que hacer a la fuerza.
* * *
Rafael Guerrero Rodríguez, malagueño, de la quinta del 30,
era Sargento de la guarnición del Fuerte. Fue arrancado del campo
por las levas fascistas. Estuvo en Málaga, Vélez-Málaga
y Orgiva.
El día 24 de marzo llegó al Fuerte. Era el día siguiente
al que llegaron los asturianos. En el fondo seguía latiendo su
amor por la causa republicana.
Otro Sargento, Salvador Rojas Rojas, de la provincia de Málaga.
Igualmente arrancado del campo para empuñar un fusil de la traición.
Ya llegaría su hora.
Otros tres Sargentos, republicanos de corazón, había en
el Fuerte. Eran Francisco Roque Claro, José Muñoz Cuenca,
que resultó herido por una bomba, y Francisco Gil Fernández.
La noticia de la evasión la tenían precisa los asturianos.
Los Sargentos la tenían imprecisa. Guerrero, puede decirse, era
el de más confianza para los asturianos. Era el de la buena iniciativa.
El más precavido.
Encargados los Sargentos de pasar lista y dar la novedad al Alférez,
pronto diéronse cuenta de la evasión de cuatro de los prisioneros.¿Qué
hacer? Para Guerrero existía una duda terrible.¿Habrán
pasado las líneas?¿Serán detenidos?¿Los matarán?¿Tendrán,
fracasado su intento, que volver al Fuerte? Esto último, sobre
todo lo demás, le obsesionaba. Si esta circunstancia se daba, ¿qué
hacer para salvarlos?
Pronto lo decidió. No pasar lista. Darse por ignorado de todo.
Ponerse de acuerdo con los demás Sargentos de su confianza. Nadie
sabe nada de nada. Esperar. Esperar. La lista de aquella noche no se pasó.
La de la mañana del día siguiente, tampoco se pasó.
Sólo cuando hubo la seguridad de que los evadidos estaban en terreno
firme y seguro, después de pasar lista, se dio la novedad al Alférez:
--Faltan cuatro. Supónese se han evadido.
El Alférez, el del palo en la cabeza del soldado fascista, preguntó
a Guerrero:
--¿Tiene usted sospecha de complicidad de algún prisionero?
--En absoluto. Todos son buenos chicos.
* * *
No lo debió creer el Alférez. Este reunió a los prisioneros.
Y les habló. Rogaba. Empezaba ya a ser vencido.
El Alférez, por su cuenta, desconfiado, pasó lista. Al contestar
uno, éste salía de la fila para evitar confusiones, evitando
que uno contestara por otro. Formaron todos. Hasta los de cocina y servicios.
Tomaron declaración, sin resultado, a los que dormían al
lado de los que huyeron.
Después el Alférez habló nuevamente a todos, diciéndoles
que los huidos fracasarían en su intento, se les cogería
y serían fusilados delante de todos para ejemplaridad.
Habló de los militares de la República.¿Los ofendió?
No ofende quien quiere, sino quien puede. El Alférez se dedicó,
con palabras groseras, recogidas de su estiércol moral, a ofender
a las madres de los militares republicanos. No sabía él
qué cerca tenía la hora de rendir cuentas...
* * *
Los que se habían ido se dedicaban al trabajo intenso
de preparar el rescate de sus compañeros.
¿De qué manera iban a ser fusilados por el Alférez?
SE PREPARA LA MANIOBRA
Aquel conforme de Galán planteaba una serie de cálculos.
La decisión del Jefe pone necesariamente en movimiento una cantidad
de resortes inimaginables.
La operación correspondía prepararla al Jefe de la 55 Brigada,
Comandante Pedrosa. Este se encontraba en la sierra cumpliendo misiones
de su empleo.
Bárzana, mientras tanto, imposibilitado para perder tiempo, actuaba.
El Jefe de la 71 División se hace acompañar de uno de los
evadidos. Van al frente para estudiarlo. Miran a izquierda y derecha.
La posición débil, el camino más accesible. Observan
cuál es el más favorable.
Pero enfrente, allá lejos, levantándose de la propia llanura,
está el Fuerte. El día es claro. Se divisa a la perfección.
No sólo se ve el Fuerte. Se ven los prisioneros también.
Salen a la llanura. Los forman militarmente. Se diría que están
al alcance de la mano, cuando sólo están al alcance de la
vista. Es que están al alcance de la ilusión...
* * *
Se contaba con los cuatro evadidos que conocían bien el terreno
cercano al Fuerte y el camino hacia la libertad.
Había un Mando capaz y entusiasta. Se disponía todo
previstode guerrilleros audaces y soldados valientes.
Hay que estudiar bien la maniobra. De ella depende la vida de trescientos
asturianos, de trescientos hermanos con cicatrices gloriosas en sus cuerpos
y en sus almas libres.
Hay que contar con los medios materiales: las armas, las embarcaciones,
un práctico de la costa, las horas oportunas para efectuar la maniobra.
Todo va combinándose. No se pierde un minuto.
* * *
Haría falta una Compañía para atacar por vanguardia
la línea enemiga, y para desembarcar y atacar por retaguardia,
una Sección.
Se estudia la combinación del ataque del frente enemigo por vanguardia
para que coincidiera con la hora aproximada en que los rescatados estuviesen
llegando a él, por la espalda, después de vencer la resistencia
u obstáculos que en el camino encontrasen.
Hablan con el Jefe del 218 Batallón, que cubre el frente, don Rafael
Barredo, y con el Capitán Corral, de la Compañía
Especial de la 221 Brigada, que atacaría por vanguardia. Se tienen
en cuenta todos los detalles. Estos Jefes y Oficiales se enteran de lo
que se les expone. Lo estudian. Conformes. Todo rápido, todo veloz,
pero todo seguro. Sobre la marcha.
Bárzana no descansa. Una orden: que se busquen inmediatamente dos
lanchas. Otra orden: una Sección escogida para que efectúe
el desembarco. Guerrilleros y soldados de la 55 Brigada. Será,
pues, una expedición mixta.
Se calcula el armamento necesario. Fusiles ametralladores, bombas de mano...
Todo a punto. Hacían falta armas cortas. Se piden al Cuerpo de
Ejército. Este las facilita.
* * *
El Jefe de la División estudia con los ejecutores el plan conjunto
de la maniobra. Se toma en cuenta todo lo que puede influir en el éxito
de la misma. Se nombra al Jefe de la expedición: El Teniente Bill.
Se nombran Jefes de grupo.
Al de la expedición, Bárzana le ordena:
--Tú harás esto al mismo tiempo que le refiere
paso a paso la misión total a cumplir.
A los Jefes de grupo les pregunta:
--¿Tú qué vas a hacer?
--¿Y tú?...
--¿Y tú?...
Todos se explican. Todos saben bien cuál es su misión.
Está trazada la operación totalmente por el Jefe de la 71
División. Se propone ahora al Jefe de la 55 Brigada, Comandante
Pedrosa. No se pierde el tiempo.
--Conforme
Manos a la obra.
INTENTO FRUSTRADO
Todo está ya listo. En Castell de Ferro, el pueblo luminosamente
blanco más cercano a nuestro frente, están preparadas las
dos embarcaciones. La tropa expedicionaria está dispuesta.
Es la una de la madrugada de una noche de aventura y esperanza.
En una de las motoras embarcan el Jefe de la expedición, Teniente
Bill; el Teniente evadido, Joaquín Fernández; un soldado
de la 55 Brigada y tres guerrilleros.
En la otra, el Teniente Ayudante de Bárzana, José Fernández
Rodríguez; los tres restantes Tenientes evadidos, un Teniente de
la 55 Brigada, varios guerrilleros y soldados.
En total, unos treinta hombres. Solos, se lanzan hacia una empresa peligrosísima.
Para ser fuertes en número, cuentan con los trescientos asturianos
del Fuerte, para los cuales llevan armas. Tienen que tomar antes el Fuerte,
rescatarlos y entonces emprender la aventura de atravesar el territorio
enemigo y romper el frente amenazador y lleno de posibles emboscadas.
Sale la primera lancha, rumbo a la lucha.
En este momento la segunda sufre averías en el motor. Disgusto.
Nerviosismo. Viene en ayuda otro conductor mecánico. Se repara
la avería. Sale, por fin, la embarcación, siguiendo la ruta
de su hermana, que ya se ha perdido en el obscuro
horizonte nocturno.
La lancha última navega cerca de la costa. Pasa frente a un pueblecito
que suponen sea Calahonda. Siguen hasta la altura de Almuñécar.
Aquí el práctico se da cuenta de su error. Había
tomado Motril por Calahonda. Marcha atrás.
Se llega frente al llano de Carchuna, lugar señalado para el desembarco.
Pero no se divisa la primera embarcación. Están dando bordadas
hasta las tres de la madrugada, sin resultado. La primera lancha no se
divisa. Deciden emprender el regreso a la base. Se acercan mucho a Calahonda.
Tampoco hay rastro. Se dirigen rectos hacia Castell. Al llegar, los reciben
el Jefe del Cuerpo de Ejército, Teniente Coronel Galán;
el Jefe de Estado Mayor del Cuerpo de Ejército, Teniente Coronel
Forés; el Comandante del 218 Batallón, Rafael Barredo. Este
Mando, como era natural, estaba indignado, suponiendo quizá que
abandonaron a la primera, que aún no había vuelto.
--Tú eres el culpable de todo dijo Galán al
Teniente Ayudante del Jefe de la 71 División.
Que no era culpable lo decían la sinceridad de sus palabras al
contestar, con indignación de niño bueno:
--No, mi Teniente Coronel. Los he buscado.
Y agregó:
--No los encontré. Ahí está la gente, que puede hablar.
Se les desarmó. Se les encarceló.
Los soldados decían:
--Nosotros no somos cobardes. Estamos dispuestos a ir otra vez.
No se desarma y encarcela a los soldados por cobardes, no. Otra razón
militar de peso justifica la certera medida del Mando. El golpe hay que
darlo. La maniobra tiene que desarrollarse. Los asturianos han de ser
rescatados. Y cuanto antes.
Lo que había pasado no podía divulgarse. El secreto militar
de la operación, del cual dependían las vidas de los asturianos
del Fuerte, obligó a tomar la medida. No podía divulgarse
nada. Los soldados--que se sepa--no son cobardes. Pero los soldados saben
ser disciplinados. Obedecen al duro mandato. Los Mandos siempre saben
más.
Vuelve la primera embarcación. Navegó sin cesar de un sitio
a otro. El retraso que sufrió la segunda en salir, la distancia
que las separó, una desorientación en el navegar, la obscuridad
extendida, les impedía verse y, por tanto, reunirse.
Había fracasado el primer intento.
NUEVOS PERFILES
El Mando estudia y decide la organización de otra salida. Hay que
evitar nuevos tropiezos, que podrían ser fatales. Se prepara todo
para el día siguiente. ¡Qué veinticuatro horas!
Un enlace, llamado León, muy serio él, le dijo al teniente
Ayudante de Bárzana:
--Vamos al Cuerpo de Ejército.
Había que repetir la suerte. Pero ahora con éxito. El Teniente
Ayudante tenía la misión nada menos de dirigir el asalto
al Fuerte de Carchuna.
Regresó a su sitio. Los comentarios discretos naturales.
Durante el día se hace alguna que otra modificación entre
los expedicionarios. Se quitan algunos. Se agregan otros. Alguien dijo:
--Entre los treinta, un Comisario.
Voluntariamente surgió uno.
--Yo dijo secamente.
Era el Comisario de una Compañía de la 55 Brigada, camarada
Romero.
A las diez de la noche del día 23 ya están metidos en una
barca los expedicionarios. Un Sargento pasó lista. Estaban todos.
El Jefe de la expedición y un Sargento dieron la novedad, diciendo
que había algunos, casi todos mareados. El mar, que estaba enfurecido
y travieso, hacía de la embarcación un juguete.
Saldrían todos mareados.
Bárzana no estaba ya para dificultades:
--Si están mareados, que sigan mareados. En el llano de Carchuna
se refrescarán cuando desembarquen.
Se acercaba la hora de la partida. Faltaba aún otra barca. No había
disponible.
Bárzana ordena al enlace León:
--Busca un bote, o cualquier cosa.
Traen una lancha de remos. Se ata con una cuerda a la otra motora. Son
ya inseparables. En la de remos montan varios soldados de la 55 Brigada,
el Teniente evadido Joaquín Fernández, dos guerrilleros
y el Comisario Romero.
En la motora, el Jefe de la expedición, Teniente Bill; el Ayudante
de Bárzana, y quince soldados.
El mar se había aquietado imperceptiblemente.
Todos embarcados. La suerte, nuevamente, estaba echada. Con rumbo a la
aventura, puños en alto, en la mente las ideas de liberación,
las barcas, más que al impulso del motor mecánico, empezaron
a surcar al impulso de los corazones de los expedicionarios.
EN MARCHA
Las embarcaciones van cargadas de moral combativa. Con esa moral sobre
ruta segura, se llega bien a la altura del Faro de Sacratif, cuyos destellos
de siempre no iluminan, desde que estamos en guerra, un sector distinto
del paisaje, como en los tiempos de paz. En un sitio muy cercano está
fijado el lugar del desembarco. Ha llegado la hora. Pero la barca motora
no puede atracar. No puede. Ha de hacerlo la de remos. Esta volverá
varias veces, las que sean precisas, para recoger al resto de los expedicionarios,
al material.
Los primeros en desembarcar de la barca de remos son: Joaquín Fernández,
Secundino Alvarez, Esteban Alonso, el Comisario Romero, dos soldados de
la 55 Brigada y tres guerrilleros. Vuelve la barca por otros y embarcan
el Jefe de la expedición, guerrilleros y soldados de la 55.Atracan.
La motora, que se ha decidido atraque también, pues el tiempo apremia,
tropieza con unas rocas. La barca de remos, que sale a su encuentro, también
va a dar contra las rocas mismas.
Los que quedan sin desembarcar no tienen más que un recurso: tirarse
al agua. Así lo hacen. Agua al cuello al cuello mismo--,
se dirigen a la costa. Idas y venidas. El material hay que desembarcarlo
también. Agua al cuello. Todos chorreando. Tiritaban de frío
sobre la costa enemiga. Del material surgen dos botellas de coñac.
Se consumen. La reacción es inmediata. Todos contentos y decididos.
La playa, solitaria. Nadie ajeno a nuestros combatientes había
divisado nada.
En tierra firme, en tierra del enemigo, había que hacer cumplir
la consigna heroica:
--Las barcas que regresen a sus bases. No nos harán falta. O
vencemos o morimos.
Las barcas, en efecto, por idéntica ruta, regresaron a la base
leal de Castell de Ferro.
Secundino, uno de los Tenientes evadidos, dice:
--A ver: dos enlaces conmigo para ver la chabola de los carabineros.
Esta chabola está un poco antes del Fuerte. Secundino, como el
resto de los Tenientes evadidos, conoce bien el terreno. Van. La reconocen.
No encuentran en ella a nadie. Es la primera precaución. Se decide
meter en la chabola todas las bombas. Trescientas cincuenta, aproximadamente.
Con Joaquín, otro de los Tenientes evadidos, van dos guerrilleros,
un tirador y un enlace. Llevan su fusil ametrallador. Su misión
es cortar los hilos del teléfono.
Tres guerrilleros y dos soldados fueron a vigilar la carretera que parte
del Fuerte al puesto de mando enemigo.
Dos guerrilleros y un Teniente de la 55 Brigada Pérez Lupión--,
con un fusil ametrallador, se colocan hacia Calahonda.
Faltaba el grupo asaltante. El Jefe de la expedición, el Teniente
Bill, dijo al Teniente Ayudante de Bárzana:
--¿Sabes cuál es tu misión?
A lo que contestó resuelto:
--Ir a asaltar el Fuerte.
El ataque quedaba organizado.
Mientras tanto...
EN LA LÍNEA LEAL....
En la línea leal primera líneael reloj de la
incertidumbre avanza mucho más que el reloj del tiempo. Los oídos
están vigilantes. La duda balancea por todos los cuerpos. Las miradas,
en el horizonte obscuro, están fijas. Quieren penetrar en lo impenetrable.
No hay que desesperar. Sin embargo, a todos les parece descubrir el apuntar
del día. Mas quedan todavía varias horas de la noche. Durante
ellas ha de desarrollarse todo.
Las órdenes estaban dadas con exactitud cronométrica. Sobre
el plano, habían corrido los instrumentos científicos, midiendo
distancias, calculando hasta el último metro del terreno para asegurar
también hasta la última gota de la preciosa sangre asturiana.
Entre nuestras posiciones y las facciosas, en la tierra de nadie, dos
barrancos se extienden, dificultando uno de ellos el camino de los fugitivos.
Frente a nuestras líneas está el de Rijana. Más allá,
el de Torilejo, y delante del de Vizcaína están las posiciones
enemigas. La blanca cinta de la carretera atraviesa al de Torilejo, serpenteando
por el sur de este escenario de guerra.
La Compañía Especial de la 221 Brigada, al mando de su Capitán,
Corral, y con su Comisario, Víctor Ballesteros, pasado el barranco
de Rijana, se coloca ante el de Torilejo, estableciendo allí su
base de partida para el ataque. Tiene orden de realizarlo tan pronto oiga
el fuego que sobre Calahonda harán los asturianos. Despejará
su camino, apoderándose de las posiciones enemigas del barranco
Vizcaína. Tiene gran importancia su misión. Las máquinas
enemigas baten el puente de la carretera sobre el barranco Torilejo, y
sus balas llegarían, asesinas, a destruir vidas y esperanzas. Hay
que destruir los nidos de estas máquinas por encima de todo; los
destruirán. La Compañía Especial, con sus bombas
de mano, espera los tiros de Calahonda, que serán la señal
de su ataque.
La ilusión, la esperanza, la seguridad, flotaban en el ambiente.
Al fracaso nadie se entrega.
Siguen transcurriendo los minutos. Por un segundo debiera ser de día.
Ver, saber. Luz durante un momento. La noticia, la información.
Una señal indicadora de la actuación. Todo se ignora hasta
el momento. Se hacen los cálculos. Salieron a tal hora. Se preveen
ciertas naturales dificultades. Seguramente nadie piensa en las rocas,
en el agua hasta la garganta de los expedicionarios. No corría
tanto el tiempo. Pero cada minuto era una hora cuando menos. Para comprender
estos momentos hace falta vivirlos.
Impensadamente, cuando se hacían los cálculos más
inverosímiles, las embarcaciones llegan. Ya hay luz, ya es de día
en los cerebros. Sin que hable nadie, sin que informe nadie, se sabe que
otra etapa de la arriesgada empresa de libertar a los asturianos está
cumplida gloriosamente.
--Han desembarcado. No cabe duda. Ya están ante el Fuerte.
--¡Viva la República!
José María Galán, Jefe del XXIII Cuerpo de Ejército,
y su Comisario, Areste; Comandante Pedrosa y Comisario Barberá;
Bárzana y Piñero; otros más, están en
primera línea. En el mástil de la seguridad sigue ondeando
la bandera de gloria. Han desembarcado. Ya se habría iniciado.
EL ASALTO
El grupo asaltante, al mando del Teniente Ayudante de Bárzana,
marchó, optimista, hacia el Fuerte. Previamente el grupo quedó
dividido a su vez en tres. Uno lo mandaba Secundino con los soldados.
Otro, Muriel, con tres soldados también. El otro, Esteban Alonso,
con tres soldados igualmente.
Se adelanta hacia el Fuerte en columna de a uno. Ya en las proximidades,
el Ayudante da la orden de cuerpo a tierra.Manda que la gente
siga a los Jefes nombrados. Los soldados obedecen. Se acercan al muro
del Fuerte sin que nadie se dé cuenta. Se da la orden de cercar
todo el edificio para que nadie pueda escapar. En un chaflán está
la cocina. En él se guarecen los cuatro jefes. Ven venir hacia
él a un asturiano tapado con manta. No se divisa ningún
centinela. Uno de los Jefes se acerca al asturiano. Y le pregunta:
--¿Tú eres asturiano?
Este reconoció la voz de su paisano.
--Me cachi en diez contestó lleno de sorpresa--. ¿Venís
desde Asturias andando?
--¡Calla!
Ahora, hacia la puerta central del Fuerte.
Dos centinelas enemigos.
--¡Alto! dicen ya los nuestros-
A los centinelas se les cae el fusil de las manos. Ponen, en efecto, los
brazos en alto. Los nuestros saben mandar.
--¿Quién hay más de centinela?
Nuestros dos primeros prisioneros declaran:
--Allí fuera hay uno.
El Teniente Muriel va en su busca. El centinela lo ve y hace mención
de disparar. Muriel, más rápido, le hace fuego. Lo hiere
en las piernas. Allí quedó.
Ha empezado el fuego. Ya es todo rapidísimo.
Joaquín se había unido al grupo. Había quedado cumplida
su misión. Las líneas telefónicas, cortadas. Ocho
hilos. Todos, cortados. Cuando va hacia el grupo, a diez metros, un disparo
de un centinela. La bala le pasa entre las piernas. Puedo quedar muerto.
El centinela carga otra vez. Joaquín tira al suelo el fusil ametrallador
que llevaba. Era la lucha cuerpo a cuerpo la que se imponía. Avanza
rápido sobre él. Con una mano desvía el cañón
del fusil enemigo. Con la otra aprieta la garganta del centinela, que
momentos después dejaba de serlo. Juntos los Jefes, vencida la
guardia de fuera, ha llegado el momento. Nadie se ha puesto de acuerdo.
Pero a la vez, como si fuera una sola voz, gritan:
--¡Viva la República! ¡Salud, asturianos! ¡Aquí
estamos nosotros!
Nadie contesta ni sale.
Secundino, Esteban y el Ayudante entraron en el Fuerte. Se dirigen a la
habitación del Alférez y de los Sargentos. Abren las puertas
y enfocan con sus linternas.
El Alférez se entrega. Los Sargentos dormían juntos en un
cuarto. Despertaron sobresaltados. Gritos. Vivas. Pisadas fuertes. Montan
el cerrojo. Una voz conocida, la de un Teniente evadido, dice:
--¡Guerrero, salte, que no te pasará nada!
Guerrero sale. Algunos de los que quedaron en el cuarto dispararon hacia
fuera, sin consecuencias. Creían que era una emboscada fascista.
Los nuestros disparan también un fusil ametrallador, y siguen sin
entregarse. Se meten debajo de la cama. Se lanza una bomba. La detonación
los vuelve locos. Después van saliendo, manos arriba. Quedan detenidos.
Se va penetrando en las demás habitaciones. Los soldados de la
guarnición se van entregando.
Los asturianos, que ya se han dado cuenta, gritan:
--¡Viva la República! ¡Viva Asturias!
Querían salir.
--Esperad se les ordena--.Cuando termine el fuego.
Pero salen. Y se abrazan a los salvadores. Momento de emoción indescriptible.
Quedan muchos más.
El griterío es enorme. Se oye decir:
--¡Ya están aquí nuestros salvadores! ¡Esta
es la nuestra!
El Fuerte de Carchuna ha sido dominado.
JUSTICIA DE GUERRA
La heroica serenidad de los nuestros sigue adelante, sin perder detalles.
La justicia de guerra. Los detenidos han sido puestos en fila en una habitación
por orden del Jefe del asalto. Hay que investigar quiénes son los
Sargentos, quién es el Alférez.
Pregunta:
--A ver, ¿quiénes son los que hay que fusilar?
Nadie contesta.
--¿Todos sois adictos a la República? inquiere
otra vez el Ayudante de Bárzana, Jefe del asalto triunfante.
Son llamados tres asturianos. Nuestra justicia de guerra es la justicia
del pueblo. Los tres asturianos llegan. Van a decir lo que los detenidos
se callaban.
--¿Quiénes son los verdugos del Fuerte?
El índice de esa justicia del pueblo, rápida y segura, señala:
--El Alférez, tres Sargentos, el Cabo furriel. Los demás,
en libertad; es decir, en camino de liberarse.
Son cinco los condenados. Estas sentencias no admiten indultos. Es la
justicia misma.
Los condenados se atreven a hablar:
--¿Qué vais a hacer con nosotros?
Son los tres asturianos los que contestan:
--¡Ahora os acordáis! ¡Cuando pegaban con palos,
no! ¡Cuando abrían la cabeza del soldado fascista, no! ¡Cuando
mermaban el rancho, en negocio vil, no! La hora ha llegado.
Los arriman a la pared. Ante ellos, los cuatro Jefes del grupo y el Comisario
Romero. El Alférez da un viva a la República. Los asturianos
le echan en cara su conducta. Se hace fuego. Caen, desplomados, cuerpo
a tierra, los tres Sargentos y el cabo.
El Alférez huye. Sale del Fuerte. ¡Adónde irá?
Lo siguen dos camaradas nuestros. Le dan alcance. Gime, suplica, habla
de sus hijos. Aquel que días antes groseramente, insultaba a las
madres de los militares republicanos, muere dando un viva a la República.
--¡Cobarde!
Ya estaba liquidado aquello. Pero no había tiempo que perder. Ya
podían salir todos los asturianos. Salió el Teniente de
Artillería prisionero Gabino García Díaz, que estaba
de acuerdo con los evadidos que conspiró con ellos antes de la
evasión. Fue el primero que oyó voces en la noche. Poco
a poco más fuertes. Ruido en las puertas. Nos disparos. Gritos
de ¡Viva la República! Y ¡Viva Asturias! Que resonaban
dentro de aquellas odiosas paredes. Fue el primero que contestó
con locura de entusiasmo y alegría. Los demás durmientes
se dieron cuenta.¡Han venido! Abrazos. Vivas, más vivas....
Nunca habían tenido un despertar como aquél. El grito de:
Asturianos, estamos aquí para salvaros!fue el que les
hizo romper su sueño pesado de esclavos del trabajo y el que les
hizo buscar, nerviosos, con prisas locas, sus pobres ropas de reclusos.
* * *
Se repartieron los prisioneros los 32 fusiles de la guarnición.
Las manos de los asturianos volvían, al cabo de tantos meses, a
acariciar armas de libertad.
El Teniente Ayudante, Jefe del asalto, pide cuarenta voluntarios de los
asturianos, y se presentan todos. Se manda a veinte de ellos por las bombas,
que seguían en la chabola de los carabineros, y que se reparten
entre cuarenta. Las bombas de mano las recibieron con ansia, con la mirada
dura....Volvían a la lucha.
Alguna creyó que en la orilla del mar había embarcaciones
para transportarlos a la zona leal. No había tal.
El Jefe de la expedición leal, formados todos en columna de a tres,
da la orden:
--¡Ahora, a jugarnos la vida todos juntos!¡A romper la línea
enemiga!¡A buscar la línea leal! ¡Viva la República!
¡Viva Asturias!
Cantando himnos de Libertad, la columna se pone en marcha....
HACIA CALAHONDA
A vanguardia marchan los fusileros y granaderos.
A unos 800 metros ya de este pueblo, pasan al abrigo de un cerro próximo.
Allí se guarecen entre palmeras. Salen en exploración dos
guerrilleros y el Teniente Lupión.
Pronto regresan e informan de que hay guardia enemiga en la carretera,
en la entrada del pueblo.
Se nombra jefe del grupo de fusileros y se ordena cubrir todo el frente
hasta cerca del mar. Se agrupan 14 granaderos que, con Secundino y el
Teniente Ayudante, suben al cerro, situado encima de Calahonda. Observan
cómo patrulla la Guardia civil por las calles del pueblo.
Nuestras fuerzas se aproximan al pueblo. La Guardia Civil, que los ha
avistado, se parapeta en un cortijo a la salida del pueblo.
Mientras, el resto de la fuerza ataca las guardias de la carretera con
bombas de mano. En pleno combate se oye a un Jefe enemigo:
--Llamar a Motril a ver qué hace ese batallón!
Un fusil enemigo, desde la carretera, seguía disparando. Unas bombas
leales y desaparece. Nuestras fuerzas de la carretera coronan una loma
a la entrada del pueblo; dominan la carretera.
Un ¡Viva la República! Y avanzan.
Otro ¡Viva! Y la carretera es nuestra.
Ya no queda enemigo.
Nuestras fuerzas entran en el pueblo de tres en fondo, desfilando y cantando
los himnos leales. La gente se agolpa. Mujeres y niños hombres
no haymarchan detrás, aclamándoles. Se oyen expresiones
como ésta: ¡Y luego dicen que los rojos perderán
la guerra ¡
El grupo del cerro baja y espera, a la salida del pueblo, a los hombres
de la carretera. Mandan tres enlaces a Calahonda por si había quedado
allí alguien.
Quedaba el enemigo tradicional: la Guardia Civil.
Esta avanza del cortijo hacia nuestros hombres. Otra lucha. Cae muerto
un asturiano. Redobla la lucha. El enemigo se ve vencido; unos guardias
huyen; otros siguen resistiendo. Ataque a fondo de los asturianos.
Otra baja. El Teniente libertado del Fuerte, de aquella prisión,
africana en el ambiente y nazi por el trato, el gran artillero del Norte,
Gabino García Díaz, caía muerto por las balas asesinas
de la Guardia civil de Calahonda. Era la última víctima
del fascismo en aquella aventura.
Caen todos los Guardias civiles.
Ha terminado el obstáculo de Calahonda.
MIENTRAS ESTO OCURRÍA....
Mientras esto ocurría, en la línea leal la Compañía
Especial de la 221 Brigada esperaba, impaciente hasta la desesperación,
la orden de ataque.
Bárzana, más impaciente aún. Los demás Jefes,
lo mismo. No se podía dar la orden de ataque. Se sabía que
el enemigo tenía dadas órdenes de retirar los prisioneros
en cuanto sintiesen jaleo en las líneas. Y la duda era terrible.¿Habrían
cortado las comunicaciones? ¿Habrían tomado el Fuerte? La
señal de ataque de los soldados de la Especial estaba determinada
por el ruido del fuego que hiciesen los rescatados al intentar avanzar
y romper resistencias. No se oía nada. Las cuatro y media de la
madrugada.
No hay indicio ninguno de lo que se espera. El lejano horizonte permanece
silencioso. Bárzana, el Comisario del Cuerpo, Areste; el Comandante
Pedroso, Barberá..., todos están atentos e impacientes.
Bárzana ordena que la Compañía Especial ataque las
posiciones enemigas a las cinco, pase lo que pase. Hay que auxiliar en
todo caso a los asturianos y abrirles camino.
Pero, faltando quince minutos para la hora indicada, los ecos montañeros
traen el estampido rotundo del combate en Calahonda. Los asturianos están
al llegar por retaguardia al frente enemigo. La señal de ataque
está dada. Bárzana da urgentemente la orden. La Compañía
Especial avanza. Las verticales escarpaduras del Torilejo impiden el asalto
de frente. El Capitán Corral telefonea en ese sentido a sus superiores.
Estos ordenan se rodee, se avance por donde sea, pero que se tomen los
reductos enemigos. El Comisario Areste se une al Capitán Corral
para controlar la operación. La Especial, dando un rodeo, realiza
el asalto. Caen siete hombres, uno de ellos herido de muerte, pero la
posición de la derecha ya es nuestra.
Había llegado un poco antes el primero de los fugitivos. Un guerrillero.
El Mando ordena que este hombre y una Sección del Batallón
218, con dos fusiles ametralladores, se sitúe más allá
del barranco de Torilejo, para dominar con sus fuegos las posiciones enemigas
que baten el puente, protegiendo así la retirada.
Mientras, el grupo asturiano que viene por el monte toma con bombas de
mano la posición facciosa de la izquierda, la que bordea la carretera.
La posición del centro cae sola. Todo va bien. El Mando recibe
información concreta y exacta cada minuto.
El Comandante García, Jefe del 220 Batallón, que cubre el
sector vecino, realiza esta importantísima función de informar
con pleno acierto.
Un arco de fuego, como un arco de triunfo, protege el camino de los evadidos
del Fuerte. La línea enemiga se ha roto, resquebrajada por la decisión
de los soldados leales.
Los asturianos pasan ya por el puente del Torilejo y después se
internan por un camino de evacuación hacia nuestras líneas.
Los facciosos vuelven a ocupar la posición de la izquierda, la
cercanía a la carretera. Ya, aunque batan el puente, de nada les
vale. Pero dominan también una curva, que más allá
del puente, ya cercana a las líneas leales, hace la carretera.
Entre los evadidos marcha en último lugar un grupo con heridos.
Estos no pueden internarse por el camino de evacuación. Atraviesan
esta curva bajo una lluvia de balas. Por fin, el último de los
fugitivos pasa la curva. Están en salvo.
La Compañía Especial y la Sección de fusileros del
Batallón 218 se retiran en perfecto orden y castigando duramente
al enemigo. No sufren bajas. La operación ha terminado con pleno
éxito.
Nuestros soldados y los asturianos se abrazan a los acordes de un himno
glorioso...
A LAS LÍNEAS LEALES...
Los asturianos, divididos en dos grupos, avanzan hacia las líneas
leales.
Toman por sorpresa un blocar enemigo. El grupo que, avanzando por el monte,
protege al de la carretera, rinde una posición enemiga situada
sobre ésta. Una ametralladora enemiga, que molestaba con su tictac
de muerte, es volada con una bomba de mano.
En el combate se pasan a nuestras filas un Cabo y un soldado enemigos.
Por retaguardia, otro grupo de héroes defiende las espaldas de
posibles sorpresas.
La columna rompe el frente enemigo.
Vivas a la República. Algunos grupos de enemigos, desesperados,
lanzan bombas de mano, pero ya el boquete está abierto. Se oye
el ruido de un fuerte combate un poco más allá, hacia la
derecha del frente enemigo. Las tropas leales han sabido ayudar.
La columna asturiana sigue por la carretera. Las posiciones enemigas,
que han quedado atrás, enmudecen. Pasan el puente sobre el Torilejo.
Se internan rectos hacia las líneas leales por un camino de evacuación.
Han ganado la partida.
El último grupo, con algunos heridos, tiene que pasar por todo
lo largo de la carretera. En una curva sufren las balas asesinas del enemigo,
que, ya rehecho, se coloca otra vez en sus posiciones.
Tierra leal. Abrazos, vivas. El Teniente Coronel Galán, el Comisario
del Cuerpo, Areste; el Comandante Pedrosa, su Comisario y Ayudante, Bárzana
y su Comisario, los Soldados. Todos. Todos se funden en auténtica
emoción española Los asturianos se abrazan entre sí,
abrazan a los demás. Alegrías, sonrisas, satisfacción.
España parece mayor. En efecto, lo es. ¡Viva España!
PALABRAS FINALES
Días de esplendor, de triunfo, de gloria.
Más órdenes: las que corresponde a un Mando republicano.
A la retaguardia. Que se duchen, que se vistan, que coman.
La noticia llega a la retaguardia, a los frentes cercanos. La población
civil se enardece. Sale a las calles a recibirlos. Regalos. Flores...
En los frentes, los combatientes saltan de alegría. Al Mando, por
medio de sus Comisarios, le piden combatir.
Se inician las suscripciones. Pronto alcanzan cifras incalculables de
miles de pesetas.¡Para los asturianos, para los asturianos!
En Berja son alojados en el magnífico edificio de la Ermita. Aquello
es un hormigueo. Allí, Jefes, Oficiales, Comisarios, soldados.
La población civil. La alegría. La banda del Cuerpo de Ejército
no descansa. Aires regionales. Discursos. Palabras cálidas. Cariñosas.
Emocionadas.
Un día en Almería. El pueblo entero, en maravillosa formación,
sale a recibir a los asturianos. La Guardia de Asalto, el Cuerpo de Carabineros,
desfilan ante ellos rindiéndoles honores. Almería está
en fiesta porque los asturianos han sido libertados.
Banquete... Discursos... Himnos... Puños en alto.
El enemigo ha sufrido un gran descalabro.
¿Cómo desquitarles de él? Durante dos días
envió su aviación, que dejó caer bombas de gran tamaño
sobre la población civil indefensa de Castell de Ferro.
Talleres ESPASA-CALPE, S.A, Ríos Rosas, 26 MADRID
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